Mi viaje por tilcara

Aventuras vividas en aquel hermoso lugar

MI VIAJE POR TILCARA

Cuando llegué a Tilcara, allá en el norte de nuestro hermoso país. Comencé a caminar por aquellas callecitas angostas y en bajada y en subida buscando un lugar donde pasar la noche. Debo decir que no había acordado nada de antemano.

Pregunté en varios hostales y en una casa de turismo. Nada me convencía. No buscaba nada en especial. Solo que nada me gustaba. Caminé durante toda la mañana y me detuve a descansar en la plaza. El lugar estaba repleto de artesanos. Gente que iba y venía. Muchos turistas extranjeros. El banco en el que me senté estaba en la sombra. Deje mi enorme mochila a mis pies y estiré las piernas. Respiré profundo aquel aire. Ese oxigeno me llenaba los pulmones. Estaba radiante y feliz. Me sentía muy bien.

Encendí un cigarrillo. Tragué el humo y lo largué al aire. En eso se acercó un hombre de tez oscura, como la mayoría de los habitantes de aquel lugar.

__¡Hola amigo!__ dijo aquel hombre

__¡Que tal está!__ conteste yo.

__Veo que anda recién llegado

__Acabo de llegar

__¿Y andará buscando lugar para quedarse?

__Sí, he visto varios lugares y no me gusta ninguno

__Yo tengo un lugarcito

__¿Caro?

__Claro que no…

__¿Y está muy lejos?

__No, queda por aquí cerquitita, si usted quiere

__¡Vamos!__ me puse de  pie y salí al lado de aquel hombre. Se veía culto. De espaldas un poco anchas pero sin exagerar. Cabello renegrido y un poco chuzo y la piel oscura. Caminamos por unas cortas callecitas y de repente me hizo entrar en una puerta que estaba pintada de color azul oscuro. Un patio enorme nos recibió. Había árboles y plantas.

__¡Esto es mío! Hace mucho que vivo aquí

__¿Usted es de aquí?

__Claro, siempre he vivido aquí. Le he hecho reformas al lugar pero de niño vivo aquí

__¿Y tiene familia?

__No, nunca formé nada. Siempre anduve solo. Que va a hacer se ve que no era para mi

__Quizá…

__¿Y, qué le parece? ¿Le gusta?__ yo quedé pensativo. El lugar me gustaba. Me sentía cómodo con aquel hombre

__Mi nombre es Pedro__ dijo con una sonrisa dura

__¡Ah! Y yo soy Gerónimo__ dije mientras descansaba de mi mochila. Di otro vistazo más detenidamente y decidí que me quedaría allí.

Pedro me guió hasta una amplia habitación con una cama de dos plazas. El ambiente era cálido y perfumado. Todo estaba muy limpio. El hombre me dejo solo y acomodé mis cosas con infinita paciencia. Después me tire un rato en la cama y me quedé dormido.

No se la hora que era cuando desperté pero ya era noche. Me dirigí al baño. Me pegué un baño reparador. Estuve un rato bajo el agua. Me cambié de ropa. Salí a la calle a ver que se veía. Tenía hambre. No me crucé con Pedro. La gente iba y venía. Caminé por varias calles. Y me metí finalmente en un barcito y comí algo tranquilo con un vinito tinto. Había unos músicos tocando una linda música andina. Gente que aplaudía entusiasmada y algunos hasta se animaban a bailar, aunque el lugar era pequeño. A la madrugada deje el lugar cansado y regresé a mi morada. Caí en la cama desmayado y dormí como nunca hasta las diez de la mañana.

Cuando me levanté al otro día, después de un baño salí da la habitación. Pedro regaba unas plantas verdes y perfumadas.

__¡Buen día!__ saludó cortésmente

__¿Cómo le va?

__¿Durmió bien?

__Hacía rato que no dormía tan bien

__El aire de la montaña__ dijo el hombre.

__¿Puedo tomar unos mates?__ pregunté

__Claro amigo, pasé a la cocinita ahí tiene todo.__ entré en la cocina. El agua estaba caliente. Preparé el mate y empecé a tomar alguno. Luego vino Pedro y cortó rodajas de pan y sacó un dulce casero. Mateamos un rato conversando de todo un poco. Allí le conté de un viaje sin buscar nada, solo por conocer, por andar en lugares que nunca había visitado. El me indico a algunos lugares donde no debía dejar de visitar. Yo tomé los nombres de los lugares y luego partí en busca de aquellos paisajes de colores intensos. Estuve todo el resto de la mañana y parte de la siesta recorriendo lugares extraños para mi, llenos de gentes de distintos países. Fue por esos momentos en que comencé a sentirme un poco mal. El estómago me pesaba. Algo no andaba bien. Sentí sed. Algún mareo. Lentamente fui regresando. Agitado. Me faltaba el aire. Llegué casi arrastrándome.

Entré al baño abrí el grifo y me metí bajo el agua. Me caía en el cuerpo. Fresca. Aliviándome un poco. Respiraba mejor. Igual el estómago hacía cosquillas. Me tiré en la cama. Solo con el calzoncillo puesto. Daba vueltas. Me dormí. Volví a despertar y volví a dormir. No sé que hora era, ya era noche. Estaba un poco mejor. Sentí unos golpes en la puerta.

__Sí__ dije a media voz

__Soy Pedro__ dijeron del otro lado

__Pase Pedro esta abierto__ el hombre entró. Me miró, acercándose a la cama. La luz, la poca luz, me golpeaba en el pecho. No tocaba mi cara. Todo era sombras.

__¿Qué pasa amigo, se siente mal?__ preguntándome eso me tocó la frente.

__¡Mmm, esta un poco caliente!__ el hombre se retiro y al rato volvió con una taza de humeante líquido.

__¡Tome este té!__ dijo y me acercó la taza. Me incorporé un poco. Estaba tibio. Tomé un sorbito. Era medio dulzón. Luego lo fui bebiendo en tanto Pedro me miraba y buscaba un frasco con una poción. Una vez que terminé el té. Me dijo que me recostará. Yo me sentía mucho mejor. Aliviado. El hombre colocó un poco de esa crema en sus manos. El ambiente enseguida olió a menta fresca. Mis narices se destaparon por completo.

Las manos de Pedro empezaron a frotar suavemente por mi panza. El iba y venía en círculos. Lo hacía de forma suave. Frotaba y frotaba. Volvía a poner en sus manos un poco mas de crema y volvía a frotar. Estaba muy cómodo con aquel masajista a domicilio. Sus dedos eran gruesos y de vez en cuando hacia presión en mi vientre y eso me estaba gustando. Me di cuenta que me estaba excitando y creo que Pedro también. De vez en cuando pasaron sus dedos por sobre mi verga que empezaba  a levantarse. Mi respiración se agitaba cada vez un poco más. No me había dado cuenta de que Pedro estaba arriba de la cama. Se había quitado el calzado y estaba casi recostado sobre mi.

__Me quitaré la camisa, si no te molesta__ me dijo y sin esperar respuesta se quitó la camisa. Seguía frotando mi panza, pero ahora llegaba hasta mis tetillas que estaban duras de calentura. Puse una mano sobre su pierna. El no la quitó. Comencé a acariciar su pierna. Despacio. Así fue que el llegó a mi pija y la apretó un poco por sobre la tela. Mi suspiro aumentó y tiré el cuello hacia atrás. Aprovechó y con la  mano libre pellizcó mis tetillas.

__¡Ahhhhh, Pedro!!!__ lancé yo. Casi descontrolado. Fue corriendo el canzoncillo y acarició la verga endurecida. La rozó con sus dedos gordos, tensé los músculos y gocé de esas caricias. Pedro me fue girando, el quedó detrás mío y de allí fue bajando finalmente mi ropa única. La bajo hasta cierta altura de los muslos. Atrapó mis nalgas duras. Las manoseó, las pellizcó.

__Me gusta tu trasero. Voy a entrar en el….__ me susurró al oído y de inmediato acarició mi agujero. Lo fue abriendo. Despacio fue entrando con su dedo grueso. Encremó la entrada y yo lo dejaba hacer. Lo pasó rodeando el anillo y luego fue entrando en el. No sé hasta donde entró su dedo, pero me estaba haciendo gozar increíblemente. Haciendo aquello no dejaba de apresar mi poronga y mis huevos. Me sacudía y yo me estaba moviendo en un vaivén frenético. Enterraba aquel dedo en mi ojete. Mi ano se iba abriendo cada vez un poco más. Pedro me sacudía el culo, lo abría, lo hacía gozar plenamente.

__¡Quítame el pantalón!__ me pidió Pedro. Giré mi cuerpo desnudo y tome su pantalón tipo deportivo. Apareció ante mi una descomunal víbora que alzaba su cabezota desafiante. Brillaba.

__¿Te gusta?__ preguntó Pedro.

__Sí, claro, sí…__ alcancé a balbucear antes de engullirla. Besé la cabeza. La succioné abriendo mi boca lo más posible. La saliva iba cayendo en catarata sobre aquel instrumento bello. Con mis manos la estiraba un poco más y los gemidos de aquel lugareño iba in  crescendo. Yo no tenía mucha experiencia en pijas pero aquello me encantaba. La besaba. Pasaba la lengua sobre aquel largo instrumento. Lo acicalaba y el hombre acariciaba mi cabeza y susurraba palabras incomprensibles a mi oído. Pasé a sus bolas ennegrecidas, retintas y gordas. Las chupaba con una pasión que me desencajaba por completo. Babeaba por aquellas pelotas. Con los dedos rozaba su miembro y luego me aferraba a el como si fuera un mástil. Rígido. Sin dejar que mi boca abandonara sus bolas lisas y duras. Pedro tensaba sus piernas. Con sus enormes dedos no dejaba de hurgar en mi colita  que chorreaba jugo, caliente, fogosa. Entraba un dedo, dos y hasta tres. Estaba completamente abierto. Ardiendo.

Puesto en cuatro patas, acarició mi espalda. Fue besándome hasta meter la lengua en mi agujero. Allí estuvo un rato. Lamiendo. Succionando. Metiendo su rabiosa lengua. Haciendo que yo me contorsionara como una puta desatada. Así fue que en un momento apoyó su enorme tranca en mi entrada. Empujó suave, sentí la presión. De a poco fui sintiendo como una aguja que me atravesaba el culo. Pedro empujaba. La cabezota entró en mi anillo. Yo me sacudí y me moví hacia atrás ayudando a la penetración. El hombre siguió empujando, yo sentía que me partía y me desgarraba, pero lo dejaba avanzar. Apretaba con mis manos las sábanas, sentía como su enorme tranca se abría paso en mi. Pedro gemía caliente. El dolor iba cediendo. La calentura podía más. Las manos del hombre aferradas a mi cadera me atraían hacia el y eso hacía que entrara mas y mas en mi.

__¡Ohhhh, que lindo agujero tienes, ahhhh, ahhh!!!__ decía Pedro mordiendo mi oreja. Yo sacaba aún más la cola y sus bolas golpeaban en mis nalgas. El iba y venía dentro mío. Resoplaba y gozaba. El sudor lentamente nos invadía. Pedro me tomó por los hombros. Despacio fue incorporándose, sin sacarme su poronga y ayudado por mi me sentó sobre el. Mi pija fue tomada por el hombre y me la masajeaba. Estaba a punto de estallar. Apretaba mis huevos, en tanto su cipote entraba y salía de mi como un enorme pistón. Bombeando. Bombeando. Sacudiéndome como una rama en el viento.

Me mordía el cuello. Lo besaba. Dejaba marcas en mi piel. Apretaba mis tetillas. Las sobaba con cierta ternura. Yo cabalgaba encantado en aquella verga que abría mi culo. Aquella herramienta me llenaba. Inundaba mi canal. Yo tocaba de vez en cuando las bolas de Pedro. Me detenía en ellas. Jugaba. El hombre gruñía. Me abrazaba. Rodeándome con sus brazos. Atrapándome como un muñeco de trapo. Sentía su pija ensancharse cada vez más. Aullidos ahogados. Yo levantaba mis nalgas. La cabeza del fierro salía de mi. Pero luego volvía a entrar ya con mi ano totalmente abierto a esa verga endemoniada. Así repetimos varias veces.

Me di un giro, quedando de frente a aquel amante furioso. Pedro se incorporó un poco y alcanzó mi boca. Su lengua entró a fondo. Nos besamos con una pasión indescriptible. Calientes. Ardiendo. Su poronga seguía bombeando y mi leche comenzó a salir rociando el cuerpo de Pedro. Me vacié sobre el. El ayudó tomando mi pija y sacudiéndola hasta que no quedó una gota en mi. Seguía dura. Pedro seguía acariciando mi vara. Con los dedos pegajosos de aquel néctar blancuzco. Nuestras bocas no se separaban. Las lenguas entrelazadas bailaban sin descanso. Sentía su porongón palpitar dentro de mi y ensancharse cada vez mas. Pedro se agitaba. Apuró sus movimientos y se descargó en mi. Sentía un torrente invadiendo todo mi ser. Lo cabalgué mucho más. Los gritos del hombre estremecían la habitación y no paraba de largar leche.

__¡¡Ahhh querido, como me has hecho gozar, ahhhh, cariño, eres tan lindo, ohhhh!!!__ exclamó aquel hombre que caía hacia un costado sin sacar aún su espada de mi interior. Me incliné sin salir y besaba el cuello y los labios de Pedro. El hombre estaba agitado pero sonreía feliz. Mi culo sentía como aún palpitaba aquel fierro al rojo que seguía duro dentro de mi. Las gotas chorreaban escapando del estuche. Los dos estábamos enchastrados de semen y sudor. Me movía despacio. El estaba muy quieto. Sus músculos se tensaban de vez en cuando como recibiendo pequeñas descargas eléctricas. Sus brazos caían al costado. Casi sin ánimo de alzarse.

__¡¡Ahhh, tu culito es tan apretado, ohhhh!!

__¡Me gusta como me has cogido!

__Dame un respiro

__¡Pero aún está duro!

__¿Sabes cuantos años tengo?

__¡No!

__69, ¿Puedes creer?__ la verdad es que no lo podía creer. Luego me contó que su alimentación era muy controlada y sana. Las hierbas que tomaba, le permitían lograr erecciones largas y duraderas como ahora. Al margen de que su temperamento era muy caliente. Mientras me contaba esto yo había salido de la montura y estaba acostado a su lado . Jugaba con su poronga que no caía. Intercambiábamos caricias y besos de lengua. Fui bajando y alcancé su verga. La metí en mi boca. La apretaba sacudiéndola en forma veloz. Me detenía. Volvía a arrancar. Pedro se retorcía de un lado a otro. Yo lo pajeaba en tanto chupaba aquel helado sabroso. La rigidez de la pija era increíble. Había que gozarla sin perder tiempo. Besaba sus bolas. Lamía la piel de aquellas pelotas de un sabor salado exquisito. Está vez fui más profundo y abriendo sus nalgas besé su anillo negro. Lo fui abriendo con mi lengua perversa. Se fue humedeciendo, con mis manos apretaba su larga y poderosa vergota. Mi lengua rodeaba el redondel, chupaba. Pedro se contorsionaba como si sufriera una convulsión. Un dedo mío penetro su carne. Se revolvió gustoso. Hundió en un movimiento mi dedo a lo más profundo. Mi verga ya crecía. Seguía con mi boca hurgando su culito. Atravesé con otro dedo aquel agujero. El se untó con crema. Seguí lamiendo y mezclando saliva con crema gusto a menta. Su culo se fue dilatando.

__¡Anda ya, entra en mi, ahhh, entra ya!!__ diciendo esto me acomodé con mi verga a la entrada de Pedro. La cabeza se apoyó en la entrada afiebrada. Empujé. El se movió hacia atrás. Lo clavé despacio. Empecé a bombear. Entré a fondo con mi pija. No soltaba por otro lado la enorme espada de Pedro. Apuraba mis embestidas. Mis bolas golpeaban en aquellas nalgas expertas en moverse. Le daba  casi de costado. No soltaba el mástil de aquel amante. Iba y venía dentro de Pedro. De vez en cuando apretaba las nalgas aún firmes de aquel hombre maduro.

Luego levante sus piernas por sobre mis hombros y volví a adentrarme en aquel túnel de sexo. Pedro gemía y se masturbaba. Yo quitaba sus manos y lo hacía yo. Nuestras bocas jugaban un rato. Mis movimientos se fueron acrecentando. Mi calentura se fue acelerando. Mi leche se soltó bañando las entrañas de Pedro que recibía mi líquido con beneplácito y pasión. Me abrazaba y me entrelazaba con sus piernas aguerridas. Me vacié completamente en el.

Nuestros besos eran fogosos. Rojos. Yo sentía como su herramienta me chocaba. Golpeaba mi panza. Dura. Alzada. Me volví a llegar a ella. Mi boca la besó. Unas cuantas lamidas y el hombre empezó a derramar dentro de mi boca que hacía esfuerzos por tomar todo. Borbotones de semen escapaban por las comisuras de la boca que se esmeraba por no soltar tan rico bocado. Pedro acariciaba mi cabeza. En tanto yo seguía comiendo su hermosa tranca. Que permanecía rígida. Que permanecía estoica. Agradecí aquella bendición. Evidentemente el hombre tenía su cuestión. El tenía el control. Me estremecía pensar que prontamente tendría nuevamente en mi aquella verga generosa. Tendría dentro  mío esa erecta espada del deseo.

Con mucha ternura Pedro me levantó y me llevó hasta su pecho. Allí reposé mi cabeza. Le daba besitos a su ancho pecho peludo. Mientras el pasaba sus dedos por mi cara y mis labios, por mi espalda, por mis nalgas deseosas y jugosas. En tanto yo con mi mano tocaba la vara gruesa y dura de Pedro.

El llevó sus dedos hasta mi anillo. Escarbó y encontró la abertura rápidamente. Nuestras bocas se pegaron otra vez. En tanto el me clavaba sus dedos. Entraba en mi. Así estuvimos un rato. El nuevamente puso cremita en sus dedos y me los hundió sin miramientos. Me masajeó un momento y luego fui queriendo enterrar su pija en mi. El me acomodó de costado. Entró en mi. Su verga se clavó profundamente . Yo empecé a ir y venir. A rozar su verga. Mi culo lo cogía. Yo apretaba mi cola alrededor de aquella majestuosa serpiente que me conmovía. Pedro apretaba mi cuerpo. Lo estrechaba. Manoseaba mis piernas. Mis brazos. Mi verga que trataba de erguirse. Amasaba suavemente mis testículos casi desinflados.

Recuerdo que seguimos cogiendo. Estuvimos días sin ver la luz del sol. Me quedé más de un mes y recuerdo que lo hicimos entre unas rocas en la montaña. Una noche en una callecita oscura. En una cascada. Entre los árboles de una plaza en medio de la madrugada.

Ese fue mi viaje por Tilcara. Recuerdo haberla pasado muy bien. Al año siguiente volví pero Pedro ya no estaba, pero esa es otra historia.-