Mi vecinita Voyeur (I)
Una pequeña trilogía bastante sexual. Mi vecinita de 20 años descubre el BDSM.
Mi vecinita Voyeur (I)
Siempre me ha gustado mi vecinita, me da mucho morbo. Apenas ronda los 20 añitos y tiene cara de buena niña, de esas que nunca han roto un plato, y de las que se asustaría si supiera a que se dedica su vecino. Cuando nos cruzamos en la calle, no pasamos nunca de un simple saludo y una sonrisa, pero siempre me quedo con la sensación de que ella me mira con curiosidad, como si pensara cosas raras de mí.
Ella vive en la casa de enfrente, con sus papaítos, y la ventana de su cuarto queda justo enfrente de la de mi habitación, de manera que alguna vez la he pillado mirando por la ventana, como si intentara adivinar a que me dedico. Sé que me ha visto llegar con varias mujeres y seguramente se imagine algo. Ya se sabe que la imaginación de una veinteañera es infinita.
Aquel día dio la casualidad que llegamos a la vez a casa. Yo llegaba bien vestido, con mi traje impoluto, y acompañado de mi sumisa, vestida provocativamente como siempre. Aquel día había preparado una sesión con ella, quería azotarla, masturbarla y sodomizarla. Enseguida noté como mi vecinita se fijaba en mi sumisa. Quería saber quién era y qué hacía allí. No había preparado aquel encuentro, pero tras saludarme como siempre, y mirarme a los ojos, se me encendió una bombilla. Sabía que mi vecinita era demasiado curiosa como para no espiar por la ventana, a ver si veía algo.
Al subir a mi habitación, observé como en la casa de al lado, ella se había colocado rápidamente delante de su ventana. Al verme allí, entrecerró sus cortinas dejando un espacio por donde mirar. Yo sabía que ella estaba allí y ella quería que yo lo supiera, aunque nunca lo reconocería.
Al contrario que ella, yo abrí bien las cortinas, y encendí las luces de mi habitación. Aquella tarde, mi vecinita curiosa iba a saber lo que era el BDSM. Me dispuse a tener una sesión de sumisión al completo con mi protegida, a la vista de mi joven y particular espía.
- 'Sumisa, desnúdate para tu amo'. Ni que decir tiene que mi alumna había repetido aquel gesto 1000 veces y sabía lo que tenía que hacer. Lentamente, fue quitándose la ropa, hasta quedar completamente desnuda delante mío. No pude evitar pellizcarle los pezones, me gusta hacerlo. Les ordeno que me miren a la cara, para ver la cara que ponen mientras les pellizco los pezones. Quiero que sepan que son mías...
Suavemente bajé mi mano por su vientre hasta llegar a su entrepierna, mojadita y caliente. Sin dejar de mirarla a los ojos, comencé a acariciar su clítoris, a masturbarla. Su cara expresaba placer, no podía remediarlo. Me desplacé hacia un lado suyo, de manera que podía acariciar su coñito con una mano, y su culito con la otra... puse un poco de crema en mi mano, y comencé a explorar el ano de mi sumisa mientras continuaba mi trabajo con la otra. No pude evitar acabar metiendo los deditos en los agujeritos, penetrando con mis manos los dos orificios de mi compañera de juegos, y sintiendo como gemía.
Justo enfrente mío, tenía la ventana de mi cuarto, abierta completamente, e imaginaba la visión que tendría mi joven curiosa desde la otra casa. Mi sumisa desnuda, completamente, disfrutando, y yo vestido, elegante, masturbando el chochito y el culito de mi sumisa a la vez. Pude observar que la cortina se había abierto un pelín más, para así tener un campo de visión más claro. Le gustaba lo que veía.
'Zasss', primer azote en el culo.
'Zasss', segundo azote, sin dejar de acariciar su coñito excitado. Los gemidos de mi protegida se intensificaban, y el leve dolor por los azotes se convertía en placer, intensificando la masturbación.
'Ponte a 4 patitas, perrita mía'.
Mi sumisa se colocó en esa posición, rápidamente, y la corregí para que su cuerpo quedara en paralelo a la ventana y mi nueva amiguita pudiera ver el espectáculo al completo. Para acabar de facilitar la visión, me dirigí un momento a la ventana, y mirando a mi vecinita, le hice un gesto con las manos, para que apartara las cortinas y pudiera ver. Yo sabía que ella estaba mirando, y ella sabía que yo lo sabía. Segundos después se abrió la cortina, y pude ver su carita a través de la ventana.
Me dirigí a la parte trasera de mi esclava, y tras agarrar un par de consoladores y dos pinzas, me propuse a continuar con el espectáculo.
'Zasss', tercer azote...
'Zasss', cuarto. Tras acariciar un poquito los pezones de mi sumisa, y notar que estaban completamente duros, coloqué una pinza en cada uno de ellos, para generar así un poquito de dolor. Seguidamente, volví a centrarme en la parte trasera, donde introduje un plug anal en el culito de mi sumisa. Me encanta oír los gemidos que emite cuando penetro su ano con ese juguetito. Tras jugar un par de minutos con el plug, agarré el vibrador que tengo y lo introduje hasta el fondo en la vagina de mi protegida, que chilló de placer.
No pude evitar volver a mirar a la casa de enfrente para comprobar cómo mi vecina ya no tenía ningún reparo en mostrar como disfrutaba del espectáculo. Nuestras miradas se cruzaron, y le lancé una sonrisa picara...
Comencé una coreografía que ya he hecho mil veces, cada vez más intensa, buscando que mi sumisa sufriera y se corriera. Saco y muevo el consolador, con insistencia, con fuerza. Azoto su culo cada X tiempo, alternándolo con alguna caricia. Acaricio igualmente sus pezones e intensifico la presión sobre ellos durante unos segundos. Muevo el plug anal de su culito, sacándolo y volviéndolo a meter de manera más brusca que al inicio. Todo ello, con la idea de volver loca a mi alumna, y alargar así su orgasmo, para que sufra y conseguir que cuando se corra sea más intenso.
Como era de esperar, mi compañera de juegos no aguantó más y acabó corriéndose, en lo que parecía una explosión de placer. Estaba sudando, y su cara denotaba la mezcla de dolor y placer que había sufrido. Sin dejar que descansara, la obligué a arrodillarse ante mí.
- 'Mi niña, ahora arrodíllate ante tu Domine. Sé que te ha gustado, y que lo has disfrutado, pero ahora debes ser una buena niña y tomarte tu leche. Ya sabes cómo le gusta a tu amo que le chupes la polla.".
Tras asentir con la cabeza, mi sumisa se levantó, y con cuidado fue desnudándome hasta quedar completamente desnudo. Una vez sin ropa, se arrodilló ante su Domine otra vez, de manera que su cabeza quedara a la altura de mi polla, ya completamente tiesa. Tras ordenarle que pusiera sus manos detrás de la espalda, agarré su cabeza, y tras acariciarla unos segundos, la dirigí hacia mis huevos. Me gusta levantar mi polla para que mis alumnas puedan chuparme los huevos libremente.
Succionó cada una de mis pelotas con cuidado, primero una, luego la otra, pasando su lengua por la bolsa, y provocando que mi polla se pusiera aun más dura. Yo marcaba el ritmo, conduciendo con mis manos su cabeza, y la intensidad, apretando más o menos, dependiendo de lo que yo quería. Cada X tiempo, me ponía de puntillas, y abría un poco las piernas, mientras dirigía su cabeza y su lengua camino de la raja de mi culo. Me gusta hundir su cabeza justo ahí, entre mis piernas.
Justo en ese momento, giré la cabeza un momento, para ver como lo estaba pasando mi voyeur favorita, y allí pude verla, concentrada observando el juego, y excitada viendo como usaba a aquella mujer que antes había visto en la calle. Nuestras miradas se cruzaron, nos miramos, y justo en ese momento, mientras ella me miraba a los ojos, agarré la cabeza de mi sumisa y la dirigí directamente a la punta de mi polla, introduciéndola completamente en su boca, hasta la garganta. Aquel gesto tenía un significado. Quería decirle a aquella chica que aunque no fuera ella la que estaba allí, se lo dedicaba completamente, y que si se portaba bien, ella podría ser la siguiente.
Mi alumna sufrió una arcada, fruto de la entrada brusca de mi miembro en su boca, pero con su experiencia, rápidamente recuperó la compostura y comenzó a chupar mi polla. La saqué de su boca, bien ensalivada, y le obligué a comerme la base de mi polla, con ganas, repasando el tronco entero de mi pene, hasta llegar a la punta del capullo. Estaba a punto de correrme, pero a diferencia de otros días, no quería correrme en la boca de mi protegida. Quería correrme fuera, en su cara, como final perfecto para el espectáculo.
- 'Ahora, perrita, vas a agarrar mis pelotas con una mano, y las vas a masajear. Vas a agarrar mi polla con la otra, y la vas a masajear, y vas a sacar la lengua, para pasarla suavemente por el glande, describiendo un círculo alrededor de mi capullo. Y lo vas a hacer hasta que me corra. Pero esta vez, en lugar de tragarte mi leche, vas a permitir que caiga en tu carita.'.
Así lo hizo, obediente. Le solté la cabeza, y con una mano agarró mis pelotas mientras con la otra agarraba firmemente el miembro. Y con la lengua, en movimientos circulares, comenzó a excitar mi glande hasta hacerme llegar al orgasmo, y permitir que mi leche inundara su carita, sus ojos, su nariz, la barbilla...
No pude evitar volver a mirar a través de la ventana, la cara de excitación y de sorpresa de mi vecinita. Ni pude evitar enviarle un beso, haciéndole saber que aquella sesión se la dedicaba a ella. Posteriormente, vendrían otras sesiones, pero eso ya es otra historia.