Mi vecinita 8

Rafa nos cuenta porqué estaba tan cansado el domingo por la mañana...

Capítulo 8

-                     Hola. Tenemos que hablar.

-                     Pasa… ¿Qué sucede? ¿Por qué vienes tan pronto?

-                     Mis padres… mis padres vienen el martes… y los exámenes empiezan el lunes… Tienes que dejarme mañana para estudiar… No puedo venir aquí mañana… Cámbiame el día…

Recuerdo que lo primero que pensé fue: ¿Cambiarle el día? ¿De veras se cree que se lo voy a cambiar así como así? Imposible. Sin embargo la desesperación en su mirada, la insistencia en su súplica me obligaron a repensarme la respuesta. No me pedía que la eximiera de servirme, me pedía un aplazamiento. La razón era buena, tenía los exámenes el próximo lunes… Decidí asegurarme de la sinceridad de su súplica…

-                     ¿Cómo dices, esclava?

-                     Por… por favor amo… Cámbieme el día de servicio de mañana por otro…

-                     Me temo de que no podrá ser. Tú misma me has dicho que tus padres vienen el martes. ¿Cuándo podrías darme ese día de servicio? Dí.

-                     No… no lo sé… por favor. ¡Son los exámenes de selectividad! Me juego mi futuro… Tienes que dejarme el día… Perdón… por favor, se lo suplico. Te… te lo compensaré…

-                     ¿Me lo compensarás? ¿Cómo? ¿Cuándo? Ni tú misma sabrías decirme… Mira… haremos esto. Mañana te vienes… déjame terminar… te vienes con todos tus libros. Así cumplirás conmigo y podrás estudiar. Estudiarás en mi casa. Te prometo que dejaré algo de tiempo para que estudies. Ahora vete. Te espero mañana temprano.

Era evidente de que no me quería engañar. Realmente necesitaba estudiar. De modo que decidí darle ese tiempo pero en mi casa. No le pediría nada salvo que estuviese desnuda mientras estudiaba. Sí eso haría. Pensé en comunicárselo de este modo. Pero enseguida pensé que si no le decía nada, pondría a prueba su determinación a servirme y cumplir con la palabra que me había dado. Satisfecho conmigo mismo, decidí llevar a cabo mis planes más inmediatos. En primer lugar descargaría todas las grabaciones en el ordenador y después editaría el resultado. Con un poco de suerte tendría una película casera decente. Con tres cámaras rodando desde ángulos distintos no me sería difícil conseguir un buen material para hacerme mis pajillas en su honor cuando Coral no pudiera atenderme en persona.

Lo primero que hice, fue preparar la salita para que Coral pudiera estudiar con total comodidad al día siguiente. Saqué la tarjeta de memoria de una de mis cámaras y la reemplacé por otra sin usar. Después coloqué la cámara debajo de la mesa donde según mis cálculos podría disfrutar de una panorámica más que interesante. Y quizás también, de algún espectáculo no apto para menores. Coloqué la segunda cámara en una posición más visible, casi enfrente de donde se tendría que sentar, quería que Coral supiera que la tendría vigilada. La tercera la grabaría desde un costado, con un poco de suerte podría obtener un plano interesante. No tenía tantas memorias sin usar de modo que me apresuré a descargar en mi ordenador las que estaban en las cámaras. En cuanto las tuviese libres, las volvería a colocar en su sitio. Estaba realmente emocionado con la idea de grabar a mi esclava.

Descargar el contenido me llevó su tiempo. No porque tardase mucho en la descarga en sí, es que me entretuve mirando y estudiando las diferentes grabaciones. Al principio para asegurarme de que todo había salido como yo esperaba. Después por curiosidad, la idea de encontrar alguna pose especialmente sexy era más que atrayente. Finalmente por puro morbo, revivir las sensaciones del coito y sobre todo disfrutar de la visión del maravilloso cuerpo de mi vecina. No obstante, como quería dejar las cámaras preparadas, me di bastante prisa. Al menos eso era lo que pensaba yo. Durante todo el proceso, tuve levantada mi tienda de campaña. El palito de mi entrepierna, no podía estar más duro y tieso. Procuré no distraerme demasiado con las sugerentes imágenes que aparecían a toda velocidad por la pantalla del ordenador, tarea que pronto se volvió imposible.

Coral era una chica extraordinariamente hermosa. Su cuerpecito estaba deliciosamente bien formado. No tenía unos pechos demasiado exuberantes, eran más bien pequeñitos pero armonizaban perfectamente con el resto de su anatomía. Las turgentes y firmes mamas, tenían unos pezones sonrosados, rodeados de pequeñas areolas que resaltaban la juventud de su dueña. El casi permanente rubor en sus mejillas resaltaba la dulce inocencia reflejada en sus grandes ojos azules. La sonrisilla nerviosa, que no podía ocultar su miedo ni su orgullo. Las delicadas manos, las bien torneadas y larguísimas piernas, los firmes glúteos, no demasiado grandes, su vientre firme… Todo en ella me gustaba. Era una verdadera ninfa, por lo menos eso es lo que me parecía a mí que nada más verla desnuda en la pantalla me puso como un burro.

Una vez finalizada la descarga de todas las memorias gráficas, me fui derecho a la salita donde estaban las cámaras. Las manos me temblaban por la emoción, estaba ansioso por editar y ver con más clama aquellas grabaciones y me costó más trabajo del habitual colocarlas en su sitio. Cuando regresé a mi cuarto, allí estaban las tres Corales en tres pequeños cuadros. Podía observarla desde tres ángulos diferentes y eso convertía la escena en algo irreal. ¿Cómo se podría disfrutar de un mismo momento desde cuatro puntos de vista diferentes (las tres que veía ahora más la que tenía yo en mi memoria)? Allí estaba mi hembra, mostrándome a un tiempo sus pechos y su culito. La había disfrutado, y sin embargo, ahora que la veía de nuevo; mis recuerdos, no me parecían reales. Sí, eran reales, no cabía duda al respecto, pero porque lo estaba viendo delante de mí en la pantalla. Aquel que aparecía junto a la bella protagonista debía de ser yo. Ciertamente, era yo; pero apenas si daba crédito a lo que veía. Al verlo ahora desde fuera, me parecía una escena totalmente nueva, distinta. Y eso me enardecía aún más. Sin poder evitarlo, sin querer evitarlo, mi mano se asió a mi enhiesto miembro, dispuesta a sacar de él toda la calentura que se estaba apoderando de mí.

No os puedo explicar lo que sentía en aquellos momentos. Simplemente estaba enfebrecido. Mis ojos no se podían apartar de la pantalla ni mi mano de la polla. Coral revivía una y otra vez las calientes escenas que se había visto obligada a practicar conmigo. Desde su confesión forzada hasta el último polvo no dejaba de sorprenderme la cándida belleza de mi vecinita. ¿Cómo os podría explicar lo que es ver desde fuera lo que tú mismo has vivido como protagonista? Ahora que la veía resistirse otra vez, a mi chantaje… apreciaba nuevos detalles que no había advertido cuando todo sucedía en directo. Sus ojos llenos de coraje, determinación y orgullo claudicaban poco a poco a mis deseos. Los trémulos intentos por eludir el placer de mis caricias. La negación inicial del placer que experimentaba. Su inevitable y valerosa rendición. Su primer y abochornado orgasmo. El ambiguo abrazo de sus manos crispadas sobre mi cabeza. Aun sigo sin saber si trataba de apartarme o quería retenerme entre sus piernas… Cada vez que la visionaba mi mente me transportaba al delicioso pasado. Y  saboreaba con deleite una vez más su salado sexo, y me embriagaba de nuevo, con su olor a hembra encelada. Volvía a sentir su aterciopelada piel en las yemas de mis dedos, mis manos se perdían otra vez recorriendo sus temblorosos pechos...

Mientras, en el presente, cinco dedos luchaban incansables contra una terca y orgullosa columna aparentemente indomable. La cercaban, rodeaban y apretaban furiosos; la exprimían con ahínco… pero no la doblegaban, sólo la provocaban y enardecían. Y ésta, arrogante y engreída, se endurecía y tensaba obstinada, reacia a liberar su nívea simiente. A fuerza de ser sincero, no os puedo asegurar quién se mostraba más decidido. Si mi mano obstinada o mi altiva polla. Y en medio de esta enconada lucha me encontraba yo; dividido, en lo más profundo de mi ser. No deseaba claudicar tan pronto, pero al mismo tiempo buscaba con afán liberarme de aquella ansiedad. Como no podía ser de otro modo, al final mi polla se descargó en una violenta explosión. Un potente chorro de esperma, saltó y apunto estuvo de manchar el teclado. El orgasmo me había dejado satisfecho y feliz. Quizás más por lo que acababa de revivir que por la propia actividad onanística. Pero estaba ciertamente satisfecho. Y sin embargo…

Y sin embargo, mis ojos seguían clavados a la pantalla. En ella, coral seguía retorciéndose bajo mi peso, mientras se esforzaba por controlar su orgasmo. Paré la reproducción, tenía que lavarme las manos. Cuando regresé del baño, allí estaba ella, con sus tobillos en mis hombros, apretando los labios y cerrando los ojos, llena de vergüenza y pasión. Al instante, mi amiguito saltó como un resorte, dispuesto a disfrutar una vez más del magnífico espectáculo que le ofrecía aquella nena eternamente caliente.

Y lo mejor de todo es que lo tenía grabado desde tres puntos de vista diferentes. Si bien no disponía de un primer plano realmente cercano, sí disponía de buenos planos generales que si no uno, otro me mostraba con todo detalle la belleza de su entrega. A veces, me resultaba imposible decidirme entre uno u otro, los dos eran igualmente bellos y apasionados.

Y cuanto más miraba a la pantalla, más me excitaba. Por más que quisiera contenerme, no podía. Era imposible, el magnetismo de Coral follando por primera vez en su vida era irresistible. Volví a revivir la misma lucha que acaba de finalizar. Mi mano, una vez más, se enzarzaba en combate desigual con mi erecto miembro, que como siempre, volvía a resistirse. Estaba cansado, los ojos me picaban un poco, las horas habían pasado volando. Aún así seguía obsesionado con aquellos recuerdos. Enfrascado, con aquellas imágenes que no cesaban de aparecerse en mi mente y que volvía a rebuscar en las diferentes grabaciones. A veces las encontraba, otras no. Mas siempre me entretenía con otras igual de encendidas. Estuve así, pegado al ordenador, ni se sabe las horas. Al final, acabé exhausto, machacado. Me dolía la polla de tanto pelármela, y me lloraban los ojos de tanto forzarlos pegados a la pantalla. Me miré el reloj, eran más de las seis de la madrugada. Había logrado editar una pequeña parte del material que había conseguido, pero no podía continuar, el sueño me vencía. Me fui a la cama mientras Coral seguía mostrándose eternamente impúdica en mi calenturienta mente. Di gracias por estar tan cansado, de otro modo no hubiese podido conciliar el sueño.

Nada más caer sobre el colchón me despertó el insistente sonido del timbre. Estaban llamando a la puerta, me levanté sorprendido de ver la luz del sol. ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? Somnoliento, me dirigí a la entrada maldiciendo aquella visita inoportuna. Abrí de mala gana, dispuesto a despedir al que fuera de con cajas destempladas.

Era Coral, mi obediente esclava que se presentaba leal a su palabra. De repente recordé todo, lo vivido el día de ayer, lo revivido por la noche, y la estúpida idea de no transigir y cambiarle el día de servicio. Estaba enfadado, tenía sueño y no tenía ninguna gana de aguantar a nadie. Claro que no tardé en cambiar de parecer. Rápidamente, recordé todo lo que tenía planeado hacer y que estaba todo listo o casi. Así que aparentando normalidad le pedí que se desnudara. “A partir de hoy cada vez que entres en casa, será lo primero que hagas”, le dije. Ella respondió con un escueto sí señor y comenzó a desvestirse sin dilación. No diré que no me sorprendió, porque lo cierto es que no me esperaba una respuesta tan dócil. Pero como iba de acuerdo a mis planes, no le dije nada. Una vez estuvo desnuda, la conduje a la salita…

-                     Bien ¿Qué te parece?

-                     ¿Qué me parece el qué?... Perdón. No sé a qué se refiere señor.

-                     Pues a tu sala de estudios. He pensado que éste es el mejor modo de cumplir con tu promesa de servirme y estudiar. Así puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo. Para asegurarme de que aprovechas el tiempo, dejaré las cámaras encendidas.

Coral me miraba con los ojos como platos. No se acababa de creer lo que le estaba diciendo. Era evidente que no me engañó cuando me pidió que la dejara estudiar. Una amplia sonrisa le iluminó el rostro en cuanto comprendió que lo que le estaba proponiendo era real. La iba a dejar estudiar con total libertad, solamente que tendría que hacerlo en mi casa y desnuda.

-                     ¿Y los libros?

-                     En… en la entrada. Ahora voy a por ellos… Señor.

Y salió corriendo hacia la entrada como si temiera que podía cambiar de idea. Sin duda no se esperaba este gesto de mí, me llené de ufano orgullo por mi “brillante” idea. Ahora podría mostrarme magnánimo y generoso al tiempo que la chantajeaba y mostraba mi autoridad y dominio sobre ella. Y por si fuera poco, podría irme a la cama a echarme otro sueñecito… Realmente, necesitaba dormir un poco más. Se me cerraban los ojos a cada instante, cuando  la oí exclamar asustada. Me acerqué a ella para ve qué pasaba…

-                     ¿Qué te pasa ahora?

-                     Mis padres… llaman al teléfono. Tengo que contestar…

-                     Si te vistes no te dará tiempo a llegar. Coge las llaves de tu casa y ponte mi albornoz. Toma. No lo pienses más y date prisa.

Todavía me asombro ante la rapidez de reflejos que tuve estando tan amodorrado. El caso es que Coral aceptó mi ofrecimiento y salió corriendo por el pasillo mientras se cubría como podía con mi bata. Me quedé allí, en calzoncillos, apoyado sobre el marco de la puerta mientras la veía desaparecer por las escaleras. No cerré hasta que la oí abrir la puerta de su casa. Pensándolo mejor, decidí dejar mi puerta entreabierta para facilitarle el regreso. A través del pasillo me llegaba su conversación pero estaba tan adormilado que apenas si le presté atención. Me fui a la cocina a tomar algo para desayunar. Ya que estaba despierto, aprovechaba el tiempo. Me tomé una taza de leche, tampoco me apetecía mucho más. Después senté con la cabeza apoyada perezosamente sobre la mesa mientras esperaba impaciente su regreso. Cuanto antes regresara, antes podría echarme sobre mi mullida cama…

Al poco, llegó Coral; por lo menos eso me pareció a mí que estaba disfrutando de una agradable duermevela. Nada más entrar, comenzó a desnudarse sin que yo le dijera nada. Era una chica lista y se había vuelto a vestir en su casa. Todo esto me agradaba sobremanera, me resultaba mucho más satisfactorio doblegar a una joven espabilada que a una lela fácil de convencer; y al parecer ya lo había logrado.

-                      ¿Qué ha pasado?

-                     Mis padres, asegurándose de que estoy siendo una niña buena. Menuda bronca me han echado por decirles que estaba estudiando con música.

-                     ¿Estudiando con música?

-                     Sí… a mi padre no le gusta que escuchemos música mientras hacemos los deberes o estudiamos. Dice que nos distrae… Perdona que me haya vuelto a vestir pero como estaba en casa…

-                     Sí, sí lo comprendo. Por lo menos usas la cabeza… ¿Tienes móvil?

-                     Sí claro. ¿Por qué?

-                     Podrías haber puesto el desvío de llamadas…

-                     Pues tienes razón pero seguro que mi padre se entera. Y luego sería peor.

-                     Bueno, al menos ya sabes que no te volverá a llamar.

-                     No estés tan seguro. Seguro que llama por la tarde.

-                     Pues sí que te tienen controlada.

-                     No lo sabes tú bien…

Que la tuvieran tan controlada, era a la vez una maldición y una bendición. Por un lado, resultaba un fastidio tener que dejar regresar a mi esclava después de comer para que sus padres no se mosquearan. Por otro, el férreo control de sus padres me facilitaba el chantaje. Lo último que quería Coral es que sus padres descubriesen a lo que había estando jugando su hijita durante su ausencia. Coral había sido una niña muy traviesa, y no alcanzaba a comprender exactamente lo que harían sus padres si lo descubriesen. Pero no cabía duda de que mi chantajeada vecinita sí lo sabía o por lo menos, se lo imaginaba con bastante exactitud. Con aquello me bastaba, mientras les tuviese más miedo a sus padres que a mí, no tendría mayores problemas.

Sin entretenerla más, encendí las cámaras y la dejé sola para que estudiase. En cuanto todo estuvo listo, me fui a la cama, donde me dormí nada más caer en ella. Me desperté pasadas las doce. Los últimos acontecimientos me seguían pareciendo un sueño pero ahí estaban las pruebas. En la salita, una joven bien parecida, estudiaba y se preparaba los exámenes de selectividad completamente desnuda.  La sola idea, ya me calentó, pero me la había machacado tanto durante la noche, que mi polla se quejó de inmediato pidiendo un respiro. Era una verdadera lástima, una hembra tan apetecible y no poder follármela por mi mala cabeza. Ahora lamentaba mi falta de autocontrol, claro que cualquiera se resistía al material que tenía guardado en el disco duro. Eso me recordó que debía de hacer la copia de seguridad que por rutina efectuaba cada vez que guardaba algo nuevo en el ordenador. Soy informático y estoy obsesionado con las copias de seguridad ya que en más de una ocasión he visto peligrar mis trabajos por fallos o problemas con los dispositivos de almacenamiento.

Una vez efectuada la copia de rutina, me acerqué curioso a observar a mi “esclavita”. Debía de estar frustrada por algo, no paraba de moverse y rebullirse en su silla. Finalmente lanzó con rabia el lápiz mientras exteriorizaba su furia con un gruñido sordo. Era el momento de averiguar lo que pasaba.

-                     ¿Te pasa algo, esclava?

-                     ¿Qué?...

Debí pillarla por sorpresa. Estaba tan concentrada que no se había percatado de mi presencia. Un intenso rubor le subió al rostro, al parecer mi niña había estado haciendo travesuras y me las había perdido. Bueno, en realidad no me importaba, tenía bien registrado todos sus movimientos. Incluso aquellos que se hubieran efectuado por debajo de la mesa. Sin embargo, la frustración que manifestaba tenía otro origen, como descubrí algo más tarde.

“Los malditos problemas de matemáticas… no los entiendo”, comentó con enfado, más que evidente. Me aproximé a ella para conocer más de cerca la causa de sus desvelos. Me sorprendía que una chica tan inteligente como me parecía, y comentaban sus padres a todos los vecinos cada vez que tenían ocasión, tuviese problemas realmente serios con las matemáticas.

-                     A ver, déjame ver. Esto son matrices y determinantes… y esto integrales y derivadas… ¿no? No son tan difíciles si le coges el truco. ¿Quieres que te eche una mano?

-                     ¿Cómo? ¿Sabes de esto? Sí… Claro que quiero que me ayudes… Gracias…

Al parecer, no se imaginaba que pudiera tener conocimientos matemáticos de su nivel de instituto. Claro que era lógico. ¿Qué sabía ella de mí salvo que era su vecino? Nunca habíamos mantenido una conversación salvo la del otro día cuando comencé a chantajearla. Por un lado eso era bueno para mí, cuanto menos me conociera mejor, más problemas me evitaría en un futuro. Pero por otra parte, me desagradó que no supiera absolutamente nada de mí. Sí, me sentó mal que apenas me pudiese considerar un conocido después de lo que habíamos compartido. Menos mal que mi mente racional me sacó del estúpido embrollo en que me estaba metiendo mi loco romanticismo. Me centré en ayudarla lo mejor que pude con sus dificultades matemáticas.

Afortunadamente, Coral no tenía problemas excesivamente serios con las matemáticas. Lo que le pasaba es que se había hecho un lío con el método empleado por su profesor quien por lo visto, insistía mucho en relacionar la teoría explicada en clase con la solución de los diferentes ejercicios. Me limité a resolver los ejercicios directamente olvidándome de la parte teórica y centrándome en los aspectos prácticos a la hora de hallar las respuestas. Como no podía ser de otro modo, Coral comprendió en seguida la metodología que debía seguir en los diferentes ejercicios y pronto se hizo con ellos. Lo cierto es que ahora que los había entendido, se mostraba mucho más alegre y segura, incluso se diría que agradecida de conocerme. No os diré que no me enorgullecí porque lo cierto es que me halagó el sincero agradecimiento que recibí de ella. Hasta puede que diese por buena la pérdida de la virginidad a cambio de las lecciones… bueno eso sería exagerar pero lo cierto es que me sentí bien por haber podido ayudarla.