Mi vecino Juan y yo (5)

Es la continuación de esta historia real, con las novedades que se van presentando a lo largo de algunas semanas. Parece que los lectores quieren continuación y yo no tengo ningun inconveniente en dar a conocer mis experiencias con mi vecino.

Mi vecino y yo (5)

Esta tarde he estado en su casa. Sinceramente, pensaba que estaría sólo, porque es la hora en que Laura, su esposa, suele salir a andar con unas amigas. Pero, cuando he llamado a su puerta, ha sido ella quien ha salido a abrirme.

Juan estaba en su cuarto, delante de su computador, bien calentito con su aire acondicionado, pero solamente llevaba puesto un fino pijama de tela, (de esos que llevan un cordón para anudar en la cintura y sin botones en la bragueta). Por la misma, (su bragueta), se podía adivinar, más que ver, un tupido pubis cubierto de un negrísimo vello. Pero su bulto se hacía más que evidente, replegado a la parte izquierda del pantalón de su pijama.

Yo venía bastante "caliente", sobre todo porque pensaba que él estaría sólo en casa. Pero me equivoqué y no fue así, pero el sólo pensamiento de que iba a estar con él, hizo que mi miembro se endureciese por momentos. Ahora, estando ahí, delante de él, tan atractivo y luciendo aquel voluminoso paquete bajo aquel fino pijama de tela, mi excitación aumentó bastante. El se dio perfecta cuenta y también comenzó a excitarse. No podíamos hacer nada, porque su esposa podía entrar en cualquier momento, pero con nuestras miradas ya nos decíamos bastante.

A pesar de lo mucho que deseábamos estar juntos, tampoco queríamos dejarnos llevar por la pasión para no levantar sospechas, pero yo deseaba con todas mis fuerzas que Juan me pidiese venir a mi casa con cualquier pretexto. Esperé a que él me lo pidiera, pero no lo hizo; al menos, no lo hizo en aquel momento.

Yo me senté junto a él, sin poder evitar que mis ojos se fijaran constantemente en aquel paquete que parecía que iba a estallar en cualquier momento. El tampoco dejaba de mirar a mi entrepierna, pero no hubo tocamientos ni gestos comprometedores. Ambos lo estábamos deseando y sentimos, (así me lo hizo saber también), cómo su polla comenzaba a babear. Algo que se hizo evidente, pues en esa zona de su pijama, comenzó a formarse un surco húmedo que procedía de la expulsión pre-seminal de su verga.

Mi excitación iba en aumento y finalmente le dije:

-Juan: no puedo aguantar más. ¿Porqué no echas cualquier excusa a tu esposa y vienes a mi casa?.

Entonces él asintió y me dijo que pasaría a buscar unos discos de música.

Yo crucé hasta mi casa, me puse algo cómodo y ligero para hacerme más accesible a los requerimientos que, con toda seguridad me pediría en tan sólo unos momentos, y esperé que llamase a mi puerta.

No habían transcurrido ni diez minutos cuando sonó el timbre. Rápidamente abrí y cerré la puerta tras él. Juan venía "encendido", con una fuerza y un vigor increíbles, y con unas ganas de sexo que ya casi no recordaba en él. Nos abrazamos, nos besamos, nos tocamos; todo eso allí mismo, en mi entrada. Eran tantos los deseos que teníamos el uno del otro que apenas podíamos esperar a estar más cómodos. Aquel abrazo y aquellos besos parecía que no iban a terminar nunca. Ninguno de los dos quería despegarse del otro, mientras restregábamos nuestros respectivos paquetes, el uno contra el otro, sintiendo un placer y una excitación maravillosa.

Allí mismo, en la misma entrada de la casa, Juan comenzó a buscar con ansiedad la parte de mi anatomía que más le gustaba; Mi polla. Y ésta estaba radiante e inmaculada, ya que acababa de ducharme. Rápidamente la introdujo en su boca y comenzó a hacerme una felacion que me hizo ver el cielo. Pero yo quería hacer lo mismo con él y allí era imposible. Así que decidimos pasar a mi dormitorio.

Previamente yo había encendido la televisión, para dar la sensación, (si su esposa llamaba en algún momento), de que estábamos en el salón. Simultáneamente había colocado unas cervezas sobre la mesita de centro, habíamos tomado un poco, en las propias botellas, y sin más entramos en mi habitación.

Solamente nos desnudamos parcialmente. Estábamos bastante nerviosos por la provisionalidad de aquel encuentro furtivo, pero deseábamos tanto estar juntos que no dudamos en correr algunos riesgos.

Nos acostamos en la cama cruzados y comenzamos con un riquísimo y maravilloso 69. Juan me agarraba los huevos y chupaba mi polla con auténtica ansiedad; parecía como si le fuese la vida en ello. Pero yo no me quedaba atrás. Del hoyito de su capullo seguía botando el magma pegajoso preseminal y yo gozaba muchísimo pasando mi lengua por esa zona, mientras sentía cómo el me hacía lo mismo, sin dejar de gemir por el placer que yo le estaba ocasionando.

Parecía que en cualquier momento nos íbamos a venir, pero cada vez que llegábamos al momento del clímax, ambos nos deteníamos para prolongar por mas tiempo aquellos momentos de placer. Juan me comía los huevos, al tiempo que introducía su dedo corazón dentro de mi culito. Y el placer que esto me causaba era indescriptible, a pesar de que nunca nadie me había penetrado. Pero aquello era increíble; su dedo jugueteaba con mi ano penetrando hasta lo más profundo, mientras él no dejaba de chupar y chupar mi polla. De vez en cuando se detenía y me miraba diciendo: ¡Que polla mas grande tienes, cabrón!.

Pero él no se quedaba atrás en el tamaño. Calculo que aquella verga alcanzaba los 17 o 18 centímetros, y aunque no era una verga excesivamente larga, si que era extraordinariamente gruesa, tanto que apenas cabía en mi boca. Era una polla tal vez desproporcionada en cuanto al grosor y al largo de la misma. Pero era un pene muy bien formado, extremadamente caliente, con unas venas que parecían iban a reventar en cualquier momento, pero que era una auténtica delicia acariciar con la lengua y tenerlo en la boca.

Sin embargo su verga no era lo mejor de Juan. Sus testículos; unos huevos enormes que, incluso vestido, podían ser perfectamente visibles por su voluptuosidad, eran lo mejor de él. Y esa maravilla la tenía ahora en mis manos. Así que, aprovechando la ocasión continué chupando aquellas grandes bolas, que proporcionaban a mi amigo unas sensaciones muy placenteras.

Pero Juan tenía que regresar a su casa y no podíamos prolongar aquellos juegos por más tiempo. Así que decidimos acabar y Juan me pidió que eyaculase en su boca. Me pareció impropio y yo no quería hacerlo, aunque lo estaba deseando, pero él insistió mucho y me pidió que me corriese de esta forma. En justa reciprocidad, aunque no me agradaba demasiado, le ofrecí también mi boca, para que se corriese de esta forma y me llenase de aquel esperma que tanto me gustaba sentir en mi cuerpo

Así lo hicimos. Aún durante algunos segundos seguimos succionando, pero ya, convencidos de que en cualquier momento podía ocurrir la eyaculación. Juan me dijo: ¡Me voy…, me voy!. Esto hizo que mis neuronas actuasen rápidamente y de mi polla salió una gran cantidad de leche que fue a parar a la boca de mi vecino. El hizo lo propio y me llenó de su semen que inundó mi boca. Permanecimos así durante unos pocos minutos, pero luego, Juan se incorporó de la cama, fue a escupir al baño y yo hice lo propio.

Ambos nos recolocamos nuestra ropa; Juan su pijama y yo mis pantalones de andar por casa. Regresamos al salón y acabamos nuestras cervezas.

Luego Juan se despidió de mí. Me dio un beso y un abrazo y se marchó. Y ahora, mientras escribo estas líneas, cuando hacen tan solo unas pocas horas que ha sucedido este nuevo encuentro, siento la ansiedad de volver a verlo lo antes posible.

A veces pienso que soy un canalla por desearle con tanta pasión; Por tentarle, sabiendo que su esposa es un ser encantador y que tan bien se porta conmigo. `Pero no puedo evitarlo. Me he acostumbrado a estos encuentros y lo deseo y lo quiero con toda mi alma.