Mi vecino favorito
Me hacía la distraída, miraba la televisión, seguía comiendo sin ganas, y separaba un poco mas mis piernas, para que Benjamín siguiera disfrutando de la vista.
El colegio donde cursaba quedaba a unas 5 cuadras de mi casa. Los días jueves me volvía sola porque mi madre llevaba a mi hermana a un curso de idiomas. Por lo que mi madre habló con un vecino del edificio para que se asegure que llegue y si me demoraba tenia que llamar a la casa de mi abuela.
Mi vecino se llamaba Benjamín. Vivía en el departamento de al lado. Hacía muy poco se había quedado viudo, y sus hijos, habían dejado su hogar hace bastantes años, por lo que vivía solo.
Se llevaba muy bien con mi familia, lo conocían hace siete años, desde que nos mudamos.
Por mi parte salía de mis clases a las 12:30 hs en esa época, y solía quedarme hablando con mis compañeras un rato. Antes de las 13 hs ya iba a camino a casa.
La mayor parte de las 5 cuadras que separaban el colegio de mi casa, lo recorría con una de las chicas del cole, Eugenia, que vivía a 2 cuadras.
Todos los jueves, golpeaba la puerta de Benjamín, para avisarle que había llegado, lo saludaba y ya me quedaba en mi casa.
Mi madre siempre me dejaba el almuerzo preparado. Solo tenía que colocarlo en el microondas y listo. Por lo general, me sacaba la ropa del cole, una falda gris, camisa blanca, con medias azules, y zapatos negros. Me ponía algún short y una remera por lo general.
Ese Jueves, en particular, llegué mas tarde. Hacía bastante calor, y con Eugenia paramos en una heladería a tomar un helado. Los Jueves me sentía mas libre, aunque no abusaba de la libertad, solía llegar un poco mas tarde que de costumbre. Pero se ve que el tiempo pasó muy rápido porque cuando llegué a la puerta del edificio estaba Benjamín, mirando para todos lados.
Nena, que susto me diste, estaba por llamar a tu abuela. Me dijo apenas me vio.
Perdón Benja, no me dí cuenta. Se me pasó la hora. Dije.
No pasa nada nena, por lo menos acompañame a almorzar.
Si, claro.
Subimos a su departamento, en su mesa tenía puesto un plato, por lo que fue a la cocina a buscar otro.
Mientras me lavaba las manos, Benjamín se encargó de servir la comida.
Nos sentamos, cada uno en la punta de la mesa, enfrentados, comí, pero poco, el helado, me había dejado llena.
Fue rara la actitud de Benjamín.
No paraba de mirar mis piernas, a través de la mesa de vidrio transparente.
En el cole me subía bastante la falda, y antes de entrar en casa, me la bajaba. Ya que mi mama solía ser muy molesta en ese sentido. Pero ese día Benjamín me esperó en la puerta y me olvidé de bajarla. Encima los jueves solo llevaba la tanga bajo la falda. Mi madre me insistía que use una calza corta bajo la falda, por si se levantaba con el viento, pero odiaba usarla, me resultaba incómoda y antiestética, los jueves nunca la usaba.
La tenía, bastante corta, que la mayor parte de mis muslos estaban desnudos, y desde el punto de vista de Benjamín, podía ver parte de mi tanga blanca.
No me molestaba su actitud, todo lo contario, me resultaba halagador que los hombres mayores se sientan atraídos hacia mi, me encantaba que los hombres me miren en la calle y me digan cosas, solo que me tomó por sorpresa, jamás lo vi con esa actitud, era como un abuelo para mi, hasta ese momento.
Me hacía la distraída, miraba la televisión, seguía comiendo sin ganas, y separaba un poco mas mis piernas, para que Benjamín siguiera disfrutando de la vista.
No le tomó mucho tiempo, pasar a la siguiente etapa.
Se desabrochó el pantalón y saco su miembro.
Con su mano derecha, comenzó a masturbarse, mientras emitía unos pequeños gemidos, por mi parte no dejaba de mirar la televisión, temía que si lo miraba, lo iba a intimidar o algo, pero no pude resistirme, me moría por ver el miembro de mi vecino de 63 años.
Gire mi cabeza lentamente, y vi su miembro. Era bastante grueso, de unos 10 o 12 cm de largo, con varias venas cruzando su tronco, y una cabeza muy grande. Me parecía precioso. Me lo imaginaba en mi boca y dentro de mi vagina. Lo miraba fijamente.
El no dejaba de ver mis piernas. Apretaba su miembro y lo jalaba con mucha fuerza, jadeaba, traspiraba bastante por su frente, en un momento se levantó de la silla y me dijo:
Dame la tanguita Nena.
Me levanté y me la saque enseguida. Obedecí inmediatamente.
Con mi tanga blanca y detalles rosas, en mi mano, me pidió que se la de.
Se la pasé por encima de la mesa.
La sujetó con su mano izquierda y sin dejar de tocarse, se la acercó a su nariz, la olió, disfrutó del olor de la tanga, inhalaba, le daba placer sentir mis olores íntimos, a mi me encantaba verlo sentir placer por mi culpa.
Dejo de olerla, y la apoyó sobre la mesa de vidrio. Su mano izquierda la apoyó sobre la mesa, como apoyándose sobre esta, y con su mano derecha no dejaba de masturbarse, la cabeza de su pene estaba muy roja, apunto de explotar.
- Subite la falda, nena. Dijo.
Por supuesto, obedecí, y mi pequeña vagina estaba al descubierto.
Yo miraba su pene, me resultaba hipnótico, sus huevos, eran de gran tamaño, nunca los había visto tan grandes, y colgaban mucho mas de lo que había visto. Su escroto estaba muy arrugado. Me encantaba.
De repente sus gemidos se hicieron mas fuertes, y parecían dolorosos.
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me vengo nena, me vengo. Gritó.
Su leche bien espesa salió de su cabeza, y chorreó mi tanguita, toda su leche cayó sobre esta, salía de a poco, pero fue cubriendo gran parte de mi ropa íntima, sobre todo la parte que tapaba mi vagina.
Su respiración agitada fue calmándose y se dejó caer sobre la silla bruscamente.
Gracias nena, sos un sol, hacía años que no podía eyacular. Me hacía falta linda.
Por nada Benja. Le dije.
Solté mi falda y volvió a su posición normal.
Nena, te puedo pedir algo mas?
Si, claro.
Me harías muy feliz, si usas la tanga manchada con mi leche, hasta que te bañes. Puede ser?
Si, no tengo problema, Benja.
Gracias nena.
Me acerqué a su lado, tomé la tanga, y me la puse, algo de semen quedo sobre la mesa, pero la mayor parte estaba sobre mi tanguita.
Sentí su leche bien espesa contra mis labios rosaditos, y me gustó.
Me acerqué a Benja y le di un beso en su mejilla y el me besó la frente.
- Sos única nena, sos especial, cualquiera que este con vos va a ser feliz.
Me hizo poner colorada, pero me gustó, y es algo que siempre trato de hacer, con tan poco hacer feliz a otro.
Tomé mi mochila y me fui a casa. Me recosté sobre mi cama, me subí la falda, y acariciaba mi tanga esparciendo el semen de Benjamín.
Mi conchita se mojaba, y se mezclaba mi flujo vaginal con el semen de Benjamín.
Me quedé dormida, con mis pernas abiertas y me mano derecha sobre mi tanga.
Me despertó mi Madre golpeando la puerta, para avisarme que había llegado.
Me cambié de ropa, me puse algo de entre casa, pero sin sacarme la tanguita sucia. Que ya estaba seca, y se había endurecido la parte que estuvo en contacto con el semen.
Al día siguiente, me bañe, me había quedado bastante olor a sexo, que me hacía recordar la pija de Benjamín que mientras me bañaba tuve que masturbarme.
Ese día volví a usar la tanga sucia, para ir al colegio, y no pude de dejar de pensar en mi vecino.