Mi vecino sacó la mujer ardiente que había en mí 2

Saber que era su fantasía tratarme como una puta, que le obedecería en la cama en lo que el quisiera y que me trataría como una puta, esto fue el resumen de nuestro acuerdo.

Mi vecino sacó la mujer ardiente que había en mí 2. El acuerdo.

Las sensaciones de nuestro lívido muchas veces son incontrolables, quizás siempre fueron así y nunca supimos que lo poseíamos, hasta que de alguna manera la sentimos o nos la hicieron sentir.

Después de haber sido poseída por segunda vez por don Agustín, mi reacción ya no fue de mortificación, pero sí de una mezcla de temor y excitación por lo que me había pedido, ser su puta, durante unos días esas palabras retumbaban en mi mente y me hacían sentir temerosa, pero a la vez me sobrecogía una acalorada excitación, mi esposo fue el ganador de esto último, ya que me le entregaba sin restricción, mi cuerpo era tratado sin misericordia por el, recibía todo tipo de caricias, mis nalgas , mi sexo y mis pechos eran avasallados por sus manos, mientras que presa de una calentura extrema entregaba mi sexo a el, me penetraba por delante y por mi culo, al que ahora el se había aficionado, no había sesión de sexo en la que el no probara mi culito, y yo ya había encontrado un gran placer en esta sodomización, mi boca le prodigaba caricias extremas a su verga, y mas de una vez había probado el sabor de su semen.

Pero dentro de ese torbellino ardiente que me envolvía había esa petición que habría de afrontar, esto sucedió una tarde en que encontrándome tendiendo ropa, don Agustín se acercó para decirme que quería platicar conmigo, le dije que terminaría de hacer lo que me tenía ocupada en ese momento y que aprovechando que mi hijo dormía podíamos platicar, el quería que nos viéramos fuera de la casa pero le dije que no era posible, quedamos que en cuanto oscureciera nos veríamos en el zaguancito que había entre las dos casas, la suya y la mía.

Presa de nervios y excitación me bañé y arregle para platicar con el, busqué de la poca ropa que tenía, que ponerme, quería parecer bonita, provocativa, en fin, me lamenté de lo escaso de mi guardarropa, pero eso no tenía remedio, así que escogí una de mis minis de mezclilla favorita, una blusa azul, de tirantes y debajo solo una tanguita, sin sostén.

Llegado el momento, nos encontramos platicando de nuestra incipiente relación, el me dijo que me veía preciosa lo que elevó mi estima me hizo sentir mas relajada.

Yo le comenté que mi temor era el que mi esposo se diera cuenta, y a el al parecer no tomaba mucha importancia el hecho de que su mujer se enterara, tenía ya camino recorrido en estas infidelidades al parecer, otra situación que aproveché de su interés por mi cuerpo fue el de que me ayudara económicamente, ya que el sabía de mis carencias, el aceptó ayudarme además de que aceptó que sería de lo mas discreto y paciente posible, ya que no me arriesgaría a que algún vecino se diera cuenta de nuestra infidelidad o alguno de nuestros familiares, tanto de el como mío.

A cambio de eso yo le ofrecí lo mejor de mí misma, de mi cuerpo, que cuando estuviéramos juntos le haría gozar con mis caricias, tanto corporales, como orales o sexuales, el recalcó el hecho de que quería que fuera su puta, que cuando estuviera con el me comportara como eso, como una puta, a lo que le indiqué que me explicara bien a que se refería con eso, y me alivió saber que era su fantasía tratarme como una puta, que le obedecería en la cama en lo que el quisiera y que me trataría como una puta, esto fue el resumen de nuestro acuerdo.

Aprovechando la oscuridad que nos reinaba, ya que yo no había encendido las luces, para poder platicar sin que nos vieran, el metía mano en mis piernas, mientras recalcaba lo de que quería que fuera su puta.

-Me gusta ver que eres sensual y sexy, me gusta verte con esas falditas, con esas blusitas sin sostén, que hacen que tus pezones se noten-; mientras me decía esto una de sus manos, acariciaba mis piernas y la otra abarcaba uno de mis senos, acariciando con toda la palma de su mano, yo me encontraba sentada en una silla y el frente a mi en otra, se había acercado lo suficiente para tomarme.

Con la mano que acariciaba mis piernas me hizo un ademán, indicándome separar mis piernas a lo que obedecí, ofreciendo a su vista mi entrepierna, cubierta por una ligera tanga, su mano se deslizó por mis muslos hasta llegar a mi entrepierna, acariciando suavemente por encima de la tela de mi tanga, su otra mano ya había bajado los tirantes y parte de mi blusa exponiendo mis senos libres a su alcance, y me tomaba de uno en uno, acariciándolos y pellizcando mis pezones, hacer esto hacía que me abandonara plenamente, cerrando los ojos y disfrutando de sus caricias.

Con los ojos cerrados y gimiendo ligeramente disfrutaba de sus caricias, ya uno de sus dedos revoloteaba en el interior de mi sexo, solo había corrido mi tanga a un lado para alcanzar mi mas recóndito parte sexual, ya su boca se prendía de mis pechos, mordisqueando mis pezones y tratando de casi tragarse mis pechos, yo mantenía las piernas separadas al máximo y con la cabeza echada hacia atrás solo disfrutaba de lo que me hacía.

-Abre la boca putita-, escuché que decía, abrí los ojos y frente a mí, tenía su erecta verga pidiendo ser devorada, solo abrí la boca e inmediatamente sentí como era invadida por esa verga palpitante, entrando y saliendo de mi boca, el disfrutaba de lo que hacía, se detuvo un momento y aproveché para darle un poco de lo que sabía hacer, mi boca, ayudada por mi mano empezó a prodigarle una furiosa mamada, haciendo que el se retorciera y exclamara, - ah, que rico mi putita, que rico mamas la verga, así putita, mámamela, trágatela toda-.

El me detuvo al sentir que se venía, y me la sacó de la boca, sentándose en la silla me indicó, -ven putita, móntame, siéntate en mi verga-.

Me puse de pie, y acercándome a el y separando mis piernas me fui sentando en esa rica verga, mientras el tomaba de la orilla de mi tanga y la estiraba dejando libre mi rajadita, me senté lentamente, disfrutando de cómo invadía mi interior, cuando toda su verga hubo entrado en mí, descansé unos segundos sentada y ensartada en su verga, resoplando y jalando aire acompasadamente y con los ojos cerrados.

Abrí los ojos y su vista de el estaba en mi rostro, nos miramos mutuamente, ambos observando el estado de excitación en nuestros rostros, así mirándonos fijamente empecé a subir y bajar mi trasero, abrazada de su nuca mientras las manos de el reposaban en mi cadera, siguiendo el vaivén de mis embestidas, yo observaba como el entrecerraba los ojos y murmuraba frases de calentura, y el a la vez miraba como yo me mordía los labios y abría y cerraba los ojos a la vez que agitaba mi cabeza en un ritmo acompasado al movimiento de mi trasero. Buscó mi boca introduciendo su lengua dentro de ella,, me mordía los labios y friccionaba mis labios entregados a el, ya sus manos abarcaban mis nalgas subiendo y bajando a su antojo y marcando el ritmo de las embestidas, su boca empezó a hacer un recorrido por mis mejillas cuello y pechos, mordisqueando durante el recorrido esas partes, mamaba mis pechos y succionaba mis pezones haciéndome explotar en un orgasmo placentero, gemí y apreté mas mi cuerpo al suyo y restregando su cara en mis pechos y mi sexo en el suyo, disfrutando de esa sensación que nacía de lo mas profundo de mi cuerpo explotando en mi cerebro y cuerpo.

El notó mi orgasmo y hablándome al oído me dijo, -¿Te viniste ya putita?-, mientras mordisqueaba mi oreja y una de sus manos se ocupaba de mis pechos y la otra de mis nalgas.

Yo solo asentí con la cabeza sin verlo, ya que mantenía mis ojos cerrados.

-Vente otra vez putita, vente las veces que quieras, disfruta de mi verga, y déjame disfrutar de tu rico ponchito-. Mientras decía estas cosas a mi oído, resbalaban sus manos por las partes desnudas de mi cuerpo, enrollando más mi falda y blusa a mi cintura.

-Párate tantito putita-, mientras me decía esto con sus manos me tomaba de la cadera para separar mi cuerpo de el, le obedecí y me paré. Me hizo dar vuelta y empujando ligeramente por mi espalda, me hizo inclinar a la silla que tenía enfrente, me hizo separar las piernas exponiendo mis partes íntimas sin ningún pudor, una de sus manos exploraba la totalidad de mis partes, por toda la canaleta de mis nalgas, iban de mi encharcada rajadita a mi orificio trasero y viceversa, mientras su otra mano se ocupaba de mis pechos, que colgando se le ofrecían libremente.

Tomándome de la cadera, hizo que mi trasero bajara y de nuevo me ensartara en su verga, en esa posición el se encargó de marcar el ritmo de entrada y salida de su instrumento en mi sexo, mientras mis manos se aferraban fuertemente a la silla y hundía mi cabeza en ella, reprimiendo mis ansias de gritar del placer que me embargaba.

Mientras me ensartaba sin misericordia, uno de sus dedos hurgaba en mi hoyito posterior, introduciendo la punta de el en mi culito, no pude evitar un gemido fuerte al sentir invadido mi trasero por su dedo al mismo tiempo que su verga entraba y salía de mi rajita. Pronto la casi totalidad de su dedo entraba y salía de mi culo, haciendo que mi trasero rebotara furiosamente en su cuerpo, disfrutando la invasión a mis dos agujeros.

El no soportó mas y empujándome me hizo desensartar de su verga para volver a tratar de ensartar su erecta verga, pero ahora en mi culo, abrió la entrada a su objetivo, separando mis nalgas con ambas manos y yo tomando su verga con una de mis manos, la dirigí a mi culo, me fui sentando lentamente, apretando ojos y labios en una sensación lógica de un invasor atravesando tu trasero e invadiendo tus entrañas, hasta poder soportar el ardor inicial de esa invasión y dar paso a la sensación de placer.

Mi cuerpo ya adicto a esa invasión, empezó a reaccionar dando paso a un placer malsano, queriendo sentir mas dureza en esas embestidas, me sentaba y separaba con fuerza, queriendo sentir mas dura la sensación de invasión, el me abarcaba mis senos y besaba mi espalda que le quedaba a su disposición, una de sus manos soltó mis senos y se dirigió a mi rajita, tallando y penetrando mi sexo delantero mientras mi culito era embestido por su verga.

Un nuevo orgasmo me sobrevino, abundante, efusivo, el tuvo que poner su mano en mi boca cuando empecé a gemir fuertemente, mis gemidos acallados continuaron mientras las sensaciones de placer surgían de mi cuerpo, el empezó a contorsionar sus embestidas, era inminente su venida.

Me tomó de los senos, y apretó mientras me decía al oído, -me vengo putita, que rico tu culito-.

Mi interior de mi trasero sintió la tibieza de su semen invadiendo mi recto, el bufaba apretando fuertemente mi cuerpo, mientras duraba su venida, hilillos de semen escapaba, entre metida y sacada de su verga en mi culo, resbalando hasta su entrepierna de el.

Por un rato se detuvo, mientras se pegaba a mi cuerpo como queriendo fundir nuestros cuerpos en uno, disfrutando los dos las sensaciones que nos invadían, cualquiera que nos viera en esa forma, el sentado y yo sentada encima de el atravesada por el trasero con su verga todavía semierecta, sentiría la sensación emanada de nuestros cuerpos unidos por el placer recibido unos momentos antes.

Habiendo satisfecho nuestro placer de sexo, nos separamos, por mis piernas resbalaba ya el viscoso líquido, prueba inequívoca de mi malsana infidelidad, con una persona casi 20 años mayor que yo y mi marido, el demoró un rato mas sentado, observando como recomponía mis ropas, primeramente, mi tanga tapando y evitando ya el segregamiento del fluido de mi trasero, bajé mi falda y finalmente, subí mi blusa deslizando mis brazos por los tirantes.

Me quedé parada, callada y viéndolo ahora como se subía su ropa interior y su pantalón para por último abrocharlo y acercándose a mi me abrazó por la cintura y me besó, una de sus manos se introdujo en mi blusa entre uno de mis pechos y depositó unos billetes en el.

-Toma putita, te lo has ganado, me has dejado seco y satisfecho, me tiemblan las piernas-. Me dio un beso en los labios, abrí mis labios y el introdujo su lengua y nos fundimos en un abrazo y en un beso apasionado y salvaje, apretando nuestras bocas, uno contra el otro, su mano viajó a mis nalgas apretándomelas y frotándolas fuertemente, nos separamos y me dijo que se tenía que ir a descansar por que tenía que entrar a trabajar a medianoche.

Al quedar a solas metí mis manos en mi blusa y saqué los billetes que me había dado, no pude evitar un suspiro, mi primer pago como puta, me dije, pensando en algunas cosas que aliviaría la escasez en mi casa ese dinero.

Mi marido nunca supo porque en nuestra mesa había mejor comida, tampoco se dio cuenta que mi hijito tenía truzitas, o que yo tenía mas ropa interior, el pobre no alcanzaba ni a detectar eso, o quizás algo intuyó alguna vez y por comodidad nunca dijo nada.

Los encuentros sexuales con don Agustín se hicieron ahora mas seguido, el había encontrado un cuerpo donde dar rienda suelta a sus impulsos sexuales, y por si fuera poco, un cuerpo joven, de buen ver, buenas caderas, bonitos pechos, pero sobre todo, un cuerpo complaciente, que se había hecho adicto al sexo que el le proveía..

Fue tanto la obsesión que sentíamos, que al principio las sesiones de sexo eran casi a diario, con esa fuerza del deseo aflorado en nuestros instintos, yo cogía casi dos veces por día, por el y por mi esposo, que joven aun desataba su sexualidad en mi cuerpo mis encuentros con don Agustín eran en la oscuridad, a media noche, que el llegaba, y yo le esperaba fuera de mi casa, o en ocasiones en su casa cuando anochecía y el estaba solo, para pasar a hacerlo también dentro de mi casa, yo entraba por una puerta trasera que tenía su casa, y el entraba por una puerta de un baño que daba a la parte trasera de su casa, para introducirse a mi casa. En mi casa me tomaba en el baño, en la cocina, y hasta en la misma cama donde hacía el amor con mi marido, y con mi niño durmiendo en la cama de al lado.

Una de las cosas que mas me gustó hacer con el es cuando lo hacíamos de rapidito, una ocasión en que el estaba en su casa como a eso de las 10 de la noche, y con su familia en su casa, el salió a comprar y me encontró en la calle, me dijo que buscaría salir un momento por que tenía ganas de cogerme, que me esperaba en la parte trasera de las casas. Yo me asomaba discretamente esperando verle salir como me dijo, como casi a las 11, lo vi salir, y dirigirse al lugar que me había dicho, fui a su encuentro.

Al llegar a el me tomó en sus brazos, susurrándome que su esposa estaba todavía despierta y que hacía un trabajo de la escuela, ya sus manos viajaban a mis protuberancias delanteras y traseras, me enardecía como me trataba, subió mi falda descubriendo mis nalgas solo semitapadas por una tanguita, clásica en mi, me besaba fuertemente, se sacó su verga ya erecta y susurrándome al oído me dijo: -ya sabes lo que me gusta putita-, para yo arrodillarme y meterme ese caramelo en la boca y prodigarle maravillosas caricias, creo que mi trabajo con la boca era bueno por que el siempre me pedía que se la mamara, esta vez me tomó rápidamente de la cabeza, indicándome que me parara, enrolló mi falda a mi cintura, mientras su boca se encargaba de mis senos, ya fuera de mi blusa, levantó una de mis piernas con una de sus manos mientras que la otra buscaba el elástico de mi tanga para jalarla hacia un lado y calzarla en una de mis glúteos, con sus dos manos me tomó de mis nalgas levantando mi ligero cuerpo para irlo bajando lentamente buscando la unión de su verga con mi rajadita, cuando se encontraron nuestros sexos una de mis manos acomodó su verga en el punto justo de penetración, para que el dejara que la gravedad hiciera el resto.

Dejó que mi cuerpo cayera por su propio peso y que su pene ocupara el espacio disponible para el, la sensación fue placentera, apreté mis labios ahogando el grito que deseaba exclamar, al sentir su verga plenamente dentro de mí, con sus manos en mis nalgas y las mías en su cuello la cogida fue fenomenal, furiosa, rápida con una velocidad que ameritaba el momento que teníamos para ese fin, ya que su mujer lo esperaba.

Mi orgasmo fue inmediato, tallando mi sexo lo mas fuerte que podía en el, y esperando su venida, esta no llegó antes de que me viniera por segunda vez, disfrutaba de mi segundo orgasmo cuando el empezó a venirse, apretando mi cuerpo contra la pared para tratar de introducir su pene hasta lo mas profundo, su venida me excitó grandemente ya que el volteaba a la vez hacia su casa.

Después de satisfacernos, el me besó furiosamente metiendo sus manos en mi cuerpo semi tapado por mis ropas, para despedirse y dirigirse a su casa, dejándome reponiendo mi respiración y de la sensación de placer que todavía embargaba mi cuerpo, para después recomponer mis ropas y también dirigirme a mi casa.

Después de esa posesión fueron como cuatro meses de desenfreno, en que casi cogíamos a diario, el me ayudaba económicamente, y yo le ofrecía mi cuerpo, dejándolo a su disposición para embriagarse de el y hacerme sentir a la vez la sensación de satisfacción a mi natural calentura. Era su puta privada, por que así me trataba cuando estábamos juntos, me decía que era su puta, que me moviera como una zorrita que era, le gustaba que yo le dijera que era su puta, escucharme decirle que me cogiera como una puta, le excitaba al máximo, utilizar lenguaje como ese era el aliciente a nuestra calentura.

Después la intensidad de nuestras entregas bajaron, debido a mi embarazo, ya con una prominente barriga de por medio, es embarazoso entregarse a la lujuria desenfrenada a la que estábamos experimentando, de hecho lo hacíamos con el mayor cuidado, tengo que reconocer que fue comprensible conmigo en mi estado de gravidez, aún así el procuraba encontrar la mayor satisfacción posible y también satisfacerme a mí, también me ayudó en mi alimentación y para que tuviera ejercicios en un hospital para que me fortaleciera.

La última vez que tuvimos relaciones antes del parto, el llegó con un estado de embriaguez considerable, cuando entré a su cuarto, el me despojó de mi ropa, el ya estaba desnudo esperándome, de pie ante el me metía mano en mi rajadita sin importar mi abultado abdomen, así me hacía sentir mas satisfacción, me recostó de lado en la cama y poniéndose detrás de mí me penetró en mi sexo, provocando que gemidos salieran de mi garganta, me gustaba como me poseía, a pesar de ser cuidadoso, utilizaba una forma fuerte de hacerme sentir su hombría en mi sexo, en esa misma posición, el me poseía por mis dos agujeros, me penetraba por el culo, haciéndome sentir fogosas sensaciones de placer.

Esa noche me sorprendió al decirme que tenía un regalo para mí, fue grande mi sorpresa al sacar el de debajo de la almohada un falo de goma de considerable tamaño, un poco más grande que el de su verga, me dijo que era una obsesión que tenía, de verme penetrada por una verga que no era la suya, al decirme esto ya su verga entraba en mi boca mientras que con la mano ponía en la entrada de mi rajada ese aparato de goma y mientras me decía cosas sucias me penetró con él.

-Así putita, mámame la verga, mientras otra verga te coge, yo nunca acerté a decir nada solo me dejé hacer por el lo que quiso, esa noche me penetró con ese aparato por mis dos agujeros mientras yo le mamaba la verga

Debido a su embriaguez no se venía, demoró cogiéndome con su nuevo amigo de la mejor forma que podía, el hecho de no venirse hizo que yo tuviera varios orgasmos, cuando ya no pude mas, le dije que me dejara hacerlo venir.

Lo hice pararse frente a mí, y tomando su verga, se la empecé a jugar con la mano, para después meterla a mi boca y mamársela, así de esa manera el logró venirse, solo que lo hizo dentro de mi boca, y tuve que probar por primera vez el semen de él.

Al llegar mi noveno mes ya ninguno de mis hombres me tomó, mi marido desde antes, ya no quiso tener relaciones conmigo, diciendo que era por la salud del bebé. Y don Agustín también preocupado por mi embarazo, solo me tomó de vez en cuando, pero ninguno de ellos me preguntó si yo quería o no, y mi cuerpo, acostumbrado a mucho sexo, lo reclamaba, pero me tuve que acostumbrar a estar sin sexo. Tenía que esperar a mi parto y la maldita cuarentena.