Mi vecinita 4
Después de lograr que Coral se corriese, me llegaba el turno a mí...
Capítulo 4
Sin perder tiempo, comencé a sorber y saborear sus deliciosos jugos. Mientras lo hacía, Coral se convulsionaba impotente ante la incontenible descarga orgiástica. Poco a poco el orgasmo fue perdiendo intensidad. Con los últimos estertores del intenso clímax, su cuerpo se fue relajando, una extraña paz se iba apoderando de ella. Aquello no me detuvo, Coral debía seguir disfrutando…
Debido a mi insistencia, mi hembra volvió a calentarse. Solo que esta vez no le permití ocultarse tras la almohada. Volví a recorrerla de arriba abajo, sin olvidarme de ninguna de sus zonas erógenas. Volví a besarla en la boca, y de nuevo me correspondió; esta vez, si cabe, lo hizo con mayor generosidad. Sin duda, mi potrilla estaba disfrutando de lo lindo. El rostro azorado, la respiración agitada, los incesantes jadeos y gemidos, los lascivos movimientos involuntarios, así lo indicaban.
Aquella niña me estaba volviendo loco, ya iba siendo hora de que ella comenzara a hacer su parte. Así que cuando más caliente estaba, me aparté de ella y me levanté. Ella me miró entre sorprendida, frustrada y enfadada. No comprendía la razón de aquel cambio. Claro que no tardó en comprenderlo. El rubor de su rostro se acentuó cuando finalmente entendió lo que quería de ella. Arrodillándose frente a mí, comenzó a bajar mis pantalones. Cuando finalmente descubrió al monstruo que se ocultaba tras mis calzoncillos, me pareció que se asustaba. Sus ojos no se apartaban de mi herramienta, como si le resultase imposible de creer lo que tenía ante ellos. Mi polla se mostraba completamente erecta, desafiante, presumiendo orgullosa de su grosor y tamaño.
- Vamos pequeña tócala, no te va a morder…
Coral acarició mi miembro con increíble suavidad, como si temiese hacerlo. Sus cálidas, suaves y menudas manitas lo abrazaron con una ternura que hacía tiempo no sentía. No pude evitar gemir cuando comenzaron a recorrerlo. Con una mano me masajeaba los testículos, con la otra, recorría incansable mi tronco desde la base hasta el capullo en un delicado y dulce vaivén. Aquella ninfa había nacido para complacer a un hombre.
- Lo haces muy bien… Dime, ¿habías pajeado antes a algún hombre? Tu… novio ¿quizás?
- Nnno… no… es… es la primera polla que veo… la primera que veo al natural. Quiero decir.
- Pues lo haces realmente bien… Yo diría que tienes un talento natural…
Coral apartó la vista de mí rápidamente visiblemente sofocada. Su rostro brillaba más que las luces de freno. La obligué a mirarme de nuevo, como se suele decir, tenía la cara más roja que un tomate. Mi polla se endureció de inmediato mucho más de lo que estaba. Realmente estaba preciosa.
- Quizás vaya siendo hora de averiguar lo que sabes hacer con esa linda boquita. Hazme una linda mamada…
- Nnunca…
- No te preocupes te iré guiando. Puedes comenzar dándome pequeños besitos y lametones…
Coral no se hizo de rogar y comenzó solícita a dar los pequeños besitos y lametones solicitados. Lo hacía con gran suavidad y delicadeza. Sus labios recorrieron incansables todo mi miembro sin apenas rozar mi piel. Aquello me excitaba de un modo que jamás hubiera sospechado. Antes de que empezara a cansarme, sacó la puntita de su lengua y comenzó a darme suaves lametones. Si sus carnosos labios ya fueron una delicia, su traviesa lengua era ahora una auténtica gozada. Apenas si podía reprimir mis ganas de agarrarla y metérsela en la boca. Pero decidí que era mejor dejarla hacer.
- Lo haces muy, pero que muy bien, pequeña. Tienes talento para esto. Vas a ser una gran felatriz… Ooh…Sí realmente muy buena. Ah… Creo que ya va siendo hora de que empieces a metértela en tu deliciosa boquita. Poco a poco, ya sabes, sin prisas.
Coral me miró como si no entendiera lo que le acababa de pedir. Pero la miré sin contemplaciones. No tenía más salida. Tenía que obedecer. Estuve tentado de agarrarle del pelo y empujarla contra mi polla. Pero era mucho mejor no hacerlo. Debía ser ella la que se obligase a cumplir con el trato. Mi paciencia tuvo su recompensa, a pesar de su reticencia inicial, mi chica comenzó a succionarme el capullo.
- Cuidado con los dientes. Sólo tus labios ricura.
El aviso era innecesario. Pero aquello la humillaba un poquito más. No venía mal rebajarla de vez en cuando para recordarle quién manda. Así me aseguraría su completa sumisión y entrega. No pude dedicarle mucho tiempo a mis pensamientos, la cálida boquita de mi chica empezaba a entrar en acción. Aquellos deliciosos labios envolvían mi capullo con firmeza mientras su lengüecita recorría una y otra vez toda su superficie. La calidez de su boca me envolvía mientras iba descendiendo a lo largo del tronco. Sus labios seguían apretándome, aferrándose a mí. Ni siquiera el aire podría pasar por aquel prieto sello de carne y su boca seguía bajando más y más...
Mi chica había engullido ya la mitad de mi estaca y entonces se detuvo. Ya no podía avanzar más sin provocarle arcadas, mi pene había llegado hasta su campanilla. La obligué a mirarme.
- No está nada mal para una primera vez, pequeña. No te preocupes ya llegarás más lejos. Supongo que no hará falta decirte lo que debes hacer a continuación… Eso sí, no dejes de mirarme… Una buena mirada es tan importante como la lengua en una felación de calidad…
Coral obedeció sin rechistar. Tampoco es que pudiera decir mucho con la boca llena. El caso es que la linda cabecita de mi chica comenzó a subir y bajar sin descanso con acompasado ritmo. Para qué os voy a engañar, no es que fuese la mejor mamada que me hubieran hecho en mi vida. Pero las ganas y el interés que le ponía compensaban de sobra su inexperiencia. Me estaba haciendo una mamada más que aceptable, yo diría que hasta buena. Me dejé llevar por las sensuales caricias de aquella tórrida boquita. Aquella chiquilla realmente tenía un talento natural para aquello. Cuando me quise dar cuenta, tenía mis manos en las sienes de Coral. Le estaba mesando los cabellos largos y sedosos. Suavemente, comencé a empujarla un poco cada vez que se introducía mi aparato. Al principio se resistía un poco, claro que cuando vio la expresión de mi rostro, cambió de opinión. Sin embargo no quería forzarla demasiado. Así que cuando noté que le venían pequeñas arcadas, dejé de presionarla. Claro que para entonces lograba enfundarse unos tres cuartos de mi polla. No estaba nada mal para una novata. ¿Y si no era tan novata al fin y al cabo?
- Lo haces muy bien muñeca… parece que tienes experiencia. ¿Has mamado muchas pollas?
- Gnnogg… No.
- No qué, muñeca.
- No mi amo. Nunca había mamado ninguna polla.
- ¿No? Para ser tu primera vez lo haces realmente bien. Debes de tener un talento natural para estas cosas.
- Gra… gracias. Amo.
- ¿Qué te parece si probamos algo nuevo? Túmbate en la cama.
Podría haber seguido disfrutando de aquella más que placentera felación. Pero si seguía con la misma, no tardaría en comenzar a follarle la boca para después correrme en ella. Y en este momento me apetecía disfrutar del resto de los encantos de mi chica. Coral obedeció con presteza. Sabía que no tenía alternativa. Supongo que ya se había resignado a perder su virginidad. Un pequeño suspiro se le escapó mientras se levantaba. Y otro más se le escapó cuando se tumbó sobre la cama y se abrió de piernas. Esto último yo no se lo había pedido así que estaba claro que no tendría que vencer ningún obstáculo más. Coral ya era mía. Se había entregado completamente. Había llegado el momento de cobrar la pieza…