Mi vecino 17

Los planes de Coral se vienen abajo. ¿Cómo se tomarán las dos primas la inesperada intromisión masculina en su fiestecita?

Capítulo 17

Fue un auténtico mazazo, como si de repente te echaran un buen chorro de agua helada. Se me paró el corazón. Me quedé sin habla. Simplemente me negaba a aceptar que él estuviera allí. Le dije que sólo tenía que hacer algunas fotos. Le dejé muy claro que no quería que hiciese nada más. ¡No debía de acercarse a mi prima! ¡Eso jamás! De repente la rabia me llenó. Le odié con todas mis fuerzas. Nunca me había sentido así, tan enfadada. No era furia, era mucho más… Sentía asco, repugnancia, desprecio, ira… todo a la vez y concentrado. Pero lo que más me enfureció, lo que más rabia me daba era saber que no podía responderle. No podía decirle nada, me tenía en sus manos desde hacía demasiado tiempo. Me sentía impotente. Había sido una estúpida al confiar en él.

¡Cielos, mi prima! ¡No sólo me tenía a mí! ¡Ahora nos tenía a las dos! ¡Yo le había proporcionado el medio de conseguirla! Yo tenía la culpa… le había dicho el dónde, le había dicho cómo llegar… ¡hasta le había dicho lo que tenía que hacer! ¡No! Yo no le había dicho que hiciera esto. En ningún momento se me había pasado por la cabeza que pudiera presentarse ante las dos para follarnos. Y eso era precisamente lo que estaba haciendo aquel desgraciado.

La ira, el miedo, la vergüenza y la culpa me atenazaban impidiéndome toda reacción. Pero el muy cerdo sabía muy bien lo que tenía que hacer y decir…

-              Yo sí estaba observando el paisaje. Pero con ustedes aquí delante jugando he tenido que dejar de hacerlo. ¡Menudo espectáculo que se han montado! ¡Miren cómo me han puesto! ¡Me han puesto más cachondo que un mono! ¿No les da vergüenza?... ¡Vamos arreglen esto!

Como quiera que no reaccionábamos; me asió de la cabeza y me llevó hacia su erecta polla. Decir que estaba excitado es quedarse corta. Su miembro estaba totalmente empalmado, durísimo y completamente operativo. No tuve dudas en cuanto a lo que debía de hacer. Sus intenciones estaban claras, y mis opciones también. No tenía ninguna alternativa. Nos tenía más que pilladas, la cámara de fotos que llevaba en la mano así me lo demostraba. Hice de tripas corazón y me tragué mi furia y orgullo. Bueno, no solo me tragué mi furia y orgullo, también me tragué su duro bálano ante la mirada atónita de mi prima. Pero no fue suficiente.

-              ¡No te quedes mirando, puta y chupa tú también!

Había cogido del pelo a Vero y la empujaba contra su polla. No solo iba a abusar de mí. También se aprovechaba de mi prima. No pude reprimir las lágrimas. Todo era por mi culpa. Pero las vejaciones y humillaciones solo habían empezado.

-              No puta así no. Primero usa la lengua. ¿Es que no puedes enseñar a la zorra de tu prima a hacerlo en condiciones?

-              ¡Noo!

No me pude contener. Estaba tan angustiada, tan enfadada que lo tuve que decir. Claro que él tenía muy claro lo que tenía que decir para acabar con cualquier conato de resistencia por nuestra parte.

-              ¿No? ¿Es que acaso quieres que enseñe las fotos que tengo aquí guardadas a las señoras del parasol amarillo? ¿O prefieres que se las enseñe al grupo de jovencitos con el que os vi el otro día?

-              No… no… eso no… por favor… Ya lo hacemos. ¿Verdad Vero?... ¡Vero!

Como mi prima no reaccionaba me vi obligada a llamarle la atención. La pobre seguía alucinada con todo lo que estaba viviendo. No se podía imaginar la terrible pesadilla en la que se había metido. Tendría que hacer todo lo posible por suavizársela cuanto pudiera. ¡Cielos, en qué lío la había metido!

-              Sí… sí, señor. Ya… ya… voy…

Vero se apresuró a cumplir con la orden a pesar del miedo que seguramente sentía. Se la notaba nerviosa, pero aún así se esforzaba por tragarse la polla de mi asqueroso vecino. Éste se dejaba hacer sin realizar comentario alguno. Sin duda estaría disfrutando de lo lindo viendo la angustia de mi prima. De vez en cuando tiraba del pelo de mi prima para quitársela de la boca y me empujaba a mí para que fuese yo quien se enfundara su polla. Así iba alternando entre nosotras según su capricho.  A veces nos la tragábamos hasta los huevos, bueno Vero hasta donde podía, pero yo hasta los huevos. Mientras la una se la tragaba, la otra le chupaba los huevos. Otras, nos hacía lamérsela con nuestras lenguas a la par. Le recorríamos el tronco de arriba abajo y juntaba nuestras bocas con su polla en medio. Nos obligaba a mirarle y nos hacía fotos para acentuar nuestra vergüenza y consolidar su autoridad. Disfrutaba como un cerdo porque se le envaraba y endurecía  cada vez que lo hacía.

Nos tuvo así todo el tiempo que quiso. Estuvimos tanto rato que por un momento pensé que se conformaría con la mamada. Si se conformaba con eso no estaría del todo mal, podría perdonárselo. Pero el muy cerdo tenía otros planes mucho más obscenos. De pronto decidió probar una postura nueva. Hizo que mi prima se tumbara boca arriba para que yo pudiera comerle el coño mientras él me follaba por detrás a lo perrito. Así lo hicimos.

Yo esperaba no disfrutarlo por lo enfadada que estaba, pero me equivoqué. También me equivoqué al pensar que mi prima no se excitaría porque la vi nerviosa y asustada. Me equivoqué de medio a medio. Resultó que mi prima estaba mucho más cachonda que antes. Tenía el chocho empapado y cuando la rocé con mis labios se convulsionó y gimió con gran fuerza. Pero es que yo hice lo mismo en cuanto sentí la punta de su polla rozando mis labios mayores. ¿Cómo podíamos ser tan putas? Ambas nos ruborizamos por nuestra obscena y desconcertante respuesta. Sobre todo yo que empecé a gemir y jadear sin parar en cuanto me penetró y empezó a follarme. Estaba mucho más excitada de lo que me gusta reconocer. De repente, estaba al borde del orgasmo. Rafa me empujaba con fuerza y llevándome rápidamente al clímax. Pero no me permitió llegar a él, no tan pronto. Antes tenía que humillarnos a las dos.

Se paró de pronto. Entonces me empujó contra el coño de mi prima, quien había estado masturbándose viendo cómo me follaban. No quería que nos masturbáramos, pero sí que nos diéramos placer la una a la otra. Mejor dicho, yo le daba placer a Vero y él me daba placer a mí mientras me follaba. En realidad Rafa me follaba y me masturbaba al mismo tiempo. Se había echado sobre mí y usaba una de sus manos para masajearme el clítoris salvajemente al tiempo que me bombeaba con suavidad. Aquello fue demasiado para mí. De pronto sentí que mi coño estallaba y liberaba una gran cantidad de flujo. Las fuerzas me fallaron mientras todo mi cuerpo temblaba descontroladamente.

Pero mi vecino no paró entonces, continuó follándome mientras me incitaba a comerme el coño de Vero. Era una auténtica tortura, una tortura deliciosa. El placer me embargaba pero no podía limitarme a disfrutarlo. Tenía que dominarme y comerme el coño de mi prima mientras oleada tras oleada de placer me hacía perder el sentido. Apenas si podía coordinar mis acciones, no estaba segura de estar complaciendo a mi prima. Pero de pronto recibí la confirmación. Vero me asió la cabeza enterrándomela entre sus piernas. Tenía su coño debajo de mis narices mientras mi vecino me bombeaba desenfrenadamente. Entonces mi prima comenzó a convulsionarse violentamente. Ya no gemía, chillaba a pleno pulmón. Desesperada, se restregaba contra mi cara al tiempo que su chocho manaba abundantemente. Yo estaba al borde de la extenuación sentía la llegada de un segundo orgasmo muchísimo más potente que el anterior. Justo cuando me venía, sentí a mi vecino clavárseme hasta el fondo con tanta fuerza que creí que me iba a traspasar. Los tres gemíamos aparatosamente con inusitado énfasis. Nos estábamos corriendo los tres a la vez.

Exhaustos nos dejamos caer. Yo con el coño de mi prima como almohada y mi vecino encima de mí. Estaba tan cansada que ni siquiera me pude pensar en lo que acababa de suceder. Me dejé llevar por una somnolencia reconfortante y relajante. A pesar de todo, me sentía en paz. Como la sensación de bienestar que uno tiene después de un día de duro trabajo. Sin embargo no era una felicidad completa, la calma tenía un punto de amarga desilusión. Me sentía mal porque había sido traicionada por mi vecino y por haber engañado a mi prima. Un punto de amargura que me hizo añorar encuentros pasados. Sentí agolparse las lágrimas en mis ojos. Traté de retenerlas pero no me fue posible. Menos mal que logré ocultarlas y disimularlas. Mi vecino no tardaría en reclamar nuestras atenciones.

En efecto, apenas había logrado reponerme del tremendo polvazo que nos había echado cuando mi vecino comenzó a rebullirse detrás de mí. Eché la vista hacia atrás y pude ver cómo ataba el condón que había usado conmigo. Si me preguntáis qué fue lo que sentí al verle, os diré que fue alivio. Sí alivio, no sabéis la tranquilidad que te produce saber que tu pareja usa preservativos. Al menos Rafa, se preocupaba lo suficiente para no dejarme embarazada. Miré a mi prima quien, al parecer, seguía anonadada. Por su expresión pude deducir que mi prima no había pensado en las consecuencias que puede tener el sexo sin protección. Y que se preguntaba lo mismo que yo… “¿cuándo se había puesto el condón, porque yo no lo he visto?”

Claro que no tuvimos tiempo para preguntarnos nada más. Mi vecino se había tumbado cuan largo era y nos llamaba para que lo atendiéramos. Mejor dicho, para que sirviésemos a su polla y satisficiésemos sus depravados instintos. Comenzamos a comerle el nabo alternativamente como hiciésemos la vez anterior. Así que nos arrodillamos una a cada lado y comenzamos a chupársela; eso sí, sin dejar de mirarle. Primero nos hizo lamerle bien el tronco, cada una desde nuestro lado. Después nuestras lenguas se pelearon en lo alto de su sonrojado y grueso capullo. A continuación comenzamos a chupársela alternativamente. Mientras una se enfundaba y tragaba su cada vez más enhiesto sable, la otra le trabajaba sus pelotas. Vero se mostraba tremendamente participativa, mucho más que antes y se afanaba por tragar y engullir cada vez más polla. Sus ansias eran tantas que a veces se apartaba tosiendo. A pesar de todo, no debíamos de hacerlo mal; pues Rafa nos dejó hacer a nuestro modo sin decir nada. Bueno, sin decir nada; no es del todo exacto, de vez en cuando le oíamos suspirar y bufar como un toro.

El muy cerdo estaba disfrutando de lo lindo. Ya creía que se iba a correr en nuestras caras. Le notaba tenso, su polla estaba más tiesa y dura que las columnas del Partenón, respiraba agitadamente y sus manos nos asían con fuerza del pelo, como si temiese que nos escapásemos en el momento más inoportuno. El caso es que cuando menos lo esperaba, mi vecino decidió que había llegado el momento de cambiar postura; seguía dispuesto a jodernos de nuevas formas, nunca mejor dicho. Dejó que mi prima siguiera comiéndole el rabo. Desde mi punto de vista, Vero estaba demostrando demasiado celo; supongo que mi vecino no opinaba lo mismo y decidió mantenerla. En cambio, a mí me colocó encima de su boca, a la altura justa para que pudiera comerme el coño a placer.

¡Y vaya si lo hizo!  Su lengua asaltó mi intimidad sin dilación. Pensé que después de los orgasmos que había disfrutado este nuevo ataque no tendría efecto en mí. Craso error. Las sensaciones lejos de ser amortiguadas por los orgasmos anteriores, eran mucho más fuertes e intensas. Mi cuerpo deseaba aquel goce, anhelaba el placer que recibía y se abrió de par en par para disfrutarlo… no pude hacer nada. Fui arroyada por el éxtasis. Cuando sus labios besaron los míos, sentí cómo todo mi cuerpo se activaba dispuesto a recibir placer; como si una corriente eléctrica me despertase al gozo más intenso. Me sentí arder por dentro, los labios y las mejillas me quemaron; se me erizó el vello y gemí con fuerza sin poder hacer nada para remediarlo. Lo disfrutaba. Disfrutaba de aquella lengua juguetona que me encendía como nunca me había encendido. Rafa usaba su lengua de un modo mucho más agresivo que mi prima. Vero era mucho más suave, más pausada. Prefería la sutileza al asalto directo al clítoris. Sin embargo, en aquel momento, el método empleado por Rafa era más que efectivo. Su lengua me percutía el clítoris con tenaz insistencia, elevando mi deseo hasta cotas insospechadas. No podía dar crédito a lo que sentía, pero no cabía duda, lo que sentía era real. ¡Vaya si lo era! Mis pezones se me erizaron como piedras, automáticamente mis manos se fueron a pellizcarlos. Necesitaba exteriorizar mi disfrute, colaborar al mismo, participando activamente y gozar. De pronto me vi participando activamente en nuestra pequeña orgía. Gemía y jadeaba con descaro, totalmente desinhibida. Ayudaba a mi prima a perfeccionar su mamada; y lo peor de todo, animaba y espoleaba a Rafa, mi vecino, para que siguiera dándome gusto.

Fueron minutos de interminable gozo. Cada vez me sentía más dichosa, el placer era más intenso, estaba a punto de alcanzar un nuevo orgasmo… Y justo entonces, mi vecino decidió que mi prima y yo intercambiásemos nuestras posiciones. Llamó a mi prima y la puso encima de él justo a la altura de su boca dispuesto a comerle el coño. Tampoco me dejó a mí sin nuevas instrucciones. Yo debía sentarme a horcajadas encima de su polla y cabalgarlo. Entonces mi prima habló y lo cambió todo.