Mi venta (01:El día)

Mi actual Amo me ha ordenado escribir mis vivencias durante el primer mes desde que me adquirió en varios capítulos. Si mis relatos no son bien valorados seré castigada. Si son bien valorados deberé escribir más sobre mi nueva y fantástica vida y la de otras felices esclavas que he conocido en la mansión de mi Dueño.

Mi Señor me llamó por el móvil exclusivo para su servicio el día de mi 50º cumpleaños. Quería disponer de mí. Pero no pude cumplir sus deseos. Mi casa estaba llena de familiares y amigos celebrando mi medio siglo. No hubiera podido encontrar ninguna explicación para abandonarlos en medio del festejo y acudir a su servicio. Me sentí sumamente apesadumbrada por no poder ofrecerle mi humilde cuerpo y mi sumisa alma. No me importaba el castigo que sin duda me aplicaría, si no el no poder cumplir su deseo.

Me citó para el día siguiente en la apartada casona donde vivía, en un pequeño pueblo pero muy apartada de él. Por esa razón, la de acudir a sus citas, tuve que pedir a mi marido que me comprase el pequeño utilitario pese a que odiaba conducir. No podía ir en el autobús de línea vestida como él quería.

Hacía ya diez años que le pertenecían mi cuerpo y mi alma y cada vez lo amaba más. Él me había sacado del insoportable tedio que me causaba mi monótona vida, tanto familiar como profesional. Imagínense: un marido y dos hijos superada la veintena, ya casados y fuera de casa, sumamente conservadores, de intachable moral y escrupulosos cristianos integristas, miembros de una conocida asociación religiosa; para mi una secta. Yo trabajando para un banco como cajera por hacer algo y no sentirme inútil, pues la fortuna acumulada por mi esposo y por mi familia hacía innecesario cualquier trabajo. Mis amigas eran impuestas por mi esposo y extraídas de la misma sociedad y secta. En fin, la presa perfecta para el vividor que un buen día me invitó a desayunar por haberle conseguido disponer en un solo día de los 120 millones de pesetas de entonces en metálico. Vividor que me enseñó a vivir … y a sufrir. Pero era mayor el atractivo de sentirse viva que el dolor.

No era mi señor demasiado estricto ni cruel y no me castigaba frecuentemente. Era partidario de no estropear la propia mercancía. Lo decía así, delante de mi o de sus otras dos esclavas, sin miramiento ninguno. Pronto descubrió mi inclinación a la humillación y me la proporcionó abundantemente: Primero las exhibiciones ante desconocidos vestida como una verdadera puta callejera, después desnuda, para llegar poco a poco hasta ser subastado mi cuerpo mientras era desnudado ante decenas de espectadores. De tanto en tanto me cedía sin tantos alardes a otros caballeros o bien me prostituía discretamente y yo se lo agradecía en lo más profundo de mi ser.

Parece ser que un sueño muy frecuente entre todo el mundo consiste en encontrarse desnudo totalmente ante mucha gente vestida y que a numerosas personas tal sueño les resulta angustioso. Para mi era todo lo contrario, cada vez que soñaba algo así, mi sábana mojada evidenciaba mi reacción.

Desde que cumplí los 45 años asistía regularmente, y por mandato suyo, a una casa de citas los primeros sábados de cada mes, donde intentaba capturar a alguno de los clientes que examinaban la mercancía compuesta de unas doce chicas, todas ellas más jóvenes que yo. Y como yo era la menos competitiva –la abuelita me llamaban- tenía que usar todas mis artes para mostrar mis atractivos. Así que la más descarada, tanto en vestimenta como en insinuaciones, posturas y vocabulario procaz era yo.

Me movía entre todas vestida exclusivamente con un ancho cinturón de cuero rojo de donde partían unas tiras del mismo material que bajando por mi vientre apretaban mis labios vaginales para impulsarlos obscenamente hacia fuera y donde refulgía un dorado anillo perforando mi clítoris. Las tiras de cuero regresaban al cinturón cruzando mi riñonada. Un sujetador de media copa, también de cuero tachonado, elevaba mis discretos pechos ya vencidos por la gravedad mostrando mis gruesos pezones de enorme aréola oscura también adornados con sendos anillos dorados. Completaban el conjunto unos zapatos igualmente rojos con unos vertiginosos tacones que acentuaban la belleza de mis bien conservadas piernas y obligaban a erguirse a mis nalgas.

Mi aspecto de ramera me fascinaba y, de solo mirarme en el espejo, mi coño comenzaba a segregar flujo. La humillación a que me sometían las otras prostitutas por causa de mi edad me embriagaba y agradecía en lo más profundo de mi ser que mi Amo hubiese tenido el acierto de someterme a aquella actividad de prostitución casi profesional, aunque tampoco tenía ningún rechazo a acudir a las citas con caballeros o grupos de ellos que me enviaba por el móvil. Después de obtener los continuos orgasmos que mi generoso cuerpo me facilitaba y que mi no menos generoso Señor no me prohibía, aún me empapaba las bragas cuando recibía mis honorarios de prostituta y no tenía más remedio que hacerme una paja en el ascensor o en el pequeño utilitario.

No sé cómo mi Señor podía encontrar tanto cliente para mí sin que apreciasen previamente la mercancía, pero el hecho es que no había semana que no atendiese a caballeros, señoras o grupos, hasta entonces gente desconocida, bien en concepto de permuta de esclavos, bien de cedida o bien de prostituta.

No es admisible que una esclava como yo tenga veleidades de soberbia, y por ello siempre pido perdón a mi Señor, pero mi cuerpo está muy apetecible para el medio siglo que sobre él ha pasado: Aunque no pueda decir que mi cara es muy hermosa en el sentido que la moda impone actualmente, es de líneas bastante infrecuentes y, enmarcada por un peinado muy corto y moreno, resultan exóticas, como me dicen muchos caballeros y damas para mi orgullo, pese a que no soy digna de que tan siquiera se dirijan a mi de palabra.

Mis pechos no son grandes, son normales y sometidos al paso de los años, pero su forma de pera, sus grandes aréolas y sus gruesos pezones incitan a todos mis usuarios a meterse uno en la boca. No crean que son tan pequeños como para que todos puedan hacerlo. El toque de los anillos perforando los pezones los hace aún más apetecibles.

Mi piel y mis manos son lo que más alaban los usuarios de mi cuerpo del que mi Señor dispone a su libre albedrío. Tengo todo el cuerpo de un uniforme tono dorado gracias a las sesiones de ultravioleta que tomo tras los duros ejercicios que hago en el gimnasio donde el Amo me hizo inscribir para, como bien y justamente dijo en su derecho: "Prolongar la duración de la calidad de mi propiedad". Mis manos, de uñas discretamente largas y siempre lacadas en rojo, presentan unos dedos largos y fuertes, entre masculinos y femeninos, pero que provocan siempre alabanzas. En el anular de mi mano derecha luce mi alianza de matrimonio, pero en el pulgar luce mi gruesa y brillante alianza de esclavitud en titanio. Si en el interior de uno está grabado el nombre de mi esposo, en el otro está grabada mi condición de esclava de LD. Nunca mi marido me ha preguntado por ese anillo ya que antes de someterme a la esclavitud acostumbraba a comprar numerosas joyas.

No crean que fue tarea fácil acostumbrar a mi marido a las innovaciones que mi condición de esclava y las escasas condiciones que mi Amo exigía. Fue una adaptación lenta pero que mi Amo tuvo el acierto de acelerar: Dos años después de someterme y, según él, terminado mi adiestramiento como sumisa, me requirió a quedarme embarazada nuevamente, pero no de mi esposo, sino de una persona que él designó. Obedecí sumisamente, preparé el escenario para engañar a mi marido sobre la paternidad –solicitudes frecuentes de coito y lamentados olvidos de los anticonceptivos que, por cierto, no tenía inconveniente en que utilizase pese a sus convicciones religiosas- y me presté a ser follada por un único y soberbio semental de 18 años hasta que el test de embarazo arrojó positivo.

A partir de mi preñado la cosa resultó fácil. Mi marido no se opuso a dormir en habitaciones diferentes, ya que yo me dediqué a roncar como una posesa por las noches, argumentando la presión de mi barriga, y a negarme al deber conyugal por razones de falta de apetito sexual debido a las hormonas; y de falta nada, si más ganas he tenido de ser usada sexualmente fue durante ese embarazo. Tampoco le extrañó, si es que se dio cuenta, que me rasurase el vello de la vulva y el ano dejando una mata sobre el vértice de los labios excusándome en picores de difícil explicación médica.

Las pequeñas perforaciones de mi clítoris y de los pezones para el anillado era prácticamente imposible que las advirtiese, ya que ni de recién casados me follaba con la luz encendida ni se duchaba conmigo. Hasta salía de la habitación si yo estaba desnuda.

Mi ausencia de casa para el servicio a mi Señor o para ser cedida o prostituida fue fácilmente encubierta por un cura de la parroquia que mi Señor corrompió con el favor del disfrute de mi cuerpo. Me dediqué teóricamente a obras de caridad tales como la atención nocturna en el asilo de mujeres maltratadas o en la asistencia a niños ingresados en hospitales.

Fue entonces cuando sospeché que mi marido tenía alguna amante, sino varias, ya que nunca, desde entonces, y ya hace ocho años, me exigió el regreso al lecho conyugal ni el coito.

Desde que mi barriga comenzó a destacar y durante la lactancia fueron tiempos que nunca olvidaré. El morbo de follarse o encular a una casada madura y preñada o lactante hizo que la demanda del uso de mi cuerpo superase las expectativas de mi Señor, y numerosas veces regresaba al hogar conyugal inundada de semen por todas partes y agotada, pero francamente satisfecha sexualmente por los incontables orgasmos que mi cuerpo, ya diagnosticado como multiorgásmico, disfrutaba.

Además sufría aún más humillaciones por el mero hecho de mi barriga: Gorda, Zonchón, Chancha, Deforme, Guarra, Gorrina, Perra preñada, Zorrón fecundado, Adúltera, … era de lo mejor que me llamaban. De lactante fue Vaca Lechera. Pero no me importaba. A pesar de la vergüenza que pasaba y el sofoco que me invadía, las humillaciones conseguían que por mi columna vertebral circulase una maravillosa especie de corriente o escalofrío que terminaba en mi útero provocando que mi vagina se encharcase.

El día que mejor recuerdo de aquel entonces, cuando llevaba a mi hija Corina en la tripa ya ocho meses, fue cuando mi Señor dispuso ante varios amigos que mi cuerpo fuese disfrutado por un deforme enano negro de pene enormemente desproporcionado a su estatura.

El enano me usó durante una hora ante mi Señor y sus amigos mientras ellos eran atendidos por sus esclavas permutadas. Me folló incansablemente sin correrse los tres agujeros y manoseó, pellizcó, mordió e hizo lo que le vino en gana con cada centímetro cuadrado de mi sumiso y dispuesto cuerpo. Finalmente descargó una sorprendente cantidad de semen en mi boca que mi Señor me ordenó saborear y tragar y por último, en el colmo de mi humillación, mi Señor le dio permiso para mear sobre mi enorme barriga. Unos días más tarde mi Señor dispuso que otra de sus esclavas me pasease por su jardín encadenada del cuello y mostrando mi barriga con mis bonitas manos sobre ella ante unos veinte amos y amas. Después me puso a disposición de cuatro caballeros y una dama para que me utilizasen a su libre albedrío.

Debo decir que el tragar semen y mamar vergas es mi especialidad. Mi Señor siempre que quiere eyacular en mi lo hace en mi boca con orden de tragar el semen, que casi nunca puedo saborear pues alcanza el orgasmo con su bálano en mi garganta y expulsa su amado semen en mi esófago. Así me acostumbré a mamar todo tamaño de pene introduciéndolo en mi boca hasta que mis labios tocan los testículos.

He dicho que "siempre que mi señor quiere eyacular en mi" porque no siempre lo hace. Él tiene, en justo uso de su derecho, otras dos esclavas, una de 30 años divorciada y otra de 24 soltera. Como ellas se encuentran más disponibles que yo, las utiliza más frecuentemente, cosa que me come de celos. A veces nos utiliza a dos o a las tres juntas, y por eso puede decidir a quien bendecir con su adorado semen.

Una vez les he contado algunos aspectos de mi feliz vida como sumisa de este Amo, les contaré como fue a partir del día siguiente a mi 50º cumpleaños. Contenta por ver nuevamente a mi Amo y ofrecerle enteramente mi persona, pero algo angustiada porque probablemente sería castigada por no haber podido acudir cuando él me requirió, me preparé para presentarme ante él: Repasé el rasurado del entorno de mi vagina y ano, me coloqué los anillos de los pezones y el clítoris ya que no serían notados, pues saldría de casa con un serio y elegante traje chaqueta pues entraba el otoño. También me administré un par de enemas para limpiar mis intestinos pues si el Amo me castigaba posiblemente defecase por el dolor, al que soy muy vulnerable. También pudiera ser que le apeteciese sodomizarme o jugar con mi agujero posterior. O posiblemente todas las cosas juntas. Odio, y más odia Él, manchar su adorable pene con mis inmundicias.

De camino, salí de la carretera y me adentré por un camino forestal hasta llegar a un claro del bosque ya muy conocido por mí, pues era donde me cambiaba habitualmente de vestimenta al gusto del Amo. Me desnudé y guardé las prendas en la maleta oculta en un doble fondo sacando previamente las escasas prendas de fulana que debía llevar. Por supuesto ni bragas ni sujetador. Me maquillé como una buscona callejera, me coloqué el collar de acero forrado internamente de gamuza y retorné a la carretera. Pocos minutos después llamaba al portero automático de las altas puertas del muro que rodeaba su casona y extensos jardines donde yo había participado en diversos juegos de cacería de esclavas que el Señor y sus amigos disfrutaban de cuando en cuando.

La puerta de la casona me la abrió Tina, su esclava de 30 años, vestida de cuero. Bueno, vestida. Lo que desde luego no tapaban las prendas eran sus hermosos y opulentos pechos ni sus agujeros del placer. Me irritó encontrarla allí, pero qué le iba a hacer.

Tina enganchó una cadena a mi collar y me condujo silenciosamente por el conocido camino del gran salón de exhibiciones y orgías. Allí estaba el Amo sentado en un sofá con las piernas sobre Lara, la esclava joven. Me arrodillé en la posición de ofrecimiento y esperé. Tras unos minutos ordenó a Lara que comenzase a mamarle la polla. Eso era raro, porque siempre me prefería a mí para esa labor. Si me fastidiaba la presencia de Tina, más la de Lara, apoderada de mi Dueña, la magnifica verga del Señor. Al fin me habló.

  • Ayer me faltaste al respeto.

  • Amo: Le conté lo que pasaba en mi casa y ….

  • Eso no es mi asunto. Incumpliste tus obligaciones.

  • Si Amo, le ruego que justamente me castigue, pero que tenga en cuanta los atenuantes para el grado de dolor.

  • Se tendrán en cuenta. Te requerí por una razón ¿La recuerdas?

  • Disculpe Señor la estulticia de esta perra inmunda es indigna siquiera de que me hable, pero no recuerdo.

  • ¿No te dice nada el que te requiriese en tu 50º cumpleaños?

  • Perdone Señor a esta puta torpe y guarra, pero no me dice nada.

  • ¿No recuerdas la cláusula 5ª de tu contrato de sumisión?

  • Amo, el único ejemplar del contrato lo firmé sin leerlo confiada en su honesta, generosa y ejemplar personalidad, así que no recuerdo nada de él. Yo me limito a seguir ciegamente sus órdenes y satisfacer sus deseos en todo cuanto mi inútil condición de bestia permite. Jamás se me hubiera ocurrido que usted transgrediese mi contrato de esclavitud y, caso de hacerlo, nunca, por mi amor a usted, hubiera reclamado nada.

  • Lo imaginaba. La cláusula 5ª de tu contrato dice que llegada a cumplir la esclava la edad de 50 años, su Amo evaluará la conveniencia de tenerla y podrá ejercer libremente una de las siguientes opciones:

Primera: Renovar el contrato por períodos anuales

Segunda: Dejarla en libertad.

Tercera: Declararla como esclava mostrenca y subastarla sin ningún beneficio para ninguna de las dos partes. El precio de la subasta se ingresaría en las arcas de la Sociedad Esclavista de Catalunya (SEC).

Cuarta: Vender a la esclava.

  • ¿Sabías eso de tu contrato, guarra adúltera?

  • No, mi Amo, no lo sabía. Se lo ruego, no me deje en libertad. Le imploro que a esta vieja e inútil esclava le renueve el contrato. Podré servir a sus otras hermosas y jóvenes esclavas como sumisa de ellas o hacerme prostituir más frecuentemente para serle más rentable. Incluso puedo hacer la calle y

  • ¡Calla, vieja perra! No te he dado permiso para indicarme o sugerirme nada. He decidido venderte.

El anuncio me cayó como una losa mortal encima. De las cuatro opciones era la segunda mejor. Ser subastada para la SEC, donde me iniciaron sicológicamente en la esclavitud con un cursillo de dos semanas pagado por el Señor significaba privarle al Amo de los beneficios de mi transacción, cosa que me resultaba insultante a mi condición: los beneficios de una esclava deben ser siempre e íntegramente para su Amo, es su justo derecho. Y no podría soportar ser liberada totalmente.

Pero lo de ser vendida … Había abrigado la esperanza de ser siempre de mi Señor, entonces me di cuenta de que era una vana ilusión. El tiempo no pasa en balde ¿qué me imaginaba estúpida de mí? ¿Servir al Amo con 90 años de edad y demencia senil? La opción de mi Amo era cuerda y justa, así que la acepté sin más.

  • Lo que mi Amo decida siempre es correcto para esta sucia e inepta esclava. Doy gracias a mi Amo por procurarme un nuevo dueño cuando ya soy inservible a su parecer. Mi Amo podría haberme arrojado a las tinieblas de la libertad pero su generosidad hará que siga protegida por el nuevo dueño.

  • Puse tus fotos, vídeos y descripción de capacidades en Internet y se han presentado varias ofertas. Dentro de un rato he citado al mejor postor para que examine la mercancía. Puedes estar satisfecha, el precio no es malo comparado con las otras ofertas. He decidido comprar una esclava mostrenca subastada por la SEC y me vendrá bien el precio cobrado por ti para sufragar parte del suyo. Es una mulata de 20 años cuyo dueño falleció. Sus herederos no querían saber nada de ella hasta que sus constantes lamentos y acoso rogando ser entregada a la SEC para conseguir nuevo amo antes de ser deportada a su país les conmovieron.

  • Amo, hágase tu voluntad.

  • Tina, lleva a la vieja abajo y prepárala.

Tina me condujo tirando de la cadena de mi collar a la sala de torturas del sótano. Como siempre que seguía ese camino tuve las encontradas reacciones de miedo al dolor que recibiría y de encharcamiento de mi vagina.

En la aterradora sala Tina me hizo la indicación de desnudarme, cosa que hice de inmediato y fácilmente habida cuenta de mis ligeras, exiguas y fáciles de quitar prendas de ramera. Me ordenó lavarme para desprenderme del maquillaje de prostituta y después me metió un par de dedos en el ano para comprobar mi higiene. Satisfecha, me enganchó con unos diminutos mosquetones los anillos de los pezones a un pilar metálico situado en el centro de la sala con diversas argollas en su longitud. Trabó los otros extremos de las cadenas a una argolla situada a tal altura que me obligaba a estar casi de puntillas so pena de rasgado de los pezones.

Tras ello me introdujo sendas bolas metálicas en la vagina y el ano. Ya las había probado muchas veces. Comenzarían a vibrar hasta llevarme a punto de orgasmo y después pararían según el programa que de mi lúbrica fisiología había deducido el Amo. Sería frustrada y mi vagina chorrearía, pero sin que pudiese alcanzar el clímax. Para evitar tentaciones y que las cámaras de la sala grabasen y fuesen la prueba para mi castigo, me colocó un cinturón de castidad metálico y, por último, para que no me aferrase al pilar metálico y aliviase la tirantez de mis pezones o el dolor en los pies para mantenerme de puntillas, me colocó unas muñequeras que enganchó a la argolla de mi collar de acero. Allí me dejó.

Cerca de media hora estuve sometida al tormento con que mi Amo creía haberme castigado antes de venderme, pero no había calculado que mi imaginación volaba y que la escena de la venta de mi inmunda persona que yo representaba en mi cabeza era tan ignominiosa que la esperanza de humillación fue tal que alcancé un grandioso orgasmo antes de que las bolas cesasen su vibración. Gemí como la cerda lúbrica que era e incluso gocé con el dolor de mis pezones cuando mis espasmos orgásmicos descontrolaron la posición de equilibrio. Las cámaras lo habrían grabado y, normalmente, me Señor me castigaría por ello. Pero en situación de ser vendida como el animal que era, poco importaba.

Tina regresó a buscarme y me libró de las restricciones mientras me decía:

  • El amo te ha visto, cerda. Y lo peor es que también te ha visto el comprador y ha advertido tu mal adiestramiento. Seguro que baja tu precio. Has perjudicado al Amo. Si yo fuera él te extirparía ese clítoris de ama de casa insatisfecha que tienes y te lo haría comer, gorrina inmunda. A mi no me venderá como a ti. Antes de ser inútil me ofreceré a que me maten en una película snuff para que mi Señor se beneficie con los ingresos. Pobre comprador, no sabe la esclava inservible que se va a llevar. Además de inútil y vieja no tienes la dignidad de una esclava para terminar sus días y ser amortizada debidamente.

Aquella perorata me produjo un inmenso desasosiego porque tenía su parte de razón. Realmente mi amo era generoso. ¿Qué le hubiera impedido matarme sádicamente ante unas cámaras? Yo no. Mi entrega era absoluta. Mi problema era mi familia. Muerta la zorra adúltera se acabó la familia al igual que muerto el perro se acabó la rabia. Si yo, la lasciva esclava seguía viva, tenía un problema: Encubrir la doble condición de inmunda bestia y de dama de la burguesa y disfrazada sociedad en que me desenvolvía.

Pero para Tina era fácil esa elección, ella estaba divorciada y sin hijos. Yo tenía un marido y tres hijos, si bien mi marido y los dos hijos mayores me importaban un bledo, tenía un deber con mi Corina de ocho años, la hija de la puta que yo soy y de un macho anónimo. Un deber que debía plantear a mi Señor porque – y les ruego encarecidamente que no crean que ésta es una crítica a mi indiscutible dueño de entonces- de cuando en cuando las innumerables ocupaciones del Amo y la bienhechora dedicación a adiestrar a sus esclavas le impiden considerar todos los aspectos de algún asunto.

Al llegar otra vez al gran salón de orgías y exhibiciones tras Tina tirando de la cadena de mi collar de acero encontré nuevamente a mi adorado Señor en compañía de otro caballero y de una mujer encogida a los pies de éste. De inmediato, suponiendo que el extraño era mi comprador, adopté la postura de exhibición. Acerté, pues si el caballero no hubiese sido mi posible comprador, la postura adecuada hubiese sido la pasiva y yo hubiera sido castigada, no por el error, si no por deducir y pensar por mí misma.

Tina se retiró cumpliendo rigurosamente el protocolo –La odié más, tan perfecta esclava y tan hermosa- y quedé sola y desnuda ante los dos varones vestidos atildadamente.

  • Y dígame DN, qué le parece la mercancía. Acérquese y compruébela tanto como quiera hasta estar seguro de su oferta monetaria. Me disgustaría que tras la adquisición tuviese que recurrir a la garantía. Ya ha examinado los certificados médicos y su historial: edad 50, cumplidos ayer, casada, bancaria, paridora de tres hijos, buena reputación social

  • No siga Sr. LD, esas circunstancias me resultan secundarias de momento. Si me permite prefiero examinar el cuerpo, que es lo que me interesa más.

  • Por supuesto, DN, está en su derecho.

El hombre se acercó a mi y dio unas vueltas a mi alrededor sin tocarme pero examinando con su mirada cada célula de mi cuerpo.

  • Apunta lechona. –y la mujer que estaba antes a sus pies se levantó y comenzó a operar con una cámara de vídeo digital.

  • Cara no hermosa para los gustos actuales, pero atractiva, exótica. Algunas arrugas algo pronunciadas pero atractivas porque denotan personalidad. Figura muy esbelta y proporcionada. Más que adecuada para su edad. Piel impoluta. Pechos modestos pero con pezones gruesos, que es lo importante para mis intenciones. Nalgas discretas pero duras y sostenidas sin celulitis. Muslos y piernas irreprochables, poderosas y bien dibujadas, el calzado con tacón alto le favorece mucho. Manos fascinantes. Veamos los agujeros.

El hombre me invitó con un gesto a inclinarme sobre una mesa apoyándome en ella. Me ordenó abrir la boca.

  • Tres caries restauradas y un puente. Boca bastante admisible para follarla.

Pasó a mirar mis agujeros.

  • Sepárate las nalgas con tus manos.

  • Labios vaginales cortos, tanto internos como externos, pero bien, los externos son gruesos y ocultan los internos. Por lo brillante está muy mojada. Bien, bien, la guarra es caliente hasta en situaciones delicadas.

Eso me hizo sonrojar tremendamente. No quería dar la impresión de que la humillación de ser tratada como ganado en venta me produjese placer. Pero realmente yo era una guarra lúbrica y no pude contenerme. Bien lo había dicho. Pero mi mayor consternación era que eso me sucediese mientras me examinaba un desconocido en presencia de mi Señor. Era una traición por mi parte. Muchas veces me sucedía con clientes como prostituta o con señores y señoras como cedida o permutada, pero nuca pasó ante El Amo y menos durante protocolo tan trascendente para él y para mí. El hombre pasó a mirar mi otro agujero.

  • Alba, procede –ordenó a su esclava-

Ella se lubricó la mano, metió un dedo profundamente en mi ano y se lo acercó a oler a su Amo. Me di cuenta entonces que no debía tener siquiera los 18 años.

  • Al menos la guarra sabe disponer de su ano para el uso. Buena higiene. Veamos la holgura.

Metió ella en mi ano un segundo dedo sin problema alguno, el tercero también lo admití. Entre los tres hacia la base constituían el grosor de la mayor polla admitida hasta entonces por mi entrada trasera. El cuarto me hizo daño pero callé aunque comencé a sudar y temblar. Con el quinto, y el intento de alojar toda su mano en mi recto, gemí y me retiré de su alcance.

  • ¡Ay, amigo LD! Me temo que usted no ha adiestrado convenientemente a su cerda. ¿Cómo se comporta en el lesbo, sobre todo con putas viejas como ella? ¿Y el uro y el scat como lo acepta? ¿traga sin aspavientos? ¿Cómo folla con animales, le pone ascos?

  • Bueno, Sr. DN, de mi cerda le puedo decir que las combinaciones lesbo puras o bisex no le representan rechazo alguno. La he meado varias veces sobre la cara, los pechos y el coño y, cuando estaba preñada, sobre su barriga, pero tragar … no recuerdo. De scat nada y de zoo menos.

Aquellas frases me pusieron enferma. ¿Eso me haría mi posible nuevo dueño?

  • ¿Y cómo soporta el dolor físico?

  • Debo reconocer que es un aspecto donde falla su adiestramiento. Pero le puedo asegurar que es culpa mía: Sigo el principio de que no resulta conveniente menoscabar las propiedades. Sin duda alguna, si usted no comparte esta opinión, la bestia sabrá adaptarse al dolor físico tras un breve entrenamiento.

  • No es preciso. Soy de su opinión y me alegra que me haya informado de su poca resistencia al dolor pues así resulta menos trabajoso hacerle recapacitar sobre sus errores y faltas. La doma es más eficiente.

  • Por otro lado es muy culta, aunque trabaja de miserable cajera en un banco, lo hace por no parecer superior a su marido, muy soberbio éste. Ya sabe, Francesc Pedelaborde, el de las inmobiliarias. Es licenciada en Historia y Derecho, habla con toda soltura inglés, francés e italiano y se maneja con el alemán.

  • Buenas cualidades como dama de compañía de ejecutivos. Eso se paga bien. En fin Sr. LD, le puedo ofrecer, a riesgo de casi no poder amortizar la inversión dada su avanzada edad hasta 30.000€.

  • Caballero, ¿conoce bien el mercado? Por mi próxima adquisición me piden 160.000€.

  • Bueno, por lo que me comentó, la edad de su próxima bestia es mucho menor que la de ésta. Eso sin contar que se la dejan a total disposición y yo tengo que ocuparme de su marido y su trabajo en el banco.

  • Bien … quizá tenga razón. Esta hembra tiene algún condicionante algo incómodo. Acepto el trato.

  • Entonces le avisaré para hacerme cargo de ella. Tengo que resolver un par de detalles pero no espero tardar más de dos semanas. Entretanto le enviaré su dinero en metálico por medio de la SEC. También le pido permiso para ordenarle a ella que se ocupe de preparar algunos detalles de su cuerpo que deseo corrija para ahorrar tiempo antes de ponerla en explotación.

  • Faltaría más. En esas dos semanas le garantizo que, para proteger su inversión, no será utilizada por nadie. Ahora mismo firmaré en el contrato la diligencia de venta de la propiedad.

  • No es preciso, espere a que le ingrese su dinero.

  • No, no, no, faltaría más. Estos negocios están basados en la honorabilidad entre caballeros, estoy totalmente seguro de que me ingresará la suma antes de hacerse cargo de la propiedad. Además la intermediación de la SEC garantiza absolutamente el negocio.

Mi Amo (¿actual?¿anterior?) puso sobre la mesa unos papeles ya amarillentos, no en vano había transcurrido tanto tiempo, que manifestó era el contrato de esclavitud que yo había firmado cuando me entregué a Él.

  • Si le parece a usted voy a transcribir en el contrato esta fórmula:

"Yo, LD declaro haber vendido con fecha 24/02/2006 la propiedad denominada e identificada en el presente contrato como Neus de Albagés i Palau, nacida el 23/02/1956 en Girona, hija de Miquel y Neus, casada con D. Francesc Pedelaborde, con dos hijos varones, nombrados Andreu y Eduard habidos dentro del matrimonio y una hija bastarda pero reconocida por el cónyuge en ignorancia nombrada Corina, a Don DN en la cifra de 30.000 euros que por la presente firma, con la conformidad y testimonio de la propiedad, doy por recibidos. Se establece un período de garantía de tres meses de la propiedad ante enfermedades de transmisión sexual no detectadas antes del acto de la venta"

  • Me parece sumamente correcta. Si le parece yo recibiré la propiedad así:

"Yo, Don DN declaro haber recibido la propiedad de la citada Neus de Albagés i Palau, por el precio de 30.000 euros bajo la condición de respetar los términos del contrato suscrito originalmente por la dicha propiedad y que en el presente documento figuran, no obstante me reservo la facultad de poner en conocimiento del esposo de la propiedad el hecho de que su supuesta hija nombrada Corina no es realmente engendrada por él. En caso de que el esposo de la propiedad principal denominada Neus abjurase de la nombrada hija Corina, ésta se convertirá en propiedad anexa a la principal e indivisible de la misma hasta los catorce años de edad. Siendo a partir de entonces susceptible de ser objeto de cualquier trato comercial que su dueño, yo, DN, decida."

  • Impecable. Firmemos y brindemos por este buen negocio. No había caído yo en la rentabilidad que pudiera suponer la bastarda. De ahí que yo sea mal inversor en bolsa. Si llego a darme cuenta a buenas horas hago el negocio por 30.000. En fin, si uno es lerdo qué se le va a hacer. Aquí tiene usted el número del teléfono móvil de la perra, le regalo el aparato. El consumo lo paga ella. ¡Neus! firma.

No estaba preparada para atenderle y me sobresalté cuando recibí una bofetada. Estaba pensando por un lado que, de haberme dejado libre mi actual Amo, hubiera buscado desesperadamente otro y le hubiera resultado totalmente gratuito disponer de mi, por lo que 30.000€ me parecían un precio desorbitado por mi inmunda persona. Es más, en el improbable caso de que algún caballero estuviese dispuesto a acogerme, hasta le habría pagado yo a él.

Pero por otro lado, el hecho de que mi precio no compensase siquiera la quinta parte de la nueva y joven adquisición que proyectaba mi Amo me hacía sentir inútil.

Sin embargo, lo que más me impactaba era la forma en que, en mi presencia y fríamente, sin el menor empacho, los dos caballeros habían tratado un negocio basado en mi persona como si fuera un objeto cualquiera. Fugazmente pasó por mi cerebro: ¿Y si no firmo? Pero los incontenibles flujos que la escena de aquel trato comercial causó en mis pudendas partes me señalaron patentemente que mi cuerpo contradecía a mi cerebro. Al menos a la parte racional de él.

Absorta en tales pensamientos regresé al mundo con la bofetada.

  • Firma

Firmé, mientras escuchaba a la jovencísima esclava de mi nuevo dueño comentar el intenso caudal de flujo que resbalaba por mis piernas siguiendo todos mis actos con su cámara.

  • Buena señal. Disfruta con la sumisión y la humillación. Me será más útil de lo que había planeado para ella – y añadió:

  • Escucha necia. Ya eres de mi propiedad. Siempre, recuerda, siempre, en todo lugar y momento has de estar pendiente de mí, de mis órdenes, de mis deseos, de mis veleidades. Aunque no las exprese. Deberás aprender a conocerme y anticiparte a mis apetitos. Pero no te pases, porque pensar por ti misma te está prohibido. Esta será tu tarea más compleja. Pero todos los animales lo hacen, así que no tendrás excusa.

  • Si. Mi Señor.

Recibí otra bofetada.

-Dirás siempre Si, Mi Amo. Mi Señor o Mi Dama serán aquellas personas a las cuales te ceda sin ánimo de lucro o te permute por una bestia propiedad de ellos. Caballero o Señora serán aquéllos a los que te encomiende servicios como prostituta.

  • Entiendo Mi Amo. Disculpe a esta necia bestia.

  • Ahora escucha porque no pienso repetir. En dos semanas me haré cargo efectivo de tu repulsivo y decrépito cuerpo. Entretanto quiero que, como propiedad mía que es, lo cuides y mejores en los siguientes aspectos:

Haz desaparecer todo rastro de pelo desde el cuello para abajo. Sométete a cuantas sesiones de fotodepilado te hagan falta aunque te achicharren.

Para entonces los orificios de los pezones y del clítoris quiero que sean tan anchos como para que pase un lápiz por ellos.

La amplitud de tu vagina será la necesaria para que mi esclava Alba entierre las dos manos en tu sucio agujero frontal.

La amplitud del ano será la necesaria para que una de las manos de Alba te penetre enteramente sin dificultad ni aspavientos por tu parte.

Traspasa la mitad del dinero de tus cuentas indistintas con tu marido a otras nuevas solo a tu nombre.

Haz una relación exhaustiva de tus bienes personales y de los gananciales.

¿Comprendiste?

  • Si Mi Amo, he tomado nota de todo. ¿Puedo preguntar?

  • Hazlo.

  • ¿Puedo masturbarme?

  • Sí. Puedes.

  • Gracias, Mi Amo.

  • Un detalle: La amplitud de tus agujeros no debe ser permanente. Tus esfínteres deben ser elásticos, suficientemente holgados para admitir lo que plazca al usuario pero cerrados cuando haya que darle placer. Ojo con lo que haces. Si tienes duda llama a este número de teléfono y cita el código que hay debajo. Memorízalos y después destruye la tarjeta.

En la tarjeta solo ponía SEC (Sociedad Esclavista de Catalunya), el teléfono y el enrevesado código.

  • Cuando pase a recogerte a tu casa deberás estar en cueros y lista para inspección y uso si me place. Para entonces no tendrás problema de marido ni de trabajo ¿Alguna pregunta?

  • Sí Mi Amo ¿Cómo va a resolver lo de mi marido y mi trabajo?

  • Pregunta improcedente. No tienes por qué pensar ¿Algo más?

  • Sí Mi Amo. Mi hija pequeña, Corina, yo ….

  • Pregunta improcedente. No has firmado el contrato y visto la cláusula sobe la pequeña hija de puta. Tú preocúpate de tener tu cuerpo en condiciones. No tienes que pensar. ¿Algo más?

La avalancha de preguntas que me venían al cerebro arrasó mi capacidad para ordenarlas y formular siquiera una más. Pero en mi descargo debo manifestar que en mi ánimo prevalecía más la excitación sexual provocada por la humillación que la racionalidad.

  • No …. Mi Amo. …. Me ocupare de mi …. de este cuerpo de su propiedad para que pueda disfrutarlo a su gusto y al de quien disponga. Y …. y …. me abstendré de pensar.

Se dirigió a su esclava Alba, le enganchó un mosquetón al collar metálico que lucía, se despidió cortésmente de mi antiguo amo y se marchó llevando tras si su esclava que, entonces me fijé, tenía una figura de espaldas que era un portento.

Tras la partida de mi nuevo Amo compareció en la estancia la odiada Tina.

  • ¿La puedo castigar ya Amo?

  • No, ya está vendida. Que regrese con su marido.

Y ni siquiera se despidió de mí. Mi Amo de tantos años, MI AMOR.

CONTINUARÁ.