Mi vecino Ángel.

En este relato os cuento la forma en que me follé a mi vecino Ángel, y lo muy cerdo que es el chaval.

Hace mucho desde que escribí el primer relato. He pensado que lo que haré es contar historias morbosas que me vayan pasando, en lugar de ir haciéndolo acerca de las situaciones que he tenido desde que empecé con tíos (que ya son morbosas de por sí). Y lo que me pasó ayer lo tengo que contar. Os recuerdo que soy Carlos. De cuerpo soy alto (mido 1'88) y después de unos años en el gym, estoy bastante musculado. Destaco sobre todo por mi abdomen y mi culazo. Los tíos flipan cuando voy por el gimnasio con unas mallas que me marcan todo el suspensorio y las nalgas y unas camiseta de tirantes holgada. Incluso alguno me ha entrado en la ducha y me ha descargado ahí mismo. Pero eso será otra historia. De cara soy guapo, muy guapo. Con mandíbula marcada, barbita de unos días, ojos verdes y nariz perfecta. Mi polla también es bastante apetecible. Circuncidada. 21 cm, venas marcadas (en especial una en el medio), gruesa y siempre dura. Y tampoco os voy aburrir con como soy. Estoy bueno, sí, pero lo mejor de mi es el morbo que tengo con los tíos.

Hace menos de un año, me mudé desde Bilbao a Madrid para estudiar danza. Mientras, curro de camarero en un hotel, pero el ir sin parar de un lado a otro no me hace descuidar mi actividad sexual. De hecho ha aumentado. El martes pasado, llegué al trabajo a las tres de la madrugada, algo normal en mi oficio. Estaba cansado, pero muy cachondo. Un compañero del trabajo había estado toda la noche tocándome el paquete y el culo, y me había puesto cachondo a más no poder. Solo le dió tiempo a chupármela un poco en el baño, pero tuvimos que parar para que no nos pillaran. Total, que yo iba cerdo a más no poder. Me pegué una ducha y me lie un peta. Cuando llevaba dos caladas oí que alguien hurgaba en la puerta. Me acerqué y miré por la mirilla. Estaba el vecino buenorro de la puerta de al lado, Ángel, trasteando con la llave. Yo, con el subidón del porro, abrí la puerta totalmente desnudo y le pregunté qué estaba haciendo. Él me miró de arriba a abajo, y se quedó en mi polla. A mi se me empezó a poner morcillona de imaginar lo que iba a pasar. Él me pidió perdón. Me dijo que venía algo borracho de casa de unos amigos.

Sí, algo borracho... -dije yo irónicamente.

-Lo siento, de verdad. Oye, tú vives solo, ¿verdad? ¿Te importa si me quedo esta noche? Es que no quiero tener movida con mis padres.

-Vale, pero sólo tengo una cama y el sofá. Tendrás que elegir.

-Genial, tío. Te debo una enorme.

Entonces pasamos a mi casa. Él me pidió permiso para darse una ducha. Le acompañé al baño y le di un par de toallas. Yo fui a ponerme un pantalón corto del gimnasio, y ordené algo la casa. Entonces oí que me llamaba desde la ducha y fui. Al entrar, vi a través del cristal lo bueno que estaba el niñato de mi vecino. Veinte añitos, 1'82, cuerpo de futbolista, con culazo y una espalda perfecta. Pero lo mejor estaba delante. Él abrió la puerta de la ducha y me dijo que por qué me había puesto el pantalón, y que ahora me lo tenía que quitar para ayudarle. Miré su rabo morcillón y era el más grande que había visto en la vida. Necesitaba metérmelo en la boca, y chupar hasta que se corriese en mi cara.

-Me tienes que enjabonar. Me marea un poco hacerlo yo.

-Claro.

-Gracias, tío.

Me metí en la cucha con él, y comencé a enjabonarle el cuerpo, primero la espalda, luego pecho desde detrás (haciéndole notar mi polla en su culo), y finalmente fui directo a la suya. Aquello empezó a crecer en segundos, y cuando me quise dar cuenta estaba totalmente dura. Se giró y ante mi tenía un cipote de 27 cm. Alucinante. Entonces supe que tenía que empezar a mamar. Abrí la boca y se la chupé mientras le pajeaba el glande. Al vecino le encantaba, y de vez en cuando se ponía a mandar, obligándome a tragar rabo hasta el final. Y evidentemente, pude con él. Cuando se cansó de la ducha, me hizo llevarle a mi cuarto. Allí el me empezó a besar con fuerza, con vicio. Me puso contra la cama, dejando mi culo a la altura de su boca, y me lo empezó a comer con ganas. Metía su lengua todo lo que podía. Y a mi me estaba encantando. Cuando noto que necesitaba más, me metió un par de dedos, y al ver lo dilatado que estaba, puso la cabeza de su polla en la entrada de mi ano, y empujó. De dos golpes, la cantidad de lubricante había sido correcta. Dejo todo su rabo dentro de mi, y empezó a mordisquearme el cuello. Al ver que aguantaba, se dispuso a empezar. La sacaba prácticamente entera, y volvía a clavar hasta el fondo. Y así durante un largo rato que me supo a poco. Cuando me quise dar cuenta, estábamos él tumbado y yo botando encima. Entre la fumada y el morbo, estaba súper cachondo, y mi paja acabó llenándole la cara al niño. El muy cabrón, en lugar de molestarle, se recogió la leche de la cara y me la puso en la boca, para luego empezar a comerme la boca para compartir mi corrida. Ël me dijo que también se iba a correr, y justo al instante noté los chorros de leche que disparaba. Me llenó. Aquellos cojones gordos estaban repletos. Me dijo que llevaba casi una semana sin correrse porque nunca estaba solo en casa, y que llevaba muchas ganas. Lo que hizo a continuación me gustó incluso más. Me puso a cuatro patas y hundió su lengua en mi culo. El puto cerdo estaba comiendo mi culo recién preñado por él mismo. A mi eso me puso cachondo de nuevo, y mi polla comenzó a despertar de nuevo. El vecinito le ponía ganas, y en poco tiempo me tuvo duro otra vez. Mientras me comía, se pajeaba su largo pollón, que también estaba duro de nuevo. En poco tiempo, me volví a correr, y esta vez en mi cara, pues me había puesto con el culo en el brazo del sofá, y la cabeza en el suelo. La leche me calló directamente en la cara, pero lo mejor llegó cuando se puso arrodillado a mi lado y se corrió también en mi cara. Me flipaba la sensación de tener la cara llena de leche. Ángel se tumbó en la cama, y se enchufó el peta que tenía a medias. Yo fui a lavarme, y al ver mi reflejo en el espejo, sonreí. Me había follado al puto vecino cachondo que me ponía desde que me mudé. Una vez limpio, nos acabamos el porro y él se durmió. Yo estuve unos minutos acariciándole el culo, ya que dormía boca abajo, y me dormí también.

Al día siguiente, abrí los ojos y me encontré un chico mirando desde la puerta con la polla fuera del pantalón, una bolsa de gimnasio, y una cara de cerdo que no podía con ella. Acababa de llegar desde Bilbao mi ex, Jose. Pero ésto casi mejor os lo cuento en otro relato, porque también es genial.

Espero que os haya gustado. Espero comentarios diciéndome lo que os ha parecido, si vuelvo a la historia de mi vida de forma cornológica... Acepto sugerencias. Y lo siento si hay algún fallo o error ortográdico. Voy bastante fumada. Un beso.