Mi venta (08: continúa mi pertinente humillación)

Pues sí, mi Amo, con buen criterio, percibió que yo estaba muy orgullosa de mi condición y mis cualidades. Y eso no es permisible en una esclava. No se le debe consentir una sola debilidad de soberbia. Pero ¡Ay! cuanto más humillada y mejor asumida públicamente la humillación, más orgullosa estaba. En eso consiste la libertad quizá. En que nadie puede coartar tu pensamiento.

En ese momento llegó Gloria con una bandeja de artefactos. Los señores interrumpieron mi convencional utilización de meter su pene en mis orificios y tras un rato de mirar la bandeja, seleccionaron una serie de instrumentos que comenzaron a utilizar sobre mi cuerpo mientras Gloria agachada a sus pies atendía con su boca los penes alternativamente y de una manera equitativa.

La primera medida que los Señores tomaron fue la de colocarme un abrebocas metálico para poder escupir y depositar la ceniza de sus cigarros. A continuación cada uno de ellos se dedicó a unos de mis agujeros inferiores estirando para abrirlos, meter sus dedos, palpar, probar mis jugos, averiguar mi aguante y calidad de sumisa pero invadiendo cada uno el dominio del otro. Noté que no eran Señores expertos en uso de esclavas. Y, aunque yo no quise decir nada, Gloria, atenta al juego, les indicó sutilmente que quizá fuera mejor que uno explorase tranquilamente uno de mis orificios y después el otro lo hiciese con el restante, recordándoles que yo tenía otros atributos compatibles con las maniobras en la zona inguinal y que ella también estaba disponible.

Así que Don Aleix se cebó en el agujero de mi vagina y Don Eduard se dedicó a estirar y retorcer mis torturados pezones dotados de su diabólico artefacto elongador mientras Gloria, en compensación, dedicaba su boca a su ano, testículos y pene agachada bajo él.

Por lo menos estuvo un cuarto de hora entretenido Don Aleix con mi vagina que terminó dolorida tras los estiramientos y aparatos o cosa inidentificables que metió en ella. Debo reconocer fielmente que cuando me folló con el puño dentro alcancé un profundo orgasmo que evidencié con unos lascivos gemidos y expresiones que nunca, en mi vida de esclava, me permití exteriorizar como entonces. Pasado el orgasmo barrunté que había metido la pata. Una cosa es que a una esclava se le permitan los orgasmos para incentivarla a prestarse al uso y otra que se comporte como una cerda lúbrica pareciendo que su usuario es su gorrino.

No tardé en comprobar que mi lascivia había estado fuera de lugar en el protocolo: mientras Don Aleix se turnaba con Don Eduard, Gloria tuvo la ocasión de susurrarme que me había excedido en la manifestación de mi placer.

Cuando don Eduard se hizo cargo de mi orificio anal mientras el otro Señor me aporreaba la cara con su distinguida polla para después follar mi boca, mientras amasaba mis discretas tetas como si fabricase pan o estiraba hacia arriba de los artefactos de mis pezones y Gloria se dedicaba a sus bajos, me prometí ser más comedida en mis manifestaciones lúbricas, pero no hizo falta: Las maniobras que Don Eduard intentó en mi ano me produjeron tal dolor que mis gemidos fueron muy diferentes.

Sin duda Mi Amo había terminado de satisfacer a mi nuera Montse, porque ámbos, seguidos de la niña Alba se aproximaron a nuestro grupo.

  • Y bien, ¿qué me informan mis amigos sobre mi nueva compra?

  • Pues qué quieres que te digamos. Pese a lo vieja que es, tiene un cuerpo de puta madre, está bien adiestrada y de lo demás no sabemos. Nos dijiste que habla varios idiomas, cojonudo para escort de lujo. Y solo por 30.000 euros. Un chollo. Ya lo hubiera pillado yo. Solo una cosa: aún tiene el ano algo estrecho. Debiera adiestrarlo un poco más. Es dudoso que le entren dos penes grandes simultáneamente. Y es una pena, porque la distancia entre muslos es amplia y permite un trabajo cómodo sobre sus dos entradas. En resumen: es el típico espécimen de hembra hecho para atraer y procrear. Lástima que no esté en edad de preñado.

  • Alba, toma nota del defecto anal de Neus y proporciónale el remedio. Y que no se vaya a su casa con su marido sin conocer el resto de las reglas. Y tú, Neus, reconocerás que tu entrada para presentar tu cuerpo no ha sido precisamente humilde, parecías una vedette saliendo al escenario. Eso no esta bien en una esclava sumisa.

  • No, mi amo, pido perdón, pero en mi descargo debo decir que su acertada elección del diseño del cinturón de castidad y los verdugones de mis nalgas embellecen tanto mi cuerpo que me sentí muy satisfecha de él. Eso me indujo a la soberbia. Nuevamente solicito su clemencia, en mi ánimo no estaba sino ser del agrado de mi Amo y sus sabias decisiones han sido tan certeras que confundí su sabiduría para redimir este inmundo y obsoleto cuerpo propiedad suya con una torpe ofuscación de que fuera mío.

  • Bien Neus, obviamente tu falta es leve por tu intención de servirme mejor, pero te ordeno que en el futuro prescindas de tus impulsos y te limites a mis órdenes y al reglamento que llevas años siguiendo más las instrucciones particulares que Alba te ha dado y te dará. Tu castigo será leve.

  • ¡Alba! Pon a Neus en la cuña mientras termino de complacer a mi querida Montse. Ponla con un buen lastre. ¡Gloria! Atiende a mis invitados.

Alba se acercó a mí invitándome hacia el reclinatorio mientras Gloria invitaba a los Señores a participar en mi lastrado. Aquella palabra me producía escalofríos por desconocer de qué se trataba.

Pronto se sació mi ignorancia. Alba manipuló los mecanismos del reclinatorio para levantar una mesa plegable mientras Gloria me colocaba en los tobillos unas argollas con una barra extensible para dejar mis piernas bien abiertas al tiempo que me tumbaba de espaldas sobre la mesa desplegada por Alba, quien ya estaba manipulando un motor que hacía descender una cadena desde el techo.

La cadena fue enganchada mediante un mosquetón a la barra que separaba mis piernas y fue nuevamente elevada hasta que quedé apoyada solamente en mis homóplatos y el cuello, con mis dos orificios inferiores disponibles para trabajarlos cómodamente a la altura de los brazos de mis usuarios.

Mientras Gloria me sujetaba las manos a la altura de mis pechos acariciando las mismas, Alba regresaba de uno de los estantes cargando una pesada cesta hasta colocarla sobre la mesa donde reposaba la parte superior de mi espalda.

Mi mente se dividía en dos apreciaciones. Por un lado me fijaba en las caricias que la hermosísima Gloria dispensaba suavemente a mis manos, mi mayor orgullo, y por otro a las maniobras de la chiquilla afroasiática.

La cesta contenía unas bolas de acero quirúrgico del tamaño de una pelota de golf, que Alba se encargó de lubricar con Analub mientras los dos Señores me las iban introduciendo, uno en el ano y otro en la vagina. Gloria contaba.

A la sexta acogida en mi cavidad delantera o la novena en mi recto, ya no recuerdo, comencé a sentir una tremenda incomodidad, pero los Señores no desistieron hasta que yo comencé a gemir sin comedimiento teniendo alojadas nueve bolas en el recto y doce en la vagina. Realmente mi problema es que el peso de las bolas me impedía respirar. Gloria se dio cuenta y terció en la faena dándola por finalizada.

A continuación, Alba separó el reposabrazos del reclinatorio mediante una llave dejando al descubierto un grueso listón en forma de cuña con el vértice hacia arriba. Manipuló el motor de la cadena para acercarme al listón ayudada por los Señores y Gloria hasta que, tras librarme de la barra separadora de los tobillos me sentaron sobre él ya erguida y con los pies en el suelo. La posición con mis genitales apoyados en el vértice de la cuña era dolorosa, pero peor resultó cuando Alba maniobró una manivela que fue elevando el listón hasta que mis pies solamente se apoyaron en los dedos gordos descansando prácticamente todo mi peso más el "lastre" en mi perineo y vulva sobre la jodida madera en ángulo.

Alba me susurró al oído:

  • ¿Quieres que te ate las manos o serás capaz de mantenerlas en tu nuca? Al Amo le gustaría más lo último.

  • Lo intentaré.

  • Buena chica. Solo será como un cuarto de hora. Lo necesario para que el Amo complazca a la masoquista de Dama Montse, …. tu nuera, que todo se sabe aquí.

Una vez que fui colocada para aquella dolorosa tortura, todos los presentes me olvidaron poniendo su atención en Dama Montse con su inmensa barriga. La puta de ella se colocó tumbada de espaldas sobre la mesa donde me habían insertado las bolas y elevó sus macizas patorras hasta agarrarse los tobillos separándolos para que su sucio coño depilado e inflamado estuviese bien visible y accesible ¿Dónde aprendió a ser tan golfa aquella adolescente catequista que yo conocí como primera y única novia de mi hijo Joan?