Mi vecinita 21

Rafa nos sigue contando cómo le fue con las dos primitas... ¿Quién aguantará más?

Capítulo 21

Acababa de perder la razón, el dominio sobre mí mismo. Llevado una vez más por el deseo que se había apoderado de mí, había dejado de pensar. Y tenía muchas cosas en las que pensar y meditar detenidamente. Mi relación con Coral se estaba complicando más de la cuenta. Cierto que no había comenzado bien. Un chantaje no es un buen principio, pero tras los primeros juegos, había conseguido de mi vecinita que confiara en mí. Hasta había logrado que me declarara su amor. Cierto que fue una expresión fugaz sacada de un momento de placer intenso. Pero no por ello menos cierta. Sin embargo desde aquel momento, todo había ido de mal en peor. Por alguna razón que no acababa de entender, Coral me había pedido que chantajeara a Vero su prima. Entonces no lo sabía, pero Vero era la compañera de juegos de Coral el día en que las grabé por sorpresa follando como posesas, motivo por el cual pude chantajear a Coral. El caso es que Coral me había pedido que repitiera mi hazaña, y las grabara una vez más follando en la playa; ¡para que pudiera chantajear a Vero! ¡Pero si ya las tenía! El caso es que mientras las veía follar por segunda vez delante de mí. Y teniéndolas a mi alcance, no pude contenerme. Me presenté delante de ellas y me las follé a las dos en la playa. Lo mejor del caso es que Coral se pilló un rebote del copón, por haberme beneficiado a su prima. ¡Si me la había puesto en bandeja! No sabía qué pensar al respecto. Me tenía desquiciado, no hallaba ninguna razón lógica a su comportamiento.

Y ahora, una semana después de mi desafortunada actuación, me hallaba en la misma situación. Coral se había presentado en mi habitación junto con su prima con la sana intención de follar. “Si estaba enfadada conmigo por haberme follado a su prima, ¿para qué narices me la traía ahora de nuevo?”. El caso es que me las tenía que follar a las dos a la vez una vez más. Recurriendo a mi escaso ingenio, había logrado comprometer a las dos primitas en una dura competencia por mi polla. Después de pedirles que me hicieran un bonito streep-tease, con el que me demostraron sus habilidades artísticas y de seducción. Y de paso lo salidas que estaban. Bueno, pues después del streep-tease, comencé a masturbarlas con la condición de que la que primero se corriera, no disfrutaría de mi rabo. Como no podía estar más tiempo jugando con ellas, ya que me estaba cansando y para hacer las cosas más interesantes; les pedí que jugaran con un par de los consoladores que le había comprado a Coral. El juego ganó en intensidad e interés. La cosa se puso tan caliente, que perdiendo la razón como os he dicho, cambié las reglas del juego. Les presenté mi polla a las dos para ver qué hacían con ella. La reacción de ambas fue inmediata, se lanzaron a por mi zanahoria como si fuera lo más sabroso del mundo.

Ellas estaban tumbadas bocarriba jadeando como locas siguiendo el ritmo de sus caderas desbocadas. Me acerqué a ellas colocándome en el medio con mi ariete bien visible. Mostrárselo y lanzarse a devorarlo fue todo uno. Como quiera que en la posición en la que estaban no les facilitaba las cosas, se dieron la vuelta, se pusieron en cuatro y comenzaron a comérmela con tremenda dulzura. No dejó de sorprenderme el modo como reaccionaron. Supuse que se lanzarían como lobas hambrientas y se pelearían entre ellas por lograr el botín que se les ofrecía. Pero no fue el caso, con sólo mirarse se pusieron de acuerdo y perfectamente coordinadas, comenzaron a lamer y besar mi miembro al unísono. Después, si una se tragaba mi sable, la otra se dedicaba a saborear mis pelotas, para seguidamente intercambiarse sin protestas o quejas de ningún tipo. Me asombró tanta compenetración, no se dirigieron la palabra en ningún momento y sin embargo, se adivinaban las intenciones la una de la otra. ¡Ni que fueran gemelas y se comunicasen por telepatía! También en esta ocasión, se hicieron patentes las diferencias de carácter de ambas primas. Vero, aunque comenzó imitando a su prima, fue revelando su auténtico carácter con el paso del tiempo. Era mucho más enérgica en sus lametones, besos y chupadas. Coral en cambio, se mostraba más tierna y delicada en sus atenciones; más sutil, pero no por ello menos efectiva. Sobre todo si tenemos en cuenta que Coral, ya conocía mis gustos y debilidades en cuestión de felaciones, sabía llevarme al umbral del orgasmo sin dejarme alcanzarlo. Soy incapaz de describir el cúmulo de sensaciones que me producían el agudo contraste entre ambos modos de mamar. Me llevaban a la gloria a pasos agigantados, si les daba rienda suelta, en apenas unos instantes me derramaría en sus bocas. No podía permitírselo.

Me separé de ellas para consternación suya. Quizás lo hice demasiado bruscamente, pero es que estaba a punto de perder el control. Eran ellas las que debían alcanzar el orgasmo para dilucidar la ganadora. Así se lo hice saber en cuanto vi sus conatos de protesta. Era yo quien dictaba las normas, e iba a ser yo quien tomara las riendas y dirigiera todo el cotarro. Les pedí una vez más que se acercaran al borde de la cama y me enseñaran sin tapujos sus conejitos rellenos. Ambas se sobresaltaron ya que en el fragor de la mamada se habían olvidado de los consoladores que debían taladrarlas y llevarlas al orgasmo, tal y como les había indicado. No se lo tomé en cuenta. Después de todo, yo también me había olvidado de ellos. Sólo me acordé de ellos porque los había visto y los tenía ante mis ojos. Una vez en posición, continué con la jodienda. Nunca mejor dicho, porque lo que tenía pensado era follarlas lo más despacio posible. Sabía que estaban ardiendo, a punto de alcanzar el indeseado clímax que las haría perder; por eso quería prolongarles la incertidumbre y la agonía al máximo.

Si las cosas iban como tenía pensado, el deseo debía de estar consumiéndolas. No me equivoqué, sus lindos conejitos brillaban por la abundancia de los jugos desbordados. La tentadora oferta de aquellos calientes conejitos, era sencillamente irresistible. Estuve a punto de lanzarme a por ellos y saborearlos, pero preferí seguir con el plan. Tal y como estaba, lo más probable es que en vez de saborearlos, pasara directamente a devorarlos. De modo que preferí mostrarme cauto y no intentar cosas mayores antes de tiempo. Armado con los dos consoladores, me lancé decidido a conseguir el orgasmo de alguna de ellas. Bueno, si he de ser sincero, he de reconocer que buscaba el orgasmo de Verónica. Ya sé que no era justo, pero es que yo tenía una clara favorita y aunque guardase las apariencias, Coral, sería siempre Coral. No quería mostrar claramente mis preferencias para no herir los sentimientos de Verónica. Si la dejaba de lado o le daba mucha menos atención que a su prima, seguro que se originarían malos royos. Pero al mismo tiempo que guardaba las apariencias y trataba de ser lo más ecuánime posible, hacía todo lo posible por favorecer a mi chica sin que se me notase. Y todo eso, al tiempo que trataba de no dejarme llevar por la tremenda calentura que me dominaba y que no hacía otra cosa más que incitarme a que me beneficiara a una de las dos, sin importar quién fuera. Como podéis imaginaros, no era nada sencillo mantener el equilibrio.

Para exasperación de mis chicas, lo primero que hice, fue pasear los insensibles miembros de plástico sobre los delicadísimos pliegues de la entrepierna. La perceptiva y delicada piel, ya de por sí sobre excitada, les arrancó de inmediato un sentido gemido de… ¿deseo, desaprobación, expectación, queja? No sabría decirlo, pero al mirarles a los ojos se me quitaron las dudas. Más que otra cosa, estaban desesperadas, ansiosas por sentir algo duro bien metido entre sus piernas. Ya no estaban para juegos, querían que se las follasen con todas las de la ley. Pero por alguna razón, ninguna se quejaba. Habían aceptado mi juego con todas las consecuencias y lo más que se atrevían a hacer era lanzarme miradas cargadas de reproche con cara de pocos amigos. No me inmuté y proseguí con mi meticulosa tarea de volverlas locas. Paseé una y otra vez la punta de los consoladores por sus sonrosadas rajitas. Me cuidé muy mucho de penetrarlas con ellos, quería verlas suplicar. Mis niñas bufaban, se estiraban y removían cada vez más inquietas… finalmente fue Coral la que cedió primero. Sus ojos suplicantes me imploraron que dejase de torturarlas. Yo me hice el loco, ignorándola, y proseguí con lo mío. Como quiera que pareciera no hacerles caso, sus acciones se volvieron más desesperadas, más directas, hasta que finalmente, conseguí lo que quería. Que suplicasen por que las follase.

Empero no fue Coral la que suplicó primero, fue Vero la que no pudiéndose contener más; me pidió con todas sus ganas que la penetrase de una vez con aquellos trastos que no paraban de estimularla y sin embargo no la complacían. No puedo negar que aquello me complació, me llenó de orgullo. No por mí, sino por mi linda vecinita, mi querida Coral. A pesar de las apariencias que me indicaban que Coral estaba mucho más deseosa que su prima. Resulta que fue ella la que logró contenerse más y mantenerse en el juego sin ceder. Le sonreí como muestra de aprobación y orgulloso agradecimiento. Sin embargo, no podía ignorar la implorante demanda de Verónica…

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¿Queréis que os folle con estas cosas?

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Sí… sííí… No puedo más… (Dijo Verónica a pleno pulmón, completamente desinhibida.)

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Sí… por favor. Las necesitamos dentro… (Contestó Coral mucho más calmada a pesar de la evidente emoción que la dominaba.)

Por toda respuesta, me limité a complacerlas e introducirles ambos consoladores en sus respectivos coñitos. Fiel a mi estilo, lo hice con toda la parsimonia y tranquilidad del mundo. Alargando todo el proceso al máximo, pero sin llegar a estancarlo. Mis niñas gruñeron entre satisfechas y decepcionadas. Satisfechas porque por fin tenían lo que tanto querían. Decepcionadas porque a pesar de darles lo que ellas querían, una vez más lo recibían a cuenta gotas, y sabían muy bien lo que eso significaba. Más insufrible tortura, la tortura de estar derritiéndose en el fragor de la pasión, a punto de alcanzar la cumbre y sin poder hacerlo. Lo mejor de todo es que ellas sabían que aquello era lo que ellas necesitaban para ganar el reto en el que estaban. Y a pesar de ello, empezaban a preferir perder el juego, con tal de satisfacer su primordial deseo. ¡Estaba disfrutando como nunca y ni siquiera había empezado lo bueno!

Empecé con el folleteo propiamente dicho. Los penes de plástico se deslizaban con total suavidad entre sus bien lubricados labios. El verdadero problema era mantener el ritmo adecuado, bien coordinado, sin altibajos ni descansos. Mis niñas respondieron como se esperaba de ellas. Al sentir el poderoso embate de mis arietes artificiales se limitaron a abrirse lo más que pudieron y disfrutar del espectáculo procurando no alcanzar el orgasmo. Una vez más pude constatar la enorme diferencia de carácter entre las dos primas. Coral se mordía las manos, si giraba y retorcía antes de dejar escapar un gemido. Vero por el contrario, como era habitual en ella, no dejaba de dar rienda suelta a su desbocada libido gimiendo y jadeando a pleno pulmón. Aquello me supuso un pequeño contratiempo, que por poco me hace meter la pata. Al ser Verónica mucho más expresiva, supuse erróneamente que estaba mucho más cerca del orgasmo. En más de una ocasión estuve a punto de parar creyendo que ya lo había alcanzado para descubrir que no era así. No sería problema si no fuera porque en vez de facilitarle la victoria a Coral se la estaba dificultando. Mi pobre niña, por ser más recatada e introvertida, me estaba engañando. Con lo que cada vez que le aceleraba el ritmo con el propósito de hacer acabar a Verónica; era Coral la que se veía comprometida, al borde de la derrota, a punto de alcanzar el indeseado clímax.

Afortunadamente, me di cuenta a tiempo y logré encontrar el ritmo adecuado para acelerar el deseo de Verónica al tiempo que lograba contener a mi chica. Justo cuando empezaba a cansarme y me planteaba un nuevo cambio que me permitiese continuar con el plan trazado. Justo entonces, Verónica por fin cedió y se vino en un estruendoso y sonoro orgasmo que no dejó dudas sobre quién de las dos había perdido el reto que les había planteado. Coral me miró entre contenta y aliviada. Supongo que le agradaría saberse vencedora del duelo con su prima, con las agradables consecuencias que tal victoria le reportaría. Claro que lo mismo me estaba equivocando; últimamente, como ya os he dicho, no las tenía todas conmigo con relación a adivinar los pensamientos de Coral. El caso es que con el orgasmo de Verónica, había llegado el momento de cambiar de juego y pasar a cosas más serias.

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Bien… ¿Qué ha pasado señoritas?

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Me… me he corrido. He perdido…

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Y ¿Quién es la feliz ganadora?

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Yo.

La escueta respuesta de Coral, junto con el intenso rubor que apareció de súbito en sus mejillas; me confirmó que tras la misma se escondía algo más. Pero como yo tampoco estaba para hacer averiguaciones, no me entretuve en hacerlas. Tenía pensadas otras cosas mucho más urgentes. Lo primero que hice para recompensar a la vencedora fue ofrecerle mi polla para que la mamara. Mientras que a Verónica le ordené que le comiera el conejito a su prima. Coral me miró con cara de desconcierto, no se esperaba semejante premio. Claro que no tardé en tranquilizarla asegurándole que aquello era sólo el principio. Como una niña buena, Coral obedeció mis órdenes sin mayor demora. Ya me conocía y sabía que lo mejor era hacerme caso. Vero en cambio se hizo la remolona, no se lo tomé en cuenta ya que estaba recuperándose de un orgasmo bastante intenso. Sin embargo cuando consideré que ya había descansado bastante, la llamé al orden. Coral se había aplicado a mi polla con diligencia y me estaba haciendo una deliciosa mamada delicada y enérgica. Sí, porque Coral estaba empleando su técnica habitual. Movía su lengua con agilidad y ternura, infinidad de pequeños roces y caricias se sucedían con sedosa rapidez, como hacía siempre. Pero al mismo tiempo, sentía cierta premura en sus acciones, demasiada intensidad, demasiado ardor. Hubiera preferido más calma, pero teniendo en cuenta la calentura que llevaba mi niña, bastante autodominio estaba mostrando. Cuando su primita se puso detrás de ella, Coral emitió un grito ahogado. No se esperaba este repentino asalto a su enfervorecida intimidad. Vero se debió aplicar con ganas, pues Coral pronto se vio desbordada por la situación. Lo más que consiguió fue mantener la boca abierta y mantener el sutil y esporádico roce de su lengua. Que no fue poco, ya que prácticamente al instante, puso los ojos en blanco al tiempo que emitía un descomunal y gutural gruñido. Su cuerpo se convulsionó y cayó desmadejado sobre la cama. Sonreí satisfecho, había conseguido el primer orgasmo de la niña de mis ojos.

Verónica se me quedó mirando sin saber muy bien qué hacer. La invité a que me ayudara a darle la vuelta a su prima para que ésta se quedara bocarriba, la abriese de piernas y continuara saboreando el sabroso conejito de su prima Por un instante, Vero pareció no comprender del todo, debió pensar que su prima ya tenía bastante y que no hacía falta tanta insistencia. Sin embargo al ver la firmeza y seguridad en mi rostro, se decidió a obedecer y seguir mis instrucciones. Coral que seguía obnubilada bajo los efectos del anterior orgasmo no se esperaba aquello. De repente su cuerpo se arqueó y tensó como nunca lo había visto. Comenzó a temblar y convulsionarse, sus manos se aferraban a las sábanas y casi las arranca. El chillido que salió de aquella garganta, difícilmente se podría considerar humano. Llegó a asustarme de hecho, durante un tiempo estuve temiendo que alguien llamara a la habitación por formar escándalo. Afortunadamente nadie nos llamó la atención, o no había nadie en el hotel, o las habitaciones estaban bien insonorizadas.

Coral estaba destrozada acababa de tener un segundo orgasmo bestial y había quedado fuera de combate. El cuerpo laxo, completamente relajado; la respiración agitada, remarcada con pequeños y regulares suspiros ininteligibles. Sus ojos, inexpresivos, miraban al infinito como si tuviera la mente en otra parte. No respondía a ningún estímulo externo, ni a la luz, ni a la voz, ni al tacto… nada. Estaba en su mundo, ajena a cuanto la rodeaba. Decidimos dejarla descansar por el momento. Vero pensó entonces que ella al tener mi completa atención por el momento, disfrutaría de mi herramienta. Se llevó un buen chasco. Por supuesto, le di la atención que requería pero no le dejé jugar con mi herramienta bajo ningún concepto. Cuando me preguntó el porqué, le respondí que no se lo había ganado, la vencedora había sido su prima. Ella lo aceptó, aunque no le hizo demasiada gracia tener que contentarse con una buena comida de coño y una nueva tanda de folleteo con consolador. Lo cierto es que tuve que hacer un verdadero esfuerzo por no beneficiármela en aquel mismo instante, si no lo hice, es como ya sabéis por mis claras preferencias hacia Coral. Me dolían las pelotas de tanto aguantarme, pero aún así no le dejé a Verónica probar mi caramelito.

He de reconocer, que Vero me sorprendió gratamente no sólo me demostró que era una auténtica hembra de sangre caliente, ya que no tardó en ponerse a tono con mis atenciones. También me demostró una gran docilidad, ya que aceptaba todas mis condiciones sin rechistar. ¿Tendría Verónica la misma tendencia a la sumisión que sospechaba existía en Coral? Bien pudiera ser esa la explicación a todo aquel embrollo. Aunque lo más probable, ahora que lo pienso, es que Verónica tenía el suficiente sentido común como para no forzar la situación en exceso y echarlo todo a perder. De ahí su continua aceptación y seguimiento de las normas y juegos que le proponíamos. El caso es que sin saber muy bien cómo, tenía a mis pies a una linda jovencita completamente entregada a mis caprichos. Tan entregada que la tenía una vez más ronroneando y gimiendo como una gatita en celo. En uno de sus continuos jadeos, Coral pareció despertar de su trance.

Cuando despertó, pareció desorientada. Como si no recordara lo que había sucedido apenas unos minutos antes. No le di tiempo a que se recuperara. Antes de que pudiera despejarse del todo, me coloqué entre sus piernas. Quizás penséis que soy un bruto, pero es que… sencillamente no podía aguantar más. Había estado disfrutando por largo tiempo de un magnífico espectáculo. Mis dulces hembras, a duras penas habían logrado contenerse por un tiempo, pero finalmente ambas habían claudicado y habían recibido el premio que se merecían. ¡Algunas por partida doble! Pero yo me había quedado a dos velas. Ya no estaba para más dilaciones; sencillamente me dispuse a aliviar mi tremenda calentura, que como ya os he contado no era pequeña.

Para cuando Coral quiso darse cuenta exacta de qué era lo que pasaba, ya me tenía a mí dentro. No obstante, procuré ser lo más cuidadoso posible y creo que apenas la incomodé. Cuando entré en ella Coral gimió en señal de protesta. Pero lo hizo tan levemente que más pareció aceptación y deseo. Necesitaba asegurarme al respecto. No podría continuar con aquella duda.

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¿Quieres cobrar tu premio?

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Sí… por favor… fóllame.

Se lo había dicho quedamente, al oído. Quería que aquella conversación quedara entre nosotros, en intimidad, como si estuviéramos solos. Nos miramos a los ojos llenos de lúbrico deseo. Ella no me sostuvo la mirada, se ruborizó y apartó la vista. Yo aproveché para besarle la cara, el cuello, los labios… Cerré los ojos mientras nuestras lenguas se fundían en un abrazo imposible. De repente me olvidé de todo, sólo éramos Coral y yo disfrutando de la entrega de nuestros cuerpos. Coral me abrazó y la piel se me erizó en un flameante latigazo que me hizo estremecer. Comencé a bombear despacito, al menos esa era mi intención, pero Coral empezó a colaborar moviendo sus caderas y entonces yo perdí el control. Simplemente tuve que seguir, no podía ya controlar el ritmo de mis embestidas. Tenía que saciar el ansia que se había apoderado de mí. Tenía que liberar la tremenda tensión sexual acumulada en mis miembros y que se materializaba en mi endurecido miembro. Librarme de la enorme desazón que me embargaba y descargar toda mi libido. Bombeé y bombeé sin parar, como un poseso. Ya no podía aguantar más, tenía que conseguirlo, tenía que alcanzar el maldito orgasmo que tanto había postergado. Y ahora que me lanzaba enloquecido por mi lascivia con todas mis fuerzas en pos de él, resulta que no llegaba. No llegaba, no llegaba. A pesar de que me la estaba follando a toda máquina, dejándome la vida en ello. Sin darme un respiro, sin darme un descanso, con todo mi empeño puesto; no lograba alcanzar el ansiado clímax. El dios del amor me estaba castigando por haber postergando tanto los orgasmos de mis chicas. Justo cuando comenzaba a desesperarme, cuando ya me parecía imposible, justo entonces, sentí la imperiosa necesidad de clavarme a mi chica. En un fulgurante segundo, la tensión estalló, se liberó en un intensísimo y poderosísimo chorro que, afortunadamente, se fue a estrellar contra la goma y aún no sé cómo no la rompió. El orgasmo fue tan intenso, la eyaculación fue tan potente, que por primera vez creí posible romper un condón a base de lechazos. Bueno, en realidad eso lo pensé más tarde, cuando me recuperé. Porque en aquel instante en que me estaba vaciando sólo podía pensar en el extasiante gozo que me llenaba y en la apacible paz que le seguía después. Exhausto me abracé a mi chica, mientras la besaba y por lo bajini le daba las gracias por proporcionarme tanto placer.

Coral mientras tanto, gemía, se estremecía y se agitaba entre mis brazos. No estoy seguro, pero creo que ella también disfrutó de un tercer orgasmo. Me retiré de ella, antes de que mi pene perdiera toda su fuerza y recuperase su estado de flacidez. Sin embargo, nada más hacerlo, noté como rápidamente, éste era objeto de nuevas atenciones. Me había olvidado por completo de Verónica. Quien después de vernos gozar a los dos como dos bestias enceladas, no debía de estar para remilgos. Se lanzó a por mi polla como si fuera lo último que fuera a hacer en su vida. No se lo reproché, la pobre también había aguantado lo suyo. Y a pesar de haber gozado de un orgasmo previo con el pene de plástico, comprendí que era perfectamente razonable que ahora desease disfrutar de otro pero con una natural. Verónica era presa de una gran excitación. Estaba muy ruborizada y los ojos me brillaban llenos de lujuria. El espectáculo que le habíamos dado, no debió de ser nada malo. En un santiamén la tenía una vez más lista para el combate. Vero se estaba convirtiendo en una experta mamadora. Más que eso, se había convertido en una gran maestra en el arte de chupar pollas. Y acababa de demostrarlo al ponerme completamente a tono en tan poco tiempo. Toda una proeza si tenemos en cuenta de que acababa de tener un orgasmo especialmente potente hacía nada de tiempo. El caso es que me la había puesto más tiesa que el palo de una escoba y más dura que el cemento armado. Una vez más la tenía lista para el combate, y esta vez le tenía que dar las gracias a la primita. Ella misma me puso un nuevo condón bajo la atenta mirada de Coral que una vez se hubo recuperado del último envite se había unido, ella también al disfrute de mi miembro.

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Por favor, déjame disfrutar un ratito de tu maravillosa polla.

La súplica de Verónica me pilló por sorpresa. Más que nada porque yo había dado por sobreentendido que le tocaba a ella. Claro, ¿que quién entiende a las mujeres? No obstante, me gustó esta disposición y sin siquiera pensarlo, le di el visto bueno. Ahora que lo puedo pensar de un modo más calmado y racional; creo que hice mal, al tomar tan rápido semejante decisión. Quizás debí haberlo consultado antes con Coral, aunque fuese con la mirada, porque ésta reaccionó un poco raro. No es que se quejara o pusiera cara de disgusto. No, la cosa no llegó a tanto; simplemente, durante unas milésimas de segundo me pareció observar algo en sus ojos. Como un destello de celos, pero no estuve seguro del todo ya que desapareció casi al instante. El caso es que con la vía libre, Verónica sin dar tiempo a que nadie pudiera reaccionar, se colocó encima de mí y se empaló de golpe. En menos que canta un gallo mi polla se vio envuelta por las acogedoras, cálidas y prietas paredes vaginales. El entusiasta recibimiento que me ofreció Verónica, los lúbricos besos con que me obsequió con inusitada generosidad y pasión, el brillo de su perenne sonrisa, la picardía que se adivinaba en su mirada; me pillaron, una vez más, por sorpresa y despertaron en mí una pasión inusitada. Tanto que llegué a desearla. Me sentí mal, era como si traicionara a Coral. Cierto que no la estaba engañando, ni había sido idea mía, pero eso no evitaba siguiera sintiéndome culpable. Hasta el momento, sólo Coral había logrado despertar en mí tanta pasión. El que Vero lo hubiera conseguido también, no me gustó. Claro que tampoco tenía tiempo para pensar en ello. El aterciopelado coñito de Verónica reclamaba en aquellos momentos toda mi atención. El tibio calorcillo que de él manaba, su lúbrica humedad, y sobre todo su fantástica estrechez, me tenían absorto. Nada más empalarse, Vero y yo gemimos a la vez. Fue un jadeo espontáneo, fuerte y sentido. Ninguno de los dos podíamos ocultar a nadie, la pasión que nos embargaba.

Tan impetuoso comienzo, me hizo temer por mi hombría. No me malinterpretéis, no es que me hiciera daño y temiera perder mis atributos. Lo que pasó es que por unos instantes perdí el control de la situación y temí no estar a la altura de las circunstancias. Todavía no había acabado de recuperarme del último polvo y ahora tenía que hacer frente a otro que se prometía tan exigente e intenso como el anterior. Afortunadamente, Vero tampoco estaba para muchos trotes. Estaba tan caliente que prácticamente se corrió nada más empalarse. Al poco la sentí chillar y estremecerse presa de un gozo incontenible. Como quiera que no me pareció justo dejarla tan pronto, decidí mantenerla dentro un poco más y que disfrutara un poquito más de mi herramienta. Verónica se derrumbó encima de mí envolviéndome con su calidez y tersura. El suave roce de sus erectos pezones y el tenue contacto de sus pechos me enervaron mi espíritu y mi herramienta, que sentí endurecerse al instante. La estreché entre mis brazos al tiempo que la colmaba de besos. No la besé en la boca, eso lo tenía reservado para mi chica; pero Vero se merecía también algo de cariño y no se lo quise negar.

Coral, no la podía dejar fuera de aquello, así que le pedí ayuda. Coral no se hizo de rogar, rápidamente se acercó a su prima por detrás, la abrazó con ternura y también se la comió a besos. He de reconocer que su reacción fue muy positiva. Parecía que los malos royos por estar con su prima habían desaparecido. Lo único que no me gustó de la reacción de mi chica es que no me miró ni una vez a los ojos. ¿Me rehuía, por qué? Pero luego pensé que tal y como estábamos con Verónica de por medio, pensé que simplemente no pudimos coincidir en nuestras miradas.

Vero seguía bien ensartada, mi rabo no había perdido su compostura y como no se había movido del sitio, permanecía bien clavado en las entrañas de la chica. Además, recibía multitud de atenciones por todas partes, besos, caricias, lametones, mimitos... todo el repertorio. ¿Qué mejor modo de recuperarse? El caso es que con semejante ataque simultáneo, tanto por delante como por detrás, Vero no se pudo resistir y pronto se puso a tono con ganas de guerra.

En cuanto Vero comenzó a dar signos de vida, y comenzó a devolver los besos y caricias que le dábamos; le pedí Coral que cambiase de posición y se colocase frente a su prima. En esta postura, Vero no tuvo más remedio que incorporarse para poder recibir los besos y las caricias de su prima. Ahora sí que aparecieron unos buenos besos de tornillo de esos que quitan el hipo. Claro que yo no los pude disfrutar por mucho tiempo. No porque no me gustaran los filetazos que se daban, sino porque decidí colocar a Coral encima de mí para poder deleitarme degustando su sabroso y jugoso conejito. La idea no les disgustó a ninguna de las dos. Al contrario, pronto percibí los primeros jadeos de Coral y los entusiastas vaivenes de Verónica. Sorprendentemente, Vero me pareció otra, sus movimientos eran tranquilos, suaves, reposados… Tanta calma y contención en Verónica me resultó chocante porque no me la esperaba. El delicado y cadencioso ritmo que imprimió a sus caderas me fue calentando a fuego lento, justo como más me gusta. Al mismo tiempo que gozaba del suave galope de la primita, degustaba con avidez los sabrosos jugos femeninos que me ofrecía Coral. El cada vez más abundante néctar que manaba del coñito de Coral, me daba ánimos y bríos renovados en mi propósito de doblegar a aquellas dos hembras insaciables.

Pronto obtuve respuesta a mis enconados esfuerzos, Coral comenzó a emitir sus ya típicos gemiditos quedos. Sus caderas empezaban a moverse solas, buscaban con picardía el mayor contacto posible con mi lengua juguetona; señal inequívoca de que empezaba a disfrutar de la situación. Seguro que estaría ruborizada abrazándose a su primita o dándose otra ración de lengua. El caso es que tenía a mis dos chicas entretenidas disfrutando de mis encantos, lo que me llenaba de orgullo. Porque a mis oídos llegaba la inconfundible sinfonía orgiástica de dos hembras enceladas. La sincopada melodía iba en crescendo. Los gemidos se fueron acelerando hasta transformarse en un prolongado e ininteligible gruñido; los jadeos aumentaron en volumen hasta convertirse en pequeños chillidos. Pero lo mejor, fue constatar el incremento en la intensidad y frecuencia de los movimientos pélvicos. Ambas mujeres se estaban acercando a sus respectivos orgasmos y a mí me estaban llevando hasta la gloria. Estaba perdiendo el control, la urgencia que se apoderaba de mí buscaba una salida cada vez más desesperada. Me abracé a los muslos de mi chica en un desesperado intento de lograr un control que ya estaba muy lejos de recuperar. Entonces una de las dos chicas chilló a pleno pulmón. Digo una de mis chicas porque no supe discernir cuál de las dos fue la primera en gritar con todas sus fuerzas y caer rendida a mi lado. Prácticamente se sucedieron la una a la otra. Y tras ellas yo. Me vine de un modo apoteósico, no sabría describiros exactamente lo que pasó entonces. Verónica seguía encima de mí agitándose con los estertores de su orgasmo y Coral, que aún no se había retirado me tenía aprisionado. En esa tesitura apenas si tenía libertad de acción para dar rienda suelta a la enorme desazón que se estaba apoderando de mí. Entonces experimenté una enorme sacudida que recorriéndome la espalda hizo que me vaciara por completo. Dos potentes chorros liberadores que me llenaron de una agradabilísima sensación de paz y sosiego. Cerré los ojos y me dejé llevar. Había disfrutado dos polvos bestiales y necesitaba descanso.

Cuando me recuperé, me encontré con las dos primitas retozando mimosas que daba gusto verlas. Estaban haciendo un magnífico sesenta y nueve. Comiéndose sus respectivos coñitos con verdaderas ganas. Tan concentradas en lo que estaban haciendo que no me prestaron atención cuando comencé a moverme para observarlas mejor. Coral estaba sobre su prima, mandando. Sí, era Coral la que dirigía y llevaba la delantera muy segura de lo que estaba haciendo. Me alegré por ella, le venía bien que empezara a imponer su carácter sobre el de su prima. Me venía bien algo más de reposo así que las dejé hacer mientras me iba a la nevera y me tomé una cerveza. Las estuve contemplando mientras tanto, sin que ellas se interesasen por mí en ningún momento. Me parecía más una lucha que un polvo. Las dos chicas pugnaban por mostrar su superioridad sobre la otra. Coral aprovechaba su posición, dejaba caer su peso sobre su prima dominándola. Vero, por su parte, trataba de alcanzar el dominio de la situación atacando a su prima desde abajo. Intentaba desestabilizarla a base de lengua. Los sudorosos cuerpos daban fe de la intensidad de la lucha. Ninguna de las dos estaba dispuesta a ceder y cada vez se aplicaban con más ganas. La habitación apestaba a sexo. No sólo se colmó del aroma que desprendían sus cuerpos sudorosos. También se colmó de toda suerte de lúbricos sonidos. Multitud de gemidos, jadeos, grititos y chillidos de toda clase llenaban la sala, pues cada una celebraba sus pequeñas victorias sobre la otra. Así no era raro escuchar el jadeo de frustración de una seguido por el de celebración de la otra.

Como quiera que el combate estaba muy igualado y Vero parecía llevar todas las de perder, ésta decidió conseguirse algo de ayuda. Buscó a tientas por encima de la cama y encontró lo que buscaba, uno de los consoladores que había traído. Rápidamente se decidió a usarlo, logrando al instante una significativa ventaja. No podía consentir aquello, no podía permitir que mi chica perdiera. Busqué el otro consolador y se lo di a mi chica. Resultó que éste último era el vibrador con lo que ahora era Coral la que tenía más ventaja, justo lo que yo pretendía. Estuve tentado de unirme a su fiestecita, pero preferí dejarlas continuar a solas. Ya me incorporaría cuando llegara el momento. No tenía prisa, así que ¿para qué? Era mejor disfrutar del espectáculo y de paso asegurarme de tener a mis hembritas debidamente cansadas.

A pesar de la ventaja, a Coral no le resultó nada sencillo doblegar a su prima. Vero se resistía y luchaba con todas sus fuerzas, no quería perder otra vez. Sin embargo, la ventaja tecnológica fue demasiado grande y Coral salió victoriosa. Verónica se encogió sobre sí misma mientras se desgañitaba en un agudísimo y liberador grito. Después se estiró echándose hacia atrás, se le tensaron todos los músculos y finalmente se relajó quedándose tumbada y muy quieta. Sin embargo, Coral no se dio por satisfecha y continuó machacándole el chochito a su prima; como si al hacerlo, fuese el suyo propio el que disfrutaba de semejantes envites. Sólo podía significar una cosa, mi niña estaba hambrienta de polla. Y yo podía proporcionarle una mucho mejor que la que había tenido hasta el momento. Me acerqué a ella por detrás y sin mediar palabra, se la clavé de un golpe. A pesar de la relativa sorpresa, Coral no se quejó. Emitió un pequeño gruñido de satisfacción y comenzó a mover sus caderas invitándome a follarla con ganas. Yo sin embargo no le hice caso y comencé un lento vaivén que habría de llevarnos a las cumbres de la gloria; a mí por medio de satisfacer todos mis gustos y caprichos, a ella a través de la frustración y la desesperación. Sin embargo, las cosas no se desarrollaron del todo como yo quería. Resulta que estaba mucho más caliente de lo que en principio pensaba. Y tener una hermosa jovencita totalmente entregada a tu merced, no ayuda precisamente a la contención. Antes de lo que canta un gallo, estábamos los dos dándole bien al tema. Nuestras caderas se acoplaban a la perfección siguiendo un ritmo mucho más vivo de lo que yo hubiera deseado. Claro que en aquella situación, y una vez metidos en faena, no puedo decir que lo lamentara.

Afortunadamente, tuvimos un pequeño y necesario receso. Vero se estaba recuperando y no era plan de dejarla sola. Coral muy dispuesta, enseguida encontró el modo de satisfacer a su prima. La puso sobre la cama, la abrió de piernas y se amorró a su coñito como una lapa. Ella se quedó al borde de la cama, de rodillas ofreciéndome su sexo y su culito. Sí su culito, por primera vez deseé sodomizarla. La idea me asaltó por sorpresa y me hizo titubear. No lo tenía pensado, improvisar suele traer problemas, pero la tentación era muy grande. Posé mi mano sobre su trasero y disimuladamente fui acercando mis dedos a su agujero de atrás. No se quejó, ni hizo amago alguno de que le desagradara. De modo que proseguí con mis exploraciones. La posibilidad de usar su puerta de atrás me seducía con fuerza. El corazón se me aceleró, la mera idea de que fuera posible tomarla por detrás me alteraba… y estaba tan cerca…

Sin embargo, se impuso la sensatez y lo pospuse para mejor ocasión. Una vez superada la prueba, me lancé con decisión a por mi hembra. El angosto y aterciopelado chochito de Coral me recibió con la alegre voracidad a la que me tenía acostumbrado. Su tibio calorcito me arrancó un sentido gemido que me salió del alma. Su cálido abrazo una vez más me sobrecogía llenándome de placer. Entonces entramos en trance. Una mística agonía que nos elevaba a la gloria y de la que ninguno de los tres podíamos ni queríamos escapar. Los tres nos movíamos obligados siguiendo el compás de la irrefrenable pasión que nos unía. Una vez más la sala se llenaba de sexo. Los tres gemíamos completamente desinhibidos liberando así, el ansia que se apoderaba de nuestras almas. La impetuosa corriente que nos llevaba, nos arrastró hacia el ineludible desenlace que todos buscábamos. Una vez más, fue Vero la que primero alcanzó el éxtasis, viniéndose escandalosamente fiel a su modo de ser. Poco después Coral terminó presa de incontenibles y placenteras convulsiones. A pesar de todo, seguí bombeando dentro de ella, estaba próximo a mi orgasmo y no era el momento de cambiar. El clímax pareció retrasarse; pero, finalmente, me vino como casi siempre por sorpresa. Aferrándome a las caderas de mi chica, me descargué dentro de ella. Lástima que tuviese la goma puesta, me hubiera gustado haberla disfrutado completamente. Aunque después del susto de la otra vez, mejor asegurarse y evitar posibles problemas. Después la subí a la cama junto a su prima, para poder descansar en medio de ellas abrazado por las dos.