Mi vecino III

Continuación de lo que fue sucediendo con mi vecino...

Vecino III

Pasó apenas una semana y pude volver a proponerle una partidita. Al abrir la puerta, ya me quedó claro que quería y que lo estaba deseando. Enseguida me dijo que sí, pero que pasara que él también estaba solo en casa. Rápidamente fui a buscar las llaves y entre a su casa.

La vez anterior lo habíamos hecho en la cama de su hermana, bastante más mayor que él y que hacía años que se había ido ya de casa. Hoy, sin embargo, lo haríamos en la habitación que él utilizaba para estudiar, ver la tele, y demás pasatiempos. En esa habitación no había cama, había un sofá cama, de un mueble de estos tan de moda en aquella época, de hecho lo teníamos igual. Nuestros padres los habían comprado juntos. Un sofá, aunque sea sofá cama, siempre es más incómodo, pero bueno… Nos sirvió esa vez, y nos serviría muchas veces más.

Comenzamos como siempre, mandando el uno al otro de manera alterna. De la misma manera que habíamos hecho hasta la vez anterior. Yo siempre era más generoso que él. Si me decía que se la chupara, lo hacía y cuando decía que podía parar no lo hacía de inmediato, seguía un poco. Él, en cuanto le decía que parara cuando quisiera, lo hacía de inmediato.

Y en esas estuvimos un buen rato. De repente me mandó ponerme a 4 patas e intentó metérmela en esa postura. Creo que quería que me fuera acostumbrando para después. Lo que pasaba es que como otras tantas veces, no lograba que entrara, así es que decidí ayudar llevando su polla hasta la entrada justa de mi culo. Esto facilitó totalmente que pudiera metérmela de un fuerte empujón. Yo huía hacía adelante, y el me seguía en el sofá, para seguir metiéndomela. Me desplacé hasta llegar a la esquina del sofá con el mueble y la pared. De ahí ya no podía escaparme a ningún sitio. Y ahí me la clavó fuerte 2 o 3 veces. Sin más. Y una vez bien clavada simplemente me dijo, que me tocaba mandar a mi. Por si acaso es que quería probar en esa nueva postura le mandé meneármela. Pero, cuando le di la opción de mandar a él, me di cuenta que sólo quería dejar claro que quería y quién mandaba, ya que me pidió que se la chupara, así es que me la sacó de mi culo y chupé su polla.

Al cabo de un tiempo, de mandar y ser mandado, volví a terminar con mis piernas en sus hombros y su polla en mi culo. Ya había anochecido, y estábamos sin luz, pero al habernos acostumbrado nos veíamos perfectamente. Y, aunque también me dejó algún rato con su polla dentro, no me dio tantas opciones como el primer día de mandar o elegir yo. Apenas una o dos veces, y empezó a follarme fuerte y con muchas ganas. Recuerdo perfectamente su cara, mirándome y dándome polla a saco, con ganas, muchas ganas. Y recuerdo su expresión de placer, sus ojos dejaban a las claras que se estaba corriendo. Sus ojos y su cara, además de que en ese justo momento me clavó la polla hasta dar con sus huevos en mi culo. Paró, y me dijo que me tocaba elegir, yo le dije que siguiera mandando él. A lo que volvió a responder con su escueto y típico a partir de la vez anterior: “Yo ya”.

Se salió de mi, y nos vestimos. En la oscuridad, sin dar ni siquiera la luz, fuimos encontrando la ropa que había quedado tirada en el suelo de la habitación. Pero esta vez no iba a irme sin preguntarle, quería corroborar lo que ya suponía. Así es que le pregunté: “¿Te has corrido”. ”Creo que sí”. Tengo claro que dijo creo por si acaso no me gustaba que lo hubiera hecho, para ver cómo reaccionaba. Mi reacción fue decirle un simple: “Vale, bien.” Lo que él entendió en que podía correrse ya siempre dentro de mi, podía preñarme, era como si yo le estuviera dando permiso con esa respuesta. Y así lo hizo, todas y cada una de las veces que lo hicimos a partir de esa vez.

Salí de su casa, volví a la mía para ir directo al servicio. Para poder sacar de mi culo su corrida, que por cierto había sido más cuantiosa que la vez anterior. Allí estaba yo, sentado en el servicio, empujando, oyendo como caía, y mirando con cara de bobo como salía su leche de mi culo. Una buena cantidad. Una gran cantidad. Definitivamente me había convertido en la “putita” de mi vecino.