Mi vecinito
Soy una señora madura, separada de mi marido, con dos niñas, que vive en una unidad habitacional popular. Tengo un vecino estudiante, muy inquieto, que me hizo proposiciones, lo acepté y disfruté..., ¡de a mares!.
Yo vivo cerca de una universidad de enseñanza técnico – profesional; vivo en una unidad habitacional que me queda cerca del trabajo, en una zona industrial, de nivel popular.
Algunas ocasiones en que salía por las mañanas a tomar mi transporte, muchas veces coincidía con un chico que salía, igual que yo, a la carrera, para llegar a su escuela.
En una ocasión me saludó, muy sonriente; tan sólo me dijo:
= ¡ya se me hizo muy tarde…!.
Al otro día, regresando de mi trabajo, lo vi parado en una tienda de la esquina de mi unidad habitacional. Me saludó desde lejos y yo le contesté, desde lejos. De inmediato se me acercó y se presentó:
= yo soy Rodrigo…, vivo aquí, en la misma unidad que usted.
Junto con otros compañeros rentamos un depa; yo soy del norte (del país),
y tengo mi cuarto…, pa mí solo…,
me dijo, con un cierto orgullo.
= ¿y usted…?
Me preguntó todo, sin preguntarme nada; fui yo la que comenzó a “soltar la sopa”, emocionada por su presencia, porque me hubiera hablado, que me saludara, que quisiera saber de mí…, una señora ya madura, con dos hijas, que le doblaba la edad… ¡Me sentí como colegiala…, como chavita de 15 años…, jugando a “ligar”, a conseguirse un muchacho, un novio…, ¡me emocioné!.
- ¿yo….?
= ¡sí…, usted…!
- ¡aaahhh…, yo me llamo María…, María Elvira…, Marel…!.
También vivo aquí…, en la unidad…
= ¡sí…, en el edificio 7…!
Me dijo, con mucha seguridad…
- ah…, ¡sí…!; ¿cómo sabes…?
= porque yo vivo en el 9…, y la veo desde ahí…
- aaahhh…
= tiene usted dos niñas, ¿verdad…?
- sí…,
le dije, un tanto intimidada, pero luego le pregunté:
- también a ellas las ves…
= Sí…, pero no tanto como a Ud.…., mi cuarto da pa’ su cuarto,
y a veces también se puede mirar la sala…
- y…, ¿me ves…?.
= si…, a veces…, cuando se arregla…, cuando se cepilla el cabello…
¡me gusta Ud. mucho…!,
Me la soltó, de inmediato, y me emocioné, pero me dejó toda con la boca abierta cuando me dijo:
= en una ocasión la seguí a su trabajo…, en la fábrica de plásticos…
Y se hizo una pausa, yo tan solo lo miraba, como una boba…
= No se si me deje pasar a buscarla una tarde…, podemos irnos al cine…,
o a tomar un café… ¡me gustaría mucho poder platicar con usted…!.
- eeehhh…
Me dejó pensativa, aunque muy emocionada, sin embargo…, había muchos contras: la edad, el que éramos vecinos, el que nos vieran, el chismorreo de la gente, de los vecinos, de sus compañeros, etc.
De manera inconsciente hice el intentó de caminar, y el chico me dijo:
= ¿me deja acompañarla a su depa…?
¡Me dio mucho miedo! Y de inmediato le dije que no, pero también agregué:
- ¡No…, mejor pasa por mí mañana en la tarde…, salgo a las cinco…!. ¿Puedes?
¡Se le iluminó su carita!. De inmediato me dijo que sí:
= ¡La busco en su trabajo…, mañana…!.
Con el corazón latiendo de prisa, caminé hasta mi depa; subí las escaleras, abrí la puerta de entrada y entré. ¡De inmediato me fui a mi recámara!. Me asomé a la ventana y…, ¡lo vi mirando hacia mí!. ¡Me saludó desde su cuarto, desde su departamento!, y me emocioné. De inmediato me fui para el baño; me bajé los pantalones, mis pantaletas y me puse a darme dedo yo sola: ¡estaba pletórica de emoción!. ¡Tuve un orgasmo muy rico!.
Al poco rato llegaron mis hijas, de su club de tareas. Les di de cenar y nos fuimos a dormir. ¡No dejaba de pensar en mi “cita” del día siguiente.
Ese día me fui como todos, con mi ropa de trabajo: un pantalón azul marino, una playera blanca y un blazer azul marino, sin embargo, me llevé también una muda: una faldita color rojo – naranja y unas zapatillas blancas, de tacón alto.
Era un viernes por la tarde, y ya cerca de la hora de salida, me fui al baño a cambiarme. Me arreglé: me puse la faldita, sin medias; me peiné, me maquillé, me puse perfume y luego de checar la tarjeta, salí: ¡eran ya casi las 5:15!. ¡El muchacho me estaba esperando!. ¡Me llevaba un ramo de rosas!. ¡Lo vi…, y me sentí emocionada!.
Caminamos para encontrarnos:
= ¡Hola señora…!,
Me dijo, queriéndome dar un beso en la mejilla, al que yo contesté, poniéndole mi mejilla.
= ¡qué guapa…!,
Me dijo, y me emocioné todavía un poco más, y le contesté, preguntando:
- ¿tú crees…?
= ¡claro…, ya se lo había yo dicho…, me gusta usted mucho…!,
Me dijo nuevamente, mirándome de arriba hacia abajo, recorriendo mi cuerpo con su mirada, por lo que le pregunté, con un poco de ironía:
- ¿paso el examen…?,
Y él, sin perder su seguridad, me dijo:
= ¡por supuesto…, se ve muy hermosa con esa faldita…, se le ven sus piernotas…!,
¡igual de hermosas que usted…!.
Y terminó por ganarme…, pero todavía más:
= le traje estas flores…, esperando le gusten…!.
- ¡Muchas gracias Rodrigo…, no te debiste haber molestado…!
= ¡para nada señora…, fue mi gusto…!.
Y acto seguido, tomándome de mi brazo derecho, me preguntó:
= ¿vamos al cine…, o a tomar un café…?
Voltee a verlo y le contesté:
- ¡mejor al café…, me gustaría conversar por un rato contigo…!
= ¿tenemos tiempo…, señora…?
- sí…, ¿por qué lo preguntas…?
= por sus hijas…,
- ¡ahhh…, ellas llegan solas a la casa…!.
Caminamos unos pasos; él me llevaba tomada del brazo y me preguntó:
= ¿adonde vamos…?,
- a tomar un taxi…, vamos a un IPS (una cadena de cafeterías muy conocida)
aquí cerca…
Paramos un taxi, nos subimos: me pasé primeramente yo y luego él.
Al subirme, el chico no dejó de mirarme mis piernas, que con esa faldita, le di un buen espectáculo.
Me quedé en el asiento de en medio y él se sentó al lado mío. Me abrazó y no dije nada. En unos pocos minutos llegamos al IPS.
Nos bajamos; entramos. Pedimos un gabinete y se sentó al lado mío, abrazándome, tomando posesión de mí, por lo que le pregunté:
- ¿no te da pena que te miren a mi lado…, abrazándome…?
= ¡no…!, ¿porqué…?,
me contestó sin ambages el chico:
- por la diferencia de edades, Rodrigo, ¿por qué va a ser…?, ¡te doblo la edad…!,
¡podría ser tu mamá…!.
= ¡más bien mi mamacita…, porque estás muy guapota y muy buena…!.
¡Me gustas mucho…, y tienes unas piernotas…, enormes…, con esa faldita te ves…!,
¡súper buena…!.
- ¡cómo serás Rodrigo…, te lo estoy diciendo en serio…, y tú lo tomas a broma…!.
= ¡Cómo crees…, yo también hablo en serio…, tengo muchas ganas de hacerte el
amor…!. ¡No sabes cómo te deseo…!. ¡Desde mi cuarto te veo en ocasiones…,
cuando te vistes, cuando te desvistes, cuando sales del baño…, cuando andas en
puros calzones…, con tus chichis de fuera…, se te ven muy sabrosas…, de veras…,
no sabes las ganas que tengo de acostarme contigo…!.
- ¡Rodrigo…, te la pasas espiándome…!,
= ¡sí… por eso se que no tienes marido…, que no tienes un macho…, que te falta
coger…!. ¡Por eso quiero convertirme en tu macho, y acostarme contigo…, hacerte el
amor…!.
- ¡Rodrigo…!,
Le dije, dándole un apretón a la mano con la que me estaba abrazando.
Pedimos la cuenta, tomamos un taxi y nos fuimos a un hotelito cercano. Pagué, emocionada. Entramos al cuarto y ese chico se lanzó sobre mí. Me abrazó y comenzó a besarme en la boca.
Él es más alto que yo, como 20 cm más, así que, para contestarle a su beso, me le colgué de su cuello y nos estuvimos besando un buen rato, en un beso cachondo e interminable.
Sentí que me bajaba su mano a lo largo de mi espalda, llegando a mi cintura, mis pompas, pasándola por debajo de ellas, por mis muslos y…, en ese momento, flexionándose un poco, me cargó entre sus brazos, me levantó en vilo y yo, luego del pequeño sobresalto, volví a besarlo en la boca.
Él se giró hacia la cama, cargándome. Dio unos cuantos pasos y me depositó sobre de aquella cama de hotel. Yo estaba colgada de su cuello y no dejaba de besarlo en la boca, entrelazándole mis piernas alrededor de su cintura, para atraerlo hacia a mí, sin soltarlo de su cuello, ni dejar de besarlo en la boca: ¡es muy sabroso el besar, en la boca, de lengüita, intercambiando saliva!.
De repente, sin dejar de besarnos, sentí que su mano comenzaba a acariciarme mi sexo, por encima de mis pantaletas. Estuvo acariciándome mi monte de venus, mi pelambrera y luego, despacio, comenzó a darme dedo, a acariciarme mi rajadita, a todo lo largo, desde arriba hasta abajo, hasta que se infiltró por encima de mis pantaletas, sobrepasando el elástico superior y deslizándose hasta encontrarme mis pelos:
= ¡estás muy mojada, Marel….!.
- ¡así me tienes, muchacho…, estoy deseando tu hombría…!.
Y en ese momento se separó un instante de mí, mismo que aproveché para comenzar a desabrocharle su camisa, una negra, con rayas grises, de manga larga, que llevaba el muchacho. El chico en ese tiempo también se quitó el pantalón y el calzón, quedando completamente desnudo, sin dejar de mirarme mi cuerpo.
Le vi la cara: sus ojos estaban ardientes, prendidos de mí; no dejaban de detallarme, de mirarme la cara, con ansias y con pasión:
Le terminé de desabrochar su camisa y me puse a besarle su pecho, imberbe, sudoso, pero ¡muy delicioso!. Se lo sentía yo muy firme, aunque no era musculoso. Él es un muchacho delgado, espigado, alto, cabello negro, blanco apiñonado.
Le saqué la camisa y el muchacho me levantó mi playera, dejando al descubierto mi brasier, que forzó un poco hacia abajo, extrayendo mi seno derecho, comenzando a mamarme el pezón, que se encontraba parado, muy erecto, muy tieso. ¡Lo sentí delicioso!. ¡Me gusta tanto que me mamen mis chichis…, mis pezones…, mis senos…!.
- ¡Rodrigo…, qué rico…, Rodrigo…, me los mamas muy ricos…, así…, así…!.
Pero Rodrigo ya no siguió: se comenzó a bajar hacia mi vientre, a mi bajo vientre, y pasando sus manos alrededor de mi faldita me la levantó. Yo estaba con las piernas levantadas y, todas mis piernas, mis muslos, mis nalgas – cubiertas por mis pantaletas, rojas – quedaron expuestas a sus miradas, muy lúbricas y llenas de pasión y deseo:
= ¡cabrona…, pinche Marel…, estás súper buena…, pinches nalgotas que tienes…,
eres una puta tremenda…, mira nomas los calzones tan cachondos que trais…!.
¡Venias ya decidida a coger…!, ¿verdad mi putona…?.
- ¡sí…!. ¿Te gusto…?
= ¡Me gustas…!.
- ¿Te gustaron mis pantaletas…?
= ¡Sí…, se te ven muy cachondas…, muy putas…!.
Y comenzó a deslizarlas, a lo largo de mi cintura, mis pompas, mis muslos, mis rodillas, mis piernas, mis tobillos, hasta sacarlas por debajo de mis pies, por encima de mis zapatillas, que todavía conservaba.
= ¡Tienes un bizcochito sabroso…!. ¡Listo para darle de besos!,
Me dijo, al mismo instante que se lanzaba sobre de él, a llenarlo de besos, a separarme los vellos de mi vagina, a descubrirme mi clítoris, a darle besitos, a morderlo con sus labios, a estimularlo, a lengüetearlo todito, haciendo que me revolcara de aquel placer:
- ¡aaaggghh…, aaahhh…, aaahhhaaa…, aaasíiiiiiiiiiiiiiiiiii….!,
Y sin poder aguantarme, me vine en su boca, una vez, otra vez, ¡y otra vez…!. ¡Me encanta que me mamen mi sexo!.
- ¡Rodrigooo…., chiquitooo…, síiiguele…, asíiii…, asíiii…., asíiiiiiiiiiiiiiiiii…!.
Yo estaba acostada en la cama, boca arriba, con las piernas abiertas y levantadas. Rodrigo estaba a la mitad de mis piernas, con su carita en mi pucha, ¡mamándome rico!.
En un momento dado bajé mis piernas y las descansé sobre de los hombros del chico, que de inmediato se las echó sobre de sus hombros sin despegarme su boca de mi panocha. ¡Sentí una presión deliciosa!, de su cara y su boca sobre de mi panocha y mi clítoris!. ¡No pude aguantarme las ganas y me vine de nuevo, sobre de la boca del chico, que se encontraba fascinado con la mamada que me regalaba y con la forma en que yo disfrutaba!.
Sus manos estaban sobre de mi cintura y su boca se presionaba con fuerza sobre de mi monte de venus, mi vulva, mi sexo. Hacía unos movimientos entre horizontales y giratorios con la cabeza, que me estimulaban mi sexo:
- ¡Rodrigooo…., mi niño…, síiiguele…, síiiguele…, asíiii…., asíiiiiiiiiiiiiiiiii…!.
¡Con mis manos por detrás de su nuca, lo jalaba contra de mí, lo obligaba a mamarme más fuerte, a pegarse más contra mí…!
- ¡Más mi Rodrigooo…., más mi chiquito…, síiiguele…, síiiguele…, asíiiiiiiiiiiiiiiiii…!,
hasta que, sin poder contenerme las ganas, comencé a suplicarle que me la metiera:
- ¡Ya cógeme Rodri…, ya dámela…, por favor…, méteme tu vergota…!.
Y Rodrigo, apiadándose de mi condición, suplicante y desesperada, me quitó mi playera, mientras yo me desabrochaba y quitaba el brasier, y luego se colocó en posición y comenzó a embestirme con fuerza, pero sin lograrla meter; tuve que tomarla en mi mano y yo misma colocarla entre los labios exteriores de mi vagina, para que Rodrigo, con fuerza, empujara hasta el fondo y me la metiera por fin:
- ¡Aaaaggghhh… Rooodrigooo…, aaaggghhh…, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!.
La sentí muy adentro, hasta el fondo, como si quisiera salirse por mi garganta, en cada grito que me hacía proferir:
- ¡Rooodrigooo…, Rooodrigooo…, Rooodrigooohhhooohhh…!,
Le gritaba, clavándole mi mirada en su cara, que cambiaba sus facciones y sus expresiones de acuerdo a los golpes de verga que me clavaba: ¡estaba como poseso!, ¡dándole duro a la fornicación!, mientras yo me le colgaba de su cuello, besándolo con pasión, sintiendo como sus golpes penetraban y penetraban en lo más íntimo de mi ser…, ¡hasta el fondo de mi vagina!.
Luego de eso, sin dejar de besarnos, Rodrigo me pasó sus brazos por detrás de mi cuerpo y me levantó, cargándome hasta la orilla de aquella cama de hotel, en donde me volvió a recostar, depositándome con las piernas separadas y levantadas. Me colocó nuevamente su pene a la entrada de mi rajada y con todas sus fuerzas, me clavó hasta el fondo su pene, haciéndome proferir un gemido:
- ¡Aaaaggghhh…, Rooodrigooo…., ooohhhooo…, aaaggghhh…, asíiiiiiiiiiiiiiii…!.
Me penetraba profundo, con fuerza, con mucha velocidad: ¡no podía contenerme, me venía y me venía!, y luego de cada venida, se me antojaba besarlo en su boca, sentirle sus labios, sentirle su lengua y saliva, y me abrazaba a su cuello, y lo jalaba hacía a mí, para comérmelo a besos…
- ¡Rodrigo…, papacito…, tan rico…, mijito…, sabroso…, chiquito…!.
Y sin decirle yo nada, el chico me la dejaba ir nuevamente, otra vez hasta el fondo, tocándome lo más profundo de mi vagina, arrancándome mil estertores muy placenteros:
- ¡Rodrigooo…, chiquitooo…, papitooo…, qué vergaaa…., queee vergaaa…!.
Rodrigo se echaba sobre de mí; me dejaba caer todo el peso de su cuerpo, y hasta le brincaba y empujaba para metérmela más, para partirme en pedazos: ¡lo sentía delicioso!. Me levantaba las piernas, me las separaba, con fuerza, hasta causarme dolor, ¡delicioso!, y luego se acomodaba y me la dejaba ir, hasta el fondo, con fuerza, con saña, con mucho ardor y placer. ¡Traía innato el don del coger!.
Me sacaba su verga; la frotaba contra de mi clítoris, me la paseaba por encima de mis labios, los recorría sin meterla y luego, de repente, ¡me la clavaba de nuevo!. ¡Qué verga!, ¡que rica manera de coger!. ¡Lo disfrutaba…, de a mares…!.
Y me le volvía a colgar nuevamente, a besarle su boca, a aspirarle su aliento, a sentir su saliva y su boca, sin que me sacara su verga…
Siempre con su verga adentro, me retiraba un poco de él, le miraba su cara, tan joven, tan rozagante; su aliento era fresco, su sonrisa era placentera. Lo miraba y me gustaba lo que miraba, y me volvía yo a colgar de su cuello y a estamparle mi boca en su boca, a llenarme de besos...
- ¡chiquito…, Rodrigo…!,
Y nos volvíamos a besar, en la boca. ¡Era deliciosos estarse comiendo a besos, sin dejar de sentir ese pene en mi vientre!.
Rodrigo se me acomodó “de ladito”: él estaba recostado a mi lado, izquierdo, con su pene erecto dentro de mí; yo estaba recostada boca arriba, con mi pierna derecha levantada y Rodrigo me pasaba su mano derecha debajo de mi pierna ofreciéndome su boca y sin sacarme su pene de dentro de mi intimidad. ¡Me tocaba mi clítoris!, me lo estimulaba. ¡Lo sentía delicioso!, ¡me hacía tener grandes bocanadas de placer, cada que me lo tocaba!:
- ¡Rodrigo…, que rico me tocas…, Rodrigo…, eres una delicia…!,
le gritaba, cada que me tocaba, ofreciéndole nuevamente mi boca.
Me lo metía, me lo sacaba; nos besábamos, me embestía, nos contorsionábamos por completo; ¡era una verdadera gimnasia!, mis piernas dobladas, mi cuerpo, su cuerpo, nuestros cuerpos. Mi boca lo buscaba, lo encontraba, nos besábamos. ¡Era todo una gimnasia ese coito!, hasta que se despegó de mi lado. Me sacó su pene de mi vagina y, antes de que se cambiara de posición – que intentaba hacerlo – quise tocarle su pene. ¡No lo había sentido en mi mano!, y se lo toqué: ¡lo tenía tremendamente erecto, muy duro, muy tieso, muy rígido!, ¡hermoso!.
- ¡ Rodrigo…, qué verga…!,
le dije, sin poder contenerme las ganas, pero solamente fue una caricia fugas…, el muchacho tenía otras ideas.
= ¡Ponte de a perrito…!,
me dijo, y sin pensarlo dos veces, yo me acomodé, levantando mis caderas, invitándolo a que me montara por la parte de atrás, cosa que realizó de inmediato: me tomó de las caderas, se puso arrodillado detrás de mí y me acomodó su pene en mi rajadita. Lo empujó y…, ¡me la metió muy al fondo, en el primer empujón!.
- ¡Rodrigooo…, qué vergaaa…!
= ¡Es toda para ti, Marelita…!. ¿Te gusta…?
- ¡Me encanta Rodrigo…, me encanta cómo se te para…, cómo me la metes…!,
¡cómo me haces mirar estrellitas mientras me la das hasta adentro…!,
Le decía, apretando los dientes, como no queriendo que me salieran los deseos por la boca, hablándole entre los dientes, mientras él me besaba en la nuca, metiéndome sus manos por debajo de mi pecho, acariciándome y estimulándome mis senos y mis pezones:
- ¡Rodrigo…, qué cogida más rica me das…, que deliciosos palo me avientas…!,
¡Rodrigo…, Rodrigo…, cabrón…!.
Me la metía muy al fondo, muy adentro, hasta lo más profundo de mi intimidad, haciéndome gritar y gemir, suplicar:
- ¡Rodrigo, Rodrigo, síguele muchachito, no pares…, síguele así…, por favor…!
Y Rodrigo le siguió; me siguió penetrando, bombeando, metiéndolo, sacándolo, con fuerza, con velocidad, haciéndome retorcer del placer, hasta que en una de esas, en que me jalaba hacia él, finalmente me levantó y quedamos parados, sin que me sacara su pene. Estábamos parados a un lado de la cama del hotel, con el pene metido por detrás, dentro de mi vagina. Lo sentía muy adentro, lo sentía vivo, moviéndose en mi interior, haciéndome sentir maravillas.
Voltié la cara hacia él, que estaba detrás de mí y volví a ofrecerle mi boca, cosa que él aceptó brindándome también su boca, y nos fundimos nuevamente en otro beso cachondo, que tuvo por final volcarme en un nuevo orgasmo, que me hizo que me flaquearan las piernas y, al sentir que me estaba cayendo, me ladee hacia la cama y jalé en mi caída al muchacho, que quedó sentado en la cama y yo sentada por encima de él, sin que me sacara su pene de mi vagina;
- ¡Rodrigo…, eres un encanto muchacho…, me haces sentir…, muy bonito,,,, muy rico!
Teníamos una pierna arriba de la cama y la otra debajo de ella. Rodrigo estaba apoyando esa pierna en el suelo y yo estaba sentada en Rodrigo, con su pene adentro de mí.
Giré nuevamente mi cabeza para pedirle otro beso y nos volvimos a besar con pasión, nuevamente, mientras me estimulaba mi clítoris con su mano:
- ¡Rodrigo…, vas a hacer que me venga de nuevo…!.
= De eso se trata mi linda…, de que te vengas mil veces, y luego te vengas de nuevo
otra vez…,
Me dijo bromeando el muchacho, pero sin dejar de estimularme mi clítoris, con lo que consiguió provocarme un nuevo orgasmo, ¡muy rico!:
- ¡Rodrigooo…, me vengo…, me vengo…, de nuevo…, Rodrigo…!,
Le dije, volviéndolo a besar en la boca.
Nos estuvimos quietos un rato. Yo sin soltarme de su cuello y sin dejar de besarlo en la boca. Rodrigo me acariciaba mis senos y clítoris, hasta que, sentándose con ambas piernas hacia afuera de la cama, apoyándose en el piso, me hizo girarme pasándole mis piernas alrededor de su cintura, apoyándolas en la cama. ¡Estaba sentada en su pene!, delicioso, muy rico. Volví a besarlo en la boca:
- ¡Me gustas…, Ricardo…, tu pene…, tu verga…, no se te baja…, tu vergaaa,,,!
Y por toda respuesta, él simplemente se recostó, se dejó caer hacia atrás, a quedar boca arriba en la cama y me dejó a mí sobre de él. ¡Me miraba muy linda en aquellos espejos!, con su pene ensartado en mi sexo…!; ¡era una imagen erótica!, ¡y me gustó!. Me sentí provocada y me entraron unas grandes ansias de fornicar, de cabalgar a ese chico, de darme de sentones sobre de su verga, ¡y lo hice!. ¡Comencé el sube y baja!, dejándome caer con gran furia y levantándome nuevamente y dejándome caer otra vez!.
El chico solamente me abrazaba por mis espaldas y yo cabalgaba con denuedo y sin descanso, empujando fuertemente mis caderas hacia delante y en retroceso. ¡Lo sentía muy sabroso…, hasta adentro…!.
Volví a besarlo en la boca:
- ¡Rodrigo…, no tienes pa’ cuando venirte, ¿verdad…?.
= ¿Ya quieres que me venga mamita…?
- ¡No…, no quiero que te vengas…, quiero que me la sigas metiendo, papito…!,
y continúe con aquella cabalgata descomunal, hasta que Rodrigo me enderezó hacia la vertical y mientras yo cabalgaba, él me estimulaba mis senos, con sus dos manos. Me los apretaba, me acariciaba los pezones, erectos y…, me hacía nuevamente despegar hacia el cielo…
- ¡Rodrigooo…, estoy a punto de venirme otra vez…!,
le grité a ese muchacho, cuando sentí que se comenzaba a gestar otro orgasmo en el interior de mi vientre.
Me llevé las manos a la cara y, sin dejar de moverme comencé a vociferar, tapándome la cara y la boca para que no se oyeran mis gritos por aquella ciudad:
- ¡Me vengo Rodrigo…, me estoy viniendo de nuevo, Rodrigo…, me vengo, me vengo,
me vengooo…!.
Y me vine…, de la manera más húmeda y escandalosa posible, sobre el vientre de ese muchacho, que se encontraba acostado, debajo de mí.
- ¡Rodrigooo…, me da mucha pena chiquito…, ya te mojé…!,
Le dije, tapándome nuevamente la cara, de la vergüenza que yo sentía con el chico, pero, por toda respuesta, este chico me jaló de la nuca, hacia él, y ahora fue él quien me dio otro beso en la boca:
= ¡Eso fue delicioso Marel…, que venida más rica te diste… Ese es el mejor regalo para
cualquiera que se precie de macho…!.
Me dieron mucho gusto aquellas palabras; sabía que estaba con alguien maduro, a pesar de su juventud.
Abrí los ojos y al verlo, ¡me hizo reír ese chico!, tenía puesto, a manera de gorro de wáter-polo, mi brasier en la cabeza…, ¡se veía muy simpático!, y nos reímos los dos, pero luego de eso, Rodri me tomó mi cabeza, me jaló nuevamente hacia él y se puso a besarme en la boca:
= ¡Coges delicioso mamita…, andas tremendamente caliente…!.
¿Hacía cuanto que no cogías…?
Yo estaba encima de él, con mi cuerpo pegado a su cuerpo. Él me tenía tomada por la cabeza, mientras me formulaba aquella pregunta.
Me despegué apenas unos centímetros de su cara, y sin pensarlo mucho y sin poderle mentir, en esos momentos le dije:
- ¡La semana pasada lo hice…, tenía apenas 7 días sin coger…!.
= ¿Con quién lo hiciese…?
- Con mi jefe…, de la oficina…, siempre he andado con él…,
= ¿y…, porqué es que estás tan caliente…?
- ¡por ti…, nunca me imaginé que un chico tan joven y guapo como tú pudiera fijarse en
una señora como yo…, que te doblo la edad…!.
= ¡Fue por eso que te escogí, para tener mi “mamita”, porque estás muy “sabrosa”,
porque te miraba desnuda en las noches…, porque se me antojaron tus tetas…,
porque me imaginaba que eras una “fiera” para coger…
- ¡Eres un cabrón…!,
Le dije, y nos volvimos a besar en la boca y de inmediato sus golpes de cadera comenzaron a trabajar. Me empujaba su vientre contra mi vientre y su pene se introducía con lujuria dentro de mi intimidad:
- ¡Ya la tienes de nuevo bien tiesa…!.
= ¿No te gusta…?
- ¡Pues sí…, pero nunca me imaginé…!.
= ¡Las ganas que te tenía…!, y no estás para arrepentirse…,
¡estás muy buenota y sabrosa!
Y me la empujó otra vez, hasta adentro, con fuerza, haciéndome soltar un suspiro:
- ¡Aaaaggghhh…, Rodrigo…!.
Le dije, flexionando mi cuerpo hacia él, acercando mi cara a su cara y jalando con mi mano izquierda su cabeza contra la mía:
- ¡métemela fuerte Rodrigo…, me gusta cómo me coges, chiquito…!.
= ¿te gusta mamita…?
Me preguntó Rodrigo, al momento que me mamaba mis senos. ¡Me sentí muy caliente otra vez!
- ¡Sí Rodrigo, me gusta cómo me mamas…, me gusta tu verga, me gusta tu cara…!,
¡me gustas…, me gusta todo lo que me haces…,!.
= Entonces…, vente p’acá…, vamos a cambiar posición!,
Me dijo, jalándome hacia la orilla de la cama. Me recostó con las piernas abiertas, levantadas hacia arriba, echándoselas a sus hombros y de esa manera, con su pene parado, se colocó entre mis piernas y me la metió:
- ¡Rooodrigooo…, me la metes muy rico…, qué verga…, Rodrigooo…!.
Me tenía su pene hasta adentro; lo sentía muy adentro. Me recargaba el peso de su cuerpo; me empujaba con fuerza y, para continuar su estimulación, comenzó a acariciarme mis senos, a estimular mis pezones, que respondían con gran erotismo a aquella caricia tan linda:
- ¡Rodrigo…, Rodrigo…, Rodrigooo…!.
Mientras eso pasaba, Rodrigo no dejaba de bombearme, despacio pero con ritmo, seguro, delicioso, dándome golpes con fuerza, de vez en vez.
Estuvimos un rato de esa manera y luego, me bajó mi pierna izquierda de sus hombros y se puso a estimularme mi clítoris con su mano derecha, mientras me decía cosas “calientes”, como “estás muy sabrosa mamita”, “coges delicioso señora” y me hacía “calentarme” muy fuerte, hasta que de improviso me dijo:
= ¡ya voy a venirme mamita…, te los quiero echar en tu panza…, ¿los quieres…?
- ¡Si mi Rodrigo…, dámelos donde quieras…!,
y sacando su pene, tremendamente parado, de mi vagina, comenzó a venirse en mi panza, mis senos, mi bajo vientre, mis vellos púbicos: ¡todos quedaron completamente cubiertos de semen!.
¡Yo también me vine una vez más; la milésima en esa tarde!.
Le tomé su pene en su mano y me lo exprimí sobre de mi cuerpo: lo miraba a su cara, ¡estaba contento…, se le miraba feliz!, y yo me sentía satisfecha y colmada, mirándolo como a un súper héroe de esos que están tan de moda…, sin dejar de apretarle su pene, sintiendo su leche escurrirse por encima de mí, hasta que me lo arrancó de mi mano y me lo introdujo de nuevo en mi sexo:
- ¡Aaaaggghhh…, Rodrigo…, todavía lo tienes muy duro…!,
Y volvió a penetrarme, a bombearme, a estimularme con una mano, mi clítoris, haciéndome gritar, gemir y venirme:
- ¡Rodrigo…, Rodrigo, qué rico…, Rodrigo…!
Se flexionó nuevamente hacia mí, acercándome su cabeza a mi cara, y me regaló otro beso cachondo, ¡muy rico!.
- ¡Rooodrigooo…!.
Hicimos una pausa; sentía que el pene de Rodri comenzaba a “desinflarse” adentro de mi vagina y:
= ¿Te gustó mamacita…?
- ¡Muchísimo Rodri…, lo sentí delicioso…!,
le dije, tratando de incorporarme, pero el muchacho volvió a besarme de nuevo, en la boca. ¡Ahora era él quien andaba de “besucón”!..., ¡y me dio mucho gusto que yo le gustara y que me quisiera besar…!.
Se volvió a acomodar sobre de mi cuerpo. Yo continuaba con las piernas abiertas y flexionadas, con él en medio de mis piernas y todavía con su pene en mi sexo.
Lo tomé de la nuca y me puse a besarlo, con mucho cariño y agradecimiento: ¡me había brindado una tarde…, de verdad deliciosa e inolvidable!.
Luego de bañarnos, me estaba vistiendo cuando me “robó” una foto: ¡me la tomó justamente cuando me estaba poniendo las pantaletas!.