Mi vecino Ramón
¡Que cojones pasa en mi finca! Así que los hijos de mi vecino son maricones. Un momento, dijo con un tono imperativo. Paren de ese mariconeo y vístanse rápido ...
Soy un chico del campo. Mi padre tenía una pequeña finca a la orilla de la carretera que va de Anleo a Navia. Allí nacimos yo y mis tres hermanos mayores. Desde niños los hijos de un vecino se convirtieron en nuestros amigos. Luego cuando empezamos a crecer comenzaron nuestras inquietudes. Mis hermanos, que eran mayores hicieron de las suyas, pero me mantenían a mi fuera de esos trajines, pues yo era para ellos un niño. Así que cuando llegué a la adolescencia y me empezaron las primeras cosquillas, esas que de repente se provocan en tus partes genitales producto que ya te están saliendo los vellos de hombre y que te hace rascarte y de paso te provocan un nuevo placer. Y que producto de la incomunicación decides explorar a solas, te escondes en algún rincón, en los alrededores de mi casa hay muchos y te vas a acariciar para aliviar la picazón y finalmente cuando el pene se te endurece te dedicas a acariciártelo también, hasta que en un momento sientes un placer estremecedor, sientes temor y un día viene tu primer orgasmo.
Ya habías escuchado de esas cosas hablar a mis hermanos, pero a mis mayores ni una sola palabra. Pero como mis hermanos siempre me dejaban a un lado en estos temas, que mejor interlocutor que al hijo mayor de mi vecino que se llamaba Arturo. Un día, cuando salimos de le escuela nos quedamos solos en el camino y ese fue el momento en que aproveché para poner el tema sobre la mesa. Le expliqué las cosas que me estaban pasando y a él eso le causó mucha risa y me dijo: así que Papito se está empezando a convertir en hombre y hasta ya se corre y se pajea. Luego dejó de reírse y me empezó a decir: eso es lo más normal de la vida, al principio te asusta pero luego le coges el gusto y te pajeas todos los días. Pero lo mejor en estos casos es conseguirse a alguien que te haga la paja, pues se disfruta más. Me refiero a alguna noviecita, pero como eso no está al alcance de la mano, mejor yo te propongo que tu me hagas una paja a mi y luego yo te la haga a ti. Y vas a ver como se disfruta más. Ah!, y de esto no le digas ni una palabra a tus hermanos porque nos matan.
A mi primero la propuesta de Arturo me despertó cierto recelo, estas cosas entre dos varones no eran bien vistas por nuestras familias, pero pasado algún tiempo, un día traje de nuevo esta conversación con Arturo. Le dije que me interesaba experimentar las cosas de las pajas que habíamos estado hablando, pero que lo que más me preocupaba era el lugar en que lo haríamos, pues yo tenía mucho temor a que nos sorprendieran. El me dijo: no te preocupes, del lugar me ocupo yo. Se de un lugar donde nadie nos va a poder pillar.
Y así fue. A los dos o tres días, al salir de la escuela él me estaba esperando y me dijo: quédate atrás de tus hermanos y cuando cruces el puente del del río, toma unos metros a la derecha y al poco rato yo te voy a buscar y te llevo al escondite. Hice las cosas como él me dijo, de verdad que estaba muy nervioso, pues pensaba que iba a hacer algo malo, pero lo estaba deseando hacer. Como a los 10 minutos se apareció Arturo y con él caminé como 100 metros por el borde del río, hasta que llegamos a unas piedras grandes que formaban un refugio como una cuerva. El sitio era totalmente desconocido por mi, pues estaba en la finca del otro vecino que colindaba con de mi padre. Y allí primero calmé mi nerviosismo y luego Arturo se desnudó y me enseñó su flamante polla y con orgullo se auto acarició los vellos de su pecho y los que rodeaban a su pene. Finalmente me invitó a que fuera yo quien le acariciara con las manos, diciéndome que pronto mis pechos estarían igualmente recubierto por vellos parecidos pues él había visto como eran mis hermanos desnudos. Temeroso le obedecí y pude ver como su polla se endurecía y de inmediato me dijo: me tienes como un tren cabrón, vamos empieza a pajearme que me tienes desesperado. Bueno, yo le tomé la polla con cierto temor y comencé a frotársela, pero de inmediato él me dijo: así no, coño, lo haces muy mal, a ver yo te voy a enseñar. Y tomó mi mano y me hizo tomar su polla con fuerza y empecé a pajearlo dejándome llevar por su mano. Luego seguí solo, mientras él se deleitaba del placer, finalmente tomó mi mano y la llenó con su saliva y me dijo: sigue ahora que así es mejor y cuando veas que se está secando tu mismo escupes más saliva y sigue pajeándome hasta que me corra. Luego, él se recostó desnudo sobre unas maderas que hacían una especie de cama y yo continué pajeándolo hasta que su polla empezó a escupir chorros de leche que me embarraron las manos y cayeron sobre su pecho. El olor de la leche me resultó desagradable, pues mi leche nunca se me había ocurrido olerla y ahora uno de sus chorros alcanzó mi cara y sentí aquel olor que me resultó repugnante. Cuando se corría hacía exclamaciones de placer y finalmente se quedó muy agotado y un poco que se quedó dormido un rato. Luego cuando se despertó yo le dije que ahora me tocaba a mi y él me dijo: ahora no puede ser, hace mucho tiempo que estamos aquí y no podemos provocar que nos echen en falta. Mañana te prometo que yo te voy a masturbar.
Así me quedé esperando al día siguiente y de nuevo nos encontramos en nuestro sitio secreto. Yo llegué primero y a los pocos minutos llegó él. Arturo me dijo: mira, para que no pase lo de ayer, hoy mientras tu me vas pajeando yo te voy a hacer lo mismo y así nos corremos al mismo tiempo y los dos nos quedamos satisfechos. Ese día nos acostamos desnudos, uno al lado del otro y yo comencé a masturbarlo como él me había enseñado y él comenzó a acariciar mi pecho, mis nalgas y mis tetillas y finalmente comenzó a masturbarme con la mano bien embarrarda en saliva. Aquello era una delicia y a los pocos minutos comencé a estremecerme y a soltar mis chorros de leche y él siguió frotándome la polla así por unos minutos con su mano embarrada en leche lo que me produjo unos estremecimientos muy fuertes que nunca había sentido. Ese día me convencí que era mucho más placentero que te masturbaran que hacerlo en solitario y por muchos años continuamos nuestras masturbaciones casi a diario.
Tal fue nuestra compenetración que de ninguna manera nos pajeábamos solos, siempre buscábamos el momento, por el día primero y luego en la noche para irnos a nuestro sitio secreto del placer. No solo nos pajeábamos, comenzamos a acariciarnos por todo el cuerpo, incluso llegamos a besarnos. De esa forma Arturo me fue enseñando y conduciendo por el camino del placer sexual y claro que a su manera. Hasta que llegó el día que no esperábamos.
Fue una tarde al anochecer cuando nos fuimos a nuestro sitio secreto del placer, nos acostamos desnudos uno junto al otro y comencé a prodigar de caricias el cuerpo de Arturo, su polla se empalmó como de costumbre y comencé a masturbarlo de forma intensa. Yo estaba como un tren, cuando empezó a acercarse el momento del orgasmo sentimos una voz masculina fuerte y firme que nos decía: ¡Que cojones pasa en mi finca! Así que los hijos de mi vecino son maricones. Un momento, dijo con un tono imperativo. Paren de ese mariconeo y vístanse rápido. Y lárguense de aquí, no quiero volverlos a ver en ese descaro y nada menos que en mis tierras. Ya verán las caras que ponen sus machotes padres cuando se enteren que sus hijitos son un par de maricones.
Nosotros nos pusimos muy nerviosos, le suplicamos a Ramón que no dijera nada a nuestros padres, que nosotros no lo haríamos más. Los dos sudábamos cuando entonces Ramón empezó a hablar: está bien, me voy a cerrar el pico de momento, pero si los vuelvo a sorprender en esto prepárense. Así que vamos váyanse para sus casas y no quiero volver a verlos juntos más nunca. Rápido nos vestimos y cuando nos fuimos a marchar Ramón me detuvo: tu no Pepito, quiero antes hablar unas cosas contigo. Arturo se fue como alma que se lo lleva el Diablo y yo me quedé tembloroso pues aquel hombre me irradiaba un tremendo respeto.
Ramón estuvo unos minutos mirándome sin exclamar ni una palabra y de pronto comenzó a interrogarme: Pepito, ¿Ya eres mayor de edad, no? De inmediato le contesté que si, que ya tenía 16 años, entonces no hay delito en lo que acabo de descubrir. Según me hablaba veía que Ramón se frotaba sobre el pantalón la parte que le marcaba el paquete y luego me dijo: Mira como me ha puesto la escena que acabo de presenciar. Toca, toca para que veas lo dura que me la has puesto. No puedes dejarme así, pues ahora mi mujer está preñada y no pretenderás que me mate a pajas por tu culpa. Yo empecé a rozar con mis manos la zona del pantalón donde su polla se podía palpar y él me dijo: vamos Pepito, baja la cremallera de la bragueta y saca a mi polla a tomar el fresco que la tienes sudando y mojada.
De inmediato le obedecí, pero cuando abrí la bragueta su polla no salía, la retenía el boxer y él soltó el botón de la cintura y vi como el pantalón descendía hasta las rodillas. Luego me dijo: vamos, acaba el trabajo y bájame el boxer para que me puedas pajear como bien tu sabes. Le obedecí de inmediato, bajé su boxer y él me indicó a que le quitara el pantalón también. Se quedó desnudo de la cintura para abajo y me quedé sorprendido con la clase de polla que tenía. Era una polla grande y con unas grandes venas que se veía que en ese momento tenía muy gordas. La cabeza de la polla estaba recubierta de piel, solo asomaba al exterior la punta y tenía las piernas muy velludas al igual que su pecho que ya en muchas ocasiones había observado cuando trabajaba en el campo. Por un momento me quedé tembloroso observando a aquel macho maduro que tenía frente a mi. Este hombre no era como Arturo, que en realidad era un joven inexperto como yo, no este era un hombre hecho y derecho, como se suele decir, que su mujer ya le había dado cuatro hijos y tenía a otro encargado. Y entonces pensé con temor que este macho iba a querer más que una paja.
Comencé a masturbarlo como me lo pidió, su polla estaba babeante de líquido preseminal y a mis caricias empecé a sentir sus expresiones de placer. Luego vino lo que me esperaba y me dijo: vamos Pepito, métetela en la boca y chúpamela un poco.
Yo rechacé la idea instintivamente, pero él fue enérgico y me dijo: vamos coño, empieza a mamar si quieres pagar mi silencio como Dios manda. Callado metí un pedazo de aquel aparato en mi boca y empecé a darle los primeros lengüetazos. Pero, pronto él protestó diciéndome: así no, cojones, mira trata de metertela en la boca todo lo más que pueda y no te atrevas a lastimármela con los dientes. Trata de apretarla con tus labios lo más fuerte que puedas y así mama como un bendito. Seguí sus instrucciones mientras él me decía: así está mejor, no te preocupes, me gusta mucho que no sepas hacer las cosas, pues así yo soy el que te las va a ir enseñando una por una. Y continué mamando a Ramón de esa forma. Luego él me dijo: tienes que aprender a esforzarte, coño, mira el pedazo de tranca que dejas sin darle placer, vamos métetela lo que más pueda, mientras con sus fuertes manos de campesino comenzaba a aguantar mi cabeza, mientras con su cadera me empujaba aquel pedazo de carne que me hacía dar arqueadas y sudar como un bendito.
Luego me dijo que me desnudara completo y finalmente me miraba por todos los lados con una cara en que reflejaba los deseos de devorarme. Me acarició las nalgas y finalmente me dijo que continuara masturbándolo, me di cuenta que estaba al correrse cuando él paró la masturbación y metió su tremenda polla entre mis piernas y comenzó a embestirme una y otra vez, hasta que su leche caliente salió disparada de su polla para dejarme embarradas mis nalgas y piernas. Finalmente sentí como su respiración se recuperaba mientras con sus manos me acariciaba la cabeza y me decía: lo has hecho muy bien, para empezar esto está muy bien. Mañana, al atardecer ven por acá, que quiero de nuevo enseñarte a hacer unas cositas que te van a encantar.
Al día siguiente me lo pasé muy preocupado. Estuve trabajando con mi padre la tierra y dándole de comer a los animales. Cada cierto tiempo a mi mente venía la cueva en la finca de Ramón donde debía estar al atardecer. Mi cuerpo temblaba pensando cuales eran las nuevas cositas que me iba a enseñar hoy. Y ni presto ni perezoso tal como me lo había indicado al atardecer estaba en el lugar acordado. Tuve que esperar como media hora hasta que ya empezó a caer la noche y apareció como había dicho Ramón.
Cuando llegó me llevó a una cabaña que el tenía y donde guardaba equipos y materiales de trabajo y tenía un pequeño camastro. Lo primero que me dijo fue que de ahora en adelante nos encontraríamos en ese lugar que era más privado y que siempre lo esperara desnudo. Me despojé entonces la ropa y me puse como él quería que lo esperara. Me miró con unos ojos que me querían comer y lo primero que hizo fue acariciarme las nalgas, lo que de inmediato me empalmó a tope.
Tienes buenos reflejos, me dijo sonriendo y de paso continuó diciendo: a mi me gusta que tu me quites la ropa y que la dobles para que no se estruje y que cuando me tengas desnudo me acaricies los vellos del pecho y finalmente me des un beso bien tierno en los huevos. Esa siempre debe ser tu bienvenida Jose.
Entonces acaricié su pecho y luego besé sus huevos, sentí detenidamente y por primera vez su olor a macho. Me acarició con sus manos la cabeza mientras restregaba su polla a mi cara, sentí que su polla ya estaba dura como un tren. Luego se sentó en una silla con las piernas abiertas y me pidió que me acercara a él. Después me indicó que me sentara sobre una de sus piernas de modo que mis piernas quedaron entre las de él, me acarició delicadamente los vellos que ya poblaban mi pecho y luego yo le correspondí de igual manera. Acaricié su fuerte pecho con mis manos y me dio el deseo de juguetear con los vellos de su ombligo. Jugueteando se esa forma estuvimos un buen tiempo, cuando entonces acercó mi cuerpo al suyo y sus labios se acercaron a los míos para darme un beso. Sentí su aliento de hombre con el sabor a tabaco y la barba de su rostro sin afeitar de un día arañó mis labios. Luego me dijo sonriendo: no sabes ni besar y eso es lo que me encanta de ti, pues todo lo que hacen dos hombres me vas a dar el placer de enseñártelo. Cuando te vaya a dar un beso, abre tu boca, deja que mi lengua entre en ella y chúpala cada vez que puedas, pero no vaya a mi a besarte, yo voy a ser tu macho y me gusta que me dejes siempre la iniciativa, por mucho deseo que sientas de besarme espera a que a mi me salga de los cojones dártelo. Eso hará que cuando te comience a besar lo recibas con pasión y desespero. No lo pares, deja que yo lo alargue todo lo que yo quiera, porque en esta relación que vamos a llevar yo voy siempre a tener la iniciativa y tu siempre la corresponderá.
Entonces comenzó a darme un beso y yo me acerqué a él. Ramón lo paró, me dijo que lo esperara como ya me había indicado. Aquello me dio una sensación de pertenencia que nunca había sentido y fue acercando su boca poco a poco hasta que comenzó a besarme los labios de una forma apasionada, le abrí la boca, dejé que su lengua entrara en ella y sentí como registraba mi boca con pasión, luego, cuando pude le introduje mi lengua en su boca y me acojoné cuando me la succionó de una forma que no esperaba, me abracé con fuerzas a él, mientras alargó aquel beso que me dejaba casi sin aire. Cuando me dejó la boca, mi corazón palpitaba a un ritmo descontrolado pero su lengua continuó saboreando mi cuello, lo que elevaba más mi excitación. Me estaba erizando todo el cuerpo y finalmente llegó a mis tetillas y comenzó a lamerlas de forma que me enloqueció. Mis manos lo acariciaban por todo su vientre y se acercaban a su polla que sentí que estaba húmeda.
Luego me dijo a mi oído algo que me sobresaltó enormemente: Lo que más deseo en estos momentos es cojerte ese culete virgen. Y me preguntó: ¿Me lo vas a dar o te lo tendré que cojer? Yo no contesté a aquella pregunta, no estaba preparado para respondersela en esos momentos, me parecía bien que juguetearamos los dos, pero darle el culo era una cosa muy fuerte, eso me convertía en maricón y yo no tenía pensado que ese fuera mi destino. En rotundo le dije que ni pensarlo, que el culo no, que no me iba a dejar que me follara, se lo dije tan serio que el se sonrió y me dijo: No te preocupes, tienes unos reflejos magníficos, yo no te voy a hacer nada que no me dejes hacer y que no estés deseando desesperadamente. Y ahora me acostó boca arriba, sentí su fuerte cuerpo sobre mí y comenzó de nuevo a besarme de una forma apasionada y yo le respondía a aquellos besos con la misma fuerza. Luego de nuevo su boca empezó a lamerme todo el pecho, de nuevo mi ritmo cardiaco subió al máximo de intensidad, comenzó a mamarme las tetillas de una forma que me enloquecía, mis piernas perdieron fuerzas y sentí lo fácil que cedían a las intenciones de las suyas de abrirlas y dejar que su polla babeante se presentara en la entrada de mi culo. Luego siguió lamiéndome el cuello y se deleitó dándome lengua a uno de mis oídos mientras mis manos se aferraban a las suyas con desespero. Su polla empezó a empujar en mi culo y ahí fue cuando me percaté que me follaría cuando a él le saliera de los cojones. Traté de revirarme, pero me era imposible aquel hombre era mucho más fuerte que yo y podía dominarme sin mucha dificultad. Estaba muy sobresaltado y él decidió tranquilizarme: no te preocupes, yo solo te voy a dar por el culo cuando tu me lo pidas con desespero. Y me puso boca abajo en la cama y empezó a darme lengua por la espalda, yo saltaba cada vez que me mordisqueaba, la mente se me ponía en blanco y sentí que estallaba cuando su lengua empezó a acariciar mi esfínter. Aquello era demasiado, daba golpes de locura en el colchón, pero no podía impedir que su lengua juguetear con mi ano de forma que me enloquecía. Sentí que con sus brazos abría con fuerza mis piernas y su boca me besaba, me soplaba el culo y su lengua entraba en él. Al principio estaba muy nervioso pero poco a poco me fui acostumbrando hasta que empecé a mover mis nalgas al ritmo que él me mamaba el culo de forma que sentí un placer nunca antes conocido. Cuando aquello terminó sentí que mis piernas me temblaban y que mi cuerpo estaba lujurioso por seguir. Mi culo estaba lleno de saliva y me corría por las piernas.
Luego me volvió a acostar en la cama boca arriba y comenzaron de nuevo sus besos estremecedores, sus lenguetazos por el cuello y de nuevo sus piernas abrían las mías y volví a sentir la cabeza de su descomunal polla jugueteando con mi culo y esta vez de otra manera, mi culo con su mamada estaba dilatado y ensalivado y la cabeza de su polla entraba su punta dentro de mi ano. En ese momento reaccioné, traté de escapar pero lo único que logré fue anticipar la entrada de su polla en mi culo que cedió a su primer embestida. Sentí un dolor que me partía en dos, solté un grito de desespero que su boca acalló con un beso, sentí como sacó unos centímetros su polla de mi culo y de nuevo la empujó hasta su misma base, mientras yo desesperado no me recuperaba de la sensación de explosión que sentía todo mi cuerpo, él se sonreía con una cara de placer que me magnetizaba. Dejó su polla tranquila unos segundos en lo más profundo de mis entrañas y me dijo: tranquilízate, relájate, ve tratando de poner suave tu culo para que dejes de sentir dolor y empieces a disfrutar del placer que te va a dar tu macho. Ese culo tuyo está delicioso y hoy lo voy a gozar a plenitud. Yo seguí su recomendación, traté de relajarme, pero me era imposible, pensaba que aquel aparato dentro de mi me iba a reventar. Pero el seguía en sus treces y yo poco a poco me fui haciendo a la idea de que no tenía otra opción que dejarlo gozar mi maltrecho culo.
Aquellos segundo de paz me parecieron horas, sentía su fuerte respiración sobre mí, nuestros sudores se empezaron a mezclar y cuando empecé un poco a acostumbrarme a estar clavado de esa mala manera sentí que su polla empezaba a salir de mi culo suavemente para de nuevo entrar con vigor hasta el mismo fin. Aquello me hizo abrazarme con fuerzas a él, dejó su polla tranquila en lo más profundo de mi culo esta vez por solo un par de segundos y de nuevo comenzó el mismo ciclo que empezó a desesperarme. La próxima embestida fue más rápida, cuando sentí que sus cojones me golpeaban las nalgas de inmediato la sacó para de nuevo entrar sin tregua. El ritmo lento de su follada se fue acelerando, mientras cada vez yo me sentía más penetrado, en un momento empecé a protestar y a decirle que parara que me estaba doliendo. Su respuesta fue tajante, me la metió hasta lo máximo y allí me dijo: no me jodas, ese culo ya está dilatado, lo que sientes no es dolor sino el sabor de la polla de tu macho y de nuevo continuaron sus embestidas a un ritmo cada vez más enérgico. Comencé a sentir unas cosquillas por todas mis piernas, comencé a saborear la piel de su cuello con mi lengua cuando sentí que su ritmo subía a un nivel que me aterraba, sus brazos se aferraban con fuerza a mi cintura y comenzó a descargar sus chorros de leche caliente en mi culo, yo sentí también que me estaba corriendo y que mi leche embarraba su vientre y el mío. Luego sentí de nuevo que su cuerpo comenzaba a relajarse, que su polla comenzaba a perder dureza y que me la sacaba de mis entrañas entre besos tiernos que me adormecieron.
Quedamos muy cansados, ya era de noche y me preocupé porque mi familia estuviera intranquila por no saber donde estaba. No teníamos agua en aquel lugar para poder asearme un poco, luego sentí temor porque al llegar a casa los míos sintieran los olores a sexo que tenía impregnados. Cuando llegué a casa entré por el pasillo, por suerte no me encontré con nadie y lo primero que hice fue meterme en el baño y darme una buena ducha que borrara en mi los olores del sexo, me sequé con la toalla que me puse a la cintura y me fui a mi habitación a buscar ropa para cambiarme. Luego cené con ellos, no habían notado mi ausencia y todo pasó con la máxima normalidad.
Me acosté temprano aquella noche, ya en la cama me vinieron a la mente los recuerdos de la follada que me había dado Ramón, empecé a repasar los acontecimientos ocurridos aquella tarde y de nuevo me empalme y me tuve que masturbar recordando la forma en que me habían cojido el culo.
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