Mi vecinito cachondo [5]: Doble sesión nocturna

Las noches no tienen por qué ser solo para dormir. También puedes aprovecharlas para follar con tu hermano mayor o con tu vecinito. Y eso es precisamente lo mejor.

Buenas, tras unas semanas os traigo la quinta entrega de la serie. Uf, ya que he tardado, he querido haceros un 2x1, así que disfrutadlo jeje

________________________________________________________________________

Tristán

Los días siguientes, mi culo me recordaba mi cumpleaños cada dos por tres y pedía más. No recuerdo el total de pajas que me hice aquella semana, pero sin duda superé mi récord. En mi cama, en la ducha, con el consolador de mi madre… No se me agotaban las ganas, y cada día me levantaba con la idea de follar. Solo que el verano había llegado y, para mi desgracia, Gael se había marchado unos días con sus padres, por lo que no podíamos hacer nada. Con él, claro. Porque mi hermano seguía estando en casa.

Recuerdo aquella primera noche a la perfección. Eran las 4:17 cuando un ruido me sobresaltó. Al mirar hacia la puerta, vi la silueta de mi hermano apoyada sobre el marco. Entró en mi habitación y cerró la puerta. He de decir que mi habitación está alejada de la de mis padres, pero aún así Raúl quiso ser precavido.

-Hey, enano -saludó, tumbándose junto a mí.

-¿Qué pasa? -pregunté, en voz baja.

-Nada -susurró él-. Me he despertado cachondo y quería ver si te apetecía.

Lo miré en la oscuridad que la luz de la luna eliminaba a medias. Alargué mi mano y la dirigí directamente al rabo de mi hermano. Ya estaba duro como una roca. Descendí por la cama y le bajé los calzoncillos de golpe. Su polla rebotó contra mi cara y, sin dudar ni un segundo, me la introduje en la boca. Recorrí su cálido tronco durante al menos medio minuto. Sentía sus manos acariciar mi pelo y sus piernas rodeando mi cintura.

Se escuchaban leves gemidos de placer que mi hermano emitía asegurándose de no hacer demasiado ruido. Disfruté de su glande durante otro minuto más, hasta que mi hermano alzó las piernas, dejando su agujerito al descubierto.

-Hoy te toca a ti -susurró.

Lo miré y sonreí.

-Eres el mejor, Raúl.

Apoyé mis manos sobre la cara trasera de sus cuádriceps y situé mi lengua junto a su entrada. Al principio me dio asco, pero al parecer mi hermano se había lavado a conciencia, ya que no olía nada mal. Cuando mi lengua hizo contacto con su piel, mi hermano mayor gimió, esta vez, con más volumen.

-Cuidado, tío -le pedí-. A ver si nos van a oír.

-Perdón -contestó él-. Es que ha sido demasiado, jaja -rio, nervioso.

Jugué con mi lengua en su entrada durante varios segundos. Abría sus nalgas con ambas manos para hacerme hueco y relamí aquel culo como su de un pastel se tratara. Incluso el ruido provocado por mis labios besándolo era digno de escuchar. Al minuto, el ano de mi hermano comenzó a palpitar. Se contraía con cada movimiento de mi lengua; era hora de empezar a dilatar.

Le avisé para que estuviera al tanto y de inmediato le introduje el primer dedo. Lentamente, con cuidado y suavidad. Mi dedo índice ya estaba dentro. Lo metí y saqué varias veces antes de introducir el segundo dedo, el corazón. Mi hermano no se quejaba; al contrario, pedía más. De modo que, acto seguido, fui a por el tercero, el dedo anular. Este lo hice con rapidez, de una tajada. Esta vez sí que se quejó un poco, pero consiguió ahogar su quejido con la mano.

-¡Hm! Tronco, ten cuidado.

-Sorry -me excusé. Pero lo cierto era que escuchar a mi hermano gritar así me había puesto más cachondo todavía.

De nuevo, me dediqué a meter y sacar los tres dedos varias veces. Primero lentamente, después más rápido, hasta que noté que el ano de Raúl necesitaba más carne para comer. Me puse de rodillas y eché saliva en mi rabo, que ya estaba más que preparado para la acción. Lo coloqué junto a la entrada de mi hermano y empecé a meterlo.

-Despacio -me pidió.

Obedecí y lo introduje lentamente. Pude ver, con dificultad, cómo mi hermano cerraba los ojos y recibía mi carne con una mezcla de dolor y placer. Cuando mis huevos tocaron sus glúteos, vi el paraíso.

-Dios, esto es la ostia -le dije al oído.

-Y que lo digas -replicó él.

Sus brazos rodearon mi espalda y acariciaron mi culo. Yo coloqué los míos alrededor de su cuello.

-Cuando quieras -sugirió.

No tardé ni un segundo en actuar. Empecé a sacar mi polla con delicadeza para volverla a meter. De nuevo, al principio lo hice con suavidad y cuidado, pero a los pocos segundos comencé a mover mis caderas con más rapidez e intensidad. Cada vez que mis pelotas chocaban contra su trasero, ambos gemíamos en susurros.

Coloqué mis labios junto a los de mi hermano, y ambos comenzamos a sentir el aliento del otro con cada embestida.

-Ah…

-Ohh…

-Hhm…

Mi hermano me agarró del cuello y me dio un beso en la boca. Nuestras lenguas se juntaron de nuevo mientras mi polla perforaba su agujerito. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero no fue mucho. Mis huevos comenzaban a picar y sabía que el final estaba cerca.

-Me voy a c-correr -avisé.

-Hazlo dentro -pidió, sorprendiéndome-. Por favor -añadió, susurrándome al oído.

Aquella petición fue lo que me hizo llegar al éxtasis. Y es que tenía a mi hermano mayor rogando por mi leche, sumiso y vulnerable ante mí. De modo que eso hice.

Uno, dos, tres, cuatro… cinco chorros de caliente lefa fueron a parar directos al interior de Raúl. Cinco chorros que, irremediablemente, comenzaron a desbordar por su ano, cayendo en mi sábana. Cinco chorros que provocaron, sin siquiera tocarse, que mi hermano se corriera también. Su semen cayó sobre su cara, pecho y abdomen. Me dediqué a recoger aquellos restos y tragármelos antes de que resbalaran y mancharan todavía más mi sábana. Después, saqué mi rabo, ya medio flácido, del culo de Raúl.

-Déjame limpiarlo -pidió.

Se aproximó a mi cipote y me regaló una mamada que limpió mi rabo por completo. Cuando se iba a ir a su cama, le agarré de la mano.

-Quédate. Porfa.

Accedió en el momento, pero al despertarme, ya no estaba conmigo.

Gael

Cuando volví de mis vacaciones, lo único en lo que pensaba era en las pollas de mis vecinos. Quería volver a chupársela; lo necesitaba. Y también necesitaba sus mamadas. Pero, sobre todo, lo que más había ocupado mis fantasías aquellos días había sido tenerlos a ambos a cuatro patas clavándoles la polla. Y si bien la fantasía no se cumplió al 100%, al menos sí que lo hizo a la mitad.

A los tres días de volver de vacaciones, mis padres se marcharon un par de días a un hotel, por lo que me quedé solo en casa. Claramente, lo primero que hice al saber que tendría la casa sola aquellos días, fue invitar a mis vecinos a pasar una noche. Y, aunque ambos querían, Raúl se encontraba mal, por lo que no le fue posible. Sin embargo, eso no echó atrás a Tristán, que me preguntó por Whatsapp si la oferta seguía en pie.

-Perfecto -se alivió tras mi afirmación-. Tengo unas ganas tremendas de que me folles.

-Genial. Yo tengo unas ganas tremendas de follarte.

Al llegar la noche, mis nervios se acrecentaron. Sabía que la idea no era dormir y realmente ansiaba follarme a Tristán. Tenerlo a mis pies pidiendo de mi polla. Saber que lo tendría a mi merced. De solo pensarlo se me puso dura. Cuando sonó el timbre, decidí ir al grano. Me desnudé antes de abrir la puerta y, cuando Tristán me vio, se rio. Le hice pasar dentro y, acto seguido, me arrodillé ante él y le bajé los pantalones.

-Vaya, nuestro amiguito está dormido -comenté-. Habrá que despertarlo.

Aún con los calzoncillos puestos, comencé a chupar su entrepierna. Noté cómo el pequeño bulto se iba haciendo cada vez más y más grande, hasta alcanzar la erección que llevaba días esperando probar. La tela estaba ya empapada por mi saliva, de modo que le quité al fin los calzoncillos.

-Pff, pues sí que tenías ganas… -dijo Tristán, agarrándome del pelo.

-Ni te imaginas cuántas. Todo tuyo -le indiqué.

Echó mi rostro hacia atrás tirándome del pelo y con su mano derecha comenzó a darme pollazos en la cara. Lo hacía en los ojos, en las mejillas, en los labios… Paseaba su glande por mi nariz, momento en el que aprovechaba para olisquear aquel aroma adolescente. Y, cuando Tristán pensaba que ya me tenía listo para follarme la boca, le quité el caramelo de la boca.

-Bueno, luego seguimos -dije, levantándome-. Vamos a ver una peli y después lo hacemos, ¿no? Todavía es pronto y tenemos toda la noche.

-Qué capullo eres -dijo, intentando sonar indignado. Pero lo cierto era que no le importaba.

De modo que pusimos una peli en la tele. Ni siquiera recuerdo de qué iba. Solo sé que, en un momento de la misma, hubo una escena de sexo. De las hardcore. De hecho, se vieron el rabo del hombre y el coño de la mujer, y este le estaba dando fuerte a ella.

Sentí entonces una mano invadir mis muslos desnudos. Y es que tanto Tristán como yo estábamos simplemente en gayumbos. Cuando sus dedos atravesaron la tela de mis calzoncillos, decidí pasar a la acción.

Tomé a Tristán de la cintura y lo hice subirse sobre mí. Su culo quedó a la altura de mi rabo, y sentía cómo lo movía, provocando contracciones en mi polla. Le hice bajar la cabeza hasta encontrarse con la mía. Juntamos nuestros labios y su lengua invadió mi boca. Mezclamos saliva mientras mis manos se aproximaban a su trasero a gran velocidad. Puso el culo en pompa y le di varios azotes mientras nuestras lenguas continuaban jugueteando.

Su trasero desnudo complacía mis manos, que lo apresaban con fuerza y lo abrían, situando su agujero cada vez más cerca de mi cipote. Tristán había dirigido sus manos a mi entrepierna y comenzó a quitarme los calzoncillos. Cuando liberó mi polla, esta saltó de golpe contra mi abdomen.

-Por fin -dijo Tristán, descendiendo y acercando sus labios a mi rabo.

Lo tomó con su mano derecha y se lo introdujo en la boca. Uf, el capullo cada vez lo hacía mejor, y ahora succionaba con más cuidado e intensidad, provocando en mi cuerpo un escalofrío de placer.

-Deberías dedicarte a esto -le dije, a modo de broma.

Él rio y continuó con la mamada. Lamía el tronco de arriba abajo y se detenía en los huevos. Se los metía en la boca y los chupaba mientras me miraba con esos ojos llenos de morbo. Le estaban gustando mis cojones depilados, porque no paraba de jugar con ellos. De modo que le cogí del pelo y le hice tragarse mi polla. Apreté con fuerza su cabeza contra mi pelvis y lo hice atragantarse. No se quejó, sin embargo. Al contrario, pude ver cómo sonreía, de modo que lo hice de nuevo.

-¡Hgmpgmhmhfgfphg!

Era un gorgoteo constante al que ya me estaba acostumbrando, pero que no por ello dejaba de ponerme cachondo.

-Ponte a cuatro -ordené.

Mi vecino no objetó e hizo caso al instante. Se colocó a cuatro patas sobre el sofá y puso el culo en pompa, bien abierto, para que pudiera contemplar sin problemas su entrada.

-Qué vistas, loco -comenté, riendo.

-Está deseando recibir visita -dijo Tristán, haciendo palpitar su agujero.

-Y yo se la voy a ofrecer, sin duda. Pero primero hay que complacerle.

Me agaché, abrí sus nalgas con mis manos y empecé a lamer aquel culito que Dios me había puesto enfrente. Los gemidos de Tristán no hacían más que animarme a continuar. Realmente me estaba encantando comerle el culo, pero mi rabo pedía acción. Antes de nada, quise dilatar bien con mis dedos. Para mi sorpresa, apenas costó meterle los tres dedos.

-Se ve que le estás dando uso… -comenté.

-No el suficiente -contestó él-. Me vas a reventar.

-En ese caso, tendré que dilatar un poco más -añadí, introduciendo un cuarto dedo.

-¡Ah!

Lo hice de golpe y, obviamente, mi vecino se quejó.

-¡Capullo! Ten cuidado.

-Perdón -me excusé, riendo.

Comencé a meter y sacar los cuatro dedos de aquella entrada que cada vez se abría más y más, hasta que al sacarlos pude ver un buen boquete que pedía carne. Lo lubriqué con mi lengua por última vez y coloqué mi cipote sobre aquel enorme agujero. Para mi sorpresa, sí que costó algo más de lo que pensaba.

-Aaahh… -gimoteó Tristán-. Despacio…

-Sí, tranquilo. Si te duele mucho, paramos.

-No, no. Sigue.

A sus órdenes, continué presionando hasta conseguir que el glande entrara por completo.

-Uuuff… Vale, espera un momento -pidió.

Tomó aire y me indicó seguir, de modo que volví a empujar. Cuando ya había entrado la mitad, Tristán se echó para adelante, pidiendo indirectamente unos segundos de descanso. Tras estos, me indicó que continuara. Y, al fin, mis huevos hicieron contacto con sus glúteos.

-Ooh… gemí yo entonces.

Era la primera vez que metía la polla en un culo, y no podía haber elegido mejor agujero para ello. El ano de Tristán atrapaba mi cipote y lo envolvía en calor y humedad. Sentía su entrada apretar contra mi tronco a cada segundo. Me encorvé sobre Tristán, apoyando mi pecho sobre su espalda.

-Hhmmm… comenzó a gemir él cuando saqué lentamente mi polla-. Duele, pero me gusta. Es más gorda y larga que la de mi hermano, eso seguro…

-Gracias por el halago, jajaja. Pero, en serio, si ves que no puedes me dices y lo dejamos.

-Vale. De momento quiero seguir.

Dicho y hecho, volví a meterle la polla hasta el fondo, provocándole un gemido que nunca antes había escuchado. Y es que había hecho contacto con su próstata.

-Hhhmmmm… Dios, no sé qué ha sido eso, pero menudo gustazo -comentó.

Comencé con un vaivén lento que poco a poco fue aumentando de ritmo. Había agarrado su cadera con ambas manos y me aseguraba con cada embestida de clavarle la polla lo más dentro posible. El sonido de mis cojones chocando contra sus nalgas era música para mis oídos.

Tristán había apoyado la cabeza contra el colchón, que amortiguaba sus gemidos.

-¡Hmm! ¡Hhhmm…! ¡¡Hhmmm…!!

Entonces, tuve ganas de verle la cara. Saqué mi cipote de su culito y le hice darse la vuelta, poniéndolo boca arriba. Le hice alzar las piernas y las puse sobre mis hombros. Situé mi rabo junto a su entrada y, mirándole a los ojos, se lo metí al completo.

-¡Aah! -se quejó al inicio-. Uff…

Me miró de nuevo y me rodeó el cuello con los brazos. Guio mi cabeza hasta juntarla a la suya.

-Bésame… -pidió, tímidamente.

Le concedí el deseo -que, por otra parte, compartía con él- y le besé en los labios. No me acostumbraba a esa sensación de contacto entre nuestras lenguas, pero sí que sabía sin dudas que era una sensación de placer absoluto. Aún besándonos, empecé a acelerar el vaivén de mi cuerpo sobre el suyo. La fricción de mi polla contra su culo se sentía cada vez mejor.

Con mi mano izquierda tomé su rabo y comencé a pajearlo. Empezó a gemir más fuerte y yo compartía sus gemidos con los míos. Cada vez que mi cipote penetraba su culo hasta el fondo, el volumen de nuestros gemidos era más alto.

-Hhm…

-Hmm…

-Hhhhmm… ¡Hhmm!

Separé mis labios de los suyos y los dirigí a su cuello. Comencé a besarlo y, para mi sorpresa, aquello me gustó incluso más que el morreo. Y es que Tristán lo estaba disfrutando tanto como yo. Sus manos acariciaban todo mi torso, aproximándose a mi trasero y empujándolo con fuerza para conseguir que mi rabo entrara lo máximo posible. Hasta que empecé a sentir el cosquilleo que avecinaba el éxtasis.

-Tristán -avisé-. Me voy a correr…

-Hazlo dentro -ante mi cara de sorpresa, añadió-. Mi hermano me dijo que estaba guapo…

No puse objeción y continué follándomelo hasta que sentí el orgasmo.

-¡Aaaahhh! Ooohh… -gemí mientras sentía mi lefa salir disparada dentro de mi vecino.

-Hhm… -me acompañó él mientras terminaba de masturbarle.

Soltó cinco chorrazos de leche que fueron disparados hasta su abdomen, pecho y rostro. Uno de ellos aterrizó junto a sus labios, lo que aproveché para limpiárselo con mi lengua y acabar besándolo.

Tras eso, saqué mi rabo ya flácido de su culo y me tumbé junto a él.

-Tu semen que está dentro… -dijo, tímidamente-. Se siente bien.

Lo miré y volví a mirar al techo.

-Bueno, la próxima vez tendré que probarlo yo… Supongo, jeje.

-Ya no te puedes echar atrás -contestó, levantándose de la cama-. Y déjame ser yo quien te desvirgue -y, saliendo de la habitación, concluyó-. Vas a flipar.

__________________________________________________________________________

Bueno, pues espero que os haya gustado. No sé lo que tardaré en subir la siguiente parte (que creo que será la última), pero espero que no sea mucho tiempo. ¡Estad atentos! Como siempre, espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones. ¡Gracias!