Mi venganza 2

Y de regalo una esclava 2. De cómo mi ex volvió a mi, pidiendo ayuda, y las condiciones que le puse

En la actualidad

Al día siguiente, nos despertamos tarde. De hecho, pasaba de medio día del sábado.  Yo hubiese seguido durmiendo, pero la boca que envolvía mi polla me impedía concentrarme en seguir durmiendo.

Como no me quedaba más remedio, dejé mi sueño y me concentré en el trabajo que Habiba estaba realizando.

Es una maestra. Sujeta mis huevos con una mano, separando el dedo medio, que apoya en mi perineo, mientras se la introduce despacio hasta el fondo de su garganta, la presiona con su lengua contra el paladar para aumentar el placer, al sacarla suavemente,  la rodea y presiona con los labios entorno al glande a la vez que acaricia el borde con la punta de la lengua.

-MMMMM ¡Cómo me gusta como me la chupas! Hoy parece que hasta le estás poniendo más interés.

-Me alegra que te guste. Quiero agradecerte que anoche me hicieses la mujer más feliz del mundo. –Dijo sacándola de su boca.

-¿Por qué te hice la mujer más feliz?

-Porque anoche me utilizaste para tu placer.  Cuando azotabas mi culo me excitaba pensando que mi dolor calmaba tu ira.  Me sentí útil, sentí que estaba realmente a tu servicio y, sobre todo, me sentí tu esclava de placer.

Dicho esto, volvió a su tarea.

La hice acostarse  boca arriba sobre la cama.

-Me apetece comerte el coño.  Abre bien las piernas.

Obedeció de inmediato y me coloqué de arrodillado entre ellas. La levanté  por el culo, hice que pasase sus piernas sobre mis hombros y me puse a recorrer con mi lengua los bordes de su coño.  La encontré ya mojada y abierta, pero esta vez no era porque otro había dejado su lefa, ni siquiera la mía, que se había limpiado por la noche, era auténtico flujo generado por la excitación.  No lo dudé más.  Dejé resbalar su culo hasta la cama, manteniendo sus piernas elevadas y dejé entrar mi polla en su interior.

No estaba totalmente dura, pero resultó mejor, ya que entraba doblándose, lo que permitía que al mismo tiempo frotase su clítoris.

Estuve un buen rato entrando y saliendo despacio, procurando que sintiese bien el roce, lo que también aumentaba mi excitación y dureza, hasta que ya no se doblaba.  Entonces empecé a moverme con rapidez, machacando el coño lo más rápido que podía, y golpeando mi pelvis contra la suya.

-OOOOOHHHHH qué gusto me das, me vas a hacer correrme ya.

Mis palabras fueron el detonante de su orgasmo, que, como siempre solamente evidenció con gemidos que inicialmente no supe si eran de placer o dolor.

-MMMMMMMMMMMMMMMMM

Yo seguí machacando un rato más, hasta que empecé a notar que se acercaba mi orgasmo,   No se qué pasó por mi mente, pero solté sus piernas y comencé a abofetear sus pechos alternativamente, hasta que me corrí en su coño mientras me dejaba caer sobre ella, que al sentir mi corrida, alcanzó un nuevo orgasmo que no pudo disimular.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH

-MMMMMMMMMMMMMM. AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH.  SIIII.

Ambos quedamos agotados sobre la cama, donde permanecimos un  buen rato, uno junto a otro dominados por un suave sopor.

Nos despertó una llamada a la puerta.

-Ya voy yo a ver quién es. –Dije, mientras me ponía unos pantalones y Habiba se dirigía a lavarse al baño.

Siempre recomiendan observar por la mirilla de la puerta por si acaso, sobre todo si es en un horario no habitual para visitas, pero no tuve en cuenta la recomendación y abrí sin más.

Allí estaba ella, más delgada y desmejorada. Me quedé paralizado durante un instante, pero me recuperé de inmediato cuando el dios de la ira derramó sobre mí todos sus dones.

-Hola (voy a decir que me llamo…  Juan), ¿qué tal estas?

La primera idea que asaltó mi mente fue partirle la cara a puñetazos y luego estrangularla, de hecho, empecé a levantar mis puños cerrados. Afortunadamente, un poco de cordura que todavía me quedaba por algún rincón me dijo que no debía hacerlo.

Si habéis leído los relatos anteriores, comprenderéis que odie a mi ex hasta límites increíbles. Creo que es lo lógico después de estar años engañándome, y sobre todo, lo que más me dolió fue las veces que me dijo que se encontraba excitada, que me deseaba y me estaba esperando, cuando la realidad era que su humedad era consecuencia de la reciente corrida de su amante que todavía se encontraba en casa y que me entretenía para que pudiese salir sin ser visto.

Para mí, el sexo entre dos personas que se aman es el momento más sublime en un matrimonio o pareja. Son dos personas que se unen dando al otro lo mejor de si mismos para que disfrute y comparten lo más íntimo que tienen.

Ella se mofó de mis ideas al utilizarlas para presionar más en la herida del engaño.

-¿Qué haces aquí, maldita puta? Lárgate a follar con tu Jorge y no me molestes, si no quieres salir volando por la ventana.

-Lo siento, Juan, pero necesito hablar contigo y tu ayuda.

Esto último lo oí mientras me echaba hacia atrás y cerraba de un portazo.

-Por favor, Juan, necesito que me escuches. –Se escuchaba a través de la puerta.

Yo me dirigía hacia el interior, sin dirigirme a un lugar en concreto.  Terminé en el dormitorio, donde Habiba estaba terminando de ponerse la falda y blusa que utilizaba cuando teníamos visitas.

-Juan, escúchame, por favor.-Se oía la voz llorosa.

-Amo, porqué no la escuchas. Tiene problemas. Quizá eso te beneficie y puedas sacar algún provecho. Si eso solamente sirve para incrementar tu ira, siempre puedes calmarla conmigo.

Oír eso ya me la empezó a poner morcillona. Ella conocía toda mi vida anterior y mi odio hacia mi ex, pero pensar en otra noche como la anterior, me estaba excitando.

-No se si podré escucharla sin saltarle al cuello y estrangularla.

-No te preocupes, yo estaré a tu lado para calmarte.

Me llevó hasta mi sofá favorito en el salón y me hizo sentarme mientas pasaba la mano por el pantalón, palpando mi incipiente erección y  me decía.

-Espera aquí, amo, yo te la traeré.

Y se dirigió a la puerta, tras la que no había dejado de oírse la cantinela de lamentos: “Por favor, Juan…”

La hizo pasar al salón y la dejó de pié delante de mi. Nadie dijo nada.  Habiba salió, dejándonos solos. Carla miró alrededor, y vi que dudaba entre sentarse o permanecer de pie. Al ver que yo no le decía nada, siguió de pié, mostrando sus nervios frotando sus manos entre si y sobre su ropa.  Como yo seguía sin hablar, comenzó ella.

-Juan, no era mi intención molestarte, pero necesito ayuda y no se a quien más acudir. Ya,.. Ya se que no eres el más indicado para pedirle ayuda, pep… pero estoy desesperada.  Sé que te hice daño, pero en recuerdo de aquel amor que nos teníamos, te pido ayuda. Es un caso de vida o muerte…

Mi cuerpo se convirtió de repente en una olla Express.  Mi ira estaba ya saliendo por la válvula de seguridad mientras hacia el intento de levantarme para matarla, cuando Habiba entró en la estancia, totalmente desnuda, sorprendiéndonos a los dos, y dirigiéndose a mi, se arrodilló entre mis piernas, abrió mis pantalones y, a falta de otros impedimentos, sacó mi polla y se puso a hacerme una mamada.

¡Cuánto le debo a esta mujer! Mi ira se calmó de golpe, Carla quedó muda y durante unos segundos, no se oyó otra cosa que la mamada. Cuando iba a decir algo, se sacó la polla de la boca al tiempo que la cogía con su mano y tiraba hacia arriba, lo que me obligó a levantar el culo del sillón y ella aprovechó para bajarme los pantalones hasta los tobillos. Cuando volví a caer sobre el asiento, ella puso una mano en mis huevos y volvió a meterse la polla en la boca.

Pasado el primer impacto, volví a mirar a Carla no apartaba la vista de lo que estaba pasando y le dije mientras notaba que mi ira volvía:

-Maldita puta. ¿Ayuda? Lo que te voy a dar es una pal…

Una presión sobre mis huevos cerró mi boca y me hizo entender que quizá ese no era el camino.

-Perdóname, pero es un caso de vida o muerte…

-Eso ya lo has dicho. ¿Qué quieres? ¿Por qué has venido?

No voy a reproducir la conversación “tal cual” porque sería muy largo. Voy a resumir lo que me contó y logré sacarle con mis preguntas, sabiamente guiadas por Habiba, que presionaba mis huevos cuando el camino era equivocado y trabajaba presionaba mi polla con su lengua mientras la metía y sacaba de su boca cuando el camino era el correcto.

Parece ser que desde el día que yo salí de casa, Jorge ocupó mi lugar y ambos estuvieron viviendo con los ingresos que les proporcionaba el derecho sobre mi contrato de explotación de mi patente en mi antigua empresa, siempre con la promesa de que Jorge estaba buscaba trabajo y que pronto lo iba a encontrar.  De hecho, todas las mañanas salía cerca de mediodía a buscarlo con la cartera llena y volvía a última hora de la tarde con la cartera vacía y bastante bebido.

“Que si un café con  unos que pueden ofrecerme algo, que si unas cervezas con otros que me han prometido… Que si unas ginebras con esos que pueden…”

Si ella le recriminaba algo, le daba una paliza y luego la follaba por todos sus agujeros, si no decía nada, la follaba por todos sus agujeros.  Luego, unas veces cenaban y otras se quedaban dormidos. Al día siguiente, follaban al despertar y el se iba con la promesa de ese día iba a encontrar trabajo.

Un día, Jorge volvió con un sobrecito que contenía un polvo blanco.  Le dijo que era algo muy bueno que ya había probado en la cárcel.  Ella le dijo que no quería saber nada de drogas, permaneciendo firme ante su insistencia. Le hice confirmar que no tomaba drogas.  El, se encogió de hombros, se preparó una raya y la esnifó.

Esa vez, la estuvo follando sin parar no supo cuanto tiempo. Terminó reventada.  Al día siguiente, esnifó una segunda y volvieron a follar como conejos.  Ese día ya no salió a pedir trabajo, ni al siguiente. A otro era fin de semana, y acostumbraban a no hacer nada, se pasaban el día follando, porque Jorge era una máquina de follar (aquí necesité un apretón de huevos tan fuerte que me hizo gritar).  El domingo por la mañana, salió porque había quedado con amigos y cuando volvió llevaba otro sobre. A partir de ahí fue en aumento. No les llegaba con los ingresos de mi patente y empezaron a gastar los ahorros. Cada vez necesitaba más y ella no podía oponerse.  Se quedaron sin ahorros y comenzaron las discusiones y peleas. Intentaron vender la casa, pero estaba a mi nombre y no pudieron hacerlo. El hacía pequeños robos que lo llevaron a comisaría varias veces, pero le soltaron porque no pudieron demostrarle nada. Al fin, con la promesa de Jorge de rehabilitarse, Carla pidió un préstamo al banco poniendo como garantía los ingresos de la patente.

Un mes después no les quedaba dinero, Jorge no había intentado rehabilitarse y perdieron los ingresos de la patente.  Entonces Jorge dijo que un amigo le daba trabajo y fue a un prestamista mafioso y pidió cincuenta mil euros al módico interés del veinte por ciento mensual para mantenerse un mes o dos, hasta cobrar su primer sueldo. Fue a trabajar dos días y el dinero desapareció con rapidez. A los dos meses, el mafioso le reclamó el dinero, los setenta mil euros que no tenían. Con mentiras y engaños los entretuvo otro mes más, pero al final, le pegaron una paliza que estuvo una semana hospitalizado, además de amenazarle de muerte si no pagaba a final de mes.

Carla fue al prestamista a por ochenta mil euros en las mismas condiciones para que él pagase su deuda. Pagó la mitad consiguiendo una prórroga de otros dos meses y se quedó el resto.  Esa semana vencía la deuda y no tenía absolutamente nada para pagar la de ninguno de los dos. Jorge había recibido una nueva paliza y estaba nuevamente hospitalizado, y ella sabía que los iban a matar.

Había sabido que las cosas me iban bien ahora. Necesitaba mi ayuda para que les prestase el dinero suficiente para saldar las deudas, que ella me lo reembolsaría como fuese.

Cuando terminó, estaba al borde del orgasmo. No tanto por el trabajo de Habiba como por el relato de desgracias de Carla.

-La verdad es que me alegra mucho oírte. No te preocupes, que de tu entierro me ocuparé yo. Ahora vete y no vuelvas nunca más…

Un fuerte apretón de huevos cortó en seco la incipiente corrida que se avecinaba tras decir estas palabras.

-Bueno, mejor dicho, voy a pensar en ello, llámame la semana que viene…

Chupada mientras empezaba. Apretón de huevos al final.

-O mejor dicho, llámame mañana…

Apretón de huevos.

-Mejor ven aquí mañana y hablaremos.

Habiba se aplicó  conciencia y acto seguido me corrí en su boca con un gran orgasmo.  Me limpió la polla, succionó de ella para que levantara mi culo mientras me subía los pantalones y dejó todo como estaba.

Se puso en pie y le dijo a Carla:

-Por aquí, por favor. –Y la acompañó a la puerta.

Cuando volvió le dije:

-¿Qué se te ha pasado por la cabeza?

-Amo, en mi país, cuando alguien hace mucho daño a otro, no se le mata directamente.  Primero se le tortura hasta que no le quedan fuerzas y luego se le deja morir lentamente.  Ella ha venido necesitada y puedes aprovecharte de ello.  Hazle pagar sus desprecios y recupera todo lo que te quitó. Luego, que sea lo que Dios quiera.

A partir de ese momento, me hundí en mis reflexiones, durante largo rato. Recuerdo que Habiba me puso delante algunos fiambres y queso para comer, cosa que hice distraídamente. Horas después, coincidiendo con la llegada de Habiba para decirme que la cena estaba servida, di por terminada mi meditación.

-Gracias Habiba, ya tengo pensado lo que voy a hacer.  Se lo conté mientras cenaba teniéndola a ella a mi lado, pues no había forma de que se sentase a la mesa conmigo. Ella me dio ideas nuevas y con todo ello configuré mi plan.

Increíblemente, después de cenar estaba nuevamente empalmado.  Nos fuimos a la cama y me puse a practicar. La hice ponerse a cuatro patas sobre la cama, desnuda como estaba, y con la cabeza vuelta hacia mí.

Desde el costado, metí la polla en su boca que se cerró inmediatamente su alrededor, como si se tratase de un estrecho coño, y comencé a follársela.  Al tiempo, le daba fuertes palmadas en su culo, alternando con ligeras masturbaciones de su clítoris. Le daba un par de folladas de boca y una fuerte palmada, otro par de folladas y una caricia de clítoris.  Así cuatro o cinco veces.  Entonces cambié. Le daba una follada y una palmada. A la siguiente un toque de clítoris, luego dos mas palmada y uno mas clítoris. Así fui alternando un buen rato,  escuchando sus gemidos de placer, sintiendo como su flujo escurría por sus piernas y notando cuando llegaba a alcanzar uno de sus varios orgasmos, hasta que me coloqué detrás, se la metí por el coño sin esperar y estuve dándole duro hasta que me corrí.  No se la cantidad de orgasmos de ella, pero estábamos totalmente agotados ambos y nos quedamos dormidos de inmediato, sin tiempo para hablar.

Al día siguiente, no madrugamos mucho, nos duchamos juntos y, aunque Habiba intentó reanimármela, fue totalmente imposible, ni incluso arrodillada ante mí mientras me afeitaba.  Por mi parte, al terminar intenté comerle el coño, pero me dijo que lo tenía irritado y que mejor lo dejábamos para otro momento.

A media tarde, estábamos los dos abrazados y desnudos en el sofá de tres plazas, cubiertos por una sábana para no coger frío, mientras veíamos una película que había pasado mil veces por todas las cadenas, cuando llamaron a la puerta.

-Ella. –Me dijo Habiba.

No hizo falta más,  Fue a abrir la puerta desnuda, acompañada de mi frase: “mira primero…”, volviendo al momento acompañada de Carla. Que  llevaba un vestido de lana en marrón oscuro que se pegaba a su cuerpo como una funda, hasta el punto de que se le marcaba el sujetador y la braga.

-Hola Jua…

-Sssshhhh.  Déjanos terminar la película.

Levanté la sábana para que Habiba se metiese conmigo y no le dije nada más a ella. Permaneció de pie al no haberle indicado que tomase asiento. No se de qué iba la película, pero el tenerla allí esperándome, con el culo de Habiba presionando mi polla y mi mano recorriendo bajo la sábana desde sus tetas al coño y viceversa mientras escuchaba sus breves gemidos de placer, me estaba haciendo disfrutar como nunca.

-Me puedo sentar un momento, he venido andan…

-¡No!

-…do desde casa porque no tengo dinero ni para el autobús.

-No y cállate o lárgate.

Noté las breves convulsiones de la risa de Habiba y seguí con lo mío hasta que acabó la película. Carla se dio cuenta de estaba haciendo todo eso para fastidiarla, pero aguantó estoicamente hasta que acabó la película.

-Has llegado pronto. Te esperaba más tarde.

-Perdona, pero estoy impaciente por saber tu respuesta.

-Tenemos que hablar largamente, pero lo haremos más tarde.  Los domingos a esta hora nos dedicamos a follar, por lo que tendrás que esperar a que terminemos.

Aparté la sábana e indiqué a Habiba que colocase una rodilla a cada lado de mi cabeza para comerle el coño.  Rápidamente y sonriendo, pues esto no estaba previsto, hizo lo que le había pedido.  Recorrí su raja con mi lengua, húmeda y abierta gracias a mis manipulaciones anteriores, obligándola a soltar un suspiro de satisfacción.

-AAAHH.

Me hice un hueco para poder decirle a Carla.

-Si tienes mucha prisa, desnúdate y ve comiéndome la polla para terminar antes.

Ella dudó un rato mientras los gemidos de Habiba se iban haciendo más seguidos y fuertes.  Al final, se desnudó, quedando con un viejo sujetador y unas bragas de rebajas y se acercó.

-No, así no. Desnuda como las buenas putas.

Terminó de quitarse todo y volvió para arrodillarse a mi lado, tomar mi polla y ponerse a mamar.  Pude ver su cuerpo de reojo. Conservaba sus tetas bien puestas, su coño tenía el pelo de unos cuantos días sin arreglar, su cuerpo algo más delgado de lo que recordaba y al pelo le faltaba una buena sesión de peluquería.

No tenía la gracia de Habiba para hacer una mamada, pero tampoco era un desastre. Volví a separarme para hablar.

-Vaya mierda de puta que estás hecha. ¿No sabes comer bien una polla? ¿No se la comes a Jorge o es que no tenéis gusto por un trabajo bien hecho? –Alargué la mano y le di un pescozón en su cabeza que le metió la polla hasta la garganta.-  Como no espabiles, esto va a durar toda la semana.

Seguí comiendo el coño a la vez que acariciaba sus pechos y frotaba sus pezones.  Cuando alcanzó su primer orgasmo, la hice levantarse y dándole una palmada en la cabeza, le dije:

-Anda, deja eso, que se ve que no tienes mucha idea y vas a terminar dejándomela totalmente floja. Acuéstate de espaldas en el suelo.  Habiba, tu arrodíllate y coloca tu coño sobre su cabeza para que te pase la lengua por el clítoris mientras yo te follo y ella me lame los huevos. ¡A ver si, por lo menos, sabe hacer eso!

Así lo hicieron y yo me coloqué tras ellas y se la metí despacio, sintiendo la lengua jugar con su clítoris y golpeármela con suaves lametazos. Luego volví a sacarla despacio, con el mismo efecto. Me gustó y estuve un buen rato dándole de esa manera. Habiba tuvo dos orgasmos en ese interludio.

-¿Y mis huevos? ¿Es que no les vas a prestar atención? Puta inútil.

Su lengua saltaba del clítoris a los huevos cuando la clavaba y volvía a él cuando la sacaba.   Yo estaba que ya no podía aguantarme más.

-Vamos, puta inútil, mi mujer necesita cuatro orgasmos para quedarse a gusto y todavía le falta uno.  Yo estoy a punto de correrme y si lo hago, tendremos que esperar un buen rato hasta que me recupere para empezar de nuevo.

Tenía que estar agotada. Llevábamos cerca de una hora con esta actividad.  Debía de tener la boca seca, dolerle las mandíbulas de abrir la boca y el cuello de levantar la cabeza.  Aceleró en sus lamidas y al poco Habiba se corrió con un fuerte orgasmo que la hizo gritar como nunca.

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH

-Prepárate, puta, estoy apunto. Me quiero correr en tu boca, y ni se te ocurra escupir nada.

Habiba se echó hacia delante, saliéndose mi polla y dejándome su boca disponible, que enseguida llené metiéndola todo lo que pude y soltando toda mi corrida en el fondo.

Tosió, le dieron arcadas, estuvo a punto de vomitar, pero no desperdició nada.  Yo, que la había sacado hasta sus labios, le dije mientras metía la punta en su boca de nuevo.

-Déjamela bien limpia si no quieres que te eche con cajas destempladas.

Ella lo hizo lo mejor que supo y pudo y cuando di por terminada la limpieza, unas palmadas sobre el culo de mi mujer la sacaron de su somnolencia y se apartó para ponernos todos de pie.

-Bueno, ahora podemos hablar. –Dije mientras me sentaba y Habiba salía de la habitación y Carla empezaba a vestirse.

-¿Te he dicho que te vistas?

-No, pero yo pensaba que ya habíamos terminado.

-Si piensas eso, ya te puedes ir.

-No, quería decir… que podía vestirme para hablar.

-No necesitas vestirte para hablar.

-¿Me puedo sentar?

-No.

Ella quedó en pie frente a mí. Puso una mano tapando su coño y otra sobre sus pechos.

-Te voy a ayudar, pero con mis condiciones. La primera de ellas es que siempre estarás desnuda, a no ser que te diga otra cosa, con los brazos a los lados o las manos juntas a la espalda y las piernas abiertas cuando estemos hablando.   Si hay algo que no aceptas, te vistes y puedes marcharte para no volver. ¿Lo has entendido?

-Sssi

Esperé un rato para ver su reacción. Ella llevó sus manos a la espalda y separó sus piernas mostrándome su cuerpo.  Su mirada estaba fija en el suelo y el rubor cubrió sus mejillas.

-Para empezar, dejarás de tener todo tipo de derechos. Te convertirás en una cosa que obedecerá lo que digamos Habiba o yo, o quien te digamos. ¿Entendido?

-Sssi

-Todas tus frases deberás terminarlas con amo o ama. Y dar las gracias cada vez que te demos algo o corrijamos tus fallos.  ¿Entendido?

-Sssi.

-Si ¿qué?

-Ssi, amo.

-Empezaremos por deshacer todos nuestros acuerdos de divorcio y pasarás a ser mi esclava, sin derecho a nada. Harás todo lo que yo te diga sin protestar ni poner mala cara, nos mudaremos a “mi” casa y jamás volverás a ver a Jorge. Por cualquier desobediencia, mala cara, gesto o lo que sea, serás castigada duramente.

-Al principio pasarás un periodo de aprendizaje de tus nuevas funciones, que irás conociendo sobre la marcha, cuya duración dependerá del interés que pongas en ello.

-A cambio, yo negociaré tus deudas y las iré pagando en tu nombre. Al menor signo de desobediencia, o si no estás de acuerdo, te quedas con tus deudas y les haces frente como puedas.  ¿Lo has entendido?

-Si, amo

-¿Lo aceptas?

-Si, amo, no me queda más remedio.

-No hace falta que hagas comentarios, pero verás como pronto me lo agradecerás.  ¿Quién es tu acreedor?

-“El Fajinas” – Nombre ficticio de un conocido maleante, traficante de mujeres, drogas, tabaco, apuestas clandestinas y todo con lo que se pueda ganar dinero, sea legal o ilegal.

-¿”El Fajinas”? Mal elemento. De todos los que podíais haber elegido, habéis ido al peor. Pero, en fin, hablaré con él.

Creo que no dejé traslucir nada, pero conocía a “El Fajinas” de mi trabajo.  Le diseñé e instalé un sistema de alarma y seguridad en su chalet que lo hizo impenetrable. La policía estuvo a punto de detenerlo dos veces porque sabían en él tenía una vez armas y otra droga, pero el sistema le avisó y pudieron ocultarlo todo en las áreas seguras e indetectables.

Quedó tan contento que la primera vez me regaló el poder asistir a su mejor casa de putas gratis para siempre y la segunda me dijo que quedaba en deuda conmigo y que le pidiese lo que fuera cuando necesitase de él.

-¿Cuál es tu número de teléfono, es el de antes?

-Ya no, ayer cortaron el servicio por falta de pago.

-Vístete y vete.  Llámame mañana sobre las doce, y si no puedes, vuelve mañana por la tarde.

-Si amo

Comenzó a vestirse, poniéndose la braga y el sujetador que había traído, Mientras me acercaba y abría un cajón de un armario cercano, de donde extraje unas tijeras.

-Espera un momento. Si te vas a poner esa ropa harapienta, mejor ve sin nada. –Y corté los tirantes del sujetador y la tira horizontal, seguido de las bragas por ambos lados, cayendo todo al suelo.

-PPero…

Solo tuve que mirarla

-Si, amo, lo que tú digas.

Se puso su vestido, donde se le marcaban las tetas y los pezones, mientras que por detrás se le metía por la raja del culo.

Cuando daba la media vuelta para marchar…

-¡Espera, vuelve aquí un momento!

Cuando llegó a mi lado metí la mano bajo su falda hasta llegar a su coño, que encontré empapado.

-Otra cosa más. Cada vez que te encuentre excitada, serás castigada. Ahora ya puedes irte.

-Gracias, amo

Y se fue.

El tiempo había pasado volando. Habiba tenía preparada la cena y se apresuró a poner la mesa mientras me daba una ducha y me ponía algo de ropa.

-¿Lo has oído?

-Si, amo, lo he oído todo.

-¿Crees que hará lo que le digamos?

-No le queda más remedio. Además, lleva una gran puta dentro. El olor de su coño mientras me follabas me lo estaba gritando.

-Pues vamos pronto a la cama, que mañana me espera mucho trabajo…