Mi vecinita 19
Rafa nos sigue contando sus aventuras con Coral y su prima en la playa...
Capítulo 19
- ¡Ey! a mi prima ya te la has follado. Quiero que me folles a mí también.
¡No me lo podía creer! ¡Vaya con la primita! Por eso se mostraba tan participativa. Estaba más salida que el pico de una mesa. Dispuesta a tirarse al primero que se le presentase. Sin embargo no quería, no podía hacerlo. No quería traicionar a mi chica con su prima y, por si fuera poco, delante de ella. Traté de ganar tiempo, buscar el apoyo de Coral. Encontrar un modo de resolver aquello. No quería deteriorar más la relación con mi linda vecinita.
- ¿Eh, cómo? ¿Tú también quieres rabo?
- Sí… sí… por supuesto.
Busqué el apoyo de Coral con la mirada. Vero tenía las cosas muy claras. Pero yo seguía resistiéndome. Sabía que si cedía, todo se echaría a perder. Seguía buscando una excusa, una salida para evitar el desastre…
- Pero… pero… pero si eres virgen.
- Ya lo sé. Y estoy harta de serlo, quiero dejar de ser virgen ya. Fóllame a mí como hiciste con mi prima.
Coral seguía sin decir ni hacer nada. Simplemente nos miraba. Al principio se mostró asombrada, pero ahora era incapaz de discernir sus sentimientos. Necesitaba saber lo que pensaba al respecto, que me dijera algo que me ayudase a tomar la decisión correcta. Pero no decía nada, ningún gesto o expresión que me orientase. ¡Nada! Yo estaba perplejo. No sabía qué hacer…
- Pero… ¿estás segura? Mira que no hay vuelta atrás…
- ¿Es que no te gusto? ¿No estoy lo suficientemente buena?
Vero estaba acorralándome con su insistencia. Estaba llevando el asunto a un terreno muy personal. No quería herir los sentimientos de ninguna de las dos. Bastante mal me sentía ya por haberme aprovechado de Coral como para añadir ahora a su prima. Pero es que estaba casi seguro de que si cedía a las pretensiones de Vero, estropearía mi relación con Coral. Bueno, en realidad ya la había estropeado al presentarme delante de ellas y saltarme su plan a la torera. Pero no quería estropearlo más.
- No… Es decir… sí. No… Vamos a ver… Eres muy guapa… estás más que buena… pero…
- Pero ¿qué?
Cada vez tenía menos salidas y me encontraba más desorientado. Ni vecina seguía sin darme ninguna pista acerca de sus intenciones o sentimientos. Tal vez Coral estuviese poniéndome a prueba, evaluando mis sentimientos, valorando mis reticentes respuestas y llegando a nuevas conclusiones. Lo cierto es que su actitud me desconcertaba. Seguía sin comprender por qué me había citado, para qué me quería allí si lo que me había pedido ya lo tenía. Y mientras su primita no dejaba de atosigarme con la venia de Coral. Decidí ser franco con Vero. Si le dejaba las cosas claras, si le hacía ver la trascendencia de la decisión que iba a tomar; quizás cambiase de opinión. No era probable pero tenía que intentarlo.
- No quiero que me malinterpretes. No quiero forzarte, ni que te sientas comprometida o coaccionada… Es un paso que tienes que estar muy segura de darlo.
- ¡Pues claro que lo estoy! Por quién me has tomado. ¿Por una cría? ¡Pues no lo soy! ¡Quiero que me hagas mujer! ¡Quiero sentirme como una auténtica mujer! Como mi prima…
Coral seguía sin dar señales de vida. Ni hacía ni decía nada. Permitía que su prima me siguiese presionando sin decir esta boca es mía. Con su actitud le estaba dando carta blanca. No lo comprendía. ¿Acaso quería que Vero follase conmigo? ¿Era eso lo que pretendía y no me lo quería decir a la cara? No, no podía ser.
- Pero es que…
- ¿Cómo quieres que te lo pida, por favor? Por favor, fóllame… no pongas más escusas.
No sabía qué más decir o hacer, se me habían agotado todas las ideas ya no me quedaban más excusas. La cosa estaba llegando demasiado lejos, había llegado demasiado lejos. Vero se estaba humillando. ¡No es que se me estuviera ofreciendo, me estaba suplicando! Y Coral seguía sin hacer o decir nada. ¡Nada! Ni una mueca de desaprobación o disgusto, ni una protesta, ni siquiera un bufido o suspiro. Nada. Tan profundo mutismo sólo podía significar una cosa. Coral veía con buenos ojos que me la follara, o al menos aceptaba el que lo hiciera. Si no, ¿por qué estaba tan callada? Sin más razones, argumentos o pegas que interponer, me vi obligado a acceder a los insistentes requerimientos de Vero. Decidme, ¿qué otra cosa podría haber hecho?
- Está bien… si eso es lo que quieres…
- ¡Pues claro que lo quiero, fóllame ya de una vez!
Yo seguía indeciso a pesar de todo. Entonces por fin recibí la señal de luz verde de parte de mi chica. Coral empezó a quejarse porque la estábamos dejando sola con tanta charla y reclamaba nuestra atención. No había ya razones para seguir siendo reticentes. Sin más demora, acomodé a Vero sobre la toalla. Quería ser yo quien controlara todo el proceso de su desvirgue. Le dije a Coral que se pusiese sobre la cara de su prima para que ésta le comiera el coño. Yo, por mi parte, aproveché para inmortalizar aquel instante. Más tarde, dedicaría muchas horas a admirar la sublime belleza que emanaba de aquellas dos divinidades.
Tampoco es que me entretuviera demasiado, un par de fotos y me puse manos a la obra. Hubiera sido una enorme torpeza por mi parte dejar que mis niñas se enfriaran. Lo primer que hice fue examinar de cerca el virginal chochito que tenía ante mí. Lo cierto es que si a finales de Mayo me hubiesen dicho que en apenas dos meses iba a estrenar a dos preciosidades; no le hubiese creído, hasta me habría enfadado con él por tomarme el pelo. Pero ahí estaban lo hechos, en Junio me había convertido en el primer hombre de una chica maravillosa, Coral. Y ahora estaba a punto de inaugurar el inexplorado túnel de Verónica. Estaba en racha, nunca mejor dicho. Era la primera vez en mi vida en la que estaba contento con mi suerte.
Aspiré el especiado aroma proveniente del virginal coñito de Verónica. Sutil, no muy fuerte, pero de inconfundible fragancia, la esencia misma de una hembra en celo. Las tentadoras emanaciones me instaban a tomarla antes de tiempo, pero logré contenerme. No tenía prisa, quería disfrutar al máximo del momento. Sin embargo, Vero no se mostró tan comprensiva. Se impacientó y comenzó a protestar. La corté de inmediato, yo era quien manejaba la situación. Si quería que me la follara se harían las cosas a mi manera. Si no, la dejaría con las ganas. No sé si le gustó mi reprimenda, si simplemente la aceptó por buena o se asustó por el tono que empleé; el caso es que se cayó y me dejó hacer las cosas a mi manera sin volver a quejarse por nada. Su delicioso coñito se me ofrecía abiertamente; pero antes de disfrutar de sus encantos, debía asegurarme una buena acogida para mi endurecido miembro. No quería causarle ninguna molestia. Al contrario, como ya hiciera con su prima Coral, deseaba proporcionarle el mayor placer posible para que cuando recordase su primera vez lo hiciese con una sonrisa.
Comencé a explorar los sonrosados labios de Vero bajo la atenta mirada de Coral. Ésta parecía fascinada por lo que estaba viendo y no se perdía detalle. Lo cierto es que la situación no dejaba de tener su morbo. Iba a presenciar la primera vez de su prima un mes después de haber vivido la suya propia. A mí también me parecía estar viviendo un “déjà vu”. Vero se me ofrecía tan generosamente como hiciera Coral en su día. Sus sonrosados labios mayores, brillaban destilando deseo y pasión. Al igual que le sucediera a su prima, la joven se debatía entre el miedo y el deseo. Si tuviese que resumir su estado, diría que estaba más ansiosa que nerviosa. Como pasó con Coral, el deseo de perder la virginidad era la emoción predominante y no el miedo al posible dolor que pudiera causarle. No obstante, era un factor a tener en cuenta. Debía ser cuidadoso si no quería estropearlo todo. Pero como os acabo de explicar, Vero se mostraba más cachonda que asustada. Con tan buenas perspectivas, no me resultaría difícil complacerla.
Mis primeras caricias, aunque tenues y suaves, fueron recibidas con gemidos profundos y sentidos. Se confirmaron así mis sospechas, Vero estaba muy pero que muy caliente. Con la mayor de las delicadezas, le abrí sus carnosos labios, quería echar un vistazo a su virginal intimidad. Ahí, justo en medio tras los delicados labios menores, se atisbaba la protegida entrada a la cueva de las maravillas. Una blanquecina y semitransparente telita la tapaba en parte. El himen, la irrefutable prueba de su virgo. Un escalofrío me recorrió entero al darme cuenta de lo que aquello significaba. Probablemente era el primer hombre que la acariciaba en una zona tan sensible. Una vez más sentí el impulso de abalanzarme sobre ella y poseerla. Pero no era el momento, no todavía no. Era mejor esperar y ser paciente. ¿Para qué acabar tan pronto con la fiesta?
Sin embargo, no era la búsqueda y localización del himen el único objetivo de aquella exploración dactilar. Un poco más arriba, donde sus pliegues se unían, se escondía una pequeña protuberancia, el clítoris, su botoncito de placer. Decidí acariciarlo, a ver qué pasaba. Si antes mis caricias despertaban ligeros susurros y estremecimientos, lo que se produjo ahora fue un violento terremoto acompañado de un estruendoso chillido. Tras el violento estallido vocal, un sorpresivo torrente que bañó mis manos. Si Vero no estaba disfrutando de un orgasmo genuino, lo estaba haciendo de algo que se le parecía mucho. Lo cierto es que me pilló por sorpresa, sabía que la niña estaba caliente, pero no me imaginaba que estuviera tan a punto. A pesar de sentir cierta satisfacción por el pequeño éxito. No me recreé en mi suerte y decidí aprovechar el momento para seguir dándole placer a la niña. Seguí machacándole el clítoris en busca de un segundo y tercer orgasmo. La quería bien lubricadita antes de penetrarla. Ya lo estaba, pero quería que lo estuviera aún más.
Tras machacarla bien con los dedos, decidí emplear la lengua. Primero besé y saboreé bien aquellos golosos labios completamente empapados. Después paseé la lengua por todos sus recovecos asegurándome una y otra vez de no dejar ninguno sin visitar tres o cuatro veces. No tuve ninguna duda acerca de la bondad de mis acciones. Las convulsiones pélvicas eran cada vez más violentas y frecuentes. Vero se debatía desesperada tratando en vano de controlar las lujuriosas reacciones de su incendiado cuerpo. Estaba totalmente fuera de control, chillaba y gritaba sin parar. Y yo decidido a dejarla bien satisfecha, no dejaba de comérmela goloso. La tenía bien dura de lo burro que estaba. No podría aguantar mucho más, pero estaba resuelto a prolongar aquello todo lo posible. Mis esfuerzos dieron su fruto, un nuevo torrente bañaba mi rostro. Estaba dispuesto a prolongar el cunnilingus un poco más, pero en aquel momento oí un nuevo y estridente chillido. Coral se estremecía y convulsionaba sin control, víctima también de su propia excitación. Había llegado el momento de entrar a matar, probar de una vez las delicias escondidas en la cálida y húmeda cuevita de Verónica.
Me arrodillé para sentarme sobre los talones. Así a Vero por las caderas y la atraje hacia mí. La chica gimió débilmente, sabía que había llegado el momento de la verdad. No opuso resistencia alguna, más bien todo lo contrario. Se mostraba mucho más deseosa que yo mismo por empezar a follar. Me puse la goma, después del susto con Coral, nunca más volvería a jugar sin protección. Allí las tenía a las dos, la una abierta de piernas al máximo, entregándoseme completamente. La otra sonrojada, los ojos llenos de lascivia, mordiéndose los labios, intentando contenerse... Dos hembras enceladas dispuestas a satisfacer sus más bajos instintos delante de mí. Jamás en mi vida hubiera esperado poder disfrutar de algo así. Un sueño hecho realidad. Y sin embargo, a pesar de la enorme excitación que me provocaba, no podía dejar de sentir una pequeña punzada de disgusto. Había algo que no acababa de estar bien. No sabía qué era, pero allí estaba. Y sin embargo no podía parar, ya era demasiado tarde para arrepentirse o dar marcha atrás. No podía detenerme, ya era del todo imposible.
Me acomodé entre los sonrosados labios de Verónica. Miré furtivamente a mi chica, no se perdía detalle. Me notaba inquieto, nervioso, como si la volviera a desflorar por segunda vez. A mi mente acudieron convulsas multitud de recuerdos. Imágenes desordenadas de aquel maravilloso polvo con el que comencé mi andadura con Coral. Aquellos recuerdos me pusieron cardiaco. El corazón se me salía del pecho. Por fin me decidí, dejé caer a Vero sobre mi pija al tiempo que empujaba con decisión. Apenas si noté una ligera resistencia. Mi pene se deslizó seguro por la estrechita, cálida y acogedora grieta de Verónica. Las dos gimieron al unísono, como una sola mujer. Me quedé quieto mirándolas; abrumado por la ingente cantidad de sensaciones y sentimientos que se me agolpaban. Sabía que era el virgo de Vero el que se había perdido y su vagina la que me abrazaba; pero yo sólo tenía ojos para Coral. Me sentía mal por ambas. Vero no se merecía perder su virginidad a manos de alguien que no la miraba; Coral que la traicionaran de este modo. Sin embargo, a la vez me sentía respaldado por ambas. No observaba reproche en ninguna de las dos. Así, turbado por mis miedos y pesares, al tiempo que animado y excitado por el morbo de la situación; me lancé decidido en busca del éxtasis definitivo. Me resolví a darles el mejor polvo de sus vidas, o al menos proporcionarles uno que no olvidaran nunca.
Un nuevo empellón para asegurarme de clavársela bien hasta el fondo. Vero se estremeció al sentir la potencia de mi envite. Era el primer hombre que se perdía en sus entrañas, pero no se quejaba, buena señal. Después se la saqué despacito para comprobar los efectos causados. La sangre suele ser bastante escandalosa, y esta vez no fue una excepción. Tenía la polla totalmente ensangrentada. Las chicas me miraron con los ojos como platos, parecían asustadas. Les dije que no se preocuparan que algunas veces se sangraba un poco más de lo normal pero que no me parecía que Vero estuviese sangrando demasiado. Le pregunté si le dolía, o si le había hecho daño y me contestó que no. Que apenas si había notado un pinchacito, una pequeña molestia. Entonces le dije que todo estaba bien y que lo único que le quedaba por hacer era disfrutar de su primer polvo.
Volví a metérsela completamente, con decisión pero sin prisas. Quería saborear las delicias de este coñito recién estrenado y que Vero gozara con cada centímetro de mi polla. La niña se estremecía y suspiraba invitándome a tomarla sin reparos. Y así lo hice, olvidándome de todos mis temores comencé un suave vaivén que debería llevarnos al éxtasis. Vero comenzó a agitarse tratando de acoplarse a mi cadencia de bombeo. Le costó un poco pero no tardó en acompasar sus movimientos con los míos. En poco tiempo nos vimos los dos cabalgando suavemente perfectamente sincronizados. Miré a Coral, mi chica, necesitaba saber cómo se lo estaba pasando ella. Tenía el rostro desencajado, una amalgama de curiosidad, asombro y deseo. Nos miraba embelesada, sin perderse detalle. Sus ojos seguían como autómatas el acompasado vaivén de nuestras caderas. Sus manos se acariciaban ardorosas los lindos pechitos. Se los amasaba con insistencia, como si sufriera una quemazón incontenible. Aproveché el momento para besarla y pellizcar sus pezones endurecidos.
Coral me correspondió como siempre. El mismo ardor en sus labios, la misma pasión en su lengua, el mismo arrebato, la misma fogosidad y sin embargo no fue lo mismo. Había algo, algo que no sabía definir muy bien qué era pero que nos afectaba a los dos. Y al mismo tiempo que me requemaba la conciencia, aquellas caricias, aquellos besos me enervaban, encendían mi lascivia impidiéndome cualquier razonamiento coherente y sensato. Sentía crecer ya en mí los primeros indicios de un nuevo orgasmo. Y el delicioso abrazo de Coral los potenciaba a grados superlativos. Pronto perdería el control sobre mi cuerpo. Con el poco dominio que me quedaba, pude reunir las fuerzas suficientes para atender a lo que sucedía a mi alrededor. Vero se contorsionaba y gemía desvergonzada. Era muchísimo más expresiva que su prima y ahora no dejaba lugar a la duda. Estaba gozando como una perra y estaba a punto de correrse, si no lo estaba haciendo ya. En cuanto a Coral, a pesar de su reserva habitual, se mostraba igual de ansiosa e impaciente. Se restregaba con insistencia sobre el rostro de su prima. También buscaba alcanzar su clímax. Tenía dos preciosas hembras enceladas disfrutando como lobas de un polvo de infarto. Pero yo sólo tenía ojos para una. El enfebrecido rostro de Coral me enardecía y llenaba de pasión. Mirando su gozo, alcancé el éxtasis más puro. Un potente latigazo que me sacudió con súbita violencia y me hacía perder el sentido. Me clavé contra Verónica con todas mis fuerzas, me estaba vaciando dentro de ella y mi vida se iba con ella. Incapaz de sostenerme, me abracé a mi chica y me dejé caer junto a ella. La paz que me envolvió entonces no se puede describir, me dejé llevar por su apacible tranquilidad. Cerré los ojos, el sueño me transportaba al más dulce de los descansos.
Fue un descanso inquieto. Tenía muchas cosas en las que meditar. Mi relación con Coral había cambiado mucho. Las cosas se estaban complicando demasiado. Estaba casi seguro de que había herido los sentimientos de Coral. Y si no me andaba con cuidado podría hacer lo mismo con Verónica. Aunque lo que más me molestaba es que había perdido el control. Me había dejado llevar por la insistencia de Coral y todo se había ido de madre. No había sido yo el que había concertado el encuentro. Había seguido las instrucciones de Coral hasta el momento en que llevado por mi calentura, lo mandé todo a la porra y me presenté delante de ellas. Ya sé que eso no formaba parte del plan, pero ¿qué pensaba Coral? No soy una máquina, con el espectáculo que me estaban ofreciendo… ¿Habría querido castigarme por haberlas pillado la primera vez? Era absurdo… y las otras ideas que se me habían ocurrido, eran igual de absurdas. ¿O no? ¡Es que la única explicación a lo que acababa de ocurrir era que había sido un plan de las dos para que me las follara a ambas! Entonces… ¿Por qué se enfadó Coral cuando me presenté ante ellas? Estas ideas volvían una y otra vez a atormentarme mientras permanecía abrazado a Coral impidiendo que mi descanso fuese completo.
Me incorporé de golpe. Un nuevo terror acababa de surgir en mi mente: ¡No me había salido de Verónica! Afortunadamente, cuando me incorporé, me di cuenta de que al dejarme llevar y caer abrazado con Coral, me salí de Verónica sin darme cuenta. No quería ni pensar en lo que hubiese ocurrido si parte de mi leche se hubiera quedado dentro de la chica. Me volví más que aliviado hacia Coral y lo que vi me quitó el ánimo. Su serio rostro me confirmaba el enfado que sentía hacia mí. Ante la severa mirada de la chica, apenas si fui capaz de decirle nada. Recogí mis cosas, más que nada para eludir su mirada. Le mostré entonces algunas de las fotos que había tomado. Tuve la fugaz esperanza de que el gesto me ayudara a suavizar las cosas entre nosotros. Pero apenas si les prestó atención. No hizo comentario alguno, no supe si había conseguido lo que quería o no. Sin saber muy bien qué hacer o decir, decidí marcharme antes de que su prima se recuperara y la situación se volviese aún más tensa y violenta. Apesadumbrado, llegué al hotel y comí sin ganas antes de echarme un rato y regresar a casa. Tenía demasiadas cosas en las que meditar y pensar. Por si fuera poco, ante mí se presentaba una complicadísima semana de trabajo que estaba a punto de dar comienzo.