Mi vecino, mi amante

De como un vecino, amigo de mis padres, me inicio cuando era una jovencita

Me conocía desde pequeña. Me llamo Candela y el Bruno. Me vio como fui haciéndome una adolescente, tenía casi quince años el me doblaba la edad. Éramos vecinos y tenía cierta amistad con mis padres, sobre todo de las tardes y noches pasadas en la piscina de la casa donde habitábamos.

Nunca he sido muy comunicativa. A parte de los habituales saludos, no participaba en ninguna conversación de los mayores. Algunas veces jugaba con otros elementos de la comunidad. También le sorprendí muchas veces mirándome,  y yo como haciéndome la distraída también le miraba furtivamente.

Era una noche de principio del verano. Con las vacaciones escolares, estábamos más relajados y pasábamos más tiempo en los jardines, la gente mayor tomando una copa o varias, hablando o jugando a juegos de mesa o de cartas.

Me levante para ir al baño. Como no me gustaba usar los que había allí, dije que iba a subir a casa y ya me quedaba. Mientras que esperaba el ascensor, entro Bruno. Como siempre no dijo nada.

Ya en la cabina sentí que me besaba en los labios. No supe que hacer. Supongo que la sorpresa no me dejo reaccionar pero me puse roja como un tomate.

Salimos del ascensor, nuestras puertas estaban casi frente por frente, así que el camino lo hicimos juntos. Al llegar me cogió de la mano y nos miramos sin decir nada, así que volvió a besarme. Un beso más prolongado, seguí sin saber qué hacer. Insistió con su lengua sobre mis labios y poco a poco los entre abrí un poco. Me sentía rara pero bien. Que un tío tan mayor me besara no era mi idea, pero tampoco era tan desagradable.

Su lengua toco la mía y fue como una descarga eléctrica, me flojearon las piernas. Mi primer beso de verdad, nada que ver con los que me había dado con algún chico de mi edad.

Cuando nos separamos me acaricio el pelo y dijo:

-Ahora a dormir.

Cada uno se fue a su casa.

Un par de días después volvimos a coincidir en el ascensor. Nos saludamos como si no hubiera pasado nada. Dentro de la cabina me beso de nuevo. Era lo que yo esperaba y seguramente deseaba. Me volvió a pasar lo mismo que la otra vez.

Cuando salimos me pregunto que si podía pasar a su casa. Lo temía pero le dije que disponía de unos 15 ó 20 minutos.

Nada más entrar me apoyo contra la pared y me beso. Yo directamente le recibí con los labios abiertos, deseaba sentir su lengua junto a la mía. Me hizo, lo que pasado un tiempo me entere, una comida de boca.

Me sentí extraña y muy bien al mismo tiempo. Luego siguió besándome.

-¿Te gusta? –me pregunto, mientras que me besaba el cuello.

-Si –respondí en un susurro-

Yo ya respondía a sus besos. Note como su mano me  acariciaba los muslos, ya que llevaba un pantalón corto de verano, pensé en no dejarle, pero no lo hice.

Me sentía morir de gusto.

Subió hasta la cintura y metió la mano llegando a  mis bragas, las toco.

-Ummmm, mojadas –le oí decir-

Aparto el borde y me toco los labios vaginales. Era la primera vez que una mano que no fuera mía, tocaba esa zona. Los abría, metía la punta del dedo en mí.

Se giro un poco y sus dedos tocaron el clítoris. Yo note algo duro por encima de mi pantaloncito, imagine que era su pene. No sabía muy bien que debía hacer, así que le deje hacer. No paraba de besarme.

Al poco rato me vino un orgasmo, puedo decir que el mejor de mi corta vida sexual. No es lo mismo hacértelo tú misma a que te lo hagan, la verdad.

Nos intercambiamos los números de móvil, quedó en llamarme. Antes de salir de su casa me dio un beso de despedida.

Debo de confesar que cada vez que recordaba lo sucedido mis bragas se mojaban y me masturbaba, incluso lo hice dentro de la piscina con algunas amigas y vecinos alrededor. Creo que eso me excitaba más.

Habían pasado unos días cuando recibí un whatsapp donde me preguntaba cuando podíamos vernos con tiempo. Le conteste que no sabía, ya que dependía de mis padres. Quedamos en que le avisaría cuando pudiera.

Dos días después, sábado, mis padres iban a visitar a un familiar, por lo que mande a Bruno un mensaje para quedar esa tarde en un centro comercial cerca de casa. Dijo que sí.

Cuando llegue a la cafetería, le vi como se sentaba. Me impresiono, porque su porte era casi majestuoso. Me senté a su lado, había elegido una mesa estratégica que nos daba intimidad y el tenia una visión amplia sobre el local (eso me lo dijo después).

Tras los saludos de rigor, me dijo que de cara a los demás actuaríamos como padre e hija, para disimular. Me pareció genial ya que nos daba cierta cobertura. Yo sabía que lo que habíamos hecho estaba mal desde el punto de vista de la gente aunque yo no estaba tan segura de que fuera malo.

Pedimos un refresco y un café. Cuando se marcho la camarera, me dijo:

-Candela ¿Qué te parece las cosas que hemos hecho?

-No se -conteste con timidez y era verdad, tenía muchas dudas-

-¿Te gusto?

-Mucho –respondí-

-¿Quieres que sigamos haciéndolo?

Tarde un poco en contestar, no sé por qué, ya que deseaba que fuera así, sus dedos eran geniales.

-Quiero, Bruno.

  • Me harás caso a todo lo que te diga. Tendrás que se una chica obediente Candela.

-Vale –conteste sin saber las implicaciones que eso podría traer-

-Te voy hacer unas preguntas incomodas, es fundamental que contestes con la verdad.

-¿Eres virgen?

-Si –conteste en voz baja, pero claro Bruno lo sabia sin necesidad de preguntarlo-

-¿Ha hecho alguna cosa con chicos?

-No –respondí rápidamente- Bueno algún beso pero en plan tonto.

-¿Y con alguna amiga?

-¿Estás loco?, no soy bollera –dije ofendida-

Bruno no se inmuto, solo me corrigió.

-Aunque se les llame así, entre otras muchas cosas, usa mejor la palabra lesbiana.

-Vale.

Seguimos hablando un rato de cosas menos intimas. Me dijo que si íbamos a su casa, no sé si fue una pregunta o una orden. Pero evidentemente le dije que si.

Cuando llegamos nos sentamos en un cómodo sofá. Me acaricio el pelo y la cara y me pido que le besara. Las otras veces había sido él quien me besaba, pero ahora…..

Sentí vergüenza y me puse colorada, pero le bese. Primero con los labios cerrados y poco a poco fui abriéndolos hasta que las lenguas se enlazaron. Lo hice de la misma forma que él me había besado.

Mientras tanto, Bruno, me metía mano en los pechos. Me fui excitando, sentía sensaciones y humedad en mi vagina.

En una de las pausas entre besos, me dijo:

-Me gustaría que me enseñaras tus pechos.

Sentí como un escalofrió me recorría. Sería la primera vez. Aquello iba a más y lo estaba deseando a pesar de la vergüenza.

Me quite la camiseta y me quede en sujetador delante del hombre.

-Muy bien, seguro que son preciosos, pero no puedo apreciarlos, quítate el sujetador –dijo-

Obedecí. Me había dicho que lo debía hacer.

Se quedo mirándome las tetas, hizo que me pusiera de pie. El también lo hizo. Luego me los toco. Fue como una descarga eléctrica. Los acaricio y luego me dio la sensación de que los sopesaba.

-No muy grandes, pero aun te crecerán un poco más, por lo que tendrán un tamaño adecuado. No me gustan los pechos excesivamente grandes. Duros y nada caídos, como corresponde a tu edad.

Yo me moría de vergüenza ante ese examen, a pesar de la excitación que tenia.

-Pezón pequeño –prosiguió- aureola rosada y proporcionada. Son realmente preciosos.

-No sé, no he visto otros –dije, con una sonrisa-

Una verdad a medias, porque si había visto algunas fotos, pero no en vivo.

Me cogió de la mano y me llevo hacia un espejo.

-Candela mírate los pechos.

Me vi reflejada, de frente, mis pechos parecían no afectados por la gravedad, ahora no puedo decir lo mismo, ya que me crecieron algo más y tengo más años.

-Son lindos Candela –dijo- fíjate en los detalles y lo bien proporcionados que están.

Así lo hice. Luego hizo que los viera de perfil y agrego:

-Tócalos.

Comencé a tocarme las tetas. Al ratito me dijo que me pellizcara los pezones, evidentemente se pusieron duros.

-¿Te gustan?

-Si –dije en un susurro-

Me daba mucho corte todo lo que estaba pasando, pero estaba muy cachonda. Me aparto las manos y las suyas comenzaron a acariciar mis pechos.  Era genial. Luego comenzó a apretarlos, alguna vez me dolió un poco, pero según estaba no importaba.

Me bajo las bragas. Una mano en mis tetas y otra acariciando mis nalgas, estaba en la gloria, bueno la verdadera gloria vino cuando su mano comenzó a hurgar en la entra de mi vagina, jugando con los labios, metiendo un poco el dedo y acariciando mi clítoris. Lo hizo muy lentamente. Al poco tenía signos evidentes de que no tardaría en venirme un orgasmo.

-No quiero que te corras –me dijo- Tendrás  que pedirme permiso y si no lo haces te castigare.

Me quede muy sorprendida por semejante cosa. Pero como me había dicho que le obedeciera, así lo hice.

Aguante lo que pude antes de decirle que quería correrme.

-No eso es tu deseo  –me dijo-  no has pedido permiso.

-Bruno, dame permiso para correrme –le conteste.

Me parecía una tontería, pero él lo quería así y temía contrariarle, no fuera que no se repitiera estas situaciones que tanto me estaban comenzando a gustar.

-No –contesto- Quiero que aguantes más.

Al mismo tiempo cambio el ritmo y me masturbaba lentamente luego volvió a tomar velocidad. Este juego lo repitió dos o tres veces más.

Estaba como loca, tenía unas ganas locas de terminar, pero no me dejaba. Regulaba bien, el muy cabrito.

Cuando menos lo esperaba oí que me decía:

-Puedes correrte cuando quieras.

Creo que tarde menos de diez segundos. Fue brutal y gracias a que me tenia rodeada por sus brazos, si no habría caído al suelo.

Nos sentamos en el sofá mientras que me recuperaba. Fue rápido. Hablamos sobre lo sucedido y si me había gustado, podéis imaginar mi respuesta.

Entonces llego el momento que yo había temido desde principio, pero que fui asumiendo que ocurriría y que debía hacerlo, además de por la obediencia que me exigía, porque Bruno también tenía que pasarlo bien.

Hizo que le sacara el miembro del pantalón, era enorme o me lo pareció, pero  realmente estaba morcillona, a media erección, pero de eso me entere más adelante.

-Tócala –me ordeno-

Si, era una orden o yo lo entendí así.

Vi y note como fue creciendo, pensé que “eso” era monstruoso y que tenerla dentro debía ser doloroso.

Me fue indicando como debía hacerlo  para darle el máximo placer, como había hecho conmigo. Yo tenía la cara cerca para ver bien todo. Me resultaba curioso y la verdad viéndole me volví a excitar.

-Me voy a correr –dijo de repente-

Al momento vi como salía su semen y caía por mi mano. Me resulto desagradable, supongo que por la falta de costumbre. Cuando termino, me separo la mano y cogió unos pañuelos de papel, se limpio la polla y yo mi mano.

Comenzó a reírse. Me dijo que tenía parte de la corrida en el pelo. Me lo limpio y explico que como salía con cierta fuerza era normal que ocurrieran cosas así, que podía caer el cualquier sitio.

Ya era hora de volver a mi casa, me vestí y marche del lado de Bruno. Iba contenta, lo había pasado genial, había hecho gozar a un hombre, había visto y tocado mi primer pene y además de un adulto y me había dado unas instrucciones para la próxima vez que pudiéramos vernos con tiempo.

Paso una semana hasta que tuvimos oportunidad de tener tiempo para vernos, salvo algún tocamiento y besos furtivos en el ascensor.

Quedamos en el centro comercial. Me invito a tomar algo. Me había vestido siguiendo sus instrucciones, una camiseta sin sujetador y una minifalda. Lo único fue que tenía que ir sin bragas, pero me daba cosa y use un minúsculo tanga que me compre para la ocasión.

Luego en su coche fuimos a casa, entrado por el garaje no había peligro de que nos viera nadie y el ascensor subía directo.

Ya en su casa, me dijo:

-Tienes que ser una chica desinhibida. Que no sienta vergüenza por nada que te pida y el camino para empezar es que te acostumbres a estar desnuda delante de la gente.

Entendí perfectamente lo que quería sin necesidad que me lo ordenara. Me quite la ropa. Cuando vio el tanga se enfadó.

-Te dije que no debías usar ropa interior cuando fuéramos a encontrarnos.

Vi su cara de decepción.

-Perdóname Bruno –conteste- pero no he podido salir sin el tanga.

Me miro de arriba abajo.

-Vístete y ve a tu casa. Si quieres volver ya sabes cómo tienes que venir.

-Por favor Bruno, perdóname –dije a ver si cambiaba de opinión, pero fue en vano-

-Obedece y vete. De una manera u otra tu falta tendrá consecuencias –me respondió-

Salí lo más rápido que pude. En mi casa no tarde nada en quitarme el tanga. No habría pasado un minuto cuando estaba llamando a su puerta.

Abrió y sin decir nada fue hacia el salón, se sentó en el sofá. Yo me quede de pie, delante de él. Me miraba y de vez en cuando negaba con la cabeza. Parecía que estaba meditando.

-Una nueva regla, Candela –fue lo primero que dijo- Lo primero que harás cuando entres aquí, sin que yo te diga nada, es desnudarte. Quiero que estés siempre desnuda. ¿Entendido?

-Sí, Bruno –no sé cómo lo dije, ya que no me salía la voz-

No tarde nada en estar desnuda dada la poca ropa que llevaba puesta. Me sentí avergonzada pero no trate de taparme con los brazos, no quería que se enfadara más.

-Bien, ahora vienen las consecuencias de no obedecer. Tiéndete sobre mis rodillas.

-¿Me vas a pegar? –Pregunte con temor-

-Yo no lo llamo así –respondió- Te deje claro que te castigaría si no obedecías y es lo que voy a hacer.

-No quiero que me pegues –repuse-

-Yo tampoco, pero necesitas disciplina. Tienes dos opciones, venir a mis rodillas o irte de aquí para siempre, tú decides.

No quería ninguna de las dos posibilidades, pero estaba claro que tenía que elegir. Me costo, pero fui y me tumbe sobre sus piernas. El levanto mi trasero mientras me acariciaba el pelo.

Cuando menos lo esperaba, recibí el primer azote. Fue suave, no me hizo daño, pensé que así era soportable. Ilusa. Cada azote era más fuerte que el anterior y con menos intervalo entre ellos. Le oí contar hasta 15, los últimos si me dolieron bien e incluso alguna lágrima se me salto.

Me incorporo. Yo no estaba enfadada, si no humillada por las consecuencias físicas de la azotaina. La verdad, no es que me gustase que me azotara, pero tampoco estaba mal y sentí como mi vagina se iba humedeciendo con cada palmada. Estaba muy excitada.

Se saco la polla, hizo que se la pusiera dura, me gusto sentirla crecer. Al rato me dijo que íbamos a avanzar y que quería que le besara el miembro.

La verdad que es esa idea me dio un poco de reparo, yo sabía que era una cosa habitual, pero creo que era pronto para eso, pero también sabía que estaba  siendo castigada. Así que obedecí. Se la bese, primero por el tronco y siguiendo sus instrucciones, fui subiendo hasta la punta.

De un rápido movimiento me metió la polla en la boca y dijo:

-Ahora  chúpamela, como si fuera un pirulí.

Lo hice. Bruno me dio algunas indicaciones.

-Muy bien putita. Así se hace –dijo de pronto-

Eso me animo y comencé a mamarle con más ganas. Me estaba gustando. Notaba su pene como más grueso y duro. Durante un rato seguí con la polla en mi boca.

Me hizo parar y mirándome me dijo:

-Me voy a correr ya. Lo hare en tu boca.

No sé qué cara puse al oír eso. No había pensado en esa posibilidad, pero considere que era lógico que fuera así.

-De forma habitual mis putitas se tragan mi semen pero por ser tu primera vez te voy a permitir que no lo hagas –prosiguió- pero dentro de poco lo harás y más pronto que tarde seguro que te gustara hacerlo.

No pude decir nada ya que tenia la boca llena de polla. Reanude la mamada y mientras que llegaba el momento tome una decisión.

Al poco note que se tensaba, su verga se puso más dura y me lleno la boca de semen. Me quede parada. Bruno comenzó a mover mi cabeza con sus manos.

-Sigue, no te pares –me decía-

Obedecí. Le oí como se corría y me encanto.

Me trague todo su semen. Decidí que para hacerlo en un futuro no merecía la pena retrasarlo. Ni me gusto ni me dejo de gustar. Si  él lo quería así, así seria.

Hizo que me sentara junto a él. Me beso y de qué manera lo hizo.

Estaba más excitada que antes, si eso era posible. Bruno lo sabía.