Mi vecinita Alis - Escrito por Carlos Javier

Espero os guste este nuevo relato. Esta es mi versión, si queréis leer la opinión de Alis de lo ocurrido, visitad su perfil en esta página y leed el relato de Alis1990 “Mi vecino Carlos – escrito por Alis”.

Espero os guste este nuevo relato. Esta es mi versión, si queréis leer la opinión de Alis de lo ocurrido, visitad su perfil en esta página y leed el relato de Alis1990 “Mi vecino Carlos – escrito por Alis”.

Comentarios acarlos_javier_gzlez@yahoo.es

Hace ya 10 años que me mudé a mi actual piso en la zona centro de Barcelona. Me mudé de ciudad solo, escapando de una relación anterior cambiar me pareció una buena opción para alejarme de todo. En Barcelona todo empezó bien y profesionalmente empecé a ascender a una velocidad que incluso a mí me sorprendió. No tenía tiempo para otra cosa que para trabajar y durante esos años, mi estilo de vida se hizo enormemente estresante, completamente desinteresado por nuevas relaciones a la vez que materialista desde el punto de vista de la ropa, relojes, viajes y coches en lo que gastaba casi todos mis ingresos.

La relación con mis vecinos no fue especialmente intensa, si bien es verdad que era muy cordial con los vecinos de la puerta de enfrente. Por aquel entonces, su hija Alis, tendría unos 11 o 12 años cuando me mudé al piso y eras una niña encantadora, enormemente sonriente y simpática. El tiempo fue pasando sin darme cuenta hasta el día de tu 20 cumpleaños, que tus padres me invitaron a tomar un trozo de tarta a su casa. Cuando te di dos besos de felicitación, te pusiste de puntillas con tu mano izquierda sobre mi hombro y yo coloqué mi mano en tu cintura descubierta por culpa de una corta camiseta. Sin más intención inicial que dos cariñosos besos, acerqué tu cuerpo contra el mío hasta darme cuenta que esa niña se había convertido en una mujer impresionantemente atractiva al notar tus tetitas presionando contra mi pecho. Con mi mano en tu cintura desnuda, algo se activó en mí e instintivamente arrimé bien tu cuerpo al mío a la vez que acariciaba esa preciosa cintura hasta que uno de mis dedos tropezó con la goma del tanga en el inicio del culito. El “tropezón” me provocó tal excitación a la vez que un poco de miedo de ser pillado por la familia que retiré la mano inmediatamente sin saber si lo habrías notado.

Hasta ese momento jamás me había fijado de esa manera en Alis; tal vez por que eras una chica menudita o bien porque te había visto como una niña desde años atrás, lo cierto es que nunca hasta ese instante me había dado cuenta del enorme atractivo de mi vecinita. La pequeña Alis se había convertido en una mujer tremendamente atractiva y ahí mismo sentí el renacer de un deseo sexual enorme por una mujer. A partir de ese día, cada vez que coincidíamos en el ascensor o en el portal no podía evitar mirarte de arriba abajo, desnudándote con la mirada antes de dedicarte la sonrisa de “buenos días” o cualquier otra pequeña frase que hacía que cada día acabase con mi polla dura como una piedra simplemente por cruzarme contigo. Mis miradas al principio eran disimuladas o a través del reflejo de los espejos del ascensor, pero poco a poco se convirtieron en más y más descaradas, ya que nunca me dio la sensación de incomodarte. Vaqueros ajustados unos días, tops marcando sus preciosos pechos otros, pantalones cortos dejando a la vista unas piernas perfectas … no siendo una mujer exuberante al uso, era ese tipo de chica irresistiblemente sensual y atractiva: menuda, con carita de no haber roto un plato, sonrisa preciosa, pechos perfectos, culito pequeño y bien marcado, delgadita, piernas muy bonitas, morena con pelo largo ondulado sin llegar a ser rizado, ojos marrones … casi una necesidad que cada día me hacía ocupar mi mente por unos momentos con … “que buena tienes que estar cabalgando una polla bien dura cariño” o “lo guapa que tienes que estar gimiendo mientras te la meten por el culito suavemente a cuatro patas” o “madre mía lo que tiene que ser ver esa boquita abierta bien llenita de polla hasta la garganta” o “bien atadita y abierta de piernas tienes que gemir como una zorrita mientras mi lengua recorre ese coñito delicioso” … eso sí mientras mi boca pronunciaba un educado “buenos días” o “que guapa estás hoy Alis”. Se llegó a convertir en una obsesión para mí, tratar de coincidir todos los días contigo en el ascensor o en el portal para cruzar unas pocas palabras y desnudarte con la mirada para hacerte objeto de mis más oscuros deseos… algo que cada vez más no solo parecía no incomodarte, sino que te gustaba, a pesar de que mis miradas se paraban más y más en tus caderas o en tus pechos o en tu cintura desnuda por la ropa ligera de verano. Incluso en ocasiones tuve la sensación de que tus posturas favorecían mis miradas, sacando pecho para que los pezones se te marcasen en las camisetas, un botoncito de más abierto en una camisa para dejar ver el comienzo de unos pechos que me parecían absolutamente perfectos, un pantalón levemente caído para que el tanga saliese claramente por encima, agacharte a recoger algo de frente para que tu escote se abriese pudiendo ver parte de tus pechos, inclinarte de espaldas para que el pantaloncito se bajase aún más dejando claramente ver el comienzo del culito, … y mi polla cada día más y más dura bajo el pantalón en cuanto nos veíamos. Pronto aprendí tus horarios de salida por la mañana, de gimnasio por la tarde e incluso la hora a la que solías volver a casa los fines de semana después de quedar con amigos. Muchas veces entrabas y salías con una chica rubia de tu misma edad aproximadamente, que un día de verano me presentaste como tu amiga Carolina y a la que por supuesto saludé con dos besitos acariciando su cintura desnuda con la mano bien abierta y pegándola a mi cuerpo para notar sus tetitas contra mi pecho haciendo que se sonrojara levemente. Una monada sin duda también … pero mi vecinita era mi favorita.

Así pasaron nada menos que dos años, hasta que a sus 22 años te habías convertido en mi única obsesión fuera del trabajo. Una especie de juego de miradas y sonrisas, de halagos y de más miradas, de ideas obscenas entre saludos vacíos… hasta que ya no pude más. Fue un sábado por la mañana que sabía estabas sola en casa el fin de semana ya que tu familia había salido en uno de sus habituales viajes familiares al extranjero. Ibas al gimnasio en vaqueros y camisa blanca, dejando desnuda la cintura por donde se veía la cinta de un precioso tanga negro, tanto por la parte delantera como por el culito y con una pequeña mochila colgada en un hombro. Yo en mi habitual traje negro y corbata pues, aún siendo fin de semana, quería cerrar varios temas pendientes en la oficina.

-

“Vaya Alis, cada día estás más guapa chica”, fue mi comentario ya habitual al verte mientras sin disimulo te miraba de arriba abajo, clavando mi mirada en el tanguita que parecía querer escaparse por la cintura de tu pantalón.

-

“Hola”, dijiste con una preciosa sonrisa, claramente orgullosa por mi mirada y alagada por el comentario a la vez que pasabas al ascensor, cerrabas la puerta para bajar al portal y te girabas lentamente como dejando que mis ojos recorriesen pausadamente tu espalda ... como siendo consciente que la visión de ese tanguita saliendo por la cintura me pondría malísimo

-

“Chica, hace tiempo que no me saludas con un par de besos. Uno de estos días tengo que invitarte a tomar algo en casa. Nos conocemos desde hace muchísimo y no conoces ni la casa de tu vecino”, dije a la vez que colocaba mi mano en tu cintura desnuda para darle los besos.

No te di tiempo ni de responder cuando colocaste tu brazo sobre mi hombro sonriendo, colocándote de puntillas para llegar a mi altura, te planté un beso en una mejilla y mientras movía mi cabeza hacia la otra rocé tus labios con los míos de forma “accidental”. Al ponerte de puntillas, tu pantalón se deslizó unos milímetros más abajo, dejándome ver claramente el comienzo de tu precioso culito en el reflejo del espejo del ascensor y esos preciosos hoyuelos en la cintura, sobre el culito, que me volvían loco. Mi mano acariciaba tu cintura tocando nuevamente la gomita del tanga, te mantuve así unos segundos aprovechando para recorrer la cintura de tu pantalón notando perfectamente el comienzo de tus deliciosas nalgas. Esa situación fue demasiado para mí y mi polla se puso dura como una piedra bajo el pantalón del traje, haciendo un bulto absolutamente imposible de ocultar a la vista de nadie. Tu mirada fue disimulada pero claramente hacia el bulto de mi pantalón, cambiando esa bonita sonrisa orgullosa por una pícara mirada, que se movió rápidamente de mi bragueta a mis ojos a la vez que descuidadamente te subías el pantalón solo por un lateral como si no te hubieses dado cuenta de que me estabas provocando. Eso ya hizo que no pudiese aguantar un minuto más. Algo me dijo que estabas deseando polla en ese mismo momento y ahora mismo no estoy seguro de haber acertado… tú me lo confirmarás al leer este relato que escribo sobre lo ocurrido aquel día.

De forma disimulada y aprovechando que los botones del ascensor estaban a mi espalda, mientras bajábamos en el ascensor, oprimí el botón de “Stop” provocando, lógicamente, que el ascensor se detuviese entre dos pisos.

-

“Vaya, otra vez el ascensor”, dije como confiado en conocer el problema. “Me pasó lo mismo ayer a la noche y tuve que llamar al técnico”.

-

“Jolín… pues sí que… dale otra vez al botón a ver si anda”.

-

“No, espera, el técnico, ayer me dijo que debemos esperar 4 o 5 minutos y luego irá bien. Por lo visto el motor se recalienta y es mejor esperar un poco. Ayer empecé a darle al botón una y otra vez y terminé 30 minutos aquí encerrado hasta que vino el técnico a sacarme. Con el calor que hacía, no te puedes ni imaginar”.

-

“Vaya”… tu mirada de desconcierto también me excitaba e incluso conseguía que mi polla se pusiese más y más dura. En ese momento estuve seguro que si no te follaba esa misma mañana me dolerían los huevos durante una semana.

-

“¿Sabes? … desde hace ya un tiempo te has convertido en una zorrita deliciosamente sexy. Mira como me pones la polla de dura. No aguanto más sin desnudarte y follarte como la perrita viciosa que dicen tus ojos que eres”. Mientras decía estas palabras, me acerqué a ti, rodeándote con un brazo, para palpar tu tanga justo por encima de tu culito hasta cogerlo esta vez con fuerza y dar un tirón hacia arriba que hizo dieses un apagado grito al notar tu ropa interior clavarse a la vez que se deslizaba violentamente por tu coñito. “Si quieres enseñarme las braguitas, mejor que las lleves así bien subidas y así sabremos todos que eres una zorrita deseando una buena ración de polla como la que te vas a llevar hoy, ¿no te parece?”.

El tirón de tu ropa interior hizo que tu cuerpo y el mío se pegasen completamente, consiguiendo que yo notase tus pechos contra mi cuerpo y tú sintieses mi erección en tu cintura. Hasta ese momento, tu cara de incredulidad de había excitado más aún si cabe y no te habías atrevido a decir una sola palabra.

-

“¡¡Aaaauuuu!! … ¿pero qué haces?. ¡Me haces daño!”.

-

“Me estás enseñando las braguitas cada día, me dejas que te las toque, me dejas casi acariciarte el culo, me dejas que note esos pezones pegados a mi cuerpo y… ¿ahora dices que te hago daño? Eres una calientapollas preciosa con carita de no haber roto un plato, pero algo me dice que eres una zorrita que le encanta follar de verdad, cabalgar una buena polla dura… ¿tengo razón o no? Quiero follarte por todos los sitios como te mereces… no como lo hará tu novio, sino como la zorrita que llevas dentro y está deseando que se la follen ahora y aquí mismo”.

Mientras te hablaba y una de mis manos sujetaba con gran fuerza tu tanguita tirando hacia arriba de él, la otra mano te sujetaba por la nuca con fuerza para mantener los labios bien cerca de los míos. Me excitaba tu carita de miedo en ese momento, no aguantaba un momento más.

-

“Por favor, déjame. ¡Me haces daño!, suéltame ahora mismo”, dijiste apoyando tus manos en mi pecho y empujando tratando de retirarte.

Mis labios se pegaron a los tuyos notando un delicioso sabor que tenía casi olvidado después de demasiado tiempo sin besar a una mujer. Mi lengua se introdujo en tu boca sin demasiada resistencia y por un momento me pareció que te estaba gustando hasta que comenzaste a empujar fuerte y mover la cabeza lateralmente para librarte de mi mano.

-

“¡¿Estás loco o qué?! Suéltame por favor y no diré nada. Sino empiezo a gritar ahora mismo”, dijiste con ojos realmente enfadados… posiblemente más por la indefensión y por sentirte dominada que por otra cosa.

Mientras seguía sujetando tiré con más fuerza de tu tanga por detrás escuchando como alguna fibra se rompía y deslizándolo violentamente por tu coñito y culito provocando que instintivamente tus manos fuesen a tratar de sujetar mi mano en tu espalda y evitar que tirase más aún de tu ropa interior.

-

“¡¡Aaauuuuu!!, me estás haciendo daño. Basta por favor”.

Mi mano seguía tirando de tu tanga desgarrando más fibras y casi levantando tus pies del suelo. Eso mantenía ocupadas tus dos manos tratando de evitar que tirase aún más… pero a la vez dejaba el camino completamente libre a mi otra mano que inmediatamente fue a tus pechos, empezando a sobarlos por encima de la camisa, empujando para que se viesen un poco más por tu escote. Te mantenías en un extraño equilibrio: de puntillas ligeramente inclinada hacia delante con las manos en espalda tratando de evitar que siguiese tirando de tu tanguita.

-

“¡Pero qué tetitas tienes Alis! ¿Qué pasa, qué te gusta ponerme cachondo enseñándomelas un poquito, verdad? Pues ahora te las estoy sobando por calientapollas. ¿A que te gusta que te den caña… di la verdad?”.

-

“¡¡Auuuu!!, para jolín, que me estás haciendo daño”. Tu cara de niña buena me miraba a los ojos pidiendo que parase, pero yo notaba como los pezones se iban endureciendo bajo el sujetador.

-

“Pero qué pezoncitos más ricos tienes preciosa. ¿Sabes?, creo que te los voy a comer hasta que gimas como una gatita”.

Mi mano seguía sobándote los pechos a placer por encima de la camisa, ya que tus dos manos seguían tratando de evitar que tirase aún más de tu tanguita por atrás. Incluso cuando comencé a desabotonarte uno a uno los botones de la camisa … tus manos seguían atrás … cuando seguí sobando tu pecho ahora solo protegido por el suave sujetador blanco … tus manos seguían atrás … hasta cuando retiré un tirante de tu hombro, bajando a continuación como pude el sujetador dejando tus pechos desnudos … tus manos seguían atrás.

-

“Para, por favor. Para”, dijiste mirándome a los ojos con cara aún de más niña buena.

-

“Pero qué zorrita estás hecha. ¿Qué pasa, que ahora me vas a decir que no te está gustando que te sobe un poquito estas tetas tan bonitas? No seas tonta y dime que te estás sintiendo como mi putita… con el tanga apretándote el coñito y las tetas en mis manos”.

Tus ojos ya no mostraban ese miedo y sorpresa inicial. Algo me decía que aunque seguías diciendo que te soltase, esos ojos no podían engañarme… esos ojos mostraban signos del placer de sentirte dominada completamente, del placer de sentirte sobada en un ascensor, de no saber porqué tu cuerpo y tu cabeza decían cosas diferentes.

Con tus pechos ya desnudos y expuestos, mi mano cambió de objetivo y mirándote a los ojos profundamente y aprovechando tu postura de puntillas ligeramente inclinada hacia delante mi mano se introdujo por la cintura de tu pantalón y de un solo movimiento se coló por debajo de tu tanga roto cubriendo tu monte de Venus y quedando un dedo exactamente en tu clítoris.

-

“¡¡Aahhhhh!!, pero… que … que … ¿qué haces?”.

-

“Mira tú que tenemos aquí. Un coñito depiladito entero. Pero bueno, bueno. No sabía yo que mi vecinita se cuidaba tanto y se depilaba el coñito. ¿Qué pasa, que te gusta parecer una nenita o qué? Igual lo que te gusta es que te lo cojan así como te tengo ahora, ¿no? ¿Es eso lo que te gusta a que sí? Seguro que sí, que lo llevas deseando desde mucho tiempo. Pero qué putita más deliciosa tenemos aquí”.

Mi rápido movimiento hizo que te sintieras completamente expuesta y vulnerable. Me sorprendió que no te resistieses lo más mínimo… como deseando que llegase hasta el fondo. Desde el momento que toqué tu entrepierna noté como estabas mojadita, me hiciste sentir que te estabas abriendo para mí y de hecho retiraste una de las manos de tu espalda para ponérmela sobre el hombro… como abrazándome. Tus pezones se endurecieron y tu cuerpo se estremeció al momento y un apagado gemido me hizo saber que te gustaba sentirte dominada … sentirte violada. Mis dedos comienzan a moverse al instante, explorando tu agujerito para recoger el flujo y llevarlo a tu clítoris y así poder acariciarlo suavemente. Lo noté palpitar y tan húmedo que mi excitación en ese momento era ya absolutamente imparable.

-

“Este agujerito te lo voy a follar bien follado. Me tienes cachondo perdido desde hace dos años Alis y hoy por fin voy a hacer contigo todo lo que me apetezca. Te lo voy a dejar chorreando de leche. Vamos abre un poquito las piernas y deja que te meta mano como la putilla que eres”.

-

“¡Aahmmmm, mmmhhh!. Para por favor… ahhhh … para. No me hagas esooo” dijiste a la vez que, no sé si consciente o inconscientemente tus piernas se abrieron un poco dejando paso a mi mano.

La mano que sujetaba con fuerza casi violenta tu tanga, ya había disminuido completamente la presión a lo que respondiste colocando tu brazo, al igual que el otro, sobre mis hombros. Quedaste como colgada de mi cuello, con las piernas medio abiertas dejando que una de mis manos te cogiera por la entrepierna sobándote el clítoris sin oponer resistencia.

-

“Para por favor… para y déjame marchar… no diré nada a nadie”… tus palabras te traicionaban porque pedías una cosa pero tu cuerpo se dejaba hacer lo que yo quisiese haciendo que mi excitación fuese más y más en aumento hasta límites que no había llegado jamás.

La mano que casi había arrancado tu tanga pasó por delante ahora para abrir los botones de tu vaquero, dejando más movimiento a la mano que ocupaba tu coñito y a la vez permitiendo que mi segunda mano se metiese por detrás para sujetar bien fuerte tu culo.

-

“Cállate zorrita… tu cuerpo te está traicionando y estás pidiendo más guerra. Pero qué culazo te gastas Alis. ¿Sabes cuantas veces he fantaseado con follártelo?. Pues hoy lo haré. Después de follarte este coñito será el turno de este culito tan bonito”, dije estrujando todo lo fuerte que pude tu culo.

-

“Mmnnnnhhh, aaahhhhh, por favor… para yaaaaa”.

Mientras yo te sobaba y tú prácticamente no oponías resistencia física alguna y gimoteabas al hablar mi boca volvió a buscar tus labios para besarte y para volver a sentir la calidez de tu lengua. Esta vez, no solo permitías el paso de mi lengua, sino que movías los labios besándome con los ojos cerrados mientras mi dedo masajeaba fuerte tu clítoris por debajo del pantalón.

Así estuvimos un buen rato hasta que lo mojado de tu coñito y tus gemidos me hicieron pensar que si seguía tocándote podría hacer que te corrieses… y antes quería hacer algo más.

Sin mediar palabra, retiré mis labios de los tuyos, saqué las manos que jugaban por debajo de tu pantalón y de un solo golpe te bajé los vaqueros y lo que quedaba de tu tanga hasta medio muslo, arrancándote un gemido de sorpresa. Inmediatamente después presionando sobre tus hombros te obligué a ponerte de rodillas en el ascensor parado entre dos pisos.

-

“Ahora ponte de rodillas pequeña Alis… quiero comprobar aquí mismo si eres buena mamando pollas o no”.

-

“No por favor, aquí no. Nos puede pillar cualquiera. Por favor… nnnggooo”.

Según rogabas que no me saqué la polla para metértela de un buen golpe en la boquita haciéndote callar y sin demasiada resistencia por tu parte.

-

“Mírate qué zorra que eres. Así con la ropa medio arrancada, desnuda, enseñándolo todo y mamándosela a tu vecino en el mismo ascensor. Pero cómo sabía yo que te encantan las pollas”.

Mi polla estaba durísima y sobre todo con la cabeza realmente hinchada de la excitación y comencé a follarte la boquita sujetándote la cabeza por detrás suavemente hasta que de repente el ascensor comenzó a moverse sobresaltándonos a los dos. Por suerte no se detuvo en el piso siguiente y me dio tiempo de volver a pulsar el Stop y oprimir el botón de mi piso.

-

“Será mejor que vayamos a mi casa. Te tengo preparada una sorpresa zorrita. Ven levántate”.

Sujetándote por los hombros te levanté en volandas con facilidad para cogerte en brazos. Tus pantalones y tanga seguían por las rodillas y tu camisa abierta con el sujetador descolocado dejando tus precisos pechos a la vista, te daban un aspecto brutalmente irresistible.

-

“¡Aahhh!, pero, pero… ¿qué haces? … basta por favor, déjame en el suelo. Deja que me vaya, esto es una locura”, dijiste con voz muy baja mirándome a los ojos… con esos ojos… esos ojos que te traicionaban.

Tu boca decía una cosa, pero tus ojos decían la verdad. Mostraban excitación, me miraban pidiendo más, sin mostrar ningún miedo en tu mirada… sino deseo. Deseo de que ahí mismo, medio desnuda, en la puerta de mi casa te follase contra la pared hasta llenarte de mi leche. Estaba seguro de que si te lo hacía ahí mismo ibas a gemir como una perrita en celo… pero quería algo más de ti. Quería alargar lo más posible esa excitación y no limitarlo a un polvo rápido en el ascensor. Te había deseado durante demasiado tiempo como para acabar en 5 minutos. Habías sido mi objetivo durante tanto tiempo que necesitaba jugar y jugar contigo. Necesitaba utilizarte a mi antojo tranquilamente hasta que no pudiese más… y tu mirada me estaba diciendo “haz conmigo lo que quieras”.

No sé como abrí la puerta de mi casa contigo en brazos, ni sé como la cerré una vez dentro. Solo recuerdo que en el momento que nos encontramos fuera de la vista de posibles vecinos curiosos tus labios entreabiertos no hablaban… pero pedían algo, o sea que así, en mis brazos volví a pegar mi boca a la tuya. Te besé como pude metiendo mi lengua todo lo que pude, mientras no sé como una mano iba a tu culo desnudo para acariciarlo mientras te seguía manteniendo en brazos. Una mano que acariciaba tu culo mientras el pulgar se introducía entre tus piernas para acceder a tu clítoris nuevamente, acariciándolo fuertemente mientras tus brazos se enroscaban en mi cuello.

-

“Mmmmhhhhh …. Ahhhhhhh”, sonaron dos gemidos en tu boca pegada a la mía mientras tu empapado clítoris volvía a ser alcanzado.

-

“Pero qué ganas tienes de una buena polla. Estás empapada mi pequeña zorrita”, te susurré retirando mis labios de los tuyos un momento, a la vez que hice que mi pulgar se introdujese en tu coñito.

-

“¡¡Aahhhhhh!! … paraaaaa, por favor. Para, no sigassss”.

La postura hizo que casi sin quererlo mi dedo se clavase de golpe hasta el fondo de tu empapado coñito, dejando el resto de la mano sujetándote el culo. Mi boca volvió a pegarse a la tuya mientras tu cuerpo no mostraba la más mínima oposición… al contrario, pues tus brazos abrazados en mi cuello y los movimientos de tus labios pegados a los míos te delataron completamente.

Tras un par de minutos teniéndote así en brazos penetrada por mi pulgar y comiéndote la deliciosa boquita llegó el momento de poner en práctica la sorpresa que te tenía preparada. Te lancé sobre el sofá de la sala para inmediatamente comenzar a arrancarte la ropa que aunque no cubría demasiado, aún tenías puesta. Primero fueron los zapatos para ir a por el pantalón vaquero y los restos de tu tanga, dejando desnudas esas preciosas piernas que tanto había deseado.

-

“Aahhh, no por favor… basta. Me haces daño”.

Después unos tirones a tu camisa y a tu sujetador tu cuerpo quedó completamente desnudo frente a mí, si bien tratabas de cubrir tu pecho y tu coñito como podías con las manos.

-

“No hace falta que te cubras zorrita… ¿crees que no te he visto ya desnuda o qué? Además te voy a seguir viendo durante un buen rato o sea que no te me hagas ahora la estrecha. Solo mírate el coñito chorreando y reconoce que estás deseando recibir más polla”.

Tomando unas cuerdas que había dejado preparadas, até con fuerza tu mano derecha a tu pie derecho e inmediatamente tu codo derecho a tu rodilla derecha.

-

“¡Pero, pero, qué haces por favor! ¡¡Basta, por favor, paraaa!!”, dijiste entre confusa y algo asustada tratando de evitar inútilmente que te atase.

Sin responderte hice lo propio con mano y pié izquierdos así como codo y rodilla izquierdos.

-

“Suéltame por favor. Esto no. Por favor… suéltame”.

En esa postura así atada noté un nerviosismo en tus palabras que me pareció real. Tal vez por la total indefensión de sentirte expuesta e indefensa… pero la verdad es que me excitó muchísimo el pequeño temblor que noté en tu voz al notarte atada. Necesitaba algo más que follarte rápidamente en un ascensor… quería tenerte dominada durante el tiempo suficiente para dominarte y resarcirme de tantos meses deseándote.

-

“Basta, suéltame y te prometo que no digo nada por favor. No sigas, por favor te lo pido. ¡Suéltame por favor!”, rogabas mientras forcejeabas inútilmente contra mis ataduras.

Una vez bien atadita te coloque en la mesa de comedor atravesada, con la cabeza colgando por un lado y el culito justo en el opuesto para, con una cuerda pasada por debajo de la mesa, atar de manera muy tirante tus dos rodillas, separándolas en una postura que te dejaba absolutamente abierta, expuesta e indefensa a mis caprichos. Mirabas nerviosa de un lado a otro a la vez que tratabas inútilmente de soltar tus ataduras… pero era imposible. Había estado pensando durante meses la forma de atarte para hacerte todo lo que desease y era imposible que consiguieses soltarte hasta que yo quisiese.

-

“Lo primero vamos a estar seguros de que estaremos un ratito tranquilos”, dije a la vez que cogía tu mochila y rebuscaba en su interior hasta encontrar tu teléfono móvil. “Por lo que veo dentro de la mochila ibas al gimnasio, ¿no?”.

Mientras te hablaba, mi mano no pudo evitar ir directa a tu coñito para empezar a jugar extremadamente suave con tu clítoris haciendo pequeños círculos a su alrededor.

-

“Sí, sí… iba al gimnasio … suéltame por favor”.

-

“¿Habías quedado con alguien allí o pensabas estar sola?”… mientras mi mano seguía jugando con ese delicioso y empapado clítoris.

-

“N… n … noo. Ha… había quedado con Ca … Ca … Carool”, tus ojitos volvían a traicionarte y tu gesto mordisqueándote el labio inferior entre tartamudeos y gemidos no daban lugar a dudas.

-

“Pero cómo te gusta que te toquen vecinita. Mira que pensaba que tenías que ser una zorrita… pero tanto … eres una super zorrita”. Los círculos de mis dedos alrededor de tu clítoris eran a veces lentos… a veces rápidos, pero siempre terriblemente suaves. “Pues tienes que llamarla y poner cualquier excusa de por qué no vas. Que suene convincente, ¿eh vecinita?”.

-

“Va… va… aaahhh… vale. Pero pa… pa… paraaaaa, por favor”.

Desbloqueé tu teléfono y no me fue difícil encontrar el nombre de Carol en tu lista de contactos o sea que llamé y una vez comprobé que daba señal de llamada sujeté tu teléfono contra tu oído para que pudieses hablar con ella a la vez que dejaba tu coñito y pasaba a masajear suavemente tus pechos y jugar con tus pezoncitos.

-

“Ho… hola Carol. Oye, que no voy al gimnasio. No me esperes. He dormido super mal porque me duele la cabeza y prefiero quedarme en casa tranquila”.

-

……………………….

-

“Sí, tranquila, e… e … estoy mejor, pero no me apetece ir”. Mi suave sobada de tus tetas también te provocaba una enorme excitación que no podías ocultar al hablar.

-

……………………….

-

“Vale, vale, bueno”.

-

……………………..

-

“No, no te preocupes. No hace falta. Ya … ya …”

-

………………………

-

“Carol, ¡eh Carol!”… “Ya está. Ha colgado”, me dijiste mordiéndote nuevamente el labio inferior mientras una de mis manos seguía masajeando tus preciosas tetas.

Dejé el teléfono en el sofá para escuchar si alguien te llamaba.

-

“¿Todo OK?. ¿Eres toda mía?”. Mi mano volvió a tu coñito provocando de nuevo tus gemidos inmediatos.

-

“Aaahhhh. Basta por favor. Sí… digo no … o sea Carol irá sola al gimnasio pero me ha dicho que luego se pasa por mi casaaaa … ahhhhhh … a … a ver cómo estoy”.

-

“Vaya… o sea que luego se pasará por aquí tu amiguita … bueno … tenemos un rato tú y yo solitos. Ya pensaremos luego lo que hacemos con esa amiguita tuya. ¿Esa es la rubita de ojos azules, no?”

-

“Aaaahhh … mmmmhhhh … si … sí. Para por faaaavor”. En ese momento mi mano ya masajeaba directamente tu clítoris, jugando con fuerza con él y haciendo que te estremecieras. Me encantaba verte así y jugué contigo hasta notarte próxima al orgasmo… tu cuerpo completamente tenso. Yo seguía completamente vestido con traje (únicamente con mi polla fuera de tu anterior pequeña mamada) mientras tú, atada y completamente expuesta, eras la víctima de mis juegos.

-

“No quiero que te corras sin pedirme permiso… ¿está claro vecinita? Sólo te correrás cuando yo quiera… sino tendré que castigarte. ¿Me has oído, vecinita?”, mientras te hablaba mis dedos jugaban con tu coñito, se introducían en su interior, volvían a masajear tu clítoris, volvían a introducirse… todo el mayor de los cuidados para tratar de mantener a tope tu excitación.

-

“Siii, ssiiii… paraaa por favor. Ahhhhh, ahhhh. No aguanto másss”, gemías sin poder contenerlo cerrando completa y suavemente los ojos.

Entonces sin avisar dejé de sobarte haciendo que abrieses los ojos mirándome fijamente con la respiración completamente acelerada provocando que tus pechos subiesen y bajasen de forma absolutamente irresistible.

-

“Ahora que te tengo bien calentita quiero que me enseñes lo bien que la chupas solita mientras me quito la ropa”.

Me coloqué a la altura de tu hombro, lateralmente con la polla justo al nivel de tu boca, para que simplemente girando la cabeza pudieses alcanzarla. Estaba absolutamente dura, apuntando al techo y sobre todo con un glande realmente hinchado de la excitación. Sin que hiciese falta insistir, te lanzaste a por ella abriendo la boca, como con ansias de sentir tu boca bien llenita.

-

“¡¡Aaaahhhh!!, pero que cabrona que es mi vecinita… eso me ha encantado. Menuda pequeña mamona estás hecha. Me encanta, vamos sigue…”.

Ahora fui yo el que no pudo contener un gemido al notar tus labios alrededor de mi polla y tu cabeza moviéndose de un lado a otro para comérmela. Ni una sola objeción, ni una sola queja… simplemente obedeciste y comenzaste a mamármela ansiosa mientras comenzaba yo a desvestirme muy lentamente disfrutando del momento. Primero la chaqueta, luego la corbata, la camisa, zapatos, calcetines, pantalón y calzoncillo cayeron poco a poco al suelo… más o menos lejos dependiendo posiblemente de lo profunda que estuviese mi polla en tu garganta. Era yo en esos minutos quien gemía notando tu lengua, tus labios y tu garganta cuando tratabas de metértela bien dentro hasta quedarme yo también ya completamente desnudo con mi ropa esparcida por diferentes rincones del salón.

-

“Pero qué zorrita que estás hecha Alis. Como te gusta mamar. Me quieres exprimir la lechita, ¿verdad?. Ven aquí déjame ahora que sea yo quien te folle esa boquita. Quiero metértela hasta el fondo”.

Seguías con la respiración absolutamente acelerada cuando cambié un poquito de posición poniéndome alineado con tu cuerpo, de forma que simplemente inclinando hacia atrás tu cabeza tenía tu boquita para follármela a placer. Sujeté con una mano tu cabeza por la nuca mientras la otra la dirigía nuevamente a tu coñito para poder acariciarlo. En esa postura tu garganta quedaba completamente accesible y empecé a moverme dentro de tu boca. Mis primeras entradas fueron suaves, pero en seguida empecé a empujar hasta notar como mi hinchadísimo glande penetraba tu garganta. En tu cuello veía perfectamente hasta donde llegaba mi penetración. Primero fueron entradas rápidas hasta el fondo, arrancándote pequeñas arcadas que controlabas perfectamente y luego jugaba contigo dejando la polla ahí clavada unos breves segundos para no dejarte respirar mientras mis dedos seguían masajeando cada vez más rápidamente tu coñito.

-

“Eres maravillosa Alis mamando una polla… quien iba a decir que esta carita de buena se convertiría en una zorrita come-pollas en cuanto se calentase un poquito… te entra entera… mmmhhhhh …. Joder…. Qué maravilla. Tienes que haber practicado un montón para hacerlo tan bien zorrita mía”.

-

“Mmmhhhh, mmmmmgggggg”, tratabas de decir algo con mi polla clavada hasta el fondo.

-

“¿Quieres decir algo?, dije sacándote un segundo la polla de la boca.

-

“Necesito correrme por favor, negggggcccaaamm…” mi polla volvió inmediatamente a penetrarte.

-

“Córrete cuando quieres. Vamos, quiero que te corras con mi polla bien metida en la garganta”

La mano que te sobaba el clítoris lo hizo lo más rápido posible a la vez que mis pollazos en tu garganta eran más y más rápidos. Tu cuerpo se tensó aún más y tus puños se cerraron fuertemente a la vez que tus gemidos comenzaron a ser gritos apagados por tener la boca llena. Mientras te corrías seguí masajeando tu clítoris y noté que yo tampoco aguantaba un momento más. Deseaba probar tu coñito, pero en ese momento, tu mamada era tan absolutamente profunda y deliciosa que dije… aquí va mi primera corrida para llenarle le leche la garganta a mi vecinita.

Tus gemidos apagados por mi polla se mezclaron con los míos cuando empecé a correrme en lo más profundo de tu boca. Presionando lo más profundo posible comencé a correrme en tu garganta. Hacía tanto tiempo que no hacía eso que mi excitación era brutal. Con la polla completamente clavada en la garganta no sé cómo pudiste tragar todo, porque mi corrida tuvo que ser enorme. Desde la primera a la última gota de mi leche fueron al fondo de tu garganta sujetándote en ese momento la cabeza con las dos manos te metí la polla lo más profundo que pude, aplastando mis huevos contra tu cara para descargar bien dentro toda mi leche sin dejarte respirar por unos segundos, para luego sacarla de golpe haciendo que comenzases a respirar aún más aceleradamente si cabe.

-

“Ahhhh, ahhh, ahhh … eres un cabrón … te has corrido en mi garganta. Ahhhh, ahhh,… casi no podía respirar”.

-

“Y tu una delicia de vecinita obediente”

Sin dejarte hablar mis labios se pegaron a los tuyos y respondiste al beso moviendo cálidamente tu boca.

-

“Me encantas zorrita… prepárate porque te vas a correr hoy unas cuantas veces”.

-

“¿Quee¨? … basta por favor, suéltame ya. Ya has jugado conmigo. No diré nada te lo prometo”.

-

“Claro que no dirás nada… te lo estás pasando genial tú también. Te gusta sentirte utilizada, ¿te crees que estoy ciego? Estas deseando que te folle ahora mismo… pero poco a poco. Tenemos tiempo”.

Sin dar más tiempo a continuar la conversación coloqué una silla pegada a la mesa justo a la altura de tus piernas abiertas… y mientras mis manos volvían a coger tus pechos para sobarlos, mi lengua empezó a lamer tu coñito arriba y abajo. Jugaba principalmente con tu clítoris, pero también intentaba follarte con la lengua metiéndola todo lo profundo que podía y bajándola hasta tu también expuesto culito, rodeándolo y lamiéndolo también.

-

“¡¡Aahhhhh!! … ¡¡paraaaaa, ahora no hagas esooo!!”.

Justo tras el orgasmo, tu híper sensibilidad hacía que intentases retorcerte ante mis nuevas caricias… pero fueron solo unos segundos de forcejeo para luego volver a relajarte y dejar que te comiese el coñito suavemente.

-

“Joderrr… para por favor… me vas a volver loca”, rogabas mientras estirabas el cuello apretando los puños al máximo al notar mis juegos en tu súper excitado clítoris.

-

“Pero qué rica estas Alis. Jamás había comido algo tan delicioso como esto. Me encanta. Tú relájate… necesito unos minutos de descanso… pero enseguida vas a notar mi polla abriéndote ese coñito… y este culito”. Abriéndolo un poquito con los dedos, mi lengua se concentraba en el clítoris pero te lamía completamente esos deliciosos jugos que me estaban volviendo loco”.

Mientras mi lengua recorría una y otra vez ese delicioso coñito, mis manos estiradas alcanzaban tus dos pechos para masajearlos y jugar con los pezoncitos. El sabor de los jugos de tu coñito me estaba volviendo loco y solo paraba de comerte para soplar ligeramente haciendo que se enfriase ligeramente ese clítoris que poco a poco volvía a reaccionar de manera normal.

-

“Quiero notar cómo te corres así, solo con mi lengua vecinita. No te imaginas lo delicioso que está este coñito así depiladito”, y seguí unos segundos más comiéndote suavemente. “¿Por qué te lo depilas zorrita?, ¿pensando en mostrarte así bien abierta de piernas a cualquiera?, ¿te gusta que te lo coman así tranquilamente, a que si?” y vuelta a comerte mientras un dedito entraba hasta el fondo de tu caliente coñito.

-

“Aaaahhhhh, jolin, paraaa. Aaaahhhh. No te soporto, paraaaa”.

-

“Te he preguntado algo. ¿Te lo depilas porque quieres enseñarlo, a que sí?”.

-

“Aahhhh, bastaaaa. No, me … me … gusta asíiii sin más” … un pequeño pellizco en tus dos pezones te hizo reaccionar rápidamente. “¡¡Aauuuu!!, suelta por favor, me haces daño”.

-

“Dime la verdad… te gusta sentirte un poco putita así con el coñito depilado, ¿a que sí?”, nuevamente caricias y lengua suavemente en el clítoris mientras el dedo entraba y salía de tu coñito.

-

“Aaahhhh, si. Me gusta, jolin…. Siiiii, me gusta verme asíii”.

-

“Mmmhh pero qué rica estás … a partir de hoy vas a ser mi pequeña zorrita … con las ganas que yo te tenía … encontrarme ahora con este coñito depiladito como el de una niña … creo que te voy a comer un ratito cada día”.

Una de mis manos seguía estirada jugando y estrujando tus pechos, mientras un dedito de la otra estaba clavado en tu coñito, un segundo dedo de esa mano comenzó a presionar tu culito, encontrando poca resistencia y clavándose también hasta el fondo entre tus gemidos.

-

“Pero buenooo… ¿y este culito tan tragón? … ¿Qué pasa, a ver si va a resultar que este culito está bien acostumbrado a recibir pollitas? … ¿Eh? … vamos dímelo”.

-

“Ahhh... Joer… paraaa por favor… no te aguanto máaaas”.

-

“Dime, ¿a que tus novietes se han follado ya este culito? … dime la verdad”.

-

“Aaaahhhh … siiiiii … me lo han hecho por detrás, síiiiii … ahhhhh”.

-

“Pero qué golfa que eres… o sea que te encanta seguro notar cómo te dan por el culito”.

-

“Aahhhhh… síiiii, me encantaaaa, pero házmelo despacio por favooooor”.

La comida delicada, suave a veces y más rápido otras continuó hasta que mi polla volvió a ponerse realmente dura y preparada para follarte… pero tus gemidos iban en aumento y quise ver cómo te corrías mientras te comía, por lo que seguí y seguí todo lo rápido que pude viendo como tus músculos se tensaban, cómo tu coñito presionaba el dedo que lo ocupaba y cómo tu culito se contraía al máximo presionando increíblemente mi otro dedo. Noté también como tus pezones se ponían durísimos arrancando más y más gemidos cuando jugaba con ellos. Mi excitación notando esa presión era increíble… deseaba penetrarte en ese mismo momento… pero seguí hasta que te corriste como una loca.

-

“Mmhhh… pero qué rica estás. Vámos córrete, saca esa zorrita que llevas dentro… mmhhh”… mi boca volvía a tu clítoris.

-

“¡¡Aaaaahhhhhh!!, no pareeees…. Ahhhhhhh, ahhhhh, ahhhhh. Para, paraaa, que ya no te aguanto… paraaaa”.

Tu corrida me excitó aún más y mi polla me pedía entrar dentro de ti ya mismo o sea que mientras aún tratabas de controlar tu respiración tras el orgasmo, saqué mis dedos de tus agujeritos, me levanté y enfilando mi polla justamente a tu culito a la vez que mi boca se lanzaba a por la tuya y mis manos estrujaban con gran fuerza tus dos pechos… comencé a presionar. Ese culito me había encantado y quería sentir cómo reaccionabas al sentirte sodomizada.

-

“¡¡Aummmmmm, nnnnnnnnngoooo!!”.

Tu gemido al sentir tu culito penetrado por mi polla durísima se ahogó en mi beso. Fui lo bastante brusco como para metértela hasta el fondo de un solo empujón… quería sentirme dominándote… que sintieses que estabas indefensa y que  podía hacerte lo que yo quisiese.

-

“Pero qué culito tienes, Alis… qué apretadito está. Me parece que a partir de hoy voy a tener que follártelo todos los días”, dije retirando mis labios de los tuyos.

-

“¡Auuuuu!, más despacio jolín… ahhhh”.

Me incorporé, tomándote por las caderas para poder ver mi polla entrando y saliendo de tu culito. La visión de tu coñito completamente depilado y ligeramente abierto por la presión de mi polla abriendo tu culito hizo que mi excitación fuese ya incontenible. Mientras con una mano te sujetaba por las caderas, con la otra me sujete la base de la polla para sacártela completamente y volvértela a meter suavemente pero hasta el fondo.

-

“Aauuuu, cabroooon, no la saqueees... déjala dentrooo”.

-

“Qué pasa zorrita, ¿te gustaba más mi lengua que mi polla en tu culito? … ¿No te gusta notar mi polla entrando y saliendo de este culito tan rico?.. ahora es mi turno de correrme y quiero llenarte de leche… a ver si te lleno el culito o el coñito… no lo sé aún donde correrme”.

-

“Déjala dentrooooo … auuuuu”

Tus caritas de dolor me excitaban más y más… pero aún me puso más cachondo el notar cómo esas caritas de dolor se iban convirtiendo en gestos de placer al sentirte enculada. Tu culito se notaba realmente forzado por las continuas entradas y salidas de mi polla… pero tu carita no podía esconder que poco a poco te iba gustando más y más. Sobre todo cuando dejé dentro mi polla moviéndola rápidamente a la vez que sobaba tu clítoris nuevamente.

-

“Pero qué cabrona eres mi pequeña… ¿ahora ya te gusta, a que sí?”.

-

“Aaahhhh… sí… joeeeer… así me encanta”.

Llegó un momento en que me movía lo más rápidamente posible metiéndotela lo más profundo posible… me encantaba… y tú no podías negar que estabas gozando de verdad. Así seguí unos minutos arrancando tus deliciosos gemidos hasta llegar un momento en que si seguí un segundo más me correría… pero aún no quise hacerlo … necesitaba seguir jugando contigo o sea que la saqué completamente y dando la vuelta a la mesa volvía a apuntar a tu boquita.

-

“Abre otra vez esa boquita cariño… me ha encantado lo bien que te entra mi polla hasta el fondo. Déjala bien lubricadita que luego voy a por tu coñito”.

-

“No, por favor, eso nmmmpppffff… aaggggghhhh”.

Sujetándote la cabeza sin compasión alguna te metí la polla hasta el fondo de la boca. La cerraste un poquito al ver que me acercaba, pero una vez notaste la polla dentro te limitaste a dejarte follar la boca sin oponer resistencia alguna. Volver a ver mi polla abultando tu cuello cuando entraba hasta el fondo me excitaba más y más. No sé ni cómo aguanté un par de minutos follándote otra vez la boca como quise porque las ganas de correrme eran brutales.

-

“Ahora prepara el coñito Alis… te lo voy a follar a pelo y me voy a correr dentro… más vale que tomes algo, porque te lo voy a llenar de lechita”.

-

“Mmhhhh, nggggoooo, ammmmmmfffff “, con la polla llenando tu boca no podías más que quejarte con gemidos… pero nada que pudiese entenderte.

Hasta que llegó el momento que ya no aguantaba más y sacándotela de golpe volví a dar la vuelta a la mesa para enfilar tu coñito.

-

“No por favor, no te corras ahí. Házmelo en la boca si quieres o ponte un condón tío por favor… por faaaaahhhhhh. ¡¡Mmmmhhhh!!”.

Tu gemido fue absolutamente claro… estabas deseando recibir mi polla en el coñito. Nuevamente tu cara no podía engañarme cuando la metí bien hasta el fondo y me mantuve aquí quieto unos segundos, llenándote de mi polla.

-

“Pero qué zorrita que eres y qué ganitas tenías de sentir este coñito bien, lleno, ¿no?”. Me empecé a mover primero suavemente para luego hacerlo más y más rápidamente.

-

“Cabrón, joder... Ahhhhh, no te corras ahhiiiii”.

No aguanté demasiado follándote por el coñito y a los pocos segundos ya no aguantaba un momento más y empecé a frotarte nuevamente el clítoris súper fuerte empezando a notar esas contracciones tan deliciosas que no resistí ni un momento. Metiéndola lo más profundo posible me empecé a correr dentro de ti, sintiendo nuevamente cómo te dominaba y cómo podía hacer lo que quisiese contigo… creo que fue la corrida más abundante y excitante de toda mi vida.

Quedé completamente agotado y sudando como un loco, gimiendo los dos, volcado yo sobre tu cuerpo, volviendo a alcanzar tus labios para besarte intensamente a la vez que mi polla se iba relajando en tu interior… necesitaba unos momentos de descanso y el beso nuevamente me supo delicioso, sobre todo cuando noté que respondías a él mientras notabas que mi polla se iba relajando aún en el interior de tu coñito… unos segundos de relax hasta que tu teléfono sonó y nos sacó de la relajación.

-

“Joder, quien te llama ahora”, dije cogiendo tu teléfono y mirando la pantalla. “Vaya, creo que es tu amiga la rubita. Si es que ya ha pasado más de una hora desde que hablaste con ella… ¿no dijo que iba a venir a tu casa? Cógela y dila que suba con toda la normalidad”.

-

“¿Qué suba?, ¿pero si en mi casa no hay nadie?”.

-

“Tú dila que estabas duchándote y que suba normal a tu casa”.

Te puse el teléfono en el oído y no dándote tiempo a pensar te excusaste por no haber respondido el teléfono del portal diciendo que estabas en la ducha a la vez que le pedías que subiese.

Colgué el teléfono y abrí el portal desde mi casa, escuchando que pasaba al interior de la casa dirigiéndose al ascensor.

-

“Muy bien Alis. Tendremos que improvisar algo. Estate calladita, yo me encargo”.

-

“¿Pero qué vas a decirle? Seguro que está ya en el ascensor”.

-

“Tu calladita hasta que yo te pida que digas algo… no hagas el tonto”.

Poniéndome un pantalón y una camisa a toda velocidad, busqué en tu bolso las que supuse eran las llaves de tu casa y sin tener muy claro qué podía hacer salí rápidamente al encuentro de Carol. Intenté abrir la puerta de tu casa, pero no me dío tiempo a hacerlo. En breves segundos se abrió la puerta del ascensor y rápidamente guardé las llaves en el bolsillo para forzar una sonrisa en mi cara.

-

“Hola”.

-

“Hola, ¿eres Carolina, verdad?”.

-

“Sí… ¿por qué me conoces?”, dijo con cara sorprendida.

-

“Soy Carlos el vecino de Alis. Alis está en mi casa cogiendo un pedazo de tarta de mi cumpleaños. Pasa un momento y si te apetece toma un pedazo. Creo que me ha dicho que se siente ya algo mejor”. No estaba demasiado convencido de poder hacerla pasar, pero posiblemente de forma inconsciente tu voz me ayudó mucho a convencerla.

-

“¡Carol, estoy aquí!”. La verdad es que no consigo entender porqué la llamaste y efectivamente terminaste de tender esa trampa a tu amiga voluntaria o involuntariamente. Todo era como un sueño más y más cachondo a cada momento.

Carol dudó un momento hasta escuchar la voz de su amiga y aún así pasó a mi casa con cierto reparo, pensando que era un poco inconexa la situación… en cualquier caso pasó y yo cerré la puerta tras de mí. Pasó hasta la sala de donde provenía la voz de su amiga … donde en cuanto entró se paralizó al encontrarse contigo completamente desnuda, atada y justamente tu coñito chorreante de semen y tu culito súper dilatado frente a ella. Desconozco si alguna vez os habíais visto desnudas mutuamente, pero con seguridad nunca antes en una postura como esa.

-

“Pe… pe… pero,  ¿Alis? … ¿Qué pasa aquí?”.

(Continuará…)

Comentarios acarlos_javier_gzlez@yahoo.es

Acabas de leer mi versión de lo ocurrido. Si quieres leer la versión de Alis, visita su perfil en esta página. El relato es “Mi vecino Carlos – escrito por Alis1990”.