Mi vecinito me visita, en mi casa

Soy una señora madura, separada de mi marido, con dos niñas. Tengo un vecino estudiante, muy inquieto, que me hizo proposiciones sexuales; lo acepté y disfruté. Me gustó mucho, pero a él le gustó más y al día siguiente fue a buscarme a la casa, haciéndome revivir el placer de estar con un jovencito

Mi vecinito me visita en mi casa

Resumen: Soy una señora madura, separada de mi marido, con dos niñas. Tengo un vecino estudiante, muy inquieto, que me hizo proposiciones sexuales; lo acepté y disfruté. Me gustó mucho, pero a él le gustó más y al día siguiente fue a buscarme a la casa, haciéndome revivir el placer de estar con un jovencito muy garañón, que me hizo olvidarme de todo: educación, principios morales, vecinos, familia, hijas…, de todo.

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Al día siguiente, sábado, nosotros trabajamos medio día, hasta las 2 de la tarde y, como de costumbre, me salí temprano de la casa.

Ya en el trabajo poco antes de la salida, faltando unos 15 minutos, llegó mi jefe muy sonriente y me invitó a ir a comer; obviamente, le dije que sí, aunque generalmente nunca salía con él los sábados, pues él es casado y normalmente se pasa esos días en familia.

Nos fuimos a comer. Fuimos a comer mariscos y pescado. Estuvimos bebiendo cerveza y luego de ello nos fuimos a un motel a tener relaciones sexuales. Saliendo de ahí me llevó en su auto a la casa y nos despedimos; serían alrededor de las 9 pm.

Al entrar a la casa, mis hijas corrieron a encontrarme, emocionadas, con un sobre en la mano:

% ¡mami, mami…, vino a buscarte un muchacho…!

& ¡sí…, Rodrigo…!

% ¡vino como a las 7…!

& ¡pero ya había venido antes…!

% ¡vino primero como a las 3…!

& ¡Te trajo unas flores…!.

% ¡esas que están ahí…!.

& ¡las pusimos en agua, para que no se secaran…!,

% ¡y te dejó una cartita de amor…!.

& ¿es tu novio…?

% o apenas te está pretendiendo…

  • ¿cómo…?,

les pregunté sin entender todavía qué era lo que estaba pasando:

& el chavo ese te trajo esas flores…

% y también te dejó esta cartita… ¡Lo trais…, de cabeza…!

& se ve que anda “derrapando por ti…!.

% pero…, ¡andaba “tomando”…!

& ¡traía un olorcito…!,

% ¡a puritita cerveza…!.

Me senté en la sala, en uno de los sillones, a leer esa carta, que me había dejado el muchacho, ¡Rodrigo!, y mis hijas de inmediato me lo confirmaron:

& es uno de los muchachos del edificio de al lado…

% sí…, es uno que siempre se está asomando por la ventana…

Abrí la carta… Era una tarjeta de esas que venden en las tiendas; tenía un corazón muy grandote, rojo, sobre un cartoncillo blanco, que decía, ya grabado: “Tú y Yo”, y abajo con plumín, de color rojo, decía nuestros nombres: “Rodrigo y Marel”.

Del otro lado de la tarjeta, sobre el cartoncillo, se podía leer, también a mano:

“¡Eres lo máximo Marelita…!, ¡Te amo mucho, Marel…!. ¡Quiero hacerte mi novia…!”

No se ni qué cara puse, sorpresa, risa, nerviosismo, angustia, el caso fue que una de mis hijas me dijo:

& cuando me dio la carta y las flores dijo que te dijera que “te quería mucho”

% ¡pero andaba tomando…!.

& dijo que regresaba más tarde…,

% que quería invitarte a una fiesta…

Yo andaba aun con el uniforme de la oficina: una falda azul, larga, hasta la rodilla, un pullover blanco y mi blazer, azul marino, del juego con la falda.

Cuando mi hija me dijo lo de la fiesta me miré a mi misma, mirando hacia mí misma, pero sin despegar los ojos de mis hijas; me quité el blazer y:

% ¿vas a ir a la fiesta con ese chavo…?

= ay hija…, no se…, ando cansada y quería acostarme temprano…,

les estaba diciendo, cuando tocaron la puerta:

& % ¡es el muchacho…!,

gritaron mis hijas, al mismo tiempo las dos…, y se pararon ambas a la carrera, para abrirle la puerta.

¡Efectivamente…, era Rodrigo…!, que sí andaba tomando, y sí apestaba a cerveza.

Me levanté del sofá – donde estaba sentada – mientras mis hijas lo pasaban hasta la sala. Me saludó de beso en la mejilla y también quiso abrazarme, pero yo lo esquivé, y entonces, el chico fue a sentarse hasta el sofá que le señalé:

& ¡ya le entregamos tu carta…!.

% ¡ya le entregamos las flores…!

= ¿y…, qué opinó la señora…?. ¿Le gustaron las flores…?, ¿le gustó mi tarjeta…?.

¡Tiene un corazón muy grandote…, así como el que yo le quiero entregar…!.

¿Qué me dice, señora…, le gusto pa’ novio…?.

Me dijo, un tanto “tomado”, delante de mis dos hijas, que no dejaban de oírnos y vernos, por lo que tuve necesidad de decirle:

  • ¡No jovencito…, usted es muy joven…, ya se lo dije la vez anterior…, yo soy una

señora casada, podría ser su madre…, así que…, olvídelo, por favor…!,

y parándome de inmediato volteé hacia donde estaban mis hijas, ordenándoles:

  • ¡váyanse a su recámara…!,

y luego de despedirse del chico, ambas se fueron a su recámara.

El chico agachó la cabeza y en cuanto se retiraron, Rodrigo se paró de inmediato y fue a abrazarme de la cintura, tirándose de rodillas al suelo, clavándome su cara en mi sexo, por encima de la falda de mi trabajo:

= ¡Marel…, Marel…, yo te amo…, Marel…, la neta…, siempre he estado enamorado de

Ud…, por eso siempre la andaba buscando, queriéndola ver…, Marelita…, te amo…!.

  • ¡Rodrigo…, compórtate…, estamos en mi casa…, ahí adentro se encuentran mis hijas!

Pero el muchacho estaba “aperrado” a mi cuerpo, abrazándome de mis muslos, justo debajo de donde inician mis nalgas, clavándome su cabeza en mi sexo, por encima de mi falda:

= ¡De verdad Marelita…, yo la quiero mucho…, no sabes qué felicidad tan grande me

diste aquel otro día…, era mi suelo más grande…, el más anhelado…, el más

perseguido…!. ¡Quiero que seas mi novia, Marel…, por favor…!. ¡Quiero que vayas

conmigo a la fiesta…, ahí están todos mis compañeros…, para presentarte con

ellos…!. ¡Ándale…, di que sí…, que sí vas a ser mi novia…, que sí vas a ir conmigo a

la fiesta…!.

Yo no sabía cómo actuar…, estaba sorprendida de la reacción de ese chico…, que no me soltaba.

Le pasé la mano por encima de su cabello y se lo comencé a acariciar, tratando al mismo tiempo de que se levantara, de que se incorporara y se viniera a sentar a un sillón, para que pudiéramos platicar, pues no se qué cosa me daba que estuviera hincado enfrente de mí:

  • ¡Ven Rodrigo…, levántate…, ven…!.

Se levantó y se fue a sentar conmigo al sillón:

= ¡Marelita…!, ¿verdad que sí vas a ser mi novia?.

Lo vi; tenía una cara de verdad, de enamorado cuando me dijo eso, y me conmovió, pero también me hizo recapacitar y, en ese momento le dije:

  • ¡Rodrigo…, no te quiero engañar…, desde que me conociste te dije que “salgo” con un

hombre, con mi jefe…, de la oficina…, y justamente acabo de “estar” con él…, tuvimos

sexo hace un rato…!, por eso fue que no me encontraste cuando veniste a buscarme…

¡No podemos ser novios, Rodrigo!, ¡pudieras fácilmente ser mi hijo…!.

= ¡Pero…, es que yo la quiero mucho Marel…!. ¡No importa que andes con ese hombre,

hazme caso también a mí…, cuando puedas…, cuando no vayas con él…, no me

importa…, te quiero tanto que…, no le hace que andes con otro…, te prefiero

compartida a no tenerte…, ¡de verdad…!, ¡te quiero mucho Marel…!.

Y en ese momento se lanzó sobre de mí, a tratar de besarme en la boca, pero yo lo detuve:

  • ¡No Rodrigo…, no…, cómo crees…!. ¡Sería una locura…, son muchos años de

diferencia…, te van a criticar…, nos van a criticar…!.

= ¡Ándale vida…, dime que sí…, por favor…, no sabes cómo te quiero…!,

Y se volvió a lanzar sobre de mí nuevamente, alcanzando a besarme en la cara.

Lo quise apartar de mi lado, pero esta vez no se dejó y me abrazó con muchísima fuerza con su mano y su brazo izquierdo, mientras que con el derecho me trataba de jalar de mi cuello, para acercar mi cabeza a su boca y sus labios a los míos:

= ¡Déjame darte un beso, Marel…, por favor…!.

  • ¡No Rodrigo…, estás en mi casa…, están ahí adentro mis hijas…, ¿cómo crees…?.

= ¡Entonces deja que yo te lo de…!,

y quiso besarme de nuevo.

Un poco a la fuerza, pero consiguió colocarme sus labios sobre de mi cara, mi boca, mis labios, aunque no le contesté a sus besos, pues estaba nerviosa por la situación.

Rodrigo se despegó de mi lado y subió un poco su mano izquierda, apoderándose de mi seno derecho y volviéndose a lanzar sobre mí, tratando de besarme en los labios, pero tampoco le respondí, más bien le hice un nuevo reproche:

  • ¡Andas tomado, Rodrigo…, no sabes qué dices…, mañana se te va a pasar ese

capricho que traes…!.

= ¡Para nunca Marel…, esto no es ningún capricho…, este es mi sueño más grande,

desde que te conocí…!.

  • ¡Estás tomado Rodrigo…!,

Le volví a repetir…

= Tu sabes…, los borrachos y los niños no dicen mentiras, y yo soy un borracho y un

niño…, que quiere a su mami…, que quiere hacerle el amor…!.

Me decía, sin dejar de acariciarme mi seno, que, cosa impresionante, mi pezón ya se encontraba parado, muy erecto y dispuesto, a pesar de que acababa de tener relaciones sexuales…, sin embargo…, me negaba a responder a sus besos, y ese chico se puso a besarme en el cuello, en mis oídos, en mi cara, buscando mi boca y mis labios, que me negaba a entregarle.

Entonces el chico, se separó de mi cuello y comenzó a besarme mis senos, de manera alternada, primero el izquierdo y luego el derecho, por encima de mi pullover, mordisqueando mis pezones, ya erectos:

= ¡Me encantas, Marel, Marelita, mamita…!. ¡Los tienes bien paraditos!.

¿Andas caliente mamita…?. ¿No te cogieron sabroso…?. ¿No te la metieron muy

rico…?. ¿Te dejaron caliente…?. ¿No quieres que te la meta?. ¡Te traigo un chingo de

ganas…!. ¡Quiero mamarte tus chichis…!.

Y comenzó a levantarme el pullover, metiéndome su mano por debajo y jalándolo un poco hacia arriba, hasta descubrirme el brasier, uno blanco, con el que sujetaba mis senos.

¡De inmediato me clavó su cabeza, su cara, su boca, sobre el llo de la mitad de mis senos!, y se puso a besarlos con mucha dedicación y pasión. ¡Comencé a enardecerme!. Mis senos son de lo más erógeno que yo tengo y…, comencé a sentir “pasos en la azotea”, comenzó a “revolotearme” el estómago y a sentir que mi sexo comenzaba su lubrificación, sin embargo, me sentía muy incómoda, en mi casa y con mis hijas a un lado.

Rodrigo, de manera inmediata, llevó una mano a mi sexo, por debajo de la falda del uniforme y la otra a mis senos, a acariciarlos por encima de mi brasier. Me buscaba la boca, queriendo besarme, pero yo me negaba a devolverle sus besos y él me besaba en el cuello, enardeciéndome aún más.

Me levantó mi brasier, sin quitarlo y se puso a besarme mis senos desnudos, a chuparme mis pezones, de manera alternada, provocándome algunos gemidos y pujidos de un grato placer:

  • ¡Aaaaggghhh…, Rodrigo…, aaaggghhh…, Rodrigo…!.

Sus manos bajaron hacia mis piernas, mis muslos, por debajo de la falda de mi uniforme, y me la comenzaron a levantar, hasta la altura de mi cintura, y entonces Rodrigo se “echó el clavado” a mi vientre, bajándose hasta mi entrepierna, hasta mi pantaleta, una blanca, calada, del mismo juego de mi brasier, y comenzó a besarme mi sexo, por encima de aquella prenda íntima que traía:

  • ¡Rodrigo…, papito…, chiquito…!,

le decía, oprimiendo su cabeza sobre mi sexo, que destilaba sus jugos sin detenerse, a pesar de mi relación sexual que ya había tenido apenas unas horas antes con otro señor, con el jefe de mi oficina:

  • ¡Rodrigo…, qué rico Rodrigo…, papito…!.

Rodrigo se había bajado a la alfombra y me estaba bajando mis pantaletas, tratándome de quitarlas. Yo solamente me levanté un poco y permití que me las sacara y luego él terminó de bajarlas, a lo largo de mis muslos y piernas, y de inmediato volvió a clavarme su cabeza y su boca en mi sexo:

= ¡te lo dejaron muy rico, muy batido…, sabroso…, te hizo un buen trabajo mi socio…!,

me dijo el muchacho, no se si en plan irónico, burlón o triste y decepcionado o morboso, pero…, ¡sentía muy excitante su boca en mi sexo!, chupando mis labios vaginales y succionándome el clítoris de manera exquisita, arrancándome ayes y suspiros muy placenteros, hasta que, finalmente…, ¡me vine en su boca…!:

  • ¡Rodrigo…, Rodrigo…, me vengo…, me vengo…, me voy a venir…!,

y me vine deliciosamente en su boca.

Rodrigo se separó de mi lado, se levantó y se me quedó viendo fijamente a mis ojos, entrecerrados por el placer. Sus ojos destellaban orgullo, de haberme brindado ese placer delicioso que acababa yo de alcanzar:

= ¿Te gustó la mamada…?

Moví mi cabeza de arriba hacia abajo, contestándole afirmativamente a aquella pregunta.

= ¿Quién te lo mama más rico…, mi socio o yo…?,

me preguntó, acomodándose al lado mío, sentado sobre del sofá:

  • ¡Tu “socio” no me lo mama…!

le contesté, con enojo por la pregunta, pero también con algo de culpa, pena y vergüenza:

= Entonces…, ¿es nada más para mí tu chochito…?.

Moviendo nuevamente la cabeza de arriba hacia abajo, le volví a contestar yo que sí. ¡Creo que esto le dio mucho gusto y me abrazó de inmediato y también me quiso besar en la boca, pero volví a rechazarlo, a girar mi cabeza, a esquivar yo su boca, que buscaba la mía:

= ¿Por qué no quieres besarme…, se puede saber…?

  • es que…, a él le gusta que yo se la chupe…, que yo se la mame…, y se vacía,

se viene, termina en mi boca…, me los hace tragar…, usa mi boca como si fuera

vagina…!,

le dije, bastante apenada y hasta avergonzada, al confesarle esa acción.

= ¿Y…, a ti te gusta mamarla…?.

Volví a sentirme apenada, avergonzada, descubierta en mi debilidad, y tuve que confesarle:

  • ¡Sí…, me gusta mucho mamarla…!.

No se qué cosa haya sentido o pensado el muchacho, pero de inmediato me pidió:

= ¡Entonces…, mámamela…!,

me ordenó, al tiempo que se desabrochaba el pantalón y se sacaba su verga, tremendamente erecta.

Se la tomé con una mano y acerqué mi cabeza y mi boca a su glande, a su pene; ya estaba todo “baboso” con su líquido pre-seminal embarrado.

Le recorrí el meato con mi lengua, le recogí ese líquido preseminal y luego procedí a chuparla, metiéndome su glande, la cabeza, en toda mi cavidad bucal; la chupaba despacio, le pasaba mi lengua por debajo de su “frenillo”; le “pelaba el cuerito”, le acariciaba sus testículos y…, poco a poco comencé a tragármela más y más, hasta tocarme la “campanilla” de mis amígdalas: ¡me la quería devorar por completo!:

= ¡Qué bárbara señora…, qué rico la mamas…!, ¡síguela mamando otro rato…!.

Y lo seguí complaciendo, chupándola, mamándola, recorriéndola con mi lengua, con mis labios, “exprimiéndole” sus pre seminales, saboreándolos, empinada sobre sus piernas, recostada en el sofá mientras él se encontraba sentado, hasta que fue el propio Rodrigo quien me retiró y me hizo cambiarme de posición, recostándome hacia el lado contrario de como yo me encontraba, recostándose por detrás de mí: él estaba del lado de adentro del sofá, yo del lado hacia afuera.

Me puso viendo hacia la sala y él se acomodó detrás de mí, con su pene sobre mis nalgas, acariciando mis senos, estimulándolos mientras me colocaba su pene sobre mi rajadita vaginal; lo acomodó entre los labios y comenzó a empujarme con sus caderas. Apenas si entraba la cabecita y entonces, yo misma lo reacomodé, con mi mano y ahora sí deslizó más adentro. Rodrigo me dio otro empujón que hizo que me penetrara un poco más profundo, y yo se lo dije:

  • ¡Ahí está Rodri…, así…!.

Él se acomodó a esa nueva posición y lo deslizó suavemente, hasta llegar hasta el fondo:

  • ¡Así Rodri…, ahí estás…!.

Esta frase pareció estimularlo y entonces se desató con el mete y saca. Me levantó mi pierna izquierda (yo estaba apoyada contra el sofá con mi lado derecho, al igual que Rodrigo) y de esa manera permitió que sus caderas y, por supuesto, su verga, deslizaran libremente, sin nada que las pudiera estorbar, y se puso a bombearme con fuerza y velocidad:

  • ¡Rodrigo…, qué rico…, chiquito…, Rodrigo…, papito…, mi cielo…, qué rico…!.

Le gritaba. ¡Lo sentía delicioso!, ¡hasta adentro!.

En cada embestida me llegaba hasta el fondo y se topaba con las paredes de mi matriz, haciéndome proferir de griticos…

  • ¡Rodrigo…, qué rico…, Rodrigo…, qué rico…!.

Y el muchacho no se detuvo, seguía perforándome con mucha pasión, acariciando mis senos, besándome mi espalda, mi cuello, mis hombros…

  • ¡Rodrigo…, sigue, sigue, Rodrigo…!.

Y el muchacho siguió:

= ¿Te gusta…, mi verga…, Marela…, te gusta…, te gusta…?

  • ¡Sí Rodri…, no pares…, tu sigue…, me gusta…, mi lindo…, no pares…!.

Pero Rodrigo paró: se detuvo un instante, me sacó su instrumento, y sin girarme ni reacomodarme, fue él quien se reacomodó: se puso vertical, puso su pierna izquierda sobre del piso y con la derecha doblada detrás de mí, entre el respaldo del sofá y mi cuerpo, me volvió a acomodar su verga en mi sexo, y aventando todo el peso de mi cuerpo hacia mi humanidad, me la dejó ir por completo, ¡hasta adentro!, haciéndome gritar del placer:

  • ¡Rodrigooo…, papito…, que ricooo…!.

Y no conforme con eso, volvió nuevamente con su vaivén, a un ritmo frenético, cada vez “in –crescendo”, hasta volverme loquita: ¡me venía y me venía…, sin tener para cuando acabar!, ¡eran nuevamente orgasmos en repetición, uno tras otro, que me estaba sacando ese chico!.

  • ¡Aaaaggghhh…, aaaggghhh…, agh…, agh…, agh…!.

Se había echado mi pierna izquierda sobre su hombro izquierdo y me la detenía con su mano apenas por arriba de mi rodilla, haciéndome abrirme por completo de piernas, permitiéndole que me penetrara hasta el fondo, provocándome esos gritos tan fuertes que yo estaba soltando, ¡completamente placenteros y lujuriosos!, sin acordarme más de mis hijas, ni que me encontraba en mi casa, ni que las paredes son “transparentes” y dejan escuchar todo a nuestros vecinos…, ¡estaba completamente entregada a la concupiscencia…!, ¡sometida a la verga de Rodri, doblegada por aquellos empujones tan fuertes, profundos, continuos y placenteros que me brindaba…!.

  • ¡Rodrigo…, papito…, qué rico…, qué verga…, no pares muchacho…, no pares…!,

le suplicaba, y él, encarrerado, no le paraba, no me daba tregua, no me daba descanso, pero yo sí…, tomándome una de mis chichis, mis senos, que medio estaban de fuera de mi brasier, le pedí:

  • ¡Chúpalo Rodri…, mámamelo…!.

Y el Rodri me complació; se puso a chuparlo mientras me bombeaba: ¡qué rico!, ¡qué manera tan deliciosa de fornicar…!

  • ¡Rodrigooo…, qué rico…, Rodrigooo…!.

Pero luego de un rato, Rodrigo se incorporó, se levantó hasta la vertical y prosiguió sus bombeadas con fuerza, haciéndome proferir mil gemidos:

  • ¡Aaaaggghhh…, ghm…, ghm…, ghm…, Rodrigooo…!.

¡Era yo la que me acariciaba por mientras mis pezones…, tremendamente parados…, erectos, ganosos…!. ¡Era yo la que me los estimulaba, mientras Rodrigo me estimulaba mi sexo, mi vagina, mi útero, mi matriz, mi vulva!, ¡todos mis órganos reproductores…!, ¡sin darme descanso!, hasta que se detuvo y se retiró de mi sexo, sacándome su pene parado:

= ¡Vamos a cambiarnos un rato…, acomódate por encima de mí…, siéntate sobre de mi

“instrumento”…!.

Y zafándose de mi sexo, se sentó sobre del sofá, recargando su espalda como debe de ser. Yo me reincorporé balanceando mi cuerpo, mis piernas hacia adelante y levantando mi espalda y mi cabeza hacia arriba, mirando de paso a Rodrigo, que tampoco dejaba de verme:

= ¿Te está gustando mi linda…?,

me preguntó, detallista.

Tan sólo le sonreí; apoyándome sobre de mi mano derecha, me reincorporé, “medio” me levanté para girarme apoyando mi mano izquierda sobre de aquel sofá y jalándome de la pierna de Rodri me lancé sobre de él.

Rodrigo me acariciaba mis tetas…, ¡qué rico que le acaricien a uno las tetas!.

Su pene estaba parado, retador, desafiante. Rodrigo estaba bien sentado sobre del sofá y yo, me lancé a acomodarme sobre del pene parado de Rodri, quien tomando su pene con su mano izquierda, lo colocó en posición sobre mi rajadita, y entre los dos, nos dimos a la tarea de introducirme su pene en mi vientre, en mi sexo:

  • ¡Aaaaggghhh…, Rodrigooo…, qué ricooo…!.

¡Lo sentí que me penetraba hasta el fondo…!.

  • ¡Rodrigooo…, qué vergota…, qué vergota…, qué vergota…!,

¡Y tuve que detenerme del respaldo de aquel sofá, para no caerme de espaldas, pues sentí que me daba un vértigo con aquella verga hasta adentro…!, y le volví a repetir…

  • ¡Qué vergota mi lindo…, qué vergota…, qué vergota…!,

Fue en ese momento que oí unos ruidos que venían del interior de la casa, del departamento. Voltié la cabeza para tratar de ver algo, pero también en ese preciso momento, Rodrigo me aventó con fuerza su verga hacia arriba, al tiempo que me sentaba contra su verga y su cuerpo, bajándome con sus manos, jalándome de mis hombros, p’abajo:

  • ¡Aaaahhhh…, Rooodrigooo…, aaahhh…, aaaggghhh…, qué rico papito…, qué rico!.

Y fui ahora yo quien comenzó a cabalgar, usando mis piernas, dobladas sobre del sofá, como si fueran pistones: me levantaban y me bajaban, ayudándolas con mis manos, jalándome del sofá y apoyando todo mi peso, al ir deslizando hacia abajo, empujando hacia el frente, hacia las caderas de Rodri:

= ¡Señora…, qué rico coge, señora…!. ¡Es una maestra de esto…, señora…!.

Yo estaba desatada en el coito; no tenía oídos ni para Rodri, ni para los ruidos de mi casa, ni para mis hijas, ni me importaba a mí donde estaba, ni si escuchaban los vecinos o cualquier otra cosa, estaba consagrada a “coger”, a “cogerme” al Rodrigo, a su verga tan juvenil, tan erecta, tan linda…!.

Subía, tomaba impulso y me dejaba caer con más fuerzas; sentía que ese pene se me deslizaba, hasta mi estómago o quizás más arriba: sus “huevos” se estrellaban contra mis nalgas y…, yo quería que esto nunca se fuera a acabar…, aunque yo acabara con Rodri, que se notaba agotado, recargado contra el respaldo de aquel sofá, pero era solamente un instante.

Al poco rato sentí que me tomaba de las pompas y me las comenzaba a apretar, a separar, como si fueran gajos de una naranja y los quisiera arrancar. ¡Me dolía!, ¡pero lo sentía deliciosos!.

Rodrigo también me marcaba el ritmo de mis vaivenes, de mi cabalgata, de mi fornicar, pues a veces le hacía yo tan duro, que se me zafaba la verga de mi cavidad:

= ¡Qué rico me lo haces mamita…, que rico me coges señora…!.

Y me volvió a detener:

= ¡Vamos a cambiarnos de nuevo…!. Ponte de a perrita, aquí en el sofá…, viendo pa’ la

pared…, con tus nalguitas afuera…, yo te doy por detrás…!.

Y me coloqué como me lo estaba pidiendo: puse mis rodillas en la orilla del sofá, con mis manos me detuve de su respaldo y dejé mis nalgas en “pompa”, ¡levantaditas!. Rodri me llegó por detrás y, con lo grande que es…, tuvo que apoyar sus pies sobre del sofá y flexionando sus rodillas, me la ensartó:

  • ¡Rodrigooo…, aaaggghhh…!.

Se puso a bombearme: va – viene – va – viene – va, con un ritmo cadencioso, nuevamente in –crescendo…, ¡delicioso!.

Escuchaba el “chacualeo” del entrar y salir de su verga en mi sexo y el cadencioso golpeteo de su cuerpo contra de mis nalgas:

¡flop, flop, flop, flop…!.

¡Es muy morboso y erótico escuchar ese ruido…, tan singular, tan revelador, tan excitante…!.

¡flop, flop, flop, flop…!.

Seguía es ritmo constante…, como si fuera cronómetro… y me hizo venirme de nuevo:

  • ¡Rodrigo…, me vengo…, Rodrigo…, me viene…, me viene…, me vineeeeeeeeee…!

Y me vine, deliciosamente, sobre la verga de Rodri, que estaba todavía adentro de mi vagina:

= ¡Me vengo…, también yo…, me voy a venir…, me vengo…, Marela…, me vengooo!.

Y se vino, en mi sexo…, inseminándome con muchos chorros de semen…

Se detuvo también del respaldo del sofá, y nos quedamos un rato “enchufados”, hasta que comenzó a perder la erección.

Se salió de mi vientre, se paró y me giré.

Su pene estaba ya flácido, quizás a ¾…, y mirándome fijamente a los ojos me dijo:

= ¡Límpiamelo con tu boca…!, ¡chúpamelo…!.

Y sin dudarlo un instante…, se lo chupé.