Mi vecino 15

Coral se enfrenta a un nuevo desafío. Esta vez Rafa no interviene...

Capítulo 15

Todo fue bien hasta que llegó la hora de acostarnos. Cuando entré en nuestro cuarto, Vero ya había juntado las camas; debió de hacerlo mientras yo me entretenía con Rafa. Quise separarlas pero entonces llegó mi prima y con una cara tremendamente seria me dijo: “No las separes. Siéntate que tenemos que hablar.” Yo me quedé alucinada. Mi prima, que es casi un año menor que yo, me estaba dando órdenes como si fuera mi padre. Por supuesto, no iba a consentir semejante trato. Una cosa es que estuviera enfadada por haber hecho planes para mí sola y otra muy distinta que se me subiera a la chepa. Pero antes de siquiera pudiera abrir la boca mi prima se echó sobre mí.

Se echó sobre mí comenzó a besarme desesperada. ¡Hasta quiso meterme mano! Yo logré zafarme de ella. Estaba realmente enfadada. No comprendía absolutamente nada.

-              ¿Pero qué te pasa Vero? ¿Estás loca?

-              ¡Loca! ¡Claro que estoy loca! Estoy loca por tus huesos primita. Desde que llegamos estoy insinuándome para que repitamos lo de antes de las vacaciones y tú ni caso.

-              ¿Cómo que ni caso? Es… es que no quedamos que no volveríamos a repetir lo de mi casa. ¿No dijimos que había sido un error?

-              ¡Error! Desde el día que lo hicimos, no dejado de desear repetirlo. Nos lo pasamos tan bien… ¿Acaso tú no lo disfrutaste?

-              ¿Qué…?

-              ¡Vamos! Di la verdad. Lo disfrutaste o no…

-              Sí… sí, claro que lo disfruté. Pero estuvo mal. No debimos hacerlo.

-              ¿Por qué? Porque lo dicen nuestros viejos. Ya estoy harta de sus estúpidas normas y su hipócrita moralidad. Dime, si fue tan malo, ¿cómo es que lo disfrutaste tanto? Algo tan bueno, no puede ser malo…

-              No, no, no; tú no sabes...

-              Además para que lo sepas. Sé que esta tarde la compra no la has hecho tú. El ticket es de un supermercado de Madrid. Puede que nuestras madres no se hayan dado cuenta pero yo sí.

-              ¿Qué? Debes de estar confundida…

-              Confundida… ¡y un cuerno! ¡Mira! (Me enseñó el ticket.) ¿A dónde has ido? Sé que al supermercado de aquí no.

La conversación iba cada vez de mal en peor. Resulta que por mi culpa, por culpa de nuestra estúpida aventura en mi casa, mi prima se había convertido en una lesbiana. Pero lo peor no era eso, lo peor es que me había descubierto. Tenía pruebas más que evidentes de mi pantomima con la compra y seguramente se estaría guardando algo más. Decidí decirle la verdad, en ese momento estaba en sus manos y no quería estropear nuestra relación contándole mentiras que más pronto que tarde se descubrirían. La situación se parecía mucho a la que había vivido un mes antes con mi vecino. ¿Es que todo el mundo se creía con derecho a chantajearme? Cierto que de momento Vero no me había pedido nada, pero eso no significaba que no lo pudiera hacer en un futuro. Dominando mis más que alterados nervios logré contestarle:

-              Fui a ver a un chico. Había quedado con él para vernos y le pedí que hiciese la compra para poder hacerlo a solas.

-              ¿Con un chico? ¡Tienes novio! ¿Cómo es? ¿Es guapo? ¿Lo conozco? ¿No lo saben tus padres? La hostia… Estás desconocida chica.

-              Por eso has estado tan rara estas vacaciones… ¿Va avenir a verte todas las semanas?... Supongo que me lo presentarás…

La reacción de mi prima me desconcertaba. Un momento antes prácticamente me estaba chantajeando y ahora me daba la enhorabuena por engañar a mis padres y tener un novio secreto. Bueno, en realidad eso quería decir que en verdad me quería. Se preocupaba e interesaba por mí. Ante la avalancha de preguntas, y la enorme insistencia de mi prima; me vi obligada a contestar la mayor parte de ellas lo mejor que pude sin revelar el verdadero origen y naturaleza de la relación con  mi vecino. Le dije que salía con un chico, que tonteaba con él. Que a lo mejor lo conocía, que era Rafa uno de mis vecinos; que lo cierto es que me gustaba un poco, bueno bastante; que sólo estábamos empezando, no sabía si llegaríamos a ser novios; que mis padres no lo sabían, lo más seguro era que mi padre no lo aprobase; etc.

El caso es que como quien no quiere la cosa, mi primita comenzó aponerse demasiado fraternal conmigo. Se pegaba en exceso y sus manos no dejaban de moverse por zonas demasiado comprometedoras. Ahora no tenía dudas acerca de sus intenciones. Ella había mostrado claramente sus cartas y su interés por mí era evidente. Yo no estaba nada interesada en tener ese tipo de relación con mi prima pero no podía permitirme el lujo ni de que se enterara de demasiadas cosas acerca de mi vecino ni de que se enfadara conmigo. Estaba entre la espada y la pared. Así que haciendo de tripas corazón me dejé hacer. Sí me estaba comportando como una auténtica zorra pero ¿qué otra cosa podía hacer?; decidme.

Así, como quien no quiere la cosa, poco a poco fuimos dejando de hablar de mi “novio” y de mi reunión con él para concentrarnos en otros menesteres. El lenguaje hablado fue sustituido por el mucho más expresivo lenguaje corporal. Algo estalló en nosotras, dejamos de comportarnos como personas civilizadas para dar rienda suelta a nuestros más primitivos instintos. Era como si de repente, el dique de convencionalismos y normas morales inculcados por nuestros padres, hubiese desaparecido dejándonos indefensas ante el incontenible torrente de nuestras pasiones. Nuestras bocas se buscaban ansiosas, las manos se perdían por debajo de la ropa, nos rozábamos sin descanso llevadas por una irrefrenable fiebre carnal. Pronto comenzamos a librarnos de todo cuanto nos estorbaba, las camisetas, los pantaloncitos, las braguitas... ¡Todo fuera! En menos que canta un gallo, estábamos las dos en pelota picada dándonos el lote sin que nada nos importara.

Nos devorábamos la una a la otra sin darnos un respiro. Era una auténtica lucha cuerpo a cuerpo. Las dos deseábamos imponernos a la voluntad de la otra. No sé cómo pero de pronto me encontré entre las piernas de mi prima comiéndole el coño con delectación. Ella se había rendido ante mis caricias y se dejaba llevar. Había conseguido separarle sus labios mayores y dejar expuesto a mis ataques a su más tierna perla. Mi lengua se movía frenética acariciando su indefenso botoncito, provocándole oleadas de placer tan intensas que le resultaba imposible hacer otra cosa más que gemir. La tenía a mi merced, y sin embargo era yo la que estaba atrapada. Me sentí sucia, estaba intentando acallar a mi prima con sexo. No podría haber caído más bajo…

Las manos de mi prima me empujaban contra ella. Aquel momento de culpa me había distraído de mi labor. Mi prima reclamaba las delicadas atenciones de mi lengüecita juguetona. Me concentré en lo que tenía que hacer mientras procuraba limpiarme las lágrimas sin que ella se enterase. No me resultó demasiado complicado .Comencé a introducirle un dedito en su tierna y ardiente cueva. Casi se me derrite cuando lo introduje por primera vez. No se lo debió esperar porque noté cómo se sobresaltaba. Dio un respingo y gimió con fuerza. Tuve que taparle la boca antes de continuar. Lo último que necesitábamos era ser descubiertas jugando a las médicas… Logré calmarla un poco, mi prima estaba a punto de correrse; así que tampoco podía hacer mucho más. ¿O sí? Decidí vengarme de lo mal que me lo estaba haciendo pasar. Yo no era una lesbiana y a pesar de todo, aquello no acababa de gustarme. Así que empecé a tomármelo con calma. A pesar de sus protestas, no le permití tocarse ni que me tocara. Estaba bajo mi control y debía asumirlo. Desvié la atención de mis caricias hacia sus tiernos globitos, los saboreé y lamí hasta hartarme. Me aseguré de repartir mis tiernos cuidados entre sus peritas y su jugoso coñito. No quería que mi prima llegara a enfriarse. Por supuesto, no me olvidé de sus durísimos pezoncitos a los que les di algún que otro mordisquito. Me encantaba oírla jadear y gemir por lo bajo presa de su calentura y frustración. Se mordía la mano para tapar los más fuertes.

Vero estaba cada vez más desesperada, pero seguía sin dar su brazo a torcer. A veces mi prima era más terca que una mula. Si se había propuesto no suplicar, aguantaría lo indecible. Muy pocos habían sido capaces de hacerla claudicar cuando se había encabezonado con algo. Ni siquiera mis tíos eran capaces de doblegarla. Casi siempre se salía con la suya... Vero sólo tenía un problema, bueno, en realidad dos; cuando me lo propongo, yo puedo ser mucho más testaruda que ella y además en aquel momento, yo era la que tenía el mando. Vero gemía, ronroneaba y suspiraba todo lo sensualmente que podía tratando de despertar mi libido. También se retorcía, contorsionaba y ofrecía como una puta barata pero yo lo tenía claro. Antes, debía suplicarme, implorar mi condescendencia. Me sentía fuerte y segura, sabía lo que quería y tenía los medios para lograrlo. Controlaba la situación y me gustaba. La euforia del poder, la excitación del dominante… por fin conseguía entender a mi vecino. Y lo envidié…

Finalmente tras bastantes intentos infructuosos, mi prima comprendió el propósito del juego, se dio cuenta de lo que pretendía y trató de vencerme. He de reconocer que fue una digna contrincante. Luchó con todas sus fuerzas, trató de zafarse y cambiar de postura, procuró contrarrestar mis calculadas atenciones. Buscó la manera de formar un sesenta y nueve y por poco lo consigue. Juró y perjuró tratando de amilanarme, pero nada tuvo éxito. Mis suaves manos la acariciaron  sin descanso, mis labios carnosos no dejaron de besarla ahí donde más lo demandaba, mi lengua perezosa le trabajó el coño con deliberada parsimonia. Trató de engañarme, de imponerse sobre mí; empujándome contra ella y restregándose contra mi cara, pero no se lo permití. No podría soportarlo por mucho más tiempo, estaba a punto de claudicar…”Ooohh… Coral… ¡Uf!... Por favor…Ah… Por favor, Coral déjame correrme… No puedo más.” No quise ser mala y forzarla a seguir suplicándome un poco más. Lo cierto es que yo estaba también a punto de caramelo. Mientras torturaba a mi primita, no pude evitar que un dedito travieso, jugase también conmigo. Así pues me apliqué a ella con un poco más de energía y… estalló. Mi prima estalló como si fuera un volcán. Su cuerpo se arqueó y retorció sin control mientras se tapaba la boca con la almohada y chillaba a pleno pulmón. Fue toda una erupción salvaje y descontrolada. Sus jugos saltaron de golpe bañándome la cara. Sin pensarlo, me dediqué a sorberlos como si fuera lo más natural del mundo. Fue un acto reflejo; sencillamente, estaba comportándome como se esperaba que debiera hacerlo. Yo también necesitaba aliviarme y no dudé en aprovechar la ocasión. Fue un inolvidable momento de éxtasis y amargura.

-              Uuuuffff… Gracias tía… ¿dónde has aprendido a mover así la lengua? Me has machacado el coño sin piedad. Me has dejado para el arrastre… Ahora me toca a mí. Prepárate para lo que es bueno…

-              ¿Qué?... No… no hace falta… oohh…

Evidentemente, mi prima no me hizo el menor caso. Estaba decidida a corresponderme como, según ella, yo me merecía. Me obligó a tumbarme sobre la cama y se amorró a mi coñito. Yo seguía estando en estado de shock. El sentimiento de culpa por lo que acababa de hacer con mi prima era muy fuerte. Y ni siquiera era consciente del todo de lo que estaba haciendo ahora. El cosquilleo en mi conchita era realmente muy agradable, me ayudaba a relajarme que era lo que realmente deseaba. Necesitaba tiempo para pensar. Tiempo que era precisamente lo que no tenía. Y las hábiles caricias de Vero empezaban a ser un problema, me resultaba imposible concentrarme en nada mientras su lengua jugaba con mi clítoris. El placer era cada vez más intenso y real, el resto del mundo comenzaba a desaparecer. Estaba empezando a olvidarme de todo cuando las palabras de mi prima me hicieron caer de golpe al infierno de mi presente.

-              ¡Tía, tú has follado!

-              ¿Eh… qué?

-              Que has follado.

-              No digas tonterías… y sigue.

-              De tonterías nada… tú has follado. Ya no eres virgen…

-              ¿Sí, cómo lo sabes?

-              ¿Que cómo lo sé? … ¡Tía que te falta el himen! … ¿O acaso crees que soy tonta?

-              ¡No!  No, espera…Nunca he creído ni mucho menos pensado que seas tonta, lo sabes. Eres más que una prima, te quiero como si fueras mi hermana gemela. Yo…

Pero el caso es que me quedé cortada. ¿Qué podía decirle? ¡Tenía razón! Había dejado de ser virgen hacía un mes por lo menos. ¿Cómo no se me ocurrió apagar la luz? De nada servía hacerse reproches. Ya no había solución, me había pillado. Entonces mi prima volvió a sorprenderme con su reacción…

-              ¿Cómo fue la primera vez? ¿Te dolió mucho? ¿Sangraste? Dicen que duele bastante… y que sangras mucho. ¿Cómo se siente un chico ahí dentro?  ¿Quién fue el que… ya sabes? ¿Lo conozco? Seguro que fue ese vecino tuyo, Rafa ¿verdad? ¿dónde lo hicisteis? ¿Lo habéis hecho más veces… cuántas? ¿Te… te lo pasas tan bien con él como te lo pasaste conmigo?

-              ¿Qué? Pero… qué…

Mi prima parecía una ametralladora. Preguntaba y repreguntaba sin parar sin siquiera darme tiempo a responder. Estaba emocionadísima y no paraba ni un momento. Menos mal que ella misma se dio cuenta de lo que hacía y se tranquilizó un poco. Lo suficiente para que me permitiera responderle a sus infinitas cuestiones.

-              Cuéntame, ¿cómo fue la primera vez? ¿Te hizo daño, lo disfrutaste? Dicen que la primera vez, duele mucho ¿es verdad?… ¡Quiero que me lo cuentes todo! …

Una vez más mi prima me dejó descolocada, no me esperaba la avalancha de preguntas a las que me vi sometida. ¿Quién se creía que era yo, su profesora de educación sexual? El caso es que cuando la miré a la cara, supe que todas sus preguntas eran sinceras. De pronto nos vimos envuelta en una larga, larguísima conversación que terminó a altas horas de la madrugada. Y terminó porque estábamos muertas de sueño, no porque se nos acabar el tema de conversación. A los ojos de mi prima me había convertido en un ejemplo a seguir. Había dejado de ser la beata hija de mamá y papá, la que siempre les obedecía en todo para convertirme en la más rebelde y transgresora de toda la familia. Era una especie de heroína… ¡Pero no se lo podía contar a nadie! Si se enteraban mis hermanos y primos, mis padres no tardarían en saberlo también. Tenía que convencerla de que no se lo dijera a ninguno de ellos, pero cuando fui a hablar de ello ya se había dormido. Entonces cometí uno de los mayores errores de mi vida…