Mi vecino Juan y yo (3: Vecinos-amigos-amantes)

Tercera y última parte de la experiencia vivida entre dos hombres maduros. Vecinos que finalmente se convierten en amantes.

MI VECINO JUAN Y YO (3) Vecinos amigos y amantes.

Después de la última vez que estuvo en casa, Juan y yo no habíamos tenido ocasión de estar íntimamente juntos. En alguna ocasión, como de costumbre, ha llamado a mi puerta pero solo para preguntarme algo muy puntual, ya que al ser extremadamente discreto y precavido con estos asuntos, en esas contadas ocasiones no hubo ni un gesto de complicidad, ni un guiño; Nada. Parecía como que yo había dejado de interesarle. Y cada vez que esto ocurría; cada vez que Juan llamaba a mi puerta y no exteriorizaba ningún signo de especial afecto hacia mi, al cerrarla de nuevo y quedarme sólo, no podía evitar sentir una gran excitación, lo que me llevaba a masturbarme constantemente. Lo hacía siempre pensando en él; en cómo podíamos estar haciéndolo juntos en mi cama, de no ser por la presencia de su esposa al otro lado de la pared. Esto me ha estado obsesionando todo este tiempo y, para hacerme más placenteros mis momentos de autosatisfacción, he recurrido en bastantes ocasiones a películas de hombres que podían asemejarse un poco a mi vecino.

Yo había encontrado en la Web una película en la que sale un tío árabe, (se llama Huesseim, y la película "Arabesco", para quien pudiera estar interesado). Huesseim se parece un poco a mi vecino Juan, (al menos eso es lo que yo pretendo creer con un poco de imaginación, (aunque mi vecino tiene algún kilo de más). Pero, por su aspecto físico, su estatura y sobre todo desnudos, como yo los he visto a ambos, son bastante semejantes. Sobre todo los dos tienen una cosa en común: su extraordinaria y maravillosa polla que, en ambos casos es muy apetecible.

De esta forma me he estado "consolando", frente al televisor, completamente desnudo y masturbándome a placer de las mil maneras que conozco, mientras veo lo bien que se lo pasa Huesseim con sus colegas. Por cierto; no es ningún bulo que la mayoría de los árabes tienen unas vergas bastante grandes. Yo tengo algunas películas de este tipo y me quedo asombrado y "casi" acomplejado de lo que veo. Y mientras disfruto de mi propio cuerpo, pienso que Huesseim, bien pudiera ser mi vecino Juan, y yo uno de los otros actores que intervienen en estas películas.

Pero una de estas noches, Juan le dijo a su esposa que iba a ver un partido de futbol en mi casa, aprovechando que daban uno muy importante por televisión. Y lo más curioso es que a ninguno de los dos nos gusta el futbol. Ya lo dije en un relato anterior: "Donde esté una buena "corrida", que se quite el futbol, (y los toros, je je je).. Así que, sin yo esperarlo, se presentó en mi casa con ese pretexto y yo le recibí encantado. Ya no hacía tanto calor como algunas semanas atrás, por lo que su indumentaria resultaba un poco menos excitante que otras veces, pero de "eso", (de excitarnos), ya me encargaría yo. Juan llevaba únicamente el pantalón de un chándal y una camisa completamente desabrochada, mostrando el torso desnudo. Yo estaba, como casi siempre que estoy solo, con un boxer muy especial que marca mucho mis partes "nobles".

Daba la sensación de que los dos lo habíamos previsto así y al encontrarnos, un gesto de complicidad confirmó lo que ambos tanto deseábamos; un nuevo encuentro, aunque quizá no podía ser "pleno", ya que en cualquier momento, su esposa podría llamar a mi puerta buscándolo.

Cuando Juan cruzó el umbral advertí rápidamente que ya venía empalmado. Un bulto bastante voluminoso delataba toda su excitación y, rápidamente mi polla reaccionó y también se puso dura como una piedra. Nada más cerrar la puerta nos abrazamos y nos besamos con una pasión desenfrenada, juntando nuestros cuerpos y restregando nuestras pollas respectivas, la una contra la otra, presionando y sintiendo nuestras vergas en su total excitación. Yo sentía como la punta de mi capullo empezaba a babear, lo cual es muy frecuente en mi cuando me excito de esta manera. Y mis sospechas se confirmaron cuando nos despojamos de la poca ropa que llevábamos y nos recostamos en el sofá del salón. Primero se tumbó Juan y, agarrándome del brazo me atrajo hacia él para que me tumbara encima suyo. Así lo hice, mientras colocaba mi pene entre sus muslos, haciendo que el suyo quedase entre los míos y, ambos miembros, pegados a nuestros huevos respectivos. Esta posición nos resultaba muy placentera, aún sin hacer ningún movimiento, pues con la fuerte excitación que teníamos, corríamos el riesgo de venirnos allí mismo. Y lo de menos era que se manchase el sofá con nuestra leche, porque lo que realmente importaba era prolongar al máximo aquellos momentos de placer y eso era lo que intentábamos mantener por todos los medios.

En un momento determinado yo me separé de Juan y comencé a chuparle la polla. Mmm..., ¡qué delicia!. Saborear aquella verga rica y grande, recién lavada, que tanto había deseado volver a tener en mi boca. Él gemía, suspiraba, hacía unos gestos muy morbosos y excitantes. Parecía que estaba tocando el cielo y me decía que jamás nadie le había hecho una mamada como aquella. Yo le pregunté si su mujer no le hacía esas cosas, pero Juan me dijo que ella simplemente se tumbaba en la cama boca arriba, esperando que él se la follara. Es lo que hacen muchas mujeres, y esto, créanme, desanima a muchos hombres. Creo que una esposa, además de esto, ha de ser, amante, amiga, confidente y un poco puta en la cama. Porque si el hombre no encuentra en su esposa estas condiciones, es muy probable que acabe por buscarlas fuera el matrimonio. Y algo así es lo que me ha ocurrido a mí, aunque con sustanciales diferencias respecto al caso de mi amigo Juan.

Entonces le dije si quería pasar a la cama, pero él me dijo que temía que su esposa pudiera llamarle en cualquier momento. Además, ellos tienen una copia de mis llaves, igual que yo tengo una copia de las de ellos. Así que continuamos en el salón, acostados en el sofá.

Al momento, Juan me dijo que me voltease para poderme hacer también una mamada él a mi, y en aquella posición, comenzamos a comernos la polla y los huevos. Mi vecino se metía en la boca, alternativamente cada uno de mis huevos y mi verga. Yo, simultáneamente, escudriñaba cada pliegue de su nabo, y le hacía algo que siempre me ha gustado: con mis dedos, separaba cuidadosamente ambos lados del hoyito de su capullo, y ahí metía la puntita de mi lengua, haciendo que mí amigo suspirase de placer. Yo sentía como asomaba tímidamente el primer líquido pre-seminal, como consecuencia de su gran excitación, y saboreaba esos primeros brotes de leche, que degustaba con gran placer, como si de un elixir preciado y maravilloso se tratara.

Seguidamente fui a buscar un lubricante muy especial que tengo en casa para estas ocasiones y, colocándome en la misma posición del 69 que teníamos anteriormente, comencé a masturbarlo como solamente yo se hacer; (no es una jactancia, pero creo que tengo gran maestría en este arte masturbatorio). Unté la palma de mi mano derecha con el lubricante y, con la izquierda, agarré su polla erguida desde la base cubriendo completamente su capullo con mi mano derecha lubricada. Comencé a hacerle un masaje subliminal, presionando suavemente su glande, al tiempo que ejercía sobre el mismo unos pequeños giros (en el sentido de las agujas del reloj), como si tuviese en mis manos un atornillador, al tiempo que empujaba hacia el fondo de su verga. El gemía y miraba, contemplando asombrado cómo era posible que yo le estuviese proporcionando tanto placer. Decía que jamás nadie le había hecho sentir así y que aquello era realmente maravilloso.

Al mismo tiempo, él seguía succionando mi nabo, (que estaba bien duro), con tanta ansiedad, que yo estuve varias veces a punto de correrme en su boca. Pero hice un gran esfuerzo y aguanté estoicamente esperando a que él alcanzase el orgasmo.

Juan me decía que sentía como un escalofrío dulce y placentero, le invadía cada milímetro de su columna vertebral; que era un placer nuevo, totalmente desconocido para él; como algo que nunca iba a tener fin… Yo le advertí varias veces que, para que el placer fuese total y duradero, debería avisarme cuando estuviese a punto para yo detener mis ejercicios masturbatorios. El así lo hacía y, siempre que estaba a punto de venirse me decía: "¡para, para!."

Yo sentía como por momentos, mi amigo tenía unos espasmos increíbles; como unas sacudidas que le hacían estremecerse de gusto y el ver cómo él se retorcía de placer, hacía que también en mi aumentara el placer. Era una perfecta sincronía entre dos cuerpos

Hubo un momento en el que, ninguno de los dos podía dilatar por más tiempo la explosión final. La eyaculación de Juan fue como a cámara lenta, pues, me decía, "¡no pares, no pares!", y esperaba que en cualquier momento brotase por la punta de su capullo, el blanco manjar delicioso que era su rica leche contenida, como cuando brota un surtidor con toda su fuerza y esplendor. Al tiempo yo le decía; "¡chupa, Juan; chupa!", y el devoraba, literalmente y hasta el fondo de su garganta, toda mi verga, succionando sin parar. Yo no pude aguantar más y le dije: "¿me puedo correr en tu boca?", a lo que él contestó: "Lo estoy deseando; ¡dámela, mi amor, dámela!" En ese mismo instante, de su hoyito, comenzaron a brotar fuertes chorros de leche, como yo jamás hubiera sospechado. Toda su leche contenida, comenzó a surgir a borbotones. Nunca, en mi vida, he visto a nadie eyacular tanta cantidad.

El sofá se llenó por completo de su leche, porque la mía se la había tragado él. Yo me quedé asombrado, porque esperaba que la escupiese en algún sitio, pero no fue así; él prefirió tragársela, lo cual fue para mí como un gesto de confianza y afecto. Luego nos quedamos en aquella posición durante un buen rato, relajándonos de aquella lucha sexual sin precedentes, en la cual nos proporcionábamos placer el uno al otro.

Al poco tiempo él se levantó, entró al baño y se limpió antes de marcharse a su casa. Antes de abrir mi puerta, él me dio un beso en la boca y me dijo; "Esto se tiene que repetir muchas veces; me has dado mucho placer con esa manera de masturbarme y, en justa reciprocidad, te lo tengo que hacer yo algún día."

Ambos convinimos en juntarnos todos los miércoles, que es cuando ponen futbol por televisión y, con ese pretexto, podríamos dar rienda suelta a nuestras pasiones. A partir de aquel momento, Juan y yo nos convertimos en amantes y así seguimos hasta el día de hoy. Todas las semanas, mi querido "vecino-amigo-amante", viene a mi casa y damos rienda suelta a nuestras pasiones mas desenfrenadas. Eso si; de momento no ha habido penetración. Pero es que para ninguno de los dos esto es necesario y podemos prescindir perfectamente de esa parte de la sexualidad. Pero, por lo que respecta al resto de nuestra actividad sexual, es totalmente placentera y gratificante. Estoy sintiendo con Juan unos orgasmos que no sentía desde hacía mucho tiempo. Es más; creo que nunca he sentido tanto placer con nadie, como el que siento con mi "vecino-amigo-amante" Juan.

DIVOR2008