Mi vecinita 2

Nuestro protagonista se decide a sacar partido del desliz de su joven vecinita.

Capítulo 2

Al día siguiente, concerté una cita con ella. Le dejé un par de fotos más indicándole que me recibiera a la mañana siguiente alrededor de las 10. Estaba tan caliente, que apenas si me podía controlar. Hubiera ido aquella misma noche pero aquello hubiera sido peor. Era mejor meditar las cosas y poder hacer las cosas bien. De otro modo podría cometer algún fallo que luego lamentaría profundamente. Estaba asumiendo grandes riesgos, por lo menos me estaba lanzando a un proceder que nunca había sido el mío y debía tener muchísimo cuidado si no quería estropearlo todo.

Durante la obligada espera fui repasando mentalmente mis planes. Previendo y evaluando las posibles alternativas y tomando las decisiones lo más calmadas posible. Fríamente no, porque como os he dicho, realmente estaba más caliente que un fraile en un convento. Así fui elaborando un meticuloso plan acerca de las cosas que le diría y haría. Sin apenas dormir aquella noche, finalmente llegaron las diez en punto de la mañana

Me presenté puntualmente, ante la puerta de Coral y llamé. Estaba muy nervioso, pero debía mantener la sangre fría, sobre todo, aparentar tranquilidad y seguridad. A fin de cuentas era yo el que tenía todos los triunfos de la baraja. No tardó mucho en abrir, cuando lo hizo, pareció sorprenderse de verme. Como si esperase a otro.

-           ¿Qué quería?

-                     Creo que tenemos que hablar

-                     ¿Sobre qué?

-                     Sobre unas fotos bastante comprometedoras

-                     Pase

Miró nerviosamente a los lados, para asegurarse de que ningún otro vecino nos pudiera ver y me hizo pasar rápidamente

-                     Perdone pero quería asegurarme de que fuera usted el… el de las fotos.

-                     Pues… sí soy yo… ¿Quién más creía que podía ser?

-                     El vecino de la puerta B ya sabe

-                     Ah… sí es verdad, sus ventanas también dan al patio de luces… Pero ya ves, soy yo…  o ¿es que prefieres al vecino del B?

-                     No, no al del B no

-                     Bueno, me alegro. Es bueno empezar con buen pie… me alegra que sea de tu agrado. (Sobre todo teniendo en cuenta lo que te voy a proponer, pensé.)

La vi muy nerviosa, incluso diría que bastante asustada. Sin duda eso favorecía mis planes. Pero lo cierto es que yo mismo, al verla así tan preocupada, me estaba los estaba replanteando. No quería hacerla daño, sólo quería disfrutarla. Pero al mismo tiempo que una parte de mí se compadecía de la chica, mi pequeño amiguito se alzaba enardecido con la sola idea de saludarla de cerca. Afortunadamente, mientras me conducía hasta el salón se me quitaron las dudas. Había estado demasiado tiempo deseándola y ahora no podía echarme atrás

-                     Antes que nada quiero que sepas de lo que estamos hablando. Toma esta memoria y mira lo que tengo grabado… Supongo que tendrás ordenador ¿Verdad?

-                     Sí… sí tengo uno

Coral se fue y al poco vino con un portátil. Lo colocó sobre la mesa y rápidamente lo encendió. Pude apreciar su inquietud en su impaciente espera mientras se iniciaba el aparato y en el ligero temblor de sus manos. Cuando por fin pudo acceder a las fotografías, se quedó anonadada. Se llevó su mano a la boca mientras que sus ojos se abrieron como platos. Sin duda no se esperaba ni la cantidad, ni la calidad de las mismas. En muchas de ellas se la podía apreciar nítidamente mientras jugaba con su amiguita. Estuvo largo tiempo mirando la pantalla. No sé si porque le gustaba verse o porque intentaba ganar tiempo o tal vez conseguir el aplomo suficiente. Cuando se cansó de mirarla, se dirigió a mí.

-                     ¿Cómo las ha conseguido?

-                     Bueno, eso realmente no debería importarte. Pero digamos que fuiste demasiado indiscreta. ¿Pensabas que nadie vería una fiestecita tan… tan descarada?

-                     Yo… fue un… un accidente. No lo planeamos así

-                     Bueno, eso no viene al caso. (La interrumpí) Si no queríais llamar tanto la atención debisteis bajar las persianas… El caso es que ahora todo el mundo podrá saber que no sois tan santitas como nos hacéis ver.

-                     Por… por favor no se lo diga a nadie. Mi padre. Mi padre no lo entendería. Arruinaría nuestras vidas.

-                     Bueno, para eso he venido. Para darte una oportunidad de arreglarlo sin que se tenga que enterar nadie más de tu lamentable error

-                     Y…qué… qué quiere de mí. ¿Dinero?

-                     ¡Dinero! ¿Acaso tienes? No creo que tuvieras el suficiente dinero como para poder pagarlas. Y no creo que pudieras conseguirlo de tus padres

-                     Entonces, ¿Qué quieres? (Me interrumpió)

-                     ¿Que qué quiero? Te quiero a ti. Quiero… (Alcé un poco la voz para evitar que me interrumpiera. Y para poder seguir con mi discursito, antes de que algo me hiciera cambiar de idea.) Quiero que seas mía durante un año. (A pesar de todos mis ensayos me resultaba difícil declarar abiertamente mis deseos. Pero ya no había marcha atrás, así que, finalmente, me dejé de mojigaterías.) Quiero que seas mi esclava durante un año y que satisfagas todos mis caprichos sin rechistar. ¿Comprendes?

Coral debió entenderlo a la primera pero su cándida respuesta me dejó descolocado. No me había esperado algo así, la verdad. Aunque ahora que lo pienso con más calma creo que estaba tratando de ganar tiempo y encontrar una salida

-                     ¿Quiere que yo sea su sirvienta durante un año?

-                     ¿Mi sirvienta?... No. No… No quiero que seas mi sirvienta. Quiero que seas mi esclava sexual. Quiero que me satisfagas todas y cada una de las fantasías sexuales que siempre he tenido sin que pongas ningún reparo

-                     Entonces… lo… que usted me propone es que yo sea su amante… ¿verdad?

-                     Algo así… pero en realidad es algo muy diferente. Yo solo te quiero para satisfacerme sexualmente, no quiero ningún tipo de relación sentimental. Además, una esclava no tiene ni voz ni voto. Esto que te quede claro, no serás mi amante, serás mi esclava y tendrás que obedecerme sin rechistar. Y hacer todo lo que te pida aunque no sea de tu agrado. Antes de que digas nada, recuerda que si te hago esta propuesta es porque tú me has estado provocando con tu amiguita.

Conforme me iba explicando, se le iba cambiando la expresión del rostro. Su expresión fue cambiando de la sorpresa a la indignación. Sin duda no le estaba gustando ni un pelo. Eso de que te quieren para follar y sin que tú puedas negarte a nada… bueno, no creo que haya nadie que lo aceptara así por las buenas. El caso es que no dijo nada. Se quedó callada como si tratara de asimilar todo lo que acababa de decirle. Se tapó la cara y creo que ahogó algunas lágrimas. Después me miró con odio, pero apartó la mirada enseguida. Agachó la cabeza, sujetándola con sus manos, como si estuviese estudiando. Sin duda estaba esforzándose por concentrarse y encontrar alguna solución o respuesta. Como no me decía nada, decidí apremiarla un poco

-                     Perdona si he sido muy crudo al decírtelo así… pero no quiero que te lleves a engaños. Te estoy haciendo una propuesta sincera y por eso te he explicado todo lo más claramente posible para que no haya malas interpretaciones. Espero que aprecies mi sinceridad, quiero que sepas que soy un hombre de palabra. Si quieres hasta puedo ponerte toda mi propuesta por escrito, como si fuese un contrato. ¿Qué… qué te parece?

Ahora sí que era evidente de que estaba llorando. Sus hombros se movían espasmódicamente y algunos sollozos ahogados se escapaban de sus labios. Sin levantar la vista finalmente me contestó

-                     ¿No hay… otra… otra manera de resolver esto?

-                     ¿Cómo, con dinero? No creo que lo tengas. Pero estaría dispuesto a entregarte todas las pruebas y olvidarlo todo por X.XXX ¿Tienes esa cantidad?

-                     Noo… No la tengo. Por favor… (Comenzó a llorar desesperada)

-                     Mira niña, no quiero agobiarte. Ya sabes lo que tengo, y sabes también lo que quiero. Si no me das una respuesta, entenderé que no quieres llegar a un acuerdo. Así que no tendré más remedio que hablar con tu papá

-                     NOO… por favor, no haga eso… Déme tiempo… déme tiempo para pensar en ello.

Lo cierto es que mis intenciones eran no dejarle margen para pensarlo. Pero al verla tan angustiada, no puede negarme. Finalmente accedí a darle tiempo hasta la mañana siguiente

-                     Está bien. No… no quiero que creas que no te tengo lástima o que soy insensible y egoísta. Te doy de margen hasta mañana a las once de la mañana. Te esperaré en mi casa, si no vienes entenderé que no quieres hacer tratos conmigo y entonces hablaré con tu padre. Ya sabes mañana a las once o vienes con el dinero o aceptas el trato. No hay más opciones. ¿De acuerdo?

Coral asintió con la cabeza, mientras se enjuagaba un poco las lágrimas. Entre sollozos me aseguró que estaría en mi casa antes de las once. Así que recogí mis pruebas y me marché en medio de un sin fin de reproches internos. Por una parte, me apenaba verla tan desvalida. Por otra, temía perder esta oportunidad única. Aquel fue uno de mis peores días. No podía apartarla de mis pensamientos. No sé ni cómo conseguí conciliar el sueño aquella noche. Bueno lo cierto es que apenas si pude dormir. En mitad de la noche, me levanté y comencé a preparar las cámaras y mi ordenador para cuando ella viniera. Eran las dos de la madrugada y ya estaba ordenándolo todo para que no faltase de nada para cuando viniera. Después de tenerlo todo listo, me acosté de nuevo. Creo que al final, después de dar cientos de vueltas en mi cama, el cansancio me venció. Debí dormirme alrededor de las cuatro. En mis sueños, sólo había una protagonista, Coral.

Al día siguiente, me levanté con las luces del alba. En apenas una hora, me había aseado, desayunado y arreglado mi cuarto. Me miré nervioso el reloj, las 7:40… No podía parar en casa así que me dediqué a limpiar todo el piso. Ya lo tenía limpio antes de ayer, pero es que tenía que estar moviéndome, tenía que distraerme haciendo algo. Me miré el reloj, las 9:50. “Pero qué narices pasa, es que esto se ha parado”, pensé. Volví a ducharme y recogí el cuarto de aseo por segunda vez. Las diez y veinticinco. “Ya no viene”. “¿Haber si ha venido cuando te duchabas y no te has dado cuenta?”. “Asómate a ver si la ves por la ventana”. “Mierda, las persianas bajadas otra vez”. “Eso es que no viene”.

Así estaba yo, absorto en mis pensamientos, con más nervios que vergüenza, cuando sonó el timbre de la puerta. Miré el reloj, las 10:35. “Bueno, no está mal, se ha hecho de rogar un poco pero llega antes de la hora límite”. Eufórico, me fui hasta la entrada. Respiré hondo y abrí la puerta, procurando ocultar mi desbordado entusiasmo

Sin ninguna duda, la cara que le puse al cartero debió de ser antológica. Más que nada porque necesité de casi un minuto para darme cuenta de que estaba esperando a que le  firmara el resguardo. En fin, que entre abochornado, apesadumbrado y enfadado dejé la carta sin mirarla donde siempre amontono el correo.

El tiempo parecía haberse detenido, por más que miraba el reloj, la hora a penas cambiaba. Lo peor de todo, era la incertidumbre que cada vez se hacía más fuerte. Me invadió un extraño desasosiego, realmente no estaba seguro de la respuesta de Coral. ¿Y si realmente conseguía el dinero? ¿Y si no venía? El dinero no era lo que yo realmente quería. Claro que con ese dinero, podría permitirme alguna que otra buena fiesta. Y si finalmente rechazaba mi propuesta, el contárselo todo al padre no me satisfacía. Cada vez estaba más nervioso, la hora llegaba y Coral no daba señales de vida. Las once habían llegado y Coral no había venido. Me eché un rato a ver la tele para tratar de calmarme y olvidar la decepción

Entonces, cuando ya me había hecho a la idea de que no vendría y comenzaba a plantearme lo que haría a continuación, llamaron a la puerta. Me dirigí hacia la puerta con más fastidio que otra cosa, realmente no estaba para visitas engorrosas. Cuando abrí la puerta, se me iluminó el rostro. Ante mí estaba la preciosa Coral, con una sonrisa forzada dibujada en su rostro. Nerviosa, sin dejar de mirar a su alrededor para asegurarse de que nadie más nos veía, me pidió permiso para entrar en casa. La hice pasar inmediatamente y la conduje al salón. Una vez sentados, la miré con severidad, al menos eso es lo que pretendía, y le dije:

-                     Llegas tarde.

-                     Perdone, pero es que mi reloj está algo retrasado… y se me pasó

Era mentira, claro está pero decidí apiadarme un poco de ella y no le reproché nada. No quería precipitarme, si me apresuraba demasiado, seguramente que lo estropearía todo. Y pensándolo bien, ¿qué eran cinco o diez minutos de nada? Ahora la tenía ante mí. Había conseguido lo que me proponía. Claro que lo mismo había conseguido el dinero

-                     ¿Tienes el dinero?

-                     Nno… No lo tengo.

Coral seguía sin atreverse a mirarme a la cara. Sin duda, la vergüenza debía estar corroyéndola. Aquello sólo podía significar una cosa. Estaba dispuesta a aceptar el trato. ¡Coral iba a ser mi esclava! ¡Lo había conseguido! Procurando ocultar mi entusiasmo, aunque me temo que no lo conseguí, continué con la conversación.

-                     Entonces… debo entender, que aceptas mis condiciones

-                     Nno… no las acepto.

Aquello sí que no me lo esperaba. Coral seguía sin atreverse a mirarme a la cara. Sin duda se sentía enormemente violenta por tener esta conversación. Pero no entendía lo que pretendía. Sin poder remediarlo, la tensión que me aprisionaba el estómago encontró una salida en forma de enfado desbocado.

-                     ¿Queeé? ¿Entonces para qué has venido? Te dije bien claramente lo que quería de ti. Y creo que te dejé bien claro que no estaba dispuesto a negociaciones. Así que no est

-                     Quiero dejar bien claras algunas cosas.

Coral había logrado interrumpir mi perorata. Sus ojos me miraron con seriedad y decisión por unos breves instantes antes de esconderse de nuevo al agachar la cabeza. Era evidente por su actitud corporal, que ya la tenía casi sometida a mis deseos; pero si no reconocía su derrota y se sometía a mí, debía de haber alguna razón para ello. Tenía que mantener la cordura y la calma y no estropearlo todo por una ira irracional. Decidí escucharla

-                     ¿Qué quieres aclarar?

-                     Primero… esto es muy importante… mi padre no se tiene que enterar nunca, jamás, de nada de esto. Nunca, me tiene que dar su palabra.

Al decirme esto, me miró fijamente. Era evidente de que esta era la mayor preocupación de la muchacha. Y también era la única razón por la estaba accediendo a mis demandas. Tenía que elegir muy bien mis palabras, si me equivocaba, lo echaría todo a perder.

-                     Pero creí que eso estaba sobreentendido. Que estaba bien claro. Si estamos hablando, es porque no quiero que nadie te perjudique. Te estoy dando la oportunidad de que nadie se entere de tu pequeño desliz. Es evidente de que lo único que te puedo ofrecer que te interese es el anonimato. Sería un estúpido si permitiera que esto saliese a la luz. A ti no te interesa que nadie se entere y a mí tampoco. Créeme, este contrato es absolutamente confidencial. Será nuestro secreto.

-                     Vale. Pero si me miente o engaña con  respecto a esto

-                     No te engaño, tienes mi palabra de que esto permanecerá entre nosotros. Yo no se lo contaré a nadie y yo creo que tú tampoco. Estate tranquila en este asunto. Además procuraré por todos los medios ayudarte a que nadie se entere. ¿Te sientes más tranquila?

-                     Sí… sí… pero procure que sea así… Lo segundo que quiero, es tener la garantía de que no me va a volver a chantajear cuando todo esto acabe. Me tiene que dejar libre, olvidarse de mí después de este año, me tiene que dejar.

-                     Tienes mi palabra. Con un año de servidumbre me daré por satisfecho. Podría pedirte algo más pero no quiero abusar. Te dije un año y un año será. Lo prometo.

-                     Está… está bien. Pero necesito que me prometa algo más. No quiero que me haga daño.

-                     ¿Cómo?

-                     No quiero que me pegue, ni que me azote, ni nada de eso. No debe dejarme marcas de ningún tipo, ni hacerme ningún tipo de daño. Prométamelo

-                     Lo cierto es que no había pensado en ello. Claro que no pienso hacerte daño. Sólo quiero que me hagas compañía y pasarlo bien juntos.

-                     Prométamelo.

-                     Está bien… te lo prometo. Te prometo que nadie más se enterará de esto. Que te dejaré en paz al cabo de un año. Y que no te haré ningún daño. Siempre que tú cumplas con tu parte del trato. Si fallo en alguna de estas cosas el acuerdo se rompe y estarás libre. ¿Estamos de acuerdo?

-                     No… lo… lo quiero todo por escrito

-                     ¿Por escrito? Sí Claro… por supuesto. En seguida lo redacto. Y para darte más seguridad, incluiré una cláusula donde me comprometeré a indemnizarte si no cumplo con lo prometido por mi parte. ¿Qué te parece?

Coral asintió con la cabeza. No tenía ninguna objeción más a mi propuesta. Y cuando leyó el documento donde formalizábamos nuestro acuerdo, no le quedaron más argumentos. Había llegado el momento de la verdad, o aceptaba o rechazaba la oferta. Tras unos segundos de incertidumbre, me dio una respuesta. Asintiendo con la cabeza, daba por fin, su brazo a torcer. Finalmente  había claudicado. Ya era mía. Pero aquella afirmación no era suficiente. Tenía que decírmelo de viva voz. La obligué a mirarme asiéndola suavemente de la barbilla.

-                     No me he enterado. ¿Estamos de acuerdo? Di.

-                     Sí… sí… maldita sea… seré su maldita esclava… ¿Está contento?

-                     No. No estoy contento… Tienes que firmar el documento.

Me miró airada con todo el coraje que podía reunir. Aún no estaba vencida del todo. Y yo me burlaba de ella aprovechando las circunstancias. A pesar de todo, Coral luchaba con conservar su dignidad. Podría tomar su cuerpo, podría obligarla a satisfacer mis más oscuros caprichos, pero no la tendría a ella. Al menos eso es lo que parecían decirme aquellos ojos furibundos, enrojecidos por las lágrimas. Llevada por aquella impulsiva e irreflexiva furia, me arrebató el bolígrafo y firmó los documentos. Nada más hacerlo, tiró el bolígrafo sobre la mesa y me volvió a mirar desafiante. Ya estaba, ya lo había hecho. No había vuelta atrás. Así que no había tiempo que perder. Si quería seguir llevando la voz cantante, debía de actuar ya, de inmediato.

-                     Desnúdate… por completo.

-                     ¿Qué?

-                     Ya me has oído nena. No me gusta repetirme, así que obedéceme de inmediato.

-                     No me puedes hacer daño

-                     Sólo si cumples con tu parte del trato. Claro que… si quieres aún  podemos rescindirlo. ¿Es eso lo que quieres?

-                     No… no.

-                     Pues entonces, obedece. No te haré daño, pero si no cumples con tu parte del trato, no tendré más remedio que informar a tu padre. Así que obedece

La rabia y la impotencia volvieron a relucir en sus hermosos ojos. No tenía más opciones. Así que tragando su orgullo, comenzó a desvestirse tal y como le había ordenado. Con manos temblorosas, comenzó a desabrocharse la blusa. Yo la dejé hacer, su nerviosismo ralentizaba el proceso; pero aquello me convenía, prolongaba mi disfrute. Debajo de la blanca blusa, apareció un sencillo sostén del mismo color. Nada más deshacerse de la blusa, Coral prosiguió con los pantalones. Bajo los mismos se escondían unas lindas y coquetas braguitas también blancas. Se demoraba en exceso mientras se deshacía de los vaqueros pero no me importaba. Tarde o temprano, tenía que quitárselos así que no tenía prisa. Finalmente se quedó sin ellos. Ahora sólo la cubrían sus prendas más íntimas. Se detuvo un momento y se me quedó mirando como si esperara un cambio de opinión por mi parte.

Pero yo estaba más que decidido. Con un  gesto le indiqué que continuara con su excitante actuación. El rostro descompuesto de la joven daba prueba de su angustia. Sin embargo parecía resuelta a no dejarse apabullar por la situación. Era evidente de que Coral tenía una entereza y una fuerza interior  mucho mayor de la que le había supuesto. Sin dejar de mirarme, comenzó a desabrocharse el sujetador. Los tiernos pechitos que se refugiaban en sus copas, no tardaron en aparecer. No eran muy grandes, pero tampoco pequeños y por supuesto tenían la fuerza y la consistencia de la juventud. El simple hecho de poder tocarlos y así apreciar su suavidad, tersura y turgencia me la puso dura. Deseé abalanzarme sobre ella y tomarla en aquel mismo instante, pero logré contenerme.

Cuando salí de mis calenturientos pensamientos, la descubrí con una media sonrisa dibujada en su cara. Parecía conocer exactamente en qué estaba pensando. Y sospecho que así era realmente. El caso es que todavía tenía sus braguitas puestas.

-                     Vamos nenita, sigue, si no me vas a enseñar nada que no hubiera visto antes

Sabía que aquello le había hecho daño. Pero tenía que humillarla, aquella media sonrisa dibujada en su rostro… Aquella media sonrisa me había dolido. Me había hecho sentirme un juguete en sus manos. Cuando tenía que ser al revés. Yo debía ser el que controlara y dominara la situación y no ella. Yo era el que debía manejarla a ella y no al revés. Aquella media sonrisa había despertado una rabia que no había imaginado tener siquiera. Quería humillarla, doblegarla, subyugarla, tenerla a mis pies. Quería borrarle aquella media sonrisa tan condescendiente con la que me había obsequiado. Así, que me decidí a ser desagradable. Yo era el amo, no ella.

Mis crueles palabras surtieron el efecto deseado. La media sonrisa no tardó en esfumarse. La incipiente autoconfianza que parecía nacer en su interior, se esfumó en un suspiro. Los nervios volvieron a atenazarla. Las lágrimas brotaban de nuevo. Sin duda mis palabras le habían recordado cuáles eran mis intenciones. Ella era ahora mi esclava y debía satisfacerme en todo. Sus braguitas comenzaron a descender por sus bien torneadas piernas. Un poco más tarde, su cuerpo totalmente desnudo se mostraba en toda su espléndida belleza.