Mi viaje por Zimbabwe 4

Un hombre traiciona a Gainsborough, ese hombre pagará un precio muy alto, su hija.

Le supliqué que me lo quitara, que seria su esclavo.

Pero ella mantenía una mirada llena de rabia y soltó estas palabras

-¿quieres gozar o morir?

Llorando, me levanté, mis pasos eran lentos, carentes de vida, lo único que me hacia acelerar el paso eran las patadas de Gainsborough.

Otra vez en la arena, el hermano de aquella chica está ahí, con su collar bomba y unos auriculares que nos han puesto a los dos, teníamos que obedecer o… morir.

-¡señoras y señores! ¡Negros y… bueno!, más negros – este ultimo comentario sacó una risa colectiva – la mayoría de vosotros sabéis lo que es el Apartheid ¿no? El anterior gobierno de Sudáfrica decía que los negros somos poco menos que animales.

La gente se enfurecía ante esas palabras.

-¿de verdad creéis eso? – preguntó Gainsborough cuya única respuesta era no.

-¿de verdad un blanco puede decirnos me perteneces? – preguntó de nuevo, la gente volvió a decir no

-bueno, vamos a comprobarlo, gracias a la donación de nuestro amigo John – dijo mirando a John encadenado y con marcas de haber sufrido una paliza – vamos a comprobar quien es superior genéticamente, el blanco o el negro, no, no van a pelear, ambos gozaran de la donación de John.

Una chica vestida con el uniforme de un colegio elitista empezó a bajar a la arena, estaba colgada de sus manos en una cadena, se movía desesperadamente, como un pez en el anzuelo de una caña de pescar.

-¡noooo! ¡Mi hija noooo! – gritó John desesperado.

-la prueba es la siguiente, los contendientes tendrán que preñar a esta preciosidad, llenarla de rica leche de macho, ambos la follaran hasta que no quepa más leche dentro de ella, bueno, de Zimbabwe, con treinta centímetros de largo y cuatro de diámetro, el macho negro, el deseo de nuestras chicas, el semental de áfrica, Richaaaarrd.

El hombre de color levantó las manos y saludó con apatía mientras el público gritaba con emoción.

-en este lado, venido de Europa con veintidós centímetros de largo y seis de diámetro, el Violador de Europa, el rompecoños, ¡la gran esperanza blanca! Aaaaaalfonso.

Oí por mis auriculares la orden de que saludase al público, el cual, me abucheaba, coño, no era de extrañar, era extranjero.

-folladla o mis hienas follaran vuestros cadáveres decapitados – dijo Gainsboroug por mis auriculares.

Lentamente y dubitativos nos acercamos a la chica, la cual nos miró aterrada, Richard intentó agarrarla, pero ella se resistía como gato panza arriba, la cual, conectó una patada en el ojo de Richard que cayó adolorido, yo intenté agarrarla mientras le decía.

-tenemos explosivos en el cuello, por favor, facilítanos las cosas.

Lo único que recibí de ella fue una patada en los huevos que hizo que el público enmudeciese de dolor.

Richard intentó arrancarle la camisa, pero los dientes de esa cría encontraron uno de los dedos del pobre hombre de color que gritaba como un descosido, entonces vi que esa pequeña puta le había arrancado una uña a Richard.

-¡¿se puede saber que hacéis?!  ¡preñadla! ¡preñadla o me haré unas maracas con vuestros cráneos!

Me concentré en vencer el dolor, pero por el rabillo del ojo vi algo, John se había soltado y portaba un cristal, sus manos ensangrentadas indicaban que se había soltado de sus grilletes de forma muy dolorosa.

Intentó clavármela pero lo esquivé, preso de la rabia, se lanzó a por mi otra vez, pero nuevamente lo esquivé.

-¡ven blanquito! ¡Te daré un regalo!

Fui a la esquina donde estaba Gainsborough y cogí algo, algo de tela.

¡Un capote! ¡Me ha dado un puto capote! Pero no tenia que distraerme, el muy empreñado quería mi sangre, le esquivé dándole un capotazo inconsciente.

Oooolee – dijo el público.

Eso enfureció más a John que me lanzó el cristal, falló, intentó hacerme un placaje, pero lo esquivé dando otro capotazo.

Ooooooleee.

Mientras Richard mantenía las distancias con esa diablesa rabiosa que soltaba enérgicas patadas a diestro y siniestro, mientras yo daba capotazos a su cabreado padre para risa del público.

-¡oye! ¡Escucha! Te estas convirtiendo en un bufón, dejad de resistiros – dije a John.

-¡cállate imbécil! ¡No tocareis a mi niña!

-no tenemos otra, tenemos explosivos en el cuello, si no la preñamos, nos mataran.

-¡pues muérete maldito marica!

La palabra marica hizo que recordara mi violación, mi humillación, una enorme rabia se apodero de mi y le di un puñetazo en la cara que lo derribó, acto seguido le patee con ganas mientras el suplicaba que parase, no oía nada, ni el publico, ni las suplicas del padre, los gritos de desesperación de la chica, ni siquiera me paré cuando apareció Richard a darle patadas siguiendo las ordenes de Gaisnborough.

-¡basta! ¡Lo matareis! ¡Parad! ¡Me dejare follar! ¡Pero dejad a mi padre! – gritaba la chica entre lagrimas.

-parad imbéciles, ¡Alfonso! ¡Para o tu mujer conocerá mi machete! – dijo Gainsborough.

Entonces lo vi, me quedé espantado, el tipo ese se le habían saltado varios dientes, tenía tres costillas y una tibia rotas, escupía sangre y su ojo derecho estaba hinchado.

Que he hecho.

-¡follad a la chica! ¡Os lo habéis ganado!

Lentamente nos acercamos a la chica, esta vez no se movía.

-Alfonso, arráncale la camisa – dijo Gainsborough.

Abrí violentamente su camisa, saltando varios botones mientras Richard acariciaba las sedosas piernas envueltas en medias.

-arráncale el sujetador y muéstralo al publico.

Agarré la prenda íntima, una prenda que ocultaba unos pechos virginales, jóvenes, firmes, evitaba verla a la cara, su rostro estaba mojado en lágrimas, Richard le bajaba las bragas, muy despacio.

Con fuerza arranqué el sujetador mientras Richard enseñaba las bragas que le había arrebatado, yo hice lo mismo con los sujetadores ante el rugido lleno de excitación del publico.

Su falda fue arrancada, lo que era una niña bien, que iba a equitación, que miraba a todos por encima del hombro, fue reducido a una puta, no, una puta no, un trozo de carne.

-hagan sus apuestas, nuestros jardineros empezaran a sembrar – Decía Gainsborough con jocosidad.