Mi vecino saco la mujer ardiente que había en mí

Solo son mujeres alrededor de una hoguera, esperando a quien se atreva a empujarlas y volverlas unas mujeras ardientes, como nunca en su vida lo imaginaron. Este relato es de una humilde pero sexy mujer, que me contactó para darme detalles de su vida sexual, las he ido separando para formar su estrujante y pervertida sed sexual.

MI VECINO SACÓ LA MUJER ARDIENTE QUE HABÍA EN MÍ. EL INICIO.

Mi nombre es Luisa, actualmente tengo 29años, soy del sureste de México, de la costa mas propiamente, soy morena clara, delgada, de cuerpo esbelto, de buenos pechos y amplias caderas, quizás esos atributos han hecho de mi lo que soy, lo que he vivido, lo que he sufrido y por que no, lo que he gozado. Desde niña fui de una naturaleza ardiente, aunque yo no lo supiera, ahora sé por que siempre veía con mucha atención a los hombres, aun cuando solo tenía 11 años, recuerdo con gran claridad cuando un maestro metió su mano en mi blusa para tocar mis pechos que ya a esa edad eran notorios, yo corrí de el pero dentro de mi sentía mucho calor, nunca entendí ese raro sentir, miedo y excitación sería ahora mi deducción.

Crecí en un medio rural, donde los hombres mandan, mis padres siempre fueron humildes y por esa razón nosotros , mi hermana, un hermano y yo siempre fuimos tratados como basura, por todos incluyendo a la madre de mi madre, que siempre despreció a mi padre y lo hacía sentir castigándonos a nosotros, desde niña aprendí a defenderme de todos los niños que siempre trataban de tocarme, y ya de 13años defenderme de un tío que me quiso violar, sin nadie que nos defendiera, a los 15 recibí las primeras caricias en mi cuerpo con aceptación mía, me volví loca, era un señor maduro que siempre nos trató bien, pero esa era la razón de ese trato, buscar algo mas de mi y mi hermana, a mi hermana el la desvirgó cuando tenía 14 años, me contó ella alguna vez, y quiso hacer lo mismo conmigo pero yo solo lo dejé disfrutar de mi cuerpo con caricias, a cambio de un dinero y de comida que siempre nos regalaba, muchas veces el disfrutó de mi cuerpo pero sin que yo lo dejara penetrarme, yo sentía que ardía por dentro pero siempre sentí miedo.

Emigré de ese lugar para buscar una nueva vida a los 17 años, mi cuerpo ya era bien formado, mis pechos era lo que mas llamaba la atención, era delgada, nada de grasa, y no era por ejercicio precisamente, era algo natural de mi cuerpo, emigrar a una ciudad fue mas difícil de lo que pensé, si en mi pueblo era acosada, aquí era peor, todos trataban de sacar algo de mi por su ayuda, el que me ofrecía trabajo esperaba algo mas de mi, fue difícil, pero me hice fuerte y encontré acomodo en casas familiares, hasta que a los 18 un hombre me sedujo, perdí lo que tanto había cuidado, con unas cuantas cervezas encima, solo que lo perdí con alguien que no me ofrecía mas de lo que ya padecía, pobreza, aflicciones, en fin, mi vida al lado de el era de lo mas rutinario.

Estaba por el segundo mes de embarazo, de mi segundo hijo que finalmente fue niña, mi hijo mayor tenía ya 4 años, cuando nos cambiamos de casa de alquiler , por que hasta eso tenía que andar de casa en casa alquilando, llegamos a una pequeña casa que se encontraba en un patio de trasero, detrás de otra casa que era alquilada por una familia, todo bien hasta ahí, mi esposo, trabajaba en un bar, entraba a las 2 de la tarde y salía hasta en la madrugada, 2 o 3 de la madrugada, no sé si por mi embarazo, pero en mi cuerpo empezaron a envolverme unos calores sofocantes, yo lo atribuía a eso, mi marido me buscaba para el sexo casi diario con la fuerza de esa juventud que teníamos, el 24 y yo 23 años, pero mi cuerpo necesitaba mas, y eso era de lo que no tenía noción aún, solo sentía un gran calor en mi cuerpo pero lo atribuía a mi embarazo, hasta que lo descubrí por mí misma.

La familia que vivía en la casa delante de la nuestra, era una compuesta por 5 personas, el esposo, Agustín, un señor maduro de 40 años, su esposa Elsa, mayor que el, ya que contaba con casi 50 años, sus dos hijas, Sara, de 17 años, y la pequeña Elsa de 11, y una sobrina de la señora, Blanquita, como le decían, ya que era diminuta, de 16 años, ella era bajita, delgada, bonita de cara y de cuerpo, esbelta pero formado, con senos pequeños, caderas pequeñas también pero también una cinturita estrecha, nada parecía anormal en la relación de esta familia, los esposos trabajaban y las chiquillas en la escuela, estaban fuera toda la mañana, la señora era maestra, el señor obrero de una empresa, el trabajaba en turnos diferentes, las mujeres solo estaban por las tardes y no siempre, la señora cuando salía normalmente todas las niñas salían con ella, pero una tarde, como a las 7 de la tarde, me acerqué a la casa de la familia, ya que estaba la puerta abierta pero las luces apagadas aun, iba a pedir un favor a la señora, no escuché ruido alguno y me asomé sin hablar, de pronto escuché un murmullo, en la sala estaba el señor Agustín parado con el pantalón abierto de la bragueta y su verga de fuera, y sentada en el sofá la pequeña Blanquita, con la blusita arriba de sus pequeños senos, y una de sus manitos, tenía tomada la verga de don Agustín, creo que hice ruido, no sé que pasó ni como pasó, pero la vista de los 2 fueron de pronto hacia mi, la niña se levantó disparada y bajándose la blusa salió corriendo afuera de la casa y hacia la calle, yo me quedé entre estupefacta y con la cara ardiendo no sé si de vergüenza o de excitación, cuando alcancé a reaccionar ya tenía a don Agustín cerca de mi, insultándome y diciéndome de cosas, yo no entendía bien lo que decía pero si entendí que me recriminaba por estar ahí y finalmente claro escuché que me dijo, "tu tienes la culpa de que se haya escapado de mis manos, tu pagarás por ella".

Me tomó de la mano y me jaló hacia la pequeña salita donde antes estaban los dos, yo protesté y le alcancé a dar un golpe en los hombros, lo que hizo se enojara mas y me aventara de un manazo al sofá donde caí desmadejada, el se acercó y me miró, yo estaba caída con los pies recogidos en el sofá, mi falda se había subido por mis piernas y estas se mostraban generosas, casi hasta el nacimiento de mis nalgas, el me dijo "creo que saldré ganando con el cambio vecinita, usted tuvo la culpa de que se me escapara blanquita, ahora usted tomará su lugar", dicho esto se acercó a mi y me tomó de las rodillas separándolas y exponiendo mi intimidad frente a el, yo continuaba aturdida, pero reaccioné al sentir que me sacaba la blusa, demasiado tarde mi reacción ya me encontraba solo en sostén, y el mantenía mis piernas abiertas ya que se encontraba parado entre ellas y oprimiendo mis extremidades con sus tobillos, yo le dije que me soltara y me dejara ir, pero el solo me decía que pagaría por entrometida, tomándomele los hombros me recostó totalmente en el sofá y metió una de sus rodillas en mi entrepierna, lo que sentí en ese momento me sacó de las dudas que tenía sobre mis extraños sofocamientos, mi entrepierna empezó como a latir con fuerza y el calor era abrasador, cuando el se separó de mi debió de contar que no habría resistencia, ya que el no me sostenía, ni sus piernas me forzaban, pero yo permanecía con las piernas abiertas, la falda subida con mi cosita expuesta solo tapada con una minúscula tanga, mis pechos solo tapados por mi sostén, el se empezó a desabrochar el pantalón mirándome a los ojos, mientras me decía: " vecinita, te ves deliciosa, siempre pensé que eras una nena ardiente, por como te vistes y tus lindas tangas que usas, que siempre observo por mi ventana", mientras decía eso lentamente sus pantalones fueron cayendo al piso y los deslizó por sus pies mi vista no pudo evitar centrarse en su bulto que se le notaba sobre su boxer,, viendo eso, se acercó y poniéndome su paquete en la cara me tomó pos la nuca acercando mi cara a su paquete, hice la cara a un lado, pero tomándome con las dos manos me refregó su cosa en la cara, los labios, los cachetes, sentir ese pedazo de carne, sentirla palpitar, sentir su tibieza, me puso en un estado sumiso, me paró y me quitó el sostén dejando mis pronunciados senos expuestos a sus manos que se aprovecharon de ellos amasándolos y entonces hizo algo que me enloqueció me tomó de los dos pezones y me los retorció, un largo gemido escapó de mi garganta, eso nunca lo había experimentado, mi esposo nunca descubrió ese punto tan sensible en mí, el dolor y placer hizo que cayera sentada en el sofá, el se sacó la verga del boxer y plantándolo frente a mi lo dirigió a mi boca, yo solo abrí mis labios dejándolo entrar, el empezó a entrar y salir de mi boca, era una muñeca en sus manos, sus manos me tomaban de las sienes haciendo su entrada y salida en mi boca, mientras murmuraba cosas como: "así putita, mamas rico vecinita, que boca tan rica tienes,".

Sacando su verga de mi boca hizo que le mirara, mientras me decía, "ahora te cogeré putita,, sentirás en tu panochita mi verga, la deslizaré dentro de t".

Oírlo decirme esto me hizo sentir unas ganas inmensas de que me penetrara, pero el me dijo, "dime vecinita, ¿quieres que te coja?, yo no contesté nada por un falso pudor que ya no debía existir, después de haberle mamado la verga y permanecer en un estado de sumisión a lo que sabía que sucedería: ser penetrada por otro hombre que no sería mi marido, por mi mente pasó en un santiamén miles de cosas, desde mi niñez, cuando varias veces fui objeto de acoso y de caricias consentidas y no consentidas, de cómo perdí mi virginidad en un estado de semi embriaguez con el único hombre que había entrado en mi cuerpo, de cómo muchas veces en la calle había recibido propuestas desde galantes hasta vulgares, recordar a mi marido me sacó de mi estado de letargo, quise reaccionar y salir de ahí, pero en ese momento sentí lo que sucedía, cuando en la entrada de mi sexo un objeto pugnaba por entrar.

Don Agustín ya se encontraba arrodillado entre mis piernas y con su mano dirigía su verga a mi rajadita,, cuando lo empujé para resistirlo fue demasiado tarde, sentí como su verga resbalaba fácilmente dentro de mi, debido lo humedecido que tenía mi rajada, imposible fue disimular lo que sentía ya que un fuerte gemido salió de mi boca, mientras me derrumbaba de espaldas en el sofá, el me tomó de las caderas para hacer sentir mas su hombría dentro de mí, empezó a martillar mi sexo con fuertes embestidas mientras yo no paraba de gemir y de mover mi cabeza de un lado a otro y con las manos cerradas fuertemente tallando el tapiz del sofá, el me tomó ahora de mis tobillos y los apoyó en sus hombros haciéndome sentir que me llegaba hasta las entrañas, heme ahí, una mujer casada, joven, con su falda hecha un cinturón en la cintura y con la diminuta tanga a un lado totalmente empalada por otro hombre que no era su marido, el me empezó a estrujar los senos, haciendo que gritara prácticamente de excitación al llegarme un orgasmo profundo.

Ese orgasmo no fue suficiente para apagar el fuego que consumía mi cuerpo, seguí recibiendo las embestidas de don Agustín como si estuviera empezando a cogerme, el de pronto se zafó de mi y tomándome de la mano me paró y me volteó de espaldas a el, yo entendí lo que quería, y apoyando ambas rodillas en la orilla del sofá, me apoyé con las manos en el respaldo, exponiendo mis amplias caderas, con mis nalgas, mi sexo y mi culo expuesto a este hombre, el me abrió los cachetes de las nalgas y sentí su lengua resbalar por toda la canaleta de entre mis nalgas, abarcando mi rajada y culo, eso me hacía además de gemir, abrir la boca, desesperada y mover mis nalgas de arriba hacia abajo, cuando me penetro solo necesitó embestir unas cuantas veces para arrancarme otro orgasmo, la penetración era fuerte, inmisericorde, saciándose la calentura que traía, tenía a su disposición a una mujer joven, totalmente entregada a su lujuria.

El tercer orgasmo me llegó con un fuerte espasmo de cuerpo, salía dentro de mi todo lo que quizás había acumulado en mucho tiempo, me desvanecí en el sofá, de tal manera que su verga salió de mi sexo, el me acomodó a lo largo del sofá, dejándome una pierna sobre el sofá y la otra fuera de el, apoyado en el suelo, fácil presa de un hombre que había encontrado saciarse de su hambre de sexo, continuó penetrándome sin ninguna resistencia de mi parte y ya prácticamente a su disposición sin resistencia, sin respuesta solamente un objeto de su pasión. Un resoplido en mi nuca mientras arremetía con mas fuerza sobre mis nalgas fue el indicio de su venida, fuerte y abundante dentro de mi, su cuerpo se desplomó desmadejado sobre el mío, mientras los últimos espasmos de su venido hacían presa de el y oprimía su cuerpo contra el mío y trataba de hacer mas profunda sus últimas penetraciones dentro de mi interior.

No sé cuantos minutos habrán sido los de recuperación de el encima mío, pero sentí que fueron muchos, pero al mismo tiempo me servían para recobrar mi cordura que había perdido en un momento, no sé que pensaría el pero yo no me atrevía a pararme y verlo, cuando el se incorporó dejando libre mi cuerpo, esperé unos momentos en incorporarme, sin alzar la vista acomodé mi diminuta tanga entre mis piernas sintiendo los líquidos de su venida entre ellas, y sin importarme eso, bajé mi falda para tapar mi desnudez casi total, busqué mi sostén que solo enrollé en mis manos y mi blusa me la puse nuevamente, calzando mis sandalias para salir casi corriendo, sin decir nada ni obtener tampoco ningún comentario.

Al llegar a casa mi pequeño hijo me miró como extrañado no sé si en mi cara se notaba algo de lo que había sucedido, verlo a el me hizo sentir mas ruin de lo que ya me sentía, me metí rápidamente al baño, me desnudé completamente, dejando tirada mi ropa ahí mismo bajo la regadera, y me bañé un largo rato, como queriendo con abundante agua y jabón lavar lo que había hecho.

Cuando salí del baño, toda la ropa que me había quitado la metí en un balde de agua y ahí la dejé remojando, me dispuse a atender a mi hijo tratando de borrar de mi mente lo que había pasado.

Esa noche fue intranquila para mi, no podía dormir, cuando cerraba los ojos sentía unas sensaciones de emoción encontrada, por un lado sentía una sensación de satisfacción pero por otra de culpa, mi marido me encontró despierta todavía y empezó a manosearme, lo rechacé pero el no aceptó un rechazo y siguió con su labor de convencimiento y de excitación, pronto me encontré gimiendo y con las piernas abiertas con una mano de el metida en mi entrepierna, cuando me penetró, busqué en el borrar lo que sentía encima de mí, las manchas de otro hombre, me entregué a el y el se dio cuenta de mi cambio ya que me entregué sin reservas y sin negarle nada, terminó en mi trasero, ya que era algo que a el le gustaba mucho pero a mi no, pero lo dejé ya que estaba en un plan desinhibido y a pesar del sexo que había tenido unas horas antes todavía tenía las ganas de mas, mi marido terminó abrazado a mí dándome tiernos besos y diciéndome lo mucho que me quería y lo rico que había sentido al coger conmigo.

Pasaron varios días en los que estuve casi escondida, sin salir con el miedo de tropezar con don Agustín, verle a el sería mortificante, hasta que decidí levantar la cara, no tendría miedo ni le demostraría que le temía, el también tenía familia a quien dar cuenta, así que decidí seguir mi vida normal, después de tres días en que no le vi para nada, me sentí mas segura, no era raro no verlo, ya que el por su trabajo a veces no lo veía, a la que vi fue a la sobrina, blanquita, se me acercó un día para darme explicaciones de lo que había visto, pero no la dejé terminar, le dije que no era de mi incumbencia, solo le recomendé que si ella era partícipe de ello con su consentimiento que no había problema, yo no diría nada, pero que si la obligaba el señor que mejor se fuera de esa casa, no me dijo ni si ni no, pero se sintió relajada deque le aseguré que no diría nada, creo que era eso lo que mas le preocupaba, la señora era buena persona, de vez en cuando me pasaba algo de comida, o algunas cosas para la casa o para mi, o mi hijo, no tuve ningún encuentro con don Agustín, hasta que una noche inevitablemente nos encontramos y de nuevo las cosas corrieron en un cauce natural ya abierto, eso creí.

Serían pasadita de la media noche, me encontraba lavando los trastes y dejó de salir agua, el tinaco de agua se habría vaciado y para llenarlo había que encender la bomba para que subiera el agua, así que salí sin pensarlo, al salir sentí una sensación rara, un ligero escalofrío me recorrió el cuerpo, me dí cuenta de la escasa ropa que traía puesta, una ligera bata de dormir, y debajo solo una pequeña tanga, sin sostén y con mis pechos libres con movimientos caprichosos al caminar, llegué hasta el interruptor de la bomba, que se encontraba en la parte trasera de la casa de los vecinos de enfrente, la encendí , pero también vi que la manguera que se utilizaba para lavar el patio, estaba con la llave abierta y tiraba agua por ella, así que fui a cerrarla, para eso tenía que ir hacia el frente, al cerrar la llave de la manguera, oí que alguien abría el portón de la entrada, era don Agustín que llegaba de trabajar, me sobrevino un ligero temor y por mi mente desfilaron los sucesos de varios días atrás, sentía que mi cuerpo temblaba, terminé de cerrar la llave y antes de tener tiempo de alejarme sentí que se acercaba, llegó hasta donde estaba yo y se quedó viéndome, yo no hice ningún movimiento, como vio mi indefensión, me tomó de una mano y me jaló a que lo siguiera, dócil me dejé conducir, hasta un pequeño zaguán, donde en algunas ocasiones lo veía trabajar, ahí había una mesa en las que hacía algunos trabajos, jaló una cobija que se encontraba en un tendedero y con calma la acomodó en esa mesa, yo solo lo veía hacer sin moverme ni hablar, me tomó de nuevo de la mano y me acercó a la mesa, me recargó en ella de frente a el, sin decirme nada bajó los tirantes de mi bata, lentamente, saboreándose de lo que dejaba descubierto, primero mis hombros, siguieron mis pechos hasta la cintura, donde detuvo el avance de mi bata, para tomarme de la cadera y acercar mi cuerpo semidesnudo hacia el, solo me acercó a el oprimiendo mi cuerpo hacia el, sintiéndome, mis pechos oprimidos en su pecho, sentía que se me endurecían los pezones, vernos así en ese momento era raro, dos cuerpos unidos, sin hablar, solo absorbiendo sus aromas de cada uno.

El se separó de mi, terminó de quitarme mi bata, cayendo esta al suelo, quedando inerme, expuesta a él, solo con mi tanga puesta, y no muy grande ni que tapara mucho, sus manos fueron a mis pechos, sobándolos, ya habiendo encontrado lo que me enardecía oprimiendo mis pezones, su boca se unió a la mía deslizando su lengua dentro de ella, mientras una de sus manos llegaba a mi entrepierna, acariciando suavemente la textura de tela, bellos y piel, yo ya gemía pero el haciendo un susurro me dio a entender la necesidad de acallar mis gemidos, estábamos en un lugar expuesto, aunque muy noche, estábamos expuestos a que alguien se diera cuenta, yo acaté su deseo y solo me abandoné a él, me subió a la mesa y me abrió de piernas y haciendo a un lado mi tanga introdujo uno de sus dedos, eso bastó para que yo me mordiera los labios evitando gritar, y solo emitiendo un ligero gemido, su dedo entraba y salía de mi encharcado sexo, mientras mi cabeza la agitaba de un lado a otro apretando mis labios para no gritar de placer, me desplomé de espaldas en la mesa dejándole hacer de mi lo que quisiera, siguió exprimiendo mi mas sensible órgano sexual para extraer mis jugos, mis piernas totalmente abiertas y los pies colgando de la mesa me hacían someterme a el, el me tomó de los dos tobillos y abriendo mas mis piernas se posó entre mis piernas para posar mis tobillos en sus hombros, mientras me miraba y yo a el se desabrochó el pantalón con parsimonia disfrutando verme en indefensión total ante el.

Era morboso estar así, casi desnuda con mi tanguita solamente y esta a un lado de mi sexo teniéndola totalmente expuesta con las piernas abiertas y los pies al aire apoyados en su hombro, mientras le veía como asomaba su verga de sus ropas, para que el la tomara y empezara a tallármela en mi rajada, pasándola por toda mi rajada, haciendo de nuevo que me ganara una excitación tremenda, cuando entró en mí, de mis labios salió un profundo gemido que fue acallado rápidamente por una de sus manos, y mientras me acallaba con una mano su otra mano estaba en mis pechos, pellizcando mis pezones alternadamente y martillando mi ardiente sexo con su verga, que como pistón entraba y salía de mí que me entregaba plenamente a su lujuria, yo gemía sin restricción ya que su mano me acallaba mis gemidos, cuando orgasmé por primera vez, mi cuerpo se convulsionó ante el de una manera escandalosa, el siguió dándome duro sin detenerse para que me hiciera venir por segunda vez y finalmente venirse el dentro de mi.

Se desplomó encima de mí, mientras resoplaba preso de la agitación de haberme cogido con ansias desbordadas, permanecimos unos momentos así, yo ya con mis piernas a un lado de el y el todavía dentro mío, cuando se incorporó lo hizo en silencio, saliendo de mí mientras nos veíamos a los ojos, el apreció el gesto de satisfacción que me sobrevino al desenchufarse de mi sexo, todavía talló unos momentos su chorreante verga en mi sexo mezclando nuestros jugos, se separó de mi y tomando una prenda del tendedero de su esposa, se limpió su verga y con dedicación comenzó a limpiar mi sexo, mientras nos mirábamos sin mediar ni una palabra, no hacía falta, el sexo había dicho todo.

Me ofreció la mano para incorporarme y me ayudó a bajar de la mesa, mientras el componía sus ropas yo recomponía mi tanguita y buscaba mi bata tomándola del suelo para ponérmela. El se acercó y tomándome de mis caderas, me atrajo hacia el y me besó en los labios con ternura mientras me decía:

-Eres realmente hermosa, pero sobre todo ardiente, gracias por estos momentos, pero quiero pedirte que por momentos así, te entregues a mí sin reservas, ni restricciones, que seas mi putita, no me contestes ahora, piénsalo y te buscaré para que platiquemos, siempre serás la señora de tu casa, la madre de tus hijo, pero quiero que cuando estés conmigo seas mi puta sin restricciones-.

Otro beso selló sus palabras y dando media vuelta se alejó, yo me quedé meditando en lo que de nuevo había sucedido, pero sobre todo en sus palabras, el quería una puta y esa puta sería nada menos que yo, me estremecí mientras esas palabras resonaban en mis oídos.

Había dado un paso muy arriesgado y tenía que afrontar mi futuro, era claro que mi temperatura había aumentado en estos últimos meses y que había encontrado como apagarlo, estaba también claro que necesitaba algo mas que el sexo que mi esposo me daba, un sexo morboso, sin restricción, no había amor en ello, solo sexo fuerte e insaciable, ahora tendría que pensar en ello, ya que don Agustín querría una respuesta y yo tendría que darla.