Mi vecino: el marido perfecto (1)

Julio comienza una nueva vida en otra ciudad. Lo que en ningún momento espera es la relación tan especial que nacerá con su nuevo vecino: un chico recién casado y marido modélico. Entre ellos aparecerá una tensión sexual que terminará estallando a niveles insospechados.

Era la primera noche que iba a pasar en aquel piso que había tenido que alquilar de manera precipitada. Dos días antes había recibido la noticia de que mañana comenzaba a impartir clases en un instituto de Granada, y había dispuesto de poco tiempo para conseguirme un techo y realizar la mudanza.

Tras cinco horas de trayecto en coche, y el periplo de tener que subir todo mi equipaje hasta un cuarto piso sin ascensor, decidí darme un respiro y sentarme en el que iba a ser el nuevo sofá de mi nueva sala de estar. Apagué las luces y contemplé cómo el sol se estaba poniendo ya en el horizonte. Y también pensé que esta nueva etapa que comenzaba suponía un punto de inflexión en mi vida.

Me llamo Julio, tengo 35 años, y me gustan los tíos. Mucho. Muchísimo. Lo curioso es que, aunque me vuelven realmente loco, a día de hoy sólo he tenido relaciones sexuales con el que fuera mi novio hasta hace un año, momento en el que le pareció bien dejarme tras 15 años de relación por unos motivos para mí poco justificados. Así, sin más. De la noche a la mañana todos los planes vitales que había trazado en mi cabeza se fueron al traste, y de repente me encontré en una situación que jamás me hubiera imaginado. A todo esto hay que añadir que mi pueblo natal está lleno de gente chapada a la antigua, incapaces de concebir que un tío pueda compartir cama con otro, de modo que tuve que comerme todo el marrón de mi ruptura yo sólo, sin consuelo de prácticamente nadie.

De modo que cuando recibí la noticia de que tenía que trasladarme a una ciudad del sur de España, acogí la noticia como agua de mayo: necesitaba urgentemente un cambio de aires, salir de la opresión rural que me atormentaba, y comenzar una nueva vida.

Y allí estaba, en aquella ciudad en la que no conocía a nadie, sintiendo una mezcla de miedo y curiosidad por saber qué ocurriría en adelante. Aunque de momento me conformé con colocar las cosas más básicas del equipaje, y pensar en cenar, darme una ducha, e irme a la cama pronto, a sabiendas de que esa noche no iba a poder pegar ojo a causa de los nervios por mi primer día de trabajo.

De modo que cené algo ligero porque la comida no me entraba, y me fui al baño. Comencé a desnudarme delante del espejo, me quedé un momento mirándome y me pregunté si a mis 35 años aun tendría capacidad para poder ligarme a alguien, ya que llevaba más de 15 años sin tener ese tipo de necesidades. No soy exageradamente atractivo, pero creo que tampoco estoy mal: 1’80, pelo castaño con algunas canas y barba de varios días, aspecto de chico bruto y mirada noble, y cuerpo no especialmente definido, pero apetecible. Y por último un rasgo que realmente me gusta de mi cuerpo: el vello. Sin ser exagerado, cubre gran parte de mi pecho, y baja en un sensual camino hasta mi pubis, que en ese momento se ocultaba bajo mis boxers azul marino. Bajé mis gayumbos y mi polla quedó a la vista: estaba fláccida, y presentaba una mata de pelo rizado y negro. Agarré la punta de mi prepucio y pegué un pequeño tirón, sintiendo un leve relámpago de placer, que me llevó a agarrarla entera con la mano, y apretarla varias veces. Lo cierto es que últimamente estaba bastante cachondo fantaseando con la idea de llegar a tener sexo con alguna persona distinta a mi expareja. Tantos años de fidelidad con esta persona me llevaban a plantearme una nueva relación como una especie de perdida de virginidad. Y por fin estaba sólo, a mis anchas, y con una cama de matrimonio para hacer con ella lo que me diera la gana. Me empecé a poner cachondo… tanto que una gotita de precum apareció por la rajita de mi glande.

Decidí guardar la calentura para la cama, de modo que me di una agradable ducha, y cuando terminé me dirigí al dormitorio, tirándome totalmente desnudo sobre las sábanas blancas de la cama, que contrastaban con el color negro del vello de mi torso y piernas. Estaba tumbado boca arriba, con las piernas y brazos extendidos, y preguntándome qué coño iba a hacer para calmar el picor que cada vez invadía más mi entrepierna.

Como ya he referido antes, estaba un poco desentrenado en el arte del ligoteo, de modo que lo primero que se me ocurrió fue buscar en Internet un chat gay (no estaba muy puesto en el mundo de las apps de ligoteo), sin saber muy bien en que podría desembocar aquello.

Me bauticé a mí mismo como Julio35 en un alarde de originalidad, y me dispuse a buscar sin saber exactamente lo que quería encontrar. El caos sentimental que había vivido durante los últimos meses me hacía dudar sobre si necesitaba alguien con quien sencillamente hablar, o alguien que follase conmigo como si le fuese la vida en ello. De modo que plasmé mi indecisión en el mensaje que escribí en el chat, tan impreciso como escueto:

-        Algún tío de Granada?

Escribir esta tontería me costó mucho más de lo que hubiera imaginado, porque suponía el primer paso que daba a tener algo fuera de la vida en pareja que había conocido con mi ex novio. A pesar de que era algo que tenía totalmente decidido, y aunque fue él el que acabó con nuestra historia, no pude evitar la sensación de estar traicionándole, alejándome de él, o qué se yo. Estaba traspasando un punto de no retorno y sentía una mezcla de excitación, miedo y remordimiento.

Medio minuto después de enviar mi mensaje, me llegó la primera respuesta:

-        Edad? Act o pas? Yo 23, pas con sitio.

El sólo hecho de contactar con alguien ya hizo que se me empezase a poner la polla dura, pero no estaba seguro de si quería seguir un camino tan directo. De modo que ignoré a este chico, y volví a enviar mi mensaje, pero esta vez añadí al final de la frase una carita feliz conformada por dos puntos y un paréntesis, para ver si el siguiente que me hablara iba un poco menos a saco. Un poco después pude leer:

-        Hola, cómo estás?

Éste al menos parecía estar un poco más abierto a charlar un rato, así que comencé a conversar con él:

-        Julio: Hola! Estoy bien, y tú?

-        X: Bien también, pasando el rato. Eres de Granada?

-        Julio: Bueno, no soy de aquí, pero voy a estar viviendo una temporada, y tu?

-        X: Yo soy de aquí desde siempre. Que buscas por aquí?

Esa era una buena pregunta. No tenía ni puta idea de que iba buscando. Supongo que para empezar un poco de morbo para poder hacerme una buena paja.

-        Julio: Pues soy nuevo por aquí… supongo que charlar un rato y ver que va surgiendo. Por cierto, me llamo Julio.

-        X: Encantado Julio, yo soy Alberto!

-        Julio: Encantado! Me gusta mucho tu nombre J

-        Alberto: Gracias tío!

-        Julio: Y tú que buscas por aquí, si no es mucho preguntar?

-        Alberto: Lo mío es un poco complicado…

-        Julio: Te escucho, no tengo prisa.

Alberto me contó que tenía 33 años, y que llevaba 4 años casado con su chica, pero que además de la vida sexual que mantenía con ésta, tenía otras inquietudes que había mantenido ocultas desde siempre. Estaba buscando una persona que le proporcionase una discreción absoluta, ya que para él, su matrimonio era algo sagrado.

Tras contarle un poco sobre mi situación sentimental, empecé a sentir que tenía un difícil dilema: por un lado, no estaba seguro de querer meterme en medio de una pareja felizmente casada. Pero por otra parte, me daba un morbo especial acercarme a un tío que estaba tonteando por primera vez con otro, a espaldas de su esposa.

Como estaba convencido de que aquello no iba a llegar a ningún sitio, porque suponía que Alberto (si es que éste era su nombre) se iba a rajar a la hora de la verdad, decidí seguirle el rollo para que al menos me ayudase a hacerme una buena paja:

-        Julio: Pues nada tío, creo que podemos salir los dos ganando: yo te doy la discreción que necesites, y vamos al ritmo que te apetezca, y a cambio me llevo el morbo de ser el primer tío con el que tienes algo. ¿Qué te parece?

-        Alberto: Lo dices en serio, tio?? Jodeeeer…. Me estoy poniendo hasta nervioso… En serio, prométeme que esto va a quedar entre tú y yo

-        Julio: Con que nos enteremos tú y yo es más que suficiente, no crees?

-        Alberto: Gracias tío…. Dios, que caliente me he puesto… tu no?

-        Julio: Bastante, tío

Y era cierto, la situación, aunque me seguía pareciendo disparatada, me tenía bastante caliente. No sabría precisar en qué momento había empezado a acariciarme la polla, que estaba dura como una piedra y babeaba sin parar.

-        Julio: Bueno, creo que lo primero que deberíamos hacer es vernos… igual estamos haciendo castillos en el aire, y luego resulta que ni nos gustamos…

-        Alberto: Tienes razón… de hecho siento bastante curiosidad por saber cómo eres. Si quieres podemos intercambiar alguna foto, pero espero que entiendas que de momento prefiero que no me veas la cara.

-        Julio: Tranquilo, no te preocupes, ya te he dicho que los límites los pones tú. Por mi está bien.

-        Alberto: Voy a pasarte mi número de teléfono para que podamos intercambiar alguna foto. Tío… me la estoy jugando…. Es la primera vez que hago esto… de verdad que puedo confiar en ti?

-        Julio: Puedes estar muy tranquilo, Alberto. Lo único que me interesa es disfrutar contigo. Así que relájate, y marca el ritmo como quieras

Las múltiples comprobaciones y desconfianzas que mostraba no hacían sino ponerme más cachondo aún, ya que empezaba a pensar que igual este tío me estaba diciendo la verdad. Y vislumbrar la posibilidad de que ocurriese algo real sí que me estaba calentando de una forma insospechada. Llegado a este punto recordé que aún no le había visto, y que con la suerte que tengo, seguro que ni me molaba.

Terminamos intercambiando teléfonos, y acordamos enviar a la vez una foto de cuello para abajo tomada en ese mismo instante. De modo que me cubrí la polla sutilmente con una mano, y me saqué una foto en la que se veía mi abdomen y piernas cubiertas de pelo, estirado sobre las sábanas blancas. En el momento acordado nos enviamos mutuamente las fotos, y me preparé para ver por fin al tío que me estaba poniendo tan caliente. Abrí la foto con una mezcla de nerviosismo y curiosidad y me encontré con un cuerpo más definido que el mío, algo menos de vello, y con apariencia bastante masculina. Estaba tumbado en un sofá, y llevaba unos boxers de color azul marino con el filo blanco, por el que asomaba algo de vello rizado y negro. Me llamó la atención un tatuaje con forma de kanji japonés que llevaba en el antebrazo. Para que engañarnos, me puse malísimo cuando vi la foto. Ya no sabía si usar la mano para escribirle, o para sobarme la polla, porque había una fuerza instintiva que me obligaba a hacerlo sin parar.

-        Alberto: Qué tal, tío?

-        Julio: Bufff…

-        Alberto: Bufff que?

-        Julio: Que me he puesto como un toro, tío. Estás muy bueno…

-        Alberto: Yo me he puesto también muy malo, tío… me gustas bastante…

-        Julio: Que hacemos tío?

-        Alberto: No lo sé… creo que no he estado más caliente en mi vida…

-        Julio: Yo igual tío…

Lo que había empezado como un entretenimiento, se estaba convirtiendo en una situación que me estaba poniendo a mil. Tuve que dejar de sobarme el rabo por qué me di cuenta de que estaba sintiendo un cosquilleo que podía hacer que me corriese en cualquier momento. Sin saber muy bien cómo podía terminar aquello, y comenzando a pensar más con la polla que con la cabeza, decidí seguir adelante, preguntándole por qué zona vivía. Y si no me estaba engañando, estábamos bastante cerca.

-        Julio: Pues tú dirás, tío… te animas a algo? Yo no quiero presionarte, que ya conozco tu situación… pero por mi parte, podemos pasarlo bien si quieres…

-        Alberto: Ganas tengo, tío… y muchas…. El problema es que está mi mujer en casa, y a estas horas no tengo excusa para ir a ningún sitio

Aquello me cortó un poco el rollo. No estaba seguro de si era verdad lo que me había dicho, o directamente se estaba rajando después de haberme calentado la polla. Pero como le había dicho que le iba a dejar marcar el ritmo como él necesitase, me mostré comprensivo:

-        Julio: No te agobies. Si no puede ser hoy, pues otro día que puedas y te sientas preparado J

-        Alberto: No te enfadas, no?

-        Julio: En absoluto, tío! Ya te he dicho que tú marcas los tiempos. Lo importante es que disfrutemos de la situación desde la tranquilidad. Nada de agobios ni prisas.

-        Alberto: Muchas gracias, tío… me alivia escuchar eso… porque realmente me estás gustando, y me gustaría que fueses el primero…

-        Julio: A mí me pondría muy caliente serlo, para que nos vamos a engañar XDD

-        Alberto: jajajaja

-        Julio: A ver qué hago ahora con el calentón que me ha quedado

-        Alberto: Yo estoy igual

-        Julio: Tu puedes irte a la cama y follar con tu chica, cabrón XD

-        Alberto: Si lo hiciese, estaría pensando en ti… me tienes a tope, tío…

-        Julio: Tu chica está ya en la cama?

-        Alberto: Sí, hace rato que fue a dormir, porque ella se levanta más temprano

-        Julio: Se me ocurre algo, tío… si quieres…

-        Alberto: Dime…

-        Julio: Nos hacemos una paja por videollamada?

En ese momento el corazón me estaba latiendo a mil, y sentía una necesidad inmensa de comenzar a pajearme la polla con furia para correrme de una vez. Y estaba deseando que Alberto me dijese que quería compartir ese momento conmigo. Sin embargo, pasaba el tiempo y Alberto no contestaba. Como me comenzaba a parecer extraño, le pregunté si ocurría algo, y descubrí que me había bloqueado. Tras el acceso de rabia que sentí, barajé dos posibilidades: o era un calientapollas que se había reído de mí, o Alberto se había rajado debido a su situación personal y a la desconfianza.

De cualquier modo, era ya tarde, y decidí rematar la faena como pude. Abrí la foto que me había enviado, y me imaginé cómo sería hacerlo con un hombre así, mientras comenzaba a masturbarme con ansia. Unos instantes después me corrí en un intenso orgasmo, fruto de toda la tensión sexual que había acumulado hablando con Alberto. Varios chorros de leche cayeron en mi abdomen, mi pecho, y alguno en mi cara. Mi polla palpitaba sin descanso mientras acababa, y finalmente exhalé un último gemido y me quedé tirado en la cama, extenuado. Ni si quiera me limpié el semen, y poco a poco me fui quedando dormido.

Continuará…

Muchas gracias por leer el relato! :)

Llevo mucho tiempo leyendo esta página, y queriendo contar alguna historia. Por fin me he animado a hacerlo.

La historia comienza tranquila, pero prometo que irá subiendo de intensidad, tened paciencia.

Espero vuestros comentarios, sugerencias, inquietudes o cualquier otra cosa, bien por aquí, o bien en el correo.

Saludos! :)