Mi vecino, el del garaje (02)

Mi motorista, mi amo, vuelve para darme un inmenso placer...

Mi vecino, el del garaje 01

Hola de nuevo soy Cecilia otra vez. La última vez que supisteis de mí, me había quedado sin mi motorista. Todas las mañanas acudía al garaje con la esperanza de verle, todas las mañanas me levantaba la falda y esperaba en vano que viniera a ordenarme lo que se le antojara. Todas las mañanas me quedaba con ganas de masturbarme pensando en él pues me lo tenía prohibido. Y todas las mañanas y tardes y noches iba sin ropa interior y me sentaba directamente sobre el culo. A mi marido evidentemente no le hacía ni caso y él por otra parte tan feliz.

Una mañana, después de volver de desayunar y sintiendo la fría silla en mi culo, recibí una llamada por una línea interna. "Abre las piernas, enséñame tu coño" me ordenaba la voz, era mi motorista. Sin pensarlo abrí las piernas y baje la cabeza como me había enseñado. "Veo que no has perdido las buenas costumbres". Yo estaba empapada, deseaba con todas mis fuerzas que me follara allí mismo, en cambio me ordeno tajantemente. "Mastúrbate, ¡AHORA!". Sin mirar siquiera si alguien me miraba comencé a tocarme, al principio muy despacio, saboreando el instante. Imaginándole a él en algún lugar de la oficina mirándome. Viendo como le obedecía. "Eres una zorra. Metete los dedos, follate y deja de tontear". Hice lo que me ordeno me metí dos dedos y comencé a follarme. "Más deprisa". Estaba al borde del orgasmo cuando me gritó "PARA". Como un resorte me saque los dedos y oí como cortaban la comunicación. Miré para todos los lados pero por fortuna no parecía que nadie hubiese asistido a aquel espectáculo.

Durante toda la jornada estuve muy excitada, mi silla parecía una piscina y no podía concentrarme en el trabajo. Alegando una enfermedad que ni recuerdo me fui a casa. En el coche recibí un sms. "Mañana en el garaje. Prepárate". Comencé a mojarme, abrí bien las piernas imaginando a mi desconocido penetrándome salvajemente, y pasé el resto del día como una leona enjaulada.

Por fin llegó la hora de levantarse, se fue toda mi familia y me puse lo que sabía que más le gustaba. Una falda de cuero negro, una blusa blanca y una chaqueta también negra. Medias con liguero y zapatos negros. Realmente estaba guapísima.

Cuando llegué al coche me levante la falda, incliné la cabeza y esperé. La moto no estaba. Lloraba decepcionada. De pronto a mi espalda una orden clara. "Sígueme". No pregunté nada, no le mire. Aunque llevaba una mascara con la que me hubiese sido imposible reconocerle. Simplemente me senté en el coche con las piernas bien abiertas y sentada directamente en mi culo e incliné la cabeza. Mi amo había vuelto.

En el trayecto no me dirigió la palabra, me pellizcaba los mulos, me metía un dedo en mi inundada rajita y se limpiaba en mi cara. Me daba cachetes en el coño y yo estaba a punto de reventar. Me lo manoseaba pellizcándolo. Necesitaba un orgasmo, necesitaba que me follara que me destrozara que me hiciera aullar de placer. Él simplemente al ver que estaba a punto apartó su mano y me dio una fuerte colleja.

Más o menos a la hora de salir llegamos a un chalé bastante apartado de toda civilización. Nada más salir del coche me ató las manos a la espalda y me llevó como si fuera una mercancía. Entramos en un salón muy grande y con mucha luz. Me dejó de pie, con las piernas bien abiertas, la cabeza gacha y maniatada y se fue. Estuve así cálculo que más de dos horas. La cabeza empezaba a darme vueltas y necesitaba descansar. Pero ni un músculo moví en todo ese tiempo.

Al fin le oí llegar por detrás de mí y noté un salvaje cachete en mi culo que me hizo perder el equilibrio aunque conseguí no caerme. "Veo que sigues aquí". Comencé a excitarme, mi respiración se aceleró. "Eres una zorra cachonda, ya estás caliente". Me metió dos dedos en el coño y los sacó empapados. "Lámelos" lo hice con placer como si le estuviera comiendo la polla. "Saben a zorra salida. DE RODILLAS". Le obedecí y recibí mi recompensa, inmediatamente me metió la polla en la boca y sujetando mi cabeza por detrás con sus dos manos me folló. Yo no podía respirar, sentía arcadas, pero él cada vez bombeaba con más fuerza. Cuando por fin se corrió y le limpie con la lengua, caí al suelo medio muerta, casi sin respiración. Me levantó como un fardo agarrándome de la cuerda que ataba mis muñecas. "Vamos puta, esto no ha hecho más que empezar".

Me llevó a la cocina donde mientras yo le esperaba en el salón había preparado una suculenta comida. "Desnúdate, y tumbate en la mesa". Me desató las manos y le obedecí. La mesa de madera estaba fría. Me tumbé con las piernas bien abiertas y los brazos por encima de mi cabeza, inmediatamente me ató los tobillos y las muñecas a las patas de la mesa y comenzó a servir la comida encima de mi cuerpo. Todo aquel espectáculo me estaba poniendo a cien necesitaba urgentemente tener un orgasmo. Necesitaba que mi amo me follase, pero él se limitaba a ir sirviendo el alimento que había preparado. Por suerte para mi cuerpo toda la comida estaba fría. Se sentó en una silla alta y comenzó a comer mientras me magreaba las tetas me las pellizcaba, estiraba de mis pezones como si fueran de goma y me daba cachetes en la cara. Casi todos los alimentos que consumía primero los introducía en mi coño, que a esas alturas parecía un lago, los dejaba un buen rato, los sacaba con los dedos y los comía. "Todo esto sabe a zorra salida, ¿te gustaría correrte verdad? Vamos a ver" cogió un enorme pepino y me folló con él. Yo me movía poseída por un gran placer mientras mi amo seguía comiendo, en muy poco tiempo noté que mi orgasmo estaba llegando, intenté disimular por sí se arrepentía, pero enseguida notó que me iba a correr y comenzó a bombear el pepino con una fuerza que en algunos momentos me hacía daño. El orgasmo fue enorme, no terminaba nunca, mi coño dejó salir líquido suficiente para una buena comida, y mi motorista lo aprovechó. "Se ha llenado el cuenco de salsa" mientras decía esto seguía dejando la comida un rato en mi inundado coño y luego la comía, pero ahora no sacaba la comida con los dedos, lo hacía directamente con la boca, lo que provocó un segundo orgasmo casi mejor que el primero.

Cuando terminó de comer recogió la "mesa" y dijo "es la hora del postre" y dejó caer sobre mis tetas, vientre y pubis chocolate caliente. Cuando note el contacto del líquido sobre mi cuerpo otro orgasmo me llegó. "Está igual de caliente que tú, eres una zorra" y dicho esto me desató de manos y pies y puso mi coño en el borde de la mesa. Y me folló, primero por delante con fuerza como si quisiera destrozarme, y lo hizo, los orgasmos me llegaban uno detrás de otro casi seguidos. Al rato me dio la vuelta y me la metió por el culo mientras derramaba más chocolate caliente por mi espalda. Estaba gozando como nunca en mi vida. Al poco tiempo me volvió a dar la vuelta y me ordeno que me arrodillara para que le comiera la polla y terminó dentro de mi boca. El sabor a chocolate y a semen hicieron que me corriera una vez más.

Después de unos momentos de descanso, me puso un collar de perro y como a su perra me paseo por toda la casa, que era enorme. Mientras paseábamos se detenía y me magreaba, me metía los dedos en el culo, me agarraba el clítoris y me lo sobaba sin ningún miramiento. Con su permiso yo iba de orgasmo en orgasmo. Me daba cachetes en el culo, me tiraba del pelo, y en un pasillo enorme me puso contra la pared con las piernas muy levantadas y me follo mientras me insultaba, me pellizcaba los pezones me los mordía. Fue un polvo muy rapido pero tuvimos un orgasmo largo y profundo. Yo me sentía mareada y feliz, dolorida e inmensamente relajada. Después me sacó al jardín y allí estuvimos, él sentado en una silla y yo a sus pies dormitando. Feliz.

Me despertó un gran chorro de agua fría que salía de una manguera del jardín. "Vamos zorra es hora de limpiarse". Mi amo estaba recién duchado y yo tiritaba de frío pues el sol ya se había escondido y comenzaba a hacer fresco. Después de la ducha me vestí y nos volvimos. El viaje de vuelta fue como el de ida, no me dirigió la palabra más que una vez para ordenarme. "Estoy cachondo, vamos puta, cómeme la polla". Y mientras conducía le fui lamiendo hasta que un chorro de semen caliente me inundó de nuevo la boca. Mi orgasmo llegó casi al mismo tiempo que el suyo. Llegamos ya entrada la noche, me dejó en el garaje y desapareció. El mejor día de mi vida.

A la mañana siguiente no apareció y temí que se hubiese ido otra vez. Pero nada más llegar al trabajo recibí una llamada interna, mi coño notó enseguida que era él antes de descolgar. "Abre tu cajón derecho". Había un paquete, lo abrí y era un artilugio que yo no había visto en mi vida. Era un cordón con un montón de bolas de llamativos colores. "¿Sabes que es eso?" "No mi amo" le contesté con un hilo de voz avergonzada de mi ignorancia. "Es una tira de bolas chinas y quiero que te las metas todas en tu coño. YA". Sin rechistar fui metiendo cada una de las cinco bolas en mi rajita hasta que no quedó más que un trocito de cordón con una arandela para tirar. "Quiero que las lleves en la oficina SIEMPRE, y recuerda NO te permito correrte" y colgó.

Las bolas me producían un inmenso placer cada vez que me movía, y el orgasmo estaba muy cerca aunque luchaba con todas mis fuerzas por no tenerlo. Mi amo no me lo permitía. Desde su posición no sé si me vería luchar contra el orgasmo que tenía en puertas pero una nueva llamada me confirmó que me estaba viendo sufrir. "Abre bien las piernas quiero ver tu coño, y vete sacando las bolas lentamente, cuando las tengas fuera te las vuelves a meter". Mi mente luchaba contra mi cuerpo para no correrme y como si de una orden interna se tratase comprendí que mis orgasmos le pertenecían al igual que todo mi cuerpo y en ese mismo momento deje de tener ganas de correrme. "Sólo cuando tu amo te lo mande" me decía mi cerebro. Me tuvo toda la mañana sacándome y metiéndome las bolas con un placer indescriptible pero sin llegar nunca a tener necesidad de llegar al orgasmo. Mi amo me tenía, ahora sí, sometida totalmente.