Mi vecino, el del garaje

Fuí dominada por un motorista desconocido, que me hizo gozar plenamente.

Hola me llamo Cecilia tengo 35 años, estoy casada con mi novio de toda la vida y tengo dos niños. Soy morena, mido 1,70 peso unos 60 Kg. y soy una mujer normal ni fea ni guapa, ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. Mi vida es normal y mis relaciones sexuales demasiado normales: cuatro o cinco polvos al mes (siempre con mi marido al que nunca he sido infiel, y el único hombre con el que he estado) y mi paja diaria cuando me ducho todas las mañanas. Trabajo en una oficina. Hace menos de un mes que alquilé una plaza de garaje para mi coche nuevo y desde aquel día mi vida ha cambiado.

La primera mañana que baje al garaje para irme a trabajar me crucé, mientras bajaba por la rampa y me dirigía al coche, con un motorista que salía del fondo del garaje. Iba muy despacio, con una cazadora de cuero negro y un casco también negro. Solamente se le veían los ojos. Al principio pensé que ni se había fijado en mí, cosa que es normal puesto que no voy llamando la atención con escotes pronunciados o minifaldas escandalosas, pero a medida que se iba acercando a mí notaba como su mirada me iba desnudando, me estaba dando vergüenza tal y como si estuviese absolutamente desnuda. Al llegar a mi altura paró la moto y sin ninguna delicadeza me miro de arriba y abajo, de abajo a arriba. Me desnudó con la mirada, me sobó, me lamió, me folló. No pude por menos que bajar la mirada, era una sensación extraña, nunca en mi vida nadie me había mirado de esa forma. Cuando tuvo bastante, sin una sonrisa, sin un saludo, arrancó la moto y desapareció dejándome muy caliente, tan caliente que mis bragas estaban empapadas y tuve que masturbarme en el coche antes de salir para el trabajo.

Durante todo el día estuve pensando en él, en esa mirada, en esos ojos. No podía dejar de pensar como me había desnudado sin ningún pudor y no podía dejar de pensar en lo que me gustaría que me follase, de hacerle cosas que a mi marido nunca me he atrevido a hacer; de que me hiciera cosas que a mi marido nunca se le ha ocurrido hacerme. Mis bragas volvían a estar mojadas y tuve que ir al baño para satisfacerme. Pero cuanto más me masturbaba más caliente estaba. Estaba deseando acabar de trabajar para ir al garaje y volver a encontrar a aquel desconocido motorista. Mi decepción fue grande cuando llegué la moto no estaba. Empecé a imaginar que nunca más le iba a ver, incluso que todo había sido un sueño. Que mis ganas de sexo me hacían ver alucinaciones y que debería contentarme con mis masturbaciones y con los polvos sosos y repetitivos que mi marido me echaba.

A la mañana siguiente no me masturbé en la ducha como era mi costumbre, pensé en dejar mis ganas por si veía al motorista, me estaba imaginando un polvo salvaje encima del coche con aquel hombre dándome placer sin descanso. Cuando salí de casa ya llevaba las bragas húmedas y mi deseo iba en aumento. Mi esperanza era ver al motorista y dejar que mi cuerpo se estremeciera en una masturbación dentro del coche. Cuando baje la rampa y le vi al fondo del garaje mi respiración se aceleró mis ganas de sexo eran realmente poderosas y notaba como mis bragas se iban mojando cada vez más. Anduve despacio hasta mi coche como si no hubiese visto nada, él arrancó la moto y muy despacio, observándome como si fuese una mercancía se fue acercando. Notaba como sus ojos penetraban mi ropa, sentía miles de manos tocarme, miles de labios besándome, miles de lenguas lamiéndome, miles de pollas haciendo de mí la mujer más feliz del mundo. Pasó muy despacio a mi lado y al igual que el primer día cuando llegó a mi lado se paró y me observó. Primero me miro a los ojos, no pude aguantar su mirada y baje la mía a la vez que murmuraba: "hola". Él no contestó y siguió mirándome, primero las tetas luego fue bajando y cuando miraba mi coño yo estaba a punto de llegar al orgasmo. Subió de nuevo la vista me miro otra vez a los ojos y pude ver una ligerísima sonrisa, pero ni una palabra. Arrancó y salió del garaje a toda velocidad. Yo no podía más tenia las bragas empapadas, deseaba ser follada por aquel hombre. Más que follada lo que deseaba era ser violada, humillada, que hiciera de mí todo lo que él quisiera; me consideraba su esclava. Estos pensamientos me arrancaron un poderoso orgasmo. Cuando llegué a la oficina el calentón no se me había pasado y tuve que masturbarme nada más llegar, y otra vez más a media mañana. Cada vez que pensaba en él me mojaba como una adolescente. Me pasé la mañana en el baño metiéndome el dedo acariciando mi clítoris e imaginando a aquel hombre dentro de mí, follándome como si fuese una perra en celo.

En este plan estuvimos toda la semana, él salía del fondo del garaje se acercaba despacio, se paraba, me miraba y se iba. Ni una palabra ni un gesto. Y yo terminaba en el coche masturbándome como una loca, y luego en la oficina. Debo reconocer que durante esos días cuidé mucho mi vestimenta, me ponía lo más guapa posible para mi motorista. El fin de semana fue horrible no hacía más que pensar en él y estaba deseando que llegara el lunes. Pero cuando llegó mi decepción fue tremenda: ni el lunes, ni el martes ni ningún día de esa semana le ví ni a él ni a la moto. Fue una semana horrorosa. ¡Para algo distinto que pasa en mi vida y sólo dura una semana! Se me quitaron las ganas de masturbarme, casi no comía y estaba tensa y de mal humor todo el día, para colmo me vino la regla. La peor semana de mi vida.

Al lunes siguiente y sin ninguna esperanza me fui a trabajar. Bajé al garaje y allí estaba al fondo observándome, me entraron ganas de reír de saludarle de besarle. Pero esta vez fue distinto, no arrancó ni avanzó hacía mi. Dejó que me montara en el coche y que me fuese. Menuda decepción me llevé. Pero en el primer semáforo en el que paré, noté otra vez esa mirada, efectivamente a mi izquierda mirando mis piernas y mis tetas se encontraba mi motorista. Mis bragas inmediatamente notaron mi calentón y comenzaron a mojarse, al abrirse el disco él arrancó y le perdí. Mientras me dirigía al trabajo me tuve que masturbar, no aguantaba aquella excitación. Cuando estuve en la oficina lo primero que hice fue cambiarme de bragas, pues llevaba ya siempre unas secas. Pero no duró mucho, como el hombre no se iba de mi cabeza tampoco se iba la excitación.

La mañana del martes fue la mañana más extraña de mi vida. Ese día me había vestido para él, me puse mi falda corta una blusa blanca semi transparente y me maquille para mi hombre. Cuando le vi al final del garaje empecé a excitarme. Arrancó se puso a mi lado y por primera vez me habló.

"Que sea la última vez que te pones bragas" dijo en tono autoritario. "ahora quitatelas y dámelas" yo le mire incrédula sin saber que hacer pero él me miro y me grito: "¿a que estas esperando?". No le contesté nada e hice lo que me ordenó, me quité el tanga blanco que llevaba y se lo dí, él lo olio y se lo guardó en el bolsillo, arrancó la moto y se fue. Yo me sentía humillada pero con un calentón que no se me pasó masturbándome en el coche, ni siquiera en el camino al trabajo donde tuve otro orgasmo y otros tres más a lo largo de la mañana. Ni se me ocurrió sacar el tanga que llevaba en el bolso y ponérmelo. Mi amo me había prohibido ponerme bragas y no iba a desobedecer.

A la mañana siguiente se volvió a acercar a mi y me volvió a hablar: "quiero ver tu coño". Sin levantar la vista me subí un poco la falda para que pudiera comprobar que no llevaba nada debajo. "quiero verte el coño" gritó. Me subí más la falda y le enseñé mi coñito que ya estaba todo húmedo. "depílate" arrancó y se fue. No esperé ni a subirme al coche, allí como estaba me metí dos dedos y tuve un orgasmo maravilloso. Esa misma tarde me depilé totalmente. Mientras lo hacía me masturbe otra vez.

Al día siguiente y ya húmedo desde casa esperé encontrarme con él. Se acercó como hacía ahora todos los días. "déjame ver" me ordenó. Me levanté la falda y allí estaba mi coño depilado muy mojado, tremendamente mojado. Se quito el guante de la mano derecha y sin más miramientos me metió dos dedos. No pude dejar de dar un gritito de placer, sacó los dedos todos empapados los olio y los secó en mi cara. "¿A que estás esperando?" Yo no me había dado cuenta pero tenia la polla tiesa fuera de los pantalones, no sabía que hacer. Entonces me agarró violentamente la cabeza y antes de que me diera cuenta tenía su polla en la boca la lamí lo mejor que pude. "que poca practica tienes zorra" me dijo mientras se corría dentro de mi boca. "trágalo" me ordenó y yo obedecí "límpiala" y con la lengua le fui lavando todo el semen que aun le quedaba y tragándolo según iba limpiando. Mientras le limpiaba mis dedos buscaron mi coño y comencé a masturbarme, a lo cual él reaccionó dándome una fuerte bofetada y diciendo "prohibido masturbarse, tendrás placer cuando yo lo diga". Arrancó y se fue. Allí me quede con la falda levantada, mi coño empapado al aire, la boca con gusto a semen y muy muy caliente. Monté en el coche y me fui a trabajar. La excitación que tenía iba en aumento pero había prometido a mi amo no masturbarme, no darme placer hasta que él me lo autorizara.

De esta manera pasamos una semana, yo llegaba al garaje me levantaba la falda y cuando él se dignaba acercarse le comía la polla hasta que se corría en mi boca o en mi cara o en mis tetas o donde le apetecía, pero a mi ni un mimo ni una palabra, mi coño iba a reventar llevaba demasiado tiempo sin un orgasmo. Un día me prohibió sentarme encima de la falda, solamente tenia permitido sentarme directamente en el culo, con lo cual cuando iba en el coche dejaba mi coño casi al aire lo que me producía una excitación de la que no me podía desahogar. También me prohibió tener relaciones con mi marido lo cual no era muy difícil.

Una mañana cuando fui a comerla la polla me dijo "parece que a eso ya has aprendido algo" y diciendo esto me dio la vuelta me separó la piernas y me la metió de un tirón, la metió y la sacó un par de veces yo estaba loca, pero antes de que pudiera correrme la sacó y sin darme tiempo a respirar me la metió toda entera por el culo. El dolor fue insoportable pues yo era virgen por el culo, pero de mi coño no dejaban de salir fluidos, parecía una fuente. El dolor que me estaba produciendo era insoportable pero se iba haciendo placentero, cuando vio que podía llegar al orgasmo me la saco tan bruscamente como la había metido y me ordeno que se la chupara de rodillas lo cual hice con gran placer, aquel día tuve que subir a casa a cambiarme de camisa pues se corrió encima mío y me puso perdida. Con este acto me gane un par de bofetadas al día siguiente "si me corro encima es para que lo lleves todo el día, maldita zorra, no sabes nada" aquella mañana llegue con la blusa toda sucia al trabajo.

Toda esa semana hacia lo mismo primero me la metía un par de veces en mi súper húmedo coño, me la sacaba y me la empotraba en el culo, para terminar descargando en mi boca. Pero no me dejaba llegar al orgasmo, cada vez que oía mi respiración entrecortada me daba una bofetada "tienes prohibido correrte zorra" y me daba otra vez.

El lunes de la siguiente semana fue memorable. Le esperé como cada mañana con la falda levantada, él se acercó despacio y me ordenó comerle aquella polla que yo tanto necesitaba. Al poco rato me agarró violentamente del pelo me levantó me tumbo en el capó del coche y me la metió por el culo a la vez que dos de sus dedos me los metía en el coño, necesitaba correrme, pero aún no me había dado su permiso. Por un lado temía hacerlo pero lo necesitaba tanto que estaba dispuesta a correr el riesgo cuando me grito "correte zorra, ahora" fue fantástico. Movió sus dedos y su polla dentro de mí y tuve un orgasmo largo y delicioso. Después de este primero me vino otro inmediatamente después. Me la saco me ordenó chupársela y cuando estaba en ello me levantó en vilo y me la metió hasta los huevos que me golpeaban. Tuve otros dos orgasmos seguidos antes de que el terminara y cuando lo hizo sentí el mayor de ellos, el mayor orgasmo de mi vida, no paraba era delicioso.

Cuando me quise dar cuenta la moto había arrancado y mi amante se había ido y allí estaba yo desnuda chorreando fluidos. Decidí llamar al trabajo y alegar que estaba enferma y quedarme en la cama todo el día recuperándome, pensando en la mañana siguiente.

Y por fin llegó el martes, allí estaba yo otra vez con mi falda levantada esperando que su inmensa polla me penetrara. Se acercó me miró, se bajó de la moto y me follo como a una perra. Primero por detrás, luego por delante para terminar en mi boca, mis orgasmos fueron innumerables. Se subió a la moto y me dijo tajantemente "hasta nueva orden tienes prohibido correrte, llevar bragas y sentarte encima la falda", arrancó y se marchó

Llevo casi un mes sin verle, cada vez que entro en el garaje me levanto la falda esperando que aparezca en cualquier momento, pero no lo hace.