Mi venta (04: Sigue mi preparación para el Amo)
Aunque no guste a ciertos lectores más adictos a las descripciones de sexo explícito, cosa incomprensible porque para eso hay imágenes, debo seguir explicando la situación en mi casa.
Esa revelación me mantuvo despierta, en conjunción con los diez azotes que hacían arder mis nalgas, toda la noche. El destino de Corina no era mi principal preocupación. Como la egoísta que soy, me preocupaba más planificar mi conducta social en concordancia con mi dependencia como esclava. ¿Cómo actuaría ante mis amigas? ¿Y con mis hijos mayores? ¿Mi marido les contaría? ¿Me importaba eso? . Mil cuestiones de ese tipo inundaban mi mente antes que la de Corina. Pero cuando me encontraba en duermevela era Corina quien invadía mi cerebro. Sabía para qué la educarían en la escuela de la SEC y cual sería su destino. De ser aventajada y tener buen físico acabaría en el porno hasta que su cuerpo diese de sí. De otra manera su destino era incierto pero nunca de libre elección. me juzguen como me juzguen, aparté esos pensamientos de mi mente y me sumergí en mis fantasías sobre exponerme desnuda ante un gran público vestido. Qué quieren, soy así de sumisa y crápula por los orgasmos y humillaciones prometidos por mi Amo que vencen todos mis escrúpulos.
Y ya el resto de la noche la pasé pensando que mi nuevo amo se haría cargo de mí sin que yo hubiese cumplido sus instrucciones. Aún no había comprobado si por los orificios del clítoris y de los pezones pasaba un lápiz. Y sobre todo me había olvidado de depilar mi vulva totalmente.
De mañana me levanté a las tantas para, por lo menos afeitarme el pubis. Pero a la hora de abrir el salón de estética, yo estaba la primera. Pasé un mal rato cuando la chica me preguntó por el punzón que atravesaba mi clítoris y que no había querido retirar, si no todo lo contrario, empujar más, al igual que los de mis pezones. Pero lo más asombroso fue mi respuesta. Ni yo misma me la creía:
- Me lo ha ordenado mi nuevo Amo. Supongo que será su voluntad colocarme una argolla más gruesa.
La chica me miró de forma rara pero no asombrada, y yo me sentí satisfecha. Había hecho un acto de reconocimiento a mi nuevo Amo y me había humillado por él. Entonces me vino la convicción de que no debería negar mi condición de esclava sexual. Me resultaba difícil, pero estaba decidida a reprimir mis prejuicios y mi vergüenza. No estaba dispuesta, una vez que mi marido ya sabía de mi pecado, a arrastrar una vida de bochornos continuos. La suerte ya estaba echada.
Le pedí a la chica un calendario de citas para la depilación láser que me permitiese asegurar que no quedaría ni un solo pelo lo antes posible sin irritar mi pubis ni mis axilas. Y le expliqué, ya lanzada al descaro, que mi nuevo Amo quería disponer de mí en breve.
No se preocupe, cuando termine le haré una tabla de sesiones. Por cierto, si su Amo quiere colocarle joyas en los labios además de en el clítoris, o bien quiere tatuarla con sus señas de propiedad, en este salón también podemos ofrecerle ese servicio.
¿Aquí?
¿Cree usted que es la única sumisa?
¿Vienen más clientas así?
Hay tres que lo reconocen abiertamente sin recato alguno y otras cinco que intentan disimularlo, pero su condición es obvia. Además hay otras dos que están en camino pero aún no decididas.
Aquella información me alivió tanto al averiguar que yo no era un monstruo de perversión que no tuve inconveniente en anunciarle:
- Pues apúntame con las tres declaradas como sumisas.
La chica comenzó el cotilleo típico de los salones de belleza y por ella supe que la mayoría de las sumisas eran mujeres casadas tachadas de respetables, unas pocas amas de casa, pero en general buenas profesionales. Eso sí, también la mayoría eran más jóvenes que yo.
El resto del día lo pasé forzando los agujeros de mis pezones y me clítoris. Mi marido se había ido a sus negocios y Corina al colegio. La criada andaba limpiando con su canturreo de bachatas. Tuve oportunidad de calmarme, comprobar que por mis perforaciones pasaba un lápiz, que en mi ano entraba mi mano entera y que en mi vagina podían entrar simultáneamente mi mano, el consolador y el tapón anal casi. Me sentí satisfecha y orgullosamente dispuesta a que mi nuevo Amo viniese al hogar conyugal para ejercer sus derechos como propietario de mi persona. Y de mi hija Corina, aunque no estaba muy segura de ello.
Una vez hube comprobado que había cumplido totalmente con las instrucciones de mi nuevo Amo, me dediqué a masturbarme imaginando las humillaciones a que Él me sometería. En mi cerebro no dejaba de brotar la visión de mí misma exhibiéndome desnuda y lascivamente ante un grupo de serios caballeros jóvenes y pulcramente vestidos que después de usar mis agujeros a su antojo vertían su semen sobre mi cara y boca.
Escuché cómo llegaba Corina del colegio y salí a su encuentro alegremente en la ilusión de que ella sería compañera de mi disoluta aventura. Como no era normal que la recibiese tan eufóricamente, la niña me preguntó la causa.
Cariño, creo que dentro de poco tú y yo cambiaremos para ser más felices.
¿Por qué, mami?
Ya lo sabrás. Anda a tu habitación a hacer los deberes.
Llegó mi marido pero no salí a recibirlo. Di de comer a Corina y le administré un somnífero antes de la cita con el Amo.
Llegó el amo. En el salón nos encontramos Él, mi marido yo. Yo desnuda, por supuesto. El Amo me examinó detenidamente y recriminó a mi marido el verdugón dejado por el primer cintarazo que me dejó en las nalgas el día anterior:
- Ya le dije que si estropeaba mis propiedades, rebajaría las condiciones pactadas para alojar a mi puta en su casa.
Mi marido, rojo de vergüenza o de ira, respondió:
Tampoco me parece que esta mierda de vieja desmerezca por un verdugón en las nalgas. Seguro que más le proporcionará usted.
Sin duda, pero yo lo hago con mis propiedades, No con las ajenas. Estoy seguro de que no me dejaría entrar gratis en un campo de golf de sus urbanizaciones ilegales.
Hombre, si me lo anuncia antes, podría advertir a
¿Me anunció usted que tenía intención de deteriorar el magnífico aspecto de las nalgas de mi puta?
No, lo siento estaba indignado y claro ... me dejé llevar.
A mí me indignan sus campos de golf. ¿Qué le parece si me dejo llevar y le inyecto ácido en sus instalaciones de riego?
Vaaaa. Eso no es fácil.
¿Qué se apuesta? Le propongo: Si yo soy capaz de estropearle seis de sus campos de golf, me entrega como esclava a su amante, la esposa de ya sabe qué presidente de la banca. Caso contrario, le devuelvo a su esposa y una puta más. Tenga en cuenta que a la devolución de su esposa se acompaña la hijaputa Corina, que, sabiendo que no es su hija, puede disponer libremente de ella sin que afecte a sus convicciones religiosas. Diga.
Yo no estoy seguro usted tiene poco que verá, mi prestigio, mi honorabilidad, mi moral, son fundamento de mis negocios y no pretenderá que me lo juegue en una apuesta por un verdugón en el culo de una guarra puta. ¡Oiga, me está liando! Llévese a la golfa y a su engendro y déjeme en paz.
Le dejaré en paz. Pero teniendo en cuenta el desperfecto que ha causado en las nalgas de mi valiosa propiedad, valor que usted ha sido inepto para apreciar, y el hecho de que tengo pruebas de sus lavados de dinero procedentes de tráfico ilícito de armamento, de recalificaciones de terrenos, y ya sabe de cuanto más, le obligarán a presentarme a Llura, la esposa del banquero.
¿Pero está usted loco? ¿Qué dice? La esposa de .. ¿Solo presentársela, dice?
Nada más.
Está bien. Lárguese con la puta de mi mujer y la hijaputa que concibió y déjeme en paz.
¿Qué dice? Sabe que el acuerdo inicial con las dos fulanillas que le envié como cebo fue que mi puta residiría aquí, en su vivienda, mientras yo no dispusiese lo contrario. Y no lo he dispuesto.
Ya. . Una cosa, ¿Las dos son menores de edad?
Alba tiene quince, y Gloria diecisiete.
Estate seguro, cabrón, que aunque yo llegue a los tribunales por relaciones con menores, te llevaré a ellos por prostitución de menores, que será una condena más grave.
Qué lerdo eres. ¿Cómo conseguirás pruebas? Contra ti ya las tengo y te perdono la vida porque espero estrujar tu bolsa cada vez más. Y con ayuda de tus hijos mayores, que son tan imbéciles que dejan cagadas financieras allá por donde van. Y lárgate ya, que quiero ver si mi mercancía está en disposición de ser recibida.
Mi marido abandonó el salón entre aliviado por no debatir con quien le ganaba todas las bazas o preocupado por sus negocios. Mi Amo me indicó con un gesto la posición de exhibición que yo, adiestrada de tantos años, compuse sin problema ni pudor alguno y fui adaptando a los movimientos de Él a mi alrededor. Deseé tener algo donde estar más en alto para facilitarle el examen y, sin pedir permiso, me subí a la mesilla central del salón.
- Buena idea, vieja golfa, pero debieras haberme pedido permiso. Eso, que me ha gustado, te costará un castigo, aunque solamente por cuestión de reglamento disciplinario ¿Lo entiendes?
-No, Amo, no lo entiendo ni quiero. No debo pensar.
Buena respuesta, eres una esclava inteligente. ¿Has ensanchado tus agujeros de placer?
Sí, mi Amo. ¿Desea El Amo que se lo demuestre metiendo lo que quiera dentro?
No, no mañana se comprobará. ¿Y los orificios de los pezones y el clítoris?
Le puedo informar que están en el calibre que me ordenó: un lápiz. Y mi pubis ya ve que está absolutamente depilado, suave y flamante. Mis manos como las desea: Suaves, de dedos largos, uñas cortadas comedidamente, lacadas en plata para acariciar su adorado pene ..
Vieja. Me gusta tu disposición, pero yo no te ordené nada respecto de tus hermosas manos y menos te di a entender que acariciarían mi pene. Eso te significa otro castigo, pese a que me contraríe personalmente, otro castigo reglamentario.
Me lo merezco mi Amo. No debo pensar. Pero como atenuante le ruego que tenga en cuenta mi afán de complacerle y mi desconocimiento del reglamento que rige la conducta de sus esclavas. Aún no he tenido tiempo para integrarme en su, no dudo, prestigiosa cuadra de esclavas.
Repito: eres inteligente, anciana. Creo que me servirás muy bien y que tu precio será magníficamente amortizado.
Sí Amo, considero que usted ha sido estafado pagando tan elevado precio por mi vetusta persona. Y por ello estaré dispuesta a servirle hasta los mayores extremos que me imponga.
Ahora me voy. Me has dado una buena impresión sobre la amortización de los 30.000 euros invertidos en tu adquisición. Quiero confirmar esa impresión mañana. A las 10h en mi finca. Según funcione tu añoso cuerpo decidiré sobre ti. El viernes que viene, a las 18 horas aquí. Y me entregó una tarjeta con sus iniciales y la dirección.
Esa noche dormí soñando con el halagador juicio que mi Amo hizo sobre su inmunda y vieja esclava. Yo no merecía un Amo así y por tanto sería su más incondicional y leal sierva. Dormí como un lirón.
Continuará.