Mi vida color de rosa 5
Una noche dulce e inocente
Anteriormente vimos como creí que con mi nuevo empleo Jona sería cosa del pasado, una confesión amorosa de César y un fatídico fin de semana santa con mi corazón roto.
CAPÍTULO 5: Mi transformación
Alguna vez has pensado que te puedes convertir en lo que mas detestas? Bien esa misma pregunta puede surgir como consecuencia de una serie de actos estúpidos, como los que últimamente me pasan, ok aun no supero lo del bar.
Pasaron dos semanas después de que Jona barriera el piso conmigo, digamos que la primera fue difícil, pero la segunda con mi trabajo y demás cosas hicieron que ya las cosas se tornaran mejor para mi, la relación con César empezó a ser bastante distante ya ni me importaba verme con el, siempre tenía una excusa y César era listo como para no notarlo.
Era un nuevo día con cosas interesante por vivir, salí de mi casa y antes de tomar mi medio de transporte me dirigí a una pastelería que quedaba cerca de mi casa, se me antojaba un Latte y un pastelillo de nata, pagué y le sonreí al chico de la caja, luego me dirigí a mi trabajo. Uno no piensa que vaya a pasar algo extraño pero la vida en ocasiones se ensaña contra las personas y yo no era una excepción.
Llegué a mi oficina y todos estaban riéndose mientras murmuraban muy bajo me dio curiosidad y pregunté de que se burlaban, pero nadie me quiso dar respuesta y se fueron.
Salí de la oficina y para dirigirme a la casa, pero antes se me antojó otro Latte y postre de nata esta vez lo compré en una pastelería cerca de la oficina, me senté a saborearlos y me di cuenta de que había un tipo mirándome a dos mesas, no pude evitar corresponderle, me vio y sonrió, igual yo, en ese momento se acercó a mi mesa y en ese instante me llevé una gran sorpresa.
Oh por Dios! Era el chico de la cafetería de la mañana, si, a quien le había sonreído, pero como? También es gay, no lo podía creer, pero si yo distinguía a su hermana la dueña de la pastelería, ella no se la pasaba en el negocio así que este chico siempre era el que atendía.
Me despabilé y comenzamos a hablar de una manera interesante, le dije que si yo trabajara en una pastelería el último sitio a donde yo saldría sería ese precisamente, sonrió y dijo:
-Ah eso jaja, no te preocupes estoy aquí trayendo unos pastelillos de nata.
Ahora todo tenía sentido.
Le pregunté y cómo te llamas?
-Anderson. Respondió
Andy me acompañó de regreso a casa, igual vivíamos cerca y quedamos de vernos al otro día, era la primera vez que conocía alguien de una forma tan particular.
A los días me vi con Andy y en ese entonces me confesó que era virgen, a partir de ese momento comencé a invitarlo a diferentes sitios con la intención de que me dejara probar el “pastel al cual nadie le había pasado el dedo” me sentí como un cazador furtivo, y en un pequeño instante solo en un pequeño instante me llegué a sentir tan miserable como Jona, después de todo eso era lo que el había hecho conmigo, y debo reconocer que Andy no me despertaba nada solo un simple deseo.
Un día cualquiera salí de mi casa con disposición de verme con Andy, me encontraba a punto de darle la vuelta a la esquina cuando sentí un gran jalón en el cuello de mi saco que me hizo devolverme inmediatamente, volteé a mirar de qué se trataba y era César con una cara de malhumorado horrible, inmediatamente estallé de ira.
-Qué te pasa? Te volviste idiota o qué?
-Aquí el único idiota eres tu Alejandro!
-A mi me respetas.
-Lo siento, no puedo respetar a alguien que vale tan poco.
-Qué dices?
-Por qué te sorprendes? Si es la verdad ya entiendo que eres una perra! que se la pasa acostándose con todo el mundo.
-No sabes lo que dices, solo estas herido porque preferí siempre a Jona.
-La verdad me salvé de caer tan bajo.
-Sabes qué? Piensa lo que quieras.
En ese momento me dispuse a marcharme pero César me jaló de nuevo con fuerza, y dijo:
-Escúchame infeliz, yo a ti te he dedicado mucho tiempo y no voy a permitir que te sigas burlando de mi.
En ese momento mi fuerza superó la de César y me desprendí violentamente, lo último que dije fue:
-Hasta nunca cretino!
Mientras me marchaba rápidamente. Ese día me vi con Andy en la pastelería y notó que estaba alterado, pero le respondí que no sucedía nada, luego Andy me preguntó si tenía afán, le dije que no y me propuso ir a su casa, su hermana no llegaría esa noche, accedí con gusto.
Ya en la casa Andy puso algo de música Jazz, abrió una botella de vino blanco y lo sirvió en dos copas, me dio a beber y nos sentamos muy relajados en el sofá de su sala. Luego de un tiempo las copas de vino se nos subieron a la cabeza, Andy se adelantó a mi propuesta y dijo:
-Quieres que subamos a mi habitación?
-Claro!
Entramos a su habitación y nos sentamos en el borde de la cama, de repente Andy se lanzó sobre mi y me besó, pude sentir su aliento y lo reseco de sus labios, pero eso era lo que menos me importaba, en menos de cinco minutos la ropa ya había volado y yo me encontraba encima de Andy disponiéndome a hacerle sentir uno de los placeres mas grandes, mientras subía y bajaba de su “animal” empalmado, pasó un buen tiempo y me pidió que lo penetrara, cambiamos la posición y esta vez fue el quien se hizo encima de mí, poco a poco sentí lo estrecho de su ser mientras el me miraba con cara de dolor y placer, después de treinta segundos Andy comenzó a subir y bajar soportado en mi pecho, pude ver en su rostro que aquello que sucedía lo disfrutaba mas aun que cuando me había penetrado, sus gestos me excitaban, luego comenzó a gemir de gusto, y eso me descontroló completamente, no me pude contener mas y terminé eyaculando. Reconozco que fue una noche bastante intensa para mi, al final nos bañamos juntos mientras admirábamos nuestros cuerpos y luego me dispuse a marcharme a mi casa, cuando Andy me miraba con cara de quédate esta noche y en ese momento comprendí que había sido igual o mas canalla que Jona, después de todo yo no estaba dispuesto a volverlo a ver.
Al otro día llegué a la oficina y de nuevo los cuchicheos y demás estupideces, llámenme paranoico pero estaba seguro de que hablaban de mi, por lo que duré todo el día ignorando a mis compañeros de oficina y haciéndoles mala cara. Era la hora de almorzar cuando llegó mi jefe.
-Alejandro, necesito que vayas a mi oficina.
-Claro Señor
Entré con un gran susto no lo puedo negar, mas al poder darme cuenta de que mi jefe se quedó viéndome meticulosamente, dentro de mi dije, Dios esto no es nada bueno!
Definitivamente a veces, sin darnos cuenta terminamos siendo aquello que no queremos, y lo peor es que puede ser una versión mas patética aun. Bien pues las cosas por ahora no están tan claras para mi no sabía si con el tiempo seguiría siendo un completo patán, pero eso no me importaba por ahora, lo realmente importante era que le diría a mi jefe una vez me pregunta si soy gay.