Mi veranito

Este es mi primer relato y os cuento cómo empezó mi verano en el que cumplí 16 años.

MI VERANITO

¡Holaaaa! Mi nombre es Eva y tengo 22 años. Llevo bastante tiempo disfrutando de vuestros relatos, y una amiga que conoce todas mis historias me ha animado a que escriba alguna de mis experiencias y las publique aquí. Al principio era muy “pava”, pero a pesar de que soy muy joven he cometido ya bastantes locuras. Espero que os guste. :)

Como es mi primer relato os voy a contar lo que fue para mí mi primera experiencia “sexual” con un chico, aunque tampoco esperéis que fuese completa. Soy bi, pero lo primero que caté fueron chicos. :P Para poneros en situación me describo un poco. Como ya os he dicho me llamo Eva, tengo el pelo largo y liso, de color castaño claro. Tengo los ojos claros, azules o verdosos dependiendo del momento. Soy bastante blanquita de piel. Mi nariz es pequeña y tengo los labios ni finos ni gruesos, el de arriba es más grueso que el de abajo, pero a mí me gusta. Mido 1,62 y peso unos 55 kilos. Ni gorda, ni muy delgada, algo normal. Mis piernas también son normales, blanquitas como el resto del cuerpo. Lo que ya no es tan normal es la proporción de mi pecho jajajaja. Siempre fui muy delgadita de más joven, de hecho, tengo las caderas bastante estrechas, más que los hombros que tampoco es que los tenga muy anchos. A pesar de eso no me puedo quejar del culo que me ha dado la genética jajaja. Hasta los 14 años siempre fui así, delgada, y todo en proporción, salvo por la cara y el pelo mi cuerpo era el de un chico, pero llegaron los cambios y mi pecho comenzó a desarrollarse. En dos veranos estaba irreconocible. Actualmente uso una 95 de pecho pero con copa D/E dependiendo del suje, os podéis hacer a la idea de cómo fue el cambio para mí, y para los que me rodeaban…

Todos los veranos desde que era pequeña, mi familia y yo íbamos a un chalet que tenemos en un pueblo de Ávila. Allí mi hermana, mi hermano, y yo nos lo pasábamos de maravilla. Teníamos el típico grupo de amigos que eran todos niños de los chalets de la urbanización. Éramos de todas las edades. Los más mayores eran de la edad de mi hermano Carlos, que me saca 3 años, y los más pequeños de la edad de mi hermana Ana, a la que le saco yo 3. Cuando eres pequeña las diferencias de edad se notan más que luego de mayor, así que mi grupo de gente no tenía mucha relación con los amigos y amigas de mi hermano, y al igual pasaba con el grupo de Ana, que para nosotros eran muy niños. Todos nos pasábamos los veranos jugando los dos meses de vacaciones, pero en cuanto empezábamos el colegio volvíamos a nuestras casas y no teníamos contacto hasta el año siguiente. Los más mayores sí porque tenían sus redes sociales, pero mis padres no me dejaron ni tener Facebook hasta que no cumplí 17 años. Mi madre es bastante enrollada pero mi padre era muy estricto, aunque con los años ha ido aflojando.

El verano en el que empezó a llamar la atención lo de mi cambio físico recuerdo que fue en el que justo cumplía yo 16 años esas vacaciones. Llegamos al chalet toda la familia y en seguida salimos a jugar buscando a nuestros amigos en la calle principal de la urbanización. Hasta entonces yo no había prestado atención a lo de mi pecho, salvo por las molestias que me ocasionaba y alguna mirada en el cole y en la calle, pero fue encontrarme con los otros chicos ese verano y ahí lo noté. El grupo de amigos de mi hermano era para verles las caras jajaja. En cuanto yo aparecí no dejaron de mirarme. Recuerdo que empezaron a decirle cosas a él, que yo no podía escuchar, y él les contestaba con cara de enfado. A partir de ese momento todo cambió. Día tras día en nuestros momentos de juego los amigos de mi hermano me prestaban demasiada atención. De repente eran super amables conmigo, querían hablarme, aunque yo era mucho más pequeña que ellos, y no me quitaban la mirada de encima. Yo era pequeña, pero no tonta, y sabía perfectamente lo que estaba pasando. Sólo había que ver sus caras cuando íbamos todos a la piscina de la urbanización, pero eso ya llegará más adelante.

Mi experiencia sexual era nula por aquel entonces. No tenía ni idea de nada. Mis fantasías sexuales se alimentaban de relatos de páginas como esta, y del porno que veía a escondidas cuando mi hermano se dejaba su cuenta de Google abierta y me podía saltar el control de mis padres. Sí recuerdo que me excitaba por cualquier tontería y, a pesar de compartir habitación con mi hermana Ana, me masturbaba cada noche después de leeros, o por haber visto algo a de “estrangis”. Nunca había besado a un chico y mucho menos había tenido el más mínimo sexo con alguno.

Matías era un amigo de mi hermano de la “urba”. Era unos meses mayor que todos, el típico líder chulo de cualquier grupo de chavales. Llevaba la cabeza rapada y su aspecto era agresivo y macarra. Llevaba un piercing en la nariz y eso a esa edad me fascinaba y me parecía super sexy. Era bastante más alto y estaba más fuerte que todos los demás, y vestía extraño para lo que una niña pija como yo estaba acostumbrada. Yo al cole además iba de uniforme. Pantalones de camuflaje anchos, camisetas de grupos de los que yo no había oído hablar en mi vida, montaba en skate, tenía una moto, y venía de un barrio “chungo”. El pack completo. Como entenderéis yo estaba enamoradísima de él, aunque él jamás me había dirigido la palabra. Pero ese veranito todo cambió.

Por las mañanas solíamos despertarnos, desayunar, y pillábamos las bicis para ir a la piscina de la urbanización. Ahí nos encontrábamos con toda la gente. Al segundo día de estar allí fue el primer día de pisci. Mis hermanos y yo llegamos, mi hermano se fue con sus amigos y mi hermana con las suyas. Yo tenía mi grupo de amigas propio. Recuerdo perfectamente a los amigos de mi hermano mirándome fijos mientras me quitaba la ropa para quedarme en bikini. Recuerdo estrenar ese día un bikini nuevo, mi madre había tenido que renovarme medio armario por lo de “mis cambios”. Ese era negro sin más adornos, pero cómo aún no teníamos tomada muy bien la medida no tapaba lo suficiente lo que tenía que tapar, la verdad es que me rebosaban las tetas. Notaba sus ojos clavados en mí. Intenté no mirarles hasta que me metí en la ducha antes de saltar a la piscina, y ahí me les quedé mirando. Todos retiraron la mirada excepto Matías, que seguía observándome fijamente, parecía que me quería comer con los ojos. Eso me puso muy nerviosa y me dio vergüenza, así que bajé la mirada corriendo y me tiré a la piscina. El resto de la mañana la pasé jugando con mis amigas en el agua, pero cada vez que buscaba yo con la mirada a Matías ahí estaba él observándome. Por un lado, me daba mucha vergüenza, pero por otro me encantaba.

Cuando llegó la hora de comer fui hacia el vestuario para quitarme la ropa mojada y ponerme la seca. La casualidad, o directamente porque él se presentó allí, hizo que me encontrara a Matías. Se puso en medio para cortarme el paso mientras me decía - No te cambies la ropa que te queda muy bien, niña. -  No me llames niña! - le contesté gritando. Al final me dejó pasar y me dijo - Has crecido mucho, Evita. - y se fue riendo. Ahí me quedé yo con cara de boba y un poco alucinada por lo que me acababa de pasar. Luego sonreí porque me hacía ilusión que se estuviera fijando en mí. Me cambié y me fui a mi casa con mis hermanos.

Me pase la comida recordando lo que me había dicho Matías, su mirada, y lo mucho que me había gustado. Por la tarde volvimos a la piscina y de nuevo ahí estaban los amigos de mi hermano, entre ellos Matías. Me quería vengar por haberme llamado niña, así que cuando fui a la ducha con otro de los bikinis nuevos, y detecté que todos ellos me estaban mirando otra vez, empecé a extender el agua que caía sobre mi cuerpo acariciándome. Mientras mi bikini se empapaba con el agua y lo tocaba con mis manos, las pasaba por mis tetas, me frotaba el culo disimuladamente. No hacía nada exagerado por si algún mayor me veía, pero ellos no podían dejar de verme babeando. Fijé la mirada en ellos y estaban alucinando, de nuevo retiraron la mirada y de nuevo la mantuvo Matías. Recuerdo mis pezones duros notando su mirada. Alargué un poco más la ducha y me tiré al agua.

Así pasaron un par de semanas de piscina en los que yo aprovechaba cualquier momento para calentar a ese grupo de chicos, aunque mi objetivo era Matías. En cuanto notaba que me miraban hacía algo que sabía que les iba a gustar. Colocarme el bikini de turno, tomar el sol acariciándome una pierna, sacar la mitad de mi cuerpo de la piscina apoyando mis tetas en el bordillo, ya sabéis… J

Cuando me cruzaba con Matías, tanto en la piscina, como en los vestuarios, como en cualquier sitio de la urbanización, siempre me decía algo para picarme. Al principio me molestaba mucho y le contestaba toda borde, pero al final entendí que era todo un juego.

Después de cenar, todas las noches, volvíamos a salir a jugar a la calle principal de la urbanización mientras que mi hermano y sus amigos se iban a otro lado. A las afueras de la urbanización todo era campo, había unos pinares y una especie de construcción abandonada, y allí que iban ellos con sus bicis y Matías tronando su motillo. No sabíamos qué hacían allí, pero nosotras no podíamos ir porque éramos muy pequeñas.

Una tarde, cuando ya empezaba a anochecer en la piscina, y cuando iba al vestuario a quitarme el bikini mojado, de nuevo Matías me cortó el paso. Yo le miré altiva pensando en qué me iba a decir ahora, preparada para contestarle. – ¿Te vienes esta noche con nosotros, niña? - me dijo directamente. Me quedé congelada y hasta el “niña” me dio igual. – Vale, pero no sé si mis padres me van a dejar - acerté a decir con sonrisa boba. – Ya le he dicho a tu hermano que les dijera que ibas con él, no creo que te pongan problemas, nos vemos esta noche. – Escuché sus palabras y aún no me lo creía. Iba a ir al sitio ese donde iban los mayores. Efectivamente esa noche mi hermano les dijo a mis padres que me dejaran salir con él y los otros mayores. Mi padre en principio se negó, pero yo puse cara de buena a mi madre y le acabó convenciendo. – La niña ya va a cumplir 16 años en unos días y tiene que hacer más cosas. - recuerdo que le dijo. Al final, y después de mil advertencias paternas, me dejaron salir con mi hermano.

Cuando acabamos de cenar mi hermano y yo nos preparamos para salir mientras mi hermana Ana protestaba por no poder apuntarse. Recuerdo elegir mi ropa como si fuera a algún sitio muy importante, quería estar guapa para Matías. Me peiné a conciencia, me puse una blusita de botones azul, un suje blanco con unas bragas a juego, y unos leggings negros.

Nos despedimos de nuestros padres y salimos de casa. Cuando iba a coger mi bici mi hermano me dijo que la dejara, porque Matías me iba a llevar en la moto. Yo no me lo podía creer. Tampoco entendía por qué mi hermano colaboraba tanto en lo de Matías, pero supuse que eran cosa de chicos. Yo estaba emocionadísima. Iba a ir con los mayores al sitio ese que sólo conocía de oídas, y no solo eso, me iba a llevar Matías en moto. El mejor verano de mi vida hasta entonces y acababa de empezar.

Salimos a la calle principal de la urbanización y ahí nos estaban esperando. Había dos chavales amigos de mi hermano, mi hermano y Matías con su moto, su camiseta de macarra, sus pantalones de bolsillos con cadenita. – Vamos ya -  dijo Matías mientras me daba un casco de moto que había traído para mí. Yo le miraba embobada, me parecía tan bonito el detalle de que me hubiera traído un casco ♥. Nunca había subido en una moto, así que me subí torpemente en la parte de detrás y me agarré todo lo fuerte que pude a su cintura. Él se partía de risa. Arrancó la moto y empezó a conducir a toda velocidad al famoso sitio abandonado. En la moto de Matías se tardaba unos 5 minutos, en las bicis se tardaba bastante más por las cuestas y la oscuridad. Así que llegamos rápidamente, aunque yo iba totalmente asustada porque me parecía que íbamos a toda velocidad, nos bajamos de la moto, y entramos en el extraño lugar a esperar. Una única farola en medio de la nada iluminaba el lugar desde fuera. El sitio era la casa piloto abandonada de un antiguo proyecto de urbanización que la crisis se llevó por delante. Estaba llena de pintadas, se veían restos de hogueras, había colchones y sillones destrozados por el suelo, en fin, era el lugar perfecto para los chavales, para hacer botellones, o lo que se terciara.

Mientras esperábamos, Matías me soltó directamente un – ¿No piensas pagarme el viaje? - y yo me quedé callada como si no hubiera oído nada, pero sabía perfectamente a lo que se refería. Entonces directamente se acercó a mí, me agarro de la cabeza y me empezó a comer la boca. No sabía ni cómo reaccionar, era mi primer beso. Su lengua entraba en mi boca mientras me besaba y yo sólo intentaba sorberla y jugar con la mía. Los escalofríos que sentía por todo mi cuerpo me dejaron claro de inmediato que me gustaba la experiencia. Empecé a meterle la mía en su boca. Entonces me empezó a besar salvajemente y comenzó a apoyarme contra una de las paredes de la casa. Nuestras lenguas chocaban, la saliva caía por mi barbilla, y comencé a notar como con una de sus manos empezaba a sobarme las tetas por encima de mi camisa. Estaba claro que para él no era la primera vez. Yo me creía morir, me estaba poniendo super cachonda. A pesar de que era mi primer beso, había prestado bastante atención a los vídeos porno que veía en la sesión de mi hermano, e intentaba imitar los besos guarros que había visto en esas pelis. Matías entonces metió sus manos por debajo de mi camisa desde mi cintura. Apretaba ya directamente mis dos pechos y lo único que ya los protegía de sus manos era mi sujetador. Me estaba follando la boca con su lengua y para terminarlo de arreglar comenzó a apretar su cuerpo contra el mío. A través de la fina tela de mis leggings podía sentir como tras sus pantalones su polla estaba completamente dura. Él seguía besándome y magreándome mientras yo permanecía atrapada entre esa pared y ese chico que tanto me gustaba. Nunca había estado tan cachonda en la vida como hasta ese momento. Pasaron varios minutos y Matías seguía sobándome e intentando bajarme el sujetador para toquetear mis pezones. En la oscuridad de la noche entre los pinos empezamos a escuchar el jaleo de los de las bicis llegar. Le separé de mí y paramos. Intenté colocarme la ropa antes de que llegaran los demás.

Llegaron los 3 incluido mi hermano, y empezaron a hacer bromitas sobre qué habíamos hecho hasta que llegaron. Matías se puso serio con ellos y pararon con el tema. A mí eso me pareció aún más atractivo, se me “caían” las bragas jajaja.

Los otros dos chicos eran Javi, que era un gordito muy grande para su edad, muy salao, y muy gracioso, pero que de aspecto había tenido la mala suerte de salir a su padre. También estaba Alberto, que era un chico muy delgado y muy callado, pero muy inteligente. Yo les conocía a todos de los veraneos, pero nunca había tenido mucho trato con ellos salvo por mi hermano. Como ya os conté ellos tenían 18-19, yo iba a cumplir 16 en unos días y no eran de mi grupo cercano, aunque acabé teniendo “bastante” trato ese verano y el siguiente :P. Los amigos de mi hermano eran muchos más, pero ese era su grupito más cercano. Nos sentamos en los colchones que había en el suelo, menos Matías que se sentó en un sillón cochambroso. Entonces sacaron una litronas calientes que tenían escondidas. Yo no había bebido en mi vida salvo el champagne de noche vieja y poco más. A ellos se les veía con más práctica.

Abrieron las litronas, alguien sacó un paquete de tabaco, y empezaron a beber, a fumar, a contar historias, y a echarse risas. No sabía que mi hermano fumaba hasta ese momento, pero le guardé el secreto. No recuerdo qué hablaban, sólo recuerdo estar muy incómoda porque tenía las bragas mojadas después de liarme con Matías, y tenía miedo de que la humedad se traspasara y se notara en los leggings. Fueron muy majos conmigo y me hacían sentirme integrada en su grupo. Entre risas me acabaron obligando a beber un poco de cerveza, me dio mucho asco su sabor, pero aun así bebí. Cuando llevábamos allí más de una hora Matías empezó a hacerse un porro. A todos les pareció de lo más normal, y yo no dije nada, pero fue la primera vez que tuve contacto con las drogas. Insisto, yo era muy pava, incluso bastante pija. Cuando le había dado unas caladas se lo empezó a pasar a los demás. Cuando llegó a mí lo rechacé, yo ni había fumado tabaco nunca. Como se pusieron insistentes les conseguí convencer a base de beber más cerveza. Cómo me veían beber me dejaron en paz con lo del porro. No sé si por mi falta de costumbre al beber, o por los vapores que me llegaban del porro, pero empecé a sentirme bastante “contenta”. Me reía por todo, me parecían graciosísimos, y estaba realmente cómoda. Y así pasaron varias horas que disfruté enormemente. Estaba integrada con “los mayores” y no me trataban como a una niña, nunca había estado hasta tan tarde por ahí, ni en verano, me estaba riendo un montón, y sobre todo me había liado con un chico por primera vez y había sido Matías ni más ni menos.

Mi hermano miró su reloj y dijo que había que volver a casa, que si no tendríamos bronca. Todos estuvieron de acuerdo. Matías les dijo que fueran saliendo con las bicis, que él y yo saldríamos en un rato para llegar todos juntos. Yo estaba un poco pedo y ellos también, pero ya lo veía venir.

Mi hermano y sus dos amigos cogieron sus bicis y emprendieron la marcha, yo me levanté intentando evitar lo inevitable y me puse al lado de la moto en lo que iba a ser la calle de esa urbanización abandonada, y es que yo sabía que Matías no me iba a llevar a mí casa sin recompensa. Matías seguía sentado en el sillón mientras apuraba un cigarro, estaba muy guapo. Como en la casa esa no había puerta nos veíamos perfectamente, aunque yo estuviese ya al lado de su moto. En cuanto dejamos de escuchar las bicis de los chicos, Matías me miró y me dijo - ¿Cómo me vas a convencer para que te lleve? – yo sonreí apoyada en la moto. Por un lado, tenía miedo, era la primera vez que había besado a un chico y no pensaba llegar a más, esa noche al menos. Por otro lado, se me había subido la cerveza, seguía bastante cachonda por los magreos de al llegar, y además no me podía volver andando en medio de la noche. Me acordé de una escena de una de las pelis que había visto en un descuido de mi hermano, y se me ocurrió una idea. – Prométeme que no te vas a levantar del sillón hasta que yo te lo diga, y te convenceré dándote un buen recuerdo. Piensa que además queda mucho verano aún. – le dije sonriendo. Él asintió con la cabeza como si se hubiera quedado mudo. – ¿Me lo juras? – le insistí. Él me dijo que me lo juraba. Entonces miré a mi alrededor confirmando que no había nadie allí y a la luz de la farola, justo al lado de su moto, empecé a desabrocharme uno por uno los botones de mi camisa azul. Matías se incorporó un poco en el sillón sin llegar a levantarse y puso los ojos como platos. Cuando abrí el último botón me quité la camisa y la colgué del manillar de la moto. Matías se quedó fijo mirando mi sujetador blanco. Mis tetas rebosaban en ese suje, me estaba un poco pequeño ya. Me encantaba la cara que ponía. Yo me reía de él en mi pedo y me imaginaba lo mal que lo debía de estar pasando, y para qué negarlo, cómo de dura se le tenía que estar poniendo… - ¿Te gusta lo que ves? – le dije. Él asintió con la cabeza como un tonto. Me di la vuelta y me puse de espaldas a él. Me desabroché el sujetador por la espalda, bajé lentamente cada uno de los tirantes por mis brazos, y me lo quité colgándolo también del manillar de la moto. Usé mis manos para tapar mis tetas y me giré lentamente hacia él. - ¿Te sigue gustando lo que ves? – volví a preguntar mientras él seguía asintiendo como un subnormal. Empecé a acariciármelas con las manos mientras iba retirándolas poco a poco dejando que él viera lentamente más y más de mi piel. Llego el momento en el que lo único que tapaba ya con la punta de mis dedos eran mis pezones, hasta que por fin retiré los dedos y se las dejé a la vista del todo. Cuando ya estaban completamente al aire seguí acariciándomelas como hacía la chica de la peli que recordaba. Apretaba con mis dedos mis pezones que estaban durísimos, acariciaba mis aureolas, las juntaba usando ambas manos, todo el repertorio que recordaba de esa peli. Él entonces se puso a resoplar mientras se relamía y pude escuchar que decía – Bffffff madre mía, son gordísimas. – y a mí me dio la risa y me empecé a carcajear. Dejé que disfrutara del espectáculo un minuto más, me sentía poderosa teniendo a Matías a mis pies mientras seguía acariciándome mis tetas. Entonces le dije que se hacía tarde y volví a coger rápidamente mi sujetador y mi camisa y me vestí de nuevo. Él parecía paralizado hasta que por fin reaccionó y me dijo – Tienes razón. -

Matías se levantó del sillón y vino hacia mí. Directamente me volvió a comer la boca y a meterme mano, pero le paré en seco y le retiré las manos alejándome de él. – Tranquilo niño, queda mucho verano- le dije sonriendo. Él se subió a la moto refunfuñando, me puse el casco y partimos hacia la urbanización. En pocos minutos estaba en la puerta de mi chalet, mi hermano ya estaba dentro de casa y su bici aparcada donde siempre. Me quité el casco, se lo devolví a Matías, le di un pico y salí corriendo cerrando la verja. No quise ni mirar su cara, pero imagino que muy contento no estaría jajajaj. Entré en casa y mis padres ya estaban durmiendo, así que subí a mi habitación. Mi hermana también estaba dormida. Así que esa fue la primera noche de ese verano que me vi obligada a masturbarme sin despertar a mi hermana pequeña. :P

Espero que os haya gustado la historia hasta ahora. Si me animo os iré contando más de ese verano y de otras de mis aventurillas jajajaja. Admito cualquier consejo que mejore mi forma de escribir o lo que sea. Para cualquier comentario o cualquier cosa: evitalosabeseguro@gmail.com :*