Mi verano en Londres

Me llamo Dani, tengo 21 años, y la primera vez que me lo hice con tío. Era el verano de 1998, por aquel entonces, tenía 19 años, y estaba trabajando en Londres. Aquel año había decidido dejar la carrera un tiempo y viajar, para aclarar mis ideas, conocer nuevos sitios, nueva gente, en definitiva, me fui a Inglaterra en busca de nuevas experiencias, y puedo decir que las encontré. ...

Mi verano en Londres

Me llamo Dani, tengo 21 años y os voy a contar la primera vez que me lo hice con tío.

Era el verano de 1998, por aquel entonces, tenía 19 años, y estaba trabajando en un hotel cerca de Londres. Si, aquel año había decidido dejar la carrera un tiempo y viajar, para aclarar mis ideas, conocer nuevos sitios, nueva gente, en definitiva, me fui a Inglaterra en busca de nuevas experiencias, y ahora puedo decir que las encontré. Trabajaba de camarero detrás de la barra en el pub del Hotel. La verdad es que tenía bastante éxito con las inglesas pijas que después de jugar al golf iban a tomarse un refresco al pub. Las viejas también me miraban de una forma que yo conocía muy bien. Era el objeto de deseo de aquellas patéticas mujeres que siempre me dejaban una buena propina por seguirles el rollo. La verdad es que con mis diecinueve añitos ya estaba bastante bien, delgado, pero con el pecho y el vientre definidos, que me ocupaba de modelarlos todos los días en el gimnasio del hotel, que era gratuito para los empleados, un culo potente, apretado y redondo, que yo sabía que a las viejas les encantaba mirarlo asomando por el delantal, una cara todavía infantil, aunque mi mirada de ojos verdes era picarona e invitaba a pensamientos excitantes, el pelo castaño, largo a medio cuello, y difícil de dominar, de modo que siempre tenía el mechón en la cara intentando que quedara fijo detrás de la oreja, y todavía conservaba el moreno que había cogido en la playa antes de partir a Inglaterra.

La verdad es que mi vida allí era cómoda, ganaba una buena pasta, que me permitía salir casi todas las noches, a pesar de que la cerveza y el tabaco eran caros, una red de trenes que me permitían moverme con facilidad y unos amigos geniales. Si, éramos bastantes españoles trabajando en el Hotel, pero yo era el más joven , los demás tenían entre 24 y 30, y la mayoría estaba allí para ganar dinero con el que pagar deudas que dejaron en España, por lo que no salían mucho, así que Jose y yo éramos los que estábamos toso el día de juerga. Jose tenía 22, era de las Palmas de Gran Canaria, había acabado Educación Física por Magisterio y se fue a Inglaterra por las mismas razones que yo. Era un tío genial, simpático, se podía hablar y coñerar con él de todo, pero lo más importante, su acento canario me ponía a cien. Tenía un cuerpo moreno impresionante, 1, 78 m, buenas espaldas, un torso escultural, cincelado centímetro a centímetro en el gimnasio, un culo apretado y siempre vestía vaqueros ajustados que le marcaban levemente el paquete. Sus labios eran carnosos, y siempre húmedos, la nariz chata, y sus grandes ojos negros miraban siempre con deseo tanto a tías como tíos. Encaja perfectamente en el prototipo de "latin lover". El trabaja de portero de noche en el hotel, lo que significa que de 12 de la noche a 7 de la mañana el Hotel estaba a su entera disposición, ya que tenía las llaves de todas las habitaciones, cocinas, gimnasio, piscina, saunas...etc. De vez en cuando nos llevaba dulces a la casa donde vivíamos los empleados, a 50 m. del Hotel, quedando una de las calles del campo de golf de por medio. Siempre lo llamábamos por la línea interna del hotel cuando en plena noche deseábamos un dulce, una coca-cola, un vodka...cualquier cosa a su alcance.

Una noche sobre las tres de la mañana, yo estaba sentado viendo un programa de la BBC en el salón de la casa, cuando sonó el teléfono. De inmediato lo cogí. Era José y llamaba para saber quién estaba despierto a esas horas. Me dijo que la noche estaba tranquila y que estaba aburrido, que fuera al hotel a hacerle una visita, para charlar un rato. En 10 minutos nos encontramos en las puertas de las cocinas. Allí estaba él, con sus pantalones en los que se marcaban las costuras de los slips, y la chaqueilla negra, cuyos botones a la altura del pecho, parecía que iban a reventar, en pie, recostado en la pared, y con su constante sonrisa picarona en la cara. –Nada que estaba aquí aburrido y necesitaba charlar con alguien, ya sabes las noches se hacen eternas cuando no hay nada que hacer-, entonces yo le pedí que entrara a por una botella de vodka, se me apetecía tomarme un cubata en condiciones, y eso el Inglaterra era un lujo. En cinco minutos estaba de vuelta con la botella, refrescos de limón y dos vasos con hielo. Sirvió la bebida, nos sentamos en la puerta, y comenzamos a charlar. Me comenzó a hablar de las tías que había conocido desde que había llegado a Londres, y que no se lo pasaba realmente bien, que conseguir sexo era muy fácil, y ya no se excitaba facilmente, que follaba de forma mecánica. Conforme avanzaba en la conversación su lengua y labios jugaban con el hielo del vaso. Aprovechando su mirada ensimismada, no podía dejar de mirar como el hielo entraba y salía de su boca, y como, al estar sentado, se le marcaban los huevos en los pantalones. Entendía perfectamente lo que decía porque yo, últimamente no me lo pasaba bien con mi novia, lo hacíamos en todos sitios, pero el morbo y el deseo, lo animal del sexo, había ido desapareciendo poco a poco.

De repente Jose me miró a los ojos, y se dio cuenta de que le estaba mirando la polla, de hecho estaba babeando de deseo. De inmediato, levante la mirada y me puse colorado. Él se quedo callado, me dio un toque en la pierna –Sígueme!-, se levantó y nos dirigimos dentro del hotel. Le advertí que nos la íbamos a cargar si nos pillaban por allí dentro, pero él dijo que no pasaba nada. Empezamos a bajar corriendo las escaleras de incendios, y pasamos por una serie de pasillos que yo no conocía todavía; al pasar por el pub cogimos otra botella de vodka y finalmente desembocamos en la piscina climatizada. Encendió las luces, y le vi su cara de excitación, de morbo por estar haciendo algo arriesgado, me miró y rápidamente se quitó la chaquetilla y la camisa –a qué esperas, venga, desnúdate, y báñate conmigo-. Una parte de mi me decía que aquello era arriesgado pero la situación y sobre todo Jose en slips, con sus muslos fuertes, su pecho super marcado y sus brazos contundentes, me impedían razonar –que coño, la verdad es que me quiero bañar!- me quité la camiseta, me bajé los pantalones y me tiré a la piscina. José me siguió y empezamos a nadar a lo largo de la piscina hasta que me alcanzó. Entonces intentó hacerme una ahogadilla, la excusa perfecta para empezar una lucha, que nos permitiera sobarnos mutuamente. En su intento por mantenerme debajo del agua me agarró por la entrepierna, a la altura de los huevos, y creó que pudo notar mi polla que en esos momentos estaba durísima. Entonces conseguí escaparme y en mi empeño no vacilé en apretarle los huevos. Comencé a nadar muy deprisa, pero él me acorraló en la esquina –no te escapes, so mamón!- se acercó a mí y me dijo que se estaba poniendo cachondo, yo me quede callado, y me preguntó que si a mi también me pasaba. Seguí sin contestar, pero mi mirada intensa, mi saliva en los labios y la erección que no podía ocultar, contestaron por mi. Ahora, despacio siguió acercándose a mí, hasta que suavemente me acarició el pecho, su índice tocó mis labios y desde la boca, comenzó a bajar por el pecho, el ombligo, hasta que llegó al elástico del calzoncillo. Bajo la mirada hacia mi polla, y ya no pudo aguantar más. Su mano, con fuerza apretó mi pene y mis huevos, y no deje escapar un leve gemido. Mi respiración era agitada, me estaba ocurriendo algo que yo deseaba desde hacía mucho tiempo, pero que nunca me había planteado seriamente. Me siguió frotando el pene, cada vez con más fuerza, y aproximaba su cuerpo hacia a mí, rozándose con un perro en celo. Mis dientes apretaban mis labios, ya podía sentir su mano en la entrepierna, y el ojo de mi culo se abría por momentos. Entonces me dijo –salgamos de aquí, nos pueden ver desde arriba- me cogió de la mano y nos dirigimos a la sauna. Tras encender las luces y conectar el sistema, tranquilamente cerró las luces. Antes de que se diera la vuelta, fui yo quién tomó la iniciativa. Lo empujé contra la pared, como si estuviera enfadado por haber interrumpido mi excitación en la piscina. Lo miré, y agresivamente le metí la lengua en la boca, mientras sujeta su cabeza con las dos manos. Me froté contra su cuerpo fuertemente, sintiendo su piel tersa, suave y dura como el granito, y refregaba mi polla contra la suya mientras él ya me había metido las manos en el culo –ya hacía tiempo que quería tocar este culito- me decía. Entonces nos fuimos deslizando por la pared hacia abajo hasta que quedamos en cuclillas. Mi mano penetró dentro de sus slips negros, y sentí por primera vez una polla, que no era la mía entre los dedos. Comencé a masturbarle, pero el slip, a pesar de ser elástico era estrecho. Se levantó, mientras yo seguía agachado, y poco a poco le fui bajando los calzoncillos hasta que pude contemplar aquella maravillosa visión, su mata de bello negro, unos huevos redondos, sin bello en su base, y una verga impresionante con el capullo rojísimo debido a la presión que había soportado dentro de la prenda. Todo aquello enmarcado por una piel más clara que contrastaba con el moreno de las piernas y pecho, que encontraba su límite en el perfil de los slips. Instintivamente me abalancé sobre su polla, pero no abrí la boca demasiado por lo que tiré de su pellejo, y el lo sintió, quejándose. Entonces lo comprendí y abrí más la boca. Empecé a chupársela, y el sabor amargo a orine, que en principió me chocó, comenzó a excitarme sobremanera, y al tiempo que saboreaba aquella barra de carne me acariciaba el pecho, los huevos, me masturba como nunca lo había hecho, y el hecho de estar agachado, en cuclillas, me estaba causando placer en el ano, de modo que no dude en meterme el dedo. Cada vez mamaba con más violencia, hasta que me introduje su polla completamente en la boca. Él se retorcía de gusto, y gemía sin cesar, hasta que con la voz quebrada me pidió que parase.

Ahora era mi turno. Me dirigí al banco. Apoyé una pierna en él y abrí las piernas. Él se acercó a mi con la boca salivosa, los ojos fieros y masturbándose lentamente ante la visión de mi cuerpo desnudo. De inmediato se sentó en el banco y me beso el pene, chupo el caldo que se echa cuando estas superexcitado, y se introdujo mi polla en la boca. De repente sentí que estaba en el cielo. El calor de su boca hizo que mi prepucio palpitara, y corriera la excitación por las venas de mi palo. Cuando mis caderas se movían creyendo falsamente que era hora de penetrar, él comenzó a seguir el movimiento rítmicamente. Era tal el placer que sentía que entre agresiones verbales hacía él, como –canario mamón, o hijo de perra- arañaba su espalda, pero él estaba tan concentrado en hacerme disfrutar que no podía sentir dolor. Entonces paró para chuparse el dedo, dejando caer la saliva generosamente sobre el índice. Yo lo miraba con intentando adivinar que se proponía. De inmediato siguió mamando, pero, su dedo había encontrado el ojo de mi culo. Dios!, era justo lo que necesitaba en aquel momento. Cuando su dedo jugaba con mi agujerito, sentía tanta excitación e impaciencia que no pude evitar ordenarle que me lo metiera ya. El placer que su dedo causaba dentro de mi, y que sus labios carnosos proporcionaban a mi polla, se confundían, y sin tener más fuerzas para contenerme, me corrí en su boca. Fue la mayor corrida de mi vida, no tenía ni idea que pudiera echar tanta leche, pero es que me la habían exprimido y succionado como nunca antes en mi vida. Me resultó gracioso ver su boca llena de mi lefa, mientras se quejaba –me podías haber avisado cabronazo?!- entonces no pude evitar una carcajada.

-No te rías tanto, que yo todavía estoy a cien- me dijo. La verdad es que había disfrutado como un cerdo, y era justo que el también se lo pasara bien. A continuación me dijo –acércate que te mame ese culito, y luego...- entonces le pregunté –y luego qué? es que piensas follarme?, porque si es así me parece que te vas a quedar con las ganas-

Entonces me dijo que se estaba poniendo todavía más cachondo, y la verdad es que el hecho de discutir me volvió a excitar. Cuando me fue a hablar otra vez, le tapé la boca con un dedo, y me puse de rodillas sobre el banco. Le invité a que me mamara el culo porque era justo. Entonces sentí su barba incipiente en mis carnes más sensibles, y su lengua acariciando mi esfínter. Joder, me estaba poniendo a cien otra vez!. Su lengua comenzó a penetrar dentro de mi, y pude sentir su calor como fuego. Estaba tan excitado y lubricado que su músculo bucal entró con facilidad, sin necesidad de que acompañara con los dedos. Aún así, me metió dos dedos al mismo tiempo. Entonces me di cuenta que eso es lo que realmente quería, que me la metiera hasta el fondo, que me follara con todas sus fuerzas. Pensaba en la preciosa polla de 18 cm. que había estado mamando anteriormente, y no podía dejar de imaginarla dentro de mí. Entonces, mi querido amigo Jose, como si me leyera el pensamiento, puso su glande en mi agujero. Entonces no pude evitar decirle –morezano macizo, demuéstrame que puedes hacerme gozar igual que antes- Entones me acarició el culo con las manos, como si de una afirmación se tratase. Se masturbó durante unos segundos, humedecíendose la polla con saliva, y de nuevo puso el capullo en agujero. Empezó a empujar lentamente, y ese fuego que sentí cuado me metía la lengua se multiplicó por mil. Esa extraña mezcla de dolor profundo y placer infinito era lo mejor que me había pasado en toda mi puta vida. Empecé a gemir como una puta maricona de placer, y mis ojos se volvieron cristalinos del placer que estaba sintiendo. Joder, que estaba llorando. Entonces empezó a sacarla lentamente, y cuando ya estaba a punto de salir, entró otra vez más deprisa, y sentí que mi vida empezaba otra vez. Cada vez fue follándome más y más rápido. Su respiración era rápida, casi gemía, sentía su sudor golpeando mi espalda, el movimiento producía un chasquido, que unido al sonido de sus huevos golpeando mi culo, me excitaba más todavía. El dolor ya había desaparecido desde hacía un rato, y ya solo podía sentir, sus manos apoyadas y pellizcándome la espalda. La barra de fuego taladrándome. No deseaba que acabara nunca. Su respiración era rapidísima. Y en el momento de máximo placer se corrió dentro de mí. Sentí el calor de su leche abrasándome, y cómo su polla palpitaba, echando de arrebato en arrebato cada vez más lefa. El movimiento iba cesando hasta que me la sacó completamente. Entonces se sentó en el banco, me di la vuelta, me senté sobre él, y le besé agarrándolo por el cuello, acariciando su pelo. En ese beso se fundieron el sudor de nuestras frentes, el sabor de mi propia lefa, que aun residía en su boca y un flujo de saliva incesante.

Cinco minutos después nos levantamos y nos metimos en duchas separadas, para asearnos. Al fin y al cabo, se supone que él estaba trabajando, y yo no podía aparecer en casa con aquel aspecto de corrido. Mientras nos lavábamos me dijo que si conocía al chico nuevo que había empezado a trabajar el restaurante como camarero. Yo le dije que no. Pero me intrigó la pregunta, salí de la ducha, y me dirigí a la suya. Abrí la cortina y le dije que me repitiera lo de ese chico. Pero antes de acabar mi pregunta, no pude evitar fijarme en su culito moreno, perfecto, enjabonado al final de aquella grandiosa espalda. Entonces me acerqué por detrás, introduje los brazos bajo los suyos y comencé a pellizcarle los pezones. Entonces me dijo –todavía no has tenido bastante?, es que quieres más?- no conteste, y empecé a besarle en cuello. El renegó, y dijo que tenía que seguir trabajando. Pero no se lo permití, y cuanto más rehusaba, más me excitaba. Entonces empecé a acariciarle el culo, y el se fue sintiendo cada vez más cómodo –venga, Dani que me tengo que largar-, pero mis manos acariciando su polla otra vez, se lo impedía. Entonces le dije, -¡abre las piernas!- y comprendió que yo todavía no me había corrido otra vez, y que quería follármelo. Ahora con un tono, más sensual me dijo: -es que me más a meter tu pollita, Dani, que eres capaz de hacer con ella?-. Sin mediar palabra, metí mi mano en su entrepierna, le enjabone el culo, era divino sentir el tacto de sus carnes prietas en mis manos. A penas tenía bello en la raja del culo porque se lo había afeitado. Entonces le metí la polla violentamente, mordiendo mis labios, y masturbándolo al mismo tiempo. Su pene se puso erecto al momento, y empezó a contornearse y a pellizcarse sus pezones, que a mi tacto parecían auténticas piedras. El bello afeitado de su culo rascaba mi polla, y eso me ponía todavía más cachondo. La fuerza con la que empujaba se fue incrementando, y incluso llegó a gritar, como si lo estuviera desgarrando. El placer que estaba sintiendo era infinito, pero no tenía comparación con el que había sentido cuando tenía su polla dentro de mi.

Jose estaba excitadísimo, ahora sabía que había encontrado a su compañero de juegos, a la persona que le acompañaría en sus fantasías más asquerosas. Antes de que me corriera, se volvió y empezó a masturbarme, esperando que mi leche volviera a inundar su boca. Así, a pesar de su quejas, debió gustarle la primera vez que la probó. Me volví a correr del mismo modo que antes en su boca. Lo levanté y le besé, probando el sabor de mi propio semen en su boca. Entonces me dijo que le gustaba como me lo follaba, y yo le correspondí, no por cumplir, sino con toda sinceridad.

Esta vez, nos terminamos de lavar en la misma ducha, nos secamos mutuamente y nos vestimos. Cuando íbamos saliendo por la puerta, con mucho sigilo, le volví a preguntar por el chico al que se había referido antes. Me dijo que era un chaval inglés que había empezado a trabajar ese mismo día, y que parecía bastante interesante. Pero esa es otra historia.