Mi vecinita Voyeur (III)
Una pequeña trilogía bastante sexual. Mi vecinita de 20 años descubre el BDSM.
Mi vecinita Voyeur (III)
Después de mis dos sesiones de sumisión, mi vecinita Voyeur ya no podía mirarme igual. Cada vez que llegaba a casa, la descubría mirándome, espiando a ver si con un poco de suerte podía ver algo más. Yo la había obsequiado con alguna masturbación, pero era obvio que aquella chiquilla moría de ganas por ser follada, penetrada y sodomizada. Necesitaba un profesor que la enseñara, que la guiara a través del mundo del sado.
Me causaba un cierto respeto, porque conocía a sus padres desde hacía 5 años, tenía su teléfono de casa, e incluso había cenado con sus padres en un par de ocasiones, en plan vecinos. Aún así, a sus 20 añitos estaba preparada para ser sometida.
Un sábado cualquiera ocurrió una de esas cosas que el destino prepara especialmente para ti. Al salir de casa, me encontré a los padres de mi curiosa voyeur preparando para salir de fin de semana. Tras hablar con su padre, me dijo que iban a pasar el día con su madre. Yo sabía por charlas anteriores que su madre vivía a unos 200 kilómetros, que no estaba muy bien, y de vez en cuando, solían ir a verla un día entero.
Rápidamente, me vino a la cabeza una idea. Subí a mi cuarto, y observé como mi vecinita, a la que había conocido cuando era una niña, esperaba mirando a través de su ventana. Justo cuando sus padres partían, agarré el teléfono, y se lo mostré a ella, haciéndole saber que iba a llamarla. Ella buscó el teléfono, y me lo mostró igualmente - 'Riiiinnnnggg... Riiiinnnngggg...'
'¿Sí?', apenas fue capaz de decir una palabra. Estaba muy nerviosa.
'Hola, princesa. Escúchame bien lo que vas a hacer. Quiero que te duches, que te pongas algo sexy, y que dentro de media hora estés preparada para recibirme. ¿Te apetece?'.
'Ok.'. Su voz sonaba entrecortada, nerviosa. Su respiración era acelerada y se la notaba excitada.
Treinta minutos más tarde, mi joven aprendiz me abría la puerta de su casa, y me acompañaba a su cuarto.
- 'A partir de ahora, tú serás Maya para mí, ese será tu nuevo nombre. Yo seré tu profesor, y te enseñaré todo aquello que necesites saber en el mundo del sexo. Yo seré el Profesor Domine para tí, Maya.'. Mi nueva sumisa asintió con la cabeza.
Tras observarla de arriba a abajo, comencé a desnudarla con cuidado, para no asustarla. Primero la blusa, la faldita, el sujetador, las braguitas. No tardé mucho en tenerla desnuda delante mío, lo que aproveché para acariciar su cuerpo. Primero su culo, que agarré con fuerza, luego sus pechos, que pellizqué con pasión, y luego su conejito, que acaricié con cuidado.
Inmediatamente, busqué en mi bolsa para sacar aquellos juguetitos que utilizaría con ella. Tras poner cremita en mis dos manos, me puse a su izquierda, con la idea de masturbar sus dos agujeritos a la vez, con mis manos, y tal y como ella había visto antes, a través de su ventana. Quise ponerla mirando a su ventana, para que al ver mi casa recordara los juegos que antes había visto.
'¿Han penetrado tu culito alguna vez, Maya?'.
'No, señor, nunca.'.
'Perfecto, Maya. Ahora voy a penetrarlo yo, quiero quitarte la virginidad'.
Y así, con suavidad, introduje un dedito de mi mano derecha en su ano virgen, mientras acariciaba su chochito con la otra mano. No pudo evitar soltar un gemido, un gritito que me encantó oír.
- 'Ahora eres mía, Maya. De mi propiedad, y voy a usarte como yo quiera, hasta convertirte en mi putita'.
Saqué de mi bolsa un plug anal, pequeñito, que utilicé con cuidado para penetrar su ano, un dilatador que me ayudaría a ampliar el ano de mi joven novata. El aceite que usé me ayudó a introducirlo, y el gemido se intensificó de manera clara. Nunca le habían penetrado el culito, y yo era el primero. Me excita esa idea.
Una vez noté que su culito ya era más receptivo, extraje de la bolsa el vibrador, que introduje en su coñito para masturbarla. No tardó mucho mi voyeur particular en estar al borde del orgasmo. Todo aquello era muy nuevo para ella y muy excitante, y estaba a punto de correrse. Paré un instante, y sin sacar los juguetitos de sus agujeritos, me planté delante de ella.
Agarrándole los pezones, pellizcándoselos suavemente, le obligué a mirarme a los ojos.
- '¿Estas cachonda, vecinita? ¿Estás a punto de correrte? Ahora vas a tener un orgasmo, porque yo te lo ordeno. Enciende otra vez el vibrador mientras yo te pellizco los pezones.'.
Dicho y hecho, mi joven y novata sumisa encendió de nuevo el vibrador a la vez que yo intensificaba los pellizcos y la obligaba a mirarme a la cara. Me encanta ver las caras de mis sumisas cuando se corren. No tardó ni 30 segundos en llegar al orgasmo.
Rápidamente, sin permitir que ella se moviera, me desnudé, y coloqué a mi sumisa a 4 patas, preparada para ser usada por su amo. Tras menear un poquito más el plug anal de su culo, dilatando su ano, coloqué unas pinzas de tender la ropa en los pezones de mi vecinita, y saqué el vibrador de su conejito.
Tras azotar levemente su culito (era novata y hay que encontrar su nivel del dolor), clavé mi polla bien dura en su coñito, a lo que ella respondió con un grito de placer. Comencé a embestirla con fuerza, con intensidad, para que ella supiera con quien estaba tratando. Era jovencita, novata, y nunca había estado con alguien tan maduro como yo.
No tardó mucho en ponerse otra vez como una moto, lo que aproveché para iniciar otra ve mi coreografía favorita. Saqué mi polla de su chochito, aumenté durante unos segundos la presión de las pinzas en sus pezones, moví el plug de su culito, que ya estaba dilatadito, y azoté el culo otra vez, ahora con más fuerza. Estaba tan cachonda, que el dolor de los pezones y de los azotes se convertían en placer inmediatamente.
Nuevamente, clavé mi pene duro en su vagina, con fuerza, agresivamente, y agarré con mis manos su pelo, para tirar de ella y así poder clavar mejor mi miembro. De nuevo, una serie de gemidos me dejaron claro que iba a correrse. Aumenté el ritmo a la vez que le ordené que se corriera.
- 'Córrete, mi putita Maya. Córrete ante tu amo, sumisa.'.
Sus gritos de placer inundaron la casa, ahora vacía. Su orgasmo era evidente, y muy ruidoso, pero yo no había acabado. Quería correrme, y quería hacerlo en su culito. Nadie se había corrido allí nunca, y yo sería el primero. Tras lubricar bien mi miembro, saqué el plug que llevaba en el culito desde hacía más de 30 minutos, y metí con cuidado mi polla dentro. Como era de imaginar, ello provocó dolor en mi sumisa, aunque nada que no pudiera soportar.
'¿Estás bien, Maya? ¿Puedes soportarlo?'.
'Sí, Señor, puedo aguantarlo.'.
Ahí aproveché para agarrar otra vez su cabello, a modo de riendas, para montar a mi nueva yegua. Comencé a moverme y a empujar, petándole el culo a mi vecinita... hasta que ya no pude más y me corrí enterito, llenándole el culo de semen.
Tras vestirme, le un besito a Maya, y me volví a su casa. Al llegar allí, no pude evitar subir a mi habitación otra vez, desde donde pude ver como ella me miraba otra vez a través de la ventana, aquella ventana que nos permitió conocernos realmente.
Pdta.: No pude evitar, como cabrón que soy, invitar a sus padres y a ella a cenar a mi casa 2 días más tarde. Ni que decir tiene que ella se pasó toda la cena mirándome, cachonda perdida.