Mi verano con tía Luisa y Gema (final)
Seguimos con nuestras fiestas en el jacuzzi. En esta ocasión se une un nuevo invitado.
Regreso para contar el fin de aquel verano con tía Luisa y su amiga Gema. Os había contado que me había follado a Gema y que fuimos descubiertos por tía Luisa, quien, lejos de enfadarse, se mostró tan comprensiva como divertida por la situación. Aquella misma noche, cada uno se fue a dormir a su habitación. Yo, la verdad, después de dos corridas seguidas, aquella noche solo me apetecía dormir un poco más. Además, al día siguiente, viernes, tenía que madrugar para ir al Ayuntamiento donde el alcalde me había convocado a una reunión.
Por la mañana, cuando me marché a trabajar, mis dos “compañeras de casa” seguían durmiendo. La reunión con el alcalde fue mejor de lo esperado. Hasta me ofreció quedarme a trabajar en el consistorio. Pero hube de declinar su oferta, ya que primero tenía que terminar mis estudios. Pero más adelante, ya se vería. Él entendía que un pueblecito manchego poco me podía ofrecer, pero, qué diablos, yo allí vivía muy a gusto y la vida da muchas vueltas.
Los viernes suelo comer en casa (por la tarde no trabajo), así que cuando llegué me encontré a mi tía y a Gema en la cocina. Estaban preparando la comida. Subí a cambiarme y ponerme ropa cómoda y cuando bajé, oí que se estaban riendo a carcajadas. No pude oír toda la conversación, claro, pero sí que Gema decía:
- Eres una salida, tía. Pero si es tu puto sobrino.
- Sí, sí, será mi puto sobrino, pero no veas la polla que se gasta el cabrón. Que aquí, la que ha salido ganando eres tú, que mi pobre Pepe (su amante veraniego) tiene una birria de colgajo comparado con el del sobri.
- Va, exagerada, que siempre dices que Pepe es una máquina.
- No, no, máquina es el satifayer, jajaja. Que Pepe tiene sus limitaciones.
Aparecí en la cocina y las dos trataron de aguantarse la risa.
- ¿Qué os hace tanta gracias, chicas?
- Nada, nada… Cosas de mujeres – se excusó mi tía.
- Por cierto, ahora que estáis los dos, he invitado a cenar a Pepe, espero que no os importe. Su mujer se ha ido a cuidar a su madre o no sé qué cuento y le he dicho que se venga.
- Ah, genial, así lo conocemos – me alegré.
Por la tarde, estuve con mis colegas del pueblo y a las 9, como acordamos, regresé a casa para ayudar con la cena. A las 10 llegó Pepe. A pesar de ser cincuentón, se conservaba bastante bien. Era el típico policía local que se piensa que es Rambo, así que se cuidaba. Era un poco limitado de conversación, así que los únicos temas que le pude sacar fueron el fútbol (era un fanático del Real Madrid, y yo soy del Barça, así que nos pudimos picar amigablemente) y de la caza (yo ahí mostré interés, pero nunca he salido a cazar). La cena fue bien. Nos reímos y pasamos un rato entretenido. Pepe, que se había puesto ciego a cervezas (el resto tomamos vino… y mucho), nos dijo que se iba al baño. Como el de la planta baja estaba estropeado, le pedimos que fuera al del primer piso. Cuando bajó, nos dijo:
- Joder, si tenéis hasta jacuzzi.
Los tres nos carcajeamos y le confesamos que sí y que lo usamos mucho. Mis padres van a flipar con la factura del agua, pensé.
- Pues como veo que tenemos muy buen rollo entre los cuatro, podríamos usarlo esta noche, ¿qué os parece? – nos propuso.
- Vale – me adelanté. La idea me excitaba.
- Pero me tendrás que dejar un bañador, chaval.
- No hay problema.
- Y si no, en calzoncillos – añadió Gema.
Terminamos pronto de cenar y nos fuimos a cambiar. Las chicas aparecieron con sus bikinis. Sinceramente, yo pasaba de dejarle un bañador a Pepe y a mí me daba igual meterme con los bóxers. Al quitarnos los pantalones, se notaba claramente que Pepe estaba mucho menos dotado que yo, pero a ninguna de las chicas se les ocurrió hacer ningún comentario al respecto. Estaba claro que la fiesta acabaría con Pepe follándose a mi tía y yo a Gema, todos en el jacuzzi, lo que me dio un morbo terrible que se veía claramente trasladado a mi paquete. Por lo que pudiera pasar, Gema subió dos botellas de cava y cuatro copas. Descorchamos una al instante, brindamos y bebimos.
Ya dentro del jacuzzi, mi tía compartió con nosotros una propuesta:
- Gente, esto es un poco aburrido. ¿A alguien se le ocurre un juego?
- Bueno - intervino dijo Pepe - yo me sé uno, pero a lo mejor es un poco fuertecito… Lo digo por el chaval – remató señalándome.
- Va, cuenta, cuenta – insistimos todos.
- Se trata de que uno de nosotros “para” y hace de árbitro, otro se queda con los ojos vendados y el que “para” le tiene que decir a uno de los dos “libres” que toque una parte del cuerpo del que tiene los ojos tapados. Normalmente, se juega fuera del agua, con ropa y depende de quien pierda o gane los jugadores se quitan la ropa. Eso sí, los turnos de cada rol son rotativos. ¿Ha quedado claro? ¿Os atrevéis?
- Hombre – dijo mi tía – yo sí, pero aquí poca ropa nos podremos quitar.
- No, claro, aquí ropa no, pero nos podemos tomar un chupito el que pierda. Tendréis algo más a parte de cava, ¿no?
- Tenemos de todo, cariño – sentenció mi tía, que salió y regresó con una botella de vodka, otra de ginebra y cuatro vasos de chupitos.
- Va, empiezo yo como árbitro – propuso Pepe -. Y así os explico la dinámica del juego. El primero en taparse los ojos serás tú – dijo señalándome. Todos aceptamos.
Mi tía me puso un pañuelo sobre los ojos. No veía absolutamente nada, pero noté que los tres se ponían de pie y Pepe cuchicheaba algo. Segundos después noté como unos dedos me agarraban de la nariz. Me lancé a una respuesta:
- ¡Luisa! – risas y aplausos. Había acertado y mi tía se tomó un chupito de ginebra.
En el siguiente turno, yo hice de árbitro y era mi tía la que tenía los ojos vendados. Le susurré a Gema que le acariciase el cuello. Mi tía también acertó. Chupito para Gema. Después, fue mi tía el árbitro y Gema la que estaba con los ojos tapados. Mi tía me pidió que Pepe le acariciase un brazo y Gema acertó. Chupito para Pepe. Ahora era Gema la que hacía de árbitro y Pepe quien tenía los ojos vendados. Gema le pidió a su amiga que le tocara el pecho a Pepe y éste acertó. Otro chupito para Luisa. La segunda vuelta transcurrió con la misma inocencia que la primera, pero a la tercera vuelta todo se empezó a desmadrar.
Pepe estaba de árbitro y yo con los ojos vendados. Me pidieron que me pusiera de pie y noté como dos manos me agarraban el culo. ¿Gema? Sí, chupito para Gema. En la siguiente, yo arbitraba y mi tía estaba con los ojos vendados. Ordené a Gema que le besase el cuello. Luisa acertó. Chupito para Gema, que ya empezaba a ir perjudicada. Mi tía, que era la siguiente árbitro, con Gema con los ojos vendados, nos sorprendió pidiéndole a Pepe que le acariciase una teta. Pepe lanzó su mano contra una de las tetorras de Gema, sobándolo más tiempo del que sería necesario. Gema acertó y Pepe bebió. Gema fue la siguiente, con Pepe con los ojos cerrados. Me pidió que yo le tocase un muslo. Pepe falló y volvió a beber. Me tocaba taparme los ojos. Paraba Pepe. De pronto, noté una mano que me acariciaba la polla por fuera de los bóxers. Obviando el hecho de que mi tía estuviera mirando, estaba tan convencido que era Gema quien me sobaba que me atreví pedir que me repitieran el sobeo, que por encima de la ropa no lo tenía claro. Para mi sorpresa (y excitación) noté como la mano se colaba en el interior de mis calzoncillos y que me empezaba a acariciar el rabo que, naturalmente, se puso durísimo.
- Gema, para que me acabaré corriendo.
Alguien me sacó la venda de los ojos y, ante mí, tenía a mi tía con la mano metida dentro de mis bóxers. ¡Tía!, exclamé, pero solo obtuve un concierto de carcajadas por respuesta. En ese momento, ya estábamos todos con el puntillo del alcohol. Es solo un juego, se excusó mi tía. Empezamos a mezclar los turnos y, yo dije que quería ser era el árbitro y que Pepe fuera quien tenía los ojos tapados. Obediente se los tapó y, como venganza, le pedí a Gema que consiguiera que Pepe tuviera una erección. Ella puso los ojos como platos, pero con una sonrisa, se acercó a Pepe, le bajó los calzoncillos y le empezó a manosear la polla, que no tardó ni diez segundos en ponerse dura.
- Joder, Luisa, ¡para ya! – y se quitó la venda para descubrir que era Gema. Risas y chupito para el caballero.
Después fue el turno de Gema de árbitro y tía Luisa la que estaba con los ojos tapados. Entonces, Gema me susurró al oído:
- Quítale la parte de arriba del bikini a tu tía y lámele los pezones.
En aquel instante, yo ya estaba tan cachondo y borracho, que ni me lo pensé. Tiré de la cuerdecita del bikini de mi tía y sus dos pechos que, aunque mucho más pequeños que los de Gema, se mantenían firmes por su tamaño mediano, quedaron ante mis ojos. Acerqué mi lengua a uno de sus pezones y lo empecé a lamer y besar con cuidado. Ella me agarró del pelo, pero Gema le quitó las manos, tú no puedes tocar, le advirtió. Oí como mi tía ronroneaba de placer y pasé a chuparle el otro pezón. Joder, susurraba, no pares… mis manos le manoseé las tetas. Los pezones estaban tan duros como mi polla. Al cabo de un rato, Gema me detuvo:
- Va, para. ¿quién ha sido?
- Mi sobri – afirmó en jadeos Luisa. Chupito para mí.
Mis tres acompañantes se percataron de mi erección y Pepe se nos adelantó a todos y dijo que él ahora hacía de árbitro. Me puse la venda en los ojos y al cabo de un instante noté como alguien me bajaba los bóxers y me liberaba, por fin, la polla. Una de las mujeres exclamó ¡joder! Y empecé a notar suaves lengüetazos alrededor de mi polla. Mecangon en todo, pensé, así no la chupa Gema, era una técnica diferente, más tranquila, más lenta, ¿me la estaba mamando mi tía? Aquello me puso a mil. Esta vez Pepe me llamó a mí la atención por querer poner mis manos en la cabeza de mi chupadora. No quería que parase, querría correrme en su boca. Notaba que sus manos recorrían mi cuerpo, mientras engullía mi pollón, hinchadísimo por la excitación. Ya no pude más y decidí quitarme la venda de los ojos. Entonces vi a Gema con las piernas abiertas y a Pepe comiéndole el coño. Mi tía y yo nos miramos, la senté en el borde del jacuzzi, le abrí las piernas y fui yo quien empecé a regar su coño con mis lametazos. Estaba mojadísima. A diferencia del de Gema, su coño tenia una línea de pelo encima de su raja. Me encanta comer coños y tía Luisa se dio cuenta disfrutando de ello. Pepe y Gema también habían intercambiado posiciones y ahora era Pepe quien estaba disfrutando de la mamada.
Coloqué a mi tía de espaldas. Apoyó sus manos sobre el borde del jacuzzi y le metí mi polla por detrás. Tenía el coño súper lubricado. Gritaba como si la estuviera matando. Mis embestidas cada vez eran más rápidas y profundas. ¡Así, así, no pares, me corro, me corro! No paraba de decir. Su cuerpo empezó a temblar y se corrió salvajemente. En ese momento, Gema había estirado a Pepe en el suelo y ella lo empezó a montar. Era un espectáculo ver aquellos melones saltando de un lado al otro. Los dos gemían locos de placer. Yo volteé a mi tía y se la metí por delante, estábamos los dos de pie, ella con una pierna apoyada en el borde del jacuzzi. Al cabo de un rato, cambiamos de posición y Luisa quiso cabalgarme al lado de Gema. Justo cuando nos pusimos, Pepe se corrió sobre su propia barriga. Gema se quejó:
- Joder, yo aún no he terminado.
Pero yo estaba centrado en agarrar las tetas a mi tía, que me estaba llevando al cielo con su coño y sus gritos de placer. En aquel momento, Gema y Pepe se levantaron del suelo. Él fue a limpiarse y Gema se colocó detrás de mí y me empezó a besar el cuello y a acariciarme los huevos.
- Para, para – le pedí entre jadeos – que me voy a correr.
Pero mi tía dijo que no con la cabeza, así que saqué la polla del coño de mi tía. No me quería correr aún. Pero ellas reaccionaron arrodillándose y me empezaron a comer la polla a dúo, mientras sus lenguas se entrelazaban. Aquello era demasiado para mí, así que empecé a correrme a borbotones. El placer ya fue total cuando después cuando Luisa me agarró la polla y se la puso en la boca para tragarse todo el semen.
- Me encanta – explicó, relamiéndose cuando me hubo dejado seco.
- Deja algo para las amigas – se quejó Gema, que me relamió la polla.
Lejos de deshincharse, ésta seguía dura.
- El sobri tiene cuerda para rato – afirmó Gema guiñándole un ojo a su amiga.
Nos secamos rápidamente y los tres nos fuimos a la habitación, obviando a Pepe, cuya polla ya estaba totalmente fláccida.
Una vez en la habitación. Gema me echó sobre la cama y se puso encima de mí. Qué pasada era ser cabalgado por Gema y sus impresionantes melones. Pero mi tía quería su dosis de atención y no dejaba de morrearme, mientras que con la mano le acariciaba el clítoris a Gema, la otra buscaba el de mi tía. Gema no tardó en correrse. Estaba tan cachonda que de inmediato se estiró a mi lado, temblando de placer mientras se seguía acariciando el coño susurrando: no puede ser, no puede ser, que orgasmo más largo.
Me incorporé y mi tía me preguntó que qué me apetecía. Le pedí que se pusiera a cuatro patas. Por un momento pensé en reventarle el culo, pero su cuerpo era realmente menudito y temí que le hiciera daño. Además, aún le tenía ganas a su jugoso coño, que embestí muy lentamente. Luisa lanzó un ohhhh de placer mientras sus brazos se derrumbaban y su cara daba contra la almohada. Cuando le hube metido toda la polla, empecé a follármela cada vez más rápido, con más fuerza. Gema se acercó a su amiga y se empezaron a besar, mientras Gema le pellizcaba los pezones, mientras una de mis manos libres se había apoderado de su clítoris. Cómo gritaba. Cómo me pedía que no parase. Cómo se corrió. Yo seguía muy excitado. Tenía ganas de volver a correrme. ¿A quien le daría mi segundo lechazo?
Mi tía, aún jadeante, se dio la vuelta y me pidió que nos pusiéramos en la posición del misionero, y que, con mi polla dentro de ella, que yo no me moviera. Obediente, le hice caso y aquello… me llevo al paraíso. No sé como lo hizo pero, estando los dos quietos, noté como su vagina se empezaba a mover envolviendo mi pollón, masajeándolo, contorneándose; mientras Gema me lamía el perineo y los huevos. Me voy a correr, me voy a correr, advertí. Pero mi tía, lejos de apartarse, entrelazó sus piernas con las mías, de tal modo que no me podía mover, corriéndome dentro de ella, entre gemidos de placer.
- Espectacular – sentenció Gema.
Yo estaba sin palabras, los tres nos echamos sobre la cama, con nuestros cuerpos entrelazados.
- Ha sido el polvo de mi vida – dijo tía Luisa.
Yo no podía hablar, de placer de cansado, mientras Gema y Luisa no paraban de acariciarme la polla, como adorándola.
Al cabo de un momento, apareció Pepe por el quicio de la puerta. Estaba vestido y con el casco de la moto en la mano. Tímidamente, anunció que se tenía que ir. Se despidió y desapareció. Tras descansar un rato, nos fuimos los tres a la ducha y, después, bajamos a la cocina a rebañar la cena. Nos había entrado hambre. Pero no tardamos en regresar a la cama y seguir follando hasta que nuestros cuerpos estuvieron a punto de reventar.
A la mañana siguiente, a mi tía le entraron los remordimientos de concienca. Que si no se podía repetir, que éramos familia y lo que habíamos hecho estaba muy la, que si el alcohol… Quien no se arrepintió fue Gema, con quien seguí repitiendo tremendas folladas aquella semana, que era la última que estábamos juntos. Antes de cenar, empezábamos nuestra fiesta particular en la ducha o en el jacuzzi, sin ningún tipo de recato. Es más, los dos deseábamos que se nos uniese tía Luisa. Pero lo máximo que hizo fue mirarnos y masturbarse una noche mientras nosotros follábamos, lo que también nos dio una buena dosis extra de morbo.
Lo que sucedió aquel verano no se volvió a repetir nunca más. La vida nos llevó a los tres por caminos distintos. Tardé años en volver a ver a Gema, felizmente casada con un cretino con más pasta que polla, según me confesó ella misma. A mi tía, lógicamente, la seguí viendo más a menudo, pero jamás repetimos las experiencias de aquel lujurioso verano.