Mi viaje erótico al pasado

Yo tenia 29 años, había salido de lo que ahora veo como una época oscura en mi vida, pero ¿cómo sabrás que eres rico si no sabes que hay pobreza? Por esa razón, descubría mi plenitud como mujer, pero faltaba encontrar algo que ni siquiera sabía que buscaba.

Hace poco alguien me preguntaba: si pudieras elegir un año que quisieras volver a vivir, ¿cual seria? Sin duda, elegiría aquel 2007.

Yo tenia 29 años, había salido de lo que ahora veo como una época oscura en mi vida, pero ¿cómo sabrás que eres rico si no sabes que hay pobreza? Por esa razón, descubría mi plenitud como mujer, pero faltaba encontrar algo que ni siquiera sabía que buscaba.

Nunca me he considerado una mujer muy bella y nunca he estado tan buena, pero por alguna razón siempre he llamado demasiado la atención. Así, con 29 años, 1.65 de estatura (y más con tacones), morena, cabello negro y largo y un cuerpo atractivo, vivía sin compromisos.

-1-

Fue una noche de enero, un regalo de Día de Reyes, en la que caminando por la calle un auto se detuvo a mi lado; iba yo a pasar de largo pues nunca faltaba algún tipo que quisiera presentarse sin ser requerido, pero me permití voltear… que imagen… me sentí atrapada por una sonrisa que contenía una mezcla de dulzura y sensualidad en unos labios carnosos y esos dientes blancos.

El pretexto para llamar mi atención funcionó, resultó haber sido compañero de gimnasio hacía como 15 años, realmente  yo no lo recordaba, pero me comentó referencias indudables.

Paso seguido bajó del auto…que hombre…mas o menos de mi edad, tal vez 1.80 de estatura, delgado pero fuerte, cabello largo y rizado atado hacia atrás (una de mis debilidades) y enfundado en un overol de mecánico. Todo el conjunto era una invitación difícil de resistir.

Fue cuestión de tiempo, algunas citas informales, pláticas acompañadas de cerveza y la tensión cada vez más palpable. Inevitablemente nuestras pláticas llegaban a derivar en alguna referencia sexual  que resultaba excitante. Es raro, pero durante ese tiempo ni siquiera nos habíamos dado  la mano, ni un beso de saludo en la mejilla, tal vez un roce accidental de mi mano en su rodilla, breve, si, pero chispeante!

-2-

Finalmente llegó la ocasión. La salida a un antro fue la cita ideal, era domingo y el sitio era prácticamente de nosotros, acompañados de dos parejas de amigos. El estaba totalmente irresistible, con una camisa negra ajustada, cuyos botones superiores abiertos dejaban ver un torso suave y palpitante. Yo con un pantalón rosa y mi blusa negra favorita, mostrando sólo un poco de mis mejores atributos, definitivamente ¡vestía para matar!

Comenzó la música y nosotros a bailar, ya me había comentado de su gusto por la música, pero al verlo bailar… wow! Que manera de moverse, con un ritmo preciso, cadencioso y absolutamente sexy. Sus caderas seguían un ritmo delicioso, quedé impresionada.

Melodía tras melodía la distancia corporal entre nosotros iba desapareciendo; por alguna razón entre la euforia del ambiente y el sabor de las cervezas no pude resistir a tocarle el trasero! Yo misma me sorprendí de mi atrevimiento, pero a esas alturas no había marcha atrás, ¡tenía que tocarlo, sentirlo cerca! Y la música era perfecta.

Un buen trago de tequila fue el punto de partida para que él perdiera toda mesura, seguimos bailando y sus acercamientos ya eran totalmente francos. Se aproximaba, podía sentir sus caderas rozando con las mías, en algún momento también tocó mi trasero y me encantó.

Tomamos un descanso y fuimos a sentarnos, la música y las cervezas seguían corriendo. De repente él se colocó frente a mí y comenzó a bailar. Ahí estaba, moviendo sus caderas a la altura de mi cara, podía adivinar lo bien equipado que estaba y parecía presumirlo. Por un momento me pareció que sólo estábamos él y yo, desabotonándose la camisa se movía sensualmente, mirándome fijamente y sonriendo con la seguridad de un hombre que se sabía capaz de complacerme.

Los gritos de los amigos nos hicieron salir del ensueño, dándome cuenta de que mis manos ya estaban apretándole las nalgas, él montado sobre mí con su cara muy cerca de la mía. Era demasiado para estar en público, así que nos recompusimos tratando de seguir como si nada pasara.

Las cervezas habían hecho ya lo suyo, y por consecuencia quise ir al sanitario, obviamente se ofreció a acompañarme. Fue lo que faltaba… la oscuridad de la entrada a los servicios fue cómplice, me recargó contra la pared apretándome las nalgas y atacando mi boca, nada lo detenía; podía sentir su erección restregándose en mi vientre, sentía su lengua en mi boca, sus manos que ahora exploraban mis senos, todo su cuerpo caliente apretándose contra el mío. Yo no estaba inmóvil, mis manos recorrían su espalda, sus brazos fuertes y correspondía con la misma pasión y calentura que en él sentía, empujando a la vez mis caderas hacia él para sentirlo más si se podía.

Entonces entendí porqué antes no nos habíamos tocado, si lo hubiéremos hecho no habíamos parado.

Nuestro primer beso no tuvo timidez, ni ternura, ni inseguridad, al contrario, fue totalmente fuerte, sin contemplaciones, descarado, entregado… debí ser muy fuerte para contener la avalancha, después de todo estábamos en un sitio público y los amigos y encargados del lugar no tenían porque ver esa calidad de espectáculo.

Tuve que ir al sanitario soltándome de su abrazo con mucha fuerza de voluntad. Pero la suerte estaba echada, salimos del lugar para llevarme a mi casa, y claro, no me dejaría tan fácilmente.

Manejó hacia un sitio solitario detrás de su casa, y apenas detuvo el auto nos fuimos el uno sobre del otro. Ahí ya no había límites, reclinó mi asiento quedando prácticamente acostada y él sobre mi sin dejar de besarme y manosearme. Lo sentía de lo más caliente, su verga dura luchaba por salir y mi sexo estaba más que húmedo. A este punto ya me había sacado los senos de la blusa y me los chupaba, lamía y apretaba haciéndome sentir al borde del orgasmo.

En ocasiones la cosas de conjuntan de tal manera que toman su propio ritmo. Mis días no eran los óptimos para una sesión de sexo completa y cómoda, así que sin desearlo realmente tuve que detenerlo, quedándome con una calentura que no me podía creer.

-3-

Al día siguiente nos vimos otra vez, de alguna manera formalizamos la relación en un parque. En los días siguientes los besos y toqueteos apasionados fueron subiendo de tono.

Recuerdo la primera vez que vi su sexo… mmmhh!!  Se me antojó tanto, al tocarlo estaba totalmente duro, pero suave al tacto, grueso, largo… deseaba sentirlo en mi boca. Estábamos en el cuarto de un amigo con un colchón en el piso, él de rodillas en la orilla y yo frente a el bajando despacio besándolo, hasta llegar a ese punto tan apetecible.

Lo rocé con mis labios sintiendo su calor tremendo, no podría describir ese sabor, sólo sé que me gustó… demasiado. Di mi mejor esfuerzo por hacerle una mamada memorable, metiéndolo y sacándolo de mi boca cada vez con mayor intensidad. Irónicamente me daba un poco de timidez que viera mi cara al hacerlo, pero él encontró la manera de acomodarse para verme. Pareció que sus ojos no lo creían, y estoy segura que le encantó verme así, con su verga en mi boca y chupándola como si en ello se me fuera la vida. Estaba aturdida, la calentura nublaba mi juicio, no recuerdo cómo, pero otra vez debimos detenernos.

-4-

Ya no podía pasar más tiempo, días después con el pretexto de descansar compró unas cervezas y enfilamos hacia un hotel. Creo que sólo tomamos un poco, no necesitábamos más, sobre la cama comenzamos a tocarnos, a explorarnos, ya sin prisas, pero con toda la pasión acumulada al tope.

Me besaba con un deseo que no había sentido, quitándonos la ropa sin prisa pero sin pausa. Y fue ahí, en ese justo momento que supe que aquello que iniciaba no se podía comparar con nada que hubiere conocido antes.

Descubrí en el a un hombre capaz de entregarse sin reservas, sin poses, sólo obedeciendo a sus sensaciones y totalmente receptivo y vulnerable a mis caricias. Tal vez suene raro, pero su manera de sentir y expresar su placer no la había visto antes y todo lo que me estaba ofreciendo me hizo sentir por primera vez completa. Pero no sólo eso, su forma de tocarme, su fuerza, salvajismo y deseo de satisfacerme terminaron por desarmar mis defensas.

En un momento me encontré frente al espejo de aquel cuarto de hotel gimiendo como una perra, gritándole que me cogiera más y él detrás penetrándome con fuerza, queriendo llegarme al alma. Esa imagen me resultó desconocida al momento, era la de una mujer que se revelaba completamente y podía sentir, gemir, pedir más sexo sin tapujos, dejando atrás prejuicios y límites autoimpuestos. Me reconocí, esa era yo, la real, la protagonista de mis más locas fantasías; la gran diferencia: él ahora tenía un rostro, un cuerpo y una personalidad que se acoplaban perfectamente a mí. Y lo mejor es que esta vez era real.

Tan real como la tremenda calentura que escurría de mi sexo inflamado y ardiente, tan real como esa verga perfecta taladrándome, como sus manos aferrándose a mis pezones endurecidos de la excitación, tan real como sus mordidas en mi piel, como su lengua hurgando en sitios que sólo habían sido míos.

Ahí estábamos, mezclando nuestros fluidos, gemidos y miradas a través del espejo, yo pidiendo más y él complaciéndome con orgasmos deliciosos de clímax constantes. Su voz repitiéndome “ya Laura” fue mi máximo reconocimiento; esas dos palabras resumían a la perfección todo lo que él sentía, fue lo más cachondo que había escuchado jamás y no por su simple significado; fue esa voz ronca, casi un gemido saliendo desde la fibra más sensible de su cuerpo, anunciándome que alcanzaba la cúspide del placer por mi y para mi.

¿Que por qué elegiría 2007 como un año digno de volver a vivirse? Porque desde ese año me siento una mujer completa, porque lo que comenzó entonces hoy sigue dando para más historias de sexo inigualable, pero sobre todo porque me enamoré.