Mi vecinita 14

Rafa nos explica cómo surgió el encuentro en el baño público.

Capítulo14

Por fin parecían cambiar los vientos que soplaban en la empresa. El miércoles al llegar encontré charlando amigablemente a Paco y Luisa. Algo había cambiado en su relación. Cuando se dieron cuenta de mi presencia, dieron por terminada su conversación y se separaron apresuradamente. Paco no me quiso hablar del tema pero o mucho me equivocaba o estos dos habían hecho las paces. No supe cómo tomarme aquello. No sabía si alegrarme o no después de lo que había pasado entre ellos. Tampoco sabía si este cambio interferiría o no en nuestro trabajo. Afortunadamente, como os he dicho las cosas estaban cambiando para bien. El resto del día fue bastante apacible dedicado al trabajo habitual. Justo a la hora de salir nos llegó la noticia. Habíamos conseguido la realización del proyecto. Las cosas estaban cambiando y para bien.

Sólo una cosa ensombreció mi llegada a casa, Coral se marcharía al día siguiente si no lo había hecho ya. Le envié un mensaje intentando una vez más concertar una cita con ella para el mes entrante. Durante los últimos días no había dejado de darme respuestas vagas e imprecisas evitando comprometerse conmigo. Entendía sus motivos, yo había conseguido sus favores con malas artes. Ciertamente no podía esperar mucho entusiasmo por volver a encontrarse conmigo y menos en una época en la que le sería fácil evitarme, las vacaciones. Sin embargo, yo me había resuelto a hablar con ella. Después de la jugarreta sufrida en la empresa, me sentía mucho más unida a ella de lo que jamás me habría imaginado. Me había portado como un auténtico cerdo y quería decírselo. Incluso estaba dispuesto a rescindir el resto del acuerdo.

Claro que Coral no me lo ponía fácil. Con sus constantes evasivas había conseguido lo que se proponía, que llegaran las vacaciones sin que yo pudiera contactar con ella. Lo que Coral no sabía es que lo que ella había con tanto esfuerzo ocultarme, su madre me la había revelado en un breve encuentro en el ascensor. Así pues, había pensado aprovechar este fin de semana para darle un pequeño susto; pero sobre todo, me proponía hablar con ella y pedirle perdón. Había encontrado una habitación en un hotel que quedaba justo enfrente de la playa que según su madre solían visitar. Con un poco de suerte, podría localizarla en esa playa y encontrar un momento de intimidad sin que nadie llegara a sospechar.

Le mandé el mensaje pidiéndole la cita y pronto me llegó su respuesta. “Estoy de vacaciones con mi familia en la playa. No podremos vernos hasta septiembre. Lo siento.” No por esperado, me resultó menos frustrante. En cierto modo, Coral había logrado burlarse de mí al darme esquinazo. Eso me enfureció bastante, sin perder tiempo hice la reserva en el hotel. La vería de todas, todas.

El jueves se me hizo eterno. Tenía que ultimar mis preparativos para el viaje a la costa en busca de mi esquiva vecinita. No lograba concentrarme en el trabajo, mi mente estaba muy lejos de allí. Y eso que aquel jueves teníamos bastantes cosas que hacer. La consecución del proyecto significaba que ahora debíamos llevarlo a cabo. Ángela se mostraba a la par que satisfecha tremendamente exigente. Menos mal que Paco y sorprendentemente también Luisa me echaron varios capotes. Porque aquel jueves estuve espesito, espesito. Por fortuna al finalizar la jornada, mi jefe decidió invitarnos para celebrar la consecución del encargo más importante para la empresa. Y entre copa y copa, nos recordó la necesidad de cumplir con los plazos y la imposibilidad de disfrutar durante el verano de las vacaciones. Claro que como compensación, le recordé que nos había prometido librar de viernes a domingo hasta que empezásemos a trabajar sobre el terreno. Así que al día siguiente no tendríamos que ir a la oficina. Se lo pensó un poco pero estuvo de acuerdo. Después de todo, habían sido sus propias palabras. Después de aquello, la fiesta me pareció mucho más divertida.

El viernes resultó ser uno de los días más angustiosos y decepcionantes de mi vida. Me levanté temprano, los nervios me impidieron permanecer mucho tiempo en la cama. Con un optimismo desbordante me puse a empaquetar los enseres que me llevaría a la playa. Un par de bañadores, otro de pantalones cortos, unas camisetas, la bolsa de aseo… En realidad los tenía ya listos, pero no sé por qué razón no los había metido en la maleta. Repasé una vez más el contenido de la misma y añadí un bañador más y un par de toallas de playa. Después sin demora partí en busca de mi vecinita.

Las horas de coche me pasaron volando. Sólo tenía un único pensamiento que no paraba de dar vueltas en mi cabeza, Coral. Me imaginé una y mil veces su reacción al verme por primera vez. Me la imaginé tumbada tomando el sol, jugando en la playa con sus amigos, en el agua bañándose, paseando en la orilla… Claro que en ocasiones tenía que dejar de pensar en ella so pena de sufrir algún accidente. De vez en cuando, la veía desnuda incitándome a tener sexo con ella. No me resultaba muy difícil recordarla así, el último video que me había dejado era puro fuego. Eso me recordó que tenía que hacer una importante compra nada más llegar.

Llegué al hotel antes del medio día, dejé mis cosas en la habitación y bajé al restaurante a comer. El hotel era el lugar perfecto para buscar a mi chica. Estaba justo enfrente de la playa donde solía ir a bañarse la familia de Coral. Con suerte hasta la podría ver desde la ventana del restaurante mientras comía. No fue así. Empecé a sentirme un poco idiota. Había ido en busca de una chica sin saber exactamente dónde paraba. Entonces me acordé de que debía ir a una farmacia en busca de preservativos. Con un poco de suerte, si no encontraba a Coral, podría conocer alguna chica con la que pasar un rato agradable. Me vestí con ropa más informal y salí a pasear en busca de la farmacia. Pegunté en recepción y me indicaron la dirección de una relativamente cerca en dirección al centro del pueblo. A esas horas apenas si había gente en las calles, llegué a temer que la farmacia estuviese cerrada. Afortunadamente no fue así y pude regresar a mi zona de rastreo bastante pronto. Y allí me pasé toda la tarde buscando y esperando inútilmente encontrarme con Coral. De vez en cuando me dí algún que otro chapuzón breve, temía no verla mientras me distraía en el agua. Llegó la noche, regresé al hotel con la sensación de haber cometido la mayor estupidez de mi vida. Había malgastado tiempo y dinero de mala manera.

El sábado por la mañana me levanté desanimado. Todo eran regañinas y reproches. Con la cantidad de cosas que había podido hacer y voy a perder el tiempo como un crío jugando a detectives. Bueno, ya que estaba allí podría aprovechar el tiempo y disfrutar de la playa. La verdad es que el lugar es el sitio perfecto para veranear con niños y con abuelos. El lugar era un gran golfo casi cerrado, por lo que la temperatura del agua era bastante elevada y las olas prácticamente inexistentes. Para colmo la pendiente del suelo marino era extremadamente suave, más que el mar aquella playa parecía una piscina grande. La cantidad de ancianos y niños era sorprendente y comprensible. Paseé por la playa por si tenía la fortuna de encontrarme con alguien conocido, vosotros ya me entendéis, pero una vez más fracasé.

Un poco más adentro, había una especie de islote alargado que servía de barrera natural entre las aguas del golfo y las del mar exterior. En esta isla alargada se concentraba la mayor parte de los adolescentes y jóvenes. El contacto con las olas del mar exterior hacía del baño una experiencia más emocionante. Además de permitirte practicar más variedad de deportes. Tampoco aquí conseguí verla. Lo cierto es que el lugar estaba tan abarrotado que era realmente difícil localizar a nadie. Ya estaba dispuesto a tirar la toalla y abandonar cuando me pareció oír una voz familiar. Me giré y entre la multitud de muchachos que jugaban con las olas conseguí distinguir al hermano de Coral. Después vi a su hermana pequeña que insistía en que regresaran a la otra playa con su madre.

No puedo decir cómo me sentí entonces. La sensación que me envolvió era de alegría y alivio. No había perdido el tiempo, Coral estaba por allí. Pronto la podría ver. Pero, ¿por qué me alegraba tanto? Era una chica más, ¿verdad? No, no lo era. Coral ocupaba sin yo reconocerlo un lugar importante en mi vida. Me gustaba estar con ella, hablar con ella… follar con ella. Era tierna y dulce, candorosa y tímida; y a la vez fuerte y decidida, sensual y descarada aunque ella no lo reconociera o supiera. Era capaz de sonrojarse por una insinuación y al rato, lanzarse como una tigresa a follar contigo. Era hielo y fuego a la vez, rebelde y sumisa al mismo tiempo. Pero sobre todo me gustaba porque podía estar horas y horas hablando con ella sin cansarme. Nunca me ha gustado hablar sobre mí mismo, y sin embargo con ella lo hacía sin darme cuenta. Con ella en casa me sentía a gusto, feliz y satisfecho; llenaba mi hogar, mi vida, de optimismo y alegría. Por eso me sentía tan mal por lo que le había hecho. Tenía que decírselo, tenía que pedirle perdón. Tenía que dejarla marchar y perderla…

Ahora que estaba seguro de que podía encontrarla, me dediqué a buscarla con afán por la zona. No me resultó fácil. Pero finalmente mis esfuerzos tuvieron la recompensa que esperaba. Había un grupito bastante numeroso de chicos y chicas, y en medio de ellos había una chica que me llamó la atención. No era Coral pero su rostro me era familiar. Fijándome con un poco más de atención pude ver a mi chica que en esos momentos me daba la espalda. Fui dando un amplio rodeo para poder verla de frente y que no me descubriese y pude confirmar mis sospechas. Efectivamente, era Coral divirtiéndose con sus amigos. Me sorprendió verla en un grupo tan numeroso y sobre todo tan diferente a los que solían acompañarla en la ciudad. Decidí observarla de lejos para poder abordarla en un momento en que estuviese menos acompañada de gente.

Estuvieron charlando y bañándose en la playa hasta casi el medio día. Sobre la una y pico, decidieron ir a tomarse algo al chiringuito. Como vieron que éste estaba muy lleno, se acercaron a un bar cercano que estaba al otro lado de la calle. Por fin había llegado mi oportunidad. Me coloqué en la barra enfrente de las sillas donde se habían sentado Coral y sus amigos. Procuré ponerme de cara a ellos de modo que fuese fácil verme. No había mucha gente en la barra de modo que no me resultó complicado. Mientras esperaba a que Coral me viera, decidí tomarme una cerveza. Tuve que tomarme dos tercios antes de que mi vecina se diera cuenta de mi presencia. La conversación que mantenían debía ser muy interesante pues ella ni levantó la vista siquiera.

No obstante, me había colocado de tal modo, que era cuestión de tiempo que se diera cuenta de mi presencia. Así fue, en un momento dado Coral levantó fugazmente la vista. No debió de dar crédito a sus ojos porque al rato, volvió a dirigir su mirada hacia donde estaba. Yo la saludé lo más amigablemente que pude. Esta vez sí me reconoció. Por poco les tira las bebidas a la mitad de sus amigos del respingo que dio en la silla. Después de eso, no dejó de mirarme a escondidas. Simulaba estar en la conversación con sus amigos, pero resultaba evidente que estaba más pendiente de mí que de ellos. Me hizo gracia su reacción, era más o menos como me esperaba. Sin duda ahora estaría preguntándose cómo demonios la había encontrado… Yo me preguntaba cuánto tiempo tardaría en acercarse a dónde yo estaba. Como se me estaba acabando la cerveza, decidí tomarme otra. Antes de pedir la tercera ronda, le hice un gesto por si captaba la idea. No sé si lo hizo o no, el caso es que al poco Coral se me puso al lado mientras pedía otra ronda para ella y sus amigos. Era la oportunidad de hablar entre nosotros.

-              ¿No me vas a presentar a tus amiguitos esclava?

Antes de pedirle perdón había pensado que podría ser divertido hacerle de rabiar un poco más. Tenía que averiguar cuán grande había sido el susto, no pretendía mucho más.

-              ¿Qué?... ¿Cómo?... No por favor, no me humilles delante de ellos, se descubriría todo…

-              ¿Me sigues pidiendo más favores, después de marcharte sin decirme a dónde venías a pasar las vacaciones? Estoy muy disgustado contigo…

-              Ay por favor… yo, no quería, no pensé… perdóneme… he sido una tonta… ¿Cómo… cómo te has enterado?

-              De cómo te he encontrado hablaremos más adelante. Ahora quiero que me expliques otras cosas mucho más importantes, sobre todo para ti. Ah, te lo advierto, no trates de mentirme, más te vale que me digas la verdad. Si te pillo en un renuncio, lo vas a lamentar de veras.

-              Sí… sí… perdóneme…

-              ¿No conozco a esa amiguita tuya?

-              ¿Qué?... No… no creo.

-              Es igual no importa. Has tratado de escabullirte y eludir tu compromiso por qué…

-              Yo… yo sólo quería tomarme unos días libres, de descanso. Estas semanas han sido un infierno, no te puedes imaginar lo agobiantes y estresantes que han sido. Necesito meditar con tranquilidad y replantearme muchas cosas. De verdad que quiero cumplir con… contigo y… hacer lo que ponía el contrato… pero necesito tiempo, un descanso… por favor, no me malinterpretes… yo…

-              De modo que pensaste  que después de todo te merecías una pequeñas vacaciones…

Como había pensado, Coral solo quería un poco de tranquilidad y descanso para poder pensar en todo lo que le había pasado. Se la notaba visiblemente nerviosa y bastante asustada. Con eso me conformaba, ya había sufrido bastante por mi culpa. Pero el camarero estaba terminando de servirla y necesitaba más tiempo para decirle lo que quería. Así que decidí que lo mejor sería citarme con ella en los lavabos. Allí podríamos estar solos el suficiente tiempo y sin levantar sospechas. Ella se marchó en cuanto estuvo servida prometiéndome encontrarse conmigo cinco minutos más tarde. Me tomé la cerveza y me dirigí a los lavabos. Resulta que había un aseo de caballeros, otro de señoras y en medio otro bastante amplio para disminuidos físicos. Este sin duda era el mejor para mis propósitos. Entré en él y la esperé pacientemente. Pasaron bastante más de cinco minutos y Coral seguía sin aparecer. Si os digo que no empezaba a cabrearme os mentiría. Me sentía un verdadero estúpido esperando allí dentro.

Estaba a punto de salir para darle un toque cuando empecé a oír el ruido de las puertas. Coral debía de estar buscándome en los aseos. Ahora que lo recordaba no habíamos dicho ninguno en concreto. Parecía que se daba la vuelta para salir. Rápidamente extendí la mano y la así de la muñeca haciendo que se diera la vuelta. Nada más volverse, se abrazó a mí besándome con verdadera pasión al tiempo que me empujaba hacia el aseo. Tras pasar el umbral, sin dejar de besarnos como locos, cerré la puerta para evitar molestas intrusiones. No me esperaba aquello, el apasionado beso de mi vecinita me dejó descolocado y más caliente que los altos hornos. Dejé de pensar en todo y me concentré en mi chica. Era tan guapa, y estaba tan buena… En un solo segundo me había olvidado de mis anteriores propósitos. El único pensamiento que ocupaba mi mente era disfrutar del extraoridinariamente hermoso y sensual cuerpo de mi vecinita.

Llevado por mi repentina calentura le quité con torpeza la parte superior de su bikini. Amasaba sus pechos con mis manos como si fuera lo último que pudiera hacer en esta vida, su sedosa y trémula textura me tenían obnubilado. No podía apartar la atención de ellos, los apretaba, los pellizcaba, los besaba, lamía y mordía… Ella gimió. Por un instante pensé en que podría estar haciéndole daño y me asusté. Falsa alarma, en realidad lo estaba disfrutando. ¡Le gustaban mis torpes y rudas atenciones! ¿Cómo podía ser? Después de todo lo que le había hecho… ¡disfrutaba conmigo!

Noté cómo temblaba entre mis brazos, no lo hacía por miedo sino por deseo. ¡Coral estaba más caliente que yo! Bajé mis manos para comprobarlo. Desabroché sus pantaloncitos y tanteé la tela de su bikini, estaba chorreando, como si acabara de salir del agua. Nuevos gemiditos ahogados me confirmaron lo acertado de mis acciones.

-              ¿Qué te pasa zorrita, me echabas de menos?

-              Sí… sí mi amo…

-              Ya, por eso me has llamado nada más instalarte en tu lugar de vacaciones.

-              Perdóneme mi amo… yo… ya se lo he dicho. Necesitaba un poco de tranquilidad para descansar, meditar en muchas cosas  y aclarar mis ideas. Por favor, señor… no le estoy engañando…

-              Sabes esclava, la confianza es muy difícil de conseguir pero muy fácil de perder. Como te descubra en otra mentira, no tendré compasión de ti…

-              No señor. No volveré a engañarle, ni a intentarlo siquiera, señor, lo prometo.

Ya era demasiado tarde para cambiar de idea, pensé. Lo mejor era seguir con mi papel de amo insensible. Después de todo ese era el papel que yo mismo había elegido. Aunque comprendiese perfectamente lo que Coral sentía y quería, no podía dejarme llevar por estos sentimientos. Llegado el caso, los podría perdonar, pero como Amo no podía pasarlos por alto. Tenía que hacérselo saber, por más que me pesase amedrentarla de aquel modo. Estaba jugando de farol, Coral no lo sabía pero lo cierto es que nunca podría denunciarla ante su padre. No después de haberme encariñado con ella. Pero yo debía seguir con mi papel por más ingrato que fuera…

-              Está bien, dime,  ¿quién es esa amiguita que me suena tanto? ¿No la he visto antes?…

-              Es… es mi prima Verónica… va mucho por casa…

No podía apartar mi mente de esa otra cara conocida. Estaba seguro de que había visto el rostro de la prima de Coral en otra parte. Me sonaba pero no sabía porqué. Claro que si como me había dicho Coral, su prima iba mucho por casa… es normal que me la hubiera encontrado por los alrededores o en el ascensor o… No podía perder el tiempo pensando en dónde puñetas había visto a la prima de Coral. Tenía otras necesidades mucho más urgentes.

-              Bien… pareces sincera… Ahora ponte a trabajar. Supongo que ya sabes lo que tienes que hacer.

Sí, necesitaba aliviarme con mi chica. Estaba tan empalmado que mis pantalones parecían tener una tienda de campaña. Me dolía la polla de lo dura que se me había puesto. Y Coral se mostró tan caliente como yo. Nada más descubrir mi miembro, se amorró a él como si le fuera la vida en ello. No era una técnica muy ortodoxa, pero sí bastante efectiva. Quizás fuese por el intenso interés que le ponía, o tal vez fuera por mi propia calentura; el caso es que me la puso más tiesa si eso era posible. Como Coral no parecía satisfecha consigo misma, no tardó en cambiar de táctica. Se serenó y comenzó de nuevo. Esta vez siguiendo un modo de proceder mucho más planificado y elaborado. Decidió lamer primero mis testículos, después el tronco y finalmente se dedicó a lengüetear alegremente en mi capullo. Lo besaba, sorbía, lamía y relamía golosa como si de un sabroso helado se tratase. Y todo ello sin dejar de mirarme y sonreír. Me dejó sin habla. Yo sólo podía mesarle los cabellos y asentir. Y entonces cuando yo ya no podía aguantar más, empezó a tragársela poco a poco. Aquello era ya demasiado, sobre todo cuando me fijé y vi que se la había tragado entera. No pude contenerme más y gemí, si Coral continuaba con aquella mamada no tardaría en correrme en su boca…

No, no quería eso. No quería terminar en su boca, necesitaba probar su lindo conejito. La levanté del pelo y sin entretenerme le bajé los pantaloncitos y las braguitas del bikini. Ni yo mismo sé cómo logré hacer todo aquello, estaba tan caliente que me temblaban las manos. Una vez despejada el área de operaciones, era cuestión de tomar las correspondientes medidas de seguridad. Rebusqué en mis bolsillos y logré encontrarlos. Los condones estaban listos para ser usados. Quité el precinto de uno de ellos y se los mostré a mi vecinita para que ella hiciese el resto. Aquello la debió sorprender pues se quedó quieta mirándolo hipnotizada como si no supiera qué hacer con él.

-              Bueno, ¿se puede saber a qué estás esperando? ¡Pónmelo si no quieres que te la meta a pelo! Y después no me protestes…

-              ¿Qué?... ¡Ah! Sí… perdona, es que me ha pillado por sorpresa… como dijiste que no los usarías conmigo…

-              Ya. Pero no quiero volver a tener el mismo susto otra vez. Ya te dije que no quiero arruinarte la vida, sólo disfrutar un poquito contigo. Y como no he tenido tiempo de buscar una solución en condiciones… he preferido suspender de momento esta regla hasta que encuentre un método anticonceptivo adecuado. ¿Te parece bien? ¿A qué estás esperando?

-              Perdona… sí… sí me parece bien… gracias, Amo. Es usted muy amable… Es… es la primera vez que pongo uno…

-              Supongo que habrás visto cómo se ponen en algún video de educación sexual. Lo sujetas por esa bolsita que tiene en el medio… así, eso es; y lo vas desenrollando sobre el pene… muy bien… Ahora, date la vuelta y ponte encima.

El candor y la inocencia de Coral no dejaban de sorprenderme. La naturalidad de sus respuestas y su sinceridad me cautivaban, podría pasarme horas enteras mirándola embelesado… Coral no estaba tampoco para perder el tiempo. Llevada de su propio deseo, hizo exactamente lo que le pedía antes de que terminara de hacerlo. Dándome la espalda se la enfundó entera sin pestañear. Estaba tan mojada que apenas si me di cuenta de la maniobra. Cuando quise reaccionar, ya la tenía sobre mí y al instante ya estaba completamente empalada. Y entonces descubrí hasta qué grado estaba caliente mi esclavita. Coral gimió con todas sus ganas, como si estuviéramos solos en el mundo. Chilló tan fuerte que debió de oírse hasta fuera en la terraza del bar. Entonces fui repentinamente consciente de dónde estábamos. ¡La muy tonta nos iba a descubrir en un lugar público! Me vi obligado a taparle la boca para evitar más demostraciones de escandalosa euforia…

-              “¿Es que quieres que todo el mundo se entere de lo nuestro? ¡Estamos en los aseos públicos de un bar en la playa! Otro grito igual y te aseguro de que no habrá nadie en el bar que no sepa lo que estamos haciendo.”

Mi enérgica reprimenda surtió efecto y Coral logró serenar y controlar sus impulsos. El corazón me latía a mil por hora. No me apetecía ser el centro de atención ni el origen de mil historias escabrosas sobre el fornicio en lugares públicos. Nos quedamos quietos como estatuas, intentábamos averiguar si alguien más se había dado cuenta de lo que sucedía dentro del aseo de discapacitados. Escrutábamos los sonidos procedentes del exterior mientras nos esforzábamos por controlar la respiración. El miedo había entrado en la ecuación, un miedo irracional tal vez, pero tan intenso que era imposible obviarlo. Un miedo que lejos de amilanarme, me excitaba, intensificaba mis sensaciones, un miedo que me vigorizaba, que me hacía sentir realmente vivo. Un miedo que me hizo desear aún más a la joven que tenía sentada encima.

Todo parecía en orden, nadie se había dado cuenta de nada. Podíamos seguir con lo nuestro. Coral se había tranquilizado y ya había empezado a cabalgarme de nuevo. Esa chica era una diosa, se movía con una gracia y armonías endiabladas. Al principio, sus movimientos eran sutiles, casi inapreciables, pero poco a poco se iba soltando. Sus movimientos fueron ganando en intensidad, amplitud y variedad; me estaba volviendo loco y me encantaba. Me costaba trabajo controlar la respiración, ahora era yo el que debía ahogar sus gemidos para no formar un escándalo. Aquellas diabólicas caderas me estaban llevando al séptimo cielo, sus vaivenes, subidas, bajadas, giros... se combinaban, variaban y alternaban con maestría exquisita. Y lo mejor de todo es que Coral actuaba libremente sin coacción de ningún tipo, yo no le había dicho ni insinuado nada. No me podía quedar impasible ante tanto esfuerzo y generosidad. Decidí que ya era hora de corresponderla como se merecía y empecé a acariciarle suavemente su lindo botoncito. Los quedos grititos de mi chica me confirmaron que hacía lo correcto. Llegó a taparse la boca para no gemir demasiado fuerte. Al menos había aprendido la lección…

-              Coral… ¡Coral!... ¡Cori! ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras bien?

Hostias una de las amigas de Coral que viene a buscarla porque está preocupada. Menuda faena como nos pille.

-              Coral, ¿Estás ahí? ¿Estás bien?

-               Sí… Sí… No pasa nada Vero… estoy bien… Ah… de verdad… Es algo que me ha sentado mal pero enseguida se me pasa…

-              Vale, te espero aquí.

-              No. No hace falta. Vete con los demás, que estoy bien, de verdad… enseguida salgo.

-              Vaaale. Pero como no salgas pronto, vengo y aviso a tu madre…

-              No va ha hacer falta, es algo que no me ha sentado bien, no tardo.

Parecía que se lo había tragado. Coral la había logrado convencer con aquella débil y apresurada excusa. No sabría explicarlo, pero de repente fui consciente de lo mucho que me excitaba aquella situación. En muy pocas ocasiones había sentido mi polla tan dura, tan rígida… Ahora sí que había sentido miedo. Ahora sí que me había sentido vivo… Ahora sí que sentía la necesidad de follarme a mi chica sin contemplaciones ni zarandajas. Necesitaba darle duro, fuerte y profundo. Follarla sin darle una tregua, sin permitirle un respiro, sin darle descanso… Y a Coral le pasaba lo mismo. Comenzó a cabalgarme con verdadera desesperación, necesitaba desahogarse, buscaba su bien merecido orgasmo con  verdadero empeño. Su coño me apretaba y estrujaba la polla como si quisiera quedarse con ella. Yo ya no podía aguantar más, tenía que tomar el control. Me incorporé y empujándola, la empotré contra la pared sin salirme de ella. La empujaba con fuerza desmedida, como un salvaje, estaba a punto de correrme y necesitaba terminar con urgencia. Nunca me había dejado llevar de tal modo por mi libido. Estaba desatado, fuera de mí, completamente descontrolado, sólo tenía una misión en la vida, follar. Follar con todas mis fuerzas, follar con todo mi ser y descargarme dentro del bendito coñito de mi linda esclavita.

Éramos dos caballos desbocados a pleno galope. Sin reservarnos nada nos habíamos lanzado a la búsqueda del placer. Sudorosos, nuestra única preocupación a parte del inalcanzable orgasmo, era ahogar nuestros gemidos para evitar llamar la atención. Le tapé la boca para evitar males mayores. La posibilidad de ser descubiertos, enervaba nuestros sentidos amplificándolos. Era un nuevo acicate en nuestra desesperada búsqueda del placer supremo. De repente sentí tensarse enormemente el cuerpo de mi esclava. Su coñito me apretó como si quisiera ordeñarme. Gritó bastante fuerte, menos mal que le había tapado la boca. Se estaba corriendo, y por lo que me pareció estaba teniendo un orgasmo de los que hacen historia. Me sentí enormemente feliz, como si hubiese cumplido con un importante cometido en la vida. Pero yo no podía parar, tenía que alcanzar mi propio orgasmo. Lo tenía tan cerca… ¡Sííí! Me vino con tanta fuerza que me sentí morir. Me apreté contra ella con todas mis fuerzas, no quería que se perdiera ni una gota. (Ya sé que me vertía todo mi semen en el preservativo pero en aquel momento yo no estaba para pensar racionalmente.) Fue una descarga descomunal, como si me vaciara de golpe. Una bala no sale tan rápida del cañón de una escopeta. Y aún salieron dos o tres chorros igual de potentes antes de que terminara de correrme. Me quedé sin fuerzas, si no me caí fue porque me apoyé en Coral. Ambos estábamos sujetándonos contra la pared. Nos quedamos un ratito abrazados tratando de recuperarnos. Pero no teníamos tiempo. Estábamos en un baño público y ya habíamos corrido demasiados riesgos.

Nos arreglamos en silencio lo más rápidamente que pudimos. Me sentía incapaz de decirle nada. Tener relaciones con ella no era lo que yo había planeado. Yo iba a pedirle perdón, iba a disculparme con ella, iba a liberarla de su compromiso. Y en vez de eso, lo estropeo todo dejándome llevar por mis más bajos instintos… Me sentía realmente mal, pero aún no había terminado de estropearlo del todo. Aún podía hacerlo peor, cuando Coral estaba a punto de abrir la puerta y salir, la detuve tenía algo que decirle…

-              Antes de que te vayas, hay un par de cosas que te quiero decir. La primera es que quiero verte mañana para charlar más tranquilos y pienso volverte a visitar todas las semanas. Así que ves pensando cómo lo vamos a hacer. Aquí tienes la dirección de mi hotel. La segunda es que ya has visto que no puedes engañarme, así que espero que no lo vuelvas a intentar. No seré tan indulgente la próxima vez que lo intentes.

-              Mañana… mañana es muy pronto no sé si podré…

-              No trates de escabullirte, si hubieras sido sincera, no te habría pillado de sorpresa. Piensa algo y comunícamelo por medio del móvil. ¿de acuerdo?

-              Sí… sí… ya pensaré algo… espero.

-              Vale, vete, yo esperaré un poco antes de salir para evitar más sospechas de parte de tu prima… Vero. Así se llama ¿no?…

-              Sí, se llama Vero… Pero…

-              No te entretengas y sal corriendo.

Me maldije nada más decirlo. Había vuelto a hacerlo, la había vuelto a coaccionar una vez más. No era eso lo que yo pretendía pero era lo que me había salido. Me sentí fatal, y sin embargo algo en lo más profundo de mí se alegraba. La mera posibilidad de encontrarme con ella una vez más me llenaba de ilusión. Tenía que pensar muy bien lo que quería hacer con ella. Si quería su perdón, debía de planificar muy bien todo lo que haría y diría. Si lo dejaba al azar como había hecho fracasaría. Si lo tenía todo pensado y bien planeado no volvería a fallar. Sí eso es lo que haría… Salí del baño con la intención de regresar al hotel, planearlo todo a conciencia y  no volver a repetir mi error… No lo conseguí.