Mi venganza 5, (Final)
De como castigo y martirizan a mi ex. Contiene sado. No apto para personas sensibles.
Recuperado mi ánimo, me dispuse a entrenar a Carla.
Durante el día la dejaba en el esqueleto que había preparado para ella, desnuda y a cuatro patas. Compré un plug anal en forma de rabo de perro que llevaba puesto todo el tiempo, solamente se le quitaba para usarla.
Habiba tenía orden de acariciar su coño cada poco rato, pero en ningún caso dejar que obtuviera un orgasmo, cosa que cumplía escrupulosamente.
Cuando regresaba por las tardes, sus muslos estaban pringosos de flujo. No menos que los de Habiba, que también disfrutaba con ello. Así que, lo primero que tenía que hacer era soltarla, ponerla de espaldas, hacer que Habiba se colocase a cuatro patas sobre ella para que le pudiese comer el coño y yo me colocaba detrás para follarla por el coño o el culo, mientras nos chupaba y lamía desde abajo.
Cuando Habiba estaba satisfecha, porque yo me aguantaba mi corrida gracias a un retardante, ya que si no, no hubiese podido resistirlo, nos limpiaba los restos y, después de ponerle la correa, la llevaba al garaje donde entrenaba mi nueva vena sádica.
El primer día solamente tenía las cuerdas para colgarla y una mesa vieja de cocina. Me las arreglé con eso. Vendé sus ojos, la hice sentar sobre la mesa y até sus muñecas y tobillos a sendas cuerdas al techo,
-¿Qué vas a hacerme, amo? –Me dijo
-Ahora me apetece depilar ese coño descuidado que tienes, luego comprobaré la elasticidad de tus pezones, coño y culo.
Ella no sabía en qué consistía aquello, pero ya se imaginó que no sería agradable.
Y efectivamente, no lo sería. Tomé cinta adhesiva de la conocida como “cinta americana” y fui cortando trozos que pegaba sobre su coño o pubis, según me interesaba. Presionaba bien para que pegase y lo retiraba despacio. Como se puso a gritar, tuve que utilizar uno para taparle la boca.
-No hace falta que grites, te voy a dejar el coño como el de una niña recién nacida. Verás como al final me lo agradeces.
Seguía emitiendo sonidos ininteligibles, pero lo peor era que lo mucho que se movía, que me impedía trabajar a gusto.
Cuando ya no quedaba nada, le dije:
-Ahora un poco de masaje para que quede bien suavecito. –Y procedí a darle con masaje de afeitar.
-MMPPPPPFFFFFF. –Fue lo que ella me dijo, pero no la entendí.
Ese día no seguí con más. Para el siguiente, esperé a conseguir una silla ginecológica especial para estos casos. Si embargo, le di instrucciones para que estuviese siempre perfectamente depilada. Para ello, todas las mañanas tendría un tiempo de intimidad para lavarse y preparar su cuerpo para mí.
Cuando obtuve la silla volví a llevarla. Se dejaba hacer con docilidad, las palizas previas la habían ablandado bastante, así que la até con las piernas bien abiertas, vendé sus ojos y coloqué la bola en su boca para no oírla.
-Como quedamos ayer, vamos a probar tu elasticidad vaginal.
Su respiración se aceleró. Yo me puse unos guantes, tomé un tubo de lubricante, deposité una buena cantidad en mis dedos y le unté la entrada del coño y todo lo que pude meter los dedos.
Comprobé que le entraban perfectamente primero dos Añadí un tercero, un cuarto y al final, probé con todos los dedos juntos en forma de piña.
Poco a poco fui forzando su dilatación hasta conseguir meter la mano entera y que pasase de la entrada hasta la muñeca.
Cerré el puño e hice movimientos de entrada salida, hasta que me di cuenta de que había demasiada humedad en su coño y que ella había quedado como en trance. Después de tres horas, lo que había conseguido es hacerle alcanzar el orgasmo más fuerte de su vida.
Visto que mis aptitudes como amo, castigador o vengador eran bastante pobres, conclusión a la que llegué viendo los últimos acontecimientos con Carla y las malas caras y modos de Habiba, unido, además, que esto no terminaba de satisfacerme, decidí hacer lo mismo que las grandes empresas: externalizar trabajos.
Hablé con El Fajina para llevarla a uno de los clubes a su cargo, con lo que estuvo encantado y pronto llegamos a un acuerdo. Me indicó donde ir y con quién hablar y quedamos que la llevaría y recogería todos los días. El único requisito que puse fue que no debía alcanzar el orgasmo nunca.
A partir de ese día, después de atendernos, y la mandaba lavarse y pintarse como una puta.
Al principio tenía que retocarle el maquillaje a bofetadas, pero pronto aprendió cómo me gustaba.
Luego la hacía vestirse con una minifalda y una camiseta que habían sido recortadas y ajustadas convenientemente por Habiba, y unos zapatos con los tacones más largos que pude encontrar, con los que completaba la imagen de puta.
Una vez preparada, la hacía ir andando hasta la salida de la urbanización, que se encontraba aproximadamente a un km., y esperarme en la parada del autobús que hay allí, donde iba yo a recogerla unos minutos después para llevarla al trabajo.
El primer día se negó a salir a la calle así vestida.
-No puedo salir así. Todo el mundo en la urbanización me conoce, ¡Qué van a decir de mí!
-Que eres una puta. Lo que has sido siempre. Como soy un blando, no te voy a obligar. A cambio, desnúdate y ve al garaje.
Até sus muñecas a sendas cuerdas al techo y sus tobillos a los enganches del suelo, dejándola en posición de “X”.
Tomé mi fusta preparada al efecto con una tira de 50 cm. de cuero en la punta y me puse a repartir golpes sin medida por todo su cuerpo. Tetas, culo y coño incluidos. En principio, temí que nos oyesen los vecinos, pero Habiba tenía orden de avisarme si se oía demasiado y no ocurrió. Cuando toda su piel estaba roja, incluso con algunas marcas de sangre, le dije.
-Vaya. Se me había olvidado que para que los correctivos surtan efecto, debes de ser consciente de ello. Volvamos a empezar. Te voy a dar 25 golpes con la fusta. Deberás contarlos y darme las gracias. ¿Lo has entendido?
-No, amo. Más no. Haré todo lo que me digas, pero más no. –Dijo llorando a lágrima viva.
-¿No lo has entendido? Bien, te lo repetiré otra vez.
-por favor. –decía bajito.
ZASSS
-AAAAAGGGGG.
-Te daré 25 golpes como este y tú los contarás y me darás las gracias. ¿Lo has entendido ya?
Afirmó con la cabeza.
ZASSS
-AAAAAGGGGG.
-No te he oído. ¿Lo has entendido?
-SSsi, amo.
-Bien, eso está bien.
ZASSS
-AAAAAGGGGG.
Un golpe sobre una de sus tetas.
-Uno, gracias amo.
ZASSS
-AAAAAGGGGG.
Otro golpe de abajo arriba en su coño.
-Dos, gracias amo.
-Vale, vale, vale. Paremos un momento. No te he explicado porqué te estoy castigando. ¿O lo sabes ya?
-Por no salir a la calle vestida de puta.
-No, no, no. Te castigo por no obedecerme. Cuando yo de diga algo, tu lo harás sin pensar en más. Tu único pensamiento será agradarme a mí. ¿Entendido?
-Si amo.
-Entonces, volvamos a empezar desde el primero.
ZASSS
-AAAAAGGGGG.
Un golpe sobre una de sus tetas.
-Uno, gracias amo.
ZASSS …
Al día siguiente, misma escena, pero esta vez salió corriendo para que la viese la mínima cantidad de gente posible, pero corriendo con esos taconazos sin estar acostumbrada, tubo dos caídas en las que se magulló piernas y brazos. Varias vecinas salieron a auxiliarla, pero las rechazó muerta de vergüenza.
Desde donde estaba, pude escuchar a dos de ellas.
-Te as dado cuenta. Va con el coño al aire, y esa falda ni siquiera se lo tapa.
-Y las tetas. ¿Qué me dices de las tetas? Sueltas también, como cualquier guarra.
-No, si ya sabía yo que esta tenía que ser una puta. Desde que se separó del marido…
Dejé que esperase un buen rato, mientras le pitaban los vehículos que pasaban y los que entraban o salían se quedaban mirando.
Cuando la recogí, me aparté a un cañaveral que había al lado de la urbanización, la hice salir y apoyar las manos en el capó del coche, me saqué el cinturón y le dije:
-Por querer esconder lo guarra que eres, has estropeado es cuerpo que es mío, y eso solamente puedo hacerlo yo. Te voy a dar diez correazos y si mueves las manos del capó, volveremos a empezar.
Y así lo hice. Levanté su falda y le di los correazos de rigor, tras lo cual, la llevé al trabajo.
Al día siguiente, lo sabía toda la urbanización. A la hora de salir, hombres y mujeres la observaban desde los porches, ventanas o desde la propia calle, donde la esperaban paseando disimuladamente.
Al tercer día, había dos vehículos detenidos en la parada, haciéndole proposiciones, mientras ella ocultaba su vergüenza vuelta de espaldas a ellos.
-¿Qué ocurre? –Pregunté tras detener mi auto y bajar de él.
-A ver si tienes más suerte que nosotros. No hay forma de sacarle cuanto cobra por dejarse follar o chuparla. –Dijo uno de ellos.
-20 por mamada de diez minutos y 50 por follarla por cualquier agujero en media hora.
Llegamos a un acuerdo y la hice subir al primer vehículo, que se metió en el huerto cercano, al abrigo del cañaveral. A los diez minutos volvieron, cambió de coche y realizó otro trabajo de diez minutos. La llevé a casa para que se lavase y de nuevo salimos para dejarla en su centro de trabajo
Al día siguiente, fui preparado con una garrafa de agua y toallitas húmedas y secas. Al llegar había un solo vehículo, pero fui informado que tras el cañaveral, había ocho más esperando.
Esta vez hubo todo tipo de servicios, incluido un matrimonio al que tuvo que atender a ambos. A todos les insistía en que la puta no debía correrse, que cuando la viesen excitada le retorciesen los pezones o el clítoris o hiciesen cualquier cosa para evitarlo.
Casi todos nos conocían, pues eran vecinos desde que fuimos a vivir de recién casados y todos tenían en común: las ganas de follársela desde que llegamos.
Así todos los días. Siempre había alguien dispuesto a follarla por el coño o el culo, cuando no eran varios.
Llegó un momento que se resignó a ello y ya no la avergonzaba ni lo que le decían ni lo que le hacían los que hasta entonces habían sido sus vecinos.
En el club, bailaba desnuda hasta la madrugada, en varios pases, cosa que no se le daba mal, tenía estilo para calentar a los hombres y alguna que otra mujer. El problema era que con sus grandes tacones y los movimientos sensuales, se le dañaban los pies y se le hacían heridas que luego yo desinfectaba con alcohol y curaba con pomadas calmantes.
Entre pase y pase, tenía que atender a la numerosa clientela del local, la mayoría presentes por verla a ella y poder follarla. Pues la fama había corrido y el hecho de follarla sin permitir que se corra, daba un valor añadido al morbo del sexo con ella.
Por otra parte, pronto estuvo instalado el sistema de cámaras con control remoto que compró El Fajina, por lo que quedamos en mi casa una mañana para instalarle la app en su teléfono y explicarle el funcionamiento.
Una vez instalada y configurada (yo también la tenía en el mío), tomamos una dirección al azar de las que correspondían a uno de sus centros especiales para clientes especiales, y rápidamente apareció la habitación vista con una toma lateral, en la que había una mujer acostada boca arriba sobre una mesa, bien sujeta e inmovilizado su cuerpo con bandas de lona, los pies en alto en unos apoyos de tipo ginecológico, la boca sellada con una bola y cinta adhesiva sobre ella, con las piernas abiertas hasta el dolor.
Frente a su coño un hombre con bata de médico, sostenía en sus manos una pistolita que no veía yo desde que era muy niño. Consiste en una pistola en plástico con un alambre rígido y grueso envuelto en un muelle, que recorre desde el cañón al percutor.
Tirando del alambre hacia atrás, se carga. En el extremo del cañón se ponía un tapón de corcho atado con un hilo para no perderlo y al presionar el gatillo el tapón salía disparado alcanzando una distancia de un par de metros o lo que llegase el hilo de sujeción. Si colocabas un objeto a esa distancia, se podía hacer tiro al blanco.
Cambiando la imagen a la cámara que se encontraba a espaldas de él, observamos que el caballero se entretenía en disparar tapones de corcho dentro del coño de ella. Que luego recogía con su mano envuelta en guante de látex.
Me dio un ataque de risa que no podía decirle nada. Solo señalaba la imagen y me volvía a dar otro ataque. Intentaba hablar, señalaba y un nuevo ataque.
-Puedes reírte, -me dijo El Fajina- pero este es nuestro mejor cliente y el que más paga. 10.000 euros esa sesión (eso me cortó la risa de repente) Hemos tenido suerte en la primera vista.
-¿Y paga eso por darle con corchitos en el coño?
-El amigo es un auténtico sádico. Los corchitos que tú dices, llevan en la punta un pincho untado en un producto altamente urticante, y los clava directamente en el cuello del útero. El guante no está lubricado, también está untado de urticante, con lo que le está dejando el coño en carne viva.
-Después de esto tendrá que pasar un mes hospitalizada, sin poder trabajar, teniendo que ser atendida por médicos y personal especializado. Por eso es tan caro.
-Pero en los hospitales hay que declarar lo que ha pasado. –dije yo.
-No, para eso tenemos nuestro propio servicio médico y hospital.
-Carla tiene que probar eso.
-Lo probará. Mañana llévala allí en lugar de al club.
Y así fue. Al día siguiente empezó en el nuevo lugar. Al principio fueron sesiones suaves: pinzas en pezones y clítoris, retiradas a latigazos, enemas y cosas parecidas, pero al ver que respondía bien, a los pocos días ya le tenían preparado algo especial. Su primera noche especial, según me anunciaron.
Me preparé en mi dormitorio como para ver un estreno de cine porno. Unas bebidas a mano, llevé mi televisor de 55 pulgadas con conexión a Internet al pie de la cama, unos grandes almohadones a mi espalda, Habiba entre mis piernas, ambos desnudos, los controles en mis manos y una tremenda curiosidad.
Me conecté con el televisor a la cámara de su habitación y enseguida apareció la imagen como si estuviese allí mismo, mirando por una ventana viendo lo que le hacía. Al mismo tiempo indiqué a Habiba que empezase a chupármela despacito.
El sujeto, un hombre de mediana edad, calvo y totalmente depilado, desnudo completamente, estaba preparando lo que iba a utilizar cuando ella entró en la habitación.
Esta estaba vacía, a excepción de una plataforma de un metro cuadrado aproximadamente y 25 cms. de alta, en uno de cuyos lados había un poste vertical de unos dos metros de altura, al parecer, muy bien sujeto. Al lado, una mesa de tipo quirófano, donde él preparaba el instrumental y otra mesa vacía un poco más alejada, con una silla delante.
Se acercó a recibirla y la acompañó hasta la tarima, donde la hizo subir. La colocó de espaldas al poste, sujetándola a él mediante un cinturón especial con un tensor que la dejó totalmente pegada a medio cuerpo.
Habiba se esmeraba en recorrer mi polla con su lengua, subiendo y bajando en un lento recorrido con lametones en el borde del glande y frenillo.
-MMMMMM. Juega más despacio, que tenemos mucho tiempo. –Le dije mientras volvía mi atención al televisor.
Seguidamente, tomó una cuerda ya preparada con un lazo en un extremo. Sujetó sus muñecas con ella y fue subiendo por sus brazos dándole vueltas y tensando, para que sus brazos quedasen fuertemente pegados entre si. Llegó hasta sus codos que ya no permitían más y procedió a anudarla. Otra cuerda más pequeña fijó su cuello al poste con tres vueltas y un buen nudo en la parte trasera.
Entre sus piernas, colocó un tubo con un ajuste a mitad y con un pie o base ancha metálica para mantenerlo recto, sin caerse al suelo por un extremo y para poder poner los pies de ella sobre esa base. En el otro lado, un pene pequeño, con tope par impedir su entrada total, que a su vez encajó en su coño, ajustando el tope a los labios del coño. Un cable que salía por la parte inferior, fue llevado a una caja que había en la mesa de material y conectado.
Ella quedó totalmente recta, con los pechos sobresalientes y casi sin movimiento.
Repasó las sujeciones y nudos, comprobando la firmeza de todo y procedió a presionar sobre los hombros de ella. Al bajarse unos milímetros, una descarga eléctrica partió de su coño y bajó por sus piernas, haciéndola temblar y emitir un grito inhumano
-AAAAAAYYYYYYYYYY
Satisfecho, le colocó una mordaza de bola en la boca y volvió a la mesa del instrumental. Él, en ningún momento abrió la boca para decir nada.
Sabía que ella tenía que estar callada siempre, bajo amenaza de castigos terribles.
Mi polla estaba dura como una piedra hice que Habiba se diese la vuelta y, de espaldas a mi, se la metiese en el coño, inclinándose hacia delante hasta quedar acostada boca abajo, con sus piernas a ambos lados míos y la polla bien metida en su coño. En esa posición le iba pidiendo suaves movimientos o que se detuviese, según me interesase para no correrme.
Ella me hacía movimientos circulares con su coño o presiones cuando se detenía, en una deliciosa tortura que me mantenía en la gloria.
Volviendo a la pantalla, el sujeto se había puesto unos guantes de látex y tomado una fina aguja de unos 25 cm., que sumergió en un líquido y procedió a clavarla verticalmente, sin prisa, con bastante precisión, desde el borde superior de la aureola hasta hacerla salir junto al borde inferior. Luego la ajustó para que quedase el mismo trozo visible por arriba que por abajo.
Cuando la aguja empezó a penetrar en su pecho, ella empezó a hacer movimientos, que hicieron que se disparasen las descargas de su coño, haciéndola emitir ruidos, que de no ser por la bola, serían horribles. Eso hacía que cada poco tiempo, se viese obligado a parar por las convulsiones que la sacudían entre el dolor y las descargas.
Cuando la tuvo toda pasada espero un momento para que ella se relajase.
Seguidamente, tomó otra e hizo la misma operación con el otro pecho.
Yo ensalivé bien mi dedo medio y se lo metí a Habiba por el culo. Empecé también a jugar metiéndolo y sacándolo, al tiempo que presionaba la pared de separación con mi polla y reforzaba el efecto placentero de los movimientos de ella.
En el televisor, seguía metiéndole agujas, entre convulsiones y dolores. En este momento, estaba con una horizontal, de lado a lado, formando una cruz. Cuando tuvo ambos pechos, comenzó a colocar otras dos más equidistantes en cada cuadrante superior, hasta completar 6 agujas por pecho.
-Amo, necesito correrme. –Me dijo Habiba. Al parecer, sus movimientos y mi dedo le estaban causando grandes efectos
Intensifiqué mis movimientos en su ano, haciéndola gemir de gusto:
-MMMMMMMM Siiii
La empujé un poco hacia delante, con el fin de hacer sitio para que un dedo de mi otra mano entrase entre nosotros y alcanzase su clítoris.
Estaba hinchado como nunca. Unos pequeños golpecitos con la yema de mi dedo, la colocaron en el disparadero:
-AH. AH. AH. AH.
Y apoyándolo sobre él, comencé a darle vueltas en círculo por encima.
-SIIII. Me corroooo. Siiii. No pareeee…
Tuvo un orgasmo prolongado que la dejó adormecida.
Tiré de sus piernas hacia mí para volver a encajársela nuevamente hasta el fondo y esperé a que se recuperase para que continuara con su labor.
En el televisor, estaba terminando de unir las agujas con unos cables que también terminaban en el aparato de la mesa.
Al tiempo que Habiba comenzaba a moverse nuevamente, el tipo desató la cuerda del cuello y soltó el poste desde una palanca en la base, levantándolo, sacándolo de los brazos y dejándolo a un lado.
Seguidamente, se colocó una especie de zapatillas de goma, tomó un mando a distancia, se situó tras ella y sin más, clavó su dura polla en el ano de la mujer. Sus movimientos volvieron a disparar las descargas sobre ella, que, con sus convulsiones, terminó de empalarse.
A partir de ese momento, cuando ella se detenía y cesaban las descargas en su coño, accionaba el mando, el cual hacía que recibiese descargas en las tetas a través de las agujas, lo que hacía que se moviese nuevamente.
Yo empecé a desear correrme, y así se lo hice saber a Habiba, que intensificó sus movimientos y presiones.
El grito de placer en el televisor por cuenta del tipo, lanzó mi orgasmo también en el coño de Habiba.
-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH
Mientras mi polla llenaba su coño, Habiba también alcanzó su orgasmo. Metió su mano hasta su clítoris y empezó a frotarlo, alcanzando también la base de mi polla.
-PPPPPFFFFFFFFFFFSSSSSSSSS. MMMMMMMMMMMMMM .
Cuando nos recuperamos, la hice ponerse a mi lado y prestamos un momento de atención a la pantalla. El tipo, al que no le había bajado la erección, había retirado la picana del coño y había colocado la mesa vacía delante, la había hecho inclinarse sobre ella forzando los brazos hacia arriba y se la estaba follando por el coño
Apagué el televisor y nos quedamos dormidos, uno en brazos del otro, como casi todos los días.
Durante la siguiente semana, quedó en el hospital recuperándose.
En días sucesivos, solamente le encargaron trabajos suaves, algunos lésbicos, recibió una buena sesión de azotes e incluso un grupo de ocho amigos se montaron un concurso tipo gang bang para ver quién la reventaba a pollazos, donde estuvieron horas dándole por todos sus agujeros para terminar en un bukkake sobre su cara.
Algún tiempo después, fui avisado de un nuevo trabajo muy especial.
Tras prepararlo todo y con mi polla ya en el coño de Habiba, me dispuse a ver de qué se trataba.
Esta vez ya estaba colocada sobre una camilla tipo ginecológico, donde los apoyos para pies podían separarse a voluntad. En este caso estaba abierta totalmente, con las rodillas hacia atrás y el culo ligeramente fuera del borde de la mesa, lo que dejaba su coño totalmente expuesto. En la boca llevaba una enorme bola negra. Los brazos atados a sendos lados de una barra que cruzaba bajo la mesa a la altura de su cabeza.
A su lado, una mesa con material diverso, igual o similar a la de la otra vez y otra vacía, con una silla a su lado.
En este caso, el tipo estaba vestido, y se cubría con una bata blanca, tipo médico y guantes de látex.
Tomó de la mesita un tubo de goma con algo en los extremos, que luego pude ver que eran un succionador para el clítoris en un lado y una llavecita y un objeto para hacer el vacío en el otro.
Lo primero que hizo fue separar los labios del coño y empezar a lamer y chupar el clítoris, que no tardó en estar erecto mientras ella soltaba gemidos ahogados por la bola de su boca.
Mis instrucciones de no dejarla correrse y darle plantas estimulantes se seguían con precisión, entre otras cosas, porque eso hacía que estuviese caliente y lubricada casi constantemente, lo que facilitaba mucho su uso a los clientes, que lo agradecían con un mayor número de solicitudes de servicios.
Una vez conseguida la máxima erección, colocó el succionador y manejó el bombín de vacío hasta que no dio más de si. En el otro extremo, el clítoris había doblado su tamaño.
Mientras hacía efecto, se dedicó a meterle el dedo medio en el coño y moverlo despacio. Debía estar atacando su punto G, porque su cuerpo se arqueaba y movía lo poco que le dejaban las fijaciones.
Si se excitaba mucho, cambiaba para metérselo por el ano, solo o en compañía de otros dedos.
Una vez que el clítoris ya no dilataba más, manipuló la base del succionador que debió dejar algún tipo de anillo para impedir que recuperase su tamaño normal, que la cámara no me permitió ver, para luego abrir la espita y retirar el aparato.
Después, tomó una aguja gruesa y hueca, de las de poner inyecciones y un rollo de alambre de cobre, del tipo utilizado en los bobinados de los motores eléctricos del que cortó un largo trozo, en uno de cuyos extremos hizo una filigrana en forma de T. Ambas cosas las dejó sobre el suave vientre de ella, que la hicieron estremecerse levemente.
A continuación, echó líquido con un pulverizador, que debía ser desinfectante, mojando bien toda la zona, la aguja y el alambre.
Seguidamente, tomó un globo con formato polla, con la parte para hincharlo de una longitud de unos 20 cm., que fue metiendo en su lubricado coño, ayudándose de un palito empujador, hasta que solamente quedó fuera la parte para hincharlo.
Entonces, tomó los labios del coño, los emparejó por el borde y tomó un pellizco justo bajo el clítoris sobresaliente.
Mientras lo sujetaba con una mano, tomó la aguja con la otra y la clavó por un lado, sin prisa, hasta que salió por el otro, entonces, tomó el alambre, encajó la punta que había dejado lisa en el hueco delantero de la aguja y procedió a moverla hacia atrás, al tiempo que metía el alambre en sustitución. Cuando el alambre salió por el otro lado, tiró de él hasta que la T hizo tope y no pudo meter más.
Los puños apretados, marcando los nudillos blancos eran señal de que le estaba causando dolor.
A continuación, repitió la escena como cosa de un centímetro escaso más abajo, volviendo a meter la punta y pasando todo el alambre de nuevo, ajustando bien.
Repitió una tercera vez, creando una especie de apretada costura en forma de muelle.
Para la cuarta vez, colocó el tuvo de hinchar pegado a la tercera, y, si anteriormente había estado clavando la aguja de derecha a izquierda, esta vez lo hizo de izquierda a derecha, dejando una separación ajustada al tubo.
Siguió cosiendo hasta que ya no pudo más, y con la punta sobrante la metió por entre los labios hasta la parte superior, donde dobló la punta y cortó el resto.
Volvió a pulverizar líquido y limpiar con unos algodones. Se metió el clítoris en la boca, lo chupó y lamió un momento. Seguidamente, procedió a hinchar el globo hasta que la tensión de los alambres amenazaba con rasgar la carne, Momento en el que puso una pinza de presión para que no se saliese el aire.
Entonces se quitó la bata tranquilamente, y procedió a desnudarse, dejando la ropa cuidadosamente plegada sobre la silla. Cuando terminó, retiró la bola de la boca y volvió a situarse entre sus piernas.
A todo esto, yo me había corrido una vez en el coño de Habiba y ella no se cuantas más, pero seguía con su trabajo y yo totalmente empalmado.
En la pantalla se oía despacito la voz llorosa de ella:
-Por favor, no más. No más, por favor.
El se escupió en la punta de su polla, se la enfiló al culo y de un solo empujón le metió la mitad.
-AAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYY –Fue el alarido de ella al sentir la entrada.
-No, por favor, me matas. No, no. Me duele todo. Me estás deshaciendo.
Él, sin hacer caso, continuó metiéndole polla hasta que la tuvo toda dentro, comenzando a moverse lentamente entrando y saliendo, al mismo tiempo que movía el clítoris en círculos, cogido con las yemas de todos los dedos de la mano juntas, como si se tratase del joystick de un ordenador.
-FFFFFFFFFFFFFFF –Resoplaba el tipo. El gusto debía ser tremendo, a la estrechez natural del ano (aunque ya lo tuviese muy dilatado) se añadía la presión interna originada por el globo.
-Por favor, no más, me está deshaciendo el coño. Me duele mucho. AAAAAAYYYYYYY.
Estos gritos y quejas excitaban cada vez más al sujeto, que iba acelerando los movimientos poco a poco.
Al mismo tiempo, yo forzaba a Habiba a moverse también más rápido a base de palmadas en su culo.
Al final, el tipo soltó un fuerte gemido, empotrando la polla hasta lo más profundo y se corrió en su culo.
-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH SIIIIIIIIIIIIIII Cómo aprietas. Me estas ordeñando como no lo han hecho nunca.
Tras unos minutos en el culo, la sacó, se dirigió a la cabecera haciendo bajar un trozo, lo que hizo que su cabeza quedase colgando.
En esa posición solamente tuvo que acercarse para metérsela en la boca hasta tenerla bien limpia.
Tras esto, volvió a vestirse con tranquilidad, se situó de nuevo entre las piernas y quitó la sujeción del globo, que se desinfló como un fuerte suspiro, seguidamente, con una tenacilla fue cortando el alambre por el medio y retirándolo a base de tirar de una de las puntas.
Una vez quitado, junto con el globo, manipuló el clítoris para quitar la presión de la base, lo que originó un nuevo y terrible grito de ella y la corrida de Habiba y mía.
Volvió a echar desinfectante y limpió la abundante sangre de las heridas, y se marchó.
Nosotros, apagamos todo y nos volvimos a dormir tranquilamente.
Muchas más cosas bastante menos interesantes pasaron en los siguientes días y meses, pero como en casi todo, los clientes quieren cosas nuevas y ella fue perdiendo interés, hasta el punto de que ni siquiera yo me conecto ya para verla. Me limito a recibir las notificaciones de ingreso de beneficios en los distintos bancos mundiales que tenía previsto, ya que esta gente se mueve por todo el mundo, sobre todo en paraísos fiscales. No porque tuviese interés en defraudar a la hacienda pública (?), sino por la dificultad de explicar los ingresos tan atípicos.
Hace poco, recibí la oferta de 500 mil euros por eliminarle los labios mayores, capricho de un cliente que le gustan las mujeres así. Dado el bajo rendimiento que estaba obteniendo últimamente, acepté gustoso. Eso ha hecho que otros clientes vuelvan a interesarse por ella y que hayan subido ligeramente los ingresos. Pero ya me da igual.
Como decía un viejo chiste, “no me queda ni gotita de rencor”. Mi vida está rehecha, soy feliz, me he quitado la espina que tenía clavada con ella y… me sobra dinero. Habiba también está más feliz. Se ha hecho a la idea de que soy totalmente suyo y notaba yo que no veía bien que disfrutase con la otra, aunque lo soportaba con su amor.
¡Ah, se me olvidaba! Habiba está embarazada y apunto de cumplir.
Gracias por haberme leído y por vuestros comentarios. Se que en el transcurso de esta historia han quedado algunos flecos sueltos que no se si darán para mucho si algún día los continúo. De momento, me voy a dedicar a mi mujer y mi hijo o hija, que no hemos querido saber qué era.