Mi vecinito cachondo [3]: Mi hermanito es una puta

Al pillar a tu hermano pequeño haciéndose una paja, solo dos pensamientos recorren tu mente: o callas para siempre o le comes la polla.

¡Buenas! Aquí la tercera parte. Creo que os gustará :)

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Raúl

Cuando entré y vi a Gael al lado de mi hermano, ambos desnudos, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Por una parte, quería matar a mi vecino por hacer eso con Tristán. Por otra parte, conocía a Gael y sabía que, si lo habían hecho, era porque mi hermano también quería. Claro que eso no era precisamente lo que me imaginaba.

-¿Qué coño hacéis? -pregunté, entre indignado y nervioso.

-N-nada… -intentó excusarse mi hermano.

-He conseguido que este enano no hable -dijo entonces Gael-. Pero, como ya te imaginarás, he tenido que hacer… cosas.

Entendí entonces que mi vecino se la había comido a Tristán para que este no contara lo que había visto arriba. Pero había algo que no entendía.

-¿Y qué haces tú desnudo también? -inquirí, dirigiéndome a Gael.

-Bueno… Quería disfrutar también, así que me he hecho una paja.

-Gael -dije, tajante-. Dímelo.

Mi vecino apartó la mirada.

-Pues… Me la ha…

-Se la he chupado -intervino entonces mi hermano-. Y no te pongas así, que tú también lo has hecho.

-¡Pero yo soy más mayor!

-Y aún así, no lo suficiente, en teoría. Así que no tengas morro. Lo he hecho porque he querido.

Los miré a ambos. Gael parecía sorprendido por las palabras de mi hermano, pero no tanto como yo.

-Vete, anda -le pedí a mi vecino, ya más calmado-. Y tú, súbete a tu cuarto, por favor.

Ambos obedecieron sin rechistar. Se vistieron rápidamente y me dejaron a solas. Necesitaba pensar. Solo que requerí de tres días y, sobre todo, un acontecimiento, para poder aclarar mis pensamientos.

Tres días después, cuando estaba viendo vídeos en Youtube, me pareció escuchar unos ruidos. No paraban, de modo que paré el vídeo y me levanté. Los ruidos procedían de la habitación de mi hermano. Supe enseguida que estaba viendo porno, pues se escuchaba una respiración agitada, silencios y de nuevo la respiración. Los ruidos que había escuchado procedían de la cama al moverse con el vaivén de mi hermano.

Me asomé por la pequeña abertura que quedaba en la puerta entornada. Y ahí lo vi. Mi hermano, con los pantalones bajados has las rodillas y el ordenador a un lado, se estaba haciendo una paja. Me fijé entonces en su rabo. Lo veía a diario, pero siempre estaba flácido. Me sorprendió su tamaño que, sin ser gigante, no estaba mal para su edad.

En ese momento, un respingo recorrió mi cipote, que comenzó a despertar. Mi hermano entonces comenzó a acelerar el ritmo de su masturbación, así como la frecuencia de sus gemidos hasta que, al fin, se corrió. Pude ver cómo su corrida caía sobre su rostro y pecho. Y cómo abría la boca para recibir su propia leche. Y, tratando de no hacer ruido, volví a mi cuarto.

- Y es ahí, en ese momento de vergüenza de un hermano mayor que se marcha del lugar del crimen, cuando un hermano pequeño mira a la puerta con una sonrisa tras haberse asegurado de que el mayor había estado viendo todo. En especial, cómo se corría y se tragaba su propia lefa-.

Ver aquello fue lo que me llevó a tomar una decisión. Me había puesto cachondo viendo a mi hermano masturbarse y no podía reprimir las ganas de ser yo quien se tragara aquella leche la próxima vez. De modo que escribí a Gael y lo cité en mi casa al día siguiente, un sábado por la mañana, pues mis padres se iban todas las mañanas a dar un largo paseo de dos horas. Le dije a Gael que necesitaba ayuda con unas frases de Lengua, pero ambos sabíamos que eso no era cierto.

Cuando llamó a la puerta, me aseguré de que mi hermano estaba en casa. Y así era. De hecho, cuando Gael pasó a casa y saludó, Tristán se acercó a saludar.

-¡Hey!

-Buenas, Tristán -saludó Gael.

-¿Vais a…?

-No -contestó al instante mi vecino-. Me ha pedido ayuda con Lengua. Si quieres, puedes venir a comprobarlo.

-No, no… Total, tampoco es que yo…

-Bueno, nos subimos -interrumpí, cortando la conversación.

En cuanto llegamos a mi habitación, me arrodillé ante Gael. Traía unos vaqueros cortos ajustados que desabroché enseguida y bajé de inmediato. Su rabo estaba flácido, pero ya en ese estado era grande.

-Lo he echado de menos -le dije, mirándole a la cara.

-Pues imagínate yo… Jajaja.

Pronto aquel cipote comenzó a agrandarse hasta alcanzar sus 20cm. Y, justo antes de poder metérmelo en la boca, se abrió la puerta y apareció mi hermano.

-¡Lo sabía! ¡O sea que vais a seguir haciéndolo! Pues yo también quiero.

Tristán parecía un niño pequeño enfadado por no poder usar el juguete. Y yo, que soy un buen hermano mayor, decidí compartirlo.

-Vale -dije, ante su sorpresa y la de Gael-. Pues de rodillas y a chupar.

Aunque reticente, mi hermano obedeció. Se aproximó a Gael y se situó de rodillas junto a mí. Nuestras cabezas llegaban a la altura del rabo de nuestro vecino, que apuntaba a nosotros amenazante.

-Empieza -le indiqué a mi hermano.

Pude entrever algo de vergüenza en él, seguramente por tenerme al lado observándole. No obstante, tomó la polla de Gael con su mano derecha, la dirigió a su boca y comenzó a chupársela.

Ver a mi hermano pequeño comerse una polla de buen tamaño me puso a mil. Tanto que me uní a la fiesta de inmediato.

-Espera, déjame un poco a mí… -pedí.

Acerqué mis labios al cipote de Gael y, abriendo la boca, empecé a lamerle el tronco mientras mi hermano continuaba trabajando en su glande. Me centré después en sus huevos y, desde abajo, podía ver cómo aquella polla entraba y salía de la boca de Tristán, que cada vez le ponía más entusiasmo y se iba soltando más.

Gael nos miraba a ambos con una cara de morbo y nos cogió a los dos de los pelos.

-Vaya dos… -comentó.

Volví de nuevo al tronco de aquel rabo y, tras unos segundos comiéndomelo como podía, sentí los labios de mi hermano chocar con los míos. Gael nos hizo quedarnos quietos. Nuestros labios formaron una especie de puente a través del cual nuestro vecino comenzó a meter su polla.

-Ah… Nunca había probado esto. Menudo morbo tener a dos hermanos comiéndome la polla…

No pude evitar soltar una pequeña sonrisa. Entonces, Gael apartó su rabo y mi boca quedó pegada a la de Tristán. Ninguno de los dos sabía qué hacer, hasta que mi hermano movió su lengua con la intención de encontrarse con la mía. Cerré los ojos, pegué mis labios a los de mi hermano y nuestras lenguas juguetearon en nuestras bocas.

No puedo describir aquella sensación. Fue algo único que me recorrió todo el cuerpo. Mientras nos besábamos, Gael paseaba su polla por nuestros rostros. La volvió a meter entre nuestros labios y volvimos a darle una mamada doble. Hasta que, para mi sorpresa y la de Tristán, nuestro vecino se apartó y se puso de rodillas junto a nosotros.

-Ahora me toca a mí -nos dijo.

Mi hermano y yo nos incorporamos y nos pusimos de pie. Nos miramos, entre confidentes y nerviosos, y fue entonces cuando ambas manos de Gael se posaron sobre nuestros rabos. Primero pajeó el de mi hermano mientras se metía el mío en la boca, pasando a turnarse durante un par de minutos. Mientras se la comía a uno, pajeaba al otro y se daba pollazos en la cara. Realmente lo estaba disfrutando. Pero no pensaba quedarse ahí. Cuando ya había jugado lo suficiente a dos manos, junto ambos cipotes y, abriendo la boca todo lo que pudo, intentó tragárselos a la vez.

Lógicamente, no pudo. Aunque no se le dio del todo mal. Abarcó nuestros glandes y parte de nuestros troncos, pero apenas llegó a la mitad. Sin embargo, sentir el glande de mi hermano chocar con el mío en la boca de Gael me produjo un placer inesperado. Cachondo, agarré la nalga de Tristán y le di un fuerte azote. Me miró y le sonreí pícaramente.

Gael se levantó de nuevo. Sin siquiera hablar, me eché sobre la cama y le indiqué a mi hermano que me la comiera. Arrodillado en el suelo, mi hermano acercó su boca a mi rabo y la olió.

-Hhm…

Varias gotas de precum asomaban por mi cipote. Agarré a mi hermano del pelo y dirigí su boca a mi polla. Este la abrió sin dudar y, con fuerza, le hice tragarse mi falo sin piedad. No consiguió tragársela entera, pero apenas faltaron un par de centímetros.

-Después de la de Gael, la tuya no me cuesta -comentó, exhausto.

-No te justifiques. Lo que pasa es que eres una zorra…

Según lo dije, me arrepentí. Nunca le había hablado así a mi hermano pequeño, y realmente no quería hacerle daño. Creo que se dio cuenta de mi cara, ya que le restó importancia.

-Di… dime cosas así… -dijo con timidez.

-Pues sí que va a ser verdad que es una puta -comentó Gael.

Aún dudaba, pero me animé a seguir con el papel.

-Sí, es una perra de mucho cuidado.

Tristán volvió a la carga y comenzó a chuparme la polla. Lo hacía con calma y sin hacer daño; parecía como si le hubieran enseñado a ello. Se movía lentamente, pero su ritmo era bueno. Se detenía en el glande lo justo y necesario y de vez en cuando cambiaba el ritmo. También se ayudaba de la mano para masturbarme y masajearme los huevos cuando se centraba en el glande.

En ese momento, pensé en todas las noches que me quedaban por delante junto a mi hermano. Noches en las que, en la oscuridad y tranquilidad del momento, podría ir a la cama de Tristán para que me comiera la polla. O para comérsela yo a él.

Cuando pensé en esto último, decidí tomar las riendas. Coloqué a mi hermano en la cama, tumbado y con su cabeza al borde del colchón. Le pedí a Gael que pusiera su rabo en la boca de mi hermano y se lo follara. Mientras tanto, yo pondría mis rodillas a la altura de los pies de Tristán y me dedicaría en cuerpo y alma a chuparle la polla a mi hermano pequeño.

No lo dudé ni un momento y enseguida comencé con la mamada. El rabo de mi hermano, tal y como ya había comprobado, estaba bastante bien y equilibrado. Y lo que más me gustaba: apenas tenía pelos. No sé por qué, pero la suavidad de sus huevos me paralizó. Estuve al menos un minuto comiéndole los huevos sin parar, jugueteando con ellos en mi boca mientras le pajeaba y veía cómo nuestro vecino le follaba la boca. Tristán no parecía estar pasándolo mal, en cambio.

Al poco tiempo decidí enfocarme en lo verdaderamente importante; aquel duro cipote. Lo cogí con la mano y lo llevé a mi boca. Me lo tragué sin problema, pues tampoco era gigante. Me gustaba que mi nariz chocara contra su abdomen y hundirla en su carne, haciendo así que su glande chocara por poco con mi garganta.

-¡Hhhmm! -gimió mi hermano, aún con la polla de Gael en la boca.

Escuchaba el sonido de los huevos de nuestro vecino chocar con la piel de Tristán cada vez que le embestía. Escuchaba también los gemidos de ambos, acompasados. Y, por supuesto, escuchaba también aquel sonido tan característico de una polla que entra y sale con rapidez y fuerza de una boca que intenta atraparla sin éxito.

-Hmpfgfhf -se escuchaba desde la boca de mi hermano.

Aquello solo me ponía más y más burro. Aceleré el ritmo de mi mamada, acompañando mis movimientos con las manos. Elevé entonces las piernas de mi hermano buscando dar un paso más y, aún con su rabo en la boca, comencé a acariciar su hoyito. Tan estrecho y tan desnudo, sin pelos y virgen. Aún así, palpitaba en busca de un trozo de carne que lo llenara. Por el momento, únicamente introduje mi dedo anular.

-¡¡Hhm!! -se sorprendió mi hermano al sentirlo dentro de sí.

-Tss… Tranquilo… -intenté calmarle mientras se lo metía hasta el fondo.

Después del primero llegó el segundo y, tras este, un tercero que tuvo que hacer más fuerza para poder unirse a sus compañeros. Estuve metiendo y sacando los tres dedos del culo de mi hermano mientras continuaba comiéndole la polla. Gael miraba la escena con los ojos cada vez más borrachos de lujuria y, sin siquiera avisar, se corrió en la boca de Tristán.

Enseguida comenzó a salir la leche a borbotones de la boca de mi hermano, que sin embargo no apartó su rostro e intentó tragar todo lo que pudo. Fruto de una corrida en su cara, Tristán también comenzó a venirse. Noté cómo su hoyo apretaba con fuerza mis dedos, que permanecían empalándolo sin parar. Aunque sabía lo que venía, quise complacer a mi hermano y seguí chupándole la polla hasta que la última gota de semen salió de su falo. Fueron cuatro los chorros que salieron disparados directos a mí garganta y mi lengua. Pude recogerlos todos y me los tragué sin pensar. El sabor era raro, pero no me desagradó.

Cuando hube terminado, me puse de pie junto a la cama, con mi rabo señalando al cuerpo desnudo de mi hermano, y me masturbé con toda la rapidez que sabía hasta disparar cinco proyectiles blancos que acabaron en la cara y pecho de Tristán, que recogía mi néctar como podía.

Gael se sentó en mi silla y, con la mano en su polla flácida y con restos de semen, preguntó:

-¿Para cuándo la próxima?

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Bueno, pues ¿qué os ha parecido? He dado todo de mí y he añadido algo que no se me había ocurrido todavía no sé por qué (dos comiéndole la polla a uno y otro tragándose dos a la vez). Espero que os haya gustado todo. Como siempre, espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones. ¡Gracias!