Mi vicio se llama Adela

Sentir el calor de Adela sobre mi es una delicia. Una de mis tantas sesiones de sexo con Adela en la encimera de su cocina (relato corto)

El ácido sol de primavera caía por marzo en Chiclana, en casa de Adela la noche entraba por las ventanas y el olor de carne en el horno impregnaba todos los rincones.

Como es habitual por esa época en el sur, la noche traía brisa de la playa y algo de calor, así que Adela, iba sólo con la parte de abajo del pijama y encima el sujetador, su pelo rubio recogido en una cola, y en su sujetador negro, sus pechos. No eran enormes pero, encajaban a la perfección en mi mano. Tersos, calidos y suaves; mas abajo su vientre plano, terminaba en el pantalón del pijama que estaba sujeto casi en el principio de los vellos de su sexo, marcándole su culo respingón.

No era alta, para nada, pero tenía buen tipo y su piel brillante y blanca reflejaba la luz de la cocina.

Llegué de trabajar y ese día mi intuición me decía que debía abrir con mi propia llave, no se en que momento me hice con ellas, al principio éramos solo amigas, buenas amigas y ahora es mi droga, mi adicción cada vez la necesito más. Aún la diferencia de edad (yo 40 y ella 25) parece que nos une mas.

Ante mis ojos, el espectáculo de su cuerpo, la cogí por la espalda estrujándola contra mi y la besé suavemente por el cuello, ella sonriente, con los ojos cerrados hacía muecas de placer, no pude resistirme y mis dedos entraron por su sujetador, me hice con sus pezones, masajeándolos, pellizcándolos, acariciándolos con delicadeza y mi lengua por su cuello y sus orejas lamiendo sin parar, ella se mordía el labio inferior conteniendo sus ansias, se estremecía,… No tardé en deshacerme del sujetador, colocarme frente a ella y succionarle los pezones, ya estaban duros y hacía círculos con mi lengua, los comía y mordisqueaba, Adela, me respondía con jadeos y grititos de placer, agarraba fuerte mi cabeza y me apretaba contra ellos, y yo los comía con deseo, no sería la primera vez que la hacía llegar sólo con los pechos, pero quería mas. Bajé por su vientre con mi lengua dejando una hilera de saliva en su piel, le bajé el pijama a los tobillos y solo con un dedo suavemente me deshice de su tanga blanco, no dudé ni un momento y me lengua se coló por su rajita, para poder acceder a ella mejor la tomé en brazos y la coloqué sobre la encimera con las piernas bien abiertas, sin prisas cogí una silla y me senté frente a su coño, abierto y húmedo sólo para mi, su olor me provocó gran humedad en mi sexo, a grandes lametazos empecé a abarcar todo su coño, saboreando sus jugos, metiendo mi lengua por sus labios y mordisqueando su clítoris, ella arqueaba las espalda y me pedía mas y mas, me cogía por el pelo y seguía los movimientos de mi lengua con la pelvis, su sabor me llenaba todo el paladar, así que era el momento de entrar en ella, mi dos dedos (índice y corazón) lentamente se colaron por su agujerito, sentí su calor en ellos, era suave y caliente, yo los bombeaba dentro y fuera despacio al principio, y luego los dejaba un poco dentro palpando detenidamente todo su coño, los saqué y se los acerqué a la boca para que saboreara sus jugos cálidos, comió de mis dedos lamiendo otra vez su propio sabor, jugaba a ponerlos dentro de ella y otra vez los ponía en su boca, entonces la besé en los labios con ganas, sentí la mezcla de sus fluidos en mi boca. Ella comenzó a quitarme la ropa, se deshizo de mi blusa y mi sostén dejando mis tetas libres, yo me apreté contra ella para que las sintiese bien sobre las suyas sin dejar de besarla, y yo misma me quite el pantalón y las bragas, olía a sexo en toda la cocina.

Sus dedos se perdían por mi culo, me estrujaba las tetas con pasión, mis tetas son bastante grandes, y ella se bajó de la encimera, quedamos una en frente de la otra y su boca se fue directamente a mamar mis pezones, mientras lo hacía, sintiendo el tacto de su saliva caliente por los poros de mis pezones, le susurraba al oído que era mi bebé y yo su mamá, y que debía comer toda su tetita para ponerse grande, eso la excitaba mas y me succionaba aun con mas ganas, me apretaba con sus labios los pezones y sus manos acariciaban mi raja por fuera, de vez en cuando uno se perdía y rozaba mi clítoris, me provocaba espasmos y me estremecía, mis manos tampoco paraban, se colaban por su culito rico; entraba uno y luego otro, se le iba dilatando poco a poco, hasta que conseguí adentrarlos bien en su culo, y comencé a penetrarla. Eso la puso muy cachonda, yo seguí y seguí metiendo y sacando, ella se dio la vuelta se apoyó contra la encimera y me dejó su culo abierto, estaba claro que quería mas.

Me lancé contra su coño con la lengua, y mis dedos de nuevo a su culo, aligeré mis embestidas, y me concentré en chupar su clítoris, ella gemía, jadeaba, gritaba como una perrita mi nombre, me rogaba que no parase y no tardé en notar su orgasmo en mi boca y las contracciones de su ano en mis dedos, los saqué despacio de su culo y pausadamente comencé a limpiarlo todo con mi lengua, sin prisa hasta dejarlo bien limpio.

Era mi turno, eso era evidente. Adela me tiró en la silla y comió de nuevo mis tetas, le encantan, y no se cansa de mamarlas. Yo estaba chorreando, mi flujo me manaba por los muslos, pero Adela no tardó en bajar hasta mi coño, separó los vellos, abrió bien mi rajita, y con ganas me mordisqueó el clítoris con exquisitez un buen rato, su lengua caliente me penetraba con avidez y sus dedos, como siempre, pellizcando mis pezones al son de sus embestidas, no tardé en correrme y echar todos mis flujos calientes en su boca, eran abundantes, pero no paró hasta tragarlo todo.

Se incorporó, se colocó encima de mi con las piernas envolviéndome por la cintura, aun sobre la silla, nos besábamos. Sentía su calor y su humedad en mi vientre. Estuvimos así un rato hasta que nos fuimos aun desnudas al salón a tomarnos la rica cena que ella había preparado. Entre risas y besos nos quedamos charlando hasta tarde. Me quedé a dormir en su casa, volvimos a tener sexo en su cama esa misma noche. Adela y yo somos amantes, y aunque yo estoy casada y tengo mis hijos y mi vida, de vez en cuando me permito el lujo de perderme por el cuerpo de mi Adela.