Mi vecino 21

Coral nos cuenta el final de la tarde y sus sentimientos hacia Rafa y su relación con él.

Capítulo 21

El mundo era maravilloso. La paz que reinaba en la sala nos reconfortaba. El dulce abrazo del reconstituyente sueño nos relajaba y daba fuerzas. Yacíamos desmadejados sobre la cama. Habíamos estado un ratito abrazados los tres pero el cansancio y la necesidad de relax había hecho que nos separáramos. Nos estábamos recuperando de un gran orgasmo. Más que grande, apoteósico. No sé cómo lo conseguía, pero Rafa nos había dejado a las dos para el arrastre. Era un gran amante, de eso no cabía duda. Era un auténtico cabronazo, pero follaba como los ángeles. Se las había apañado para follarnos a las dos por medio del chantaje y la coacción. Nos tenía a su merced. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que tal vez no fuera él el que nos había obligado, sino nosotras las que se le habían entregado a él. Sin embargo ahora estaba dormido como un tronco. Por lo menos habíamos conseguido satisfacer a la bestia. Dos chicas jóvenes y apenas si habíamos podido satisfacer su libido. He de reconocer, sin embargo, que este hecho más que molestarme, me excitaba. A pesar de mi inexperiencia en la materia, hasta yo sabía que un buen amante como Rafa no se encontraba todos los días.

Sin embargo ahora, no era Rafa el que me acariciaba la entrepierna. Era Vero la que con infinita paciencia y suavidad me besaba y hacía cosquillas aquí y allá. Había conseguido desperezarme y, lo que es más sorprendente, calentarme hasta tal punto que ya había dejado de razonar. No me explicaba cómo había podido ponerme así en tan poco tiempo. Estaba destrozada por los intensísimos polvos y de repente, mi libido saltaba por los aires como si acabáramos de empezar. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía estar tan excitada? ¿Y cómo es que Vero no estaba satisfecha después de verla estallar un orgasmo tras otro? No tenía tiempo para buscar explicaciones. Vero me lo había arrebatado con súbita rapidez. Por el momento sólo existíamos Vero y yo. Así fue como sin poder explicarlo, me encontré comiéndole el coñito a mi prima mientras ella hacía lo propio con el mío.

Contrario a lo que pudiera parecer, en vez de devorarnos la una a la otra. Que era lo que en principio sería más apropiado dado nuestro estado de excitación. Nos entretuvimos degustando y saboreando el sonrosado y apretado coñito de nuestra compañera. A pesar de la follada, el chochito de Verónica lucía así de precioso. Los labios bien apretados, como si nunca los hubieran a vierto, pero a la vez muy sonrosado y lleno de los jugos que había provocado el coito. Imitando a mi primita, me comencé a darle pequeños piquitos. Vero no tardó en abrirse de piernas para facilitarme el acceso a ella. No me dejé engañar y proseguí con mi metódica táctica. Antes de meterle la lengua hasta el fondo y sorberla entera, tenía muchas otras cositas que enseñarle a mi prima. Claro que ella también tenía otras que enseñarme a mí. La carrera por el enésimo orgasmo había dado comienzo, ¿qué conejito lo alcanzaría primero?

Rafa seguía ajeno a nuestros jueguecitos, y eso que tanto Vero como yo habíamos dejado las sutilezas iniciales y estábamos dando rienda suelta a toda nuestra libido. Ni Vero ni yo nos cortábamos a la hora de gemir o jadear. Y ni mucho menos a la hora de revolvernos y meternos mano a saco la una a la otra. Nuestras lenguas no paraban y los sufridos clítoris soportaban con estoica paciencia y aguante el incesante ataque al que eran sometidos saturando nuestros cuerpos de placer y gozo. Era una deliciosa tortura a la que ninguna de las dos estábamos dispuestas a renunciar. Máxime cuando el gozo crecía, se perpetuaba y se prolongaba en el tiempo como si nunca se fuera a acabar. O quizás porque temiéramos que se pudiera terminar tan dulce éxtasis, ninguna de las dos cejaba en su empeño de satisfacer a la otra. He de reconocer, sin embargo, que en esta ocasión era Vero la que tenía clara ventaja sobre mí. Yo sencillamente no podía dominarme. Sólo era capaz de seguir la senda que me marcaba mi instinto. Y en ese momento, el instinto dominante era el de la reproducción. Ése que te dice que cuanto más placer halles en el sexo, más y mejores posibilidades tendrás de pasar tu herencia genética a tus hijos. Claro que habría que explicarle a dicho instinto, cómo podríamos pasar nuestra herencia genética mi primita y yo mientras fornicábamos la una con la otra totalmente desinhibidas por la pasión que nos dominaba por su causa.

El caso es que nos encontrábamos tan bien, tan cerca de la gloria que ninguna de las dos nos dimos cuenta de cuándo ni cómo se despertó nuestro amigo Rafa. Ni que se había levantado y con toda la calma del mundo se había abierto una cervecita a nuestra salud. Cuando nos dimos cuenta, lo vimos repantingado sobre el sofá disfrutando en primera fila del espectáculo que le estábamos dando y eso que no había sacado entrada. En realidad fue Vero la que se dio cuenta de lo que había pasado. Como os he dicho, yo no me daba cuenta de nada. Actuaba de modo automático. Correspondía a los abnegados y placenteros esfuerzos de mi prima con otros idénticos, sabiendo que de este modo, no dejaría de recibirlos. Pero de ningún modo se me ocurría tomar la iniciativa. Me dejaba llevar, entre otras cosas, porque me daba cuenta de que era lo único que podía hacer.

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No podemos dejarlo ahí solito. ¿Verdad prima?

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No, claro que no.

Ni siquiera me había parado a pensar. Había contestado sin siquiera darme cuenta de todo lo que había implicado en aquella respuesta. La insinuante voz de mi prima había bastado para convencerme. Lo cierto es que tampoco hubiera podido negarme. Era mi coño quien mandaba ahora; y éste sólo quería follar, sin importar cómo, ni dónde, ni con quién. Cruzamos nuestras miradas y nos pusimos de acuerdo. Las dos deseábamos lo mismo. Gozar como perras. Y si el destino ponía ante nosotras una polla tan maravillosa como la de mi vecino, mejor que mejor. Sí, no os extrañéis. Podría estar muy enfadada con él y tener mil razones para odiarle. Pero no podía negar la evidencia. Y lo cierto es que Rafa folla de maravilla. No sólo con una mujer, con dos; ahora me daba cuenta, y hasta para una niña mojigata como yo, era evidente que semejante habilidad no debía despreciarse, ni desperdiciarse. Sabía darnos gusto y dejarnos satisfechas, más que satisfechas diría yo. Y por mucho que me pesase, prefería tener su polla entre mis piernas a la lengua de mi prima.

Sin esperar a mi prima, me acerqué a mi vecino. Olvidándome de todo prejuicio, me mostré lasciva e insinuante. No era yo, era la puta que él había despertado dentro de mí. Quería provocarle, despertar en él las más bajas pasiones, era un macho, mi macho y deseaba saciar en él mi necesidad de polla. Vero me siguió imitándome. Nos acercamos a él a gatas, sin prisas, mostrándonos abiertamente y sin quitarle ojo de encima. Queríamos asegurarnos de que éramos su centro de atención. De vez en cuando, y siempre sin perderle de vista, nos dábamos un buen morreo para demostrarle lo calientes que estábamos. Porque estábamos realmente calientes. Me ardía el rostro cada vez que me besaba con mi prima. Y si ésta me tocaba… uf, me derretía entera. No sabría decir qué me daba más morbo, si besarme con ella; o saber que mi vecino nos estaba observando sin perder detalle. El caso es que se me hacía el chocho agua. Y a mi prima le pasaba lo mismo. Cada vez que me acercaba para comprobar su estado, mi mano aparecía empapada. Entonces, sin saber muy bien qué hacer con ella, me la llevé a la boca. Ummm… saborear sus jugos… Después Vero hizo lo propio con los míos. Aquello nos volvió locas. Nuestros propios jugos se habían convertido el mejor afrodisíaco que se pudiera encontrar. Nos encelaba, espoleándonos a mostrar impúdicas toda nuestra lascivia delante de mi vecino. Después, sin olvidarnos de nuestro auténtico objetivo, nos encarábamos a él para continuar acercándonos a cuatro patas.

Sin embargo, por más que nos esforzáramos por mostrarnos seductoras, por más que nos insinuáramos; no conseguíamos excitarle. Y eso que no parábamos y nos esforzábamos todo cuanto podíamos. Que no era fácil, estábamos tan calientes que si nos hubiéramos aplicado un poco más habríamos estallado en un orgasmo antológico. Y claro, ninguna de las dos queríamos eso. Queríamos disfrutar de nuestro hombre y para ello debíamos reservarnos. Pero Rafa se hacía de rogar. Por más que se nos ocurriesen nuevas formas de exhibirnos, nuevas posturitas con las que lucir nuestros encantos o nuevos modos de mostrar lo salidas que estábamos o lo zorras que éramos; nada parecía afectarle. Era desesperante, y sin embargo, ninguna de las dos pensó en renunciar o darse por vencida, tal era nuestro deseo.

Cuando llegamos a él, nos sentamos y comenzamos a besarle y lamerles los pies. No sé muy bien por qué lo hicimos simplemente fue algo que se nos ocurrió. Después de todo, era lo más lógico, empezar por los pies para llegar a la cabeza. Aunque no teníamos muy claro con qué cabeza nos íbamos a quedar; lo más seguro, si nos llegan a preguntar, que con la de abajo. Nos empleamos a fondo, usando todo cuanto teníamos a nuestro alcance. Manos, bocas, lenguas, tetas y coños no se quedaron quietos. Nos restregamos con tra él, lo sobeteamos, lo lamimos y besamos por doquier. Desde la planta del pie hasta sus caderas, no hubo centímetro de su piel que no alcanzáramos. Pero él ni se inmutaba. Al final Vero se cansó de su pasividad y falta de respuesta y trató de sonsacarle para ver lo que pasaba.

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¿Listo para un nuevo asalto?

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¿Cómo? No, me temo que no podrá ser, necesito un poco de tiempo para reponer fuerzas. Mañana, más descansado, os podré complacer, linda damisela.

¡No me lo podía creer! El muy cerdo se estaba reservando para el día siguiente. Sabía muy bien que no podríamos. Ya nos estábamos jugando el cuello para estar con él el viernes y no contento con eso quería tenernos el sábado. No podría ser y así se lo dije con toda la firmeza y seguridad de la que fui capaz.

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¡Mañana! ¡Mañana no podremos venir! ¡Ni el domingo! Creo que te lo dije.

Rafa pareció sorprendido por mi respuesta. Quizás no lo estuviese haciendo a mala idea y simplemente se le olvidara lo que le comenté sobre la imposibilidad de reunirnos ni el sábado ni el domingo. Se nos quedó mirando mientras sopesaba la situación. No pareció dudar de mi respuesta, pero buscó la confirmación a la misma en el rostro de mi prima. Tras meditarlo unos segundos, tomó su decisión.

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Ahora mismo no me acuerdo. Si no podéis mañana, pues tendrá que ser a la semana que viene entonces.

Una vez más, Rafa me dejaba fuera de juego. No sólo me daba la razón y aceptaba de buen grado la imposibilidad de reunirnos con él durante el resto del fin de semana, sino que ¡se daba por satisfecho y nos dejaba marchar! Que aceptase nuestras circunstancias tan de buen grado, podría considerarse dentro de lo normal. A pesar de haberme dado algún que otro disgusto y quebradero de cabeza al hacerme cumplir con el dichoso contrato de sumisión, lo cierto es que nunca había intentado fastidiarme o perjudicarme seriamente delante de nadie. Pero lo que ya no me cuadraba era el hecho de que renunciase a disfrutar de nuestros cuerpos. Y más si tenemos en cuenta de que hasta la semana siguiente no volvería disponer de ellos. Claro que eso quedó en nada en cuanto mi dulce primita abrió su bocaza.

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¿Nos vas a dejar en mitad de la fiesta? Sólo tenemos el día de hoy y queremos aprovecharlo. ¿Seguro que no te apetece un último polvo?

Vale que lo pensase, que yo pensaba igual que ella. Estaba tan caliente que dejarnos así a medias como estábamos hubiera sido más que una putada. Hubiera sido un putadón. Porque ninguna de las dos estábamos ya para echarnos atrás. Pero de ahí a decirlo y de una forma tan descarada… bueno que no estuvo bien. Además el modo como lo dijo, empleó el tono de una niña buena y modosita pero con toda la intención de una zorra calentorra. Y por si eso no fuese suficiente, su mano distraídamente, se había posado “sin querer” sobre la polla de Rafa. Vamos que si Vero hubiese sido una fulana de verdad, no lo habría podido hacer mejor. Yo no podía quedarme atrás, así que imité el decidido y acertado movimiento de mi prima y mi mano también se posó muy cerca de la entrepierna. Mejor dicho, me puse a masajearle los huevos, que en aquel momento era lo único que podía hacer. La respuesta de mi vecino no tardó en llegar.

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No soy yo al que no le apetece. A la que tenéis que convencer es a ésta que no quiere levantarse. Si sois capaces de hacerlo, no os faltará hombre, nenas.

Ahora quería convencernos de que no podía. Como si no le conociéramos. Lo que quería era hacernos trabajar para tenernos entretenidas, bien calentitas y a su entera disposición. Siempre jugaba con nosotras, nos provocaba para que compitiésemos la una con la otra, nos embaucaba con sus juegos para que nosotras solas nos entregáramos a él y a sus caprichos con el único afán de alcanzar el orgasmo. Pero he de reconocer que sabía hacerlo muy bien. A pesar de todos los pesares, nunca nos negábamos. No sólo porque me tuviera a su merced en virtud de su chantaje, es que de algún modo sabía despertar en nostras la chispa de la lujuria y el morbo. Siempre se las apañaba para que fuese nuestro deseo de pasión desbordada el que guiase nuestras acciones. Y gracias a eso, nos tenía una vez más arrodilladas a sus pies dispuestas a pelearnos para tener el privilegio de comernos su polla. Claro que mientras yo divagaba con estas tonterías, Vero se lanzaba directa a por la polla de Rafa y se marcaba el primer tanto. Se la metió entera. Un logro sencillo dado el estado de semi-erección que entonces tenía, pero que de todos modos requería su parte de pericia. No me podía quedar quieta a verlas venir, así que rápidamente me puse a trabajar con lo que me había quedado, los cojones.

Vero comenzó a mamarle la polla como si fuese lo último que pudiese hacer en su vida. Parecía desesperada por verla crecer. Se afanaba a ella y la succionaba con verdaderas ganas; como si quisiera sorberle todos sus jugos a mi vecino. Tal era si afán, que no se daba un respiro, engullía, chupaba, tragaba... y vuelta e empezar; sin concederse un mínimo descanso . El resultado por sorprendente que parezca fue un rotundo fracaso. Sus enérgicas atenciones no tuvieron los efectos deseados. Rafa no se quejaba, se dejaba hacer y hasta se diría que disfrutaba por cómo la miraba; pero por más que Vero lo intentara, el palito no se le empinaba. Comenzaba a desesperarse, estaba dándolo todo y no conseguía nada. Y lo que era peor, las enérgicas atenciones que le prodigaba a mi vecino, le estaban pasando factura, se estaba cansando . Viendo que no conseguía nada, decidí llevar la delantera y cambiar de táctica.

Vero me cedió el testigo, entre resignada y aliviada. Las fuerzas comenzaban a fallarle y agradecía que yo tomara el relevo. Como os he dicho, tenía pensado cambiar de táctica, y eso fue lo que hice. Así que confiando en mi, ya no tan escasa, experiencia con Rafa; empleé toda mi habilidad en las labores buco-linguales en trabajarle el terco cipote con toda la sutileza y suavidad de la que fui capaz. Que el obstinado ariete se negaba a despertarse y ponerse en forma, pues vamos a visitar a sus vecinos. Quizás se ponga celoso y despierte. O tal vez está un poco cohibido por tanta boca hambrienta... Nada, unos piquitos aquí y allá, un dulce beso a los desatendidos huevitos, con algo de succión por supuesto; un leve paseo de la lengua... Y entonces, de repente, sin saber muy bien cómo ni porqué, en respuesta a nuestras oraciones y denodados esfuerzos, palpitó. Sí, dio tal respingo que pareció que se iba a levantar de golpe. Fue un espejismo, enseguida perdió fuelle, pero nos demostró que había vida en el planeta. Después de todo, iba a tener yo razón y lo que necesitaba aquella polla eran mimitos.

Convencidas ya de la viabilidad de nuestra empresa, más seguras de nosotras mismas y sabiendo ya la táctica a emplear; Vero y yo nos lanzamos a por nuestro objetivo. No, no repetimos el error de avasallar el indeciso miembro. Simplemente, nos enzarzamos en una carrera de besos. Nada de agresivos chupetones y vigorosas succiones, piquitos suaves y dulces lametones. Vero se tuvo que conformar con el torso y el vientre de mi vecino, pues yo me negué a abandonar mi privilegiado puesto. Después de todo, había sido yo quien había descubierto el camino a seguir. Y lo cierto es que estaba más hinchada que un pavo. El adormilado pene se estaba desperezando, ganando en consistencia, altura y grosor. Poco a poco, íbamos alzando el mástil para colocarlo enhiesto por encima de las dos piedras que lo custodiaban. De momento aún precisaba del sostén de mis manos, pero confiaba que con mis atenciones, no tardaría en ser autosuficiente. Entonces me vino una idea que me sonrojó entera. Fue ocurrírseme y notar un fuerte sofoco en mi cara. Las manos me picaron y mi chichi... bueno, como se suele decir, se me hizo coño agua. Para qué vamos a decir otra cosa. La simple idea me hacía temblar de excitación, si la llevaba a cabo...

No me lo pensé dos veces. Y de inmediato mandé mi lengua a recorrer el cerrado orto de mi vecino. Tenía que enterrar mi obsceno sonrojo, ¿y qué mejor sitio que la entrepierna de mi vecino? No me corrí de gusto pero le faltó bien poco. Era una sensación extraña, me parecía estar haciendo algo malo, pero no demasiado, como una travesura. Sí era como una travesura... excitante, emocionante y divertida. Y mi vecino debió de sentir algo parecido. Se puso palote en cuanto mi lengua comenzó a pasearse por su puerta trasera. Bueno, por su puerta, los tíos no tienen tantas entradas como nosotras. El caso es que le gustaba lo que yo le estaba haciendo... y eso, me hacía sentirme bien. Al enorme placer que ya experimentaba se añadía ahora la satisfacción de saberse una buena amante. Por primera vez, me sentía un poco puta, pero en el buen sentido. En el sentido de reconocerse como una amante hábil y experta que sabe disfrutar del sexo tanto como da placer a los demás.

Sin embargo, la placentera situación no se prolongó mucho más en el tiempo. Todo lo bueno se acaba y cuanto mejor te lo pasas, más corto se te hace. Vero comenzó a reclamar su correspondiente cuota. También quería disfrutar de la cada vez más animada y empinada polla. Había aprovechado mi excursión a su esfínter para tomar posiciones, y siendo justas, he de reconocer que ya le tocaba. Así que le dejé el campo libre. Mientras ella disfrutaba con las joyas de mi vecino, yo podría entretenerme con alguna otra parte de su anatomía. Claro que antes me aseguré de que ella siguiese la misma línea de atención que yo le había marcado. Mi prima no es tonta y no tuve que decirle nada, pero de todos modos me aseguré. Yo por mi parte, me concentré en hacer bien mi parte. Recorrí con mis labios y lengua todo su cuerpo, su vientre y pecho para llegar al cuello y perderme en él. Rafa por su parte cada vez estaba más animado. Sus manos no paraban de moverse sobándonos a la una o a la otra indistintamente. No solía pellizcarnos, pero algún que otro magreo era más fuerte de lo habitual. Claro que ninguna de las dos dijimos nada preocupadas como estábamos en devolverle a la vida la terca minga. Y menos cuando estábamos tan cerca de conseguirlo. Y eso sin tener en cuenta de que los incesantes sobeteos, a pesar de su esporádica rudeza, nos estaban poniendo como motos. Comenzamos a intercambiar posiciones, más que nada porque las dos queríamos nuestra ración de magreo y a pesar de que usaba las dos manos, no teníamos suficiente.

Entonces, llevada por mi irrefrenable calentura, porque estaba más salida que el pitorro de un botijo; decidí besarle en la boca, pero besarle a conciencia. ¡Llevábamos tanto tiempo con los preliminares y no nos habíamos besado! Necesitaba hacerlo y una vez más actué sin pensármelo dos veces. Rafa tenía los ojos cerrados, sin duda concentrándose para evitar empalmarse, de ese modo prolongaría su disfrute y alargaría nuestra tortura. Quería hacernos trabajar y ¡vaya si lo estaba logrando! El caso es que estaba metiéndole bien la lengua, cuando sentí el gemido de triunfo de mi prima. Tenía la boca llena y no pudo articular palabra pero sonó algo así como... "¡ Mira, lo he conseguido! ¡Está empalmado!" La muy cerda me había ganado, había logrado ponérsela tono. Se iba a llevar todas las alabanzas. Yo le había mostrado el camino, pero ella había conseguido llegar a la meta. No os puedo describir la rabia que sentí entonces. Lo cierto es que me sentí celosa, Vero me estaba apartando de mi vecino y no me gustaba. Lo quería para mí.

¡Cielos! Ahora que lo pienso, ¡me estaba enfadando porque mi prima me estaba apartando de un chantajista violador! Bueno, un volador no era, en realidad no me había forzado. Aunque sí es cierto que todo lo que había conseguido de mí era gracias a la extorsión y el chantaje. Entonces, ¿por qué me enfadaba tanto? ¿Por qué me molestaba tanto que Vero recibiera tantas atenciones por parte de mi vecino? No quería contestar a aquellas preguntas. La respuesta no me gustaba. Pero ahora... ahora estaba rabiosa porque Rafa disfrutaba más con las atenciones de mi prima que con las mías. Estaba furiosa porque ella lograba lo que yo no conseguía, captar su atención. Estaba a punto de estallar y poner a mi prima en su sitio, cuando Rafa me abrazó por sorpresa. Las atenciones de Verónica estaban surtiendo efecto y ahora él necesitaba desfogar su lujuria. Yo era lo más accesible. Ahora era su lengua la que buscaba mi garganta y casi lo conseguía. Sus brazos me atenazaron impidiéndome cualquier posibilidad de escape. Sus manos hallaron mi sexo y se introdujeron en él. Si no hubiese estado tan enfadada, me habría llevado a la gloria. Pero tras el rebote que me había pillado cualquier posibilidad de gozo se había esfumado; no obstante, a pesar de todo, estuvo muy, muy cerca de llevarme al orgasmo.

Una vez recuperado, Rafa no perdió el tiempo. Nos llevó a la cama, había llegado el momento de jugar a cosas más serias y saciar de una vez la calentura que llevábamos dentro. Porque el jueguecito al que nos había hecho jugar, nos había puesto a mi prima y a mí cardiacas. Teníamos el chocho hecho pepsicola, y lo único que ahora queríamos era follar con aquella maldita polla remolona que tanto nos había hecho sudar. Por eso cuando lo vimos recoger los dos consoladores que estaban encima del colchón, se nos cayó el alma a los pies. Lo último que ahora queríamos eran más jueguecitos tontos. Se nos quedó mirando un instante, mientras calibraba si merecía la pena seguir torturándonos con sus frustrantes juegos o no. Me pareció atisbar un destello de malicia en su mirada y por un instante nos temimos lo peor. Lo digo en plural, porque de reojo vi la misma expresión desesperada reflejada en el rostro de mi prima.

Esta vez sin embargo, Rafa consideró que ya habíamos jugado bastante y que era hora de follar en condiciones. Claro que seguíamos teniendo un pequeño problema, éramos dos coños y una polla. ¿Cuál de las dos se quedaba sin su ración de carne? La polla tenía su botín asegurado, pero nuestros coñitos no lo tenían tan claro. En ese momento fue cuando mi vecino demostró lo hábil que era como amante. Se las ingenió para echar más leña al fuego de nuestra creciente frustración sin darnos motivos para quejarnos, proporcionarnos parte del placer que las dos le reclamábamos, aumentar la calentura que nos embargaba sin llegar follarnos a ninguna de las dos y prolongar nuestro disfrute sin hacerlo aburrido.

No sé cómo, pero Rafa siempre se las ingeniaba para jugar con nosotras, darnos algo de lo que queríamos y al mismo tiempo, postergar lo que de veras deseábamos. Era un auténtico maestro, nos exasperaba y llevaba hasta el límite; pero al mismo tiempo, nos mantenía enganchadas a él proporcionándonos una y otra vez un placer que se nos antojaba supremo e inacabable. En esta ocasión, hizo que nos acostáramos formando una especie de triángulo en el que cada uno de nosotros, tendría a su disposición el sexo de otro. Por supuesto, él se aseguró de disfrutar de las atenciones de su preferida, o lo que es lo mismo, se aseguró de que mi prima le comiera bien el rabo. Yo me tendría que conformar con comerle el coño a Vero, mientras que, a modo de compensación, él me lo comería a mí. Os podéis hacer una idea de cómo me sentó aquello. No me gustó ni un pelo. Con todo lo que me había hecho, los sustos y miedos por los que había pasado por su culpa, las muchas veces que me había disfrutado, siempre agradándole a él… A pesar de que había sido yo la que había encontrado el modo de levantarle el… el ánimo, prefería las atenciones de Vero. Tenía que haberlo sabido antes, estaba más claro que el agua, había dejado de serle de interés a mi vecino. Prefería la novedad de mi prima… y eso, me dolía. No quería admitirlo, pero me sentía celosa. Apenas si pude reprimir la rabia que se apoderaba de mí. Cuando tuve ante mí el encharcadísimo chocho de mi prima, a punto estuve de mordérselo con saña y causarle todo daño posible y eso que ella no tenía culpa de nada.

En vez de eso, le di un profundo lengüetazo, que le hubiera hecho chillar como una descosida si no fuera porque tenía la tranca de mi vecino taponándole la boca. Fui yo la que no pudo evitar chillar a pleno pulmón cuando sentí las sibilinas caricias de su lengua en mi propio coñito. Estaba mucho más caliente de lo que yo misma pensaba. Apenas si me había dado un par de lametones y perdí el poco dominio que tenía sobre mí misma. Tenía que alcanzar el orgasmo. La urgencia que se apoderó de mi alma, me impidió pensar con nitidez. Un único pensamiento… follar, un único deseo… gozar, un único objetivo… correrme lo antes posible. Me aferré al ofrecido coñito de mi prima y me dejé llevar. Todo lo demás nos vino rodado. Antes de darme cuenta, me vi sorprendida por uno de aquellos anhelados éxtasis. Digo uno, porque inmediatamente después del primero, vino un segundo y después un tercero… Entonces mientras seguía aturdida bajo los efectos de la sibilina lengua de mi vecino, vino el primer cambio de postura.

De pronto me encontré la enhiesta polla de Rafa apuntándome a la cara. Sabía lo que tenía que hacer, pero aturdida como estaba apenas si me dio tiempo a reaccionar. Tuve el tiempo justo de abrir la boca y empezar a chupar. Rafa me la mandó entera, sin previo aviso. Y no me disgustó. En vez de eso, comencé a chupar con todas mis ganas. Los enérgicos lametones que me proporcionaba mi prima, me estaban llevando una vez más a la gloria. Por la manera como lo hacía, ella también debía estar a punto de correrse. Lo cierto es que me había olvidado de mis dos acompañantes. La polla de Rafa seguía en plena forma, por lo que él no debía de haberse corrido. En el caso de Vero no podía estar tan segura. Su coño estaba más encharcado que las lagunas de Ruidera. Más parecía una fuente que un coño. Seguro que se había corrido al menos un par de veces, como yo; y como yo, se estaba calentando a pasos agigantados. Oía los estridentes chillidos de mi prima, mientras que me veía obligada a ahogar los míos taponada como estaba por la polla de mi vecino. El muy cerdo sabía cómo darnos gusto… Porque bien que nos atendía a las dos. Claro que se notaba que prefería a mi prima antes que a mí. Algo que posteriormente pude comprobar cuando lo comenté con ella. Más que comerle el coño a mi prima, se lo devoraba. Según ella, le ponía tanta pasión que no sabía si ahí abajo tenía una lengua o un vibrador. El caso es que perdimos la noción del tiempo y la cuenta de nuestros orgasmos.

Y sin embargo, no estábamos satisfechas. Aún teníamos ganas de más. Sobre todo estaba la honrilla de lograr que nuestro vecino se corriera. Porque seguía sin correrse. Parecía el conejito de duracel que dura y dura y dura… Y así la tenía él, dura y dura y más dura. Y no se cansaba, ni se ablandaba, y ni mucho menos llegaba a explotar por más que nos esmerábamos en chupársela bien chupada. Porque nos la tragábamos hasta la campanilla y un poco más. El caso es que cuando le vino en gana, decidió follarnos. Bueno, más que follarnos él, nos lo follamos nosotras. Él se limitó a calzarse la goma, tumbarse y dejar que lo cabalgáramos. Una polla para dos, eso significaba que no teníamos suficientes pollas naturales para las dos. Una podría disfrutar cabalgando la polla de mi vecino, la otra tendría que conformarse con cabalgar una de las de plástico. Porque eso sí, él siguió dominando la situación. Bajo ningún concepto estaba dispuesto a cedernos el control. De modo que lo dispuso todo para que ninguna de las dos nos fuésemos por libre. Para empezar, nos quería tener a las dos a la vista, mirándole a los ojos, controlando en todo momento nuestras emociones. Para no perder de vista a la que se quedaba con el consolador, lo mantuvo firmemente sujeto con la mano. Así, mientras la una botaba sobre su polla, la otra lo hacía sobre el dildo que sujetaba, siempre al alcance de su mirada. No permitía que ninguna de las dos nos detuviésemos ni por un instante. Teníamos que apañárnoslas para estar siempre en movimiento. Como sabía que a ninguna de las dos nos gustaba demasiado follarnos la polla artificial, decidió establecer un tiempo para que nos intercambiásemos. Lo tenía todo previsto y bien calculado. El muy cerdo, como siempre, no se dejaba ningún cabo suelto.

Vero se apresuró a poner la alarma del móvil mientras que yo aprovechaba el momento para ser la primera en gozar de su polla. ¿Qué queréis que os diga? Estaba como una moto y ya me importaba todo un comino… quería olvidarme de todo y disfrutar. Me puse en cuclillas y me la clavé entera, para comenzar a cabalgar sobre su mástil a todo galope. No podía detenerme ni ir más despacio, tenía que cabalgarlo a toda velocidad, el orgasmo era inminente y no podía postergarlo. Sin poder evitarlo me corrí bajo la atenta mirada de mi vecino que no me quitaba ojo de encima. No me importó que me estuviera mirando, ni que mi prima estuviese a mi lado, comencé a chillar y jadear a pleno pulmón. Me sentí abochornada, me estaba comportando como una puta y no me importaba hacerlo. Claro que mi prima estaba igual que yo. Ella era mucho más desinhibida que yo pero aún así se notaba que si no se estaba corriendo le faltaba bien poco. Y eso que sólo estaba disfrutando de la polla de plástico. El caso es que tras correrme, no tenía muchas ganas de seguir, pero Rafa no estaba por la labor de dejarnos descansar. Como os he dicho, quería tenernos siempre en movimiento. De modo que tuve que ingeniármelas para proseguir cabalgándole. Me puse de rodillas sobre su polla y empecé a moverme delante y detrás, pensando que de este modo me cansaría menos y podría hacerle eyacular. Y sí, me cansaba menos, pero el muy cabrón seguía sin correrse, y lo que es peor, yo empecé a calentarme de nuevo. ¿Cuántas veces sería capaz de correrme con aquella polla en mis entrañas? No lo sabría, ya había perdido la cuenta de las veces que me había derretido aquella tarde.

El caso es que cuando empezaba a tomarle el pulso al gustirrinín, sonó la alarma. Cambio de turno. Por un lado nos venía bien, un breve descanso. Y tan breve, el muy cabrón siguió apremiándonos para que nos enfundáramos las respectivas pollas lo antes posible. No quería quedarse frío... Nada más enfundarme la polla de plástico, supe porqué Vero había disfrutado tanto con ella. Era el vibrador y estaba al máximo. El chillido que exhalé sólo quedó eclipsado por los berridos de Vero y Rafa. Por un momento pensé enfadada que mi vecino se acababa de correr y que todo había acabado. Me enfadé porque eso me hubiera dejado a mí a medias y no era plan. Pero no, la única que se había corrido era Vero que me miró de reojo pidiendo la hora. Nos estaba machacando a las dos y parecía que la cosa aún iba para largo...

Y vaya si iba para largo, aún nos dio tiempo a corrernos un par de veces más. Pero no quiero adelantarme. Su polla seguía más dura si cabe. Por más que lo cabalgábamos de todas las formas posibles, el muy cerdo seguía sin alterarse un poco siquiera y para humillarnos más, no dejaba de mirarnos. Sobre todo a mí. No dejaba de mirarme ni cuando Vero estaba encima de él. Quería demostrarme lo macho que era, lo mucho que disfrutaba follándose a mi prima, lo dominadas que nos tenía. Yo sólo podía contener la rabia gracias a lo cachonda que estaba. Estaba tan salida que apenas si le prestaba atención a estos hechos. Fue después cuando estuvimos en casa a solas que fui consciente de lo mucho que nos estábamos rebajando con aquellos depravados juegos. El caso es que tanto Vero como yo estábamos derrotadas y no podíamos más. Nuestros labios mayores estaban hinchadísimos y si seguíamos así, nos íbamos a escocer. Sólo la fortuna nos salvó. Él debió cansarse de nuestros infructuosos esfuerzos por satisfacerle y decidió terminar. Por supuesto, eligió mi turno para demostrarme lo bien que nos controlaba. Me sujetó de las caderas para que siguiera sus indicaciones. Entonces me hizo clavármela hasta el fondo par después moverme en círculos o adelante y atrás, pero siempre bien ensartada. De vez en cuando me hacía subir para volver a clavármela bien hasta el fondo. No eran movimientos rápidos, pero sí bien profundos. He de reconocer que el que me llegara tan al fondo me gustaba y más cuando empecé a sentir el apremio que precede al éxtasis. Estábamos a punto de terminar y yo con él. Cuando por fin nos vinimos, la sensación que experimenté fue tremendamente contradictoria. Por un lado no podía evadirme de la rabia, pero por otro, la satisfacción de haber terminado, la honrilla de haber conseguido que se corriera, el disfrute del propio orgasmo, me llenaron de una paz y felicidad de la que no pude escapar. Me dejé caer sobre él. Abrazándole y besándole, como si debiera estarle agradecida. Después me dormí. Fueron solo unos minutos, pero dios sabe que los necesitaba. Mi vecino y Vero debieron de hacer lo mismo, pues cuando desperté estábamos los tres en la misma posición.

El pulpo de Rafa como siempre, no dejaba de sobetearnos y besarnos aquí y allá. Cierto que sus besos y caricias eran tiernos y cariñosos. Pero el tener que compartirlos con mi prima, era superior a mis fuerzas. Por supuesto, no estaba la cosa para ponerse quisquillosa, después de haberle dejado follársela bien follada, ¿qué importancia tienen unas pocas caricias? Además, tampoco teníamos tiempo. Miré el reloj de reojo y enseguida me di cuenta de que nos habíamos entretenido más de la cuenta. Miré a mi prima y, sin decirle nada, pronto entendió la situación. Nos levantamos de inmediato y nos fuimos corriendo a la ducha. Menos mal que esta vez Rafa decidió dejarnos a solas, seguramente porque ya estaba más que servido. No sé cómo nos las hubiéramos apañado los tres en el reducido cuarto de baño. Nos enjabonamos rápido ayudándonos la una a la otra y nos aclaramos aún más rápido. Si por un lado teníamos prisas, por otro nos temblaban las manos y las piernas. El sexo nos había dejado completamente exhaustas y estábamos agotadas. Creo que teníamos calambres y todo. Mientras nos bañábamos, Rafa no dejó de preguntarnos por la razón de nuestras prisas. Estaba bastante mosqueado por tantas prisas y según él la preocupación de nuestros rostros. En eso tenía razón pero nosotras no teníamos muchas ganas de charla. ¡Estábamos como para darle explicaciones! Le dimos un par de respuestas vagas con las que se tuvo que conformar, cogimos las bolsas de la compra, un par de besos y nos fuimos. Bueno ese era el plan, al final fue, cogimos las bolsas de la compra, nos dimos un par de besos de despedida, que damos citados para la siguiente semana y nos fuimos. Estaba claro que no nos iba a dejar libres así como así.

Como era de esperar, mi padre nos estaba esperando en la puerta de casa haciendo guardia para controlar nuestra llegada. Nos habíamos retrasado una hora larga y tenía cara de pocos amigos. No teníamos ninguna explicación coherente, salvo la de que había mucha gente y las colas eran muy largas. Menos mal que nuestras madres volvieron a echarnos un capote. Sabían que nos habíamos entretenido de más pero lo consideraron normal. Habíamos estado tan restringidas por mi padre que vieron normal que buscásemos un breve alivio a nuestro castigo. Si ellas supiesen dónde habíamos estado y lo que habíamos hecho, no se habrían mostrado tan comprensivas... En fin que gracias a mamá y a mi tía nos libramos una vez más de las iras de papá. Suspiré de alivio cuando finalmente mi padre decidió dar por buena nuestra versión de los hechos. Yo me lo tenía merecido, pero Vero no tenía por qué pagar el pato de mis desavenencias con mi padre. Por fortuna, por cuestiones de trabajo, papá no estuvo mucho tiempo más con nosotras y el resto del verano fue más llevadero. Si no hubiera sido por mi vecino, hasta hubiera sido un verano memorable. Pero Rafa no se perdía ningún fin de semana. Acudía todos los fines de semana fiel y puntual para follarnos a las dos. Porque nos daba unos buenos repasos. Y muchos fines de semana teníamos sesión de sexo el viernes, el sábado y el domingo. Nos follaba hasta dejarnos agotadas y ahítas de sexo... hasta el siguiente fin de semana que nos volvía a follar igual de concienzudamente. Bueno, creo que un par de semanas pudimos descansar ya que no pudo venir por no sé qué proyecto. Pero creedme nos vinieron muy bien para descansar de sus largas sesiones de folleteo.

Y así pasó el verano y septiembre. Para Vero fue un verano fantástico disfrutando de unos polvos salvajes, sin embargo para mí, como podéis comprender, no lo fueron tanto. Y una de las razones por las que no me lo pasaba tan bien, era mi prima. No podía aceptar que Rafa se aprovechase también de ella. Ni que ella se lo pasase tan bien en todos y cada uno de nuestros encuentros. Las dos veces que Rafa no pudo venir, la que más se enfadó y lo echó de menos fue ella. Parecía una toxicómana a la que le hubieran privado de su dosis diaria. Llegué a pensar que se había vuelto adicta a su polla. Pero no era la actitud de Vero lo que me enfadaba. El que de veras me sacaba de mis casillas era mi vecino, porque Rafa prefería follársela a ella antes que a mí. Si la idea no le hubiese gustado, habría dicho algo, pero jamás hizo amago siquiera de protestar por la continua presencia de mi prima.

No fueron los celos, sin embargo, lo peor de nuestros encuentros. Lo peor, fue enterarme de que según mi prima, Rafa nos quería dar por el culo. ¡Como si nuestros coños no fuesen bastante! No sé qué era lo que más me molestaba si el repugnante uso que pensaba dar a nuestros cuerpos o la certeza de que ninguna de las dos éramos capaces de satisfacerle plenamente. Joder, que somos dos chicas de dieciocho años recién cumplidos y prácticamente vírgenes. Bueno, que de hecho él había sido quien nos había desvirgado. Y aún así no estaba satisfecho con lo que le dábamos, quería aún más... algo antinatural. Se me revolvía el estómago con sólo pensarlo.

Y por si fuera poco, estaba el añadido de que fuese Vero la que me advirtiese de las intenciones de mi vecino. Estaba claro que de algún modo se lo había hecho saber. Vero me perjuró y aseguró que Rafa no le había comentado nada. Que era una suposición que se le había ocurrido por el modo en que se comportaba con nosotras. Según ella, se pasaba demasiado tiempo jugando con nuestros agujeritos traseros y cada vez nos introducía más deditos en el orto. Según ella era evidente que nos estaba preparando para darnos por el culo. ¡Y por si fuera poco, la muy cerda estaba encantada con la idea! ¡Estaba deseando que lo probásemos, cuanto antes mejor! Como quiera que Rafa no pasaba de meternos uno o dos deditos de vez en cuando, se hizo evidente de que por el momento no pensaba jodernos por el culo. Yo quise creer que en realidad no pensaba ir más allá de lo que ya nos hacía. Bastante vergüenza pasaba cuando los tenía dentro del mío. Lo más extraño es que en vez de dolerme, me gustaba. Sí me daba placer, no se podía comparar al gustirrinín procedente de la vagina, pero era una sensación sumamente agradable, que combinada con el placer que me proporcionaba a través de mi coñito me producía unos orgasmos bestiales.

Al final ya no sabía qué creer, si pensar que Rafa se conformaría con lo que ya nos hacía, o que Vero tenía razón y sólo estaba esperando el momento oportuno. Hacia el final del verano, mi prima estaba convencida de que Rafa estaba reservando el momento para cuando estuviéramos él y yo a solas. Que seguramente no lo había intentado antes porque estaba ella presente. ¡Según ella era todo un detalle! ¡Hasta lo consideraba romántico! Cuando finalizaron del todo las vacaciones, mi prima me hizo prometerle que le contaría con pelos y señalas como sería mi primera vez por el culo. Según ella sería una gozada y tenía envidia de mí por quedarme con semejante semental para mí solita durante el resto del año. Incluso llegó a insinuarme de que estaría dispuesta a apuntarse a algún que otro encuentro de vez en cuando, pero yo le dejé bien claro de que no estaba por la labor. El caso es que al alivio de librarme de la presencia de mi prima, se le añadieron el mosqueo de lo que me dijo del sexo anal y el miedo a que volviese con ese rollo de ser su esclava. Eso era lo que había firmado, pero después de tanto tiempo follando sin hacer

alusión a mi compromiso de esclavitud, la idea de que me rebajara una vez más no me seducía lo más mínimo.

Al principio, todo parecía ir bien. La primera vez que nos vimos sin mi primita, Rafa se portó como un caballero, si es que se le puede llamar caballero a un cerdo chantajista. El caso es que aparte de follar, el tío se interesaba por mí, al menos eso fue lo que quiso aparentar. Me extrañó que me citase por la mañana a eso de las once cerca de la uni. Llegué a pensar que me estaba preparando una encerrona, ya sabéis una nueva manera de rebajarme y humillarme, en esta ocasión además delante de la gente con la que me tendría que relacionar. La realidad, por fortuna, resultó ser bien distinta. A pesar de mi mosqueo y las tremendas dudas que albergaba, decidí acudir a la cita. Después de todo no tenía más opciones. Si rehusaba, podría joderme la vida a base de bien con solo enseñarle a mi padre una de las muchas fotitos que tenía guardadas. Pero por una vez, resultó que me equivoqué de medio a medio. En vez de citarme para follar, como pensaba; me presentó a un conocido o amigo suyo, profesor de la facultad que llegado el caso me podría ayudar con mis estudios. No sería profesor mío, pero una ayuda aunque fuese indirecta nunca venía mal. A la semana siguiente, me presentó a tres o cuatro estudiantes de último curso, para que pudiera acudir a ellos sin llegaba el caso. Además ellos me fueron comentando la manera de trabajar de alguno de mis profesores y me fueron poniendo en antecedentes sobre las distintas asignaturas. Ya sabéis, cuáles eran más fáciles, en cuales era mejor llevarlo todo al día, cuáles eran las más amenas o en las que el profesor explicaba mejor... esas cosas. Y a la otra semana, nos citamos una vez más, con otro profesor que me también me podría echar una mano de vez en cuando, si me veía agobiada. La verdad, la cosa me venía muy bien porque el cabrito de mi padre estaba otra vez en sus treces y prácticamente me pedía matrículas de honor para seguir estudiando lo que quería... No llegamos a follar en todo el mes y eso que me citó una vez por semana, ni siquiera se insinuó. En fin que me tenía hecha un lío. Por un lado se comportaba como un cerdo aprovechándose durante todo el verano de mí y de mi prima, y por otro... y por otro parecía mi ángel salvador. Porque tras el verano, mi padre volvió a la carga, y si no me cambió de facultad fue por pura casualidad. Creo que en cierto modo quería demostrarme que él tenía razón y que me convenciera yo misma de que debía estudiar otra cosa.

En fin, que Rafa me tenía completamente descolocada. Tenía mucho que reprocharle y al mismo tiempo mucho que agradecerle. Si iba a estudiar informática que es lo que de verdad me gusta era gracias a él. Me destrozaba la vida, chantajeándome de forma rastrera y sacando el máximo partido a mis errores; para después arreglármela y dejarme en condiciones inmejorables para labrarme mi propio futuro. Había llegado a un punto en que no sabía si lamentar o agradecer la irrupción de Rafa en mi vida. No sabía si odiarle, si temerle, o si por el contrario, quererle y amarle.