Mi veranito 4
Sigo contando mi veranito. En este capítulo llegamos a una parte que al parecer esperabais muchos, o eso me habéis comentado insistentemente. :P
Hola a todos!! Aquí vuelvo contando lo del verano en el que cumplí los 16. Esta vez he tardado más porque todo lo anterior lo escribí aprovechando el puente, ahora tengo menos tiempo. Sigo manteniendo el relato hasta ahora fiel a lo que pasó, aunque lo mismo ya empiezo a mezclarlo con lo que mi calenturienta cabecita disponga sin ser del todo fiel a la realidad. Gracias a todos los que me habéis dado vuestra opinión sobre ello. De nuevo agradezco mucho los comentarios y los correos de todos y todas los que os habéis puesto en contacto conmigo para darme vuestra opinión y contarme qué os gusta de lo que escribo. Espero que este capítulo también lo disfrutéis!! :)
MI VERANITO 4
Empezaba otro día de verano en la urba, y yo me desperté feliz recordando todo lo que había vivido la noche anterior. Estaba deseando ver a Matías en la pisci, me sentía hasta nerviosa como el día después de liarme con él por primera vez. Hacía mucho tiempo que no me pasaba por allí tras mi enfado con Matías, pero ahora ya que estaba todo aclarado me moría de ganas.
Mi madre entró en mi habita antes de desayunar cosa que me sorprendió y era algo rarísimo, mi hermana ya había bajado a desayunar y yo estaba sola.
- Tu padre y yo hemos decidido hoy ir tres días a casa de tus tíos, salimos después de desayunar. Os venís tu hermana y tú, tu hermano prefiere quedarse. Así que pilla la mochila con ropa después de desayunar.
- ¿Pero qué dices mamá? ¡Yo no quiero ir! – le contesté gritando.
- Os quieren mucho y les veis una vez al año en verano así que no hay más que hablar. – dijo ella mientras a mí me daba toda la bajona.
- Yo paso. ¿Por qué Carlos puede quedarse y yo no?- le contesté lloriqueando.
- Porque Carlos ya es mayor y toma sus propias decisiones. Tú eres pequeña y no creo que quieras quedarte sin regalos de cumpleaños. Así que ahora bajas a desayunar y no cabrees a tu padre. - después de decir esto cerró la puerta y se fue.
Mis tíos vivían todo el año en una casa a unos cuantos kilómetros de mi urbanización. Estaban ya jubilados y tenían bastante dinero. Todos los años íbamos unos días a visitarles. Eran mayores y es verdad que nos querían mucho. Pero joder, es que era el peor momento. Yo quería quedarme, pero cualquiera se enfrentaba a mi padre. Así que después de lloriquear un poco en mi cuarto, y dar la situación por perdida, bajé a desayunar toda enfadada.
En el desayuno hice notar mi enfado y apenas pronuncié palabra. Nadie me hizo ni caso. Mi hermana estaba contentísima con la noticia de lo de ver a mis tíos, mi hermano también porque se quedaba y tenía toda la casa para él, y mis padres pues lo mismo por ver a sus familiares. Yo me estaba cagando en todo, pero no había nada que hacer.
Resignada fui a mi habitación, llené la mochila con mudas y ropa, y bajé al coche para comenzar el viaje de la depresión. No abrí la boca durante el tiempo que permanecí en el coche, pero a mis padres se la sudaba. L
Pasé los tres días en casa de mis tíos lo mejor que pude. La verdad es que eran majísimos y les quería muchísimo, pero por otro lado yo sólo ansiaba estar en mi urba con Matías. De todas maneras, ya me había hecho a la idea y me porté muy bien, la verdad. Como la casa de mis tíos era enorme y tenía muchas habitaciones no compartía la habita con mi hermana, así que cada noche de esos tres días recordaba en la cama lo vivido con Matías. Sus manos y sus babas por todo mi cuerpo, cómo me sobaba las tetas, su cara de cerdo mientras lo hacía, su lengua follándome la boca, el calor de su polla gorda en mis manos y entre mis tetas, y ese olor que había descubierto, y como no, el tacto de su leche y su sabor. Me empapaba entera y me masturbaba como una posesa. Las dos últimas noches lo hice hasta dos veces, pero es que no podía dejar de pensar en eso, joder... Además, era libre de hacerlo sin mi hermana al lado así que estupendo.
El cuarto día yo estaba deseando volver, pero mi padre es muy de viajar de noche, así que nos pasamos el día entero en esa casa de la que yo ya quería salir corriendo, a pesar de lo bien que se portaban mis tíos. Al final salimos de ahí al final de la tarde. Justo antes de irnos mi tía trajo una caja envuelta en paquete de regalo.
- Como ya quedan pocos días para tu cumple y no te vamos a ver te vamos a dar el regalo ahora para que lo abras delante de nosotros, pero no puedes usarlo hasta que sea tu cumple. Te lo guardan tus padres. – me dijo mi tía mientras yo sonreía como una tonta.
Abrí el paquete toda nerviosa y me encontré un Iphone nuevito para mí. Yo no me lo podía creer. Exploté de alegría y me fui a abrazar a mis tíos casi llorando. Estaba totalmente emocionada, no podía parar de gritar. El mejor regalo ever.
Mi padre me pidió que me calmara y me echo una charla que no veas sobre la responsabilidad, que yo ya era mayor, que blablablablabla. Puse cara de hacerle caso, pero pasé totalmente. Con lo único que me quedé era con que ya no me iban a controlar internet, que tuviera cuidado con lo que hacía, y que el móvil no lo veía hasta mi cumple. Me jodió un poco, pero quedaban un par de días.
Nos subimos al coche y emprendimos el viaje hasta el pueblo en el que está mi urba. Yo sólo quería llegar pronto a ver si me daba tiempo a no ir directa a la cama, y así fue. Contaba los kilómetros hasta nuestra casa. Había hecho ese camino a casa de mis tíos muchas veces, y tampoco estaba muy lejos, pero en esta ocasión se me hizo eterno. Cuando llegamos mi hermano no estaba y mis padres supusieron que estaba jugando con todos los chicos de la urba, así que les convencí para ir a buscarle y estar con él, mi hermana peque se quedó en casa.
Me daba hasta igual lo de no tener aún mi nuevo regalo, yo lo que quería era ver a Matías. En cuanto llegamos a casa me fui a mi habita y me cambié de ropa. Me puse una camisa de botones azul marino y una falda negra que me llegaba hasta un poco más abajo de la mitad de mis muslos. Casi todo lo que tenía de ropa interior eran bragas, pero también tenía dos tangas. Esa noche elegí ponerme uno de ellos, era negro y tenía el sujetador perfecto que hacía juego con él. Zapatillas y calcetines en los pies para ir cómoda. Me recogí el pelo en una coleta corriendo. Estaba deseando bajar y ver a Matías, daba por hecho que él también me había echado de menos.
Bajé a la calle principal de la urba y no vi a mi hermano, tampoco era lo que yo estaba buscando. Al que sí vi de inmediato era Matías. Estaba con sus amigos y mi hermano estaba desaparecido en combate, pero a mí me daba igual. Me extrañó que tampoco estaba su prima Claudia, pero también me daba igual. En cuanto aparecí vi como en su cara se dibujaba una enorme sonrisa, y en la mía también. Disimulamos un poco, yo saludé a todos y me puse a hablar con ellos, Matías no dejaba de mirarme.
Matías me hizo un gesto sin que nadie le viera. Al rato Matías se levantó y se fue, dio una excusa por la que tenía que ir a su casa por algo. Bajó un poco la cuesta que discurre desde la calle principal de la urba y desapareció. Yo esperé un ratito, seguí hablando con todos de chorradas, ni si quiera recuerdo de qué hablábamos. Me inventé un rollo y dije que tenía que ir a mi casa. Cuando subía a mi casa y ya nadie me veía, di un rodeo por caminos de arena que yo sabía que acababan conectando con el sitio en el que yo suponía que podía estar Matías. La ilusión que me hizo el verle ahí esperando con su moto no os la podéis ni imaginar, me dio un vuelco al corazón.
Según llegué me abalancé sobre él y le comí la boca. Era la primera vez que yo hacía algo así, pero es que me salió de repente. Él sonreía y correspondió mis muerdos. Me contó que mi hermano le había dicho lo de la visita a mis tíos y que estaba deseando verme. Ni le pregunté dónde estaba mi hermano. Me moría de la ilusión. Hacía cuatro días que no le veía y se notaba que él también me había echado de menos. Me dijo que si quería ir con él al chalet abandonado, tardé una décima de segundo en responderle que sí, pero que no podíamos tardar mucho porque tenía que volver más o menos pronto a casa. Me dio el casco y nos subimos en su moto.
Cuando llegamos al chalet en la moto de Matías aparcó al lado de la farola y repetimos lo de otros días. Matías entró, gritó para ver si había alguien y entonces ya entré yo. Esto era algo absurdo porque si hubiera alguien nos habría visto llegar juntos, pero yo qué sé jajajaja.
Fue entrar en la primera habitación de la casa y Matías me empujó violentamente contra una pared. En cuanto mi espalda tocó esa pared tenía la lengua de Matías en mi boca. De nuevo era como si me follara con ella y eso a mí me encantaba. Mientras mi lengua y la suya se entrelazaban y nuestras babas chorreaban por mi barbilla sus manos comenzaron a amasar mis tetas por encima de la camisa. Me las apretaba y estrujaba como poseído. Saltaba a la vista que me había echado mucho de menos jajaja. Estaba siendo tan salvaje como el día del garaje, pero esta vez no era por su enfado, es que estaba salido perdido y yo lo podía entender perfectamente, porque servidora estaba igual o peor. A mí el rollito este violento me había encantado desde ese día así que lo estaba disfrutando mogollón. Me empecé a mojar.
Comenzó a intentarme abrir la camisa y vi que me la iba a romper, así que le empujé con fuerza separándole de mí.
- Shhhhh tranquilito – le dije sonriendo.
Él se quedó a un metro mirándome con cara de loco. Entonces comencé a abrirme los botones de la camisa uno por uno con la mejor de mis sonrisas. Desde el cuello hasta la cintura, poquito a poquito mientras le miraba. Me la quité del todo y la tiré sobre el sillón que había en esa habitación. Luego busqué el cierre del suje negro en mi espalda y lo abrí. Me desprendí del suje y lo tiré también al sillón mientras le miraba fijamente a los ojos. Mis tetas aparecieron ante él saliendo del suje con un pequeño movimiento al sacarlas, con mis pezones duros apuntándole a la cara.
Matías se lanzó hacia mí volviéndome a aplastar contra la pared. Sus manos agarraron directamente mis tetas y su boca fue de inmediato a absorber uno de mis pezones. Comenzó a darse de nuevo otro festín con ellos y con toda la superficie de mis pechos. Me lamía la piel, me babeaba y luego recogía sus babas. Me las apretaba con las manos juntándomelas para luego separarlas y recorrer mi canalillo con su lengua húmeda. Me pellizcaba los pezones, me los mordía. Yo le miraba desde arriba sonriendo y viendo lo desesperado que estaba. Me encantaba esa sensación de poder sobre él. Sentía la tela de mi tanga empaparse.
De repente, me dio la vuelta y me volvió a empujar contra la pared. Me encontraba de pie cara a esa pared y mis tetas chorreando de sus babas aplastadas contra ella. Podía sentir la textura rugosa de la pintura que aún quedaba en ella en mis pechos. Matías me comía el cuello desde detrás como una fiera. Estaba dispuesto para él al llevar yo el pelo recogido. Mientras una de sus manos sujetaba mi cabeza contra la pared agarrando mi coleta, me lo chupaba y babeaba. Empezó a darme pequeños mordiscos en el cuello y comencé a notar como su otra mano subía mi falda y se metía bajo ella hasta que llegaba a mi culo. Comenzó a apretármelo y sobármelo con mucha fuerza sin dejar de lamerme el cuello y mi tanga ya estaba más que empapado. Yo empecé a gemir un poco entre escalofríos.
Soltó mi cabeza y me metió dos dedos en mi boca, yo empecé a chuparlos como ya había aprendido el día del garaje. Seguía apretando mi culo mientras me penetraba la boca con sus dedos pasándolos sobre toda la superficie de mi lengua. La mano de mi culo separó mis nalgas y él acercó aún más su cuerpo al mío. Pude notar cómo su polla dura bajo su pantalón se apretaba entre ellas. Empezó a mover sus caderas y a frotar su bulto por la raja de mi culo. Yo creía que me moría de lo cachonda que estaba. Cerré los ojos y empecé a gemir más fuerte sin dejar de succionar sus dedos.
- ¿Hoy tampoco me vas a dejar que te folle, Evita? – me dijo al oído mientras se seguía frotando conmigo.
- No… - le contesté ente suspiros.
Entonces sacó los dedos de mi boca y mientras con una de sus manos apartaba mi tanga hacia un lado, acercó sus dedos a mi coño desde detrás y los metió de golpe hasta su segunda falange. Se deslizaron en mi interior sin resistencia por lo lubricada que estaba ya. Yo solté un pequeño grito de placer.
- ¿Seguro que no? – me insistió.
- Jo… no, aún no. – le repetí mientras empezaba a sentir moverse sus dedos dentro de mi coño empapado.
- Pero… tengo algo para ti… - le dije como pude.
- ¿Qué tienes para mí, Evita? – me volvió a decir en mi oído.
Tardé un poco en reaccionar, me estaba gustando demasiado la situación y gozaba con sus dedos. Me separé un poco de la pared haciendo fuerza hacia atrás. Él cedió y se separó de mí un poco. Pude notar salir sus dedos de mi coño. Me giré hacia él dándome la vuelta, tenía las tetas un poco manchadas del polvo blanco de la pared desconchada. Le miré a los ojos y le cogí la mano sintiendo mi flujo en sus dedos.
- Ven – le dije mientras comencé a caminar hacia la habitación en la que estaba el sofá roñoso tirando de su mano. Ahí nadie nos vería desde la calle, aunque eso estaba abandonado y aislado a mí me daba mucha vergüenza que eso pudiera pasar.
Matías me siguió hasta el sofá sin decir nada como un corderito, mientras yo seguía tirando de su mano. Esto era algo con lo que yo había fantaseado en casa de mis tíos, le había dado muchas vueltas y ya estaba decidida a dar el paso. Había soñado hasta cómo iba a ser. Cuando llegamos a esa habitación había menos luz, ya que la que daba la farola de la calle llegaba ahí de refilón, pero era suficiente para vernos perfectamente.
Me subí en el sofá de rodillas sentada en mis pies, como hice el día del coche. Su paquete se alzaba justo delante de mi cara. Mis tetas blanquecinas por el polvo apuntaban a sus pantalones. Con mis manitas desabroché su cinturón. Él de pie me miraba cómo le iba liberando de sus ropas. Solté el botón del pantalón y cayó al suelo. Era imponente ver ese bulto bajo su boxer, me encantaba mirarlo, aunque hubiera ropa de por medio. Tiré de la cintura de sus calzoncillos y su polla apareció como impulsada por un resorte. Ahí la tenía de nuevo, con ese bello rizado que la coronaba y esos huevos oscuros y levemente peludos que se descolgaban desde su base, con esas venas marcadas que parecía que iban a explotar, y cómo no, con ese glande cubierto de ese liquidito que tanto morbo me daba. Ahí, toda gorda para mí. Yo no podía estar más cachonda, y él estaba claro que por lo que tenía delante de mis ojos que tampoco podía estarlo más.
Entonces lo hice. Le miré fijamente a los ojos mientras él me observaba hipnotizado. Agarré con mi manita derecha la base de su polla, sentí su calor y cómo palpitaba en mi mano. Acerqué mi boca a la punta y de golpe me vino ese olor del que ya había disfrutado el día del coche. Tenía miedo a que me diera asco de repente, pero saqué lentamente mi lengua y empecé a rozar el agujerito de su glande dándole un primer lametón. El liquidito que había en él se pegó a mi lengua y al terminar ese lametón se formó como una especie de hilillo que unía mi lengua con su polla. Di un segundo lametón apretando un poco más mi lengua. Luego un tercero desde el pliegue inferior de su glande hasta la punta. Él me miraba perplejo y yo empecé a sentir un sabor salado que junto al olor que llenaba mi nariz no podía darme más morbo. Empezaba a asumir que no me iba a dar ningún asco, más bien todo lo contrario. Aun así, seguía un poco preocupada.
Recordé lo mejores momentos de ese tipo de escenas de las pelis y me atreví a seguir un poco más. Elevé un poco su polla e hice que apuntara más arriba. Acerqué mi lengua a la base de su tronco y la comencé a deslizar desde abajo hasta llegar a su glande, con mucho cuidado y un poco temerosa. Mi saliva iba dejando un surco brillante en su piel y podía sentir en ella lo caliente que estaba esa carne. Repetí el mismo camino con mi lengua, pero esta vez por el otro lateral de su tronco volviendo a mojar su piel con mi baba. Volví a repetir la jugada por el otro lateral hasta que vi brillar todo su tronco. Más sabor salado. De la punta de su polla brotaban más gotitas de ese liquidito salado, me encantó. Él me miraba fijamente con cara de cerdo y yo cada vez estaba más mala, lo estaba disfrutando muchísimo.
No pude aguantar más, me moría de ganas. Volví a apuntar su polla hacia mi cara. Abrí la boca, acerqué mi cabeza un poco más a él y cuando tenía toda la punta sobre mi lengua la abracé con mis labios. Mi boca se llenó del calor que desprendía su pene y pude disfrutar al fin y en plenitud de ese sabor salado. Vi cómo Matías cerraba los ojos soltando un bufido, y mientras, yo sentía mi tanga empapado. Seguía bastante acojonada por si en algún momento me daba asco. Mientras continuaba sujetándola desde la base, empecé a mover mi cabeza lentamente metiendo y sacando su polla deslizándola sobre mi lengua, con mucho cuidadito. Todo el liquidito que antes la cubría se hizo presente en mis papilas gustativas, pero no paraba de sentir ese sabor, estaba claro que no dejaba de salir.
Me vino el recuerdo de las pelis y mientras mantenía mi cabeza a un ritmo constante comencé a acompañar mis labios con la mano con la que la tenía sujeta. Apretaba con fuerza mi manita y la bajaba hasta sus huevos mientras su glande rozaba el final de mi paladar, luego vaciaba mi boca de carne mientras mi mano subía justo hasta dónde comenzaba su glande. Cada vez que mi mano bajaba y subía podía ver sus pelotas moverse, mis tetas se balanceaban al mismo ritmo y él gemía mientras seguía con los ojos cerrados. No sé cuánto tiempo estuve a ese ritmo mientras él se dejaba hacer, pero pude sentir que mi saliva empezaba a chorrear por la comisura de mis labios, al igual que mi flujo en mi entrepierna. Ese sabor salado no dejaba de inundar mi boca.
Entonces Matías volvió a abrir sus ojos. Agarró mi cabeza con ambas manos despacito, sus dedos pasaron justo por debajo de la coleta de mi pelo recogido. Mantuvo el ritmo que yo había impuesto durante unos instantes, pero ahora era él el que me movía la cabeza a su antojo. Esa sensación de ser usada volvió a mí, como la sentí el día del garaje, y sorprendentemente la había echado de menos. Movía sus caderas y mi cabeza a su ritmo, así que solté mi mano y le dejé hacer. Empezó a acelerar el ritmo, y aunque la polla de Matías era gorda pero no muy larga, al acelerarse hubo un momento en el que me acabó dando una arcada. Él se dio cuenta, paró un momento y me pidió perdón. Eso me pareció taaaan bonito, a pesar de lo que estábamos haciendo en ese momento me gustó mucho que se preocupara por mí. Sonreí sin darle importancia y entonces volvió a empezar a moverme la cabeza a su antojo. Poco a poco llegó otra vez al ritmo de antes, pero ahora tenía más cuidado para no atragantarme otra vez. Yo intentaba respirar por la nariz para no ahogarme y dejar la garganta relajada para llevarlo lo mejor posible. Tampoco es que intentara llegar hasta el fondo de mi garganta, además no creo que lo hubiera aguantado esa vez ni de coña.
La punta de su polla chocaba con el inicio de mi garganta y podía ver su pubis acercándose y separándose ante mis ojos mientras sus huevos casi llegaban a mi barbilla, así una y otra vez. Estaba disfrutando de todo emocionada al ser la primera vez, mi tanga era buena prueba de ello. Estaba tan contenta de que al final no me diera ningún asco. No sé cuánto tiempo pasé con la boca llena mientras Matías me la usaba, pero sí la recuerdo, llena de babas y que chorreaban hacia mis tetas, y que se me saltaban un poco las lágrimas. A pesar de ello mis ojos estaban clavados en los de Matías que me miraba mientras me la follaba. Cada vez iba más rápido mientras yo tenía mi entre pierna empapada. Era todo de nuevo tan peli porno…
Bastante rato después Matías me avisó de que se iba a correr. Yo se lo agradecí porque pensaba que se lo iba a callar y no sabía si lo iba a aguantar bien cuando se corriera. Continuó moviéndose cuando sentí perfectamente cómo su polla explotaba en mi lengua. Pude escuchar un grito y notar el primer chorro de leche caliente impactando en mi garganta y eso me hizo mucha impresión. Separé mi cabeza de él y en cuanto sacó su polla de mi boca la cogió con su mano y siguió pajeándose. El siguiente chorro fue directo a mis labios y mis mejillas, el calor inundó mi cara justo en la piel de mi rostro que ya estaba mojada por mis babas. Era blanco y era espeso, supongo que por los días en los que estuve ausente. Siguió masturbándose mientras gemía llenándome el cuello y las tetas de rico líquido denso. Luego decenas de gotitas blancas se esparcieron por todo mi torso, y básicamente por todos lados. Cuando él sintió que ya había vaciado del todo sus huevos, se calmó mientras yo seguía mirándole embobada.
Ese día pude por primera vez saborear la leche directamente de su envase, y lo curioso es que a pesar de la extraña sensación que tenía en la garganta me gustaba. Era un sabor raro, ese amargor que ya había podido probar un poquito ahora se hacía más presente tras el sabor salado, la textura densa, estaba caliente, y me gustaba. No lo podía entender, pero así era. Y ahí estaba yo, con todo lleno de leche de Matías, desnuda totalmente de cintura para arriba, con Matías de pie delante de mí y su polla aún en su mano, y más salida que nada. Podía sentir claramente mi tanga chorreando bajo mi falda, porque aún la conservaba. Pero Matías decidió solucionarlo de repente.
Matías soltó su polla, apoyó sus manos en mis hombros desnudos invitándome a tumbarme en el sofá en el que estaba arrodillada. Yo me dejé hacer y me tumbé. Pasó sus manos por el exterior de mis muslos acariciándomelos y empezó a tirar de mi tanga deslizándolo por mis piernas hasta que me lo quitó del todo. De inmediato subió mi falda hasta mi cintura mientras yo veía toda la escena encantada. Seguro que pudo apreciar como el interior de mis muslos estaba empapado. Vi encandilada cómo chupaba dos de sus propios dedos y me pareció super sexy. Los acercó directamente a mi coño y yo abrí un poco mis piernas sobre ese sofá, él sonrió.
Pude sentir sus dedos abriendo mi coño otra vez cómo cuando llegamos contra esa pared, deslizándose a través de mis labios mientras su saliva en sus dedos se mezclaba con mi flujo. Gemí de inmediato. Comenzó a moverlos en mi interior, los notaba perfectamente y me volvía loca. Matías tiraba hacia mi pelvis desde mi interior mientras sus dedos entraban y salían a ritmo constante, yo jadeaba sin parar. Mi coño empapado se llenaba y se vaciaba una y otra vez, yo me estremecía y él miraba cómo todo mi cuerpo se meneaba aún manchado con su semen. No podía parar de gemir. Intentaba mantener la vista fija en sus ojos que no paraban de observarme y eso me excitaba muchísimo, pero no podía evitar el que de vez en cuando se me cerraran. Mi flujo chorreaba hacia mi culo empapando el sofá mugriento.
Matías hizo algo que yo no esperaba. Vi cómo se iba colocando entre mis piernas y su cabeza se comenzó a acercar a mí mientras seguía metiéndome sus dedos. Arrimó de repente su boca a mi coño. Yo miré extasiada. Sentí cómo su boca se posaba sobre mi pubis y noté como su lengua se abría camino entre mis labios hasta mi clítoris, pensé que me moría, joder. Sus dedos entraban y salían mientras me daba lametones de abajo arriba y rozaba con la punta de su lengua mi clítoris, no había sentido algo así en mi vida. No podía parar de gritar, me moría de gusto.
Él me miraba mientras yo estaba fuera de mí, no paraba de follarme con sus dedos y a la vez movía su lengua al mismo ritmo. En serió, es que me moría de gusto. Le miraba a los ojos mientras su lengua era libre entre mis labios, tenía ojos de loco total. Hubo un momento que ya no aguanté más y comencé a sujetar con mis manos su cabeza apretándola contra mi coño. Él se dejó hacer. Su cara mostraba que lo estaba disfrutando.
Su lengua cada vez más rápida, sus dedos cada vez a más velocidad. Mi cuerpo se movía al mismo ritmo que sus dedos me follaban. Mis tetas rebotaban con cada embestida de su mano. Mi flujo chorreaba. Ni en mis más húmedos sueños pensaba que este verano iba a ser así, pero lo estaba siendo y yo estaba tan feliz e incluso orgullosa. Ya era mayor, pero del todo, no por tener un Iphone.
Entonces noté que me iba a correr y le avisé como él lo había hecho conmigo, me parecía lo mínimo corresponder. Su reacción me sorprendió. No sólo no se retiraba, al contrario. Aplastó su boca contra mi coño y siguió con sus dedos a toda velocidad. Entonces exploté en su boca. Me repito, pero es que de nuevo no había vivido otro orgasmo como ese. Mi cuerpo se movía sin control, mis muslos aplastaban su cabeza, pero no podía controlarlo. Gritaba como una loca mientras mi flujo empapaba su boca. Se movían mis piernas, mis caderas, todo mi cuerpo. Él absorbía todo, podía escucharlo, oía los chupetones. Madre mía, aún lo recuerdo y de verdad que yo creía que de esta me moría de gusto seguro, me estoy poniendo un tanto “tonta” al recordarlo. :P
Conseguí calmarme y entonces él salió de entre mis piernas. Subió hasta mi boca, y me besó, fue un beso muy intenso y profundo. Pude sentir claramente mi sabor en sus labios, supongo que él también pudo sentir en mi boca el suyo. Yo no podía estar más feliz.
Matías se levantó y se subió su ropa, salió como siempre fuera de la casa a mear. Ahí me quedé yo tumbada en ese sofá apestoso, desnuda casi al completo, con la falda por la cintura y mi calzado como únicas prendas. El interior de mis muslos y mi entrepierna empapados con mi flujo y sus babas, y el pecho y el cuello aún llenos de su leche reseca. Estaba extasiada intentando digerir todo lo que acababa de vivir, menudo veranito.
En cuanto pude me levanté y busqué mi tanga para ponérmelo. No sabía cómo limpiarme antes de ir a por el resto de mi ropa a la otra sala del chalet. Encontré un trapo usado que a saber de qué lo estaba. Me dio mucho asco, pero no había otra cosa y no iba a manchar mi camisa azul de leche. Empecé a limpiarme con ese trapo asqueroso y recuerdo que de nuevo hubo un momento que recogí con los dedos un poco del semen grumoso pegado a mi piel, y me los llevé a la boca. Yo no sabía qué me estaba pasando, pero me había convertido en adicta a ese sabor y al morbo de degustarlo. No podía evitarlo. En cuanto entró Matías disimulé y me limpié como buenamente pude.
Fuimos a la otra habitación y ahí nos dimos cuenta de lo tarde que era, así que recogí mi camisa y mi suje y me vestí corriendo. Justo antes de subirnos a la moto Matías me acercó a él y me dio un intenso beso mientras me sujetaba del culo, eso me encantó y no me lo esperaba.
- Quiero más de esto. – me dijo sonriendo.
- Veremos qué más podemos hacer estos días. – le dije yo con mi mejor sonrisa pícara.
Subimos a la moto y nos encaminamos a toda prisa hasta la urba. Me dejó un poco antes de llegar a la calle principal y yo fui corriendo por los mismos caminos de arena por los que había dado el rodeo antes para disimular. Él siguió con su moto hasta la calle y yo aparecí por el lado opuesto al rato como si no hubiera pasado nada. A los primeros que me encontré fueron a Claudia y a mi hermano Carlos que me miraba y me sonreía con un gesto que no me gustó nada, estaba claro que algo sabía el cabrón.
Dije que estaba cansada y que me iba ya a mi casa.
- Claro, cansada. – dijo sonriendo mi hermano Carlos.
- Vete a cagar. – le contesté yo y me piré un poco preocupada por lo que él supiera.
En cuanto entré en mi chalet fui directa al baño, necesitaba una ducha como el comer. Me desnudé frente al espejo y a mi mente me venían como fotogramas de lo que acababa de vivir, como el otro día en el garaje del señor Manolo. No me podía creer todo lo que estaba viviendo en esos calurosos días. La primera vez que me liaba con un chico, la primera vez que me masturbaban y yo se lo hacía a alguien, la primera vez que usaban mis tetas, y la primera vez que me lo comían y yo me comía una polla, como en las pelis. Todo esto en poco más de un mes. Era alucinante, y lo mejor es que me había encantado todo. Ni asco, ni miedo, ni nada, al contrario. Estaba orgullosísima, y además sabía que le encantaba a Matías y que él a mí me gustaba mogollón. El mejor verano de mi vida de lejos.
Cuando dejé de darle vueltas a todo me miré bien y daba asco. Aún tenía el cuello y las tetas llenas de leche reseca de Matías, y podía sentir mi entrepierna también sucia. Mojé un poco mi camisa para quitarle los restos blanquecinos que se le habían quedado pegados y la metí en la lavadora con el resto de mi ropa, luego entré a ducharme. Mientras el agua caliente caía sobre mí sentí un inmenso gusto, me iba relajando y me vino el sueñito. Esta vez no tenía ni ganas de masturbarme, sólo quería irme a la cama y eso hice.
Entre las sábanas y mientras volvía a repasar todo caí en un profundo sueño con una sonrisa de oreja a oreja. Tenía mucha curiosidad por saber qué otras cosas me iban a traer ese verano, y de ver a Matías al día siguiente. No sabía lo que me podía esperar.