Mi vecino capítulo 20
Coral nos cuenta cómo vivió ella la cometición desde dentro, y lo que sucedió después...
Capítulo 20
Vero y yo estábamos a merced de mi vecino Rafa. Habíamos acudido a su habitación en busca de sexo. Podríamos decir que lo hacíamos coaccionadas por él. Por lo menos en mi caso, así lo era. Rafa me chantajeaba y amenazaba con enseñarle a mi padre multitud de fotos comprometidas de Vero y yo follando como locas. Vero de esto no sabía nada, ella pensaba que Rafa y yo éramos novios. La cosa no tendría mayor importancia si el cerdo de mi vecino, no hubiera aprovechado la coyuntura para presentarse delante de las dos y beneficiarse también a mi prima. El muy cerdo no perdía ocasión y se nos había tirado en la playa. Vero pensó que había sido idea mía, para ayudarla a que perdiera la virginidad y no era ocasión para sacarla de su error… pero la verdad, como sabéis, era bien distinta. Podríamos explicarlo así, mas no sería del todo cierto. La verdad es que no sabría explicar muy bien por qué nos habíamos presentado mi prima y yo delante de mi vecino con la sana intención de follar. No había sido él el que había concertado esta cita. Como no había sido él el que planeara la encerrona en la playa. Y ya puestos, tampoco había sido él el que nos había incitado a follar entre nosotras aprovechando la ausencia de nuestros padres.
El caso es que habíamos concertado una cita con Rafa para follar. Y allí estábamos las dos, disfrutando como auténticas zorras del placer que él nos proporcionaba. Fiel a su costumbre, Rafa había tomado el control de la jodienda y nos dirigía con mano experta y segura. Había ideado un diabólico juego en el que la que primero se corriera, perdería y no podría disfrutar de su maravillosa polla. Siguiendo sus instrucciones, nos habíamos desnudado delante de él y de su sempiterna cámara de video. Aquello ya nos calentó bastante y apenas era el principio. Después empezó a masturbarnos con sus manos, lo que nos volvió locas. Cuando se cansó de usar sus manos, nos presentó un par de sus juguetes. Un par de consoladores con los que nos estaba machacando. Era todo un experto, sabía cómo manejarnos. Y lo hacía tan bien, que sencillamente, ya no podíamos dejar de obedecerle. Estábamos al borde del clímax, ninguna de las dos queríamos que la otra nos derrotara y perder la oportunidad de disfrutar de la maravillosa polla de mi vecino. El desenlace del ladino juego de mi vecino estaba próximo. Y entonces todo cambió.
Sin previo aviso nos encontramos con su enorme verga justo en medio de las dos. La tenía bien tiesa, como nunca se la había visto, hasta me parecía más grande y bastante más oscura. Estaba claro lo que teníamos que hacer, comernos la suculenta polla que teníamos ante nosotras. Vero tuvo la misma idea, y ambas nos lanzamos a un tiempo sobre la salchicha de mi vecino. Vero se me adelantó y tomó posesión de su capullo, pero yo no me eché atrás y me puse a comerle las pelotas. Nuestro fulgurante ataque tuvo éxito, conseguimos arrancarle un sentido gemido a nuestro oponente. Sin embargo, la posición en la estábamos no era la mejor, así que me di la vuelta para poder maniobrar mejor. El cambio de postura me permitía mayor libertad y mejor acceso al suculento bálano. Había conseguido una significativa ventaja, Vero no tardó en darse cuenta y corrigió su postura poniéndose a cuatro patas como había hecho yo. A pesar de nuestra, en principio, impetuosa iniciativa, conseguimos coordinarnos bastante bien. Después de todo, él era nuestro verdadero rival, él era quién estaba jugando con nosotras, en definitiva era él a quién debíamos complacer. Así que dominando nuestro inicial impulso, empezamos a comerle el rabo de un modo sistemático y, sobre todo, calmado. Lo primero que se nos ocurrió, fue recorrerle todo su ariete de cabo a rabo con la punta de nuestras lenguas. Cada una por su lado nos dedicamos a ensalivarle bien, sin olvidarnos de sus pelotas. Después, cuando una se dedicaba a comerle bien los huevos, la otra se entretenía con su capullo. A veces le dábamos piquitos suaves pero siempre estimulantes; otras, en cambio le succionábamos con ganas como si así pudiéramos sacarle antes su leche. Y por si esto fuera poco, nuestras lenguas no paraban de moverse de acá para allá ya fuera lamiéndole con toda la lengua o rozándole insistentemente con la puntita. Por si semejante variedad no fuese lo suficiente estimulante de por sí, no parábamos de intercambiar nuestras posiciones. Cada una teníamos nuestras particularidades a la hora de comernos una polla y estábamos aprendiendo a potenciar nuestros puntos fuertes al tiempo que sacábamos nuevas ideas al vernos actuar la una a la otra. Le estábamos dando una de las mejores mamadas de la historia, se la estábamos poniendo más dura que el acero inoxidable y en vez de darnos las gracias por ello, el muy cabrón se retiró de nosotras como de la peste. Coño que a mi prima por poco le estampo los morros y le meto la lengua hasta la campanilla de lo rápido que lo hizo.
Una vez más se repetía la historia, Rafa seguía jugando con nosotras y nos volvía a recordar quién era el que mandaba. Nos preguntó que dónde andaban las pollitas que nos había prestado, que parecían un poco abandonadas fuera de nuestros coñitos. ¡Nos habíamos olvidado de ellas por completo! Yo al menos, y tras mirar a Vero de reojo creo que a ella le había pasado lo mismo. Y es que donde se ponga una polla de verdad que se quiten todas las artificiales. Por un momento me temí lo peor, que eso le sirviese de excusa para algún castigo retorcido de los suyos. Otra cosa no, pero ideas retorcidas y degeneradas para follar… cada dos por tres. Mi vecino era un genio a la hora de inventarse nuevos modos de excitar, dominar y, por qué negarlo, complacer a una mujer. Complacer sí, pero antes te las hacía pasar putas, nunca mejor dicho, antes de darte gusto.
Esta vez sin embargo, se limitó a continuar con nuestro anterior juego de follarnos con los consoladores. Sólo que para no perder la costumbre, introdujo una nueva variante. A partir de aquel momento, sería él el que manejaría aquellos cacharros de plástico. Lo que en un principio pudiera no suponer un gran cambio, en la práctica resultó ser un cambio significativo. Acababa de desposeernos de cualquier iniciativa que pudiéramos tener. Se había convertido en el director absoluto de la jodienda, nuestros cuerpos estaban ahora bajo su control absoluto. Y como no podía ser de otro modo, lo primero que hizo fue aprovechar nuestra calentura para torturarnos a placer. Paseó la puntita de aquellos penes artificiales por nuestra entrepierna, sin ejercer apenas fuerza. Entonces caí en la cuenta. Por un instante, sin habérnoslo propuesto, habíamos conseguido tomar el mando de la situación. Cuando le estábamos comiendo la polla, ahora me daba cuenta de ello, habíamos sido nosotras las que dirigíamos el cotarro. Pero estábamos tan obcecadas por mamársela, que no nos habíamos dado cuenta de ello. Y con aquel repentino y fugaz momento de lucidez, me llegó de golpe toda la calentura que por unos minutos había tenido olvidada. Y es que mientras le comía el rabo a mi vecino, había logrado olvidarme de lo tremendamente excitada que estaba. Había estado a puntito de alcanzar el orgasmo, la aparición de la polla de Rafa había logrado que me olvidara de aquello. Ahora me venía todo de golpe y con intereses.
Las levísimas caricias despertaron en nosotras toda la lujuria temporalmente olvidada. Vero y yo gemimos a la vez presas una vez más de la intensa pasión que Rafa despertaba en nosotras. Pero como bien sabía yo, Rafa no cambió de planes. Entonces recordé el propósito de aquel juego, la que ganara, sería la primera que follaría con él. No estaba dispuesta a cederle mi puesto a mi prima. Rafa era mío y no estaba dispuesta a cedérselo. No sé cómo, pero me preparé para resistir. Sabía lo que se avecinaba, una nueva sesión de caricias frustrantes. Tenues roces que nos irían dando placer y excitando pero sin permitirnos alcanzar el orgasmo. No ahora, no tan rápido. Rafa nos pondría a fuego lento, le gustaba vernos derritiéndonos en nuestro propio deseo. Despacio, sin prisas nos iba sacando de nuestras casillas. Por un lado me venía bien, no perdía, pero por otro… no dejaba de fastidiarme. La necesidad de correrme era cada vez más intensa, lo deseaba. Sí deseaba acabar con todo y alcanzar el orgasmo de una puñetera vez. Pero tampoco quería perder ante mi prima. Que Vero me derrotase no entraba en mis planes. No era sólo la honrilla de ganar, no era hecho de quedar detrás de ella, era el premio. Vencer implicaba quedarse con Rafa, disfrutar de él, de su polla… Debía dejar de pensar en ello. Si no, no aguantaría.
El único consuelo, era saber que Vero lo estaba pasando tan mal como yo. No era difícil saberlo. Se contorsionaba y gemía como una zorra. Ya sé que ella era mucho más desinhibida que yo, pero es que lo suyo era ya escandaloso. No paraba de mostrarse y ofrecerse como una perra en celo. Y sus jadeos y gemidos habían dejado de ser sugerentes, eran claras invitaciones al pecado más lascivo y obsceno que una se pudiera imaginar. La única ventaja de la que disponía era la de conocer a Rafa y saber lo que se proponía. Por azares del destino, era yo la que tenía más experiencia en estos asuntos y sabía lo que nos esperaba. Había adivinado las intenciones de mi vecino. Quería humillarnos, doblegar nuestra voluntad y derrotarnos, quería demostrar su superioridad sobre nosotras, en definitiva, quería que le suplicáramos, que rogásemos por que nos follara. Pues bien, no estaba dispuesta a hacerlo, por más que lo intentara. Así se lo hice saber con la mirada más resuelta que le pude dirigir. No sé si le llegó mi mensaje, fuese como fuese, el caso es que lo conseguí. Fue Vero la que claudicó primero y comenzó a suplicarle como si la vida le fuera en ello. Se la notaba completamente desesperada, sin embargo aquello no fue suficiente, Rafa deseaba algo más. Quería humillarnos a las dos.
- ¿Queréis que os folle con estas cosas?
- Sí… sííí… No puedo más… (Dijo Verónica a pleno pulmón, exasperada y sin más esperanza que la humillante súplica.)
Pero claro, Rafa deseaba obtener de mí una respuesta parecida. Con el ánimo henchido de orgullo tras haber obtenido lo que quería de mi prima, me miró a mí buscando una respuesta similar. Sabía lo que quería y sabía también que si no se lo daba, no dejaría de atormentarnos hasta conseguir salirse con la suya. De modo que para no perder más tiempo, le di lo que quería. Después de todo lo más que hubiera conseguido hubiera sido postergar un poco más mi derrota.
- Sí… por favor. Las necesitamos dentro…
Contesté lo más calmada que pude a pesar de la tremenda calentura que me dominaba. Quería demostrarle que si cedía era para no perjudicar más a mi prima. No sé si conseguí que me entendiera, el caso es que se dio por satisfecho y pasó a la siguiente fase. La penetración y el parsimonioso folleteo con los penes artificiales. Por más que quise controlarme, y aún sabiendo lo que se proponía, no tuve más remedio que aliviar la tensión que me embargaba, suspirando y gimiendo a pleno pulmón. Vero reaccionó igual que yo, contenta por conseguir que por fin se la follaran pero tremendamente frustrada al comprobar el modo en que lo harían. No había peor tortura para nosotras. Llevábamos demasiado tiempo deseando alcanzar el orgasmo, demasiados minutos al borde del abismo, rozando el placer supremo sin llegar a alcanzarlo. Y aunque una siempre desea que éste se prolongue lo máximo posible, lo cierto es que en aquellos momentos deseábamos con todas nuestras fuerzas que alguna de las dos lo alcanzara ya. Preferiblemente la otra, ya que ninguna de las dos queríamos perder. Así que nos maldecíamos la una a la otra por el aguante y la perseverancia que mostraba y las dos maldecíamos a mi vecino por no hacer que la otra claudicase.
Yo procuraba contenerme y no exteriorizar demasiado la pasión que me dominaba, Vero en cambio, mostraba su gozo abiertamente, buscaba de este modo aumentar mi deseo. Rafa se lo permitía, seguramente porque prefería que ganase ella. Lo cierto es que empezó a aumentar el ritmo con el que me penetraba. Estaba claro que lo que buscaba era mi derrota. Quería beneficiarse a mi prima y todo aquello no era sino una burda pantomima para justificarse y de paso humillarme ante ella. El cabreo que se me puso en cuanto me di cuenta de sus sucias maniobras fue de padre y muy señor mío. Eso fue lo que me permitía soportar y aguantar la pantomima en la que nos había metido el estúpido de mi vecino.
Pero como nada en esta vida es perfecto, contra toda lógica, cerré los ojos. Lo peor que pude hacer, las sensaciones se intensificaron hasta el infinito. Cada una de sus caricias, por mínima que fuese, hacía que se me erizase todo el vello; el más insignificante roce me exasperaba arrancándome un sinfín de incontenibles gemidos. Oír los incesantes gemidos de mi prima, tampoco ayudaba, precisamente. Eran puro fuego. Suspiros y jadeos se sucedían sin interrupción inflamando el ánimo de cualquiera que pudiera escucharla, Despertaba en mí los más bajos instintos. Sus gemidos me arrastraban irremisiblemente por las escabrosas sendas del deseo y la pasión. Me llené de lascivia. Y en mi lujuria, dejé de ser consciente de dónde estaba. Ya no estaba con mi prima, estaba sola con Rafa. Él encima de mí follándome como sólo él sabía. “OOHHH; Dios…”
Me mordí la mano, pero fue inútil, mi cuerpo se negaba a obedecer y seguir a mi mente. La voluntad me fallaba, hasta empecé a restarle importancia a eso de perder. “Después de todo, lo importante era gozar al máximo… Al fin y al cabo, mi vecino ya nos había vencido. Desde el mismo instante en que llamamos a su puerta, nos habíamos entregado a sus caprichos. Si nos habíamos presentado ante él, era porque reconocíamos que lo necesitábamos…” Mil y un razonamientos similares se agolparon en un instante. Ya nada justificaba mi resistencia al orgasmo. Cada vez me parecía más absurdo e inútil seguir luchando contra lo inevitable. Y más cuando lo inevitable significaba disfrutar del placer más fuerte e intenso que una pudiera imaginarse. Cuando ya no aguantaba más, cuando ya el perder me daba igual, cuando ya estaba a punto de ceder al orgasmo y gozar así de lo que más ansiaba… Rafa se detuvo.”¡AAARRRGGG! ¡Será Cabrón!” Estuve a punto de mandarle al cuerno y decirle en tres palabras lo que de él pensaba. Menos mal que justo antes de hablar, me di cuenta de lo había pasado.
Vero acababa de correrse. Su cuerpo convulso, no paraba de moverse descoordinado. Las manos crispadas asían las sábanas con violencia mientras su alma se le vaciaba en un poderosísimo y desgarrador chillido. Había ganado, pero todavía no era consciente de ello. Fue Rafa quien hizo que me diera cuenta de lo que aquella victoria significaba.
- Bien… ¿Qué ha pasado señoritas?
- Me… me he corrido. He perdido…
- Y ¿Quién es la feliz ganadora?
- Yo.
No soy capaz de explicar lo que sentí entonces. Seguía sintiéndome frustrada, lo que más deseaba entonces era correrme y una vez más éste se retrasaba. Pero al mismo tiempo, me embargaba la alegría del triunfo, el orgullo de ser la vencedora y sobre todo, la felicidad de saber que ahora iba a disfrutar de la polla de mi novio. Me ruboricé al instante. Se me aceleró el pulso, ¡tenía a Rafa para mí sola! ¡Y entonces va y me dice que se la chupe! ¡Que se la chupe! Tanto aguantar para… ¿chuparle la polla? Completamente decepcionada me dispuse a obedecerle, sabiendo que no me quedaba otra. La única ventaja de haber ganado sería recibir placer de parte mi prima. Vero me comería el coño mientras yo le chupaba la polla, pues ¡qué bien!
Me puse a la tarea, y para mi propio asombro, comprobé que me estaba esmerando en ella. No es que le estuviese haciendo una buena mamada, es que me estaba recreando en la faena. Recurrí a todos los recursos y trucos que había ido aprendiendo con la práctica. Y no sólo eso, me aseguré de hacerle todas las cositas que más le gustaban. Aquella polla me volvía loca, no cabía otra explicación. Después de la enorme decepción que me había llevado, voy y le hago la mejor mamada de la que soy capaz. Pero no me importaba, la tenía para mí y por extraño que os parezca, en aquellos momentos me sentía bien, hasta feliz. Entonces vino lo mejor. Después de descansar, Vero se había aprestado a cumplir las instrucciones de Rafa. Su primer lametón me llevó a las estrellas. Y los siguientes… sencillamente me reventaron. Después de tanto aguantar ya no pude contenerme. Lo más que conseguí hacer fue mantener la boca abierta y no morderle la polla a mi vecino. Lo más que puedo decir de aquellos instantes es que mi prima me llevó a la gloria. De pronto, se me nubló la vista, las piernas me fallaron y mi cuerpo comenzó a convulsionarse espasmódicamente. Sentí que me vaciaba y que el único modo que tenía de liberarme y expresar cuanto sentía era gritar. Después se me apagaron las luces. Cerré lo ojos y me dejé llevar por el incontenible caudal de felicidad y satisfacción que me arrastraba.
Pero aquello no fue el final, ni mucho menos. Aún seguía bajo los efectos del intenso orgasmo que me acababan de proporcionar, cuando sentí de nuevo la llegada de un nuevo clímax. Me habían dado la vuelta y en vez de dejarme descansar, Vero se había aplicado de nuevo a comerme el coño. Este nuevo e inesperado asalto, sencillamente me sacó de este mundo. No sabría explicar de otro modo lo que me pasó. Perdí el sentido mientras experimentaba el placer más intenso de mi vida. Jamás creí posible experimentar tanto gozo. Lo más que recuerdo es que me vaciaba y se me iba la vida a raudales.
Mi coñito debió de manar como una fuente después de ver cómo se quedaron las sábanas. Pero de eso me di cuenta bastante más tarde. Tras el orgasmo, me quedé en una especie trance. Veía y oía lo que pasaba, mejor dicho era consciente de las luces y del ruido, pero ni asimilaba ni entendía lo que pasaba. No podía procesar tanta información, mi mente necesitaba recuperarse de la sobrecarga sensorial experimentada. Las ondas orgásmicas que partían de mi coñito seguían estremeciéndome. Me recorrían de arriba abajo una y otra vez igual que las ondas provocadas en un estanque por la súbita caída de un millar de piedras. Parecían no terminar nunca. Llegaban a mi mente sin interrupción, cuando ya parecían calmarse, volvían a aparecer con repentina fuerza. Ya sé que no es posible, pero mi coñito palpitaba como si de un corazón se tratase. Y no un corazón calmado, sino el corazón de un caballo en plena carrera. Dios, era horrible y a la vez maravilloso. No podía darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, pero el placer que experimentaba no lo cambiaría por nada del mundo.
Cuando empecé a darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, me di cuenta de que ni Rafa ni Vero habían estado perdiendo el tiempo. Rafa tenía la cabeza metida entre las piernas de mi prima. Al principio creí que le estaba comiendo el chocho, luego me di cuenta de que se la estaba follando con uno de los consoladores. Vero gemía y chillaba como en ella era habitual, se lo estaban pasando en grande. Cosa que no puedo reprocharles, después de todo, para eso estábamos allí, y yo ya había disfrutado de mi ración correspondiente. Aunque si he de ser sincera, verlos en plena faena no me gustó ni un pelo. Claro que no me quedó mucho tiempo para pensar en ello, en cuanto se dieron cuenta de que había recuperado la consciencia y les miraba, Rafa se puso sobre mí y me la clavó entera. Así de golpe, sin anestesia. No me hizo daño, aún estaba muy lubricada, pero la brusquedad con que lo hizo me pilló por sorpresa. Algo que no acababa de entender, Rafa se estaba poniendo las botas con mi prima, debía de estar satisfecho. Y en vez de eso, se tiraba encima de mí como un cura que acaba de renunciar al celibato.
- ¿Quieres cobrar tu premio?
“¿Qué? ¿Qué aún no he disfrutado del premio? ¡Qué me queda más! ¡Fantástico!” Fue lo primero que pensé en cuanto llegué a comprender el significado completo de lo que Rafa me había susurrado. Sólo había una respuesta a aquella pregunta.
- Sí… por favor… fóllame.
Fue una respuesta espontánea, sincera y sobre todo, cargada de pasión. Rafa había logrado ponerme a mil en cero coma. Acababa de recuperarme de un orgasmo histórico y de nuevo ¡estaba cachonda! No podía ser, no tan pronto. ¡Mi coñito palpitaba de nuevo! Tenía el pulso acelerado y mis mejillas ardían. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía este hombre despertar en mí estos sentimientos tan fuertes y en tan poco tiempo? No tenía explicación y aquel no era el momento adecuado para andar buscándola. Tenía a Rafa bien clavado dentro de mí pero sin apenas moverse. En aquellos momentos me estaba devorando a besos, el pecho, el cuello, la boca… En cuanto se unieron nuestros labios, nos fundimos en un prolongado y delicioso beso que me puso al borde de la gloria. Me abracé a él como si me fuera la vida en ello. No quería que se me escapase, lo quería bien dentro de mí. Me estaba llevando al cielo a pasos agigantados. Y eso que apenas si había empezado a moverse… salía y entraba dentro de mí a paso tortuga. Eso sí, cuando se clavaba, se clavaba bien dentro. ¡Qué gloria! Intenté acoplarme al ritmo de sus embestidas, y entonces todo se desmadró. De pronto se le activó el turbo y comenzó a embestirme como un salvaje. Me faltan adjetivos para describir el modo como que me penetraba. Animal, salvaje, primitivo….se quedan cortos. Empujaba tan fuerte que temí que me traspasara. Parecía una taladradora neumática de tan rápido como me percutía. Si no me rompió el coño entonces, ya no me lo romperá nadie nunca. Estaba en trance, me miraba pero no me veía. Tenía la mirada perdida en el infinito. Un gemido ronco empezó a escaparse de su garganta. Un gemido que fue ganando en intensidad al tiempo en que se incrementaba la potencia de sus embates. Me uní a su gemido, llevada por la misma lujuria que a él lo arrastraba.
Su orgasmo debía de estar al llegar, y el mío también. Rafa había logrado calentarme en tiempo record. Estaba a punto de correrme por tercera vez, los dos primeros habían sido consecutivos uno detrás del otro y me habían dejado para el arrastre. No creía posible que tras tan recientes orgasmos, yo pudiera excitarme tanto como lo había hecho. Estaba rozando la puerta de la gloria y apenas si habían pasado unos minutos. Quería contenerme y aguantar por lo menos hasta que él se corriera para alcanzar juntos el orgasmo. ¡Ja, que te crees tú eso! De repente me sentí estremecer, el cosquilleo de mi entrepierna se transformó en un poderoso río de placer intenso. Y mi novio que seguía a lo suyo sin perder comba. No sé cómo lo hacía, pero el tío aguantaba como una máquina. Mantenía un ritmo frenético, infernal. Y lo que empezó siendo un orgasmo normalito, se transformó en una serie de orgasmos encadenados uno tras otro. No me daba tiempo a recuperarme de uno cuando ya me venía el siguiente. Y el siguiente era más intenso que el anterior. Mi clítoris echaba chispas. Tanto tiempo machacándolo y sin darle descanso lo estaba sobrecalentando. Chillaba como una loca, era lo único que podía hacer. Las ondas orgásmicas se unían, se cruzaban y concentraban formando otras nuevas más poderosas e intensas. Recorrían mi cuerpo sin descanso, de los pies a la cabeza para volver al punto de donde habían salido. No sé cómo lo aguanté y no llegué a perder el sentido. Me sentía completamente sobrepasada, abrumada por el placer en estado puro. Y esto que es una bendición, se transformó también en una maldición. No podía aguantar ya más, necesitaba descansar un poco, asimilar los orgasmos, terminar. El placer se convirtió en una dulce agonía que parecía no terminar nunca. Rafa seguía sin alcanzar su clímax.
Rafa parecía sufrir una tortura similar a la mía. El rostro crispado, contraído, reflejaba la frustración que lo embargaba. No lograba el orgasmo, y eso que lo buscaba con todo su empeño. Me uní a su deseo, pues su gozo, sería también el mío. Ya daba signos de cansancio, seguía con su ritmo frenético, pero se iba descoordinando. A pesar de todo, se mostraba decidido; no iba a ceder en su empeño. Si perdía un poco el ritmo, lo compensaba aumentando la furia de su embestida. De pronto lo sentí contraerse. Se clavó en mis entrañas y casi me traspasa. Llegó hasta el fondo, fondo. No recuerdo haberlo sentido antes tan adentro. Se le tensaron todos los músculos. Se abrazó a mí con toda el alma y se dejó llevar. Notaba como su polla se descargaba dentro de mí, llenándome de leche. Luego me di cuenta que tenía una goma, si no se la hubiera puesto, me había dejado preñada seguro. Pero en aquel momento no me importaba. Nada me importaba de hecho. Solo disfrutaba. Disfrutaba del momento, del último orgasmo, del feliz descanso por todo, disfrutaba y me sentía satisfecha. Entonces vino lo mejor, mientras Rafa me besaba con dulzura en el cuello, hablándome muy bajito al oído, me dio las gracias. Me llené de orgullo. Había hecho gozar a mi hombre, me sentía toda una mujer. Satisfecha de mí misma, me dispuse a descansar.
Entonces vi a mi prima lanzarse como una loba sobre la polla de mi vecino. Vero, me había olvidado por completo de ella. El goce de los últimos minutos había sido tan perfecto que se me había borrado de mi mente. La habíamos dejado completamente a solas. Debía de estar haciéndose un dedo mientras nos veía fornicar como conejos. La pobre estaba encelada, tanto tiempo mirándonos sin hacerle el menor caso… No le reproché su actitud, estaba demasiado cansada después del último polvo como para enfadarme con ella. Además, ella también tenía derecho a gozar un poco. Negárselo además de ruin, hubiera sido una tortura cruel. Me quedé tumbada observando el excelente trabajo de mi prima. Lo cierto es que demostraba gran habilidad y maestría. Al principio, quizás llevada por su propia ansiedad, se había mostrado demasiado enérgica. Pero había corregido su estrategia y se mostraba mimosa y tierna, muy cariñosa. Así despacito, dándole pequeños y dulces piquitos bien repartidos por todo su miembro estaba levantándosela una vez más. De vez en cuando un lametón o una pequeña chupada iban completando su repertorio y acelerando el proceso. Me quedé embelesada admirando su técnica. No es tarea fácil levantar un miembro recién descargado y ella lo estaba haciendo en tiempo record. Bueno, en realidad, he de reconocer para ser honesta, que lo había conseguido en tiempo record. Y lo mejor de todo, me había puesto cachonda una vez más. Traté de contenerme y dejar que mi prima disfrutara en exclusiva de la polla de mi vecino. Empecé a hacerme un dedito y todo. Pero al final la tentación fue demasiado fuerte y me lancé yo también en pos de aquella tentadora y maravillosa polla.
Rafa no se quejó y nos dejó hacer a las dos. Vero en cambio no lo vio del mismo modo. Volvíamos a competir por la polla de mi vecino y la idea no le agradó demasiado. Bueno, ni poco, ni mucho, ni “ná”. No le gustó ni un pelo. Pero no dijo nada, se limitó a lanzarme una mirada más que significativa. Bueno, siendo más precisas, no dijo nada al principio, porque al final también habló.
- Por favor, déjame disfrutar un ratito de tu maravillosa polla.
Debía de estar realmente desesperada la pobre para atreverse a decir algo semejante. “Tu maravillosa polla” una tiene que estar muy fuera de sí para atreverse a decir semejante horterada. Rafa ni reparó en ello. No lo digo solo porque no dijera ni lo más mínimo sobre la estúpida súplica de Vero. Lo digo más que nada, porque le faltó tiempo para aceptar la invitación de mi prima. No hace falta ser muy lista para adivinar lo que Rafa tenía en mente en ese momento. Quería mojar en caliente y probar un nuevo conejito. Al parecer, solo con el mío no tenía bastante. Sentí celos por mi prima, la polla de Rafa debía ser sólo para mí. Pero también comprendía que ella no podía quedarse a dos velas. No lo merecía, después de todo si estaba en la habitación con Rafa era, en parte, por mi culpa.
Vero se lanzó de inmediato sobre la polla de mi vecino. Los ojos le brillaban enfebrecidos, y una amplia y picarona sonrisa le iluminó el rostro sonrojado. Desde luego no estaba para perder tiempo y no lo perdió. Con agilidad felina, se colocó a horcajadas encima de Rafa y se la enchufó entera de un golpe. Fue visto y no visto, en un plis-plas Vero ya estaba cabalgando sobre la polla de mi vecino. Ambos gimieron con lujuria, estaban muy cachondos. Lo normal en el caso de mi prima, llevaba un buen rato viéndonos follar sin que nadie la atendiera como era debido. Pero en el caso de mi vecino… bueno se había calentado y quemado en menos tiempo de lo que prende un fósforo. Apenas si había sacado su cosita de mi coñito tras un orgasmo brutal y ahora estaba otra vez en pie de guerra, lista para el combate.
Vero se puso a saltar sobre él como una posesa. Se olvidó de todo y se dedicó a buscar su propio disfrute. Chillaba a pleno pulmón y movía sus caderas con afán desenfrenado. El orgasmo no tardó en llegarle. El último jadeo se transformó en un agudísimo alarido incomprensible. Se aferró a Rafa como si temiera que pudiese escapársele de debajo de ella. Sus caderas se convulsionaban presas de infinitos espasmos descoordinados. Después, su cuerpo se relajó y Rafa la atrajo hacia sí para colmarla de caricias y besos. La besó en la frente, en los pómulos, tras las orejas, en el cuello… sus manos le acariciaron la espalda, los costados, los pechos. No dejó de darle cariño hasta que, mirándome, me invitó a unirme la fiesta.
No me hice de rogar. Estaba deseándolo. Viéndolos retozar, me habían entrado ganas. Rafa se había dado cuenta, tenía mi mano en la entrepierna y en vez de dejarme con mi problema a solas, como habíamos hecho con Vero, me invitaba a unirme a la fiesta. Me sentí avergonzada, yo en su lugar no habría actuado así. Así que feliz de participar de nuevo y abochornada por mi actitud, me puse manos a la obra. Me acerqué a mi prima por detrás y comencé a besarle la espalda. Rafa mientras tanto, hacía lo propio por el frente. Mis manos se pasearon por sus costados y se fueron a posar en sus pechos. Tenía los pezones como piedras y no pude resistirme a pellizcarlos. Las manos de Rafa, se perdían en sus caderas. Después subieron por su espalda, y se cruzaron con las mías cuando se dirigieron a sus pechos. Vero seguía sin reaccionar. Entonces le retiré el cabello y la besé en la nuca, después en el lóbulo, detrás de la oreja. Rafa la besaba también en el cuello. ¡Bingo! En débil ronroneo fueron los primeros indicios de vida.
Miré a mi vecino satisfecha por esta pequeña victoria, pero entonces me dio vergüenza y aparté la mirada. Me concentré en mi prima, teníamos que reanimarla lo antes posible. De la nuca me descolgué por la espalda colmándola de besos y algún que otro lametón. Mis manos descendieron hasta el vientre, jugaron un ratito con su ombligo y después, una se perdió en apretado cañón de su entrepierna. Justo donde los dos cuerpos se encontraban, encontré lo que buscaba, el ocupado coñito de mi prima y justo encima su botoncito de placer. Rozarlo, supuso ya un pequeño terremoto, el ronroneo se transformó en un quedo gemido de gustirrinín. La otra mano mientras tanto, tras explorar las amplias planicies de sus nalgas, se había internado en el angosto desfiladero que las separaba. Ninguna novedad, hasta que mi dedo corazón decidió internarse por el pozo sin fondo que es el ano. Entonces el gemido de placer se transformó en uno de protesta. Vero se estaba despertando del sopor del último orgasmo. Pronto la tendríamos otra vez en acción.
No me equivoqué. Cuando alcé la vista, descubrí a mi prima respondiendo tímidamente a los besos de mi vecino. Poco después, comprobamos que sus caderas comenzaban a moverse adelante y atrás. Vero estaba una vez más lista para el combate. Rafa me pidió entonces que me cambiara de sitio. En vez de ponerme detrás, debía colocarme enfrente de Vero. Me puse al lado de Rafa de cara a Verónica. Su rostro emanaba felicidad. Los ojos le brillaban, y tenía una sonrisa bobalicona imposible de borrar en su rostro. Cuando me descubrió frente a ella, me sonrió, asió mi rostro con ambas manos y trayéndome hacia ella me estampó un fogoso beso en la boca. Su lengua penetró en mi boca ávida de cruzarse con la mía. Me entró hasta la campanilla. Estaba tan sorprendida que no reaccioné. Vero se apartó de mí preocupada. Quizás pensó que mi falta de respuesta se debía a que estaba enfadada. Nos miramos y al segundo nos sonreímos. Entonces asiéndola yo a ella, le devolví el beso. Después de la sorpresa inicial, me aseguré de corresponderle como se merecía. Nuestros labios se fundieron buscando la unión de nuestras lenguas. Éstas se contorsionaron y unieron retorciéndose la una con la otra. Una oleada de calor me subió del pecho hasta la cara.
Entonces Rafa me pidió una vez más que me cambiara. No pude contener mi fastidio por interrumpir los morreos con mi prima. Claro que no tardé en arrepentirme en cuanto me di cuenta de lo que quería. Quería que me pusiese encima de él a la altura de su boca. Quería comerme el coño y que yo disfrutara tanto como mi prima. Quería darme placer y yo enfadándome como una cría. Reprochándome a mí misma mi actitud quejumbrosa, me puse de inmediato en la postura indicada.
¡Dios! ¡Qué gusto! Sólo con rozarme, Rafa había logrado que me estremeciera entera. Ahora que me fijaba, mi vecino había encontrado la postura ideal para complacernos a las dos simultáneamente. Se podría pensar que en esas circunstancias, seríamos nosotras las que dominaban la situación. Cierto que ahora gozábamos de mucha libertad, sin embargo a pesar de las apariencias, Rafa seguía dirigiéndonos. Estaba debajo de nosotras, pero era él el que controlaba la situación. Nos había calentado lo suficiente para que ya no pudiéramos parar. Vero no se desengancharía de la “maravillosa polla”. Y yo no me separaría por nada del mundo de la lengua que ahora me estaba martilleando el clítoris. La lengua de Rafa estaba haciendo diabluras en mi coñito. Tan pronto me rozaba suavemente, como me lamía con fuerza. Unas veces se entretenía recorriendo los labios mayores, otras se pasaba por la entrada a la vagina, otras se ponía a jugar con mi botoncito… nunca se estaba quieta y siempre lograba arrancarme un nuevo jadeo, un nuevo gemido, un nuevo suspiro…
Y por si no teníamos bastante con Rafa, nos teníamos la una a la otra. Porque los besos, abrazos, caricias y morreos entre nosotras no se apagaron cuando me monté encima de Rafa. Vero y yo nos buscábamos con ansia. Era extraño, un hombre nos estaba haciendo disfrutar. Y sin embargo, no le dábamos a él nuestro cariño. Todas nuestras atenciones eran para nuestra compañera. De pronto acudió a mi mente mi encuentro con Verónica en casa. Cuando Rafa nos pilló y grabó follando en casa. Motivo por el cual estábamos metidas en aquel lío. Aunque Vero por supuesto no tenía la menor idea del chantaje al que me había sometido mi vecino. Ella se creía que éramos novios. Bueno el caso es que me sentí igual que cuando nos entregábamos al amor lésbico. Rafa me daba placer con su lengua, pero mis caricias y atenciones eran para mi prima. Por lo menos ese era mi caso. Vero al menos correspondía a mi vecino con su coñito. En cualquier caso, ambas disfrutábamos como locas. Mejor dicho, los tres gozábamos como perros. Porque debajo de mí, Rafa se agitaba. Su cuerpo se tensaba y se estremecía presa de violentos espasmos. Sus manos se aferraban a mis muslos como si temiera que me pudiera escapar. Y conforme aumentaba su excitación, aumentaba la intensidad de sus embestidas y sus lametones. Los tres gemíamos cada vez más alto. El orgasmo estaba próximo y ninguno de los tres podíamos ya contenernos y ni mucho menos dominar nuestros impulsos. Vero tenía el rostro congestionado en un extraño rictus. Y como era habitual en ella, chillaba a pleno pulmón. Yo, debía de tener una expresión similar, De vez en cuando lograba morderme los labios y ahogar alguno de mis jadeos. Pero esto sucedía cada vez con menos frecuencia.
La sala se llenó de sexo. No encuentro otro modo de describir lo que pasaba entonces. Los tres nos movíamos más o menos coordinados en una coreografía lasciva y lujuriosa que parecía no tener fin. Vero y yo nos abrazamos la una a la otra. La urgencia que sentíamos nacer en nuestra entrepierna, estaba a punto de reventar. Entonces, Vero me clavó las uñas en la espalda. Yo chillé por el dolor, la sorpresa y el enfado. Pero Vero chilló presa de un nuevo y por lo visto descomunal orgasmo. Rafa se debió sobresaltar y le arreó un par de empellones que por poco nos descabalgan. Entonces, su lengua se me clavó en el chochito. Y yo me vino con tanta fuerza que tirando de Vero nos caímos al lado de mi vecino. Éste también se estaba corriendo y no dejó que Vero se saliese de él hasta que se corrió del todo. Me asusté, la posibilidad de que alguna de las dos quedase embarazada, no entraba en nuestros planes. Entonces mi prima se separó de él y le pude ver la goma llena de su leche caliente. Menos mal que él no se olvidaba en ningún momento de tal posibilidad y ponía los medios para evitarla. Porque lo que es nosotras, nosotras nos olvidábamos cada dos por tres. Vaya unas putas que estábamos hechas.
Rafa se quedó tumbado bocarriba descansando. Después de correrse por segunda vez, necesitaba un pequeño descanso. Así que nos quedamos Vero y yo solas. Acabamos de tener un gran orgasmo igual que él de modo que le imitamos y nos quedamos tumbadas un ratito. Pero a diferencia de él, nos quedamos abrazadas. Después de unos minutos de descanso, Vero comenzó a moverse. Debí decirle algo, pero no lo hice. No quería perderme los dulces besitos que me daba. “Gracias”, susurraba con cada uno de ellos. Después de haber disfrutado de innumerables de ellos, le pregunté por qué me las daba.
- ¿Por qué? Porque tu novio y tú me habéis hecho disfrutar como una perra.
No supe qué responderle. En cierto modo, me sentía halagada. Ante los ojos de ella me había convertido en una gran amante. Ya no era yo la segundona que aprendía de las correrías de ella. Ahora ella aprendía de mí. Pero por otra parte seguía sin gustarme que considerase a Rafa mi novio. Era la suposición más lógica, era lo que yo misma le había dicho, pero era mentira. Lo cierto es que Rafa me chantajeaba y me había obligado a que fuera su esclava sexual durante un año. Cierto que él me había hecho disfrutar del sexo como jamás creí posible, pero también me las había hecho pasar putas en más de una ocasión. Tenía sentimientos contradictorios con respecto a él y tras la última traición en la que había involucrado a la propia Vero… estaba muy enfadada con él. Pero no podía decirle a mi prima nada de aquello. Entonces vino el segundo mazazo.
- ¿Sabes? Yo creía que era lesbiana, que me gustaban las mujeres, pero tu novio y tú me habéis demostrado que eso no es del todo cierto. Lo que él me ha hecho sentir, no lo he sentido con ninguna mujer… salvo contigo.
- ¿Qué? ¿Estás loca? ¿Sabes lo que estás diciendo?
- Claro que sí primita. Tú me gustabas… pero ahora, después de conocer lo que me puede dar un hombre… no estoy segura. Creo… creo que si encuentro algún hombre que me atraiga como tú… bueno que me hará gozar como nadie. Así que creo, que… que no soy tortillera, Por lo menos… no del todo.
Me quedé a cuadros. No sabía por dónde empezar. ¡Vero estaba enamorada de mí! La cara de estupor que debí poner en aquel momento debió de quedar enmarcada para la posteridad. Vero siguió hablando, pero apenas si le prestaba atención. Creo que se disculpaba, en cierto modo. Claro que yo apenas si le prestaba atención. Entonces como parte de sus disculpas, Vero reanudó sus besitos, y les añadió algunas caricias más de propina. Yo seguía sin reaccionar, no decía nada. Pero poco a poco fui devolviéndole las caricias y los besos. Creo que aún me quedaba parte de la calentura del último orgasmo o tal vez fuera que realmente me gustaban sus atenciones. Tal vez deseaba sentir algo de cariño genuino y no solo sexo, o quizás fuese cierto lo que decía Vero y las dos fuésemos lesbianas o como decía Rafa fuésemos unas putas de primera. El caso es que sin darnos cuenta nos liamos.
Los besitos fueron ganando en intensidad hasta que se convirtieron en lametones y morreos en toda regla. Las caricias fueron ganando en intención y de recorrer la espalda, pasaron a recorrer el cuello, sobar los pechos y perderse en nuestros respectivos conejitos. No tardamos en ponernos a tono. En cuanto nuestros pezones se erizaron, nos pusimos a mordisquearlos. De pronto una misma idea se formó en nosotras. Hacer que la otra gimiese primero. Ganó Vero. Entonces empezó la verdadera competición. Hacer que la otra se corriera primero. Antes de que Vero me quitase la idea, me lancé sin miedo a por su coñito. Claro que ella no tardó en reaccionar y revolviéndose consiguió acceder al mío. Nos fundimos en un furioso sesenta y nueve, en el que cada una buscaba rendir a la otra a base de lengua. Como siempre, Vero se había colocado encima de mí. Pero yo no estaba dispuesta a seguir tolerando su dominio sobre mí. Ya era hora de salir de su yugo. Iba a demostrarle quién mandaba ahora. Después de todo, yo era la mayor. Así que reuniendo toda mi fuerza de voluntad, logré que nos diéramos la vuelta y quedarme yo por encima. Vero intentó un par de veces revertir la situación, pero no se lo permití. Me abrí bien de piernas, para lograr mayor estabilidad y de paso acercarle el coñito a mi prima.
Vero siguió intentándolo, pero cada vez con menor intensidad. Mis ataques con la lengua y mi firme resistencia la fueron convenciendo de lo fútil de sus intenciones. Le era más rentable concentrarse en resistir mis ataques y evitar el orgasmo, lo que supondría su derrota definitiva. Esta vez no lo hacíamos coaccionadas por mi vecino. No lo sabíamos, pero había mucho más en juego de lo que nosotras mismas pensábamos. La que saliera victoriosa, tendría un ascendente sobre la otra. Un punto de autoridad y reconocimiento que ninguna de las dos nos imaginábamos entonces.
El combate era tan intenso y enconado que ninguna de las dos nos dimos cuenta de que Rafa ya se había recuperado y nos observaba. ¡Joder, como que se estaba tomando una cerveza! Repanchingado en el sofá no se perdía detalle. Sólo le faltaban las palomitas y estaría mejor que en el cine. Debía de estar muy a gusto porque no hizo amago ni siquiera de acercarse. Se limitó a seguir observándonos desde su sillón sin perder detalle. No sé si Vero se había dado cuenta de la presencia de mi vecino. Lo que sí sé es que no se había dado por vencida. Me vi penetrada de repente. Mi coño había sido invadido por un falo de plástico. Vero desesperada por sus continuados fracasos, había buscado la ayuda de uno de esos aparatos artificiales. Aquello fue demasiado para mí. Podía resistir sus lametones y caricias, pero el uso del consolador, hacía mi resistencia imposible. Logré mantenerme sobre mi prima, pero empecé a perder mi control sobre el orgasmo. Chillé mi frustración y me dispuse a vender cara mi derrota. Entonces, sin que nadie lo esperase, Rafa decidió intervenir.
No es que se uniera a nuestra fiestecita particular. De algún modo debió comprender que era mejor dejarnos solas. Simplemente intervino para equilibrar el juego. Recogió el otro consolador, que yo no sabía por dónde andaba, y decidió dármelo. Fue toda una ayuda. Volvíamos a contar con las mismas armas. El juego volvía a estar equilibrado. No desaproveché la ocasión y empecé un enérgico contraataque que pronto dio sus frutos. Entonces me di cuenta de un detalle importante. Mi aparato además era vibrador, mayor ventaja. No fui muy deportiva, pero ella tampoco lo había sido. Tampoco hizo Rafa comentario alguno. Comprendía que era nuestro juego y que era mejor no intervenir. No intervenir más, porque ya lo había hecho una vez. Lo cierto es que sin su ayuda no habría conseguido imponerme sobre mi prima. Debería haberle dado las gracias, pero me olvidé de hacerlo.
No creáis que me resultó sencillo doblegar a mi prima. A pesar de la ventaja de la que disponía, Vero luchó con todas sus fuerzas. Se resistía a perder tanto como yo. Sin embargo, poco a poco, fui percibiendo mi ventaja sobre mi prima. Vero se estremecía cada vez con mayor frecuencia, cada vez eran más altos sus chillidos, más fuertes sus espasmos. Hasta que finalmente se puso rígida del todo. Completamente tiesa, se echó para atrás y chilló como nunca antes. Su coñito manaba como una fuente y sus caderas se movieron desenfrenadas sin orden ni concierto. Había ganado, pero no me sentía satisfecha y seguí machacándole el coñito. Quería que se corriese una vez más, antes de dejarla. Entonces Rafa me cambió la polla de plástico por la suya. Me la metió entera de un solo golpe. La euforia por la victoria se me fue de golpe con el nuevo asalto. La calentura que Vero me había estado despertando, me vino de golpe con la polla de Rafa. Mi coñito saltaba jubiloso, más alegre que unas pascuas porque le daban una vez más de su zanahoria favorita. Necesitaba su polla y se lo demostré. Moví mis caderas, lo más sensualmente que supe, pero él fiel a su costumbre empezó a cabalgarme con calma y parsimonia. No tenía nada que hacer, sabía que Rafa saldría victorioso en esa confrontación. Así, que decidí amoldarme a su ritmo y disfrutar al máximo. Amoldarme al ritmo de mi vecino y que éste acelerara fue todo uno. Al parecer no estaba tan calmado como me había hecho creer.
Estábamos muy calientes, no aguantaríamos mucho más. Pero no podíamos dejar a Vero fuera del fin de fiesta. Rafa me lo hizo notar y yo rápidamente encontré una solución. Subimos a Vero al borde del colchón bocarriba con las piernas bien abiertas para que pudiera comerle bien el chochito. Así lo hice, poniendo todo mi empeño en la tarea a pesar de que Rafa no perdía el tiempo y volvía a bombear desde detrás.
Lo cierto es que más que un inconveniente, tener a Rafa detrás de mí fue más bien una ayuda. Sus embestidas me ayudaban a tener un buen ritmo con Vero. Y ésta pronto dio signos de agradecimiento ante mis atenciones. Puso sus manos sobre mi cabeza y se abrió de piernas todo lo que pudo. No sólo me facilitaba el acceso a su intimidad, me invitaba a que entrara en ella. Entonces me di cuenta de lo morboso de mi situación. Recibiendo placer a lo perrito desde atrás y dando placer con mi lengua por delante. Casi me corrí de gusto en cuanto me di cuenta de ello.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, follando en este curioso trenecito. Creo que no mucho. Rafa me follaba a toda pastilla y Vero gemía a pleno pulmón mientras yo trataba de aguantar por ambos palos. Fue Vero la que una vez más acabó primero. Me asió con tanta fuerza del cabello que casi se mete mi cabeza en su coño. Sus jugos me bañaron de golpe con tanta fuerza y tan abundantes que por poco me ahogan. Sobre todo porque casi al mismo tiempo noté como perdía el control de mi cuerpo. La vista se me nubló, las piernas me fallaron y solo pude chillar con toda el alma. Por instinto, logré agarrarme a mi prima para no caer. Ahora era mi coñito el que manaba como una fuente mientras mi vida se me escapaba con cada contracción del mismo. Apenas si fui consciente del orgasmo de mi vecino quién se abalanzó sobre mí mientras se descargaba y jadeaba con fuerza. Los tres nos acabábamos de correr casi al mismo tiempo. Estábamos en el cielo y no queríamos salir de él. Rafa entonces me dio un empujoncito suave para que subiera a la cama junto a mi prima. Se puso entre nosotras y nos abrazó con ternura. Así entre los brazos de Rafa nos quedamos adormiladas. Necesitábamos recuperarnos del esfuerzo, disfrutar de los últimos coletazos del apoteósico clímax que habíamos tenido, la tarde aún no había terminado.