Mi verdad
Esto mas que un relato es una reflexión, una experiencia y unos consejos de cómo vale la pena vivir la vida.
Mi verdad
Esto mas que un relato es una reflexión, una experiencia y unos consejos de cómo vale la pena vivir la vida.
Como fue el devenir de mi vida, ahora me pongo a meditarlo. Que en mi juventud ya hubiera tenido relaciones sexuales con hombres, no me hizo pensar en cual era mi verdadera vocación. Por eso cuando me casé a los 25 años, lo hice enamorado de la que sería mi esposa y convencido de que para nada me interesaría estar con un hombre. Si ahora tenía en mi habitación todos los días de la semana a una mujer hermosa que amaba, que razones podían llevarme a ir a buscar un hombre. Y en esta voluntad pasaron varios años de mi vida y de nuestro matrimonio nació nuestra hija, que adoro.
Pero a los tres o cuatro años comenzó a desatarse en mi una gran contradicción, el matrimonio me ahogaba, comencé a sentirme como un preso y aunque el hogar me llenaba de cosas muy hermosas me faltaba algo. Me dedicaba exclusivamente a hacer el sexo con la que era mi esposa.
Pero un día, ocurrió algo inesperado. Mi esposa se fue a casa de sus padres y yo me fui al cine. Tomé un autobús que me llevaba al centro de la ciudad, estaba bastante lleno y un rostro de hombre atrajo mi mirada. Disimulé y cambie la vista de lugar, pero de nuevo algún magnetismo me llevaba a volver a mirar aquel rostro de hombre moreno y con una barba cerrada y bien rasurada. Parece que el sintió la presión de que lo estaban mirando y me sorprendiómirándolo, yo de nuevo cambie la vista y cuando de nuevo volví a mirarlo, volví a ser sorprendido y así de una forma increíble, sin mediar una palabra entre aquel hombre y yo había una identificación.
Cuando bajamos del autobús, cruzamos una calle y en una esquina del Parque Central de la Habana me detuve a comprar un periódico y él hizo lo mismo y ahí fue que entablamos conversación. El me dijo que se llamaba Jorge y yo le mentí y le dije que también me llamaba así. El iba para su escuela nocturna y quedamos en vernos a las once de la noche en la parada del ómnibus que nos llevaba a nuestras casas. Yo entré en el cine y esperé a que fuera la hora y cuando salí estaba cayendo un aguacero de tres pares de cojones. Llegué a la parada y estaba un autobús recogiendo pasajeros y Jorge me estaba esperando, como que regañándome me dijo que ya había perdido dos autobuses esperándome y que por poco perdía el tercero.
Subimos y sentí su mano en mi espalda, como el que está protegiendo a su compañero. Viajamos de pie, conversamos muy poco en el trayecto, cuando me acercaba a mi casa le dije que ya yo terminaba mi recorrido y fue en ese momento cuando me invito a que siguiera con él hasta la suya. Mi cuerpo empezó a dar unos temblores, sentía escalofríos y de verdad que lo único que deseaba que aquel autobús acabara de hacer las cuatro paradas que había entre mi casa y la de él.
Llegamos a su parada, nos bajamos, cruzamos a la acera del frente, caminamos unos metros, entramos por un largo pasillo y al final estaba su casa. Nos sentamos en el salón, dejamos la puerta abierta pues a esa hora de la noche no había nadie cerca y por primera vez estábamos solos Jorge y yo.
Entre mi nerviosismo y mi falta de experiencia, pues aún no sabía cuantas cosas pueden hacer dos hombres en el amor, nos besamos, nos abrazamos y yo estaba como anonadado, pues nunca había tenido un hombre tan cerca de mi como aquel, que además era tan masculino que me parecía mentira.
Jorge me llevó a la habitación, estuvimos retozando un poco en la cama y entonces me dijo, quítate toda la ropa y espérame en la cama desnudo que yo voy a revisar la casa. Me dejó solo por unos instantes en la cama, salió y apagó las luces del salón, revisó toda la casa y todo fue quedando un la más absoluta oscuridad. De pronto una tenue luz roja se encendió encima de la puerta de la habitación y en ese momento pude ver el cuerpo de Jorge totalmente desnudo. Aquel hombre era fantástico. Tenía su pecho velludo, pero sus hombros y su espalda estaban totalmente sin pelo. Su musculatura era atlética, sus piernas eran robusta y se fue acercando a mi poco a poco, entró en la cama en la que yo lo esperaba desnudo, me cubrió con su cuerpo y en un abrazo comenzó a darme unos besos profundos que me enloquecían mientras mis manos tocaban su espalda y la acariciaban de forma desesperada. Sentía su polla dura, grande y jugosa entre mis piernas y yo deseaba poder pegar toda mi piel a la de él. Su lengua saboreo mi cuello, mi pecho, mi vientre. Su barba me pinchaba y me hacía dar saltos, todos los nervios de mi cuerpo se estremecían. Con mi lengua saboreaba el sudor de sus hombros. Mi mente se quedaba en blanco, estaba totalmente deseando que Jorge me penetrara.
De repente se incorporó, yo sin fuerzas me quedé en la cama y él aló mis piernas hasta el borde de la cama, puso una almohada debajo de mi espalda, con un lubricante empezó a acariciarme el culo y cuando me lo tenía lubricado, la cabeza de su polla se acercó a mi ojete. Estuvimos varios segundos en esa posición, nos mirábamos, nos deseábamos intensamente y entonces sentí que sus manos fuertes sujetaban mi cintura y que su polla entraba en mi culo hasta que sus huevos acariciaban mis nalgas. Aquella tranca me puso muy nervioso, le rogaba que me la sacara, pero él me la dejó clavada hasta que poco a poco me fui acostumbrando a sentirlo dentro de mí. Nos besábamos constantemente y de pronto comenzaron sus embestidas, cada entrada y salida de la polla de Jorge me estremecía, empezó a follarme a un ritmo lento, pero desgarrante, estaba gozando mi culo, pero yo seguía protestando, cuando él me habló fuerte y con un cariño enorme me dijo: ese culo ya está dilatado, ahora no te está doliendo, lo que estás es sintiendo mi amor. Lo abracé, lo besé y entonces comenzó a embestirme a mayor ritmo, mi cuerpo temblaba, me estaba follando a presión sentí miedo y a mi solo me quedo la posibilidad de entregarme a su pasión hasta que descargó su leche en mi culo y sentí como sus músculos se relajaban y de nuevo volví a sentir las caricias tiernas de aquel hombre. Luego nos quedamos dormidos hasta el amanecer, nos levantamos tarde y él se fue para su trabajo y yo para el mío.
Ahora mi cabeza solo pensaba en Jorge y ese día al retornar a mi hogar sentí una paz y una alegría enorme, psíquicamente sentí un equilibrio emocional y el rechazo que estaba haciendo al matrimonio dejó de existir, incluso comencé a follar con mi esposa con más deseo.
Ahora estaba haciendo una doble vida muy excitante, follaba con Jorge y con mi mujer y me sentía tan alegre que llegué a pensar que en realidad yo era un hombre bisexual.
Con Jorge aprendí que hacen dos hombres enamorados. Primero aprendí a besar, a saborear su lengua en mi boca, a entregar mi lengua para que el la disfrutara. A saborear sus labios y a disfrutar del sabor de su saliva. Aprendí a mamar, a acariciar con mi lengua toda su verga, a saborear sus huevos, a succionarlos dentro de mi boca, a chupar la deliciosa cabeza de su polla, a disfrutar del sabor de sus líquidos y a enloquecer con el sabor de su leche en mi boca. Aprendí a disfrutar sus mamadas de tetas, a dejarlo disfrutar del sabor de m¡ piel. Aprendí a disfrutar de sus mamadas de culo y a desear con toda intensidad que me penetrara, que no me desesperara más. Aprendí a dejarle gozar mi culo y al final sentir que él estaba dentro de mi y yo dentro de él.
Poco a poco, me fui dando cuenta que yo no era tan bisexual como pensaba y al fin pude convencerme que cuando terminaba de follar con mi esposa disfrutaba enormemente, pero algo me faltaba, un vacío se quedaba dentro de mi. Pero cuando hacía el sexo con Jorge las cosas eran distintas, me sentía al final absolutamente lleno. Yo podía vivir sin una mujer a lado, pero no podía vivir sin un hombre en mi cama. Así fue como fui acercándome a mi verdad día a día.
Un día tuve una conversación con una amiga psicóloga, ella quizás no sepa nunca la repercusión que tuvo en mi vida sus palabras, tal vez si, pero nunca se lo pregunté, pues en realidad eso no viene al caso. Ella me decía, hablando del tema de la educación de los hijos, que a los hijos había que educarlos para que fueran felices, que eso era un deber de los padres, pero que la felicidad de los hijos es a la manera de ellos y no de nosotros. Que el deber de los padres es investigar cual el verdadero deseo de sus hijos y apoyarlos para que lo logren. Y continuaba diciéndome: yo le digo a mis hijos que hablen con el espejo, a solas y con toda sinceridad y que se pregunten que es lo que verdaderamente quieren. Y que la respuesta que se den, con toda la sinceridad posible, la conviertan contra viento y marea en la meta de sus vidas. Que tengan la confianza de que sus padres estamos para apoyarlos en esa meta, que es nuestro deber. Si quieren ser putas, nuestro deber es ayudarle a que sea la punta más grande del mundo, que si quieres ser maricón, a que seas el maricón más grande del mundo.
Y finalmente concluía diciendo: si tuviéramos siete vidas como los gatos, bien podíamos repartir vidas y sería justo, que viviéramos una vida al gusto de mamá, otra al gusto de papá, podíamos dedicarle otra al gusto de mis hermanos y tal vez otra al gusto de algunos amigos y luego, nos podíamos dedicar a vivir las tres vidas restante a nuestra manera. Pero solo tenemos una vida y por lo tanto la tenemos que vivir a nuestra manera. No es posible vivir hoy de una forma que no queremos, para mañana entonces vivir a nuestra manera, porque entonces no vivimos nuestra vida. Eso es como el escolar que toma notas en clases para luego pasar la libreta en limpio, al fin de curso no da tiempo a pasar la libreta en limpio y la historia del curso son unas notas con tachaduras que al pasar el tiempo no entendemos que quisimos escribir cuando las tomamos. Cuando vamos a escribir el Libro de la Vida, tenemos que tomar el mejor papel, con la pluma de mejor tinta y con nuestra mejor ortografía ir redactando cada párrafo, para que al final de la vida, sea un libro digno de ser leídos por lo menos, por nosotros mismos.
Estuve un par de días como fuera del mundo, aquella conversación no salía de mi cabeza y al final decidí separarme de mi esposa y prepararme para escribir el libro de mi vida y a mi manera.
Me iba a vivir con Jorge, lo había decidido, nada en el mundo me importaba. Ese día, cuando salí del trabajo me fui en la camioneta de un compañero de trabajo y al llegar a una parada Jorge estaba esperando el autobús, le indiqué que subiera, lo dejé en la parada cerca de su casa. Esa noche no fui a verlo, todavía no me atrevía a ejecutar la acción que tenía decidida y al día siguiente, cuando fui a su casa, me salió una anciana y me dijo: Jorge con su hermano se fueron para el norte, los vino a buscar la familia ayer. Eran los días de los sucesos de la Embajada del Perú en la Habana y de la salida de miles de cubanos hacia Miami por el puerto del Mariel.
Aquello fue como si me hubieran lanzado un jarro de agua fría. Entré en una tremenda depresión. Había llegado a mi verdad, pero lamentablemente tan tarde, que había perdido mi felicidad. No he vuelto a ver a Jorge Frau más nunca en mi vida. Incluso cuando 20 años después me vine a vivir a Miami, en el fondo tenía la esperanza de encontrarme con él. Más no le he visto. Tal vez incluso hoy no viva y si vive ya no se acuerde de mi o tenga hecha su vida de otra manera, tantas cosas pueden haber pasado. Por mucho tiempo sufrí, pensé que no encontraría otro hombre que cubriera el hueco que dejó en mi vida, pero la vida sigue, y aparecieron después otros grandes amores.
Hace unos meses, en la graduación de mi hija como médico, en uno de esos momentos grandes que te da la vida, conversaba con la mamá de mi hija, que siempre supo mis pasos y le explicaba que nunca la había engañado, que me casé enamorado de ella y me fui descubriendo poco a poco y como pude. Pero no estoy arrepentido de las cosas que ocurrieron y hoy estoy seguro, que por tener una hija como la que tengo, la engañaría mil veces si fuera necesario. Y ella me contestó: yo no he tenido suerte para seleccionar mi pareja, pero a la hora de buscar un padre para mi hija, tuve la mayor de las suertes y si tuviera que buscarlo de nuevo, volvería a seleccionarte.
Por eso cuando veo un hombre que practica la bisexualidad, pienso en mi y sonrío. Creo que si existe 1 y el cero, como no van a existir todas las fracciones intermedias; pero cuidado no te equivoques y no seas como yo, un homosexual en tránsito hacia su verdad y entonces te recomiendo que no pierdas tiempo, descubre tu verdad, trata de ser contigo lo más sincero que puedas para que no te pasé como a mi.