Mi viaje por Zimbabwe 6
Lo que pasó entre Alba y Jane
Gainsborough la observaba desde la distancia, ella llevaba un vestido blanco, zapatos de tacón blancos, su sedoso cabello se movía suavemente por el viento, sus sedosas piernas se mostraban parcialmente cuando su falda se movía por el viento.
Gainsborough sentía deseo, quería encadenarla, saborearla, besar esos finos labios, ver esos inocentes ojos azules, esos pechos.
Gainsborough necesitaba tocarse, no, necesitaba sentir esos pechos en los suyos, en su boca, saborear su leche.
La había visto en foto, pero, en la realidad, viéndola moverse, hablar, su olor, intentaba acercarse más.
La mujer de Alfonso estaba mirando un escaparate de viajes, se fijaba en una oferta a Paris.
Gainsborough leyó sus labios, decía suspirando “Alfonso” que sensual le sonó, el muy imbécil se va a áfrica dejando esta preciosidad, pero ella no permitiría que se fuera.
-me perteneces – dijo Gainsborough a la mujer de Alfonso en zulú.
La señora se giró, ambas féminas se vieron.
Gainsborough se imaginaba que la besaba, que le arrancaba el vestido y la tumbaba en el suelo para chupar sus pechos, pero dejó de lado esos pensamientos, tenia que controlarse.
-perdón, ¿Gran avenida? Please – dijo Gainsborough.
Mientras en Zimbabwe
Recibí de nuevo la visita de Rachel, la hija de John, a pesar de mis reservas, ella conseguía obligarme, esta vez se tumbó boca arriba, esperando que me colocase encima.
Pero Rachel dijo algo que me dejó sin habla.
-pégame.
¿¿??
-pégame, he follado con un negro, soy una maldita zoofilica.
Esa chica era toda una racista, pero no quería pegarla, va en contra de mis creencias.
-hazlo - dijo mi carcelera.
Le pegué una cachetada, pero ella con lágrimas en los ojos me dijo.
-no, así no, dame fuerte, quiero que me des puñetazos, soy una puta, una puta que se folla a todos los negros.
-complácela – me dijo la carcelera sonriendo.
Le pegué un puñetazo que cortó el labio, de su herida manaba sangre, pero su mirada seguía vacía.
-ojalá muriera – me dijo.
Me acerco a su oído y le digo que no piense en eso.
Ella me miró y me preguntó.
-¿me aceptarías como esclava?
-serás libre, tan pronto como hayas parido….
-no, mírame ¿puedo escapar de esto? Ahora soy una propiedad, prefiero ser de tu propiedad, te limpiaría la casa, cuidaría de tus hijos, te haría las compras, no necesito vestidos, iría desnuda y seria la diversión de tus hijos y tus visitas.
La penetré, sentía como si me follase la tristeza, bombeé a aquella chica de mirada muerta.
-el fruto de mis entrañas es también tu propiedad, espero que sea niña para que tus hijos tengan su primera experiencia con ella, ¿después de todo? ¿Qué sale del coño de una esclava sino otro esclavo?
Aceleré el ritmo, me concentraba en sus pechos que botaban con mis envestidas, quería terminar rápido y perderla de vista.
Llené su útero y me desacoplé de ella, ella se levantó, su almeja chorreaba leche mía y caminaba como un zombi fuera de mi celda.
Pregunté a mi carcelera como estaba su padre.
-muy mal, en cuidados intensivos, lo malo es que no podrá hacer hijitas tan bellas como esa, jajajajaja.
Me tumbo en mi cama, con los remordimientos carcomiéndome.
-mi dar gracias por tu acompañarme – decía Gainsborough.
-me va de paso, me llamo Alba, esta es Sofía y mi bebé Marcos – decía la mujer de Alfonso.
-Jane, Jane Gainsborough – dijo la mujer de color.
-Gainsborough, ¿Cómo Aerith?
-¿¿¿???
-un personaje de videojuego.
-lo siento, no conocer – dijo Jane.
-bueno, no importa, oh, aquí es, mucho gusto en haberte conocido, Jane – dijo Alba.
-tu pasar por mi hotel, mi hacerte regalo de gracias – decía Jane que maldecía su defectuoso castellano.
-bueno, pasare cuando pueda – dijo Alba.
-¿poder ser esta noche? ¿Diez de noche? – preguntó Jane con seriedad, pero en su interior decía.
Venga gacelita, sepárate de tu manada para que pueda saborearte, sentir tu carne tocando la mía, se buena, se mía.
Alba pensó un momento y aceptó, dijo que dejaría sus hijos a su hermana.
-mi dar gracias – decía Jane.
¡Si! te estaré esperando preciosa, no olvidaras esta noche, pensaba Jane.
En Zimbabwe me desperté alterado, tenía una horrible sensación, por otro lado, no sabía donde estaba Gainsborough, le pregunté al guardia.
-ella ha salido al extranjero, negocios.
Estaba preocupado, muy preocupado.
Jane preparaba todo para la llegada de Alba, una buena comida, la cama de matrimonio bien hecha, pero, no pensaba en forzarla, no quería meterse en líos en un país extranjero, además, alargar el momento, es la mejor parte de su plan, hacerla suya en cuerpo es fácil, amenazar con matar a sus hijos seria fácil.
Pero ella quería también su mente, que se entregara, no, que suplicara que la tomase, que gozase de ella.
La imaginación de Jane, pensando en ese cuerpecito desnudo hizo que una de sus manos tocase su concha, su dedo empezó a bailar con su clítoris a medida que imaginaba esos labios jadeando de gusto, su cuerpo lleno de ardiente sudor, sus pechos moviéndose al ritmo de su respiración.
Su mano libre tocó uno de sus pechos, lo movió con sensualidad mientras su índice movía su pezón haciendo que diese vueltas.
-así Alba, así gacela mía, si… satisface a esta leona, quiero saborear la miel de tu entrepierna, el agua de tu sudor, la leche de tus pechos, si, verlos chorrear de rica leche.
Sus dedos se movieron rápido, su interior era tan cálido que sentía que podía derretir el acero.
-si, chúpamelo, chúpamelo gacela mía, que sepas como sabe una leona.
Sus manos se concentraron en su concha, tocándose con ganas, una mano frotaba su clítoris, la otra se hundía dentro de ella, pero no quería llegar, aún.
Cogió la foto que consiguió de la cartera de Alfonso, había recortado la parte de Alfonso, dejando solo a Alba, frotó la foto en su concha, con ganas, con pasión.
Los jadeos se convirtieron en gritos hasta convertirse en un grito ahogado, en ese momento, sus guardaespaldas anunciaron que Alba entraba en el hotel.
Jane abrió un cajón de la mesita de noche para colocar la foto húmeda y cerrar enseguida el cajón.
Caminó hacia la puerta desnuda, no le importaba, es más, quería que Alba la viera, desnuda, que no necesitaba ningún tipo de ropa que la proteja de su mirada.
Alba, al entrar, se sentía cohibida al ver el cuerpo desnudo de ébano de Gainsborough, la chica de color.
-p-perdone ¿le pillo en mal momento? – dijo Alba nerviosa.
-pasar, pasar, mi estar cómoda ¿no tu? – decía Jane.
-b-bueno, solo quería saludar y… que me contase cosas de su país – decía Alba.
-¿no querer regalo? – preguntó Jane.
-me dijo que era de Zimbabwe, mi marido se ha ido ahí, quería saber si es tan bonito lugar – dijo Alba.
-ser mío país, nada más bonito que hogar – dijo Jane, la cual se sentía idiota por no dominar del todo el idioma – ¿tu no ir con el?
-bueno, me animó a probar cosas nuevas, pero, prefiero estar en casa, con mis hijos y he oído que Zimbabwe es… peligroso.
Jane miró a Alba que empezaba a pensar que había metido la pata, pero ella respondió.
-mío país igual tuyo país, bonitos como rosas pero rosas espinas tener.
-si, tiene razón…
-tu tutearme, mi verte como oluku mi.
-¿oluku mi?.
-mi amiga – dijo Jane.
-¿hablas ingles? – preguntó Alba.
-una de mis lenguas natales – dijo Jane en ingles.
-yo se ingles, podri….
-noooo, mi estoy aprendiendo tu idioma, mejor forma aprender es practicar y practicar – dijo Jane.
-si tienes ra ¡AAAAAAAAAAHHHHHHHH!
El grito de Alba extraño a Jane, pero un sonido la alertó y miró a las dos serpientes que se habían escapado, las había traído como alimento, pero los imbéciles de las aerolíneas no trataban bien el equipaje.
Lo peor es que eran mambas negras, serpientes muy venenosas, el miedo de Alba le impidió ver que había una tercera serpiente acercándose por detrás, Jane la agarró antes de que la picaran, Alba cayó de rodillas al suelo, Jane hizo lo mismo y abrazó a Alba.
-tranquila, tu tranquila, no pasar nada tu – decía Jane.
Pero Alba estaba nerviosa, muy nerviosa, las manos de Jane abrazaron con fuerza.
Las serpientes recorrieron las piernas de las féminas, Alba quería gritar, pero Jane reaccionó besándola, un beso lleno de pasión, Alba no entendía nada, notaba como su trasero era manoseado por Jane.
-calma, calma, tu vivir, pensar en cosas agradables, tus hijos, correr por la sabana, estar desnuda sobre pieles de león ante gran cazador de tribu.
Calma, una palabra que en boca de Jane le recordaba a su marido en su época de novios, cuando iban a hacerlo, por primera vez.
Alfonso se despertó, vio un cuerpo desnudo, muy joven para ser mujer, muy desarrollada para ser una niña.
Era Jazmín, que se acercaba y le tocaba la cara.
Alfonso apartó la mirada de su desnudo, pero Jazmín le obligó a mirarla.
Puso su mano en el corazón, hizo como si latiera y luego le señalo.
-te dice que quiere que le hagas el amor, de la misma forma en que se lo haces a tu mujer – dijo mi carcelera.
-¡no puedo! ¡Es demasiado joven! – dije protestando.
Jazmín agachó la cabeza y dijo unas palabras que no entendí.
-dice que entiende que no quieras saber nada de ella, que solo es una asesina indigna de amor – dijo la carcelera.
Lentamente y con tristeza, Jazmín se marchaba, pero antes de que pasase por la puerta, la detuve, le miré a sus ojos, unos ojos llenos de tristeza.
La abracé, abrace su joven cuerpo, cálido y marcado de cicatrices de antiguas batallas, miré sus labios, antes cerrados, me acerqué poco a poco a ellos y la besé.
Un beso suave, tierno, ella notó mis labios y sus brazos lentamente me rodearon.
Mis ojos se cerraron sintiendo los labios de Jazmín, noté algo, algo líquido, al separarnos, vi que era una lágrima, una lágrima de Jazmín.
La cogí en brazos y la llevé a mi colchón, ella me miró extrañada, pero luego apoyó su cabeza en mi pecho, abrazándome el cuello
Alba notaba la lengua de Jane invadiendo el interior de su boca, como los pechos de la chica de color acariciaban los suyos y que las manos de Gainsborough le sacaban el sujetador por encima de su camisa.
Pero no le importaba, las mambas negras estaban subiendo por sus cuerpos, rodeándolas en anillos, Gainsborough notaba las serpientes acariciando su desnuda piel, sus lenguas bífidas palpando su desnudez, notaba el olor del miedo de Alba, acarició sus suaves senos con sus manos desabrochando suavemente sus botones, Alba estaba demasiado aterrada para protestar, las serpientes subiendo por su cuerpo, las manos de Jane tocándola, notó como le apretaba sus senos, haciendo salir leche, los dedos de Jane acariciaron esos pechos y se llevaron la leche a la boca de Jane que no perdía de vista a las serpientes.
De repente, un movimiento brusco.
Alba miró boquiabierta el poderoso cuerpo desnudo de Jane, cuyas manos y boca sujetaban las cabezas de las mambas negras que se movían por su libertad, Jane se fue y dejó dos de las serpientes en sus cajas, la tercera, la que sujetaba con su boca, la agarró y fue con Alba.
-¿tu asustarte? – preguntó Jane.
-u-un poco – dijo Alba.
-¿pensar que serpiente comerte tu? – preguntó Jane.
-si, y que nunca vería a mis hijos.
Jane sonrió.
-¿tener hambre? ¿Querer cenar?.
-si, me encantaría olvidar ese mal rato – dijo Alba yendo a la mesa.
Jane la detuvo y le dijo.
-no, esta comida no ser para ti, tu aprender a ser leona, a ser depredadora.
Alba la miró extrañada, vio como Jane pasaba sensualmente los labios por la serpiente, de repente, mordió la piel de la serpiente y arrancó un buen trozo de pellejo, mostrando la musculatura sangrante del ofidio que se movía dolorosamente.
Otro mordisco, hundiendo sus dientes en los músculos del ofidio, arrancando la carne, rompiendo vasos sanguíneos, la sangre salpicaba por el cuerpo desnudo de Jane que masticaba la carne con placer ante los asombrados ojos de Alba.
-tu comer, ser delicioso mientras vive – dijo Jane ofreciéndole la serpiente.
En un principio, Alba sentía asco y miedo, pero recordaba las palabras de su marido, experimentar con todo, miró a Jane, tan poderosa, tan segura.
Sus labios se acercaron a la herida de la serpiente, no le gustaba la idea, pero quería ser como Jane y pensaba que era una manera de convertirse en una mujer segura de si misma.
Los dientes presionaron en la carne clavando y arrancando parte del ser del ofidio.
Ambas, mordían la serpiente, cuando se acababa la carne, arrancaban un nuevo trozo de pellejo para saborear más carne, terminaron de cenar convirtiendo la serpiente en un cuerpo inerte de costillas ensangrentadas
Alba se relamía los labios, le gustó la carne y la sangre de la serpiente, miró a Jane y esta se agachó diciendo.
-tu mancharte ropa ¿ducharte conmigo mientras tu ropa lavarse?
Alba se miró y se horrorizó, toda su ropa manchada de rojo sangre, Jane la puso en pie y la desvistió despacio.
Prenda a prenda se desprendieron del cuerpo de Alba.
Jane sentía mucha excitación, que hermosa pieza tenia en sus manos, pensó, cuantas horas de placer tendría.
Ambas se fueron al baño, la ducha cayó sobre ellas, las dos féminas se frotaban entre si, pero Jane se acercó al oído de Alba y le susurró.
-mi tener todavía hambre.
Ambas se pusieron de rodillas, los labios de Jane se acercaron al pecho de Alba, empezando a morder, a chupar mientras sus manos acariciaban el trasero y la concha de la madre.
Mientras Jazmín abandonaba mi lecho, ella me miró amorosamente mientras decía una palabra en castellano.
-gracias.
La abracé con fuerza, pero ella me apartó, se levantó y tras decir unas palabras se fue.
-ella decir que es maravilloso tu amor, pero que no quiere más, porque es una cosa que nunca experimentará y no quiere vivir suspirando algo que nunca tendrá.
Miré la joven y desnuda figura de Jazmín alejándose de mi, sentía pena por ella, pero sobretodo, sentía asco por mi, asco por haber sometido a alguien tan joven a mi deseo, de traicionar a Alba.
Me odiaba.
Jane frotaba con sus pechos los pechos de Alba, se acercó a su oído y le preguntó.
-¿tu gustaría ser sacrificio para mío dios?
-¿yo? ¿Sacrificada? N…
-tranquila oluku mi, no ser sacrificio de matar, Shango, mío dios, gustar mucho ver dos mujeres rozarse, amarse, besarse – decía Gainsborough.
-¿estaremos solas? – decía Alba cohibida.
-no, Shango vernos, Shango absorber nuestra energía y darnos bendiciones, solo si tu querer.
Alba miraba los profundos y oscuros ojos de Jane, de sus manos se quitó el anillo de boda.
-¿Dónde hemos de hacerlo? – preguntó Alba.
Ambas chicas se secaron con la misma toalla, Alba miraba a Jane amorosamente, mientras que Jane, miraba a Alba como si fuera un dulce a punto de ser degustado.
Fueron a una habitación iluminada solo por velas, una especie de altar presidia la sala, estaba dedicada a una figura masculina fuerte, poderosa, un guerrero, tenia en sus manos una vasija, Jane cogió un cuchillo y se cortó la palma de la mano y depositó la sangre de su herida en la vasija, miró a la asustada Alba.
-Shango no querer sangre tuya, querer tu leche.
Alba, cohibida, se acercó a la vasija, Jane se colocó detrás de la madre y le cogió sus pechos, apretándoselos con suavidad, su leche manaba de sus pezones, cayendo sobre la sangre de Jane, mezclando el blanco con el rojo.
Jane, después de vendarse la mano, cogió a Alba y se colocaron sobre una piel de león, Jane se arrodilló ante el ídolo y pronunció unas palabras en zulú.
Tras terminar, miró a Alba y la besó, la besó con ganas hundiendo su lengua dentro de la boca de su pareja blanca.
Alba respondió con la misma pasión, ambas se tumbaron sin dejar de besarse, sus cuerpos se frotaban con ganas mientras se fundían en un abrazo tan cálido que fundiría el acero.
Tras los besos, pasaron a los mordiscos, mordiscos pasionales, en los labios, en las mejillas, en el cuello, Alba soltó un gemido de placer, Jane le hacia chupones en su cuello, tan fino, suave, sensible.
-si, gime, gime para Shango – susurraba Jane al oído de Alba.
Los dedos de Jane acariciaban la gruta amorosa de Alba, la cual, empezó a succionar los pechos de su amante.
-muerde, pequeña gacela, muerde suave.
Alba obedeció, sus dientes apretaron los pezones de Jane, que sentía el placer en cada terminación nerviosa.
Los dedos de Jane se hundieron dentro de la entrepierna de Alba, la cual respondió frotando con sus dedos el clítoris de la chica de ébano mientras seguía mordiendo el pezón de Jane.
El interior de Alba era cálido, suave, húmedo, un perfecto lugar donde albergar vida, Alfonso escogía muy bien donde sembrar, encontró en su interior un punto donde Alba era más sensible, tanto que soltó su pezón para jadear.
-ah, ah, ahí no por favor, ah.
-¿no gustarte? – susurró Jane en su oído.
-s-si, pero no esperaaaaaba t-t-t-tannnn prooontooooooohhhhhh.
Alba clavó sus uñas en la piel de Jane mientras el placer la poseía en un violento orgasmo, la mano de Jane se quedó totalmente mojada por los fluidos de su amante europea, mientras Alba cogía aliento con sus labios rojos abiertos y su pecho subiendo y bajando, Jane le abrió las piernas y empezó a lamer esa rica miel que Alba produjo para ella, la cual respondió acariciando los cabellos de Gainsborough.
-dios, ni siquiera mi marido me lo chupa tan bien – jadeaba Alba.
-eres deliciosa gacela mía, pienso saborearte toda la noche.
La lengua de Jane se hundía más y más en el ardiente interior de Alba que se mordía los labios para aguantar el placer.
Cuando Jane terminó con las mieles de Alba, ella la tumbó al suelo cogiéndola por sorpresa y mirándola con deseo.
Cielos, la gacela se ha convertido en leona, pensó Jane.
Alba abrió los oscuros labios vaginales de Jane, mostrando un interior rosado, hermoso, un interior que besó, chupó, hundió su lengua.
El calor aumentaba en la habitación.
El sudor brillaba a la luz de las velas, el sudor de Jane, que sentía como el orgasmo le llegaba, se agarró a la piel de león mientras gritaba de gozo ante los lengüetazos de Alba.
Las dos chicas se miraron, sus cuerpos brillaban por el sudor.
-eres preciosa – dijo Alba.
-tu también – respondió Jane.
Ambas se besaron otra vez, sus pechos se frotaron entre si y sus piernas acariciaban sus conchas, la leche de los pechos de Alba mojaba los pechos de Jane.
Sus conchas se juntaron, se frotaron como si se besaran entre si, con ganas, con pasión mientras ambas féminas se acariciaban amorosamente la cara.
Sus cuerpos brillaron por el sudor a la luz de las velas, sus frotes fueron más rápidos, hasta que ambas gritaron de gozo, abrazándose con fuerza, clavando sus uñas, produciendo heridas que manaban sangre.
-siento a Shango entrar en mi, ¿tu querer recibir Shango dentro tu?
-y-yo, estoy casada – dijo Alba.
-Shango ser un dios, ser gran honor sentir su lanza – susurró Jane.
-yo….
-tu confiar mi.
Alba se relajó, cerró sus ojos y abrió levemente sus piernas.
Jane agarró de detrás del ídolo una replica de un pene hecho en madera, apuntó a la entrepierna de Alba y lentamente la hundió.
Alba temblaba, pero Jane le susurraba amorosas palabras en zulú, poco a poco el falo de madera se hundía completamente dentro de Alba, Jane, empezó a mover el falo.
-¿sentir a Shango? ¿Sentir gran guerrero y dios de los truenos?
-ah, ah, si, le siento.
-¿sentir su gran lanza hundirse dentro tu?
-si, me llena ah ah ah.
Jane movió rápido el falo, haciendo un mete saca más rápido.
-el gustarte, el gozar mucho con tu carne, va a sembrar, va a sembrar dentro tuya – decía Jane excitada.
Alba gritó en un violento orgasmo y cayó agotada.
Jane contempló el cuerpo de la madre, jadeando, respirando, sudado, con un falo de madera metido y con sus pechos manchados de su propia leche.
Excitada, fue por la cámara de fotos.
Alba despertó de su sueño, tenia atados diamantes en sus pezones, un anillo con un diamante enorme y sus pendientes también eran de diamantes.
-¿tu gustar regalo mío? – preguntaba Jane.
-s-son preciosos, yo, no puedo aceptarlos.
-son tuyos oluku mi, póntelos cada vez que tu querer recordarme, yo permitirme libertad de llevarme ropa interior tuya – decía Jane.
-qu-quedatela, si eso te hace recordarme – decía Alba.
-ver sol nacer ¿tu venir a ver? – preguntaba Jane.
Alba aceptó, miraron por la ventana, contemplando el amanecer mientras se abrazaban amorosamente.
-esta noche, yo irme viaje a mío país, ¿venir tu despedirme mi en aeropuerto? – decía Jane.
Alba la miró, no con ternura, sino sorprendida, habían compartido un momento tan íntimo.
-tu mirarme raro ¿acaso tu corazón me perteneces? – decía Gainsborough.
Alba miró avergonzada a otro lado, estaba casada, tenia hijos y…
Le había puesto los cuernos a su marido.
Empezó a llorar, se sentía una traidora, las amorosas manos de Gainsborough la acariciaron.
-¿Por qué llorar? oluku mi.
-estoy casada y acabo de ponerle los cuernos a mi marido – decía Alba llorando.
-¿tu cazar ñu y ponerle sus cuernos a tu marido? – bromeó Jane.
Alba estalló en carcajadas, aquello le pareció gracioso, pero no podía mirar a Jane.
-¿tu marido? ¿Guapo? – preguntó Jane.
Nuevas lágrimas asomaron en los ojos de Alba.
-si.
-¿poder atarlo para nosotras jugar con el? – preguntó Jane de forma picara.
La imagen de su marido atado penetrando a Jane mientras Alba lamia la concha invadida por la carne de su marido la excitaron de sobremanera, ¿o era que su marido la sodomizaba mientras Jane usaba el falo de madera en su concha y le chupaba sus pechos? Sea lo que sea, se llevó la mano a su mojada entrepierna.
-yo…
-el servirnos desnudo desayuno en cama ¿o desayunarnos a el?
Alba imaginaba a su marido en la cama desnudo mientras ella y Gainsborough pasaban sus lenguas sobre su torso.
Verla excitarse hizo sonreír a Jane.
-debería irme, gracias por los regalos – decía Alba.
-mi darte gracias por ofrecer tu placer a Shango, ahora mío dios bendice mi.
Alba la abrazó, pero Jane la besó, con intensa pasión, apretando sus senos a los de ella.
Las horas siguientes, Alba se sentía rara, en el trabajo de su bufete de abogados se sentía, desamparada.
Echaba de menos ese olor, ese calor, esas miradas que la desnudaban.
Tras terminar el trabajo, se fue a ver a Jane al hotel, sus guardaespaldas la miraron, era una mirada cómplice, la dejaron pasar.
Pero al entrar en su habitación, vio algo que la enmudeció, diez hombres rodeaban a una arrodillada y desnuda Jane que esperaba con los ojos cerrados, diez hombres que se masturbaban sobre ella, uno a uno eyaculaba sobre su negra piel, todo ante la mirada de Alba.
Cuando el último descargó sobre la cara de Gainsborough y se retiró, Jane recitó unas palabras en zulú.
Los ojos de la africana se posaron en Alba, se levantó, a medida que caminaba, gotas de semen se desprendían de su cuerpo.
-mi no esperarte tan pronto, mi disculparme, ritual para tener buen viaje.
Alba no dijo nada, solo le lamió una gota de semen que recorría sus labios, empezó a lamerle su cara, sus hombros, sus pechos, sus manos se deslizaban por las caderas de ébano mientras seguía limpiando de fluido blanco su piel negra.
A medida que bajaba, Alba se arrodillaba, lamiendo sus caderas, su concha, sus piernas, hasta llegar a sus pies, Jane, levantó a Alba y la besó con ganas, sus cuerpos se abrazaron con ganas, Alba mordisqueaba la oscura piel de Gainsborough.
-siii, leona mía, yo ser tu mamba negra – decía Jane excitada.
Los pechos de Gainsborough acariciaban la blanca piel de Alba, notando ese suave y hermoso tacto.
En ese momento, Jane sacó su machete y empezó a cortar el vestido de Alba, una vez cortado, se lo arrancó con violencia haciendo que Alba cayera de rodillas, su rostro estaba frente a la concha de Jane, tan al alcance.
Los labios de Alba besaron la concha de Gainsborough y sus dedos abrieron la flor de ébano.
-seguro que tu ser más guapa con pelo corto ¿te lo corto?
-¿ahora? – dijo Alba apenada por tener que dejar este momento intimo.
-si, tu chupar mientras corto, sigue lamiendo mi coño – decía Jane con una sonrisa.
Alba prosiguió, Gainsborough le agarró los cabellos y lentamente con su filoso machete, le cortó su larga cabellera, sus largos, hermosos y sedosos cabellos estaban en su mano, se los puso en la nariz y los olió con fuerza, que dulce olor tenían, dejó escapar un jadeo ya que Alba le mordisqueaba el clítoris y había introducido sus dedos dentro de ella.
-si, tu seguir, leona, tu come mi, tu mamba negra, ohhhhh.
Apretó los cabellos que tenía en su mano y empujó la cabeza de Alba lo más dentro de su concha posible, luego la empujó al suelo.
Alba le pareció muy brusca, pero vio la diabólica sonrisa de Gainsborough, el miedo recorrió su cuerpo.
Jane miraba a Alba como una gacela, una deliciosa gacela, asustada, temblorosa, jugosa, levantó su machete y descargó el golpe.
Ya la racista no me visitara más, se ha confirmado su embarazo, a partir de ahora solo tendría que chupar a sus clientes hasta que diese a luz, cada día pasaban al menos cien personas de raza negra, se notaba que era la atracción principal de este infierno, cada noche me despertaban los lloros de la chica.
En cuanto a Jazmín, cuanto pasaba por mi celda, se ponía sus manos en su vientre y me miraba en una mezcla de miedo y amor ¿estará embarazada?
Alba vio horrorizada como su falda se había cortado por el machetazo, Gainsborough, loca de excitación, le arrancó la falda y las bragas, la miró, tan hermosa, con ese sudor nervioso, esos pechos con esa dulce lechita.
Su boca empezó a succionar esos pechos con fuerza.
El miedo y el placer se mezclaron en el cuerpo de Alba, sentía como los dientes de Jane le apretaban los pechos, sacando la leche que tenia para sus hijos, como sus manos la inmovilizaban, como el calor de Gainsborough la invadía.
En ese momento vio el anillo de bodas, recordaba su boda, habían prometido ser fieles, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separase.
Ella había incumplido esa promesa
Apartó a Jane con fuerza, Gainsborough no se explicaba eso, Alba con tristeza le enseñó el anillo, Pero Jane se lo quitó y le susurró al oído.
-esta noche me perteneces.
Le besó en los labios con pasión, Alba intentó apartarla, pero Jane no era una mujer ahora, era una bestia salvaje que quería devorarla, sacarle cada jadeo de esos labios tan rojos como la sangre.
Cogió su machete y le dijo a Alba que chupara el mango.
-chupar como chupas tu marido – decía Jane.
Ella lo entendió, se llevó el mango a su boca y empezó a chupar, mientras Gainsborough la abrió de piernas y empezó a lamer su concha mientras introducía un dedo en su culo.
Alba dio un respingo al notar el dedo en su ano, pero no protestó, notó como Jane lo movía dentro de ella, metiendo luego otro y otro.
El sabor de Alba era dulce como la miel, su hermosa flor, rosada, húmeda, dulce, cálida.
Gainsborough saboreaba esa flor prohibida con ganas.
-aaah, p-para, m-m-me voy a correeeeeerrrr.
El cuerpo de Alba se convulsionó en un explosivo orgasmo.
Ya esta preparada, pensó Jane.
Cogió su machete y apuntó con su mango la entrada de Alba, hundiéndolo de golpe.
Alba notaba como se le llenaba su útero, como la invadía, pero más la turbaron las palabras de Jane.
-si yo ser hombre, secuestrarte, amarte durante días enteros y sembrar en tu, seguir sembrándote mientras hijo crece en ti, seguir sembrándote después de parir, tu ser mía.
Alba abrazó a Gainsborough, se la imaginaba como un hombre, follandola con ganas, terminando dentro de ella, sentir su semen salir de su útero y recorrer sus piernas mientras se la limpiaba con la boca, pero, la miró en los ojos y le susurró entre jadeos.
-eres perfecta así, pero desearía un hijo tuyo.
Gainsborough se relajó un momento, miró sorprendida sus ojos, acercó sus labios y la besó con pasión, su pechos se juntaron con los de Alba y sacó el machete de dentro de ella para poder frotar su clítoris con el suyo, se abrazaron amorosamente, con fuerza, con pasión.
Como dos bestias enloquecidas.
-aahh sigue moviéndote así amor mío – decía Alba.
Jane cogió los cabellos cortados de Alba y frotó con ellos su concha mientras le mordía los pechos.
-aaaaaahhh sigue amor mío, me voy a correr.
Y así fue, frotó con más ganas con fuerza, hasta que de nuevo la espalda de Alba se arqueó con violencia en un nuevo y violento orgasmo.
Alba estaba agotada, pero Jane la miró extrañada, notaba que algo en ella crecía.
¿Amor?
Le entregó su machete a Alba y le susurró.
-penétrame.
Gainsborough se colocó a cuatro patas, una postura humillante para ella, pero, de algún modo, quería que Alba fuera la única que la viese así.
Alba dudaba ¿le haría daño? ¿Si le rompe algo?
-amor, por favor – dijo Jane suplicante.
Lentamente, introdujo el mango del machete dentro de Gainsborough, la cual, lo recibió nerviosa, lentamente Alba lo movió dentro de ella.
-si amor, ser tuya, mete mete, ah, ah.
Mientras la mano que sostenía el machete lo movió más deprisa, otra mano acariciaba los pechos de ébano de la africana, unos pechos que se movían a los envistes del machete.
-¿me querrías si fuese hombre? – preguntó alba.
-tu ser perfecta como eres, pero desearía que sembrases en mi, desearía tu fruto en mi – dijo Gainsborough entre jadeos.
-¿quieres casarte conmigo? – preguntó Alba.
Jane pensó que esas palabras detonaron algo dentro de ella, sintió más placer que nunca, hasta que gritó, gritó como nunca había hecho, haciendo que cayera agotada.
Los ojos de Jane se abrieron, Alba estaba a su lado, acariciando sus cabellos.
-¿Cuánto tiempo he dormido? – dijo Jane en ingles.
- dos horas – dijo Alba acariciando los cabellos de Gainsborough.
-estoy triste, no solo porque me he de marchar, sino porque nunca podemos estar juntas – dijo Jane.
-me divorciare, traeré a mis hijos y viviremos…
-no, no lo entiendes, vengo de los bajos fondos de Zimbabwe, mi nombre hace temblar a los señores de la guerra y tengo a tu marido en mi poder, lo secuestre para un par de asuntos y un ritual que me diese energía.
Alba espantada, le preguntó si su marido estaba bien.
-le obligo a follar, no solo a mujeres sino a hombres, pero di una palabra tuya y lo liberare.
-si, déjalo libre – dijo Alba esperanzada.
-hay un precio – dijo Gainsborough.
Se acercó al oído de Alba y le dijo.
-un día, puede que no muy lejano, la ciencia encontrara la manera de fertilizar tus óvulos con mi genoma, cuando eso pase, te enviare joyas y perfumes, tu te quedaras sola en casa, te darás un largo y cálido baño, te perfumaras, solo te vestirás con las joyas y me esperaras, cuando llegue, te hare el amor apasionadamente, cuando terminemos, te llevare al centro para que te fertilicen.
Lo que dijo después fue muy sensual, acariciando la mejilla de Alba.
-para que mi fruto se cultive dentro de ti.
Ambas se besaron, Jane se quedó con los cabellos de Alba y su dirección web, pero le regalo a su amante rubia su posesión más preciada.
Su machete.
-tu recuérdame – dijo Jane besando a Alba.
La madre vio como su amor se iba de su lado, directa a su país natal, dejándole un gran vacio en su corazón.