Mi vecino Héctor (2)

Sigue mi aventura con Belén junto con su prima Ana. Amén de las inyecciones, están las de aguja gruesa en todos sus agujeritos.

Soy Héctor, y después de cenar en casa de Belén mi adorable vecinita la ayudé a recoger los platos y preparamos café mientras. Belén estaba toda desnudita exceptuando un tanguita negro que se puso y encima un sugestivo camisón transparente.

Sirvió el café al salón acompañado por unos dulces. Lo tomamos tranquilamente sentados en el sofá y encendimos la tele un rato. Yo estaba solo con el short. Ella se acomodó en el sofá de espaldas a mí donde continué acariciándola toda y dándonos toda clase de mimos y carantoñas.

Héctor, apaguemos la tele y vayámonos a la cama pues quiero mostrarte unos juguetitos eróticos que como te dije los recibí esta mañana. Son dos clases de bolitas:

Dos en concreto que se introducen en la vagina y las otras se introducen en el culo. Me mojo de pensar en ello. Ambas van entrelazadas por un cordelito. Las de la vagina son casi de tamaño de un huevo y son dos. Las otras son más pequeñas y son cinco en concreto;

Belén, no perdamos más tiempo, pasemos a la acción. Apagué la tele y pasamos al dormitorio. De espaldas a mí se quitó la bata quedándose con el tanguita. La hice colocar bien abierta de piernas y me entretuve primero en comerle su rica conchita. Yo me puse de rodillas en la alfombra y ella estaba al borde de la cama.

OH! Papito rico que gusto me das, sigue así mi amor. Comencé a darle lametones por toda la conchita e introduciéndole un dedo lubricadito con su saliva.

Ah mi vida! ¿Cómo me pones? Incorpórate amor, deseo comerme ese pene rico ¡ah! ¡Que mojada me siento por Dios!

Estirado en la cama ella comenzó a succionarme el pene, la hice voltear y continuar lamiendo aquella dulce conchita que emanaba sus flujos vaginales e introduciéndole el dedo mojado en su rico culo.

Héctor mi amor, no aguanto más; méteme las bolas ¿por favor? Aguarda que me ponga bien abierta para ti, como si me tuviera que revisar el doctor.

Ahora soy tu doctor Belén. Así mi vida bien abierta, ábrete ese sabroso coño mi vida. Cogí las bolas y dándoselas a chupar con su saliva procedí a introducirla. Poco a poco se fue abriendo la conchita y yo haciendo presión delicadamente comenzaba a entrarle la primera bolita.

¡Ay! Mi vida despacito ¡qué placer! Ábreme esta concha rica papi; ya me entró. No te cortes, comienza por la otra.

Papi, intenta meterme la otra bola. Ahhh! Házmelo más despacio. Sigue así mi papito rico. Todo mi coñito está bien dilatado.

Y que lo digas Belén; bien dilatadito y soltando esos juguitos ¡mi amor! Voy a por la segunda bola, poco a poco la fui metiendo

¡Ay! Mamita que placer me das, como se me está poniendo la concha ¡madre mía! Por fin me entró toda. Qué placer más rico.

Belén, voy a tirar del cordoncito, así suavecito; que mojadita está mi vida. Saquemos la otra suavecito.

Si Héctor, deseo me entres de nuevo, ¡uf! Estoy a punto de correrme con tanto toqueteo en mi cosita.

Una vez le saqué la otra bola me puse encima de ella con el pene entre sus tetas donde comenzó a chuparla como una fierecilla hambrienta.

Héctor, vamos al baño pues deseo que me metas una lavativa en mi culito.

Al mismo tiempo me aseo mi conchita.

Lo que tú quieras Belén. Pasamos al baño y abrí el grifo del bidet poniendo el tapón. Siéntate amor, deseo lavarte tu conchita.

Por supuesto Héctor. Con sumo placer.

Tomé el gel de baño y mojándole la conchita con agua calentita se la lavé cuidadosamente. Ella se masajeaba las tetas pues al mismo tiempo la estaba masturbando con el dedo e incluso su agujerito anal. Se puso de pie y me entretuve en secarle bien toda su concha y el culito. Luego tomé el irrigador y una vez preparado la hice colocar apoyada sobre la bañera con las piernas bien separadas. Colgué el irrigador al soporte de la ducha y abriéndole sus nalgas inserté el dedo bien lubricado.

¡Ay! Amor que gusto me das. Méteme la cánula Héctor, deseo que me pongas casi ese medio litro de agua jabonosa en mi ano.

Con la cánula metida procedió a entrarle el contenido lentamente que se veía a través de la goma transparente del irrigador. Ella aguantaba pacientemente como iba entrándole el agua en su ano. A los pocos minutos casi ya llevaba la mitad de la lavativa en su interior.

Sácame la cánula Héctor, me hago pis; perdona mi amor.

No te preocupes Belén enseguida te la saco de ese culito respingón. Sentada en el water de cara a mí observé como orinaba esa lluvia dorada.

Uf no podía aguantar más cariño. Voy a expulsar la lavativa.

Evacuó todo el contenido. Luego le pondría el resto que quedaba en el irrigador ¿preparada para la segunda lavativa?

Claro ¡mi amor!

Se dedicó a cogerme el pene y aún se entretuvo en masturbarme poniéndolo bien duro. Decidió que nos metiéramos en la bañera e incorporada hacia delante le metí de nuevo la cánula. Al mismo tiempo ella se aguantaba la cánula y yo procedí a metérsela en el coño.

¡Ah! Mi amor, que perverso eres. Continúa así por favor.

Ese ano se tragó bien la lavativa mientras yo le daba buenas embestidas follándome su coño. No pude aguantarme más echándole la leche sobre sus glúteos. Ahora comenzaban a salir gotitas por el orificio anal expulsando ella la lavativa sobre la bañera. Tomé una manopla y procedí a asearla toda delicadamente. Yo hice lo mismo y salimos de la bañera. Era tiempo de dormir.

Ya en el dormitorio, ambos nos acostamos completamente desnudos y Belén me dice:

Héctor, me siento algo extenuada, se toca la frente y dice creo tener algunas décimas de fiebre. Será mejor me apliques la inyección. Después de tanto follar deseo que nos durmamos ¡amor! Tómame la temperatura.

Enseguida Belén .Me incorporé de la cama y le dije: ponte el camisón no cojas frío cielo. Acto seguido le apliqué el termómetro sobre la ingle rozando de nuevo su delicada piel blanca. Luego me dispuse a prepararle la inyección. A los pocos minutos ella me lo entregó comprobando que tenía algunas décimas de fiebre.

Con la inyección lista le dije; vuélvete ¡amor! Froté con el algodón la nalga izquierda inyectándola suavemente. Una vez terminada la inyección apliqué el algodón en la zona del pinchazo. Pasé al baño a tirar la jeringa no sin antes aconsejarle ponerle un supositorio.

Mi ¡amor! En el armario de baño tengo supositorios para la fiebre. Puedes ponérmelo.

Colocada de lado, separé sus nalgas insertándole el supositorio bien despacito.

Me metí en la cama junto a ella y nos cubrimos con la ropa de cama quedándonos abrazados. Yo rozaba mi pene contra sus glúteos y al mismo tiempo le acariciaba el pubis. Así nos quedamos dormidos.

Casi a las 7 de la mañana me desperté para ir al baño. Belén no se encontraba en la cama. Al pasar al baño me la encontré sentada en el bidet. ¿Te ocurre algo cariño?

No, mi amor solo que me levanté a orinar y como ves me he sentado a lavarme bien mi vulvita; puedes aprovechar en prepararme la inyección.

Viéndola allí sentada no pude por menos que ponerme cachondo. Oriné tranquilamente y después de lavarme las manos pasé al dormitorio. Luego debería irme a casa e abrir el consultorio sobre las 9 de la mañana.

Preparé la inyección y le dije:

Belén ¿te falta mucho? Ya tengo la inyección preparada.

Ya voy ¡mi amor!

Se acostó de nuevo mostrándome ese delicioso culito. Se la puse en la nalga izquierda, aplicándola muy lentamente. Listo cariño. Entre hoy y mañana acabaremos tu tratamiento. Voy a ducharme pues debo marcharme a casa y luego al consultorio.

De acuerdo Héctor, pero luego vente a comer a casa. Asimismo tendrás el placer de conocer a mi prima Ana, tenía revisión con su ginecóloga esta mañana. También le mostraré unas prendas de lencería que a ella como a mí le encantan. Espero que lo pasemos bien Héctor.

Hasta tal vez igual montamos un numerito los tres. Ella tiene 25 años y sinceramente nos llevamos muy bien.

Conforme Belén, ahora voy a la ducha y marcharme un rato a casa. Luego debo abrir el consultorio un rato así como realizar algunas visitas a domicilio.

Dúchate amor, yo mientras te prepararé un cafetito.

Gracias Belén, me vendrá bien. Una vez vestido ya estaba Belén con el café preparado. Se había puesto una bata por encima del camisón. Tomamos el café recomendándole que se quedara acostada.

Vale ¡amor! Si acaso bajaré un rato a la tienda a media mañana. Me traeré las prendas a casa para cuando venga Ana.

Sobre la comida le dije que comeríamos en el restaurante de enfrente de casa.

Que pasara a recogerme al consultorio una vez llegara su prima Ana.

Conforme Héctor. Seremos puntuales.

Pasé por casa a cambiarme de ropa y me marché al consultorio. Sobre las 9.30 apareció Olga, una chica rubia de unos 30 años y que venía a que la inyectara.

Hola Héctor, buenos días.

Buenos días Olga, adelante eres la primera paciente del día. Tomé las inyecciones de la vitrina y le dije que se preparara. Pasó detrás del biombo y enseguida le preparé la inyección. Un tratamiento para sus dolores de espalda.

Ya estaba acostada en la camilla y con los pantalones bajados junto con la braguita.

¿De qué lado?

En el derecho Héctor, froté con el algodón su nalga derecha e inyecté suavemente el contenido de la jeringa. Pasé de nuevo el algodón sobre la zona del pinchazo y le dije.

Listo Olga, puedes incorporarte.

Gracias Héctor, hasta mañana. Puedes pasarte por casa a primera hora.

Por supuesto Olga.

No tenía avisos a domicilio por lo que me quedé en el consultorio trabajando con el ordenador y poniendo trabajo atrasado al día.

Sobre el mediodía llegaron Belén y su querida primita Ana. Tuve el placer de conocerla, una chica encantadora, algo más alta que Belén, de caderas anchas y buen trasero como pude comprobar luego. Es rubia, pelo largo que le cae por los hombros. Yo estaba deseoso de que llegara el momento de verla desnuda.

Héctor, me dijo Belén. Si te parece bien podemos comer temprano y luego que Ana se acueste un rato pues se encuentra algo cansada por su madrugón de esta mañana.

Así es Héctor, me dijo Ana. Si te parece bien te enseño el tratamiento prescrito por mi doctora.

Belén, cierra la puerta de fuera por favor.

Ana vestía muy elegante con un precioso conjunto de ropa vaquera compuesto de falda y cazadora. Debajo llevaba un suéter de color blanco.

Siéntate Ana y veamos lo que te ha prescrito la doctora.

Sacó del bolso los inyectables junto con la receta donde le explicaba el tratamiento a seguir. Un envase de 10 ampollas de 4 ml., una inyección al día. Ya tenía la oportunidad de verla a diario.

Bueno jovencita pasa al cuarto contiguo y te preparas.

Belén le dijo: vamos cariño, no debes temer; Héctor pone las inyecciones de cine, amén de otras cosas que luego comprobarás.

Ya en el cuartito me dispuse a preparar la inyección y mientras ella se quitó la cazadora colgándola sobre una silla.

Yo estaba de espaldas preparando el inyectable junto a Belén. Al girarme con la inyección dispuesta Ana estaba echada sobre la camilla con la falda bajada por debajo de sus glúteos.