Mi vecinita capítulo 20

Rafa nos cuenta cómo fue la semana tras su encuentro con las dos primitas. Vuelve a concertar otra otra cita. ¿Acudirán dos o una?

Capítulo 20

Llegué cansado el sábado por la noche. Podría haberme quedado, posponer el viaje para el domingo, pero sentía tal desazón que me resultó imposible permanecer en el hotel por más tiempo. El lugar me traía demasiados recuerdos, recuerdos que eran ajenjo. Coral estaba furiosa, enfadada conmigo. Revivir el veneno de su mirada, la furia de sus besos, la ira en sus caricias... era insoportable. Mi alma zozobraba sin entender muy bien la razón. El lugar era idílico, y la compañía de la que había disfrutado insuperable. ¿Cómo podía afectarme tanto una simple aventura? Otros en mi lugar estarían eufóricos, muy pocos pueden presumir de tener a dos lindas jovencitas a su disposición. Y muchos menos, son los hombres que pueden vanagloriarse de haberlas desvirgado a las dos. Eso era precisamente, lo que me había sucedido y en vez de alegrarme por ello me hallaba más deprimido que nunca.

Tenía que admitirlo, aquella niña, Coral, se había metido en mi vida de un modo mucho más significativo de lo que había pensado al principio. Me estaba enamorando de ella. No, lo más correcto sería admitir que me había enamorado de ella. Para qué negarlo, el enfado de Coral me estaba afectando mucho más de lo que quisiera reconocer. Necesitaba aclarar mis ideas, examinar mis posibilidades y reevaluar mi relación con mi linda vecinita. Pensar en que quizás lo había echado todo a perder, me angustiaba. Tanto que me hacía llorar, la desazón que se apoderaba de mí lo llenaba todo. El viaje, mi casa, el trabajo, la rutina… me ayudarían a despejar mi mente y ver las cosas de un modo más objetivo, más razonable y quizás hasta más optimista. Por lo menos apartarían mis pensamientos de Coral. Y quién sabe, hasta pudiera encontrar una explicación al comportamiento de Coral, entender sus razones y encontrar un modo de reconciliarme con ella. Porque lo que estaba claro es que de momento, las cosas pintaban muy mal para mí. Entendedme, seguía siendo el dueño de la situación. Seguía teniendo todos los triunfos, con la última grabación en la playa, incluso más. Si quisiera, podía hacerme con las atenciones de las dos chicas. Ahora tenía material de sobra para coaccionarlas a las dos… Pero como os he dicho, ahora no me interesaba nada de eso. Ahora sólo me preocupaba mi relación con Coral. Me gustaba y quería tener con ella algo mucho más serio y duradero. El chantaje desde luego, no era el modo de conseguirlo.

El domingo pasó sin pena ni gloria mucho más rápido de lo que yo esperaba. Los quehaceres de la casa y el adelanto del trabajo para el lunes me tuvieron tan ocupado que apenas si llegué a pensar en Coral. Fue al llegar la noche cuando la añoranza me hizo pensar en ella. Aproveché el momento para descargarme todo el material registrado en las diversas cámaras. Tenía pensado no hacerlo. Temía el efecto que tendrían sobre mí esas imágenes. Pero al final, pudo más la curiosidad. Las fotos y los vídeos eran mucho más calientes de lo que me había imaginado, sobre todo los del viernes. El visionado de las tórridas imágenes, lejos de excitarme me deprimió más. Afortunadamente, era tan tarde y estaba tan cansado que me fui a la cama. No dormí todo lo bien que me hubiera gustado, pero al menos logré conciliar el sueño lo suficiente como para llegar fresco al trabajo.

Nada más llegar a la oficina el lunes, supe que el día iba a ser largo. Paco llegó enseguida con las malas nuevas. Luisa le había contado los nuevos cambios en el proyecto sugeridos por Ángela. No hicieron falta muchas explicaciones. Nada más ver las nuevas condiciones que se nos pedían, me di cuenta de que tendríamos que rehacer todo el proyecto desde el principio una vez más. Y por si fuera poco el representante de la empresa contratante, vendría a visitarnos el miércoles para supervisar nuestro trabajo y asegurarse de que cumplíamos con los requisitos que ellos exigían. Para rematar la faena, la misma Ángela vino a comunicarnos en persona los nuevos ajustes tal y como ella los definió. Yo le hice ver que lo que nos pedía era rehacer desde el principio todos los cálculos y que el trabajo realizado no valdría para nada. Era mucho más razonable y sensato continuar con lo iniciado y dejar sus reajustes para más tarde si se veía conveniente. Le dije que el cliente no esperaba esos cambios, que era demasiado arriesgado. Viendo que no me escuchaba me dispuse a visitar a nuestro jefe. Entonces Ángela soltó la bomba que tenía guardada. Antonio se había marchado quince días de vacaciones y la había dejado a ella a cargo de todo hasta su vuelta. La cara que pusimos todos incluso la propia Luisa no tenía desperdicio. Sabíamos que Ángela era ambiciosa pero no nos imaginábamos que fuera capaz de llegar a tanto. No sabíamos cómo, pero Ángela se las había apañado para camelarse a Antonio, cosa nada fácil. El caso es que había conseguido hacerse con el control de la empresa. Al menos durante quince días, ella sería nuestra jefa absoluta. Qué conseguiría Ángela con todo esto, no lo sabíamos; de lo que estábamos bien seguros es que íbamos a trabajar como tontos y nadie nos lo iba a agradecer.

Ya os podéis imaginar lo que supuso todo esto. Lo primero, un montón de horas extras que nadie nos iba a pagar. De segundas, una extraordinaria carga de trabajo casi imposible de sostener. Y para remate, la irónica sonrisa de nuestra nueva jefa con el estrés añadido de la cercana visita de supervisión de nuestro cliente. Desde aquel mismo instante, no tuvimos un solo minuto de respiro. Teníamos muchísimo que hacer en poquísimo tiempo. Apenas si tuvimos tiempo para tomar un bocadillo al mediodía. Por la tarde estuvimos en la oficina hasta que anocheció. Llegué a casa rendido sobre las doce de la noche, el tiempo justo para cenar e irme a dormir. El martes no fue mucho mejor. Madrugué para llegar pronto al trabajo, debíamos aprovechar hasta el último minuto, con todo y con eso, apenas si llegamos a tenerlo todo listo para las once de la noche. El miércoles fue ya el remate. Luisa, Paco y yo llegamos agotados, pero nuestra jefa estaba fresca como una rosa. Lo único bueno que puedo decir de ella es que no se le habían ocurrido nuevos reajustes. Y como colofón como ya os he contado tuvimos la visita del señor Johnson que llegó a eso de las doce del mediodía. He de reconocer, a pesar de todo, que la visita del señor Johnson fue lo mejor del día, diré más fue lo mejor de la semana.

El señor Alexander Johnson era un hombre de color de mediana edad de complexión atlética, muy alto y corpulento, Tenía el impresionante aspecto de un jugador de baloncesto de la NBA. Bueno, uno bajito, pero aún así bastante más alto que yo. Era más que amable, hasta se podría decir que simpático, pero lo mejor de él era que sabía de lo que hablaba. Era ingeniero también, y sabía muy bien lo que quería. No sólo eso, dominaba el diseño de sistemas informáticos, comprendía las dificultades a las que nos enfrentábamos y lo mejor de todo apreciaba y valoraba muy positivamente el trabajo que habíamos realizado. Por eso se sorprendió tanto cuando vio los significativos cambios que habíamos realizado después de nuestra presentación previa. Creo que no acabaron de gustarle, pero no hizo comentario al respecto. Se limitó a explicarnos una vez más qué era lo que esperaban de nuestra empresa y los plazos de los que disponíamos. Preguntó por nuestro jefe, pero se tuvo que contentar con Ángela quien al ver la expresión de su rostro empezaba a cambiar su discurso de “esto es idea mía, qué bien lo he hecho” a “estos cambios los han introducido sin estar yo muy de acuerdo”. Realmente la habilidad de esa mujer para intrigar y aprovecharse de los demás era impresionante. El caso es que gracias al señor Johnson, Ángela nos dejó tranquilos el resto de la tarde. Desgraciadamente también, gracias al señor Johnson, se comprobó que todo el trabajo realizado a destajo durante los dos días precedentes no había servido para nada. El cabreo fino que nos quedó por la tarde nos tuvo bastante ocupados. Ahora teníamos que recuperar el tiempo perdido gracias a las innovadoras ideas y los fantásticos ajustes de nuestra querida Ángela.

Con todo este ajetreo, resulta comprensible que no me acordara de Coral ni de su prima durante lo que llevaba de semana. No me acordé de mi vecinita hasta que llegada la noche comprobé que me había mandado un mensaje. Era una lista de la compra. No me hacía falta nada más, tenía que hacerle la compra en el supermercado para poder encontrarme con ella el viernes por la tarde. No os puedo explicar con exactitud lo que sentí al leer el mensaje de Coral. Por supuesto me alegré al recibirlo, pero también me llenó de inquietud. Recordé de golpe todo cuanto sucedió en la playa. El enfado de Coral me traspasaba el corazón. El mensaje era demasiado escueto. No decía nada más aparte de la compra. No me decía nada de lo que yo quería saber. Por ejemplo, si las fotos que había tomado y le enseñé en la playa le habían gustado. No me explicaba tampoco qué esperaba de mí en relación con su prima Y sobre todo, no me decía para qué narices necesitaba unas fotos que comprometieran a su prima cuando ya las teníamos. Seguía sin tener respuesta para estos interrogantes. Y según me temía, hasta el viernes en que me encontrase con ella no las tendría. Claro que ahora se me planteaba una nueva duda. ¿Vendría la primita? No me apetecía en absoluto encontrarme con Vero. No es que tuviera nada en contra de ella, pero si ella venía, no podría hablar a las claras con Coral. Además tenía el presentimiento, por no decir la certeza, de que follar con Verónica no había sido del agrado de Coral. Aunque pudiera decir en mi descargo que había sido ella quien prácticamente me la había ofrecido. Tenía que hablar de todas estas cosas y si Vero venía, no lo podría hacer. Como veis, el mensaje despertó en mí muchísimas inquietudes, pero estaba tan cansado, tan cabreado por cuanto había pasado en el trabajo, que no podía pensar con claridad. Cené y me fui al sobre. Aún no sabía cómo me las iba a apañar con Ángela y encontrar tiempo para ir a comprar.

El jueves fue el día de la gran bronca. Todo el cabreo acumulado se liberó en una más que tormentosa reunión de equipo en el despacho de Ángela. Ésta ya se lo esperada por lo que vino preparada para aguantar lo que se le venía y realizar su correspondiente contraataque. Nos dijimos de todo, más que nada para dar rienda suelta a nuestro monumental enfado. Resultados prácticos, analizándolo ahora con calma, he de reconocer que obtuvimos bien poco. Ángela era una trepa consumada y nos supo torear muy bien. Al final después de descargar toda nuestra ira, lo más que conseguimos fue el compromiso por parte de ella de consultar sus propuestas antes de ponerlas en marcha, y tener el viernes libre como compensación de las horas extras realizadas los dos días anteriores. Con esto logró aplacar nuestra ira, y seguir manteniendo el liderazgo del proyecto. Creo que salimos perdiendo.

Después de la tensa reunión, los ánimos se calmaron un poco. Lo suficiente como para aprovechar el tiempo y poder avanzar un poco en los diferentes diseños. El ambiente distendido nos permitió echarnos las primeras risas entre nosotros. Resulta que Paco y Luisa estaban congeniando, se habían reconciliado y se planteaban formalizar una relación en serio. Lo cierto es que viéndolos trabajar juntos, me di cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Me alegré por ellos, sobre todo por Paco que ya iba siendo hora de que tuviera algo de suerte. Pero verlos tan arrulladitos, me llenaba de melancolía. Los miré con cierta envidia. Había encontrado a una persona maravillosa, con la que me gustaría tener una relación seria, por lo menos intentarlo; y sin embargo no podía ni plantearme tener un noviazgo. Mi relación con Coral nunca había tenido visos de futuro a largo plazo. En realidad no me había planteado tener una relación en serio con ella hasta hacía bien poco, y lamentaba de veras no haberlo hecho. De lo contrario, no me habría atrevido a chantajearla. Gracias al chantaje había logrado conocer la fascinante personalidad de mi linda vecinita, y por culpa del mismo, me resultaba imposible sincerarme con ella. Cuando por fin, parecía que empezaba a ganarme la confianza y el cariño de Coral; el maldito chantaje volvía a estropearlo todo al involucrar a la dichosa primita. Lo que en un principio había parecido un plan ideal, casi perfecto; se estaba revelando como una de las decisiones más lamentables de mi vida.

Ser testigo de la creciente e íntima amistad entre Paco y Luisa, sus miradas cómplices, los continuos guiños, las bromas… me producía sentimientos contraproducentes. Para no delatarme, me concentré en el trabajo que tenía por delante. Por suerte o por desgracia, trabajo y cosas que hacer no me faltaban. Tanto me centré en el proyecto que por poco me olvido del recado que tenía que hacer para no fallarle a mi chica. Apenas si me dio tiempo a hacer la compra después de salir del curro. Estaba nervioso, deseoso de encontrarme con mi chica y poder aclarar las cosas entre los dos. Planeaba las palabras que le diría, las repasaba una y otra vez para que nada se me quedase en el tintero. Medía muy bien todo cuanto iba a decirle para no estropear las cosas y meter la pata como había hecho en anteriores ocasiones. Esta vez me tenía que salir bien…

Por la mañana preparé la maleta rápido y corriendo. Menos mal que me había dejado todo colocado para tardar lo menos posible, aún así apenas si tuve tiempo de llegar al hotel antes del mediodía. Una vez más había logrado reservar la misma habitación. Esta vez tuve suerte pues no la había reservado con antelación como hiciera anteriormente. Nada más confirmar la reserva le envié un escueto mensaje a Coral indicándole la habitación. Por indicación expresa de mi vecinita debía ser lo más conciso posible; de este modo, según ella podría evadir las preguntas indiscretas de sus hermanos o, peor aún, de sus padres, si alguna vez la pillaban. Para cuando terminé con estas formalidades y la descarga de los bultos, eran ya la una y media. Me hubiera gustado llegar antes y ver a mi chica en la playa. Con un poco de suerte hasta podría haber charlado con ella. Pero el cansancio acumulado de la semana se materializó de golpe la noche anterior y no tuve más remedio que irme a la cama con las cosas a medio hacer. De todos modos, no podía quejarme. Las cosas me estaban saliendo bastante bien para lo poco que las había preparado. Había hecho la compra sin olvidarme de nada, había llegado al hotel con algo de tiempo de sobra, hasta me había traído algunos juguetitos con los que pasar una tarde agradable con mi chica. No es que fuese lo que más me preocupaba de mi relación con Coral, pero nuestro último encuentro a solas había sido tan bonito que deseaba repetirlo.

Después de comer, como hiciera la semana anterior, aproveché la espera para tenerlo todo listo para cuando llegara mi chica. Había traído las cámaras y aunque no estaba muy convencido de la conveniencia de utilizarlas en esta ocasión; como me sobraba tiempo, al final las coloqué más o menos en la misma posición de la semana anterior. Una vez más me quedaba solo con mis nervios esperando ansioso la llegada me mi chica. Empecé a repasar una y otra vez mi discurso para congraciarme con mi chica. Lo repasé tanto, que al final me salía todo de corrido. ¡Lo había conseguido! Ahora podría decirle a mi chica todo cuanto sentía sin temor a dejarme nada en el tintero. Claro que ahora comenzó a asaltarme una nueva duda. Si lo decía todo tan bien, tan seguro, de corrido y sin fallos ni dudas de ningún tipo; corría el riesgo de sonar falso, de no ser sincero. Eso sería lo peor que me podría pasar. Si perdía por completo la poca credibilidad o confianza que tuviera Coral en mí, todas mis esperanzas se vendrían abajo. Cualquier posibilidad de reconciliación se iría al garete. De pronto sentí un frío intenso extenderse desde la nuca por todo mi cuerpo en un violento escalofrío. El sudor helado del miedo se extendía por todo mi ser. El corazón me golpeaba el pecho como si quisiera escaparse de él. Me faltaba el aire y me temblaban las manos. Si no me caí de bruces fue porque estaba sentado. Justo en ese momento llamaron a la puerta.

Con más miedo que vergüenza, como se suele decir, me acerqué a la puerta. Las sudorosas manos aún me temblaban cuando así el pomo. Respiré hondo antes de abrir en un pobre intento para serenarme y mostrarme confiado. Volvieron a llamar. No podía entretenerme más, así que abrí con más brusquedad de la que me hubiera gustado. Nada más abrir la primera desilusión. Tras el umbral, me saludó la sonriente cara de Verónica, seguida por el no menos sonriente rostro de Coral. Prácticamente se precipitaron dentro de la habitación de lo rápido que entraron. No me dio tiempo a reaccionar. Antes de darme cuenta, las dos estaban dentro; Verónica echándose cuan larga era sobre el colchón, Coral instándome a que cerrara la puerta antes de que alguien las viera.

Tras cerrar la puerta me enfrenté a las dos primas sin saber muy bien qué hacer con ellas. Verónica se mostraba exultante, eufórica, más contenta que unas castañuelas. A Coral, aunque no se la veía con el mismo grado de euforia, se la notaba ansiosa, expectante, deseosa. Como si fuese su primera vez. Lo cierto es que no sabía muy bien qué pensar. No acababa de entender su juego. ¿Realmente quería que formalizáramos un trío? ¿Por qué lo hacía? Yo no se lo había pedido. Supongo que estaría complaciendo a su prima. Claro que la cosa estaba desvariando a algo más que un favor. Podía entender que Vero quisiese perder la virginidad y buscase la ayuda de su prima, pero lo de ahora…Bueno chico, míralo por el lado bueno. Si las chicas quieren repetir es que lo debiste de hacer de maravilla. Claro que había cosas que seguían sin cuadrar del todo. Por ejemplo… ¿por qué me pidió fotos que comprometieran a su prima si no pensaba hacer uso de ellas? La única conclusión lógica a la que podía llegar, era que Coral me había liado para que Vero follara conmigo. Si eso era así, ¿a santo de qué se enfadó la semana pasada? ¿Por qué se ofendía tanto conmigo si estaba haciendo las cosas a su gusto? No entendía nada. Sin saber muy bien qué hacer, para romper el incómodo silencio que empezaba a formarse, les señalé las bolsas de la compra invitándolas a que comprobaran si todo estaba en orden. La reacción de ambas chicas no dejó de sorprenderme, se mostraron mucho más interesadas y ansiosas de lo que uno hubiera imaginado. De repente se les vio cierta preocupación, bastante acusada además. La sonrisa se les borró de la cara mientras con extremada meticulosidad repasaban la compra realizada una y otra vez. Algo debía de haberles ocurrido en casa, no me atreví a preguntarles al respecto, aunque tomé buena nota para tenerlo en cuenta más adelante. Quizás más adelante pudiera serme útil; quién sabe, tal vez me permitiría conocer la verdadera razón del incomprensible comportamiento de Coral

El caso es que mientras ellas repasaban concienzudamente que todo estaba bien y nada se me había olvidado, me di cuenta de que estaba en un apuro. Tenía que cumplir con dos lindas muchachitas; cierto, jóvenes y jugosas, pero a la par fogosas. Cuando se sueña con tener a dos mujeres a disposición de uno, muchas veces se olvida que para que el asunto sea un éxito, se ha de complacer a las dos. Más que eso, uno tiene que asegurarse de dejarlas plenamente satisfechas, darles tanta caña como para dejarlas agotadas, ahítas de sexo. Llevar al éxtasis a una mujer una vez ya requiere cierto esfuerzo, conseguirlo varias y repetidas veces durante la misma noche, exige que te esmeres. Y mucho. Por lo tanto, si dejar completa y plenamente satisfecha a una mujer ya es un reto de por sí; reventar a polvos a dos fogosas hembras bien descansaditas como las que tenía ante mí era una auténtica proeza. He de reconocer que tamaña empresa me abrumaba.

Tal vez me digáis que ya lo había conseguido una vez en la playa. Pero las circunstancias actuales eran bien distintas a las de entonces. Para empezar, para cuando yo me decidí a intervenir y aparecí sorpresivamente delante de ambas, las primitas ya llevaban un buen rato retozando entre ellas. Coral ya había disfrutado de unos cuantos buenos orgasmos bastante intensos y Vero de otros tantos igual de buenos o mejores. No es que estuvieran calientes, la pasión las consumía y devoraba para cuando yo me presenté ante ellas. Yo simplemente me limité a terminar lo que ellas mismas habían comenzado; cierto, sacando un jugoso beneficio, pero la mayor parte lo habían hecho ellas solitas. Ahora en cambio, era yo el que tenía que apañárselas para jugar con ambas desde el principio, tenerlas entretenidas todo el tiempo y lo más importante, al finalizar, dejarlas completa y plenamente satisfechas. Y lo peor de todo, no tenía ni la menor idea de cómo conseguirlo. Si Coral me hubiera advertido de la llegada de Vero… si me hubiese avisado del interés de su prima por participar en nuestros juegos… si tan sólo me hubiese dado un indicio… Entonces podría haber ideado una estrategia, un plan de actuación, algo que me permitiese conseguir mi objetivo. En cambio ahora, no tenía nada. Nada en absoluto.

Y mientras me devanaba los sesos en estas cuestiones, me di cuenta de que mis dos chicas habían terminado de repasar la compra y me miraban fijamente. El tiempo se me había acabado y debía tomar la iniciativa… Intenté conseguir un poco de tiempo.

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¿Lo habéis comprobado todo? ¿Está todo bien?

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Sí… sí, dijeron las dos casi al unísono.

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Bueno… entonces será mejor que empecemos… ¿Qué os parece si os presentáis delante de las cámaras?

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¿Qué?

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Ya sabes Coral… presentarse y todo lo demás… decir que lo que vamos a hacer es consensuado y tal… Como la otra vez.

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Aah… Ya. Vale.

El rostro de Coral era todo un poema. Ya se había presentado delante de las cámaras en más de una ocasión, y no parecía nada contenta con la idea. “¡Claro!, si repetía la declaración original que siempre me había dicho, se identificaría como mi esclava…” Eso era lo que ella temía, estaba seguro. Decidí ofrecerle una salida. A fin de cuentas, no era mi propósito desvelar nuestro acuerdo a nadie. Y así, de paso, conseguía un poco más de tiempo para idear aunque fuese un principio.

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Puedes escribir un bosquejo para tu prima mientras yo voy preparando las cámaras.

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Esto… vale…

Coral respondió con un poco más de entusiasmo del que seguramente le hubiese gustado. Al menos esa fue la impresión que me llevé, pero de lo que no cabía duda era que se la veía bastante más aliviada. Me había leído el pensamiento, al menos en parte y empezó a escribir una nota de presentación bastante parecida a la que habíamos usado en la que no se hablaba para nada de su servicio como esclava. En cambio, Vero se puso tensa de repente, no se esperaba lo de las cámaras y claro, no le hizo ninguna gracia saber que iba a ser grabada. Afortunadamente para mí, fue Coral la que la tranquilizó. Fue iniciativa suya, yo ni siquiera le insinué que lo hiciera. Y sin duda alguna, fue la decisión acertada. Coral conocía muy bien a su prima y supo decirle aquello que necesitaba. No sé muy bien lo que le contó porque yo estaba ocupado con las cámaras, pero al poco, Vero se mostraba deseosa de posar ante las cámaras, se diría que hasta más que su prima. Después Coral se dedicó a redactar la nota, al tiempo que Vero se dedicaba a mirar y dar pequeños saltitos a su alrededor visiblemente excitada. Yo, en cambio, fui conectando las cámaras lo más despacio que pude, debía encontrar el modo de lidiar con ellas y dejarlas satisfechas. Mientras lo hacía vinieron a mi mente las muchas escenas que se habían registrado en aquellas cámaras y que tantas veces había visionado en el ordenador… ¡Acababa de tener una idea! Al menos ya sabía cómo iba a empezar a jugar con mis dos primitas.

Coral no tardó en tener listo el breve bosquejo que le había pedido. Me lo mostró para que le diera el visto bueno mientras terminaba de preparar la cámara:

“Hola, me llamo _______ y soy mayor de edad. Todo lo que voy a hacer a continuación, lo hago conscientemente y por propia voluntad. Esta grabación es prueba de ello.”

Vero, mientras tanto, continuaba con su risita nerviosa. Al parecer la idea de ser grabada mientras follaba, no le disgustaba; incluso se diría que le divertía. Y mucho. A tenor de las insistentes risitas y miraditas que me lanzaba. Fuese lo que fuese lo que Coral le había contado, había tenido mucho más efecto del que yo hubiera pensado. Ahora que lo pensaba… ¡Iba a registrar todos los polvos de Vero hasta la fecha! Es más, casi todos los polvos que habíamos echado Coral y yo, también los habíamos grabado. Al igual que a su prima, su desfloración había quedado registrada para la posteridad y si seguíamos por el mismo camino iba a tener un registro completo de la vida sexual de aquellas dos jovencitas. Sonreí divertido al pensar en ello. Lo cierto es que nunca había tenido mucha suerte con el sexo femenino. Y ahora de repente, sin comerlo ni beberlo, tenía registrados los mejores momentos de la vida de aquellas dos lindísimas jovencitas. Ciertamente, tenía muchas razones para sentirme agradecido por lo menos en el plano sexual. Como si la vida me estuviera compensando por mis anteriores infortunios amorosos, ahora me ofrecía lo más selecto de aquellas dos tiernas delicias. Y sin embargo, no acababa de sentirme contento, había algo que no me gustaba. Yo no había querido aquello, yo sólo había deseado a Coral. No es que me conformara con disfrutar de una de aquellas dos beldades. Es que únicamente había deseado a mi vecinita. En realidad, ahora que caía en ello, sólo la deseaba a ella. Aquella idea que se había mantenido oculta en lo más profundo de mi subconsciente, y que afloraba ahora con repentina lucidez, me marcaría dolorosamente de un modo que jamás imaginé. Pero no adelantemos acontecimientos.

De momento, tenía a las dos primitas de pie, mirándome expectantes. Tenía ya las cámaras listas y operativas y por lo tanto se me habían acabado las excusas para demorar mi momento. Había llegado mi turno, tenía que dar comienzo a la función. Respiré hondo para acallar mis nervios y procurando que no me temblara la voz comencé el breve discurso que me había ido formando.

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Bien jovencitas, habéis venido aquí con la sana intención de follar conmigo. ¿Verdad?... No. No hace falta que lo confirméis. Bien. He de deciros que ahora mismo tenéis un pequeño problema.

Disfruté unos instantes viendo las caras de desconcierto que empezaban a formarse en los bellos rostros de mis interlocutoras. Sobre todo en la de Verónica quien al no conocerme apenas, nada sabía de mis juegos. Coral a pesar de saber cómo las gastaba, parecía sorprenderse también por cómo estaba manejando la situación. Como no quería dar pie a nuevas distracciones, continué con mi perorata antes de que mi silencio pudiera dar origen a algún tipo de queja.

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Veréis, vosotras tenéis dos lindos y hambrientos conejitos dispuestos a saciar su hambre. Pero sólo disponemos de una buena zanahoria para saciarlos. No temáis, hay zanahoria para las dos, pero debemos organizarnos bien para evitar enfados, roces o malentendidos. Por ejemplo. ¿Qué conejito será el primero en comer? Para que nadie se queje, y ser lo más justos posible, os propondré una serie de juegos. La ganadora será la primera en comer. No os preocupéis que ninguna se quedará sin su buena ración de zanahoria. ¿De acuerdo? Lo primero, como ya dijimos, presentaros ante las cámaras. Después, si os parece bien, podríais demostrar vuestras dotes haciendo un buen streep-tease. Yo estoy listo, cuando gustéis…

Coral fue la primera en presentarse ante las cámaras e iba a empezar el streep-tease, cuando la detuve. Quería gozar del espectáculo de ver a ambas jóvenes desnudándose al tiempo. Vero no tardó en presentarse, su presentación no fue tan fluida como la de Coral, pero lo hizo bastante bien para ser la primera vez que hacía algo parecido. Sin perder tiempo, conecté la radio en una emisora de sólo música invitándolas de paso a que diesen comienzo al espectáculo. No se hicieron de rogar y ambas comenzaron a bailar y desnudarse del modo más provocador e insinuante posible. Era verano y no tenían mucha ropa que quitarse así que no tardarían mucho. Pensé yo iluso de mí cuando empecé a grabar. Aquellas dos lindas e “inocentes” jovencitas, demostraron ser unas consumadas calientapollas. Al poco de comenzar me la pusieron más dura y tiesa que el palo mayor. A decir verdad, debería habérmelo imaginado. Ya había visto cómo se las gastaba Coral, el solo que me hizo cuando yo estuve formalizando su matrícula debería haberme puesto sobre aviso. ¡Qué manera de contonearse! Se insinuaba y exhibía como una auténtica profesional. Y Vero no le iba a la zaga, la primita era de armas tomar. ¡Qué manera de mover el culo! No sabía a quién prestar más atención, si la una era atrevida, la otra más. Si la una me atrapaba con algún giro o movimiento sensual, la otra no tardaba en inventarse otro aún más provocador. Yo, encantado, las dejé hacer; el espectáculo que me ofrecían era soberbio y no estaba dispuesto a echarlo a perder. Al contrario, cuanto más durase, mejor. Ambas chicas estaban demostrando una habilidad inusitada como bailarinas exóticas. Sin embargo, conforme pasaban los minutos, empecé a darme cuenta de las sutiles diferencias que las distinguían. Vero se mostraba más exagerada, más desinhibida, más descarada, más desvergonzada. Sin embargo, a pesar de los excelentes movimientos de Verónica, la danza de Coral era más sensual. Mostraba un pícaro erotismo que me atrapaba. El baile de Coral sin ser tan exhibicionista como el de su prima, tenía mucha más gracia y a la postre resultaba más atrayente y excitante.

Poco a poco, mis dos bailarinas se habían ido despojando de casi toda su vestimenta. Ya poco más les quedaba por quitarse, los sujetadores, las braguitas… y podría contemplarlas tal cual vinieron al mundo, luciendo su extraordinario atractivo sin que nada lo empañara. Las dos sabían que estaba llegando el momento culmen de su actuación. Ralentizaron su danza, no querían terminar demasiado pronto. Además, sabían que estaban calentándome a base de bien. El creciente bulto de mi entrepierna así se lo debía haber indicado. De hecho, pude pillarles un par de miradas furtivas dirigidas a mi entrepierna y una sonrisa cómplice tras ellas. Sus movimientos se hicieron mucho más insinuantes, más sugerentes, más voluptuosos… me pusieron tan malo que tuve que sentarme. Estaba preguntándome qué harían para desprenderse del resto de la ropa cuando justo entonces, Coral me sorprendió. De pronto, sin aviso de ningún tipo, abrazó a su prima, le asió la cabeza y le comió la boca con vehemencia. El ardor y apasionamiento que demostraron mientras se devoraban no fue lo que me sorprendió. Lo que me extraño es que yo no le había dicho nada, ni siquiera se lo había insinuado. ¡Me había adivinado el pensamiento! Más que eso, había tomado la iniciativa. Mientras se besaban, se despojaron la una a la otra de sus respectivos sujetadores. Tras hacerlo, se comieron los pechos. Sin embargo, no quería que comenzasen tan pronto a jugar entre ellas. Tenía otros planes y así se lo hice saber. Primero debían quedar con el traje de Eva, después… ya veríamos.

No le hizo mucha gracia a Coral que la obligase a cambiar de idea y que continuara con el streep-tease. Aunque no se quejó, lo pude notar en la furibunda mirada que me lanzó. Sin embargo ya fuera mucho o poco su desagrado, pronto se dedicó a complacerme junto con su prima en la continuación de su sensacional baile. Sólo les quedaban los pantis, pero me harían sudar tinta antes de que se los quitaran y que al fin me mostraran su más tierno tesorito. Su actitud cambió ligeramente, se volvieron un poco más agresivas. Se abalanzaron sobre mí, prácticamente casi se echaron encima. Me mostraban sus pechos, sus culitos, los ponían ante mis narices, al alcance de la mano pero sin permitirme tocarlas. Y sin permitir que me tocara. Si hacia amago de hacerlo, una de las dos me lo impedía con una acertada caricia y una sonrisa llena de picardía. Si una se retiraba de mi cara, venía la otra a mostrarme sus encantos. Bien que se recrearon bailando delante de mí, poniéndome como una moto, mostrándome los encantos del paraíso pero sin permitirme disfrutarlo. Lo tenía bien merecido como castigo por no dejarlas que siguieran jugando entre ellas y pedirles que continuasen con el baile. Sin embargo, la paciencia tiene un límite y no estaba dispuesto a conformarme sólo con aquello. Justo cuando empezaba a cansarme, mis dos diablesas decidieron mostrarme lo que tan celosamente me habían ocultado, sus bien cuidados, tiernos y sabrosos conejitos. Había llegado mi turno, ahora me tocaba a mí jugar con ellas.

Les di las gracias por tan buen espectáculo, y con la escusa de que estaban cansadas, les pedí que se tumbaran transversalmente sobre la cama con sus culitos cerca del borde. Entonces les pedí que llevaran sus rodillas a la altura del pecho y que separasen bien las piernas. Más ofrecidas no las podría tener en la vida. Estaban completamente abiertas, con sus piernas separadas al máximo. Tan abiertas que para mantener su posición con comodidad, se sujetaban los tobillos con las manos. Me quedé de pie observándolas un ratito, no mucho porque tenía muchas ganas de dar rienda suelta a mi libido. Me fijé en sus rostros, algo congestionados y en su respiración, bastante agitada. Lo achaqué todo al esfuerzo por el ejercicio realizado. Algunas gotitas que perlaban su piel daban fe la intensidad que le habían puesto al baile. Les pedí que cerrasen los ojos. Estaba algo nervioso y no quería que me descubriesen. Ahora que las tenía al alcance de mis manos, me di cuenta de la falla de mi plan. Tenía que jugar con ellas a la vez, dividir mi atención entre ambas. No podía centrarme en una y olvidarme de la otra. Además, debía manejarme con las dos manos al tiempo sobre dos cuerpos diferentes y no estaba muy seguro de poder hacerlo bien. Como la cosa ya no tenía remedio, decidí seguir adelante, aunque no las tenía todas conmigo.

Me coloqué entre ellas de rodillas, las tenía al alcance de mis manos y no iba a dejar escapar la ocasión. Respiré hondo y posé mis manos sobre sus vientres, ellas ahogaron un gemido. Curioso, pensé, tal vez no haya sido tan mala idea hacerlo así. No tenía prisa, así que comencé a pasear mis manos sobre ellas rozándolas con las yemas de los dedos. El vientre y los muslos fueron exhaustivamente explorados, acercándome cada vez más a los delicados labios ligeramente entreabiertos de mis dos expectantes hembras pero sin llegar a alcanzarlos. Me esforcé por ser lo más sutil posible. Quería calentarlas a fuego lento. Primero tenues roces que despertaran su curiosidad, después caricias suaves que las fueran enervando, finalmente roces más sensuales y descarados que las acabaran de excitar. Mi paciencia tuvo su recompensa, Vero, más impaciente, comenzó a ronronear y gemir cada vez más inquieta. Y eso que apenas si había terminado con los tenues roces iniciales. Al menos, mis primeras atenciones surtían el efecto deseado. Más animado, me decidí a posar mis manos sobre ambos sexos, estaban ardiendo y tremendamente húmedos. Llegué a la única conclusión posible. La respiración agitada de mis niñas no sólo se podía atribuir al esfuerzo realizado por el baile, también se podría atribuir a otras causas, mis niñitas se estaban calentando. Animado por la constatación de lo acertado de mis planes, decidí adentrarme por terrenos más escabrosos. Mis pulgares se perdieron entre los voraces labios. Dispuestos a comprobar el estado de calentura de mis hembras, se introdujeron con decisión en las húmedas cuevitas. Literalmente, estaban ardiendo, me sorprendió lo calientes que estaban. Aquella postura me resultaba incómoda, no podía acceder a sus lindos botoncitos con facilidad. Así que decidí cambiar los pulgares por los índices. Después los cambié por los corazones y los índices al tiempo. De este modo, los sensibles botoncitos de mis dos entregadas damas estaban al alcance de mis pulgares.

Comencé a jugar con ellas a placer, sin darles un descanso; mis pulgares se restregaban una y otra vez contra los cada vez más endurecidos clítoris. No había problemas de lubricación, mis dos niñas se estaban derritiendo entre mis dedos a pasos agigantados. Sus caderas se movían descontroladamente, llevadas por un frenesí cada vez más intenso. Incapaces ya de contenerse del todo, comenzaban a interpretar una excitante sinfonía de jadeos y gemidos cada vez más intensos. Sin embargo, yo ya no podía aguantar mucho más, me estaba cansando. Menos mal que para entonces ya se me había ocurrido algo nuevo para tenerlas entretenidas.

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Bueno, niñas, parece que ya nos estamos calentando. Pero no me parece suficiente. Si queréis probar mi polla, tendréis que ganároslo. Os voy a dar unos juguetitos para que no os aburráis. La que llegue antes al orgasmo, pierde y tendrá que conformarse con el premio de consolación. ¿Alguna duda? ¿Lo habéis entendido?

Sí… sí. Dijeron casi al unísono, aunque en el rostro de Verónica se observaba cierta inquietud expectante mientras que el de Coral se mostraba más crítico. Sin embargo, lo que era del todo innegable es que ambas chicas estaban más que excitadas. Los ojos les brillaban enfebrecidos iluminando sus azorados rostros. La sonrisa picarona que intercambiaron cuando les mostré los dos juguetitos que tenía para ellas no me dejaron lugar a la duda. Me había traído los dos consoladores que le había comprado a Coral, como uno era vibrador, le prohibí a Vero que lo conectase durante el juego. Ella me hizo caso por razones obvias, en cuanto le hice una pequeña demostración de cómo funcionaba con las pilas, enseguida se dio cuenta de que era mejor no conectarlo si quería ganarle a su prima. Resulta que por alguna razón, las dos se habían vuelto muy competitivas. Después de todo, sí que estaban muy interesadas por follar conmigo.

Les dije que no se movieran del sitio y que comenzaran a jugar mirándome a la cara. No pareció importarles, al contrario, mi comentario pareció incentivarlas. Me devoraron con la mirada, sus ojos eran puro fuego. No sabría decir cuál de las dos me miraba con más lujuria. Si en ese momento hubiese tenido que escoger a alguna de las dos por el modo como me miraban, sinceramente, no habría podido escoger a ninguna. Afortunadamente no tenía por qué hacerlo. Al contrario, ahora podía “relajarme” y disfrutar del excitante espectáculo de ver a dos fogosas hembras enceladas follando a destajo. Era un espectáculo impresionante. Ambas estaban tremendamente excitadas, mucho más de lo que yo habría pensado. A pesar de que la clave para ganar era la contención, las dos se mostraban tremendamente activas. Por alguna razón les resultaba imposible mantener la calma. Sus cuerpos se convulsionaban presas del fuego que las inflamaba por dentro. Trataban de ralentizar sus movimientos pero la llama que les inflamaba las dominaba por completo.

Sin embargo, a pesar de todo, las diferencias de carácter entre ambas iban haciéndose patentes poco a poco. Coral, más retraída, conforme aumentaban su calentura y excitación; cerraba los ojos, se mordía los labios y ahogaba sus gemidos. Trataba en vano de ocultar la pasión que la dominaba. En cambio Verónica, mucho más extrovertida, no dudaba en exteriorizar su placer y gozo con movimientos cada vez más voluptuosos y tórridos jadeos capaces de incendiar un bosque entero. El contraste entre el comportamiento de ambas jóvenes, me resultó divertido. Con un poco de paciencia, podría hallar el modo de sacar partido de este curioso comportamiento. Tal vez pudiera utilizarlo para incitarlas la una contra la otra en algún juego que se me ocurriera. Pero de momento no tenía las cosas claras, quizás me saliera la cosa mal y lo que iba a ser un juego se convirtiera en algo más desagradable. De ningún modo quería enturbiar aún más mi relación con Coral. Cierto que la cosa parecía haberse normalizado, pero de algún modo sentía que Coral estaba disgustada conmigo. No habíamos hablado de lo que pasó en la playa. Cuando me salté sus indicaciones y me presenté delante de ellas, vi su cara de enfado. Estaba realmente disgustada, y aunque luego lo disimuló delante de su prima, yo sabía que no le había gustado nada. Por eso me extrañé tanto al verla acudir hoy con su prima, y más aún si tenemos en cuenta que no me había pedido explicación alguna. Algo no estaba bien…

En aquellos momentos, no podía dedicar demasiado tiempo a aquel galimatías. El impresionante espectáculo que me ofrecían aquellas muchachas, reclamaban toda mi atención. No podía desentenderme de ellas, no ahora que las tenía completamente entregadas. Para hacer la cosa más interesante, cada cierto tiempo les pedía que cambiaran de postura. Les pedí que se pusieran a cuatro, en cuclillas, de pie, sentadas, tumbadas, mirándome o dándome la espalda… me era indiferente, se pusieran como se pusieran las dos me la estaban poniendo más dura que el cemento armado. Me costaba trabajo mantener las manos quietas y no empezar a pelármela como un mono. Tenía que hacer verdaderos esfuerzos por no cogerme a alguna de ellas sin importarme cuál y empezar a tirármela sin consideración alguna. Me estaban poniendo cardiaco, y lo peor, es que no podía intervenir de ningún modo. ¿O quizás sí?