Mi vecinito (3) me lleva a una fiesta

Soy una señora madura, con dos niñas. Tengo un vecino estudiante con el que ya tuve relaciones sexuales, que disfruté. Volvimos a tener relaciones, pero luego de eso, me llevó a una fiesta de estudiantes en donde estuvimos perreando, calentándonos y regresamos a casa a volver a tener relaciones sexu

Mi vecinito (3) me lleva a una fiesta

Resumen: Soy una señora madura, separada de mi marido, con dos niñas. Tengo un vecino estudiante, muy inquieto, que me hizo proposiciones sexuales; lo acepté y disfruté. Al día siguiente fue a buscarme a la casa y volvimos a tener relaciones, pero luego de eso, me llevó a una fiesta de estudiantes en donde estuvimos perreando, calentándonos y regresamos a casa a volver a tener relaciones sexuales.

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Rodrigo me había hecho proposiciones sexuales, lo acepté, salimos una tarde y ¡nos fue de maravilla!. [ Mi vecinito ].

Al día siguiente vino a buscarme, a mi casa. Yo no quería, por estar en mi casa, adonde estaban mis hijas, pero, finalmente cedí y…, ¡nos volvió a salir muy bien!: ¡se vino, en mi sexo…!, ¡inseminándome con sus chorros de semen…!. [ Mi vecinito me visita, en mi casa ].

Nos quedamos un rato “enchufados”, hasta que comenzó a perder la erección. Se salió de mi vientre; su pene estaba ya flácido, quizás a ¾…, y mirándome fijamente a los ojos me dijo:

= ¡Límpiamelo con tu boca…!, ¡chúpamelo…!,

y sin dudarlo un instante…, se lo chupé.

= ¡Qué rico me lo chupas, Marela…!,

me dijo, acariciando mis cabellos, desordenados.

= ¿Te gusta chuparme la verga, Marela?

  • ¡La tienes muy rica…, lo mismo que tus huevotes…, tan llenos de leche…!.

Y seguí chupándole su instrumento, que…, ¡sentí que se levantaba de nuevo…! .

= ¡Espera Marela…, quiero llevarte a esa fiesta…!, ¡mejor le seguimos después…!.

  • ¡Es que…, me gusta mucho tu verga…, se te pone bien rica…!.

= ¡Vámonos a arreglar, que ya se está haciendo tarde…!.

Y recogiendo nuestras ropas de aquella sala, nos fuimos hasta el baño. Nos terminamos de desnudar y nos metimos a la regadera, en donde nos seguimos acariciando nuestras zonas erógenas.

Rodrigo parecía saber que mis senos eran lo más erógeno que yo tengo, y no dejaba de acariciarlos: ¡los tenía yo muy erectos!, y aquel condenado, les daba besitos.

  • ¡Me tienes ya…, como plancha…!,

le dije, en broma, pero desde el fondo de mi alma y sobre todo, desde el fondo de mi vagina…, que estaba queriendo “pelea” nuevamente.

Nos terminamos de bañar; él procedió a vestirse en el baño y yo me fui para mi recámara. Saqué un juego de ropa interior, blanco, con encaje, semejante al que había usado yo ese día y me lo coloqué de inmediato, mirándome al espejo, para ver cómo se me miraba:

= ¡Te ves siempre muy linda, Marel…!,

me dijo el muchacho, espiando desde la puerta:

  • ¡Cómo serás…!.

= ¡De veras…, luces hermosa…, tienes un enorme resplandor en la cara…!,

y ese jueguito de ropa interior…, ¡te hace lucir como diosa…!.

Mi corazón se puso a latir a la desesperada, con esa serie de frases tan lindas que me dedicaba el muchacho…, sin embargo:

  • ¡Eres un mentiroso y adulador…!. ¡Todo para convencerme de ir a tu fiesta…!.

¿Qué cosa celebran…, porque la insistencia de que vayamos?

= Es la salida de cursos, ya fue el fin del semestre…

¡Ya terminamos la escuela…, ayer fue el último día de exámenes…!; ¡la semana que entra solamente es “papeleo”, trámites, boletas…!.

  • ¿Y…, cómo debo vestirme para esta ocasión tan…, especial…?

= ¡Ponte una minifalda…, quiero que luzcas tus piernotas…, que todos te miren…!, ¡que se les caiga la baba…, que me tengan envidia del “mujerón” que

llevo…!.

  • ¿Para eso me llevas…, pa’ presumirme ante tus amigos…!.

= ¡Pos’ claro…, nadie tiene la “mujer” que tengo yo…!. ¡Todos “se la pelaron”!.

Me sonreí. ¡De verdad estaba emocionado e ilusionado el muchacho!. ¡Hasta me contagió con mucha fuerza sus sentimientos!.

Me puse a buscar en mi guardarropa. Encontré ropa de cuando era yo más joven: una falda azul marino, que decidí combinar con una blusa blanca, cuello en V, abotonable hacia el frente, sin mangas, pues, además, estábamos en verano, estaba haciendo calor.

Me puse la blusa y luego la falda, delante del chico, que no se perdía del menor de los detalles de cuanto yo hacía. Me la vi en el espejo: mi blusa se transparentaba completamente; se me notaba con facilidad el brasier, y como este era calado, si se fijaba una con cuidado, podían mirarse hasta mis pezones, ¡erectos, por el condenado muchacho!; ¡me había hecho un muy buen trabajo…!, ¡lo continuaba deseando…!. ¡le tenía muchas ganas…!.

Me miraba la falda, azul marino, pegada, quizás muy ceñida a mi cuerpo. Se me dibujaban las piernas, mis nalgas, mi rajadita trasera…, ¡y hasta la de adelante…!. Yo siempre he tenido una vulva muy desarrollada y un monte de venus muy promisorio, ¡un papayón!, como dijeran los caribeños, y se me notaba con facilidad, además de que…, ¡se me marcaban las pantaletas por debajo de mi faldita!. ¡Ya me acordé el porqué ya no usaba esa falda, y el porqué la blusita siempre la usaba con su correspondiente corpiño…!.

= ¡Qué bárbara reina…, te ves…, fabulosa…, me encantas…, eres de verdad una diosa…, por eso te amo Marela, por eso…!.

y se lanzó sobre de mí, para tratar de besarme, en la boca, y ahora sí respondí.

Sentí sus manos sobre de mi trasero y…, ¡me cargó entre sus brazos! – pues el condenado es muy grande, muy alto, fornido – y se puso a darme de vueltas, en medio de un ataque de risa…

  • ¡Condenado Rodrigo…, me vas a marear…!.

= ¡Se te marcan muy ricos los chones…!. Los mira uno y de inmediato “¡quiero”…!,

me dijo, acariciándome mi trasero, que me hizo sentirme orgullosa pero…

  • ¡Rodrigo…!. nomás me pinto y nos vamos!.

Pero también me estaba cepillando el cabello cuando Rodrigo comenzó a tocarme mis senos:

= ¡Se te transparentan muy ricos los pezones…!. Los tienes “parados”…!,

me dijo, acariciándomelos con sus dedos, sobre de mi blusita y brasier.

  • ¡Rodrigo…, me estás poniendo caliente de nuevo…!,

le dije, quitándole su mano de “ahí”.

= ¡De eso se trata…, de mantenerte “caliente”…, p’al rato que regresemos…!.

Le sonreí - ¡se  acababa de invitar a regresar en la noche! -.

Me maquillé, me puse perfume, mis zapatillas, blancas, de tacón alto, una chalina o “echarpe”, color azul marino, con pintas de colores, una bolsa de mano, una gabardina pues en esta época del año también es nuestra temporada de lluvias y…

  • ¿Te gusto…?,

Le pregunté, mirándolo a los ojos, con ojos de enamorada – o “recién cogida”, a lo que el chico me contestó:

= ¡Estás…, muy sabrosa…!. ¿Te gusta bailar…?

  • ¡Uy si…, mucho…, solo que…, hace mucho que no voy a un baile…, ni a fiestas…, ¡desde que era yo jovencita…!.

= ¿y qué clase de música te gusta…?.

  • Toda…, pero en especial la caribeña…, tropical…, cumbias…, merengue…, reggaetón

= ¿Te gustan los perreos…?

  • ¡Uy sí…, son padrísimos…, me excitan muchísimo…!. ¡Pero tienes que bailarlo con alguien muy…, allegado a ti…, son muy cachondos…, muy íntimos…!,

¡muy intensos…!.

Y nos preparamos para salir.

  • ¡Vete tú por delante…, no quiero que nos miren juntos…, ya sabes…, los chismes…!. ¡Me esperas a la salida de la Unidad…!.

El muchacho me comprendió y se fue por delante. Yo aproveché para mirar a mis hijas: la chica ya estaba durmiendo; la grande me comentó:

# ¿te convenció de ir a su fiesta…?.

Le dije que sí y,

# ¡Te ves muy bonita…, muy guapa…!.

¡Enseñas todas las piernas con esa faldita!.

  • ¿Te gusta cómo me veo…?

# ¡Sí…, le vas a gustar todavía más a Rodrigo…!.

  • Jajá…

# Oye…, ¿ya se hicieron novios…?

  • ¡No m’ija…, él es muy joven pa’ mí…, sólo somos amigos…!.

# ¡Aaaahhh…, amigos con derechos…!.

  • ¡Cómo crees…!.

# ¿Qué no se estuvieron besando…?

  • ¡Sí…, pero solamente de amigos…!.

# ¿Y que no te hizo el amor…?.

  • ¡Así que anduviste mirando…?. ¿Me espiaste…?.

# ¡Pues…, sí…!. ¡Es que…, con esos gritotes que dabas…!.

  • ¿Ah sí…?

# ¡Pues sí…!. ¿Qué…, la tiene muy grande…?. ¿Te lastimó…?.

  • ¡No andes de preguntona…, duérmete…, no me esperes…, nos vemos mañana…!,

Me despedí, tomé la gabardina y me salí de la casa, para alcanzar a Rodrigo, afuera de la Unidad.

En cuanto estuve a su lado, Rodrigo me recibió con un beso, en la boca, cachondo:

  • ¡Rodrigo…, ya te lo dije hace rato, me estás poniendo caliente de nuevo…!, ¡no respondo de mí…, eeehhh…!,

le comenté en plan jocoso, pero por toda respuesta, me volvió a besar en la boca y al mismo tiempo me metió la mano por debajo de mi faldita, hasta apoderarse de mi panocha, por encima de la pantaleta:

= ¡Te voy a destrozar tu chochito…, te voy “agarrar a vergazos“!.

Y ante estas frases tan…, “amenazadoras”…, ambos nos soltamos a reír.

Nos fuimos caminando abrazados; Rodrigo me pasó su brazo derecho sobre de mis hombros y yo lo tomaba de su cintura con mi brazo y mi mano izquierdos.

Cuando llegamos a la otra unidad habitacional, donde era la fiesta, ésta ya casi había terminado, quedaban solamente una chica y cuatro muchachos, dos de ellos bailando con la muchacha y los otros dos tomando en la barra.

Entramos al depa abrazados: Rodrigo me llevaba como su trofeo y comenzó a presentarme a sus amigos como “su novia”. Yo no dije nada, solo los saludaba y les sonreía. Ellos – todos muy atentos – de inmediato nos llevaron cerveza, y comenzamos a tomar, con ellos. La chica, Vicky, de inmediato se regresó a la bailada con otro de los muchachos, Álvaro, su pareja: ¡de veras la disfrutaba!. El otro muchacho, Pepito, uno muy jovencito, se quedó con nosotros, tomándose una cerveza.

La Vicky era una mujer delgada; vestía jeans, muy ajustados y traía un corpiño suelto de tirantitos, que por delante parecía piel de jaguar y por detrás era de color negro. Traía unas botas de ante, negras, hasta la rodilla.

Casi al minuto de eso vino una niña, Silvia, a la que yo no había visto, a sacar a bailar a Pepito: era una chiquilla de 12 años, ¡de la edad de mi Katia, mi hija la chica!. Hoy era su cumpleaños 12 y lo andaba festejando con su mamá, Vicky, 30 años. Andaba con su pelo recogido con una “cola de caballo”; traía una blusita color crema, de manga larga, unas botas hasta las rodillas y una faldita a la mitad de sus piernitas, muy delgadas.

Más tarde vi que ahí andaba también un niño, menor, quizás de apenas 6 años, también hijo de la Vicky.

Nos ofrecieron pizza y le entramos con muchas ganas: ¡teníamos hambre!, luego de aquella cogida fenomenal que acabábamos de tener.

La música sonaba con ritmo pegajoso, y mientras platicábamos, yo no dejaba de moverme, de llevar el ritmo: ¡hacia tanto tiempo que no bailaba…!, ¡y menos ese tipo de música…!, ¡de muchachos…, de jovencitos…!.

Estaba yo en la barra, sentada en unas sillas o sillones altos, tomando y platicando con los muchachos, cuando se me acercó Vicky y me invitó a ir a bailar:

  • pues…, si tú me enseñas y me vas guiando, porque hace mucho que yo no bailo…

Me dijo que sí y nos fuimos a bailar. ¡Estaba feliz!. ¡”Mi mero mole”!, ¡lo que tanto me gusta…!.

Bailábamos suelto y la Vicky comenzó a enseñarme unos pasos: íbamos en paralelo, caminábamos hacia adelante y hacia atrás. Al llegar al frente lanzábamos una “patada” y regresábamos unos pasos hacia atrás y así sucesivamente. Pronto dominé esos pasos y ¡disfrutaba del baile!. Luego me enseñó que había que combinar esos pasos con la movida de manos y hacer como si jugara uno básquet y rebotara el balón contra el suelo; se giraba y dábamos brinquitos hacia atrás, levantando las pompis (las nalgas)…

En cada brinquito de estos se me resbalaba la falda muy por arriba de medio muslo, y me la tenía que estar arreglando, hasta que la Vicky me dijo que me la dejara en paz…

& ¡no le hace que enseñes los chones…, aquí estamos en confianza…!, ¡mira a la Silvia…, no le importa que le miren los chones…, ¿verdad…?.

Seguimos bailando, ahora nos poníamos en paralelo y doblábamos nuestros brazos en escuadra y los movíamos con energía de adelante hacia atrás; girábamos, dábamos un brinquito y rotábamos 90° y otra vez: ¡”era padre”!. Mi falda se me subía y yo me la trataba de bajar.

Quedamos de espaldas y seguimos bailando, hasta que en el “brinquito” nuestras nalgas se toparon. Ambas nos reímos, pero lo tomamos como un “nuevo paso” y empezamos a bailar con el “tope de nalga”, hasta que a la Vicky se le ocurrió que había que flexionarse y descender: ahí sí dije que no:

  • ¡voy a enseñarles todos los “chones”…!.

& ¡te los han estado viendo desde que llegaste, sentadita en esos banquitos tan altos…!. ¿De qué color son…?,

gritó la condenada de Vicky y casi todos a coro contestaron que:

“¡blancos…!”.

Me dio mucha pena y vergüenza, pero me puse a reír y me abandoné a la bailada: ¡seguí yo bailando sin importarme mi falda, si se subía, mucho, poco o nada, si enseñaba mis pantaletas, mucho, poco o nada…!. ¡Estaba rica la bailada!.

Seguimos bailando, dos, tres, cuatro minutos, no se, pero cuando se acabó, yo estaba feliz y los chicos, ¡todos nos aplaudieron!.

Sonó una nueva melodía; le tomé un buen trago a mi cerveza, ¡hasta terminarla!, y seguimos bailando, pero Silvia, la hija de Vicky, se vino a bailar con nosotras: ¡bailaba muy bien la chiquilla!. ¡Se sabía los pasos muy bien!.

Empezó otra melodía: tenía una canción muy pegajosa, algo así como:

“¡eres una enferma…, yo te doy un beso…, eres una adicta…, una adicta al sexo..., yo te doy un beso…, y tú quieres sexo…!”,

pero tenía un ritmo o “sonsonete” muy rítmico y me puse a brincotear y a bailar. Me movía libremente; mis senos, se bamboleaban de arriba hacia abajo y trataba de sostenerlos, pero mi faldita también se subía y, ¡no quería dejar de bailar!.

La Vicky ya estaba “perreando”, con Álvaro, su pareja. Ella estaba empinada hacia adelante, flexionada en escuadra, parando sus pompas y el muchacho le “llegaba” por detrás y le daba de “topes” con su pene en “las pompas” (el culo) – vestidos los dos. ¡Era tremendamente erótica esa “bailada”!. Volteé para mirarlos, sin dejar de bailar, cuando sentí que alguien me atrapaba por la cintura: ¡era el muchachito, Pepito, el más jovencito, el que andaba bailando con Silvia, que me “bailaba”, pegado a mí, pegándome su bajo vientre y su pene a mis nalgas.

Me hice un poco para adelante, removiendo mis caderas, mi culo, frotándolo contra del pene del chico, pero mi faldita se me volvió a subir y a subir, por arriba de mis muslos, por arriba de las ingles, ¡la tenía en la cintura!, ¡mostraba completamente mis pantaletas!.

¡La Vicky se le acababa de “aventar” a los brazos de Álvaro, quien se acomodó las piernas de Vicky alrededor de su cintura y comenzaron a “perrear” fuertemente!, y el “Pepito”…, ¡comenzaba a acariciarme mi sexo – por encima de mis pantaletas – con la punta de sus dedos…!.

Volteé a buscar a Rodrigo, que estaba sentado en la barra, “mirando”, con su cerveza en la mano, platicando y bobeando junto con su amigo Andrés, otro de los de la barra. Movió la mano y creí entender que era en señal de que yo continuara, y así lo hice, seguí dejándome llevar por ese ritmo enloquecedor.

Volteé la cara p’al otro lado y ahí estaba Silvia, la hija de Vicky, perreando con “el Burro”, un muchacho moreno, grandote, uno de los que estaban tomando en el barra. ¡La tenía igual que Pepito a mí!, perreándola por detrás y con su mano en su sexo!.

En ese momento, no se si todo se conjugó, pero “me vine” en la mano de ese “Pepito” y la música terminó. También se terminó la fiesta:

& ¡Vámonos todo mundo…, “el Burro” ya está cachondo…!,

gritó la Vicky, y sus dos hijos, Pepito y Álvaro, de inmediato se despidieron; nos quedamos Rodrigo, Andrés, “el Burro” y yo.

La música continuaba y Rodrigo me abrazó y nos pusimos a “perrear” en la sala. Yo me puse a mover mi cuerpo y caderas al compás de la música, moviendo mis brazos y manos de arriba p’abajo cuando sentí que Rodrigo me abrazaba por la cintura y me pegaba su bajo vientre – su pene – contra mis nalgas y se puso a moverse al compás de la música, acoplándose a mis movimientos.

Comenzamos a movernos; sentía el pene de Rodrigo en mi rajadita trasera y…, comencé a sentir su mano en mi sexo: ¡se me había vuelto a subir la faldita y la mano de Rodri me acariciaba mi sexo, por encima de mis pantaletas!. ¡Las estaba mostrando, completamente!. ¡Andrés y El Burro no se perdían ni una imagen de mí!.

Me sentí avergonzada y me separé de Rodrigo; le dije que se pegara a la pared y pegándomele a su cuerpo, frente a frente, me puse a perrear contra de él: levanté mi pierna derecha y comencé a frotarle mi sexo contra su muslo: ¡se sentía muy sabroso!.

Rodrigo me abrazó de la cintura y luego bajo su mano derecha hasta la altura de mis nalgas, por encima de mis pantaletas, y comenzó a pegarme fuertemente contra su cuerpo, sincronizando nuevamente nuestros movimientos:

= ¡Pásennos unas “chelas” (cervezas)…!,

gritó Rodrigo y, presurosos, Andrés y el Burro, llegaron con las cervezas, las cuales bebimos hasta acabarlas, sin dejar de perrear.

Andrés se retiró con las latas pero el Burro se quedó atrás de mí; se me colocó en posición y comenzó a perrearme por detrás, empujando su bajo vientre, su pene, contra mis nalgas y contra la mano de Rodri, por lo que éste la retiró y la subió hasta la altura de mi cintura, metiéndome su mano por debajo de mi pantaleta, sin poderla introducir muy lejos, pues estaba el pene de El Burro. ¡Me estaban perreando entre los dos!. ¡Me tenían muy caliente!.

El Burro rebotaba en sus empujones, cada que quería empujarme su pene salía rebotado, pues no se sincronizaba a nuestros movimientos, por lo que se “aperró” de mi cintura y entonces sí se sincronizó con nosotros.

Empezamos a movernos los tres y en un momento dado, sentí unos dedos primeramente y una mano completa después, que comenzaba a acariciarme mi sexo, por encima de mi pantaleta. Me le dio un apretón muy vigoroso, sobre toda mi vulva y…, me produjo un orgasmo, ¡muy grande!, ¡tremendo!; ¡me “vine” deliciosamente sobre la mano de El Burro!.

De no haber sido porque me tenían hecha sándwich, me hubiera yo desfallecido y caído hasta el piso, sin embargo, me detuvieron sin quererlo y continuaron perreándome.

La mano de El Burro se apoderó de uno de mis senos y comenzó a acariciarlo, a apretarlo, a buscarle el pezón, mientras que la otra se deslizaba por debajo de mis pantaletas. Comenzó a acariciarme mi pelambrera y…, de repente sentí que…, comenzaba a introducirme su dedo…, ¿su dedo…?, ¡su pene…!, ¡me lo estaba metiendo!, ¡parada…!, ¡¿bailando?!, ¡en los brazos de Rodrigo!.

¡Lo sentí…, lo sentí…, lo sentí que apenas me penetraba la punta y…, apenas, en cuestión de segundos, comenzó a soltarme su leche, su semen, sus mecos!, cosa que me hizo “venirme” de nuevo!, ¡me sacó un nuevo orgasmo!:

  • ¡Aaaaggghhh… aaagggrrr…, aaahhh…!. ¡Ya…, ya…, yaaa…, ya no puedo máaaas…!

Les grité, separándome de Rodrigo y empujando a El Burro hacia atrás:

  • ¡Yaaa…, ya…, déjame…, déjenme…!,

y me fui a sentar – recostar en uno de los sillones.

Iba con la faldita hasta arriba o por arriba de mi cintura: estaba mostrando completamente mi pantaleta, blanca, calada, de encaje, semi-transparente, pero ni cuenta me di, ni creo que me hubiera importado, andaba completamente “venida”, ¡habían sido dos orgasmos brutales…!.

Me dejé caer sobre del sillón, entre-cerré mis ojos, recargué mi cabeza hacia atrás y hacia arriba y me quedé completamente “despatarrada”, con las piernas separadas, semi-recostada, semi-inconsciente y casi exhausta por las emociones vividas.

Sentí que alguien se me acomodaba a mi lado y me jalaba contra de él, a que me recostara sobre de él.

Apoyé mi cabeza en su hombro y me quedé así a recuperarme de aquellos orgasmos, sin embargo, sentía que me seguían estimulando: mi sexo y mis senos: ¡lo sentía delicioso!, ¡y me vine de nuevo!, en un orgasmo menor…, pero muy agradable también.

Entre-abrí yo mis ojos; las luces estaban apagadas, solamente entraba la luz de la calle, y  con esa escasa luz pude ver a Andrés: ¡era quien me estaba abrazando!. Nuestras miradas se cruzaron; nos separamos un poco y:

& ¿ya te encuentras mejor…?. ¡Creo que te desmayaste…!. ¿Quieres otra cerveza…?.

Andrés se levantó y fue hasta la barra por una cerveza. Me la trajo  y me puse a beberla…, hasta que me la acabé: ¡tenía yo mucha sed!.

  • ¿Yyyy… Rodrigo…?

& ¡Bajó…, con El Burro…!. Fueron a revisar la luz…, ¡no deben tardar…!,

me dijo, volviéndome a tomar en sus brazos, pasándome su brazo izquierdo por detrás de mis hombros, jalándome contra de él y acariciando mi cara con su mano derecha me preguntó:

& ¿ya te sientes mejor…?,

y sin esperar mi respuesta me acercó su cara a mi cara y nos enfrascamos en un beso en los labios, cachondo, largo, que sirvió de marco a que volviera a tocarme los senos y a que me acariciara de nuevo mi sexo, primeramente por encima de mis pantaletas y luego a que me metiera su mano debajo, para acariciarme mi pelambrera y mi rajadita:

& ¡Estás muy mojada Marel…, te has estado “viniendo”…, andas tremendamente

caliente…!.

No dije yo nada, simplemente lo jalé de su nuca y volví a besarlo con mucha pasión, por lo que Andrés se me colocó entre mis piernas y sin bajarme las pantaletas, simplemente las hizo de lado, me puso su pene sobre mi rajadita y, sin podérmelo meter por completo, tan solo me introdujo la cabecita y se vació de inmediato, llenándome de leche mis pantaletas, mi pelambrera, mis piernas

= ¡Andrés…, Andrés…!

le gritaba Rodrigo desde abajo del edificio y Andrés, algo asustado, se despegó de mi lado, abrió la puerta y se asomó:

= ¡baja la caja de fusibles…!.

& no se dónde está…

% voy p’allá…,

gritó El Burro.

Un tanto asustada yo también, me metí al baño, a esconderme un instante y arreglar mi figura y mi ropa… Me estuve encerrada hasta que oí voces y entonces salí.

Me fui directamente hacia Rodrigo y le dije:

  • ¡Vámonos…!,

y al instante tomé yo mi bolso, me puse mi chalina y mi gabardina. Nos salimos de ahí.

Rodrigo me abrazó y así salimos de aquella unidad habitacional, hacia la calle, caminando hacia mi departamento, pues estaba muy cerca.

Apenas llevábamos unos metros de haber salido de aquella unidad, de haber llegado a la calle, cuando Rodrigo me bajó su mano derecha hasta mi seno derecho y quiso acariciarlo, pero no me dejé:

  • ¡déjame…!,

le dije, enojada…

= ¿qué tienes…, qué te pasa…?

  • ¡Se te hace poco…!, ¡me entregaste a ese par de cabrones…!,

le dije, entre gimoteando y llorando, y comencé a golpearlo en el pecho…

  • ¡Ambos me usaron…!. ¡Es más…, tú estabas conmigo cuando El Burro me la metió…!, ¡mientras estábamos perreando los tres…!. ¡Se vació sobre de mis

pelos cuando me tenías en tus brazos…, buuuhhh…!.

Seguí gimoteando y golpeándole el pecho.

  • ¡Y luego…, el otro cabrón…, luego de que me dejaste a solas con él…, también me la quiso meter…, pero estaba tan caliente que apenas me la puso encima,

se vino…, encima de mí…!. ¡Eres un cabrón…, pinche Rodrigo…!.

Le di un empujón, me separé de su lado y volví a caminar hacia mi departamento, pero el chico, echándole la carrera, me alcanzó y me abrazó, aunque yo me quise zafar:

  • ¡Déjame Rodrigo…, suéltame…!,

y me le zafé de sus brazos, pero él consiguió abrazarme de nuevo:

= ¡Perdóname Marelita…, de verdad…, no me di cuenta de nada de eso…, te lo juro!

  • ¡No jures…, te odio…!,

le grité, sollozando; le di un empujón y volví a caminar para mi departamento, pero Rodrigo me alcanzó nuevamente, me abrazó y me quiso besar en la boca. ¡No me dejé!. Tuvimos un forcejeo y durante ese jaloneo él comenzó a acariciarme mis senos:

= ¡Marelita…, te amo…, deveras…, te amo Marela…!.

Pero yo lo empujé nuevamente tratando de separarlo de mí, cuando sentí que su mano se me entrometía por enmedio de mis piernas, sobre mi pantaleta, apoderándose de mi sexo, aunque de manera inmediata exclamó:

= ¡Marelita…, estás toda mojada y batida…!.

  • ¡Son las venidas de tus amigotes…, cabrón…!.

le dije gimoteando, al tiempo que me volvía a escapar nuevamente de aquel abrazo de Rodri, y le eché nuevamente la carrera a la casa.

Como por coincidencia, en ese momento apareció una patrulla de policía…, ¡qué susto!, pero tan sólo pasó…, aunque con sus luces nos alumbraron.

Yo seguí mi camino a la casa, aunque ya sin correr, hasta que pasó la patrulla y vi que Rodrigo se me acercaba: ¡entonces volví a echarle carrera!. ¡Iba con la falda hasta por arriba de mi cintura, tratando de taparme con mi gabardina!.

Llegué hasta la Unidad. El guardia me abrió y yo pasé caminando; tan sólo lo saludé y luego de eso, me seguí caminando, a paso veloz, hasta llegar al edificio en que vivo.

Rodrigo venía apenas unos metros detrás y apenas acababa de abrir la puerta del depa, cuando ese chico estaba a mi lado. Me abrazó y me empujó para adentro, en donde comenzó a besarme en la boca:

  • ¡Déjame…, déjame…, dé-ja-meee…!,

le dije, empujándolo, pero Rodrigo me dominó, me tomó entre sus brazos y volvió a besarme en la boca. ¡Lo sentí muy bonito!.

Al mismo tiempo me acariciaba mis senos y me metía su mano por debajo de mi pantaleta, para acariciarme mi sexo:

  • ¡Rodrigo…!, ¡Rodrigo…!, ¡ando demasiado caliente…!. ¡Tus amigos…!,  ¡Me dejaron caliente…!, y tú…, ¡me estás calentando todavía más aún…!,

le dije, girándome hacia él y ofreciéndole mi boca a su boca, colgándome de su cuello.

Nos enfrascamos en un beso “cachondo”. Rodrigo me empezó a acariciar mis nalgas, desnudas, por debajo de mis pantaletas, y luego también procedió a acariciarme mi vulva, mi pelambrera, mi rajadita, ¡mojada, batida, venida!:

= ¡Tengo muchas ganas de cogerte, Marela…!,

me dijo Rodrigo, con una voz…, ¡muy calenturienta…!, a lo que yo contesté:

  • ¡métemelo Rodrigo…, métemelo…, papacito…, que ando tremendamente caliente…!,

y lo jalé hacia mi recámara.

= ¡Desnúdate…!,

me dijo Rodrigo, mientras él comenzaba a quitarse su ropa también.

= ¡Nada más déjate tus calzones…!.

¡Te veías muy cachonda hace un rato…, enseñando el calzón…!.

Procedí a toda velocidad a quitarme la gabardina, la blusa y la falda, quedándome solamente con mis zapatillas y pantaletas, como lo deseaba Rodrigo:

= ¡Te ves…, poca madre…, de agasaje…, lindísima…, súper buena…!. ¡Date una vuelta…, para mirarte tus nalgas…!,

y…, de manera coqueta…, comencé a girarme despacio, para que Rodrigo me pudiera apreciar; pero no pudo aguantarse y se lanzó sobre mí:

= ¡Marelita…!,

exclamó, pegándome su cuerpo, desnudo, contra de mi cuerpo, tan sólo con pantaletas y mis zapatillas, apoderándose de mis senos, y comenzando a acariciarme el pezón, que estaba muy erecto y sensible:

  • ¡Rodrigo…, dámelo…, ando tremendamente caliente…, ya mételo, por favor…!.

Pero en lugar de eso, Rodrigo me volteo contra de él y se “bajó” hasta mi entrepierna, hasta mi sexo, por encima de mi pantaleta, y tomándola con sus dos manos, por los lados de mis caderas, comenzó a deslizarla hacia abajo, hacia mis muslos, mis rodillas y terminó por dejarla caer sobre de mis tobillos, por lo que con un juego de pies, yo me la zafé de ese sitio y separando mis piernas, dejé, de manera golosa, que Rodri me clavara su cara, su boca, su lengua, sobre de mi panocha:

= ¡Estás completamente venida Marel…!,

volvió a repetirme Rodrigo…

  • ¡Son las venidas de tus “amigotes…”!,

le dije, en plan de reproche, pero a continuación mencioné:

  • ¡Me dejaron caliente…, ya métemelo Rodrigo…, por favor papacito…, ya métemelo…, por favor…, estoy demasiado caliente!.

Me empujó hacia la cama y caí boca abajo; Rodrigo estaba recostado sobre de mí. Comenzó a besarme en el cuello mientras yo sentía que se removía a mis espaldas: ¡me estaba acomodando su verga!.

  • ¡Rodrigo…, ya mételo…, cógeme…, métemelo por favor…!.

¡La sentí muy dura y muy tiesa, colocarse por encima de mi rajadita y comenzó a buscar el camino, que rápidamente lo descubrió!. Sentí cómo de inmediato se deslizaba con fuerza y velocidad en mi intimidad:

  • ¡Rodrigoooooooooooooooo…., qué ricoooooooooooooo…, papitooooooooooo…!.

= ¡Que bárbara Marela…, eres una diosa cogiendo…, estás muy sabrosa…, por eso te

amo Marela, por eso…, por esto.., por esto…, por esto…!,

me decía, dándome una enorme bombeada a cada “esto” que me lanzaba…

  • ¡Rodrigo…!

= ¡Marela…!,

me repetía, pegado a mi espalda, tomándome de mis hombros, empujando su vientre a mis nalgas, jalándome los cabellos…

= ¡Te veías muy sabrosa Marela, enseñando tus calzoncitos…, bien cachondos y ricos!.

  • ¿Te gustaron Rodrigo…?

= ¡Muchísimo…!, ¡lo mismo que al Burro y al Andrés!..., ¡estaban como perros, mirándote nada más…!, ¡muriéndose de las ganas…!.

¡Te veías muy sabrosa Marela!,

me decía emocionado, sin dejar de bombearme con fuerza y velocidad, hasta que…

= ¡Marela…, estoy por venirme…, me voy a venir…, ahí te van…!,

¡y se vino en mi sexo!; lo tuve que acompañar…, y me vine también.