Mi vecino Juan y yo (4)

Un nuevo e inesperado encuentro con mi vecino Juan, aprovechando la buena acogida que ha tenido este relato entre los lectores de esta página.

MI VECINO JUAN (4)

El otro día, estaba yo hablando con su mujer en el descansillo de la escalera, cuando, de pronto, el ascensor se detuvo en nuestro piso y salió él; Mi vecino Juan venía del trabajo y llevaba puesto su "mono" habitual de faena. No llevaba ninguna otra ropa y, a ambos lados del peto, se podía ver su pecho desnudo y su vello canoso y gris. Bajo el pantalón se adivinaba, (yo lo adivinaba), su precioso paquete que permanecía ahí, oculto; esperando y deseando gozar de nuevas sensaciones.

Su esposa se despidió de mi y yo invité a Juan a pasar a mi casa, con el pretexto de mostrarle mi nuevo ordenador. El estaba increíblemente varonil y atractivo con su "mono" de trabajo y yo deseaba tener, aunque fuesen sólo unos momentos de placer con él.

Cerré la puerta tras de mi y ambos nos fundimos en un abrazo apasionado. Lo estábamos deseando y hasta aquel instante, no habíamos encontrado el momento para dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos. Rápidamente le eché mano a su polla por encima del pantalón, pudiendo observar que ésta se hallaba exultante, dura como una piedra, y pidiendo a gritos que le ayudara a calmarse.

El se bajó la cremallera de la bragueta y yo comencé a chupársela allí mismo, al tiempo que yo también saqué mi miembro y comencé a masturbarme. No me importó el ligero olor a orina que emitía aquel pene erecto; era tanta la ansia que tenía por meter "aquello" en mi boca, que apenas percibía aquel discreto olor. Es más; casi me gustaba, por lo que tenía de macho. Era el olor propio de un hombre adulto y varonil, que me excitaba todavía más.

Juan estaba muy nervioso pues tenía poco tiempo para comer y volver a su trabajo. Así que le propuse vernos a la noche, más tranquilos y sosegados, a fin de tener un contacto físico más prolongado y placentero. Quedamos en vernos cuando él volviese del trabajo y nos despedimos con un beso y un abrazo llenos de pasión.

Pero yo me había quedado extremadamente excitado y mi polla no descansaba; Seguía pensando en él en todo momento y decidí ponerle solución allí mismo. Puse una película porno-bisexual en el reproductor del salón y me dispuse a remediar aquello que me estaba perturbando. Al tiempo que contemplaba las primeras escenas de aquella película, me quité los pantalones y comencé a masajearme por encima del boxer hasta tal punto que mi falo comenzó a babear produciendo una gran mancha en el tejido. Era tal la excitación que parecía que se iba a romper mi calzoncillo. Saqué mi verga y continué con los masajes, mientras en la pantalla del televisor, dos negrazos se estaban follando a una rubia impresionante. Uno se había acostado boca arriba y la rubia se había colocado encima, metiendo aquella tranca increíble en su chochito, al tiempo que el otro negrote se colocó por detrás de ella, clavándosela por el ano. Desde mi sofá y mientras me pajeaba a gusto, observaba cómo aquel fantástico trío, se lo estaban pasando "de cine", (y nunca mejor dicho).

Yo estaba cada vez más excitado y casi a punto de eyacular, pero quería prolongar más aquel momento de placer, imaginando que aquellos dos actores de ébano, éramos mi vecino Juan y yo. Gozaba al pensar que aquellos cuatro huevotes enormes que chocaban constantemente en aquel coito anal y vaginal sin precedentes, eran los de Juan y los míos. Y al imaginar cómo los grandes cojones de mi vecino chocaban con los míos, el placer iba en aumento.

Pero tenía que acabar pronto, porque debía recuperarme para la noche, cuando Juan regresara a casa. Yo quería estar preparado, para poder ofrecerle a mi vecino, amante y amigo, todo lo mejor de mi. Mientras seguía excitándome y casi a punto de botar toda mi leche contenida, la película seguía su curso en un show realmente apasionante. Pero cada vez que iba a venirme, volvía a parar, porque sabía que el placer sería mucho mayor cuando éste es más contenido y prolongado. La visión de aquellas vergas monstruosas, color chocolate, me tenían medio loco. Sin pensármelo ni un momento más, comencé a masturbarme frenéticamente hasta llegar al orgasmo.

De mi polla brotó tal cantidad de leche que manchó toda la alfombra, pues no había previsto que en tal estado de excitación, el chorro llegaría tan lejos. Pero ésta no era mi mayor preocupación; yo seguía pensando en Juan y cómo lo pasaríamos a la noche, aunque debo confesar que en aquellos momentos ya no tenía tanto interés por tener sexo con mi vecino. Y era normal, después de la paja salvaje que acababa de hacerme

Pero yo soy un hombre muy ardiente y, a poco que se prenda la mecha, estallo como una bomba. Así que tampoco debía sentir ningún temor de no estar a la altura de Juan. Después de limpiar todo adecuadamente, me dispuse a echar una siesta y relajarme para estar fresco y preparado para la noche.

Luego de la siesta, estuve haciendo algunos trabajos en la casa, con el oído muy atento por si, en cualquier momento llegaba mi vecino. Cada vez que escuchaba el ascensor, imaginaba que era él. Pero Juan no viene siempre a la misma hora y el momento de su llegada a casa es impredecible.

Por fin, a eso de las 8,30 p.m. escuché el ascensor y cómo su esposa le abría la puerta de su casa. Observando por la mirilla de mi puerta, pude ver a Juan que apareció a los pocos segundos con aquel "mono" de trabajo que tanto me excitaba. Pero sabía que él se ducharía y cambiaría de ropa antes de venir a mi casa. Al cabo de un rato, escuché cómo él le decía a su mujer:

-Voy un rato a casa del vecino a consultarle algo sobre mi PC y a tomar una cerveza con él. Avísame cuando esté la cena.

Juan llamó a mi puerta y yo le abrí inmediatamente, casi al tiempo de él pulsar el timbre. Llevaba puesto un pijama de tela muy fina y unas zapatillas. Tan pronto atravesó el umbral, nos fundimos en un abrazo apasionado, besándonos con un ardor inusitado. Ambos sentimos cómo nuestros penes chocaban por debajo de nuestra ropa, totalmente excitados y deseosos de disfrutar con nuevas sensaciones.

Pasamos a mi dormitorio y nos desnudamos de cintura para abajo, dejando nuestros torsos aún cubiertos. Teníamos poco tiempo y no queríamos desaprovechar ni un solo segundo.

Comenzamos con un riquísimo 69 que nos transportó a la gloria. Ambos sentíamos cómo nuestras vergas respectivas, inundaban nuestras gargantas en una excitación cada vez mayor.

De vez en cuando, Juan se sacaba mi polla de la boca y comenzaba a pasarle la lengua, saboreando el magma pre-seminal que siempre suelo soltar antes de la eyaculación. Yo hacía lo mismo, recreándome en cada milímetro de aquella polla maravillosa, gorda, increíblemente bien formada que, por su perfección, parecía haber sido modelada artificialmente. Una verga recta y enervada, que dejaba ver con toda nitidez cada una de sus abultadas venas. Al tiempo, metía mi lengua en el hoyito de su capullo y Juan se extremecía de placer. Yo deseaba prolongar toda la noche aquellos momentos de satisfacción y gozo, pero el tiempo apremiaba y, en un momento determinado, Juan me dijo que teníamos que terminar.

Ambos comenzamos a succionar más enérgicamente, al tiempo que nos masturbábamos mutuamente. Yo deseaba correrme simultáneamente con mi amigo, pero él estaba más próximo al orgasmo que yo, por lo que en varias ocasiones tuve que decirle que me esperara y él tuvo que esperar algunos momentos para logar el placer al mismo tiempo que yo.

Yo había tenido la precaución de colocar sobre la cama una manta vieja que suelo tener para estos casos y, cuando ya no podíamos más ninguno de los dos, soltamos toda la energía contenida que llevábamos, llenándonos de leche hasta los ojos. Luego, Juan se limpió, me dio un beso y se marchó.

Y esa fue la última vez que mantuvimos sexo mi vecino y yo. Han pasado dos semanas y estoy esperando, como siempre, a que él tenga una ocasión para un nuevo encuentro. Cuando éste se produzca, volveré a relatarlo para todos ustedes, pues así me lo han pedido algunos lectores de esta página de relatos.

Con mi respeto más sincero,

DIVOR2008