Mi vecino
Soy Laura, una joven chica que gracias a mi viejo vecino descubro que me gusta que me dominen.
Voy a relatar cómo me dejé dominar por mi vecino, si hace meses alguien me hubiera dicho que ahora me encontraría en esta situación no lo hubiera creído siempre he sido yo quién ha manejado a los hombres a su antojo gracias a mi juventud y belleza, para que os hagáis una idea, soy alta piernas largas y bien torneadas, cintura estrecha, grandes pechos y ojos verdes, en principio mi pelo era castaño pero lo teñí de rubio para causar un mayor impacto. Y como he comentado antes, me he aprovechado de mi belleza para conseguir todo lo que quería, incluso en el instituto me acosté un par de ocasiones con mi profesor de matemáticas que estaba casado y conseguir así las preguntas del examen final.
Al empezar la universidad convencí a mis padres de que me alquilaran un apartamento para poder así tener más independencia. Llevaba ya un par de semanas cuando una mañana me encontré un matrimonio en el ascensor, calcule que los dos ya tendrían cincuenta y muchos, sesenta y pocos. Ella, Carla es bajita, entrada en carnes y con un semblante muy serio, nunca me ha dicho nada cuando me la he encontrado, no me cayó bien desde el primer momento y su marido José, todavía menos tenía una mueca enfadada que parecía no abandonarle, de mi altura, calvo y una buena barriga cervecera.
A partir de ese día me encontré a José varios días más en el ascensor sin su señora, le decía buenos días pero ni siquiera me miraba, era una falta de educación pero estaba tan acostumbrada que todos los hombres me devoraran con los ojos que al tratarme con esa frialdad me ofendió como mujer así que cuando estaba a mi lado siempre mostraba una actitud más coqueta, apartaba mi cabello largo para que tuviera mejor visión de mi escote, me topaba sin querer para que mis pechos suaves le rozaran sin querer….pero nada parecía funcionar o al menos eso pensaba yo hasta que una noche regresando a casa lo volví a encontrar.
- Buenas noches – comenté tan amable como siempre pero no obtuve ninguna respuesta.
En ese momento no me fijé que, al vivir dos pisos más abajo el ascensor no paró hasta llegar a la quinta planta.
Al abrir la puerta de mi apartamento sentí un fuerte empujón que casi me hace caer al suelo. Miré hacia atrás y José llenó e umbral cerrando la puerta tras de sí.
- ¿Pero qué coño haces? – pregunté enfadada y sin estar asustada.
Todavía sin decir nada vi cómo se estaba desabrochando su amplio cinturón.
- ¿Qué te crees que haces? –
Con una mano cogió mi cabella con fuerza pero dejé que supiera que me hizo daño, me obligó a arrodillarme y antes de que pudiera hacer nada por fin habló para decirme.
- Llevas todo este tiempo calentándome y ahora te voy a dar esa ración de polla que tanto has suplicado –
Me puse roja de rabia, como se atreve a hablarme así pensé. Terminó de deshacerse el cinturón, bajo su pantalón lo suficiente para mostrarme bien su miembro delante de mí. Era grande y gruesa, su excitación era notable y eso me calentó. Que su excitación le dominara, que me tratara de esa forma como si solo fuera un trozo de carne del cual puede divertirse si le apetece…eso me calentó. Me gustó sentirme al dominio de un hombre, sobre todo al ser alguien quién no podría alcanzar a una chica como yo.
- A qué esperas ¡Chúpame la polla! –
Hizo fuerza y acercó mi cabeza hacia su miembro, no me lo pensé mucho y empecé a chupar con ganas. Enseguida sentí sus gemidos de placer y esa mano que me cogía con fuerza el cabello la iba relajando. Con una mano acaricie la parte que mi boca no podía alcanzar.
- Joder. Ya sabía yo que no eres más que una puta desesperada por un buen macho que le dé lo que tanto necesita –
Al escuchar sus palabras aceleré el ritmo y ya no pudo hablar, sus gemidos de placer llenaron el oscuro salón.
- Se nota que eres una experta – dijo entre gemidos.
Relamía con gusto esa barra de carne caliente, mi lengua recorría todo lo que encontraba a su paso. José bajo su mano libre hacia mis pechos, encima de la ropa y empezó a magrearlos.
- Que tetas tienes puta –
Al sentir llamarme de esta forma me calentaba más. Nunca antes un hombre e había tratado así, siempre habían sido delicados y tiernos y me excitó de sobremanera que José me diera caña.
Vi que empezaba un pequeño tembleque.
- Me corro puta. Me corro –
Con sus dos manos cogió con fuerza mi cabeza y empujó con fuerza varias veces hasta que sus chorros de semen se hundieron en mi boca a los cuales no tardé en tragarlo hasta la última gota. Me encantó su sabor. José respiraba con dificultad.
- Joder me has dejado seco, puta –
Él estaba satisfecho pero yo estaba muy caliente, creía que se quedaría para jugar un rato conmigo pero para mi sorpresa, abrió la puerta y me dejó allí estupefacta.
Días después todavía no tenía noticias de José, no me lo encontré en ninguna parte y estaba enfadada por cómo me había dejado, desde ese día cada noche me masturbaba como loca pensando en lo que había pasado, en el modo en cómo me trato y en las ganas que tenía de que me a metiera. Hasta había pensado en llamar a su casa pero no iba a arrastrarme de esa forma y menos con su esposa de por medio.
Una semana después estaba decidida a olvidar el asunto, salí de casa y allí estaba esperándome, me empujó hacia adentro como la vez anterior y cerró la puerta.
- ¿Me has echado de menos puta? – dijo entre risas - ¿Quieres un poco de leche caliente? – termina de decir desabrochándose el cinturón.
Ya, enfadada le dije.
- ¿Qué te crees que es esto? ¿Qué voy a chupártela cuando quieras y ya está? –
- Uy está enfadada la putita – seguía riéndose el desgraciado.
Si cree que puede jugar así conmigo va listo.
- Vete ahora mismo de mi casa –
Su respuesta fue cogerme con fuerza del cabello como la vez anterior pero en lugar de obligarme a arrodillarme me beso con rudeza metiéndome la lengua hasta la campanilla, primero ofrecí resistencia pero finalmente le devolví el beso y fue cuando aprovechó para apartarse, coger mi blusa y romperla, como no llevaba sostén mis pechos quedaron a su disposición, no tardó en devorarlos. Los manoseó con rudeza y los chupó con fuerza. Me puso a mil. Me despojó de la falda y mi ropa interior sin casi darme cuenta. Estaba desnuda ante él, entonces se desabrochó el pantalón, dejando fuera su miembro como la ve anterior pero con otra intención.
Estaba tan deseosa de sentirme poseía por él que cerré los ojos y esperé que me penetrara pero no pasó, no tardé en sentir toda su carne dentro de mí, me penetró con fuerza y un grito de placer y un poco de dolor salió de mis labios. Le daba igual cómo estaba yo, solo quería satisfacerle con mi cuerpo joven y eso me encantaba.
Mi espalda estaba apoyada contra la pared, sentía su barriga todavía con ropa de por medio por mi esbelto vientre, su mirada de pervertido y victorioso sobre la mía empujando con fuerza y sin parar. No tardó en estallar un fuerte orgasmo en mi interior. El orgasmo más fuerte que he experimentado en toda mi vida en realidad.
José seguía con su fuerte y rápida follada hasta que empezó a bajar el ritmo. Rápidamente me la sacó y me obligó a arrodillarme para correrse en mi cara.
Sentía esos chorros espesos por todo mi rostro y lo incentivé recogiendo lo que podía con mis labios, lamiendo ansiosa.
Casi no podía levantarme, me sentía exhausta. Nunca había experimentado nada parecido.
José se abrochó los pantalones y cogió mi bolso del suelo, lo vació y cogió mis llaves. Antes de preguntar nada me miró con una gran sonrisa de satisfacción cruzando su cara y dijo:
- A partir de ahora eres mi putita y vendré a follarte cuando quiera –
En otras circunstancias habría saltado e insultado a ese desgraciado pero todavía estaba vibrando por el orgasmo que se había proporcionado y quería más.
- Sí, seré tu puta – respondí sumisa.
Esto solo era el principio.